Vaya manera de perder a la esposa (1)

Por un exceso de afrodisíacos químicos y un capricho estúpido, mi esposa se encauzó a un destino delirante e insensato.

Había terminado la orgía. Yo descargué mi última munición en el recto de mi cuñada Karina mientras mi cuñado y el amante de mi esposa se corrieron dentro de los dos agujeros de ella que habían ocupado simultáneamente.

Los machos estábamos satisfechos, pero mi esposa, Raquel, no. Estaba salida como una mona. Se lo había advertido. Eran demasiados los óvulos afrodisíacos que se había metido en su ya de por sí tórrido coño. Además se había hecho succionar los labios con la bomba de vacío por Karina y se había frotado el clítoris con coca. Se puso como una fiera cuando comprobó que las tres pollas disponibles estaban en manifiesto estado de incapacidad para satisfacerla.

  • Mierda de maricones. Dos polvos y no dais para más. Y eso que le habéis dado al viagra.

  • Tranqui putón, que el día es muy largo – le dijo su amante, Guillermo.

  • Más os vale –intervino Karina- mientras estos impotentes se rehacen ven que te coma el coño hermanita.

  • Ay Karinita, menos mal que nos tenemos nosotras. Mientras me comes el coño fóllame el culo con el puño.

  • ¿Quieres el otro en tu calentorro

  • No, quiero

  • No conozco una furcia tan sucia y tan degenerada como tú. Oye q

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  • Ya lo tengo dentro. Pon esa jugosa vulva en mi boca. Que

  • Chupa fuerte, y

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Los tres hombres contemplábamos a las dos zorras intentando poner las pollas en condiciones de participación

  • ¡¡¡¡Ayyyyaaayyyyy hermanita mamona. Me corro, me corrooooo yaaaaaa!!! ¡Ay, ay, que me meo, que me meo!

  • Meáte en mi boca guarrona, que me lo bebo.

  • Ay hermanita si, si, bébete mis churras. Ay qué gusto.

Karina no pudo beber toda la orina de Raquel y el sofá recibió otra dosis más de guarrería. Deberíamos cambiarlo ya porque tenía manchas de esperma, orina, flujo vaginal y cacas por todas partes. Mi idea era comprar un tresillo de skay pero los demás querían tela, con lo cual nos salían algo caras las orgías, ya que no me atrevía a mandarlo tapizar porque me daba corte lo que deduciría el tapicero y contaría por ahí. A mi esposa no le importaba lo del tapicero. Es más, dijo que le informase de que si quería él también podía aportar sus manchas (Con tal de que tuviera buena polla y los huevos llenos, añadió).

Raquel aún estaba sentada sobre la boca de Karina empujando su pubis contra la boca de ésta intentando prolongar su orgasmo mientras la mano de su hermana salía lentamente del culo pringada de algo de heces.

  • Ay Karinita que bien me lo has hecho, lástima no sentir un chorrete de calentita lefa dentro de mi.

  • Espera, guarra, ábrete el agujero del culo con los dedos, que no la tengo bien tiesa –intervino mi cuñado

  • Y si no la tienes bien tiesa ¿cómo crees que me vas a soltar el semen? so maricón. Bueno, por mí que no quede.

Raquel se abrió el agujero fácilmente ya que aún estaba bestialmente dilatado por el puño de Karina y Carlos introdujo la morcillona polla pero no comenzó a cabalgarla.

Al cabo de unos segundos, mi mujer empezó a insultarlo:

  • ¡Hijo de puta, cerdo malnacido! Yo quería lefa, no meados.

  • Te hacía falta un enema, guarra, que tienes el pandero lleno de mierda. Tú, Karinita, límpiame la verga del hediondo excremento de esta furcia.

  • Mientras la zorra de Karina limpiaba con su boca las heces de Raquel adheridas a la polla de su marido. Mi esposa comentó:

  • Me hace falta más verga. En realidad me hacen falta cien vergas. No aguanto más, voy a tener que usar la máquina de follar.

  • Se me ocurre una solución para tu calentura. El año pasado Carlos me llevó a hacer de puta con los negros que pernoctan en la nave abandonada tras la gasolinera. Me dejaron el cuerpo para el arrastre pero satisfecha como nunca, aparte de sacarles un buen dinerito que no me vino mal para gastar en el sex shop. Si quieres te llevamos allí con los negros.

  • Jooder, hacer de puta, que guay. No me contaste eso guarra.

  • ¿No? Qué raro, con lo que me gustó.

  • ¿Qué te parece Eloy? (Eloy soy yo)

  • Eh, eh, eh que ese coño también es mío y tengo derecho a opinar – intervino su amante, Guillermo.

  • Vale, vale ¿qué os parece a los dos?

  • ¿No será algo excesivo?

  • Bueno, si se exceden ya estaréis para controlar.

  • ¿Dejarán que miremos? No creo.

  • Si se la follan gratis no pueden andar con condiciones –intervino Karina.

  • Si es gratis no estará haciendo de ramera, eso le quita la gracia.

  • Es verdad –dijo Raquel- yo quiero hacer de puta profesional, no de calentorra buscapollas. Me da más morbo cobrar.

  • Bueno, se cobra un euro o dos a cada uno y ya está.

  • Se me ocurre que si la llevamos como esclava sexual dará más morbo que de puta. – Propuso Karina.

  • Jooder, hermanita estás sembrada esta noche. Eso sí que me pone a mil. Ser esclava y cederme a los negros como un saco de semen. Fantástico. No se hable más. Vámonos a la gasolinera.

  • Espera cerda, espera. Primero hay que ponerte un enema porque tienes el trasero lleno de mierda. Y después hay que darte aspecto de esclava. ¿No te parece Eloy? –Dijo Guillermo.

  • Pues sí. Manos a la obra.

  • Yo también quiero un enema, a lo mejor me uno al folleteo con los negros – apuntó Karina.

Preparamos los enemas y les administramos un litro a cada una, taponándolas el ano con un grueso plug. Las hicimos aguantar 15 minutos.

Las sacamos al jardín del chalet que teníamos a las afueras de aquel pueblo para nuestras juergas y las pusimos a cuatro patas para presenciar la expulsión del líquido. Les quitamos los plugs a la vez y Raquel soltó de inmediato la carga como una explosión. Sin embargo la zorra de Karina, sabiendo cómo nos gustaba el espectáculo se contuvo y se metió un dedo en el culo, después otro y se abrió bien el esfínter. Entonces lo fue soltando intermitentemente aunque con buena presión, lo cual nos deleitó enormemente.

Carlos dictamino que el agua había salido demasiado sucia y que se debía repetir la operación. Esta vez a Raquel también nos proporcionó una hermosa visión. Después de vaciarse, Guillermo le colocó otra vez el plug anal aduciendo que una esclava debe tener los agujeros disponibles para uso inmediato sin necesidad de perder el tiempo en dilataciones previas.

Después Raquel fue la que tomó la dirección de su ornamentación como esclava. Rebuscó en los cajones y los estantes donde guardábamos los juguetes. Nos mandó colocarle unos alargadores de pezones. Guillermo fue al jardín y regresó con el collar del perro y una cadena. Raquel quedó encantada del collar.

Sobre la marcha se acordó de algo y rebuscando otra vez encontró una mordaza de anillo que le mantenía la boca bien abierta. También encontró un plug anal de enorme bola (unos 7 cm) y se lo hizo cambiar por el que tenía insertado. Aquella cosa monstruosa no servía para dilatar sino para incomodar y le dije que no cumplía la función de estar abierta de inmediato para los negros. Ni se inmutó. Dijo que bastante se abriría cuando se lo sacasen. Que los quería impactar.

  • Ale, vamos pues. – Dijo su amante

  • Espera, falta algo muy importante. – Cortó ella

  • ¿El qué? –preguntó Karina.

  • Hay que dar realismo ¿Por qué llevar a una esclava a ser prostituída con negros? ¿Para castigarla o entrenarla no? Pero antes hay que demostrar que ha sido domada. Así que me vais a zurrar las nalgas con una fusta y que se noten bien las marcas.

  • No te pases putón. – Dije yo

  • Mi cornudín, si no me zurras tú, lo hará mi Guillermito.

  • Con mucho gusto, zorrón salido. Te colgaré de un árbol del jardín.

Guillermo buscó una fusta y unas esposas para cumplir con su tarea y salimos todos al jardín para presenciar la sesión de doma de mi adúltera esposa por su amante.

Pero Raquel no quiso ser colgada del árbol, apoyó las manos sobre la barandilla del soportal, se abrió de piernas y sacando el culo lo ofreció a la fusta.

  • Con tres fustazos en cada nalga en un sentido y otros tres cruzados con los primeros creo que bastará. O sea, mi macho, que me tienes que soltar una docenita. Hazlo bien y fuerte para que no tengas que repetir.

Guillermo le arreó el primero.

  • Fsss, joooder, como pica, leche. Sigue un poco más fuerte.

  • uppsss, mierda ¿Queda la marca?

  • Si, zorra, si queda.

  • Bien.

Guillermo le despachó la docena de azotes y a todos nos gustó el espectáculo. Si mi mujer seguía dándonos espectáculos así, ya no haría falta visitar a los negros porque se nos estaba empinando. Sugerí la idea.

  • Ah no, ni hablar –respondió ella- ahora que me he hecho a la idea no dejo yo las vergas negras ni por asomo, y menos por tres pijitas blancas poco eficientes.

La única ropa que tenía era aquella con la que comenzó la orgía y que nos gustaba tanto a Guillermo como a mí: Medias negras con liga y unos zapatos rojos de altísimo tacón, así que fui a buscar al menos una bata para ponérsela.

  • No, llevadme en pelotas.

  • Pero loca, te puede ver gente del pueblo, o nos puede parar la guardia civil.

  • He dicho que en pelotas.

  • Pero que puta eres.

  • Esclava. Ahora soy esclava. Sucia esclava para ceder a negratas. ¡Genial! Me encanta.

Montamos los cinco en un solo coche, el de Guillermo, que conducía, yo de copiloto y Carlos, mi cuñada y mi esposa atrás. Ésta en el medio sobada durante el viaje por su hermana y el marido de ella. Raquel se quejó:

  • Joder, esto de llevar el culo taponado con esa bola y sentada me está matando. Y estos chismes colgando y estirando los pezones empiezan a ser francamente molestos.

  • Ya te dije que no era buena idea un plug tan descomedido. Enseguida te lo quitarán y lo ocuparan algunas vergas. Voy a parar en la gasolinera.

  • ¿Para qué? ¿Para que me joda más? No fastidies, hay gasofa de sobra.

CONTINUARÁ