Vaya mañanita

Mi vecino seguía pegado a mí con más fuerza y yo decidí pasar al ataque; con movimientos de arriba a abajo, comencé a mover mi trasero sabiendo que su polla seguía hundida entre mi falda...

VAYA MAÑANITA

Otra mañana de lunes. Odio los lunes!!! Y quién no, verdad? Los recuerdos del increíble fin de semana de juerga continua están muy próximos y la perspectiva de que quedan 5 días para otro hace que me deprima. Además tengo que volverle a ver el careto a mi Jefe; uff, es que no puedo con él.

Me llamo Sara y tengo 25 años. Rubia, delgadita con una buena delantera y un culito respingón que es lo que más me gusta de mi cuerpo; desde hace dos años, comparto piso con una amiga con la que también comparto juergas. O las he compartido, porque hace unos dos meses que se echó novio y ahora no piensa en otra cosa que estar con él día y noche todos los fines de semana, sin parar de follar, y yo sin comerme un rosco. Me tienen muy desesperada porque las paredes de nuestro piso son como el papel de fumar y se escucha todo. Día sí y día también estoy en medio de una peli porno: Ahh, sí sí, sigue, no pares, fóllame, ahora, córrete dentro de mí!!! Y una no es de piedra…

Así salía de casa esa mañana de lunes, toda excitada después del polvo mañanero de mi amiga y su novio, dispuesta a coger el 53 que me llevaría a la oficina y a meterme en la rutina diaria. Y como no, el autobús estaba llenísimo a esa hora con lo que tuve que ir haciendo hueco a codazos hasta llegar a uno de las barras para sujetarme, aunque no hacía falta porque estaba aprisionada entre la gente. Qué calor, qué sudores y cuántos olores distintos a colonias baratas y desodorantes… uag, que ganas de llegar tenía.

Estaba absorta oyendo mi música en el móvil, cuando noté lo típico de las aglomeraciones en el bus: alguien se estaba apretando contra mi culo sin ningún reparo. No es algo que me extrañe porque me pasa casi todos los días, pero hoy estaba yo muy sensible y no tenía ganas de aguantarlo. Lo primero que hice fue mirar por uno de los espejos interiores para ver de quién se trataba y lo que vi me dejó sin habla. Era un vecino mío al que me he encontrado varias veces por el barrio; nunca habíamos hablado, pero las miradas que nos intercambiábamos estaban cargadas de deseo. Por las investigaciones que pude hacer, sabía que se llamaba Pablo y que tendría más o menos mi edad. Era un poco más alto que yo y muy atlético pero sin llegar a los musculitos hormonados de gimnasio que tanto odio. En fin, que siempre me he sentido muy atraída hacia él y ahora le tenía justo detrás de mí, presionando mi culito con su polla. Opté por seguir allí, sin moverme y sin decir nada, esperando a ver qué pasaba; y lo que estaba pasando es que sentía perfectamente a través de mi ligera falda, que su miembro iba creciendo poco a poco y que hábilmente se iba colocando justo en el centro de mi trasero.

Uff qué sensación, empezaba a notar un cosquilleo por mi entrepierna y ya en ese momento sabía que no me alejaría de allí, que le dejaría hacer todo lo que quisiera delante de tanta gente. La suerte me acompañó desde que salí de casa cuando decidí ponerme esa falda tan cortita y con vuelo; si hubiese cogido los vaqueros, las sensaciones no hubieran sido las mismas.

Mi vecino seguía pegado a mí con más fuerza y yo decidí pasar al ataque; con movimientos de arriba a abajo, comencé a mover mi trasero sabiendo que su polla seguía hundida entre mi falda. Él aceptó gustoso el juego y también empezó a mi ritmo. Era como hacerle una paja sin manos!!! De vez en cuando miraba por el espejo y le veía sonreir de forma maliciosa. El resto de los viajeros no tenían ni idea de lo que pasaba justo al lado y eso me ponía todavía más excitada. Notaba como los jugos de mi coño iban mojando mi tanga y tenía ganas de más, no me bastaba con notar su enorme verga detrás de mí.

Y como si me leyera el pensamiento, Pablo empezó a deslizar su mano entre mis muslos, levantando ligeramente la falda. El recorrido fue rápido y llegó pronto a su destino. Con toda la palma de la mano, me agarró con fuerza mi coño y empezó a masajearlo; buff, creí que iba a estallar de placer. Como si se tratar de un pulpo, me tenía toda la zona agarrada: culo, rajita y clítoris y todos mi cuerpo se estremeció tanto que casi se me doblan las rodillas y me caigo al suelo del autobús. Yo respondí cerrando las piernas y apretando con tanta fuerza que seguro que le lastimé la mano; no le importó porque siguió con su trabajo: lentamente movía su mano de arriba a abajo, frotando mi clítoris cada vez con más ahínco. Tenía que intentar controlar mi respiración que se agitaba cada vez más, para que los demás pasajeros no se dieran cuenta de nuestra aventura; no quería que nos descubrieran y acabara el morboso juego.

Miré de nuevo por el espejo interior y vi que me estaba mirando fijamente. Sin emitir sonido alguno, le pedí con mis labios que siguiera, que no parara: más, más!!! En ese momento, introdujo un de sus dedos en mi coño que por aquel entonces estaba absolutamente chorreando, con lo que le fue muy meterlo hasta el fondo. Y otro dedo más, dentro, más dentro!!! Yo sentía que no podía más, mi cara se iba contrayendo en un gesto que indicaba lo que me estaba pasando, de hecho en ese momento me di cuenta de que un hombre de unos 40 años que estaba justo enfrente de mí a pocos centímetros, estaba observando toda la escena con los ojos como platos y no pude evitar bajar la mirada hacia abajo, hacia su paquete que estaba ya totalmente hinchado. Al estar tan cerca de mí y con tal excitación, no se cortó en levantar una mano y sobarme una teta por encima de mi blusa. En un segundo hizo que se me endurecieran los pezones y volviera en lugar de enfrentarme con el desconocido, me dejé hacer, no podía ya parar.

El autobús estaba frenando. Jo, el recorrido se está acabando, la siguiente parada es la mía!!!. Pero ni de coña podía quedarme así, llegaría tarde al trabajo aunque tenga que aguantar la bronca de mi Jefe. Así es que cuando el autobús paró donde me tenía que bajar, ni me inmuté, seguí en pie aguantando como podía para no caerme porque me temblaban las piernas una barbaridad.

Mis dos asaltantes seguían en su faena, uno por delante y otro por atrás. El de delante dejó de tocarme las tetas para pasar a asuntos mayores: levantó también mi faldita y sabiendo que por allí había otro intruso, se dedicó a tocarme el clítoris insistentemente, mientras que Pablo mantenía un dedo en el coño y otro en mi culito. Aquello era demasiado para mí: me vino una oleada de placer inmensa y tuve un orgasmo como nunca antes lo había tenido. Eche mi cabeza en el hombro del que tenía enfrente para ahogar mis gritos de placer Aggg, aggg. Mis rodillas se doblaron un poco pero conseguí mantenerme erguida. Creo que nadie se dio cuenta de mi corrida, ni siquiera mis dos masturbadores porque siguieron y yo claro, les volvía dejar hacer… Una y otra vez…

Así da gusto empezar la semana; me encantan los lunes!!!!