¡Vaya con la nena!

Acarició su sexo con suavidad, metió un dedo en la vagina y lo movió dentro y fuera unos segundos.

¡VAYA CON LA NENA!

Natacha acababa de cumplir los 16 años. Dieciséis añitos, ¡quien los pillara!, pensó Nacho mirándola. Era preciosa, rubia, de intensos ojos azules, piel blanca, la mujer más hermosa que nunca había visto. Su cuerpo era perfecto, un culito redondo, las caderas bien formadas, en su justa medida, y aquellos pechos redonditos y pequeños. Justo como a él le gustaban. Además se había puesto un bikini minúsculo, que le tapaba lo justo.

Nacho aún recordaba el día que la conoció, hacía ya dos años, acababa de mudarse de piso y mientras subía por la escalera la vió bajando a toda prisa, casi se la lleva por delante. Tenía cuerpo de niña, pero empezaba a hacerse mujer.

¡Uy, perdón, lo siento! – se disculpó la criatura.

A partir de aquel día hizo todo lo posible por conocer a sus padres, un agradable matrimonio que tenía otro hijo un poco más mayor. Alfredo, el padre, tenía su misma edad, 40 años, y Elena, la madre tenía 36. Poco a poco fue trabando amistad con ellos, hasta que se convirtieron en sus mejores amigos.

Así fue como consiguió que Natacha pudiera acompañarle en aquel viaje en su yate por la costa mediterránea, era su regalo de cumpleaños. Natacha entusiasmada, enseguida convenció a sus padres para que la dejaran ir. Nacho se había dado cuenta de que en los últimos meses el comportamiento de Natacha con él había cambiado, trataba de coquetear con él en todo momento.

A Nacho nunca le habían gustado las chicas tan jóvenes, pero Natacha era diferente, tenía la madurez suficiente para que cuando hablaban no pensara que era una cría. Y desde que había echo el cambio estaba preciosa.

Allí, tirada sobre la hamaca de cubierta, con aquel minúsculo bikini, parecía una Diosa. Nacho imaginó un montón de cosas que haría gustosamente con aquella preciosidad, mientras manejaba el timón. De repente, Natacha se levantó y se acercó a él.

Me encanta como lo haces – le susurró al oído mientras pegaba sus pequeñas tetas a su brazo.

Nacho sintió excitación y deseo, pero trató de contenerse.

¿Me dejas, puedo hacerlo yo? – suplicó Natacha.

Nacho dejó que se pusiera al timón y él se puso tras ella. La niña empezó a pegarse a él, restregando el redondo culito contra su entrepierna, lo que inevitablemente le produjo una soberana erección. ¡Vaya con la nena!, pensó Nacho, empezando a debatirse entre el deseo y la lealtad por los padres de Natacha.

Natacha ¿qué haces? – le preguntó a la muchacha.

No te hagas el estrecho – dijo ella – sé que te gusto y que te encantaría follarme, lo veo en tus ojos.

¡Maldita cría! Tenía razón.

Pero si eres una cría – se quejó Nacho.

¿Y qué? ¿Crees que aún soy virgen? ¿te acuerdas de Andrés? – le preguntó mirándolo de reojo.

Nacho afirmó con la cabeza mientras sentía un nuevo roce de aquel tierno culito sobre su pene.

Pues dejé de serlo con él, hace un año – afirmó Natacha.

¡Maldito Andrés! Lo maldijo mil veces durante los 3 meses que estuvieron saliendo juntos. Nunca le gustó aquel resabido que tenía unos tres años más que Natacha. Y volvió a maldecirlo una vez más.

Sintió un nuevo roce de la menuda muchacha rubia y ya no pudo contenerse más. Paró el motor del yate. Sentía su sexo apunto de hacer estallar el short que llevaba, lo restregó contra el culo de la muchachita diciendo:

Si es lo que quieres, vas a tenerlo.

Besó el cuello de Natacha, que se dejó hacer, la abrazó y recorrió su cuerpo con las manos, desde los pechos hasta el sexo y de este hasta los senos nuevamente. Le desabrochó la parte de arriba del bikini y se la quitó, dejando al descubierto aquellos preciosos y suaves senos casi vírgenes. Los acarició con mucha suavidad, mientras la muchacha recostaba la cabeza sobre su hombro y restregaba su culo sobre su erecto pene sin parar. Descendió con sus manos por la suave piel del femenino vientre, llegó al pubis e introdujo una de ellas entre la tela, alcanzó el sexo femenino, que estaba húmedo, deseoso de ser poseído. Nacho besó a Natacha en el cuello y la oreja, haciendo que el cuerpo de la muchacha se erizara por completo. Algo en su interior le decía que no debía seguir por aquel camino, pero el deseo, la suave piel de la muchacha, sus tiernos gemidos le decían que siguiera. Por eso, le quitó las braguitas, dejándolas caer al suelo. Con sus dedos empezó a aplicar un suave sobre el clítoris y Natacha empezó a suspirar y gemir excitada. Con la mano que tenía libre, Nacho sacó su erecta polla del estrecho refugio que la oprimía y la reposó sobre le culo de la muchachita. Introdujo un dedo en la húmeda vagina femenina y Natacha de convulsionó.

¡Oh, sí, Nacho, te deseo desde hace tanto! – gimió la muchachita.

Nacho metió su pene entre las piernas de la chica, luego la hizo inclinar un poco sobre el timón, acarició su sexo con suavidad, metió un dedo en la vagina y lo movió dentro y fuera unos segundos. Sacó el dedo, guió el erecto miembro hacía la húmeda vagina y la penetró. Natacha suspiró al sentirse llena. Aquella polla era mayor que la de Andrés, y la llenaba más. Empezó a recular hacía Nacho, mientras este empujaba hacía ella sujetándola por las caderas. Nuevas sensaciones se agolpaban en sus sexos. Nacho sentía la estrechez de la joven vagina apresando su erecto miembro, casi había olvidado lo que se sentía dentro de una vagina joven como aquella. Natacha sentía un miembro, más fuerte y viril que el del joven Andrés, que la llenaba más y, además, dada la experiencia de Nacho, le proporcionaba más placer, pues sabia como debía moverse, el ritmo de debía imprimir, para que su cuerpo se estremeciera de placer. El aire del mar y el sol, daban más exotismo a la situación.

No eran sólo dos cuerpo fundiéndose juntos, eran dos cuerpos fundiéndose con la naturaleza, sintiendo como cada poro de su piel se llenaba del otro, del aire, del mar, del sol.

Nacho abrazó a Natacha, reclinándose sobre su espalda. Acarició sus redondos y pequeños senos, mientras muy suavemente hacía que su miembro entrara en ele húmedos sexo femenino. Natacha jadeaba, sintiendo como Nacho la penetraba y la llenaba. Nacho besó a la muchacha en el cuello y luego empezó a lamer y mordisquear su oreja. Natacha sentía que las sensaciones se multiplicaban poco a poco. Nacho sentía como el femenino sexo le apresaba su pene, sabía que la chica estaba a punto de correrse, por lo que aceleró sus movimientos. Natacha sentía el placer esparciéndose por su cuerpo, hasta que explotó desde su sexo hasta todo su ser. Nacho también estaba a punto de correrse, por lo que dio un par de empujones más y alcanzo el éxtasis en pocos segundos. Cuando ambos dejaron de convulsionarse, Natacha se giró hacía Nacho y lo abrazó susurrándole al oído:

Te quiero.

Nacho la abrazó con fuerza y le repitió al oído;

Yo también te quiero.

La nena, pensó Nacho, le había robado el corazón como ninguna mujer lo había echo nunca. ¡Vaya con la nena!

Erotika (Karenc) del grupo de Autores de TR.