¿Vas a ser buena?
Llegamos al hotel algo cansados por las horas de viaje que habíamos recorrido, Granada era nuestro principal destino de vacaciones incluso desde antes de comenzar la relación no oficial que teníamos Ainhoa y yo, y ahí estábamos, cumpliendo un sueño que parecía perfecto.
Llegamos al hotel algo cansados por las horas de viaje que habíamos recorrido, Granada era nuestro principal destino de vacaciones incluso desde antes de comenzar la relación no oficial que teníamos Ainhoa y yo, y ahí estábamos, cumpliendo un sueño que parecía perfecto.
La habitación era amplia, lujosa y bien estructurada, la calidad de las cinco estrellas se notaba y el precio parecía merecer la pena completamente. Nada más entrar dejamos las maletas tiradas a un lateral del cuarto y se abalanzó sobre mi con pasión, mi cuerpo quedó atrapado entre su piel caliente y la puerta de madera. Llevé mis manos a su cintura y continué el beso húmedo y cálido que había comenzado, estaba claro que no me iba a dar un solo respiro en todo el fin de semana romántico y yo estaba encantado con la idea de convivir con mi chica rubia de puro fuego.
La separé un poco de mi mirándola a los ojos sin decir nada, la contraluz del atardecer entraba por el gran ventanal y la iluminaba de tal manera que parecía sacada del paraíso.
¿Qué?- Me preguntó cómo era de costumbre cuando la observaba embobado.
Eres un angel, mi amor.-
No contestó nada, solo volvió a besarme tiernamente para posteriormente alejarse de mi y dejarse caer a plomo sobre la cama. Aproveché la oportunidad para comenzar a desnudarla con tranquilidad al ritmo que acariciaba su cuerpo descubierto, ella reía traviesa con cada beso que depositaba en su espalda, bajando mi boca por toda esta hasta llegar a su perfecto culo. Mordí levemente uno de los cachetes y dio un pequeño saltito sobre la cama, agarré con fuerza su tanga negro y estiré de él hacia abajo apartandolo de su cuerpo de un tirón.
Me coloqué de rodillas frente a ella, que aún se encontraba boca abajo en la cama, y acerqué mi boca a su vagina. A pesar del poco tiempo de calentamiento ya se encontraba húmeda y conforme me acercaba a ella apreciaba mejor el calor que emanaba, estaba en la posición perfecta, ya que tenía acceso directo a cualquier zona. Comencé lamiendo lento por fuera de sus labios exteriores, dejando muy de vez en cuando que entrara la punta de mi lengua entre ellos, mientras que acariciaba la parte baja de su espalda, sus glúteos y muslos con las yemas de los dedos. Su respiración se entrecortaba y comenzaba a hacerlo con dificultad, me encantaba los pequeños movimientos que hacía con la cadera pidiéndome más. Me aparté de ella bruscamente y giró la cabeza en una mezcla de confusión y enfado que combatí con mi sonrisa más pícara, entendió a la perfección lo que estaba haciendo, así que simplemente se dejó hacer.
La volteé hacia arriba y la besé con todas mis ganas, nuestras lenguas jugueteaban la una con la otra y tan solo separabamos los labios cuando gemía tímida ante el contacto de mis manos sobre su pecho. Comencé a repartir mis besos por otras partes más deseadas de su perfecta anatomía, comenzando por la mandíbula, bajando por el cuello, alternando con pequeñas lamidas y mordiscos, haciendo una U alrededor de su cuello, pasando por las clavículas, subiendo y volviendo a bajar, ofreciendo la misma cantidad de besos a ambos lados. Comenzaba a moverse inquieta bajo mi cuerpo, sabía que la estaba matando, que quería más, mucho más. No lo dudé demasiado, comencé a bajar mi boca por la linea imaginaria que se dibujaba en el centro de su cuerpo, bordeando el ombligo y acariciando su vientre con mi lengua, sin detenerme hasta llegar a su vulva. Volví a bajarme de la cama y colocarme de rodillas frente a ella, abrí sus piernas todo lo que pude dejándola completamente expuesta ante mi.
La miré directamente a los ojos y le dije:
-Te voy a devorar entera.
Sus mejillas tornaron rojizas y apartó la mirada de la mía, yo me aproximé nuevamente a sus labios exteriores y los abrí introduciendo toda mi lengua en ellos. Gimió ante el tacto frío. Continúe lamiendo de arriba a abajo y lateralmente, formando una cruz invertida a un ritmo lento, abarcando todo el espacio que podía. Cuando comenzaron a temblarle las piernas cambié de ritmo y empecé a dibujar un 8 por toda la zona bordeando el clitoris con movimientos circulares, sus jadeos se intensificaron junto a mi velocidad y no tardo demasiado y aferrarse con fuerza a las sabanas y mover sus caderas al ritmo de mi boca. Supe que era el momento exacto de atacar, separé los labios vaginales con dos dedos, abriendola aún más para mi al mismo tiempo que lubricaba estos para posteriormente meter uno dentro de ella, se sobresaltó ante la penetración junto a un gemido que me erizo la piel. Estaba cachondisimo y quería partirla en dos en ese mismo momento, pero me contuve, sabia que adoraba y odiaba al mismo tiempo que se lo hiciera así.
Tras varias penetraciones introduje otro más y comencé a rotarlos con suavidad en su interior, sus manos agarraron mi cabeza, me estaba estirando del pelo y me encantaba.
Me encantaba tenerla así, gimiendo para mi, toda mía, aferrada a mi pelo suplicando entre jadeos más, mucho más.
-Me corro, Iván.- Comenzó a gritar y yo al escuchar mi nombre salir de su boca con tanta sensualidad no pude evitar volverme loco y comencé a embestirla con mis dedos mientras gritaba de placer. Su cuerpo se convulsionó contra mi boca y pude notar como relajaba las manos ya que no sentía la misma presión en mi cabeza que hace unos minutos. Su cuerpo quedó tendido por completo en la cama.
Yo me levanté y me quité la camisa despacio, dejando que disfrutara de las vistas, hice lo mismo con los pantalones, deslizando lento el cinturón sobre la palma de mi mano.
-Atame papi, hazme tu perra.- Sabía perfectamente como calentarme con ese tonito de niña buena e inocente, pero no se lo iba a poner tan fácil.
-Aquí mando yo.-
Me senté a un borde de la cama bajo la atenta mirada de Ainhoa y antes de que pudiera replicar me incorporé hacia ella y comencé a deslizar el cinturón doblado por su cuello y fui bajando poco a poco.
-Sube.- Ordené señalando mis rodillas. Ella obedeció sin rechistar. La tenía desnuda, sobre mi regazo, mojada y caliente. Me encantaba verla así.
-¿Me he portado mal, papi?- Preguntó nuevamente con tono infantil.
-Sabes que a papi no se le da órdenes, pequeña.- Susurre acariciandole el pelo hasta llegar a su cuello, lo agarre por debajo de la mandíbula y la obligué a mirarme a los ojos. Comencé nuevamente a pasar el tejido suave del cinturón por su espalda, hasta llegar a su jodido perfecto culo, la azoté. La azoté con suavidad, con la fuerza exacta para hacerla gemir mirandome a los ojos. Tenía la boca entreabierta y eso me volvía loco.
- ¿Vas a ser buena? - pregunté autoritario.
-No papi.-
Volví a azotarla con un poco más de fuerza y repetí.
-¿Vas a ser buena?-
Volvió que contestarme negativamente y la azoté una tercera vez, liberando un fuerte gemido de su boca.
-¿Que quiere mi princesa que le haga?-
-Quiero que me folles.- Su tono de voz cambió bruscamente y dejó de ser una niña inocente a sonar como una perra caliente.
-Ganatelo.-
Se bajó de mi regazo en menos de un segundo y se colocó frente a mi de pie, se aproximó contoneando las caderas hasta mi boca y me besó con fuerza, reclinandome hacia atrás, bajó por mi cuello lamiendo con presión y ante el contacto con su lengua húmeda se me erizó la piel. Continuó bajando con su boca hasta la altura de mi polla y ahí se detuvo, se colocó de rodillas frente a mi y apoyó la cabeza en mi muslo, mirándome fijamente a los ojos. Yo le acaricié la cabeza y ella comenzó a acariciarme por encima del bóxer sin quitarme la mirada, esa mirada de guarra que me hacía perder el control, esa mirada que decía "Te voy a follar vivo".
Me levanté y me quité la ropa interior, dejando al aire mi pene erecto, ella solo sonrió triunfal y se abalanzó sobre él, comenzó a lamer el tronco con fiereza antes de introducirlo en su boca.
Aquello era el paraíso, adoraba como me acariciaba el pecho, el abdomen, los muslos, me encantaba que me acariciara mientras me comía la polla.
Sus movimientos de cabeza subían y bajaban con un ritmo moderado, ritmo que fue subiendo conforme veía que me costaba respirar. Estaba perdiendo el control y no aguantaría mucho de lo cachondo que iba previamente. Aún así la dejé entretenerse, jugar con su lengua sobre mi, yo acariciaba su pelo mientras ella me pajeaba al mismo tiempo que lo introducía una y otra vez en su boca caliente.
-Ainhoa me corro.- Me costó pronunciar pronunciarlo debido al profundo placer que me estaba haciendo sentir. Poco después entre gemidos con su nombre de por medio me corrí, el sudor me empapaba entero y aquella sensación de shock eléctrico junto al aire frío de la habitación me provocaron uno de los mejores orgasmos de mi vida.
Ella se levantó y se me quedó mirando. Yo le sonreí, con esa sonrisa que tanto le gustaba.
-Quiero mi premio ahora.- No había terminado de decir la frase y ya la tenía encima, aferrada a mi cintura con las piernas, besandome apasionadamente.
Acaricié la entrada de su vagina con el glande e hice el recorrido hasta el clitoris en varias ocasiones para lubricar antes de entrar. Ella movía sus caderas sobre mi facilitando la fricción, aunque sabía que en verdad adoraba cavalgarme así.
Introduje tan solo la punta y Ainhoa se encargó del resto, se dejó caer a plomo sobre mi, llegando en la primera embestida hasta el fondo.
Gemimos a la vez.
Me encantaba estar dentro de ella, a pesar de todos los polvos que habíamos echado estaba tan apretadita como la primera vez y podía notar como entraba y salía rozando sus paredes internas. La tenía sujeta por el culo, levantando levantandola en peso para facilitar la penetración, ella me clavaba las uñas en la espalda.
Se encontraba arqueada hacia atrás, siguiendo mi ritmo con las caderas, yo besaba y lamía sus tetas, esas dos perfectas frutas del pecado que adoraba comerme.
La fricción de nuestros cuerpos aumentaba la sensación de placer y sin darnos cuentas nos encontrábamos moviendonos el uno contra el otro frenéticamente.
Estabamos al borde del clímax, nuestros gemidos se fundían y nuestros cuerpos temblaban juntos.
No me hizo falta decirle que se corriera conmigo, en cuanto solté el último grito de placer ella lo hizo junto a mi, gimió con todas sus fuerzas y posteriormente me besó, un beso tierno, dulce y cálido.
Caí hacia atrás exhausto, Ainhoa se dejó caer sobre mi pecho nos quedamos así un rato en silencio, tratando de volver a respirar con normalidad.
-Te amo.- Susurré cerca de su oído mientras le acariciaba la espalda.
-Yo también te amo.- me respondió hundiendo su cabeza entre mi cuello y el colchón.
La abracé con fuerza y dejamos correr el tiempo hasta que llamaron a nuestra puerta los amigos con los que habíamos venido, era hora de cenar y por la cara que me puso la noche iba a ser muy divertida.