Vaqueros, tacones y sujetadores a juego

Una mujer de moral traviesa, es la caña, dos mujeres de moral traviesa, una maravilla.

Da igual la razón que trajese a Marta a mi vida, él caso es que apareció como un torbellino, y como probablemente la nombre en algún otro relato, dejaré el hablar de mis historias con ella para ese momento.

En el suceso que cuento, Marta tenía 26 años, 14 menos que yo, de mi misma estatura, de curvas generosas, melena lacia por los hombros, era de esas, de las mías, de vestidos ajustados a juego con su moral traviesa, con su imán sobre los hombres. Ese tipo de mujeres que te muestran que puedes conseguirlas y sin embargo te dan un zasca simpático a la hora de la verdad, dejándote con la miel en los labios y una media sonrisa de casi haberlo conseguido. Marta era una experta en eso, en jugar con los hombres. Apunte rápido, era de esas, pero por aquel entonces usaba bragas, el tanga fue el resultado de mi paso por su vida.

En esa foto que guardo, aparecemos Marta y yo, vestidas casi iguales, una rubia otra morena, las dos con un short vaquero, muy corto, de esos deshilachados, mínimos. Ella con sujetador rojo, el mío negro, zapatos de tacón cada una a juego. Ninguna de las dos lleva nada debajo de esa tela vaquera.

Posamos juntas, miramos hacia la cámara, a Marta le cae un mechón sobre media cara, los rizos de mi melena, más larga, cubren mi cara, y entre ellos, asoman mis chispeantes ojos color miel peleando con las 3 cervezas de hace un rato. Los cuatro pechos, intentan saltar de su cobijo, la cara de Marta anuncia lo que sucedería en breve, anuncia su moral traviesa, anuncia juego.

Marta está allí, junto a mi, no de casualidad, últimamente somos inseparables y nuestros parecidos, físicos y con respecto al sexo, hicieron que sin pudor le plantearse aquel juego, sabía que diría que si.

Como digo, para ella, no hay nada más divertido que tener, cuantos más satélites a su alrededor, mejor. Me refiero a hombres, le da igual, más jóvenes, más maduros, disfruta con ello, juega con ellos, y obviamente, se folla al que le apetece. Cada cual sus gustos, cada cual sus morbos.

Aquel que disfruta de mí, nos graba con su móvil, nos indica posturas y gestos, ahora Marta me tira del pelo semiagachada, sacando su culo, nuestras figuras, de perfil, muestran unos cuerpos trabajados, unos culos firmes, enfundados en aquellos shorts sin los botones abrochados.

Marta y "aquel que disfruta de mí", saben lo que hacen allí, se lo he dicho a ambos, y se que los dos saben que lo hice, más juego, más morbo para ellos y para mí. Mientras eso llega, el nos pide que nos quitemos los sujetadores mutuamente, y lo hacemos.

El me adora, me posee, y se que soy la única en su vida, pero en nuestras conversaciones, siempre me ha quedado claro, le gustan los cuerpos como el mío, las mentes como la mía, y le encantaría, si aparece alguien así, una mamada conjunta, de ambas, dos bocas, dos lenguas, dos melenas cayendo sobre su polla, dos cuerpos menudos a 4 patas, una a cada lado de la cama.

Una mirada a Marta fue suficiente para saber que sería estupenda para ello, después de conocerla más a fondo, su carácter, la mujer perfecta. Para Marta el sexo es algo natural, chupar pollas, parte del juego, sin lazos afectivos, sin un sentimiento especial, sólo sexo.

Cuando se lo propuse, la respuesta fue clara,...

Laura, por ti lo que sea

Y allí estábamos, semidesnudas, jugando a las fotos sexys, sabiendo ambas lo que pasaría, y sabiendo yo que él, también lo sabía.

Desconocía no obstante que la sorpresa sería mayor, habíamos hablado de ella sin más, sin atrezzos, sin "nuestro mundo", sin embargo, ya que le hacía ese regalo, lo haría bien.

Se lo propuse a Marta, como un juego, comprar dos collares y dos correas, no quería que supiese mi realidad, mi collar y cadena de casa, mi entrega. Acepto entre risas, diciendo que sería perfecto.

Fue apunto de quitarnos los vaqueros, cuando desaparecí un momento y volví con aquellos dos collares y aquellas dos cadenas, se las entregué a él, entendió rápido,....

Me puso el mío al cuello, le puse el suyo a Marta, desaparecieron los vaqueros, le quite los tacones, me quite los míos, ya no había colores que distinguieran a una de otra, solo su pelo corto y mi melena, dos hembras casi iguales, arrodilladas, jugando entre ellas.

El se acerco, seguimos jugando, nos abrazamos cada una a una de sus piernas, terminaba el juego, puse a Marta sus manos en la espalda, le enganché la correa, hice lo mismo con la mía, le entregue ambas. Tomé su polla y la cabeza de Marta, hicieron contacto. Marta no es de las que se hace de rogar, comenzó su mamada sin esperas, demostrando su arte, mirando a los ojos, desafiante, pero chupando ella.

Fuimos alternando, las correas cayeron al suelo, sus manos en nuestro pelo, mi boca en su miembro, la de Marta en sus huevos. Comenzó a follar mela, mis manos también en la espalda, fuerte, hasta la garganta. Ella no quiso ser menos, le llegó su turno, y pro primera vez pude ver a mi amiga sin su risilla en la cara, con la boca y los ojos llenos.

Aquella mamada siguió en la cama, a derecha y a izquierda, dos culos a juego, el pelo corto y la melena, dos bocas, dos lenguas, dos sujetadores en el suelo, un juego. Un hombre y un sueño.

Aquella mamada a dúo sirvió de vacile muchas veces cuando Marta y yo salíamos de juerga, incrédulos, los hombres no lo creían, hasta que enseñabamos esa foto, de vaqueros, tacones y sujetadores a juego.

Soy Laura.