Vaquero de Cidudad

Impetuosamente Larry comenzó a embestirla y con esto la cama empezó a crujir y Claudia se vio zarandeada debajo de aquel potente hombre que...

1

Sus trompas estaban atrofiadas, dijo el doctor detrás de su mesa color caoba mientras cruzaba los dedos de sus manos y los apoyaba sobre ella, mirándolos alternativamente a uno y a otro.

Ellos se miraron y ella derramó una sola lágrima y volvió a mirar al doctor.

— Betsy, como digo tus trompas de Falopio están atrofiadas y tus óvulos no consiguen llegar al útero, por eso no te quedas embarazada —aclaró el buen doctor con su mirada de muchos años de dar malas noticias a mujeres como ella.

— Pero, ¿se puede operar? —preguntó ella inocentemente, pensando en un rayo de esperanza que la pudiese salvar.

— Me temo que no, no podemos hacer nada por ti. Pero si me lo permitís os puedo recomendar algunas casas de adopción de la ciudad —añadió el buen doctor tratando de arrojar alguna esperanza sobre la mesa.

— Pero es que yo… —dijo Larry lamentándose—. Yo siempre quise que tener un hijo o una hija que fueran míos, sangre de mi sangre —sentenció.

El doctor y su mujer lo miraron intentando comprender su situación.

— Pero Larry, podemos adoptar un bebé y que éste siempre te llame papá, no tiene por qué saberlo y lo querremos como si fuese nuestro —dijo Betsy intentando convencerlo.

— Es cierto Larry, lo querrás tanto como si fuese tu hijo o tu hija, es la salida más fácil en este momento para vosotros.

Muy a regañadientes Larry tuvo que dar su brazo a torcer ante sus dos interlocutores, pero en el fondo de su alma seguía pensando en que quería un hijo que fuese suyo, pues temía que con el tiempo, ese sentimiento se tradujera en rechazo hacia la criatura que adoptasen y no quería perjudicar una vida por culpa de esto.

Los trámites eran tediosos, tuvieron que someterse a entrevistas por separado y juntos y la organización investigó a ambos. Fue entonces cuando descubrieron el pasado de Larry.

Betsy lo sabía, pues él se lo había contado, cuando era joven tuvo una discusión con otro hombre y se pelearon con el resultado de muerte para éste último. Un juez le condenó a cinco años por asesinato sin premeditación, pese a que no fue intencionado, pero en el fragor de la pelea, su contrincante cayó por unas escaleras y se desnucó.

Esto cercenó de raíz sus aspiraciones de adopción, dados los antecedentes de Larry, lo que sumió a Betsy en una profunda depresión.

No dormía bien, comía poco y bebía y fumaba mucho. Las discusiones arreciaron entre ambos miembros de la pareja y aunque Larry se había resignado a no ser padre, ella estaba dispuesta a ser madre por encima de todo.

Esto no propiciaba el diálogo y ya no veían otra salida que el divorcio, pese a llevar únicamente casados un año.

2

Claudia era la madre de Betsy, vivía en un rancho aislado, con caballos y vacas. Ante todo era una mujer dura y pragmática, dos ingredientes necesarios para el duro estilo de vida que había elegido.

Vestía siempre con tejanos, camisa de franela y sombrero. De no ser por su pelo largo y rubio, cualquiera podría confundirla con un hombre.

Era tan terca como su hija aunque le caía bien Larry, pese a conocer también sus antecedentes, pues había podido ver en el fondo de su corazón la bondad de aquel hombre, en el que su hija había depositado su amor.

— Pero, ¿no hay solución, no te pueden operar? —preguntó Claudia a su hija cuando esta le dijo que no podía tener hijos.

— No, el doctor fue muy claro, la medicina no ha avanzado lo suficiente —añadió.

— ¡Vaya, pues qué mala noticia hija! —se lamentó la madre.

También estuvieron hablando de los problemas de adopción, dados el historial de Larry, para ese momento Betsy lloraba como una magdalena. Por lo que su madre intentó consolarla.

La noche terminó con un sentimiento deprimente en los tres comensales, que decidieron irse a la cama en un vano intento de aplacar su amargura.

Pero Larry no podía dormir, así que salió al porche de la casa y encendió un cigarrillo, mientras miraba las miles de estrellas que podían divisarse desde aquel rancho perdido en mitad de ninguna parte.

— ¡No puedes dormir vaquero! —dijo una voz a su espalda.

Claudia se adelantó ante la mirada de su yerno mientras éste se apoyaba en las barandilla de madera toscamente trabajada, con apenas unos tablones clavados entre ellos y unos mástiles que sujetaban el tejado de madera.

— No, no puedo —dijo Larry apesadumbrado.

— Ninguno podemos hacerlo hijo, yo tampoco —concluyó su suegra poniéndose a su lado y ajustándose el camisón cuando una racha de aire frío la hizo estremecerse bajo la tela—. ¿Me das uno?

— ¡Claro! —exclamó su yerno ofreciéndole el paquete.

Claudia tomó un cigarrillo, lo encendió y dio una profunda calada antes de expirar.

— ¿Qué vais a hacer? Os miro y veo el rencor oculto entre vosotros —preguntó.

— Pues no lo sé, tal vez nos separemos —dijo Larry con sinceridad.

— Ante todo, siempre me gustó lo sincero que eres Larry. Eso dice mucho de ti, mi hija no es como tú, es cabezota y retorcida, tú en cambio eres claro y directo.

— Bueno, me lo tomaré como un cumplido —dijo Larry sonriendo en la oscuridad de la noche.

— Lo he estado pensando y tal vez haya una solución hijo, pero quiero que lo hablemos antes con Betsy.

— ¿Qué solución? —preguntó su hija desde atrás de repente.

— ¡Ah Betsy estás ahí! Bueno pues ya que estamos los tres os plantearé la posible solución que veo al asunto.

— Tú dirás mamá, soy toda oídos —dijo Betsy saliendo de la casa y uniéndose a los fumadores.

Claudia dio un par de caladas y apuró lo que le quedaba del cigarrillo antes de hablar, echando gran cantidad de humo por su boca, tal vez intentando ordenar sus ideas en su cabeza antes de hablar.

— Veréis, desde que vinisteis aquí por primera vez siendo novios me dije: “Estos chicos se aman de verdad”. Pero hoy he visto el resentimiento en vuestros corazones y eso no es bueno, pues una vez que se empieza por esa vía, ya no hay vuelta atrás, las cosas se ponen cada vez más feas. Y es una pena, porque he visto lo mucho que os amabais y creedme quiero ayudaros.

— Gracias Claudia, si hubiese algo que pudieses hacer, estamos seguros de que lo harías, pero la cosa está complicada —dijo Larry terminado también su cigarrillo.

— Pero se te ha ocurrido algo, ¿no madre?

— Bueno si, algo tengo en mente, pero tenéis que prometerme que lo pensaréis detenidamente antes de darme una respuesta.

La pareja se miró en la oscuridad de la noche y ambos asintieron.

— Adelante madre, dinos lo que sea —dijo su hija con voz de desesperación.

— Mirad, hace poco que he cumplido los cuarenta, aunque ya me quede poco, pero aún soy fértil  —explicó Claudia.

— Espera un minuto Claudia, ¿qué insinúas? —dijo Larry sin poder creerla.

— Pues que tú y yo podríamos hacerlo y tal vez yo me quedase embarazada. Si lo conseguimos estaré aquí en el rancho y Betsy vendrá conmigo, mientras dure éste. Tú contarás a tus vecinos y en el trabajo que tu mujer está embarazada, pero que el médico le ha recomendado descansar, por lo que se ha ido a vivir con su madre. De modo que cuando tenga a la criatura, tú te los llevarás a ambos y seréis una pareja feliz de nuevo.

Ambos se miraron pero ninguno fue capaz de articular palabra, mientras Claudia pidió otro cigarrillo a su yerno y se lo encendió.

— Bueno, ya os dije que debéis pensarlo bien, en casa, en estos días y cuando lo decidáis me lo decís —añadió la suegra.

— Pero mamá, entonces Larry y tú tendríais que hacerlo varias veces, tal vez durante meses para que te quedases embarazada, ¿no?

— Bueno es una posibilidad, aún soy fértil y me siento fuerte, pero supongo que ya no tendré la chispa de la juventud.

— No sé Claudia, esto no tiene buena pinta —dijo Larry tras meditarlo.

— ¿Por qué no? Es nuestra única salida para tener un bebé, ¿no lo entiendes? —replicó su mujer al instante.

Betsy pareció verlo muy claro desde el principio.

— Bueno chicos, no os precipitéis, dejar pasar esta semana y si os decidís que Larry venga solo la próxima —propuso su madre.

— ¡Oh claro mamá, yo prefiero no estar por aquí si tenéis que hacerlo! —dijo Betsy empezando a comprender en realidad lo que les estaba proponiendo su madre.

A la mañana siguiente la pareja se marchó del rancho, pues Betsy quería llegar pronto a su piso en la ciudad y les quedaba un largo camino por delante, desde el rancho de su madre hasta la gran ciudad. Así que se despidieron los tres y el coche se alejó levantando gran cantidad de polvo por el camino que daba acceso al rancho.

Claudia se quedó sola una vez más, aunque esto ya no le importaba, era su elección de vida.

3

Pese a lo que le había dicho la madre, durante la semana no hablaron más del tema. Sólo llegada la noche del jueves Betsy le comentó que al día siguiente le dejaría la maleta preparada para que a la vuelta del trabajo él se fuese a visitar a su madre, para comenzar así lo que ella denominó: “el plan”.

— ¿Pero tú estás absolutamente segura Betsy?

— Yo sí, estoy segura de que quiero un bebé y si es de mi madre lo querré más. ¿Es que no te gusta para lo tuyo? —replicó con algo de desdén.

— Pues no había pensado en eso Betsy, había pensado en ti y en mí, en el efecto que esto puede tener en nosotros.

— Pues qué quieres que te diga, imagino que no acabaréis enamorándoos no —bromeó Betsy.

Pero su broma no gustó nada a Larry.

— No es eso Betsy, para mi será muy embarazoso, yo tengo aprecio a tu madre y después de esto ya no podrá ser igual con ella.

— Bueno, piensa que es una prostituta y que le pagas por sexo, lo haces y te vienes, ya está. Creo que ella estaría de acuerdo en que te mentalizaras de esa forma.

— No sé, a ver qué pasa. Lo mismo llego y ya se ha arrepentido de todo —dijo Larry albergando alguna esperanza de que aquel descabellado plan no fuese más allá.

— No lo hará, ella es tan cabezona como yo —dijo Betsy—. Anda vamos a dormir que mañana te espera un largo camino.

Se giraron y trataron de conciliar el sueño. Al día siguiente Larry fue a su trabajo y Betsy al suyo. Ya no se verían hasta la tarde del domingo…

Cuando Larry volvió del trabajo, tomó la maleta y salió antes de que le cogiese la hora punta. Tuvo que conducir durante unas cinco horas hasta llegar al rancho de Claudia, de modo que se le hizo de noche.

Al llegar, observó que Claudia lo esperaba sentada en el balancín del porche. Paró el motor, se bajó y sacó la maleta de la parte de atrás, y se dirigió a la casa. Cuando subió los tres escalones de madera accedió al porche, donde soltó la maleta y miró a su suegra.

— Buenas noches vaquero, imagino que llegarás cansado y hambriento, ¿no? —dijo Claudia para saludarlo.

— Imaginas bien Claudia, estoy reventado y hambriento —repitió Larry.

— Pues pasa adentro, te he calentado agua para que tomes un baño mientras yo pondré la mesa para cenar.

Lo invitó a entrar y le indicó que fuese a la bañera, ella le llevaría el agua caliente que tenía al fuego. Larry pasó al pequeño cuarto junto a salón, donde estaba instalada una vieja bañera de madera y al poco llegó Claudia con una olla de agua caliente. La echó sobre la que ya había en la bañera y comprobó la temperatura del agua.

— Creo que está perfecta —dijo sonriéndole a Larry mientras este se desabrochaba la camisa.

— Muchas gracias Claudia, siento las molestias que te estoy causando.

— Pues no los sientas Larry, te aprecio y por eso lo hago.

Claudia observó el cuerpo de Larry cuando este se quitó la camisa. Pensó en lo joven que era él y en lo mayor que se veía ella, pero ya no se podía echar atrás.

Cuando salió del baño, Claudia ya había puesto la mesa y un quinqué de petróleo alumbraba la estancia con una luz tenue.

Le invitó a sentarse frente a ella y sin más preámbulo le sirvió un poco de asado y después se sirvió ella.

— He hecho también ese puré de patatas que tanto te gusta.

— ¡Oh estupendo Claudia! Me muero de hambre —le confesó.

Comieron con buen apetito, pues Claudia también estaba hambrienta después de trabajar en el rancho durante el día.

— ¿Qué tal el viaje Larry? Cansado supongo, ¿no?

— Bueno si, un poco, aunque me gusta conducir y no lo he acusado en exceso. Y tú que tal en el rancho, ¿mucho trabajo?

— Sí, estoy reparando el vallado norte para que el ganado no se escape.

— Pues mañana te echo una mano, al menos te podré ayudar estos días y aliviarte de algo de trabajo.

— Lo cierto es que me vendrá muy bien tu ayuda, tenía pensado avisar a algún chico del pueblo pero son todos unos vagos —dijo Claudia con desdén.

— Tú eres más dura que ninguno de ellos —rió Larry.

Siguieron comiendo y animándose con la conversación mientras tomaban algo de vino. Al terminar Claudia invitó a Larry a salir al porche y a sentarse juntos en el balancín que había en el mismo mientras se tomaban una copa de whisky de kentucky.

— Entonces, ¿lo habéis hablado? —dijo Claudia para asegurarse de que habían seguido sus recomendaciones.

— Bueno si, anoche —admitió Larry.

— Y tú, ¿lo tienes ya más claro?

— Si te soy sincero Claudia, no mucho la verdad.

Claudia cogió su mano y entrelazó sus dedos con ella.

— No te preocupes, imagino que no será fácil para ti estar con una vieja como yo pero lo haremos bien —dijo ella para animarlo.

— ¡Oh no Claudia, no digas eso! Tú estás fantástica aún, ¡créeme!

— Gracias por el cumplido Larry, aunque soy consciente de mis limitaciones y siento que ya no soy la jovencita que era.

— Que no Claudia, que estás estupenda. Lo digo porque me será difícil hacer algo así por ser tú, no sé si me explico.

— Bueno, podemos hacerlo a oscuras, así tú me puedes poner la cara que quieras, espero que la de Betsy, por tu bien —añadió con ironía.

— ¡Oh sí, por supuesto! —rió nervioso Larry.

— Está bien vaquero, tal vez hoy estés cansado para eso después del viaje, no quiero forzarte, aunque por otro lado tal vez deberíamos hacerlo un par de veces para aprovechar más el tiempo que estás aquí, ¿no te parece? —dijo ella para sorpresa de Larry.

— ¡Oh bueno Claudia! Creo que tienes razón, es más imagino que si mañana me pongo con la valla también estaré cansado después de trabajar —rió Larry.

— Está bien, ¿entonces te parece que lo hagamos ya?

— ¡Ah pues ok! —dijo un nervioso Larry.

Ambos rieron y no se movieron del sitio. De repente la situación sí que se había puesto tensa de verdad.

— Está bien Larry, voy a ir a mi cama y me desnudaré, si quieres tú ven ahora y métete en ella conmigo, lo haremos a oscuras y así será menos embarazoso para ambos, ¿te parece?

— ¡Oh vale, está bien! —dijo Larry aceptando su propuesta, pues no tenía otra mejor.

Cuando entró al cuarto todo era oscuridad así que fue a tientas hasta la cama y se introdujo entre las sábanas por el lado más cercano a la puerta. Cuando palpó suavemente para ver donde estaba Claudia, contactó con su trasero y descubrió que esta estaba de espaldas, así  que pensó en acoplarse a ella y comenzar así un posible coito lateral.

— Creo que es buena idea Claudia, me colocaré detrás de ti y lo haremos de lado, ¿te parece?

— Bueno sí Larry, intentémoslo así, ven acércate.

Sus cuerpos entraron en íntimo contacto y entonces ambos supieron que necesitaban darse un tiempo, pues el asunto de Larry no terminaba de despertar.

— No pasa nada Larry, tómate el tiempo que quieras. Acaríciame si eso crees que te puede ayudar, no te cortes.

— Bueno Claudia, lo intentaré.

Larry se separó un poco de ella y le cogió el culo tímidamente. Luego lo apretó y suavemente le recorrió los muslos desde la rodilla hasta su vello púbico, allí se entretuvo en acariciar su vulva y luego subió hasta sus pechos, para, desde la espalda acariciárselos también. Los tenía menudos pero bien formados, con unos pezones aceptablemente gruesos, más que los de Betsy, que aunque tenía mejores tetas, todo hay que decirlo, sus pezones no eran tan gruesos como los de su madre. Este detalle le llamó la atención.

— ¿Quieres chupármelos? —susurró Claudia de repente casi adivinando sus deseos.

— ¡Oh si, eso me ayudaría!

— Está bien vamos —dijo Claudia girándose y quedándose boca arriba.

Larry se echó de lado junto a ella y capturó sus gruesos pezones con los labios, chupándolos y luego rozándolos con sus dientes. Claudia suspiró tras los primeros contactos. No recordaba ya lo que se sentía cuando un hombre te rozaba los pechos de aquella manera.

Pero conocedora de la naturaleza masculina, Claudia no perdió el tiempo, mientras Larry se empleaba en sus pezones, ella empuñó su estaca y la apretó como si ordeñase la ubre de la vaca, consiguiendo en poco tiempo una buena erección.

— ¡Vamos Larry, ya estás a punto! —dijo ella con su erección en la mano.

Larry se colocó encima de su suegra, esta abrió sus muslos generosamente y lo acogió entre ellos. Ayudándole con la mano condujo su vara hasta su sexo y cuando estuvo cerca restregó su punta contra su vulva.

— Espera un poco Larry, tal vez necesite ayuda para hacerla entrar.

Claudia chupó sus dedos y humedeció sus labios vaginales tras lo cual invitó a Larry a entrar.

Ambos se dieron cuenta de que ella no estaba preparada, pues se atascó en la entrada.

— Claudia, creo que tal vez debería ayudarte con algo de mi saliva, ¿te importa?

— ¡No por supuesto adelante! Ya te dije que ya no soy una jovencita —se lamentó su suegra.

Larry lamió su mano profusamente y la llevó hasta la vulva de ella, restregó la saliva generosamente por su entrada y hundió sus dedos poco a poco en sus labios vaginales. Claudia se estremeció al sentir tanto manoseo en sus partes íntimas, pues hacía ya demasiado tiempo que nadie la tocaba allí.

— Vamos Larry, hazlo ya, ¡estoy preparada!

Con la excitación del momento Larry apuntó nervioso y Claudia se abrió al máximo para dejarlo pasar y este entró hasta el fondo, provocando en ella un hondo gemido.

— ¿Te he hecho daño? —preguntó un preocupado yerno.

— ¡No hijo, en absoluto! ¡Vamos hazlo y no pares, acabemos rápido con esto! —rogó Claudia.

Impetuosamente Larry comenzó a embestirla y con esto la cama empezó a crujir y Claudia se vio zarandeada debajo de aquel potente hombre que la llenó de gozo temiendo esta correrse nada más empezar, dado su estado actual de abandono total en cuanto al sexo.

De ahí su miedo y su petición de que terminase rápido, pues empezó a horrorizarle la idea de disfrutar con aquel hombre que era el marido de su hija.

De igual modo un nervioso Larry sintió la quemazón de la primera vez en su punta y un tacto suave y delicioso del interior de Claudia acariciando su glande. Aquello era fenomenal, pero sabía que tenía que disimular así que se concentró en correrse tan rápidamente como le fuese posible y sólo eso.

En apenas un minuto el coito había acabado, justo a tiempo para que Claudia no terminase en orgasmo, pues estaba tan caliente que podía notar que aún le temblaban las piernas cuando el hombre echó su semilla dentro y calló a plomo entre sus pechos.

— ¡Muy bien Larry, lo has hecho fenomenal! —le felicitó acariciando su espalda intentando disimular su gozo interior.

— ¿Si? Bueno Claudia, será mejor que me retire al otro cuarto, nos veremos en la mañana.

Así Larry se levantó y liberó de su peso al cuerpo de Claudia, esta se tapó con la sabana de nuevo y quedó unos instantes boca arriba inmóvil para que su semilla hiciera el mayor efecto posible. Tras esto buscó sus bragas y se las puso para a continuación intentar dormir.

Se sentía excitadísima y tuvo tentación de terminarse con sus manos, pero pensó que aquello sería una obscenidad, pues sabía que recordaría los momentos que había pasado debajo de su yerno y esto la haría sentirse culpable por el engaño que suponía para su hija.


Mi Madre, Mi Mejor Amigo y Yo es mi última novela, si os interesa quí os dejo su sinopsis:

La madre de Adri no podía sospechar la escena que se encontraría en el salón de su casa al llegar. ¡Una perturbadora escena donde su hijo y su amigo serían cómplices de algo más que una amistad! Pero esto le trae sus propios recuerdos, recuerdos de una juventud pasada donde ella también fue protagonista de una historia similar...

La bisexualidad, presente en sus vidas, ahora será compartida y ambos compartirán experiencias e íntimos pensamientos.