Vapor

Un reparador baño de vapor.

EN EL VAPOR

Me cambié de ropa mientras ella conducía. Nos detuvimos en el estacionamiento de un centro comercial para que me ayudara a maquillarme y para darme oportunidad de acomodarme las medias y la minifalda. De allí fuimos a un establecimiento de baños al vapor en una colonia en la que nunca habíamos estado. Aunque dudé bastante para bajar del auto, platicó conmigo hasta que acepté y caminamos juntas hasta la caja, y pagamos dos boletos de vapor individual.

En el camino al cuarto de vapor, pidió dos cervezas preparadas. Una vez en el vapor individual, me senté, bastante nerviosa, en la pequeña cama que hay a un lado de la entrada. Mientras, ella se quitó algo de ropa; quedó en tanga, top, medias, liguero y zapatillas. Después me acarició y me besó tratando de tranquilizarme; en realidad trataba de terminar de convencerme. Aunque yo había aceptado esta aventura, incluso en parte por curiosidad, realmente lo había hecho para complacerla. La amaba y quería hacer todo lo posible porque cualquier deseo o fantasía se resolviera conmigo. Pero de eso a que estuviera completamente segura de lo que íbamos a hacer, había un buen trecho.

No habían pasado cinco minutos cuando tocó la puerta el tipo de las cervezas. Ale me pidió que me levantara y me fuera al interior del baño, al cuarto donde está la instalación de vapor. Le obedecí y ella abrió la puerta; el muchacho de las bebidas se quedo absorto. No conforme con haberlo impresionado con la exhibición de su cuerpo, lo invitó a entrar.

¿Oye, no podrías entrar un momento?. Sucede que mi amiga y yo tenemos un problema con el vapor, creo que no funciona como queremos.

Debería llamar al plomero, para que revise – contestó el muchacho, titubeando.

¡Ándale, no seas malito! Ayúdanos tú, porfas.

Él se dirigió al cuarto de vapor y Alejandra cerró la puerta al seguirlo.

Disculpe, señorita ¿qué es lo que pasa? – preguntó, dirigiéndose a mí.

Nada – le contestó Maribel -, creo que mi amiga tiene problemas con la falda. Súbesela un poco, por favor.

Pero – hizo una pausa y el silencio incrementó mis nervios; necesariamente se habían dado cuenta desde que bajamos del coche.

¿Qué tiene, corazón? – Ale endulzó el tono -. Si le ayudas, no me voy a olvidar de ti – y se acarició los senos, ofreciéndoselos.

Pero ¿qué tal si se dieron cuenta allá afuera?

¿Quién se dio cuenta? ¿De qué?

No sé. – Respondió. Yo me sentí como idiota. Cómo había aceptado esto. Sabía que, a la luz del día, lo notarían sin problemas. Mi amor propio no iba a soportar esto.

Bueno, pues les dices que nomás me lo hiciste a mí – y ahora rodeó con las manos sus caderas, contoneándose.

No me van a creer.

¿Cómo sabes? Además eso de que me cogiste a mí, sí va a ser cierto ¿o qué, no quieres papacito?

El tipo se volteó hacía mí y me levantó la falda para descubrir una tanga blanca encima de los tirantes un liguero del mismo color.

¿Qué te parece? – le preguntó Alejandra a la vez que le acariciaba el sexo por encima del pantalón.

Bien, muy bien.

Ahora, quítale las pantaletas, mi amor – y le bajó el cierre de la bragueta para tocarle el pene directamente.

Bueno.

Para estas alturas, yo estaba sumamente nerviosa y todavía un poco molesta por la reticencia del tipo, pero con el manipuleo de mi ropa y sus manos rozándome las nalgas, la excitación empezó a invadirme y le hice señas a Maribel de que continuara con su plan.

Bueno, mamacita. Entonces, agáchate un poco. Y tú – hablándole al muchacho de las bebidas, - ¿No quieres entrar en ella? Déjame ir por un condón.

El tipo estaba lo suficientemente caliente para decir nada, así que mejor aprovechó la ausencia de Alejandra para tocarme las piernas y besarme las nalgas.

Déjame ensalivártelo mamacita, para que no te duela. ¿Cómo te llamas?

Bárbara.

Alejandra regresó con el condón y el tipo se bajó los pantalones y las trusas. Ella le puso el condón y le lamió el pene, agarrándole las nalgas. Después se colocó enfrente de mí, me levantó la blusa y empezó a mordisquearme los pezones.

Cuando quieras, cariño – casi le grito al muchacho de las bebidas. Me sentía muy extraña. En realidad no quería ser penetrada, me preocupaba que Maribel sintiera celos después, y también tenía miedo de que él me lastimara. Sin embargo, lo más extraño de todo, había una emoción intensa como si estuviera al borde de un precipicio por el que pudiera arrojarme y caer en una alberca muy profunda, pero con muy poco espacio entre las orillas.

Intentó penetrarme y su pene topaba con la parte exterior del ano. Maribel corrió al otro cuarto y trajo un tarro de crema. Le pedí que, ahora que había crema tuviera más cuidado, pues debido a que resbalaría, me preocupaba que me lastimara al introducirlo demasiado rápido. Anteriormente, Maribel ya me había metido zanahorias y velas cuando ella lo hacía de hombre y yo de su esposa, pero esto era distinto.

A ver, Bárbara, déjame untarte un poco de crema – y me acarició el culo. Después hizo lo mismo con el pene del chico. Él lo introdujo poco a poco y, aunque sentía un poco de dolor, no me quejé y traté de excitar a mi chica.

¡Ay, con cuidado, que rico!

¿Te gusta, mamacita?

Me encanta. Mámame las senos, por favor

No, espérate, déjame ver bien como te lo está metiendo. – De pronto sentí un empujón muy fuerte y ya tenía todo su pene en mi interior. Traté de moverme pero fue difícil, así que fue él quien se empezó a balancear hacía adelante y hacía atrás. Como no quería terminar con rozamientos, procuraba seguir su ritmo y esto los excito mucho, tanto a Maribel como al chico.

Oye, mi rey – le pregunté al muchacho - ¿cómo te llamas? Quiero saber quien me está cogiendo.

¡No se lo digas! – interrumpió Alejandra – No sea que después te venga a buscar esta puta. – Luego siguió mamándome los senos, mientras manoseaba con gusto tanto mis nalgas como las del desconocido.

Después de algunos minutos en los que sentí más placer por el hecho de estar siendo cogida frente a mi novia que por la penetración misma, sentí como el pene del chico se inflamaba más y el me empujaba con más fuerza y con mayor frecuencia. En una de esas me empujo y quedé casi en cuatro manos sobre Maribel, quien empezó a bramar arrítmicamente.

Anda, papacito, vente adentro de esta vieja nalgona. Gózala. – El tipo no pudo más y se vino con fuerza adentro de mí y ahora sí sentí un placer enorme, me sentí mujer por haber satisfecho a un hombre; y además todo mi cuerpo era recorrido por pequeñas vibraciones. - ¿verdad que te gustó, mi vida? ¿Verdad Bárbara que lo gozaste?

Sí, me siento rendida. – El tipo se salió de manera rápida pero sin lastimarme y me cargó hasta la cama de la entrada. Luego volteo a ver a Alejandra que estaba bien caliente.

Bueno, me dijiste que también contigo ¿no?

Claro que sí, mi rey. Nada más deja cambiarte el condón – Fue donde estaba yo acostada a sacar un condón de mi bolso cuando él la alcanzó y empezó a acariciarla ahí mismo. Me senté mientras ella le ponía el condón y enseguida él la acostó en el camastro.

Mi esposa abrió las piernas y el la montó como si no se hubiera acabado de venir. La cabeza de Maribel me rozaba la pierna cada vez que él la empujaba. Me agaché a besarla y él trató de abrazarme. Me acosté a un lado de ellos, casi al borde de la cama y empecé a besar los senos y los labios de mi esposa, mientras él se la cogía bajando y subiendo su cadera con fuerza; simultáneamente, me acariciaba e incluso me pellizcaba las nalgas. Todo esto me calentó de nuevo y ya estaba yo rozándome con la sabana, subiendo y bajando la cadera, y acariciándole las nalgas a un hombre.

Él se dio cuenta de esto y, cuando Maribel empezó a gritar su orgasmo, él se las ingenió para meterme el dedo y hacer que me viniera por segunda vez.

Ahí está, cabronas – gritaba orgulloso mientras se venía –. Y a las dos al mismo tiempo ¿Qué tal?

Maravilloso

Divino

Eres lo máximo.

Poco después de un minuto, el tipo se levantó de la cama y empezó a vestirse. Maribel me hizo un lado para sacar un billete de la bolsa de mano. Inicialmente él no lo quería aceptar, pero ella le dijo que era su propina y que no se lo dijera a nadie.

Claro que a nadie. Imagínate que van a decir si se enteran que … me cogí … a una

Basta. Y más te vale. Bueno, Pedro, nos vemos. – Y el tipo salió en un segundo del vapor individual despidiéndose de beso de mi esposa.

Descansamos unos quince minutos, mientras nos bebíamos las cervezas que había traído este tipo. Yo seguía entre este mundo y una dimensión diferente, cuando Maribel me invitó a bañarnos. Cuando el agua me despertó, recordé algo y le reclamé indignada:

Dijiste que iba a ser con un desconocido. ¡Y cuando te despediste, lo llamaste por su nombre!

¡No es cierto!

¡Que sí, yo te oí!

Bueno, lo disfrutaste ¿no? ¿Acaso querías que nos arriesgáramos con cualquier tipo? Además debía asegurarte que te lo iba a ser bonito

O sea que tú ya habías probado al tipo, dándote por el culo.

¿Te gusto o no?

Pues sí, pero.

Entonces no te quejes. Es más ¿cuando quieres que vengamos de nuevo, corazón?