Vampiras - parte 1

Un encuentro cambiará la historia...

Las hojas de los árboles se movían debido al paso rápido de la vampira que corría como si su vida dependiera de ello. Estaba agotada pero no aminoraba el paso por ningún motivo, puesto que su perseguidora podría darle alcance en cualquier momento. La luz de la luna apareció frente a ella iluminándole un enorme claro. La vampira se detuvo breves segundos para elegir la dirección que tomaría. Grave error. Una fuerza bruta chocó contra su espalda y la tiró sobre el pasto. Quiso levantarse pero el cuerpo que tenía encima no se lo permitía. Aún boca abajo su captora le abrió las piernas, le levantó el vestido y colocó todo su peso sobre ella mientras le sujetaba los brazos para dejarla inmovilizada.

La vampira pudo sentir que su agresora colocaba su falo frente a su vagina y empujaba de golpe penetrándola. El dolor que sintió fue brutal. Después de penetrarla su perseguidora comenzó a meter y sacar su pene constantemente. La vampira lloraba en silencio, sintiendo como si un millar de agujas la cortaran tanto adentro como afuera de ella. Cuando pensó que moriría su atacante la giró colocándola boca arriba, de esa forma se encontró con los ojos más bellos de todos, ojos de un color dorado tan intenso que opacaban a las mismas estrellas. La vampira no pudo contemplarlos mucho, pues inmediatamente éstos bajaron junto con su dueña al sitio ensangrentado de su entrepierna. Cerró los ojos mientras arrugaba la frente imaginando más dolor, sin embargo, la expresión de su rostro pronto cambió al sentir la lengua de su captora sobre sus labios recorriéndolos lentamente, en movimientos ascendentes y descendentes. Su llanto se transformó en gemidos de placer; abrió los ojos para contemplar el vasto cielo negro mientras tenía el primer orgasmo de toda su vida.

Al terminar, la vampira se quedó acostada, sin fuerzas para levantarse; desde su posición pudo ver que su agresora se ponía de pie. Es hermosa – pensó, y no se equivocaba. La otra vampira era alta, blanca, de cabello rubio. En ese momento la observaba con una sonrisa chueca; su mirada era de autosuficiencia. Vestía un raído vestido morado de tirantes.

  • No puedo creer que seas tan hermosa y tan maldita al mismo tiempo – le dijo.

La rubia sonrió por completo mientras se inclinaba junto a ella.

  • Que yo sepa tú te acabas de venir deliciosamente

La vampira se sonrojó brevemente pero no retiró la vista.

  • Sí, pero me destrozaste antes, ¿qué es lo que tienes? ¿Agujas?

  • No, pinchos. Los pinchos son pequeñas espinas que rodean mi pene.

La vampira abrió mucho los ojos.

  • Eso es horrible

La sonrisa de su captora desapareció y la frialdad atravesó su mirada mientras se levantaba.

  • De cualquier forma ya estás curada, deberías agradecerlo, generalmente no me tomo muchas molestias con las inferius que me cojo.

  • Entonces… ¿tú no eres inferius como yo?

La rubia lanzó fuertes carcajadas.

  • ¿Acaso tú tienes un falo como el mío? - la aludida negó con la cabeza - ya te respondiste entonces

La rubia se encaminó hacia el centro del claro, por lo que la inferius aprovechó para levantar su torso y poder observarla mejor, ya que le acababa de surgir una duda

  • ¿Qué haré si me embarazaste?

El viento sopla fuerte; el vestido y el cabello de la rubia ondean realzando más su figura.

  • Eso no me interesa, yo en tu lugar me desharía de ese producto, después de todo es resultado de una violación.

  • Tú no eres nadie para decirme qué hacer.

Las dos vampiras mantuvieron fijamente la mirada, una sobre la otra, entonces la de ojos dorados sonrió.

  • Me gusta lo brava que eres, por eso me fijé en ti, suerte inferius - Sin decir nada más desapareció.

La inferius apenas pudo ver su sombra escabullirse entre los árboles. Cuando corroboró que la vampira rubia se había ido, se tiró sobre la hierba de nuevo.

Había vivido su primera experiencia sexual, y aunque al inicio le había dolido, el final había sido extremadamente placentero. Con curiosidad palpó su entrepierna y efectivamente, tal y como había dicho la rubia, el dolor ya no estaba, de hecho pareciera que no había sufrido ningún daño.

  • No puedo creer que me haya curado

Siguió jugando su clítoris inconscientemente para después dejarse ir nuevamente entre las olas del placer.


Después del atraco la inferius, cuyo nombre era Lopse, se dirigió hacia su guarida, un pequeño conjunto de rocas que se encontraban al final del bosque de Broslow. Ahí se refugió en una pequeña cueva apartada de las demás. La inferius no sabía por qué, pero desde que la habían encontrado vagando sola en el bosque los líderes de la comunidad la habían acogido, aunque manteniéndola a una distancia prudencial. Quizá pensaron que ella tenía poderes o algo así, de cualquier forma a Lopse le daba igual, ya se había acostumbrado a tener su propio espacio, aunque eso le había impedido mantener amistades duraderas. Al llegar a su morada, solo tuvo que apoyar la cabeza sobre la piedra que le servía de cama para dormirse.

Al día siguiente, el susurro de unas voces en la entrada de la cueva la despertaron.

  • Ve tú, a ti te hará más caso – dijo una voz masculina joven

  • ¿A mí? ¿Por qué? – respondió una voz femenina evidentemente enojada

  • Porque es obvio que le gustas, deberías ver cómo te mira

  • Ay qué asco Derek, creo que eres mi novio, no deberías decirme esas estupideces

  • Pues es que tengo la ilusión de que un día hagamos un trío

El sonido de una mano estrellándose, seguramente en la cara de Derek, hizo que Lopse se levantara de la cama y se dirigiera hacia ellos.

Efectivamente, afuera se encontró con dos jóvenes vampiros. El chico llamado Derek se sostenía la mejilla golpeada, mientras que la joven, que estaba de espaldas a ella, seguía con la mano levantada lista para volverle a pegar.

  • Vuelves a decir eso y no sales vivo Derek, ¿escuchaste? – le amenazó la chica

  • ¿Por qué hacen tanto relajo en frente de mi cueva? – preguntó Lopse

La vampira dejó de prestar atención a su novio y se giró hacia ella, era una joven linda dueña de una cabellera castaña lisa que le llegaba hasta la cintura.

  • Disculpa Lopse, no queríamos hacer ruido, es sólo que este imbécil – dijo señalando al joven – dice muchas estupideces que enojan

  • Si – dijo Lopse asintiendo – pude escucharlas

  • ¿Pu…pudiste escucharlas? – la joven se ruborizó y bajó la mirada avergonzada, pero Lopse se encogió de hombros restándole importancia.

  • No te preocupes, hacer un trío con ustedes no me interesa en lo más mínimo.

El joven puso una cara de tristeza que Lopse casi se ríe sino fuera porque la joven le apuntó con el dedo en dirección a sus piernas.

  • ¿Qué es eso que tienes entre las piernas? ¿Es sangre?

Lopse dirigió su mirada hacia el sitio señalado y efectivamente pudo ver sangre seca entre sus piernas, producto seguramente de la violación sufrida en la noche anterior.

  • Oh, esto, sí, es sangre – intentó sonar tranquila, no sabía por qué pero nadie debía enterarse que tuvo contacto con otra clase de vampiro – ayer salí de cacería.

  • Ajá, pero ¿cómo llegó esa sangre a tu entrepierna?

  • Ohh – dijo Lopse poniendo tono misterioso – es que tengo un cierto fetiche con la sangre, ¿sabes?

El rostro de la joven pasó del desconcierto al asco total.

  • Eso es asqueroso Lopse, no sabía que eras así

  • Ya sabes, las apariencias engañan Tila

  • Pues a mí no me parece asqueroso – intervino Derek con un brillo lujurioso en la mirada – de hecho podríamos acompañarte… - una mirada fulminante de su novia fue suficiente para que guardara silencio.

  • Bueno, de cualquier forma veníamos por otra cosa…

  • Me lo imaginé, espero que ahora si puedan decírmelo.

Tila levantó la ceja, Lopse no solía hablar de esa forma, incluso era muy callada, casi invisible, volvió a mirar sus piernas ensangrentadas, dudaba que eso fuera un fetiche, de cualquier forma sacudió la cabeza, no le importaba en lo más mínimo esa inferius, su llegada había sido un misterio, casi nadie hablaba con ella y si lo hacían era para pedirle favores, como ella haría en este momento…

  • Queríamos saber si quisieras ir a la Zona Prohibida con nosotros.

  • ¿Solo con ustedes?

  • Bueno, con unos vampiros más, no tardaremos, iremos básicamente a jugar en el lago y cazar alguna que otra presa grande como un oso o un venado.

La Zona Prohibida era un área densa de vegetación, tenía un lago con agua cristalina, árboles frondosos y muchos animales grandes. Estaba prohibida para los inferius porque al ser un lugar con una gran afluencia de animales era una gran atracción para los otros tipos de vampiros, aquellas que eran más poderosos que ellos y que los habían mantenido esclavos por tanto tiempo.

Lopse sabía que solamente la invitaban para que vigilara que nadie se acercara mientras los otros se divertían. Pensó en rehusarse, sin embargo, tenía unas enormes ganas de bañarse en ese lago para limpiarse la sangre y lavar su vestido blanco.

  • De acuerdo, iré – los jóvenes chocaron las palmas en señal de victoria – aunque alguien tendrá que vigilar un rato porque quiero darme un buen baño

  • No hay problema, dejaremos a Derek en tu lugar durante ese rato – el vampiro comenzó a protestar pero Tila nuevamente lo ignoró – te vemos en un rato en el límite noreste.

Lopse asintió mientras observaba a la pareja irse. Tila le gustaba y nunca había podido entender qué le había visto a Derek, probablemente fuera más interés que amor, ya que el joven era hijo de la vicepresidenta del Consejo, una mujer fría y cruel, ella había sido la principal responsable de que acabara sola en la cueva más apartada.

Lopse sacudió la cabeza alejando lo sentimientos negativos, no quería pensar más en eso, así que mejor decidió pensar lo deliciosa que estaría el agua del lago


No se equivocaba, el agua estaba fresca y deliciosa, sus compañeros se habían reunido en una zona poco profunda, sin embargo, Lopse había preferido la privacidad alejándose hacia una zona más honda pero que contaba con una gran roca en la superficie que le permitía sentarse y acostarse. El vestido ya estaba limpio aunque mojado, por lo que lo había colgado en la rama de un árbol para que se secara con el viento. Al no tener ropa se había acostado sobre la roca dejando que el agua ocultara su desnudez.

  • Oye Lopse, ¿todavía no sustituyes a Derek? – Tila se colocó detrás de ella. La aludida levantó su torso apoyándolo sobre sus brazos. Tila se turbó al mirar sus senos, obligándose a desviar la mirada nuevamente.

  • ¿No te das cuenta de que estoy desnuda? Lavé mi vestido así que se está secando.

  • Pu..pues debiste cubrirte con hojas o yo que sé

La vampira de cabello largo había renunciado a no mirar los senos de Lopse, sus ojos se posaban sobre ellos con descaro. Al parecer no le produzco ese asco que dice tenerme – pensó Lopse, quien ante esa actitud se dio ánimos para levantarse y dirigirse hacia ella.

  • ¿Qu...qué estás haci…endo? – le preguntó Tila retrocediendo un paso.

La verdad era que Lopse estaba muy caliente, la vampira rubia había despertado en ella unas ganas enormes de tener sexo y Tila era una buena opción. Cuando Lopse estuvo cerca de la vampira, acercó su mano a su rostro y le acarició los labios.

  • Hace tiempo que quiero besarte – le susurró.

Se acercó para besarla, Tila cerró los ojos para recibirla, pero justo en ese momento Lopse sintió arcadas, la cabeza le comenzó a girar a un ritmo vertiginoso que hizo que cayera sobre la roca y se golpeara la cabeza, inconsciente la inferius cayó en el lago y comenzó a hundirse.

  • ¡Lopse! – gritó Tila e inmediatamente se lanzó al agua para rescatarla. Sus compañeros al oír el grito se acercaron a auxiliarla y entre todos pudieron sacarla.

  • ¿Qué le pasó? – preguntó un vampiro de cabello gris de nombre Nat.

  • No sé, estábamos platicando cuando de repente se desmayó.

En ese momento todos hicieron silencio, acababan de percibir una pequeña vibración, una pequeña fuente de energía que parecía provenir de Lopse.

  • ¿Sienten lo mismo que yo? – preguntó Derek.

Los demás vampiros asintieron.

  • Creo que lo mejor es llevarla a su cueva – sugirió Nat

  • ¿Y dejarla sola? Puede estar enferma o algo así – dijo Tila

  • Nosotros no nos enfermamos, pero si tanto te preocupa podemos llamar a la madre de Derek para que la revise

Dicho esto, los jóvenes cargaron a Lopse y juntos avanzaron hacia la comunidad, cuidándose de no ser vistos. Cuando llegaron a la cueva de Lopse, Tila y Derek entraron para depositarla sobre la roca.

  • Ve a buscar a tu madre, Derek – ordenó la chica, el joven hizo caso y salió de la cueva en busca de Verkana.

Tila acariciaba el cabello de la inferius, ahora entendía la sangre entre sus piernas, solamente faltaba que un miembro del Consejo lo confirmara.

  • Ojalá que no te pase nada malo Lopse – repuso la joven repitiendo el mismo gesto que la inferius le había hecho en el lago. Sin pensarlo siquiera la joven se inclinó y le regaló un suave beso en los labios – esto era lo que faltaba – le susurró.

No tardó mucho tiempo Lopse en abrir los ojos, lo primero que vio fue la mirada fría de Verkana, la madre de Derek y quien le había heredado sus ojos grises, aunque la mirada de su hijo era cálida a diferencia de la de ella.

  • Al fin despertaste

Ni siquiera un saludo, ni siquiera un signo de preocupación, nada, sin embargo, Lopse ni se inmutó, estaba acostumbrada a ese trato. Verkana había sido la primera en encontrarla vagando en el bosque, y a juzgar por la manera en que la trataba, no entendía cómo es que había dado aviso a los demás inferius de su presencia en lugar de asesinarla.

  • ¿Dormí mucho tiempo? – le preguntó

  • ¿Cómo es que tuviste el descaro de revolcarte con una maldita Blooderwhite?

Lopse no respondió de inmediato, – así que así es como les dicen a esos vampiros – pensó. Se puso de pie pues le parecía que no podía enfrentar a la vampira acostada.

  • ¿A qué se refiere?

El rostro de Verkana se arrugó hasta formar una mueca de profundo desprecio.

  • Estas embarazada – le escupió.

Lopse abrió los ojos, nunca pensó que algo que había dicho sólo para provocar a aquella vampira rubia se volviera realidad.

  • No entiendo… ¿cómo es que está segura de eso?

  • La maldita energía, la sangre de las Blooderwhites se siente incluso cuando ni se han formado

  • Pero yo…

Lopse no pudo continuar porque Verkana le atravesó el rostro con una sonora bofetada que le abrió una herida en el labio.

  • Eres una vergüenza, más te vale que tengas una buena excusa para lo que hiciste, puesto que dentro de un rato te reunirás con todos los miembros del Consejo.

Lopse no sabía que decir, solamente cubría su herida con la mano.

  • Dentro de un rato alguien vendrá a buscarte para llevarte a la junta – sin decir nada más Verkana salió de la habitación.

La inferius no salía de su asombro, ¿por qué les preocupaba tanto que estuviera embarazada? De manera inconsciente llevó una mano hacia su vientre, embarazada, ella embarazada, una media sonrisa se asomó en el rostro, si era verdad entonces no estaría sola nunca más.

  • ¿Lopse? – Tila la llamaba desde la entrada, de repente sintió sus piernas de plomo, era tan pesadas que con dificultad se dirigió hacia la recién llegada.

  • Oh, ¿qué te ha pasado? – le preguntó al verle el labio hinchado

  • Nada, un regaño de Verkana

  • Todos los miembros del Consejo ya te están esperando

  • Tila… ¿por qué? Digo, yo no busqué esto, ni siquiera entiendo cómo es que ustedes lo saben y yo no, ¿por qué es tan malo?

Tila la miró con compasión.

  • ¿No sabes nada verdad?

Lopse negó con la cabeza y su compañera suspiró.

  • No puedo decírtelo, pero lo más probable es que te enteres con ellos, si gustas después de la junta podemos platicar, pero ahora vamos que no quiero que también me regañen por hacerte llegar tarde.

Comenzaron a caminar en silencio, cada una sumergida en sus pensamientos. El sitio del Consejo era una enorme cabaña hecha de gruesos troncos, sólo los miembros podían tener ese tipo de sitios para vivir, los demás como Lopse, vivían en las cuevas de alrededor.

  • Es momento de que entres – le invitó Tila

Lopse dudó, no quería hacerlo, algo le decía que su vida ya no sería la misma a partir de ahora. Suspirando y armándose de un valor que no sentía, se dirigió hacia la puerta.

  • Lopse…

La aludida se giró y grande fue su sorpresa al ver a Tila junto a ella, inmediatamente y sin que pudiera evitarlo la joven de larga cabellera le dio un suave beso en la mejilla mientras le susurraba:

  • Hagas lo que hagas, no aceptes sus condiciones

Lopse no entendía a lo que se refería Tila, pero no diría nada más, así que encogiéndose de hombros abrió la puerta.