Vamos a mover esto

Prosa poética erótica.

Vamos a mover esto

Vamos a mover esto, que debajo de la cintura me siento delicioso como un postre, sabroso como un bombón, exquisito como una barra de chocolate, deleitoso como una golosina, azucarado como el almíbar, por ti. Si la parte más privada de mi cuerpo tuviera un nombre, contigo se llamaría “apetito”. Podrías jugar con ella sin un mínimo de dificultad, que está más ansiosa que tú. Briosa como los ánimos de un caballo corredor, tiesa como un tronco, casi tan levantada como una pared de ladrillo, más despierta que un gallo a la mañana y un grillo en la noche, la puedes agarrar con las dos manos si quieres.

Quiero que la trates con el cariño de esos que no se olvidan nunca, especialmente la zona de la corona y el glande, haciendo tales movimientos con tu lengua que no dejarían con frío a nadie, amor mío. Quiero que hagas gestos como si la estuvieras mordiendo mientras estás codiciando lo que tiene guardado adentro para ti. Quiero que conviertas frases como “no siento nada”, o, “no me pasa nada”, en las mayores mentiras del mundo. “Mira como me pones”, te está queriendo decir mientras la estás meneando con ternura a puño cerrado, tesoro mío. Está más desbocado que la ausencia, el éxodo, el exilio de tu blusa y tu sostén, expatriados a lo que es el suelo. Se mueve sola, y no tiene ningún reparo en hacértelo ver. Lubrícamela con tu agua, que me tienes volando mujer, sostenido la evidencia más desubicada y arrogante de ello. ¡Azúcar, azúcar, azúcar! Dame más azúcar, que ni me fijo si te estás pasando. Haz más almíbar con él –a lo que es, probablemente, el reflejo más verídico de lo que generas en mí–, que la temperatura y los ingredientes ya los tenemos de sobra.

Pequeña pausa

Una pequeña pausa. Un beso y una caricia. Alivio temporal. Silencio y nada más que silencio. Y luego un acuoso y pegajoso ¡ta, ta, ta, ta! Un pequeño intervalo. Un beso y una caricia. Alivio momentáneo. Silencio y sólo silencio. Y luego un acuoso y pegajoso ¡pa, pa, pa, pa! Descanso de unos segundos. Un beso y una caricia. Alivio pasajero. Silencio de hombre y silencio de mujer. Y luego un acuoso y pegajoso ¡ra, pa, pa, pa! Reposo de unos segundos. Un beso y una caricia. Alivio transitorio. Silencio varonil y silencio mujeril. Y luego un acuoso y pegajoso ¡ra, ta, ta, ta!

Palmazos de muslos masculinos y glúteos femeninos. Portazos y porrazos de carne y piel. Una voz femenina grita extasiada “¡ah, ah, ah, ah!”. Una voz femenina grita, atrapada en un laberinto de sensaciones, “¡ay, ay, ay, ay!”. Una voz femenina grita sorprendida “¡oh, oh, oh, oh!”. Una voz femenina grita agradecida “¡uh, uh, uh, uh!”. Una voz femenina grita contenta y a mandíbula cerrada “¡mmm, mmm!”. Ambos, con la boca abierta y los ojos cerrados la mayor parte de la secuencia.

Una voz femenina me dice, mirándome de frente, “no te salgas, mi amor”, “mi hombre, no te salgas de mí”, “por favor, por favor y por favor, no te salgas de mi cuerpo”, “te lo digo en todos los idiomas si hace falta”.