Vamos a jugar como niños grandes. Tu y yo ;)
Espero que leas mi carta, pero sobre todo, que me hagas tuya pronto...
¿Acaso tienes alguna idea de lo que siento?
¿Sabes lo que pienso cuando te observo?
¿Quieres volver a jugar conmigo?
Es común escuchar o darse cuenta que los seres más deseados sobre este planeta son las mujeres. Esto se cree gracias a que las personas que regularmente expresan sus opiniones sexuales son hombres, pero también existimos mujeres que tenemos malos pensamientos con alguien, que soñamos y fantaseamos igual o peor que los más pervertidos que hayas conocido.
¿Lo deseo?, si, bastante. ¿Lo deseas tú?, no lo sé. Lo único que realmente sé es que no has olvidado nuestros juegos de infancia.
Venidos de la misma familia, nuestros padres son hermanos, nosotros somos como hermanitos, crecimos juntos, fuimos a la misma escuela, compartimos eventos importantes, simplemente, nunca nos hemos dejado.
-Los hermanos se protegen y tú eres como mi hermana- siempre lo decía tu hermano mayor Carlos cuando jugábamos.
No sé si te acuerdes de Carlos y Jorge cuando tenían 8 años. Eran niños muy inquietos, bastante precoces, los cuales siempre buscaban protegernos a mí y a tu hermana Luz. ¿Recuerdas el tipo de protección que nos daban?
Sé que jamás olvidarás el día que llegaste a tu casa, no había nadie, por lo que subiste a la habitación de Carlos y al entrar viste como él y Jorge nos mamaban los pequeños senos a mí y a tu hermana Luz.
-¿Qué están haciendo?- preguntaste sorprendido.
-Cosas de grandes- te gritó Carlos.
-Pero tú tienes 12 años y ellas tienen 10- respondiste con tus inocentes palabras de un niño de 7 años, tu edad en ese entonces.
Con gran coraje, Jorge te sacó de la habitación a empujones además de amenazarte con herirte si avisabas a alguien de lo que habías visto, no eras lo suficientemente “grande” para jugar con nosotros.
Siempre nos observabas abriendo un poco la ventana, tu curiosidad era mucha, querías saber el tipo de cosas que hacían los grandes. Si te quedó duda te contaré lo que pasaba tras esa puerta: Carlos y Luz son tus hermanos, todas las tardes Jorge y yo, tus primos, íbamos a jugar a tu casa. Nunca queríamos aceptarte en el equipo porque eras demasiado pequeño. Sé que sabías que el jugar futbol era solamente un pretexto para hacer tiempo en lo que los miembros de tú familia se iban de casa todos los días a la misma hora por lo que nos quedábamos solos.
En cuanto eso pasaba y la última persona por fin se iba simplemente te dejábamos afuera y subíamos corriendo a la habitación de Carlos: era hora de jugar. Al entrar adoptábamos cada uno nuestro rol. Al principio Carlos y Jorge nos besaban a mí y a Luz, jugábamos a ser novios por lo que yo siempre era con Carlos y Luz con Jorge. No sé si sepas que desde los 6 años nos hacían hacer esto. Imagina la edad a la que di mi primer beso. Nuestras mentes habían sido pervertidas por la televisión y amistades de ellos, la inocencia de nuestra niñez poco a poco se terminaba.
Después, nos levantaban las blusas, (aún no usábamos sostén) y nos pasaban las lenguas por los diminutos pezones, los mordían y jalaban. Nos lastimaban mucho pero no les importaba. Éramos demasiado ignorantes en algunos aspectos por lo que sacaban revistas porno que robábamos de las habitaciones de tus demás hermanos e inclusive de nuestros tíos para ver que más nos podían hacer. La posición que más veíamos que los actores hacían era la de perrito pero al ser tan pequeños y ver la manera en la que se colocaban consideramos que las penetraciones se hacían por atrás, o sea, vía anal. No teníamos ni idea de que era por la vagina.
Jamás pudieron penetrarnos a pesar de hacer el intento pues creían que podían embarazarnos. Sé que probablemente te suene muy tonto y ridículo lo que te cuento pero estábamos descubriendo el mundo del sexo, nos producía un placer enorme a pesar de nunca consumar los actos. Lo único que hacían era desnudarnos, ponernos en la cama, subirse sobre nosotros completamente sin ropa y besarnos, incluso, nos hacían besarnos a tu hermana y a mí. Nos comíamos los senos entre ella y yo, nos tocábamos el culo, un poco la vagina, era muy agradable, supongo que esos fueron mis inicios en la bisexualidad quien sabe si ella lo haya olvidado. Permanecíamos haciendo esto hasta que escuchábamos los autos llegar. La adrenalina de vestirnos y salir como sin nada era simplemente divertida, emocionante, excitante. No quiero ni imaginar qué hubiera pasado si nuestros padres hubieran descubierto que sus hijos se reunían para hacer este tipo de “orgías”.
Las cosas si las practicas diariamente pueden generar una rutina o una adicción. Lo segundo pasó conmigo. Los juegos que tenía con tu hermano, mi primo, siguieron hasta que yo tenía 12 años y el 14. Te confieso que jamás me penetró aunque obviamente él quería hacerlo, pero lo que pasó fue que en ese entonces yo tuve mi primer noviecito, lo que le molestó mucho. Nuestra manera de convivir obviamente era más allá que familiar pero yo no podía permitir que la gente se diera cuenta que mi primo me celaba mucho más de lo normal. De cierta manera terminé mi relación con él para evitar buscarme problemas, pues creía estar enamorado de mí y yo de él, por eso no le dirigí la palabra hasta que cumplí 15 años.
A los 14 años yo tenía las hormonas al borde de la locura: era una adolescente muy sola, abandonada por mi familia. Necesitaba desahogarme, quería sentir esa misma adrenalina que tu hermano me hacía sentir. Mi novio en ese entonces quería follarme pero eso no me provocaba ningún tipo de excitación, yo quería algo más, deseaba iniciarte en el incesto, enseñarte, descubrirte. No era casualidad el hecho de invitarte a mi casa a ver películas y que buscando entre los casetes saliera una película de adultos la cual veíamos hasta el final justificándome con que yo no sabía que ese contenido estaba ahí. Quería ver tu reacción, necesitaba saber si en realidad estabas dispuesto a hacer travesuras conmigo. El morbo que me provocaba la idea de sentir adrenalina de nuevo fue más fuerte que yo. Por eso mismo te invité a dormir conmigo en la casa de nuestra tía.
Sabes, esa noche pudimos haber sido descubiertos, yo, literalmente te violé. Recuerdo que esperamos a que la tía durmiera, tú estabas en la cama de abajo, yo en la de arriba. En plena madrugada cuando la escuché roncar te desperté:
-Levántate y sube- te susurré en voz muy baja para que ella no escuchara.
Subiste, y con miedo te recostaste a mi lado. Eras ya un niño “grande”, listo para jugar a lo mismo que tus hermanos y yo jugábamos, estabas listo para hacer todas esas cosas que nos habías visto hacer. Comenzamos, toqué tu cara, tus manos, estabas helado, me imagino que nervioso igual que yo cuando empecé a jugar por primera vez.
Nos empezamos a besar, a pesar de tu inexperiencia, lo hacías bastante bien. Ansioso me metías la lengua, la movías muy rápido. Sin que yo te lo pidiera te metiste entre mis piernas, los dos debajo de las cobijas y me quite la blusa. Yo ya tenía 14 años por lo que mis pechos estaban mucho más desarrollados, el título de la chica con los senos más grandes me correspondía a mí en la escuela a la que asistía.
Nunca olvidaré la forma en la que me mordías los pezones, como te perdías en mis senos, los disfrutabas pero a pesar de eso no sabías cómo penetrarme, estaba mega excitada y muy bajo gemía. Yo, conocía perfectamente la manera en que podías por fin hacerme mujer pero prefería dejarlo así, ya que en mi mente había un poco de cordura entre todo el incesto que había vivido.
Sin embargo tú querías hacérmelo por lo que decidí dejarte hacer el intento así que me puse en cuatro, me bajaste rápido mi pijama hasta los tobillos, me impresionó mucho que comenzaras a tener una erección, estabas acercándote a los 13 años de edad, imagino que era normal tú reacción. Me abriste las nalgas con las manos, dejando expuesto mi culito virgen y sin lubricar ni nada intentaste meterla. Por la oscuridad, la situación, los nervios o quizás el miedo de que nos escuchara nuestra tía que dormía frente a nosotros, no te diste cuenta, por eso hoy te lo confieso: SI ME LA METISTE.
No sé cuánto, tu verga estaba en crecimiento aún, sólo sé que me dolió y gustó, me ardía un poco, no sabía si estabas consiente de esto pero supongo que sí porque en cuanto sentiste la presión de estar adentro, te recostaste sobre mí, haciéndome caer boca abajo elevando mis caderas y empezaste a moverte torpemente, sin duda, estabas follándome el culo.
-¿Te la estoy metiendo?- me preguntabas una y otra vez susurrándome al oído.
-Quiero que gimas- decías también.
Yo simplemente te decía que sí con la cabeza, te hice taparme la boca con tu mano para que no me escucharan a pesar de que se notaba el ruido de la cama por nuestro vaivén. Creo que tuve un orgasmo esa noche, no tengo muy claro si ocurrió o no. Tuvimos este tipo de juegos durante aproximadamente medio año, siempre buscabas una oportunidad para sugerirme que jugáramos. Teníamos nuestro escondite en un pequeño cuarto dentro de la casa de nuestro abuelo donde diario nos veíamos, yo le decía a mi madre que estaría con tu hermana mientras tu simplemente te salías de tu casa, nos reuníamos y en cuanto me veías me tumbabas, quitándome rápido la blusa, incluso recuerdo que una vez me la rompiste y tuve que ocultarme bajo un suéter para que mi madre no lo notara. Sin duda, esos momentos me daban mucho placer, sobre todo cuando escuchaba a alguien cercas, intentábamos guardar silencio pero no te importaba, tú seguías follándome el culo cuanto querías. Para tu desgracia crecí, tuve nuevas parejas las cuales me hicieron verte como alguien insignificante, sencillamente te olvidé.
Hace unas semanas, después de estos años pude ver quién realmente eres ahora. Sé que has notado que tu hermano me cuida mucho, no igual que antes ya que no ha intentado seducirme de nuevo aunque sería bueno recordarle lo que me hacía haber si lo repetimos de nuevo, pero eso es otra cosa. En nuestras mentes están esos recuerdos de infancia y en tu mente también.
El verte pasar por mi casa, mientras corrías, haciendo tu serie de ejercicios diarios me dejó en claro que tu cuerpo ha cambiado, me sorprendiste. ¿Te acuerdas de mi actitud la semana pasada en casa de nuestro abuelo? La manera en que yo actuaba contigo, como te veía, la razón de cuestionarte sobre tu vida sentimental. Si tenías la duda, oficialmente te confirmo que ese día estaba coqueteándote, molestándote, tratando de atraer tu atención y lo conseguí.
No puedo creer que estás más alto que yo, que tengas un cuerpo mucho más musculoso, que tengas tanta fuerza como para jugar un poco más agresivo. De todo eso y más me di cuenta cuando empezamos a jugar en la sala, tuve que salir corriendo hasta la parte de atrás de la casa, quería que me atraparas. Por fin me aprisionaste:
-¿Recuerdas a lo que jugábamos de pequeños?- dijiste.
Me dejaste congelada con esa pregunta, me tenías contra la pared, me sujetabas de las muñecas que se encontraban a la altura de mis hombros. En medio de nuestro juego no me permitías irme, me aprisionabas contra tu cuerpo, nos veíamos fijamente a los ojos y por un momento creí que me besarías. No supe qué responder, estaba muy sorprendida, Me encontraba a tu disposición pero tú únicamente sonreíste mientras me soltabas y te ibas dejándome sin palabras. Mi corazón latió a mil, me puse nerviosa, sudaba, pasaban demasiados pensamientos por mi mente pero lo más importante, la adrenalina que me provoca el incesto volvió a surgir y con mucha fuerza, con la fuerza de una pasión prohibida hecha a base de lazos familiares. Por eso te pregunto:
¿Tienes alguna idea acaso de lo que siento?
Siento unos deseos terriblemente grandes de recordar juntos todo lo que hacíamos, siento deseo, ansias, coraje por no poder hacer lo que quiero contigo. Me encantaría que supieras todo lo que te escribí, quiero saber que hay en tu mente. Empiezo a sentir adrenalina nuevamente.
¿Sabes lo que pienso cuando te observo?
Pienso en esos juegos de infancia, ya no en tu hermano ni en nadie, sólo en ti, en lo mucho que has crecido, en lo que ha de ser probar tus labios, tu cuerpo, pienso en cómo será tu verga, tamaño, textura, cuanto puede hacerme gemir, pienso en ti sobre mí. Si supieras todas las veces que me he pajeado estos días imaginando que vienes a mi casa y por fin follamos. Estoy a punto de proponértelo: vamos a la casa del abuelo, a tu casa, a nuestro escondite secreto donde nos tocábamos, a donde me pidas pero fóllame ya. De hecho, después de escribirte esta carta te aseguro que me voy a volver a pajear pensando en ti.
¿Quieres volver a jugar conmigo?
Claro que quieres, lo sé, lo puedo sentir. No nos vemos igual que antes después del día que me preguntaste eso, tu mirada en mi escote y en mi cuerpo es de lujuria. Me encanta provocarte, tener esos juegos contigo donde siempre terminas acorralándome contra la pared o subiéndote sobre mí, creo que voy a enloquecer. Ahora tengo 20 años y tú tienes 17, casi la edad adulta aquí en México. Nunca he tenido a nadie más pequeño que yo porque no me gustan pero es que deseo demasiado estar contigo, que me des un regalo especial: tu virginidad. Solamente debo esperar a que cumplas tus 18, pronto, muy pronto serás mi niño grande, lo suficientemente grande para poder follarte a tu prima, casi tu hermana. Como dijo Carlos alguna vez: “los hermanos se protegen y tú eres como mi hermano” así que prepárate, se acerca mi turno de por fin protegerte.