Vamos a darle una lección (2)

Siguen los servicios de sumisión de una mujer al hombre que es su dueño.

  • Vamos a darle una lección

En el instante en el que el hombre habló, ella sintió que se arrepentiría de habérselo contado. Con el rostro pegado al suelo junto a los pies de su amo, la mujer sintió estremecerse su cuerpo desnudo. Había despertado a su dueño a las seis de mañana con una lenta y suave mamada y de haber culminado su felación en la ducha, bajo el agua de rodillas ante la polla del que era su propietario. Había tragado todo el semen y limpiado con la lengua el miembro que acababa de follarle la boca como era su deber de sierva y esclava. Luego se había mantenido postrada y había rozado su suave piel sobre los pies de él. Ese era uno de sus derechos, uno de los pocos que tenía. Humillarse para pedir permiso para hablar.

Y su señor le había concedido ese permiso.

  • Ayer el director de ventas, Marcos, se me insinuó –dijo la mujer mientras besaba humilde los pies del hombre. Un instante después uno de ellos estaba encima de su nuca, pegando su rostro al suelo del cuarto de baño.

  • ¿Qué hiciste, puta? –la voz del hombre mostraba enojo- ¿Te pone caliente poner a cien a todos los tíos? ¿Acaso prefieres que te folle ese gordo antes de que te use tu dueño?

  • Mi amo, te juro que no hice nada. Marcos siempre me desnuda con los ojos, sobre todo desde que comencé a seguir sus ordenes para vestir en la oficina y ayer..

  • ¿Insinúas que es culpa mía que ese seboso se haya fijado en tu culo de puta? –el pie de el apretó un poco más y la mejilla de la mujer se restregó contra el suelo.

  • En absoluto –la mujer apenas podía hablar con la cara atrapada entre el suelo y el pie del hombre que era su dueño- Se sentó en mi mesa y comenzó a hacerme proposiciones. Yo te lo he contado porque tu me ordenaste que lo hiciera.

Era cierto. Desde que había vuelto con él. Desde que se había convertido en un objeto de su propiedad, en su juguete, una de las ordenes que había recibido del hombre era mantenerle informado de todo acercamiento masculino que se produjera sobre ella.

  • Has hecho bien –dijo el hombre por fin quitando el pie que imponía su dominio sobre la cabeza de su juguete. La mujer se apresuró a recuperar su posición de rodillas y acurrucarse junto a él, frotando sus redondos y perfectos pechos contra su pierna para demostrarle lo contenta que estaba de ser una de sus propiedades

  • Voy a tener que poner a ese estúpido en su sitio. Vamos a darle una lección.

Y el hombre preparó la lección con esmero. Como cada día eligió la ropa que la hembra que estaba a su servicio luciría en la oficina. Se decantó por un vestido blanco, corto, ajustado y con mucho escote. La permitió ponerse un sujetador de realce aunque sus firmes pechos no lo necesitaban e incluso la dio la orden de ponerse un tanga de encaje. Era la primera vez que recordaba desde que su cuerpo y su vida pertenecían al hombre, que llevaba un conjunto de ropa interior completo. Luego se vistió el con la ayuda de su esclava. Cuando se hubo puesto los zapatos, la mujer abandonó su posición de rodillas y sin decir una palabra se quitó el tanga, levantó la falda de su vestido y se pegó a la pierna derecha de su amo. Cuando sintió sobre su desnudo coño el tibio roce de la piel del zapatos comenzó a frotarse contra el. Otra de sus funciones de esclava era abrillantar el calzado de su propietario.

  • Hoy quiero que pongas muy cachondo a ese cerdo. Acércate a él, muéstrale el escote, contonéate delante de él y todas esas cosas que seguro que como la zorra que eres sabes hacer a la perfección- ordenó el hombre mientras el magnifico coño esclavo de la mujer abrillantaba su zapato

  • Lo que tu quieras amo –dijo la mujer cambiando de pie al sentir un leve puntapié en su coño- Sólo vivo para servirte.

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Cuando el taxi que conducía al hombre aparcó frente a la puerta del edificio de oficinas a eso de las doce de la mañana, el tal Marcos ya estaba por las nubes. La mujer, siguiendo las órdenes de su propietario, le había puesto a cien con multitud de trucos.

Vio a su dueño acercarse a su mesa, frente a la oficina de Marcos y sintió un escalofrío. Su cuerpo se inclinó para arrojarse al suelo y besar sus zapatos, pero se contuvo.

  • Anúnciame, guarra –dijo el hombre con una sonrisa que desmentía sus duras palabras-

  • Como quieras, amo –replicó ella lo más bajo posible, por temor a que alguien escuchara como se refería al hombre-.

Luego se levantó y se dirigió a la puerta. Un instante antes de abrirla sintió como la mano de su propietario la agarraba por la cintura. Sus labios se pegaron a su oído

  • Llevas toda la mañana zorreando como a ti te gusta, ¿eh putón? – La mano del hombre descendió hasta encontrar el final del vestido y ascendió firme por la parte interior de los muslos de la mujer. Sus dedos se deslizaron por dentro de la braga y se alojaron en el coño, que se contrajo al recibirlos.

  • Estas muy mojada, perra –le susurró- ¿Te ha tocado?

  • No, Sólo tu puedes usarme –replicó ella cada vez más nerviosa ante la situación. La antesala del despacho de Marcos estaba vacía, pero cualquiera podía entrar.

  • Adelante –dijo él soltando su presa- A ver como te portas.

La mujer abrió la puerta del despacho y el hombre se quedó fuera

  • Marcos, el Presidente del Consejo de Administración está aquí y quiere

El hombre entró mientras intentaba levantarse para recibir a su inesperada visita

  • No te preocupes Marcos –dijo el hombre irrumpiendo en la sala, cerrando la puerta y colocándose tras la mujer- No hace falta que te levantes. Sólo he venido para decirte que esta mala puta me pertenece.

-¿Perdón? –El directivo se quedó congelado en su asiento-.

  • Lo que has oído, la perra de tu secretaria es de mi propiedad –dijo el hombre sin inmutarse- Yo la he colocado en este puesto, pero es mía. ¿Verdad, golfa?

Mientras decía esto el hombre se acercó a su esclava y comenzó a acariciarla desde detrás. Sus manos ascendieron hasta el escote del vestido y lo desgarraron, dejando al descubierto sus pechos alzados por el sujetador. La mujer supo que era su turno y desató el broche delantero del sujetador. Las perfectas tetas saltaron libres hasta que fueron sujetadas y estrujadas por las manos del hombre

  • Si–contestó ella sumisa-, Soy de tu exclusiva propiedad.

  • Pero… -Marcos estaba pasmado ante la escena, pero su mano derecha había desaparecido bajo su escritorio-

  • No hay peros que valgan.

El hombre giró bruscamente a la mujer y la puso de frente a él. Escondido su rostro de la vista de Marcos, la sonrió. Ella sintió arder su cuerpo ante el tacto de las manos de su dueño, que ahora magreaban profusamente su culo por debajo de la falda del vestido. Pese a la vergüenza que sentía por la situación supo que tenía que ser de nuevo la esclava obediente. El hombre había ido a ir a dejar claro su dominio y ella tenía que dar pruebas de hasta que punto llegaba.

Se deslizó con los pechos pegados al cuerpo del hombre hasta que quedó en cuclillas frente a él. Con el movimiento el vestido se le había ascendido a lo largo de sus perfectas y largas piernas y su tanga ya era completamente visible. Se quedó así, moviendo el pecho en círculos para masajear la polla a la que servía alrededor del pantalón. El hombre seguía sonriendo.

  • Vamos, perra –apremió el hombre- Demuéstrale a Marcos lo entrenada que estás.

  • Como quieras, amo –dijo ella mientras desabrochaba el cinturón del pantalón de él con las manos. Luego bajó la cremallera con los dientes, lo mismo que la goma elástica del calzoncillo. Sabía que su amo se había colocado tirantes además del cinturón para evitar que resbalaran por sus piernas. Ella le había vestido.

Besó el glande de la polla que le golpeó en la cara al salir disparada del calzoncillo y luego lamió con la punta de la lengua toda la longitud del válano que estaba tieso y duro. Mientras dedicaba sus esfuerzos a la polla a la que pertenecía, el hombre seguía hablando.

  • Comprendo que te gusten sus tetas –decía dirigiéndose a Marcos- Pero me ha costado mucho que las tetas de zorra de esta perra trabajen como es debido- Para corroborar las palabras del hombre, ella las levantó y las colocó de manera que el miembro de su dueño descansara entre ellas. Luego comenzó a moverlas hacia arriba y hacia abajo para mastubar la polla. Giró el cuello hacia abajo para lograr que su lengua llegara al glande y lo acarició con la punta- ¿crees que vas a disfrutar de una cubana de esta perra sólo porque seas su jefe?. Ni lo sueñes, Marcos. Yo soy su dueño y todas sus cubanas son para mi. ¿entendido?

Desde que se colocara de cuclillas frente al hombre este había estado moviendo el pie lentamente bajo el coño de su sierva. Ella ya comenzaba a sentir el calor. Su dueño conseguía excitarla hasta el orgasmo tan sólo frotando su pie contra su coño mientras la humillaba públicamente ante su jefe. Realmente merecía ser una perra. Con el válano de su propietario entre las tetas y su glande reposando sobre su lengua sintió ganas de correrse cuando Marcos logró articular palabra.

  • Señor presidente, yo nunca

  • Disculpa, amo –interrumpió la mujer sin poder contenerse- Os pido permiso para correrme

  • ¡Calla, zorra! –gritó el mientras retiraba el pie de debajo de su coño- Usa la boca para lo que la tienes, o sea, para comerme la polla y no interrumpas. ¿Qué decías Marcos?

  • Decía que yo nunca

  • ¡Tu nunca meterás tu polla en la boca de esta perra! Su boca se abre sólo para mi, cuando yo lo quiero y donde yo quiero –La mujer ya estaba dando pruebas de la verdad de aquella afirmación con el grueso y duro miembro metido hasta lo más profundo de su garganta y su lengua moviéndose rápidamente alrededor del glande mientras su dueño le sujetaba la cabeza y le follaba la boca.

De pronto el hombre la sujetó por el cabello y tiró de ella hacia arriba. Ella volvió a ponerse de pie intentando seguir con la polla de su dueño en la boca hasta el último momento. Luego el hombre la obligó a doblarse por la cintura. Su cara daba hacia la puerta, mientras que su culo, su redondo y exuberante culo, quedaba expuesto a la mirada de Marcos que, a esas alturas de la conversación, ya debía haberse despellejado el miembro debajo de su mesa.

  • ¿Crees que te voy a permitir que disfrutes de esta maravilla? – La mujer sintió el desgarrón del tanga y un instante después se contrajo ante el azote que recibió de las mano abierta del hombre – Te regalo el tango, puedes quedártelo. es lo único que disfrutarás del culo de mi perra.

  • Sólo te sirvo a ti –dijo la mujer mientras una de sus manos se deslizaba hacia atrás para masejear la verga del hombre por entre sus piernas. Nunca debía de dejar de darle placer y de demostrar que era suya. Permaneció así un tiempo indeterminado que a ella le parecieron horas pero que podrían no haber sido mas de un par de minutos. El hombre estrujaba uno de sus pechos con la mano del brazo que tenía alrededor de su cintura mientras que jugaba con los dedos en su coño, completamente expuesto a la vista de su jefe, y ocasionalmente palmeaba sus perfectas nalgas. De nuevo el calor la invadió y de nuevo sintió la necesidad de correrse

  • Por favor, suplicó –el hombre estalló en una carcajada y aceleró el ritmo de sus dedos en el coño que le pertenecía- Ves, Marcos, la zorra quiere correrse para su amo. ¿Has ido al gimnasio para que tu cuerpo de guarra sea perfecto?

  • Todos los días –dijo ella convulsionándose apenas contenida- Quiero que mi cuerpo os excite y os de placer

  • Córrete, guarra. No sabes hacer otra cosa

La mujer se dejó ir entre espasmos. Sintió su coño contraerse y soltar sus flujos sobre la mano de su amo. No perdió su posición de escuadra. Simplemente sus piernas se abrieron aún más mostrando su coño completamente húmedo.

Cuando acabó se quedó quieta y el hombre le obligó a girarse. La mujer vio como su propietario restregaba sobre el escritorio la mano.

  • Ves, puta. Hemos ensuciado la mesa de Marcos y eso no esta bien. Vamos a tener que limpiarlo.

La mujer supo lo que tenía que hacer. Se inclino sobre la mesa de su jefe ofreciendo el culo por completo a su dueño. Apenas había dado un lametazo a la suave madera cuando sintió la verga penetrarla sin ningún miramiento. No esperaba miramientos. El era el dueño de ese culo y no tenía porque tener miramientos.

Comenzó a empujar con golpes secos y ella los recibió mientras lamía la mesa con el rostro a escasos centímetros de su jefe que seguía callado masturbándose. Sus hermosas tetas colgando y bamboleándose con cada empujón del válano del hombre en sus entrañas.

  • Quiero que le digas a Marcos como te sientes. Tiene que oírlo de tus labios de perra arrastrada.

Una arremetida

  • Soy feliz de que me encules

Dos

  • Este culo de puta sólo te pertenece a ti

Tres

  • Gracias por encularme

El hombre se detuvo y ella comenzó a servirle con su culo, moviéndolo y contrayéndolo para que el gozara. Se movía hacia delante y hacia atrás hasta que sus pechos se restregaban por la mesa asegurándose de que la polla que le dominaba no abandonara nunca el interior de sus entrañas. De nuevo echó una mano hacia atrás y acarició los huevos del hombre. Las manos del hombre aferraron sus colgantes pechos y los estrujaron. Cuanto más apretaban más aceleraba ella el ritmo de su vaivén.

  • Espero que te halla quedado claro que sólo cabalgo esta yegua –dijo el hombre mirando a Marcos a los ojos

  • Si, Señor Presidente

Los dedos de él pellizcaron los pezones del cuerpo que le servía para el placer y ella aceleró aún más el ritmo, clavándose contra la verga y moviendo el culo en círculo cuando sentía los huevos de su amo chocar contra su cuerpo. Un minuto después notó como los espasmos del miembro sacudían su interior

  • Termina lo que has empezado, zorra –ordenó el hombre y ella se giró, cayó de rodilla y comenzó a succionar el miembro hasta que sintió el semen inundar su garganta. Lo tragó y siguió mamando para limpiar por completo la polla que se había vaciado en su boca.

El hombre esperó a que ella le guardara la verga y le colocara el pantalón y luego le hizo un gesto con el dedo señalando el suelo. La mujer pegó el rostro a la madera y se quedó así. escuchó el chasquido de los dedos del hombre y comenzó a arrastrarse hacia la puerta con el culo desnudo en alto y los pechos arrastrando por el suelo.

  • Podrías haberte hecho un montón de pajas con ella –dijo el hombre volviéndose mientras se marchaba. La mujer se detuvo cuando sintió que el zapato de él se apoyaba en sus perfectas y recién folladas nalgas- Pero ahora te has quedado sin secretaria, Marcos. Y ya veremos si no pierdes algo más.

  • Y tu, perra, vuelve a casa que voy a tener que bajarte los humos –su pie empujó levemente el culo esclavo que se elevaba desde el suelo-.

  • Como desees. Soy tuya –dijo la mujer mientras volvía a arrastrarse por el suelo en dirección a la puerta.

Continuará