Valis y N (7)

N, la campeona de tekoki del Guerrieres, se enfrenta a un yogi hindú capaz de parar a voluntad su latido cardíaco

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La gerencia del Guerrieres no se cortó, anunciando el evento como el combate del milenio. La todopoderosa jovencita de los dedos de lava contra el hombre que puede parar a voluntad su latido cardíaco. La suma sacerdotisa cuyo mero agarre hace chorrear un macho curtido contra el maestro que había aguantado una velada entera a las mejores strippers del club dándose relevos. Lo cierto es que Axel ha tenido que reclutar nuevos sparring para N, e incluso con los anillos retardantes y los protectores de glande puestos, ninguno aguanta más de 4 o 5 minutos las nuevas técnicas de torsión que N ha copiado de los videos japoneses. Y lo cierto es también que el yogui hindú parece un ser de otro planeta, con una capacidad de control mental por encima de los conceptos de dolor y placer, y una capacidad para dominar su fisiología que le permite con unos minutos de concentración poner sus dos manos a distintas temperaturas.

El árbitro los junta en el centro del cuadrilátero para recitar las normas. N adelanta su mano abierta como saludo amistoso, pero el yogui contesta con una ceremoniosa y profunda inclinación de cabeza. Se separan a sus esquinas donde despojan a N de su bata de seda y al hindú de su taparrabos de esparto. Suena la campana.

N comienza con un masaje palpitante a dos manos que hace crecer a Master Krishna y la obliga a aflojar los puños. Luego lo estrangula por la base y tira para dejar al descubierto la abultada cabeza púrpura, humedece sus largos dedos bajo el slip con un breve gemido, extiende sus propios jugos sobre las yemas y acomete una demoledora y técnica de pinzamiento, mientras con el puño libre bombea la base. El pellizco es tan preciso que hubiera hecho explotar a un varón maduro, pero el fibroso Master Krishna aguanta sin pestañear, aunque las venas de su polla se inflan hasta hacer la piel transparente. N gruñe contrariada y pinza entre sus yemas nuevas terminales nerviosas en el glande de su rival, añadiendo un temblor apenas perceptible. Estimula cada punto exprimiendo su capacidad erógena y cambia de presa justo antes que Master Krishna pueda acostumbrarse y normalizar su ritmo respiratorio.

Suelta la base y lo agarra por la cabeza, haciendo un capuchón con su palma, añadiendo las puntas de los dedos de su otra mano a la estimulación. Una técnica colombiana denominada "caperucita" que N había aprendido en Barranquilla, en sus duelos de patio de instituto contra Shakira. El cuerpo de Master Krishna está rígido como una estatua, solo las puntas de los dedos de N se mueven casi imperceptiblemente. Sus grandes ojos negros devoran a su rival, estudian la contracción de sus pupilas, el flujo de aire que entra y sale de su amplio pecho reseco. De pronto la mandíbula de master Krishna se desploma. Cuando trata de recomponerse su gesto ya le ha delatado, y N se ceba en ese punto, lo tritura entre sus yemas. El yogui está tan duro que N tiene que hacer fuerza para mantener su polla apuntando al suelo. Los tendones de la base del miembro tensos como cables de acero. Aunque no mueve la cabeza N nota como los ojillos de su rival enfocan al cronómetro, y añade la demoledora técnica de torsión que rompe el aguante del yogui. Separa un poco los dedos, frunce los labios y sopla. Dirige un estrecho chorro de aire fresco justo sobre la zona del glande que sus yemas habías estado amasando. El ojo de la polla se dilata, el público contiene la respiración, anticipando el final. Pueden verlo en zoom en la pantalla gigante, pero en la última centésima de segundo master Krishna logra milagrosamente contenerse.

N se enfurece, aprieta los dientes, sus yemas circulares se aplastan contra el miembro, dejan trazas blancuzcas en las zonas estimuladas, vibran, pinzan, retuercen. Tiene los nervios del yogui aprisionados en su pellizco. Sin soltarlos hace girar el miembro en remolino. Master Krishna gime como si le hubiesen disparado en la garganta y escupe, un chorro seco, otro más, y una última gota. Suena la sirena y al crono se para en 6:05. N encoge la nariz con rabia y lo lanza con disgusto. Lo venció, pero le aguantó más tiempo de lo que ella hubiese deseado. Axel sube al ring, la agarra por los muslos y la levanta en el aire, triunfante. Japón los espera. Nada ni nadie pueden detenerla.