Valis y N

Valis introduce a su chica en el mundo del sexo competitivo. Primera entrega.

Valis y N

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-Fzzzzzz... Toc, toc.

Valis subió al centro del escenario, alcanzó el micro colgado del techo y tiró del cable dando unos golpecitos de prueba que silenciaron toda la sala. Justo entonces pensó, qué cojones hago aquí, con mi chica preparada para meneársela en público a una panda de salidos, y yo disfrutando de ello. El medio centenar de clientes agarrados a sus combinados se giraron hacia él interrumpiendo bruscamente sus nerviosas conversaciones. El momento por el que todos habían venido había llegado. El dueño del club había hecho correr la voz entre los clientes más habituales y tenía lleno.

-Err... Buenas noches a todos,

anunció Valis con escasa profesionalidad, la vista en el suelo, molesto por los focos. Pronunció una bienvenida que nadie aplaudió y por fin hizo la esperada presentación. N correteó desde el backstage y se abrazó a su chico como si no hubiese nadie más allí, ciñéndolo fuerte por la cintura y reposando la mejilla en el pecho de su camisa. Solo entonces, al ver la sala entera paralizada, se dio cuenta del espléndido cuerpo que se follaba todos los días. N era una rareza de la naturaleza, una chica alta, pálida y escuálida con rostro de muñeca de porcelana y tetas duras como balones. Vestía unos deportivos sin calcetines, shorts vaqueros deshilachados que parecían hechos a dentelladas, tan recortados que dejaban buena parte de sus nalgas al exterior, y una camiseta blanca de tiras que su pecho mantenía ondeando encima de su vientre. Su media melena riza color paja le dejaba mechones por delante de los ojos, grandes y negros. Al verla tan relajada Valis se tranquilizó un poco, le pasó la mano por los hombros y puso los labios para que ella se los sellase suavemente. Podían sacarse una pasta, quizá la idea no era tan loca.

-De acuerdo amigos, ahora quiero cuatro tipos duros, cuatro voluntarios para ponerla a prueba.

No menos de una docena de clientes masculinos se abalanzaron al escenario. Un par de gorilas del club trabajaron duro para seleccionar a cuatro de ellos y mantener el resto a raya. Un chico joven huesudo, que en el forcejeo había logrado colarse, fue colocado en primer lugar al alcance de N. Al lado de ambos se acuclillaba una camarera con aspecto deportivo, en pantalón de chándal y bikini con las iniciales del club bordadas una en cada copa, provista de un contador manual conectado al marcador gigante que pendía sobre el escenario.

-Bien amigos, errr... recordad. Ehm, son 100 golpes. El que aguante 100 golpes de mi chica se lleva la bolsa de esta noche.

N se arrodilló, abrió la cremallera del chaval y pescó su polla, suave y bien desarrollada. N retiró la piel y ciñó el prepucio sedoso con 3 dedos en forma de capuchón, alzando la vista como si estuviese orando.

-Que hermosura de polla tienes. Vas a ponerte muy grande? Seguro que le ganas a estos grandullones. Me recuerdas a mi hermano pequeño. A tu edad le sacaba 3 dedos a los del último año.

Enseguida el sonido de carne fláccida dio paso al peculiar chuic-chuic de pellejo deslizándose sobre el fuste endurecido, y a los topetazos de la punta contra el interior de la palma de N. A la cuenta de 40 el chaval empezó a boquear, a los 50 se puso rojo como un chile mejicano y arrugó la cara cerrando los ojos. N cogió la mano del chaval y la apretó dentro de la suya, como si fuese a ayudarlo a cruzar. Aguantó aún una docena más, pero a los 63 escupió como un geiser. N lo tuvo escupiendo hasta que se dobló como si le hubiesen dado un puñetazo en el estómago.

El siguiente de la fila, habiendo presenciado el espectáculo, estaba ya salido como un macaco. N lo recibió con su radiante sonrisa, mientras se secaba con la toalla entre los dedos. El hombre, panzudo y desaseado, avanzó las caderas y apretó los dientes. No sin cierta dificultad N capturó su verga y la hizo salir del pantalón, vibrando como un resorte. Acarició la palpitante polla surcado de gruesas venas verdes y cerró su puño sobre la parte media, haciendo fuerza hasta descolorear de sangre la punta. Lentamente completó un par de pasadas completas, estirando el pellejo hacia la punta hasta ocultar el prepucio dentro de la mano y golpeando hacia la gruesa inserción en el pubis, haciendo tope en el hueso. Aceleró ligeramente y tras tan solo una docena de golpes la polla ya estaba a punto. Entonces se detuvo y giró su rostro de muñeca hacia Val. Estaba arrodillada frente al tipo, con el cuello en tensión y las puntas de los dedos de la mano libre plantados en el suelo para mantener el equilibrio. Valis estaba de pié un par de metros más atrás, sin saber muy bien como poner las manos. Mirando hacia él con la punta húmeda de la polla a 3 cm de su mejilla de porcelana le susurró.

-Cariño, te hago una apuesta. Te apuesto tu porcentaje a que puedo hacerlo chorrear con sólo 3 golpes más.

Valis sintió electricidad chisporroteando en su nuca y deslizándose espina abajo. Si fuese su miembro el que estuviese allí dentro podría probar, como solía hacer en privado, que él podía aguantarla, solo que ahora deseaba demostrarlo a la vista de todos. N insistió.

-Hace? Crees que no puedo? Voy a hacer puré a este hombrecito con tres sacudidas.

Sin soltar la enrojecida polla, dobló la muñeca forzándola a apuntar hacia el cielo y estiró su largo dedo pulgar a lo largo de su parte inferior, hasta alcanzar con la yema el nudo de nervios justo debajo del orificio. Sin dejar de mirar a Valis sus labios dibujaron el número uno. La primera sacudida cortó la respiración del tipo, la segunda le hizo arrugar la nariz y a la tercera escupió tan fuerte que el semen alcanzó las primeras filas.

Al tercero y el cuarto N quiso despacharlos al mismo tiempo. Los puso cara a cara y los asió uno con cada mano. Ya que la barrera de las 100 sacudidas parecía inalcanzable al menos disputarían cual se corría más tarde. Las camareras no daban abasto recogiendo apuestas. N, de rodillas entre ambas vergas, comenzó a bombear sincrónicamente, escudriñando sus miradas perdidas, y cuando uno de ellos comenzó a flaquear relajó el agarre hasta tenerlos a ambos en el mismo punto. Entonces, aceleró y los exprimió a los dos a un tiempo, disfrutando mientras los sementales bombardeaban su pecho desde ambos lados. Sus chorros empaparon el tenso algodón de la camiseta hasta hacer visible la protuberancia de las aureolas. Apretó los dientes y apuró metódicamente a sus hombrecitos hasta extraerles la última gota de semen. Luego acarició los miembros exhaustos y besó sus dorsos con mimo, como a cachorrillos desvalidos.

N había hecho escupir a todos los sementales en menos de 70 golpes, así que la bolsa permanecía intacta. El manager del local se subió al escenario, y tomando el micro propuso que las clientas, ELLAS, tuviesen derecho a una ronda. Valis hizo amago de enfurecerse, pero N le puso una mano en el pecho, apagó el micro y discutió con el manager. Aceptarían arriesgar la bolsa si les ofrecía otras 3 noches y un fijo por noche ganase o perdiese. Tras cierta agitación los 3 acordaron las reglas sobre la marcha. Uno contra uno, de pie, vestidas y no vale desnudar a la rival. N se mesó los rizos y asintió con la cabeza. El manager encendió el micro que chilló con un ensordecedor acople. Bien, alguna voluntaria entre nosotros para hacerse unos cariñitos contra nuestra rubia favorita?