Valis y N (2)

Ahora N se enfrenta a una morenaza dura de pelar.

2

De un bullicioso grupo de mulatas que habían estado echando pulsos para ver quien pagaba las copas se levantó la más corpulenta y alzó las uñas barnizadas para llamar la atención. Valis se cruzó con ella bajando las estrechas escaleras del escenario. Sus hombros chocaron y salió despedido, dio un traspiés y acabó en brazos de un tipo calvo de unos 50 años con ropa militar, el único hombre del grupo. El tipo que hablaba una mezcla de inglés y español de Centroamérica, le ofreció asiento entre su trouppe.

-Soy Brad , muy bueno conocer al macho de la superrubia. Siento que Carmensita va a patearle el culo. Pero toma algo. Qué bebes?

La tal Carmensita , que resultó ser una militar profesional a las órdenes del brigada Brad, se cuadró ante N plantada en el escenario con las piernas abiertas y los brazos en jarras. Ambas eran igual de altas, pero la morenaza bastante más corpulenta, y su tez bronceada y su nariz robusta contrastaba con la nívea palidez y el semblante infantil de N. Al sacarse la chaqueta Carmen se había quedado en un minitraje tubo ceñido, sin mangas, del que rebosaba su formidable tren superior. Milagrosamente el resto de su cuerpo, desde los muslos de yegua hasta los pechos asfixiados uno contra otro, permaneció aprisionado dentro de la tela negra mientras trepaba al escenario. N se secó las manos empapadas del semen de sus víctimas con una pequeña toallita, dedo por dedo, y recibió a su oponente apretando los labios.

-Que tal besas? tienes una boca preciosa.

El piropo desconcertó a la morenaza, que no sabía si N la estaba insultando por sus gruesos labios o halagándola de veras porque sus morros atraían a la rubia. Como para rescatarla de la parálisis N frunció la nariz y, burlona, le mostró la punta de la lengua entre los dientes. El grupo de Brad rompió el tenso silencio.

- Go Carmen, beat her crap .

-Eso, cómele los morritos a la paliduxa - replicó otra de ellas.

-Como tu sabes, Carmensita , como tu sabes...

sentenció con propiedad una tercera algo más gruesa, sentada al lado de Valis. Carmen y N, plantadas frente a frente con los pies bien separados, inmóviles como esfinges, ya no las escuchaban. Habían empezado a luchar con la mirada. Sus pesadas respiraciones, incluso sus desbocados latidos cardíacos, se habían coordinado.

De pronto los gruesos labios de la mulata se entreabrieron y surgió una lengua grande y pesada como un ofidio, suficiente carne para alimentar a una fiera hambrienta. Haciendo relampaguear su piercing , N tomó la iniciativa. Asiendo a la mulata por las nalgas succionó sonoramente la gran lengua entera y tiró de ella, como si quisiese arrancársela. El elegante cuello de N se tensó con gruesos haces de tendones que se abultaban hacia las clavículas. Sin dejar de succionar comenzó a dar tirones con sorprendente vigor, pero la cara de la morenaza permaneció imperturbable, como si N estuviese tratando de mover la cabeza de una estatua de bronce. Tras varios intentos N soltó su presa, fatigada, y la miró. Estaba tan cerca que sus ojos se pusieron levemente bizcos. Un finísimo hilo plateado mantenía ambas bocas unidas. Con un conato de sonrisa la morenaza estrujó el culo de N. Hundiendo los dedos en la dura tela vaquera y llenándose las poderosas manos de carne, tiró de ella cadera contra cadera y aplicó su boca devoradora.

Se masticaron con violencia, excitando los ánimos del público con los ojos entornados y las narices abofeteándose a cada acometida. N se retiraba a cada poco para tomar aire, con la boca brillante de saliva y los labios adormecidos. La morena aguardaba sin moverse un milímetro, y retomaba incansable una lucha que se antojaba desigual tan pronto como la boca sonrosada de la rubia se ponía a tiro de sus gruesos morros.

Tras 10 largos minutos N retrocedió jadeante. Su delicada barbilla de porcelana cubierta de la mezcla cálida de sus propios fluidos y los de su formidable rival. Sin darle tregua Carmen deslizó una de sus grandes manos por debajo de su top y con dos dedos hizo presa en un pezón de N, hallándolo empalmado y duro como la verga de un adolescente. N acusó el golpe y sus morritos se abrieron como una flor. Las amigas de la morenaza botaban de alegría viéndola ganadora. La mulatona soltó un sorpresivo puñetazo a Valis, hincándole los nudillos en el hueso del brazo. Mostrándole cuatro dientes enormes y deslumbrantes le gruñó: se la va a comer, a tu chiquirrina. Carmen atacó alternativamente los pezones de N con sus largas uñas esmaltadas. Pero para su sorpresa, N no se defendió. Mordiéndose la punta de la lengua, con los ojos entornados, la miró desafiante.

-Venga, eso nenaza, dame gustito. Ahí me gusta. Mira que duros se me ponen, me gusta mucho.

Por un instante la morenaza vaciló, desconcertada ante la entrega de su rival. De aquel pezón se podría colgar una lámpara de bronce, pero no podía ser que la rubia estuviese acabada aún. Ese instante le bastó a N para recuperar la iniciativa. Flexionándose como una pantera atacó con la estrecha punta de su lengua la poblada axila de la morenaza, jugueteando entre las gruesas raíces de vello ensortijado, embriagándose de su intenso aroma. Relamió la mata azabache partiéndola en mechones, lustrándola con la superficie plana, picoteándola con la cosquilleante puntita. Sin interrupción, encadenó la estimulación axilar con un masaje de glúteos a dos manos, haciéndolos girar en sentidos contrarios, primero uno contra otro, después tirando para separarlos, estrujando el sensible perineo de la morenaza con sucesivos apretones y dilataciones hasta que la cara interna de sus muslos relampagueó bañada con sus jugos íntimos. La vecina de Valis se mordió los puños y revolviéndose en el asiento se le agarró al brazo dolorido.

Gruñendo de gusto la morena trató valientemente de mantener el duelo, masajeando los colosales pezones de N, ahora con las puntas de los cinco dedos como si quisiese ordeñarla. Pero N aguantó el tipo y continuó trabajándole las axilas hasta que las piernas de Carmen comenzaron a temblar. En un desesperado último intento le soltó las tetas y con un movimiento ilegal trató sin éxito de penetrar con los dedos el duro tejido vaquero de los shorts de N. La rubia ascendió con su lengua cuello arriba, hasta el lóbulo de la oreja, y cuando la hubo puesto a punto, le asestó el golpe de gracia.

-Esto te va a gustar mucho, grandullona- susurró- pero no chilles.

Carmen chilló como un mono aullador encelado, como una parturienta con contracciones, como una tenista rusa ante un match point . N estaba circulando con la yema húmeda de un dedo la comisura de su orificio anal, que mantenía tenso con los dedos de la otra mano. Solo cuando se derrumbó soltó su culo para abrazarla y evitar que se desplomase sobre el escenario.

La morenaza se abandonó en brazos de su conquistadora, incapaz de aguantarle la vista. N aspiró el perfume seco de su melena negra y levantándole la barbilla le enseñó el dedo estirado que había roto su aguante. Carmen lo absorbió con sus morros y comenzó a succionarlo mecánicamente, como un bebé de 70 kilos con un enorme chupete, hasta tranquilizarse. N acercó los labios a su oreja y le confesó

-Carmen? Besas muy bien y tienes un cuerpo precioso. Si no tuviese un novio adorable me iría contigo.

La morenaza soltó al fin su dedo, y N la despidió con una caricia en la piel tierna de la nuca y la dejó ir. Valis trató de desprenderse de su mulatona, que se había enroscado a su brazo como una anaconda.

-Mi niño, me vas a presentar a tu baby , hágame ese favorito.

-Seguro -contestó Valis deshaciéndose de ella para aceptar el cortés apretón de manos de Brad y su felicitación. La dirección del local recriminaba su presencia en el backstage .

Cuando N salió de los vestuarios, perfumada y ansiosa por reunirse con su chico para celebrar el espectacular éxito de su alocada idea, el reservado estaba lleno de gente. Valis fumaba ensimismado, escuchando sin demasiada atención el sermón jaculatorio del exultante manager y su socio, dirigido en realidad a un tipo alto de melena rubia y traje de diseño que estaba enfrente de pie, recostado contra la pared, con la suela del zapato contra el carísimo terciopelo que forraba el local. Ensimismado, masajeaba el brazo dolorido del apretón de la colombiana. A su lado una mujer madura vestida al igual que el manager con la americana oficial del club intercambiaba ojeadas cómplices con el rubio, y una segunda mujer mucho más joven y escotada le estiraba la chaqueta y le masajeaba el cuello. Al entrar N el manager se levantó.

-Señorita, permítame que le presente a Mr Axel Reed, el presidente de nuestra asociación. Él ha estado gratamente impresionado por su performance , y tiene una proposición que hacerle.