Valeria...al xtremo

El me habla de forma grosera mientras me alienta a dejarme caer sobre el. La penetración es delicada y suave, el ano está tan lubricado que no hay molestia alguna mientras el pene desaparece centímetro a centímetro.

Afortunadamente la falta de alumbrado y la poca afluencia de autos y personas me permitió pasarme con rapidez a la parte trasera del auto de José Alberto. Me acomodo rapidamente en el asiento y le pido que se estire a cerrar la portezuela y ponerle el seguro. No necesito luz, y el espacio entre los asientos me permite maniobrar con libertad. Desabrocho el cinturón seguido del botón y broche del pantalón. Recargo la espalda en el asiento y elevo el culo para tirar de él y sacarlo. Alberto observa y no contiene el deseo de tocar mis piernas cuando vuelvo a sentarme en el asiento con el pantalón por los suelos. Su mano se engolosina tocando ambas piernas. Su caricia es suave y el calor de su mano traspasa la media.

Justo antes de salir de la oficina logré ingresar en uno de los sanitarios para vestirme como el desea verme: Una tanga de hilo negra, liguero negro y medias de red tambien negras. Logré traspasar la revisión física en las puertas de acceso al edificio sin problema alguno. El me esperaba metros adelante con el auto encendido.

Las protecciones solares que colocó en cada uno de los parabrisas de las portezuelas impiden que se vea algo desde el exterior, incluso el parabrisas de la parte de atrás también está tapado.

Retiro su mano de mis piernas y me incorporo para voltearme, afirmo los pies en el piso y me inclino sobre el asiento trasero, mi culo queda entre los asientos delanteros a la altura de su rostro y al alcance de sus manos. No tarde mucho en sentir las caricias de sus manos en ambas nalgas. Toma los tirantes del liguero, los estira y los suelta, el chasquido del mismo al golpear en mi pierna se escucha fuerte. Tampoco tarde en sentir su lengua recorriendo enmedio de mis nalgas ni la cosquilla de su respiración tan agitada.

Azota una nalga, muerde la otra, una y otra vez. Volteo mi rostro y me percato que de vez en cuando las luces de los autos iluminan el interior. Igual alcanzamos a escuchar voces y nos detenemos, el deja de azotar y yo dejo de gemir y suplicar.

Ya siento mi culo chorreante de saliva. Su lengua recorre ávidamente el hilo de la tanga. Ya me siento lista y se lo hago saber.

Un auto se acerca despacio y el maldice. Yo rio un poco y le pido calma. Cuando el auto pasa por fin abre de manera rápida su portezuela y sale del auto. Cierra tras de si y rodea el auto para abrir la portezuela trasera. Todo ese movimiento apenas toma unos segundos.

Al fin se acomodó en el asiento y está tratando de recuperar el aliento. Yo estoy inclinada con las manos apoyadas en el respaldo, estoy ansiosa esperando que me diga que está listo. De repente siento su dedo levantando el hilo, encuentra mi ano y entonces retira el hilo por completo, lo hace descansar sobre mi nalga izquierda. Me toma de las caderas y pone mi culo frente a su rostro. Abre mis nalgas con ambas manos y ladeando el rostro pasa su lengua sobre el ano.

Otras luces aparecen pero no interrumpimos nuestro placer.

Se retira y me muevo un poco hacia delante, el se voltea y recargándose en el respaldo baja su pantalón. El boxer que lleva apenas puede contener su pene erecto. Me volteo hacia el y me siento a la orilla del asiento, solo una de mis nalgas está apoyada, me inclino y dirijo mi atención a su pene. No lo libero del boxer, al contrario, lo muerdo con los labios. El se estremece con mi acción y se dispone a disfrutar de una buena mamada.

Le pido que retire el boxer y cuando termina de hacerlo su pene brinca y me salpica el rostro de sus lìquidos. Con una mano destapo la punta y retiro toda la piel hacia abajo, apresuro mis labios para embarrarlos de esa rica sustancia. No espero más. Abro mi boca y devoro su pene. El se inclina y con el brazo estirado lleva su mano a mi culo, tienta buscando el ano, cuando lo encuentra me penetra con un dedo arrancando de mí un placentero gemido. Ya no importan ni luces ni voces.

Su pene está bañado de mi saliva, el está bien sentado tomándolo de la base. Yo le estoy dando la espalda apoyada en el respaldo de uno de los asientos delanteros, casi en cuclillas. Mi otra mano está estrujando una de mis nalgas tirando de ella hacia un lado. Al fin siento la punta de su pene tocando las orillas de mi ano abierto.

El me habla de forma grosera mientras me alienta a dejarme caer sobre el. La penetración es delicada y suave, el ano está tan lubricado que no hay molestia alguna mientras el pene desaparece centímetro a centímetro.

Finalmente la penetración culmina. Estoy sentada en el, los vellos de su entrepierna cosquillean enmedio de mis nalgas, el acaricia mis piernas por los lados y por el frente. Ambos nos estamos acostrumbrando a la rica sensación. No nos movemos.

Coloca sus manos en mis nalgas y me ayuda a levantarme, su pene se retrae y me dejo caer nuevamente, es un juego que nos gusta y lo repetimos decenas de veces. El empuja el pene y yo lo muerdo con el ano.

Al fin nos arriesgamos a ser descubiertos pero el placer y la excitación ya son incontrolables, el se mueve en el asiento traspasando con fuerza mi culo y cuando es mi turno yo me dejo caer con fuerza en su verga. El auto se mueve ruidosamente acompañando nuestros movimientos. Los embates son cada vez más rápidos, el calor sube dentro del auto, las respiraciones se agitan, se convierten en jadeos, las piernas me duelen por el esfuerzo. Me aprisiona con sus brazos y al impedir mis movimientos su verga descarga chorros de semén dentro de mí. Es un líquido caliente, viscoso, yo aprieto mi ano para conseguir que descargue todo en mí.

Descansamos un rato y entonces cada quien como pudo arreglo sus ropas. Nos pusimos de acuerdo para una siguiente ocasión. Y entonces, poniendo el auto en marcha dejamos ese lugar oscuro y rico, testigo de nuestra aventura.