Valentina, la chacha desnuda (21)
Tras torturarlas salvajemente durante horas en la mazmorra de la mina, los hombres llevan a las tres esclavas a la superficie, las limpian a conciencia con las mangueras y las dejan secar al sol atadas a unos postes.
Gracias al reloj despertador que usaron para aplicarle las descargas a Ramona, las prisioneras pudieron contar el tiempo que las tuvieron en aquella jaula claustrofóbica completamente a oscuras que al final fueron cerca de diez horas.
Ginebra y Valentina permanecieron todo el tiempo pegadas una contra la otra con sus cuerpos desnudos cálidos y húmedos de transpiración y eso les reconfortó de algún modo. Sin embargo, apenas pudieron descansar pues cuando conseguían echar una cabezada les despertaban los gritos desesperados de Ramona al recibir una descarga eléctrica puntualmente cada cuarto de hora. En total Ramona recibió 39 descargas una tras otra a través de los anillos que perforaban sus pezones. A cada descarga ella permanecía temblando y gritando durante 60 eternos segundos mientras una potente corriente eléctrica le freía las tetas sin que pudiera hacer nada por evitarlo. Las dos hermanas contaban los segundos con el corazón en un puño dando gracias por no ser ellas las que estaban soportando ese tormento inhumano. Entonces la manecilla larga del reloj avanzaba otro minuto, otra vez se quedaba todo en calma y Ramona gemía agotada en espera de la próxima descarga eléctrica.
Una vez pasadas diez horas las jóvenes oyeron ruido en la puerta y miraron hacia ella inquietas pues pensaban que esos bestias volvían otra vez para seguir torturándolas.
Despertad perezosas, ¿qué os habéis creído?, esto no es un hotel.
Vamos, fuera de la jaula dijo Bruce golpeando los barrotes con el mango del látigo.
Y ayudándose de un tenedor de barbacoa Sam abrió la jaula y sacó de allí a las dos hermanas pinchándolas en el culo entre gritos histéricos. Por su parte, Mike liberó a Ramona de sus restricciones comprobando que tenía la punta de sus senos muy irritada por la electricidad. La pobre muchacha se derrumbó en brazos de Mike incapaz de permanecer en pie.
Maltratadas y a puntapiés las dos esclavas fueron sacadas por fin de la cámara de tortura seguidas de Mike que llevaba el cuerpo de Ramona al hombro como si fuera un saco de patatas. Las chicas comprobaron que el sol estaba ya alto y tuvieron que cerrar lo ojos cegadas por la repentina luminosidad. Entonces y sin hacer ninguna pausa sus amos las llevaron a empujones hasta los postes que había tras la cruces.
Vamos, subid los brazos que vamos a ataros.
¿Que vais a hacernos ahora? ¿Es que no habéis tenido bastante? Dijo Valentina imprudentemente entre sollozos.
Eso le valió recibir un tortazo.
UUUGgghh
Qué manía tienes de hablar sin permiso Conejita, te la voy a tener que quitar a hostias, he dicho que subas los brazos.
Y tras obedecer, las tres fueron atadas de brazos y piernas con los miembros bien abiertos.
Hecho esto y aprovechando que estaban inmovilizadas les dieron una ducha con una manguera, primero Ramona, luego Gina y después su hermana. Las chicas gritaron por el impacto del agua a presión pero aún gritaron más cuando les enjabonaron y luego les frotaron la piel con rudos cepillos de cerdas duras que más que limpiar parecían desollar. Por último les dieron una última rociada de agua helada y las dejaron secando al sol una hora más así como estaban atadas.
Mientras esperaba en esa postura Gina tuvo tiempo suficiente para fijarse en las dos cruces que ahora se erguían una junto a la otra en espera de sus víctimas e imaginó que lo siguiente sería ser crucificada junto a su hermana. En realidad tendrían que esperar aún unos días para eso.
Curiosamente el resto del día su amos dejaron descansar a Valentina y a Ginebra en la cama de Bruce con sábanas limpias mientras se llevaban a Ramona a otro lado. Sin terminar de creerselo Gina y su hermana se metieron en la cama y se durmieron abrazadas una a otra tras pedirse perdón mutuamente entre besos y abrazos.
Sin embargo, a la mañana siguiente las tres chachas fueron brutalmente despertada smuy de mañana y tuvieron que hacer todas las labores de la casa. Aquello era mucho más duro que el chalet de Tom pues aquella era una vieja casa de campo llena de mugre y suciedad acumulada. Además las chicas tenían que ocuparse no sólo de la casa en sí, sino igualmente de limpiar los chiqueros de los cerdos, los establos de los caballos y el gallinero donde había porquería para parar un tren. Todo ello tenían que hacerlo cargadas de pesadas cadenas y amordazadas. Aparte de verse forzadas a hacer todas estas duras labores durante una semana entera, Valentina y Ginebra fueron llevadas diariamente a la granja de ordeño y allí fueron ordeñadas y folladas por docenas de tipos. Sin embargo, por el momento se libraron de volver a pisar la cámara de tortura.
Markus se tomó tan en serio lo de convertirlas en vacas humanas que también pospusieron su crucifixión una semana. Entre tanto se ocupó de sensibilizarles los senos con procedimientos tan brutales como pellizcarles los pezones con tenazas, pinzas y trampas para ratones e introducirles agujas que luego le servían para aplicar descargas eléctricas. Por supuesto las chicas sufrían indeciblemente de estas brutales torturas pero la realidad es que cada día tenían los pechos más sensibles. Al de una semana de tratamiento empezaron a manar sus primeras gotas de leche…..
Fue ese mismo día cuando las dos jóvenes sufrieron una experiencia espantosa que no podrían olvidar el resto de su vida. Todo empezó cuando Sam vino de los campos de maíz con una mazorca medio podrida en la mano.
Malditos hijos de puta, son esos bichos otra vez.
¿Qué ha pasado?, contestó Markus
Esos cuervos del demonio, son insaciables, y hay una auténtica plaga. Se están comiendo el maíz y también están picando la fruta, voy a por la escopeta.
Ja, ja, ¿y qué pretendes hacer con eso si tú no le das ni a un burro a dos pasos?
¿Ah sí?, pues si tengo tan mala puntería podríais ayudarme en lugar de hablar. Venga coged vuestras escopetas y venid conmigo. Si no hacemos nada se van a comer toda la cosecha.
Es inútil, los cuervos son pájaros muy desconfiados, en cuanto nos vean saldrán volando y no volverán hasta que hallamos desaparecido.
De pronto Markus se quedó observando a las dos hermanas que en ese momento limpiaban la pocilga y una siniestra lucecita se encendió en su cerebro enfermo.
- Se me acaba de ocurrir algo para atraerlos a la trampa, ….además será divertido, venid conmigo.
El resto de los hermanos se le quedó mirando sin entender. De todos modos, a Markus se le solían ocurrir buenas ideas, así que decidieron hacerle caso y le siguieron como un solo hombre. ……
Media hora después Gina y Valentina se encontraban empujando una gran rueda de carro y haciéndola rodar hacia los campos de maíz.
La rueda pertenecía a un carro viejo de madera que ya no se usaba y que tenían olvidado en una esquina. A pesar de ser vieja, la rueda era sólida y bien construida y medía como metro y medio de diámetro. En realidad las dos ruedas del carro estaban en bastante buen estado y penas tenían polilla así que cuando llevaron la primera hasta un altozano que se erguía en el centro del maizal las dos jóvenes fueron a buscar la segunda espoleadas por los latigazos que les daba Markus.
En unos minutos las chachas traían la segunda rueda trabajosamente. Si lo hubieran hecho los cuatro hombres o se hubieran valido del tractor hubieran acabado antes pero ese era trabajo de esclavas. Además los verdugos no les ahorraron latigazos para que se apresuraran todo lo posible.
Una vez depositada la pesada rueda junto a la primera las mujeres cayeron al suello agotadas y allí permanecieron arrodilladas intentando recuperar el resuello.
Mientras tanto los hombres no habían permanecido ociosos y habían conseguido ensartar la primera rueda en un grueso vástago de madera de un metro de altura que ahora hacía las veces de eje. De este modo, apoyada en él ahora la rueda estaba en pie ligeramente inclinada y calzada con un par de gruesas piedras.
Cuando tuvieron allí la segunda rueda hicieron lo mismo con ella ante la mirada atónita de las dos bellas jóvenes que no sabían de qué iba todo aquello. Para su desgracia lo iban a entender en pocos minutos.
Ven aquí conejita, ordenó Markus a Valentina. Esta se acercó a una de las ruedas con aprensión y entonces tras soltarle los grilletes la agarraron entre los cuatro y tras acostarla sobre la rueda empezaron a retorcerle los brazos y las piernas entre los radios.
Ay, ¿qué hacéis?, Me hacéis daño, ayyyy
Efectivamente los hombres le retorcieron los miembros entre los radios de una manera muy dolorosa e incluso le obligaron a doblar sus piernas hasta el extremo atando posteriormente tobillos y muñecas entre sí con grilletes. Después fueron atando a los radios los miembros, el torso e incluso el cuello y la frente con cintas de cuero bien prietas para dejarla bien fijada a la rueda y que no se pudiera mover.
Como Valentina no paraba de gritar ni de quejarse decidieron amordazarla con con una ballgag y sólo entonces la dejaron en paz.
Markus se alejó unos pasos para comprobar el resultado mientras Bruce grababa todo con una cámara. Por su parte Valentina les miraba con cara de cordero degollado pues aunque seguía sin entender sabía que eso no anunciaba nada bueno.
- Ahora te toca a ti lechoncita, en pie.
Nuevamente Gina obedeció y no se resistió pero gritó casi lo mismo que su hermana cuando la maniataron a la otra rueda de una forma análoga.
Con las dos hermanas atadas y amordazadas una en frente d ela otra Markus cogió un látigo de colas y empezó a darle de latigazos a Valentina con toda su alma.
Shhhaaackkkk
- MMMMMHHHH
Shhhaaackkkk
- MMMMMHHHH
Shhhaaackkkk
- MMMMMHHHH
Valentina gritó y gimió cuando las colas del látigo empezaron a golpear la parte delantera de su cuerpo. Para su mal la muchacha comprendió que ese no era un simple látigo de colas de cuero pues las colas tenían algo en las puntas que ella no acertaba a describir pero que hacían mucho daño.
En realidad era una especie de flagrum acabado en tiras de cuero erizadas de diminutos pinchos que además de golpear con una fuerza endiablada no tardaron en provocar pequeñas heridas de las que manaban gotitas de sangre.
Shhhaaackkkk
- MMMMMHHHH
Shhhaaackkkk
- MMMMMHHHH
Shhhaaackkkk
- MMMMMHHHH
La flagelación fue brutal, duró más de un cuarto de hora y la víctima no dejaba de llorar ni gritar de dolor mientras el látigo marcaba sus senos, ombligo, costados muslos y brazos. Incluso en un momento dado le dio por el otro lado para marcarle también las nalgas que sobresalían entre los radios.
Finalmente cuando terminó con ella, Valentina estaba literalmente agotada de tanto encajar y entonces Markus procedió a flagelar a Gina con resultados análogos. Las dos terminaron con el cuerpo lleno de heridas y con pequeños regueros de sangre que manaban de ellas. Realmente al final parecían un ecce homo.
Tras la cruel flagelación llegó el momento de alzar las ruedas aunque antes Markus les puso a las dos mujeres unas gafas de soldar en los ojos.
- Luego me lo agradeceréis si no igual os quedáis sin esos ojos tan bonitos. Las chica no entendían nada.
Para izarlas, hicieron sendos agujeros en el suelo e introduciendo los vástagos en los mismos, los fornidos hombres hicieron fuerza por alzar la rueda de Valentina hasta que ésta quedó suspendida a metro y medio de altura y descansando sobre la rueda en posición horizontal. No fue fácil, pero cuando lo consiguieron rellenaron el agujero y calzaron bien el vástago de la rueda con piedras y maderos y luego hicieron algo similar con Gina.
Así pues las dos chicas quedaron cara al cielo azul y limpio sin una nube, con sus cuerpos inmovilizados y completamente indefensos.
Markus estaba muy excitado por todo aquello. Hay que tener en cuenta que su enferma mente de sicópata estaba subyugada por los suplicios y torturas de la antigüedad y de la edad media, y esas dos mujeres desnudas y ensangrentadas con los miembros retorcidos entre los radios de las ruedas se asemejaban sobremanera a los antiguas estampas y grabados históricos que representaban reos enrodados.
Para los que no lo conozcan diremos que el enrodamiento era un suplicio bastante común en la Europa medieval y moderna. Era un método de dar muerte ciertamente atroz e inhumano de una crueldad similar a la crucifixión, el empalamiento o el desollamiento, pues consistía en quebrar los huesos de las extremidades del condenado con una barra de hierro, un mazo, o con la misma rueda pero sin provocar heridas o daños en partes vitales. De este modo el reo acababa con los huesos de brazos y piernas hechos añicos, a veces con fracturas abiertas pero aún vivo. Eso en sí mismo debía ser dolorosísimo y mortal de necesidad, sin embargo el procedimiento era aún más perverso y brutal. La segunda parte del tormento consistía en retorcer los miembros ya destrozados del reo aún vivo entre los radios de una rueda y dejarle agonizando cara al cielo en una espantosa agonía que podía durar horas o días. Naturalmente llegaba un momento en que los cuervos, asiduos carroñeros de los patíbulos empezaban a devorar la carne de las víctimas frecuentemente cuando aún estaban vivas.
Por supuesto a las dos hermanas no les habían roto ningún hueso aunque sí que iban a servir de cebo humano, en concreto para cazar a los cuervos que devoraban las cosechas de los hermanos.
Así pues, muy satisfecho del resultado, Markus no dejó de grabar los bellos cuerpos desnudos de esas dos jóvenes grotescamente retorcidos entre los maderos y literalmente cosidos a latigazos y tras documentarlo todo bien, se alejó con sus hermanos para situarse en un lugar estratégico desde el que pudieran disparar sus armas y cazar el mayor número posible de cuervos.
De hecho no tuvieron que esperar mucho rato pues en unos minutos empezaron a aparecer los primeros pájaros. El primer cuervo llegó volando y se posó en el madero exterior de la rueda de Gina parta terror de ésta. Aparentemente el negro pajarraco se desentendió de ella pues se limitó a permanecer quieto sobre la madera lanzando graznidos.
Parecía que esa era una especie de señal a sus congéneres, pues tras los graznidos aparecieron dos cuervos más que se posaron sobre las ruedas, y al de un rato aparecieron otros dos. Ya había cinco o seis cuervos a pocos centímetros de las hermanas de manera que Sam se llevó lentamente la culata de la escopeta a la cara y se dispuso a disparar.
- Espera, espera un momento, esos son muy pocos, vamos a esperar a que lleguen más, le dijo Markus poniendo la mano sobre el cañon de la escopeta.
Y efectivamente así fue, a los cinco primeros se les fueron uniendo otro cinco y otros cinco más, de manera que en un rato ya se habían congregado cerca de quince cuervos.
- Ya os lo dije, son una auténtica plaga dijo Sam susurrando para no espantarlos.
El último de los cuervos se había posado no sobre la madera sino directamente sobre el cuerpo de Valentina, en concreto había hincado sus garras sobre su pecho derecho de manera que ella empezó a gritar histérica y se agitó todo lo que pudo.
Eso hizo que el cuervo saliera volando espantado así como otros seis más con él.
Aparentmente se habían librado fácilmente, sin embargo, eso no les libró del tremendo suplicio que les esperaba pues los pájaros no tardaron en volver aún en mayor número.
Al ver el resultado de los primeros gritos, las dos mujeres intentaron auyentarlos gritando y agitándose todo lo que podían, pero los animales se dieron cuenta de alguna manera que las dos víctimas estaban indefensas y ya sin miedo cada vez se volvieron más osados. Así en pocos minutos empezaron a atacarlas de verdad y entonces empezó el infierno.
El primer picotazo se lo llevó Gina en un muslo y la joven aulló de dolor como si le hubieran dado una cuchillada.
Probablemente no hace falta decirlo, pues es del dominio público, pero los picos de los cuervos son como cuchillos afilados de modo que cada picotazo sobre la carne desnuda tenía un efecto devastador.
Lógicamente las dos chicas gritaron y aullaron histéricas cuando al primer picotazo siguió el segundo y luego el tercero. En unos minutos las decenas de pájaros negros que se habían congregado empezaron a cebarse sobre ellas aleteando como locos entre horribles graznidos y picándoles vorazmente por todo el cuerpo. Pronto las nuevas heridas se sumaron a las del flagrum y los regueros de sangre volieron a brillar al sol.
En peligro de ser devoradas vivas las dos chicas pedían auxilio gritando enloquecidas en plena agonía sin poder hacer nada.
Llegó un momento que uno de los cuervos la tomó con la cara de Valentina que entonces comprendió por qué le habían puesto las gafas pues si no el animal le habría sacado los ojos a picotazos con toda seguridad.
Como decimos esa fue una experiencia horrible pues las dos chicas pensaron que realmente las devoraban esos bichos asquerosos pero entonces sonaron los primero disparos.
- Cuidado, no les deis a ellas, advirtió Markus y los disparos de escopeta empezaron a derribar un cuervo tras otro. Los pájaros estaban tan apelotonados que prácticamente todos los disparos se cobraron alguna pieza. Muy pocos de esos bichos asquerosos consiguieron escapar.
Los animales muertos cayeron sobre el cuerpo de las jóvenes que quedaron cubiertas de plumas negras, cadáveres de cuervos y de la sangre de éstos mezclada con la suya propia.
Muy satisfechos y felicitándose por la idea de Markus, los hombres se acercaron con sus escopetas humeantes a ver el resultado. Probablemente habían abatido más de veinte cuervos lo cual no estaba nada mál.
- A los otros les costará volver, ja, ja, menuda carnicería dijo Sam.
Entonces Markus le quitó las gafas a Valentina.
Esta temblaba literalmente de miedo y de grima pues aún sentía a esos bichos repugnantes picándole todo el cuerpo.
- Como ves yo tenía razón Conejita, si no llega a ser por las gafas ahora te habrían sacado los ojos con esos picos tan afilados. No sé por qué pero los cuervos se pirran por los ojos, siempre se tiran a ellos como los gatos.
La joven estaba completamente aterrorizada y no podía dejar de temblar por lo que los hombres pensaron que quizá ya habían tenido bastante y se dispusieron a liberarlas. Sin embargo, cuando estaban a punto de hacerlo algo les hizo parar.
- Eh mirad, dijo Mike señalando al cielo.
Efectivamente eran seis buitres enormes que con sus alas extendidas planeaban en la vertical de las ruedas a buena altura haciendo círculos.
¿Habéis cazado alguna vez un buitre?, dijo Markus sonriendo con sadismo
No, contestó Bruce, ¿crees que se sentirán atraidos por estas dos?
No se pierde nada por probar.
Y diciendo esto, en lugar de liberarlas dejaron a las dos jóvenes como estaban cubiertas de cadáveres de pájaros y de sangre y se volvieron a alejar de ellas para que siguieran cumpliendo su función de cebo.
Lógicamente las dos hermanas vieron también a los buitres y empezaron a pedir auxilio y piedad pero allí no había nadie dispuesto a ayudarlas. Las muchachas comprendieron aterrorizadas que ahora iban a ser la carroña de pájaros mucho más grandes que los cuervos.
A los buitres les costó algo más acercarse y lo hicieron lentamente planeando y haciendo círculos cada vez más cerca de las ruedas. Seguramente debían estar muy hambrientos pues si no no se hubieran acercado nunca. Para terror de las pobres muchachas, los animales terminaron de planear y se fueron posando uno a uno a pocos metros de las ruedas manteniendo sus alas de enorme envergadura abiertas y graznando como si celebraran gozosos el festín de carne humana que estaban a punto de darse.
Al ver a esos monstruos las chicas gritaban y se agitaban muertas de miedo lo cual contribuyó a mantener alejados a los animales unos minutos, pero lo mismo que había ocurrido con los cuervos, los carroñeros comprobaron que sus víctimas estaban inermes e indefensas por lo que sería fácil dar buena cuenta de ellas.
Nuevamente el primer buitre se subio a las ruedas de un salto e hincó sus uñas en los pechos de Gina que gritó como una loca cuando sintió que se le clavaban en su carne como cuchillos.
El animal volvió a extender sus enormes alas y ya se disponía a dar un picotazo cuando sonó un disparó y cayó muerto sobre la cara de la mujer.
Inmediatamente el resto de las aves emprendió el vuelo y los hombres siguieron disparando abatiendo a dos más. Finalmente los bichos se alejaron y los hermanos volvieron a acudir a las ruedas y liberaron a las pobres hermanas.
Lo de las ruedas fue una experiencia terrible hasta tal punto que las dos jóvenes no dejaron de temblar ni un momento mientras las liberaban y se las llevaban de vuelta para la casa para limpiarlas de sangre y curar sus heridas. Ninguna de las dos fue capaz de dejar de temblar ni pudo emitir una palabra hasta una hora más tarde.
Los días pasaron y Gina y su hermana tuvieron tiempo de recuperarse de lo de los pájaros. De este modo cuando sus heridas y marcas cicatrizaron, los cuatro granjeros decidieron celebrar por fin la ansiada cacería que habían prometido e invitaron a la misma a todos los vecinos del valle.
Como ya habíamos dicho, no se trataba de una cacería normal de corzos o jabalíes. En este caso las presas a cazar no eran otras que las dos chachas: “conejita y lechoncita”. Según las reglas que les impusieron los sádicos labriegos si ellas conseguían escapar de los perros y de los cazadores recobrarían la libertad y podrían marcharse del valle, en caso contrario sufrirían ante todos el tremendo suplicio de la crucifixión y un sinfín de crueles torturas aparejadas al mismo que experimentarían en público durante horas.
De nada valieron los ruegos de piedad de Valentina que seguía insistiendo en que su dueño Tom no podía estar conforme con que ella también fuera sometida a semejante ordalía. Los hermanos no hicieron ni caso de sus ruegos y las encerraron a las dos en jaulas individuales para que pudieran descansar para lo que les esperaba. Mientras oía los sollozos de su hermana mayor, Gina hacía que dormía pero en realidad estaba superexcitada. La joven masoquista contaba los minutos que faltaban para ser crucificada. En realidad no tenía ninguna intención de huir. En su fuero interno pensó que haría como si escapaba pero estaba decidida a dejarse atrapar por los cazadores.
Al día siguiente, Ramona, Gina y Valentina se levantaron al alba y tras hacerse la toilette y un enema tuvieron que limpiar y preparar todo para los más de cuarenta invitados que se esperaban. En ello invirtieron más de cuatro horas.
Cuando acabaron el duro trabajo las tres chachas tuvieron que esperarles a la entrada de la granja convenientemente vestidas como si estuvieran en el chalet de Tom: zapatos de tacón, medias de rejilla, liguero, gargantilla, muñequeras y cofia de ganchillo blanco. Con esos trapos ridículos no pegaban para nada en ese ambiente campestre, pero se trataba de humillarlas y esas ropas eran muy humillantes. Por último llevaban el inevitable tapón anal cuyo vidrio tornasolado brillaba entre las nalgas.
Por su parte, los invitados fueron llegando vestidos con ropas de cazador o camuflage y con sus fusiles de paint ball preparados. Algunos de ellos trajeron consigo a sus propias esclavas, que en total sumaban nueve chicas más, pero no para cazarlas ni castigarlas, sino simplemente para que sirvieran las mesas y les amenizaran el espectáculo sirviendo a todos los hombres y dándoles placer con sus bellos cuerpos. Por supuesto la etiqueta establecía que las mujeres tenían que permanecer en todo momento completamente desnudas, sin arneses, tangas ni capuchas que ocultaran ni un centímetro de su piel.
Los cazadores se fueron sentando a lo largo de largas mesas corridas y las doncellas se pusieron a servirles de beber. Era una mañana fría así que les sirvieron bebidas calientes mientras todas las esclavas tiritaban de frío pues no se les permitió abrigarse con ninguna prenda ni acercarse a los braseros donde Markus y Sam estaban quemando leña. Tras servirles las bebidas y dejarse tocar por todos esos pervertidos Valentina y Ginebra se retiraron para que Ramona las vistiera adecuadamente.
De hecho en unos minutos las dos hermanas estaban de vuelta preparadas para hacer el papel que se esperaba de ellas que no era otro que servir de zorras, o sea de piezas para ser cazadas.
Para ello les pusieron unas máscaras infamantes de cuero negro con hocico y orejas largas. No es que esos aditamentos estuvieran muy logrados, pero con un poco de imaginación aquellas cosas podían pasar por máscaras de zorro. Las manos se las encadenaron al cuello con unas cortas cadenas y por último les pusieron unas botas altas de color negro.
Al verlas aparecer así los cazadores aplaudieron muy excitados pues sabían que en breve iba a empezar la diversión que llevaban esperando tanto tiempo. Ramona paseó a las dos zorras entre los cazadores para mayor humillación de ellas y finalmente les hizo agacharse y les abrió las nalgas mostrando sus coños pelados y el orificio anal rojo de todas las veces que habían sido sodomizadas en los últimos días. Entonces cogió las colas de zorras que tenían preparadas y embadurnó bien los dildos de las mismas con hortigas.
- Bueno putas, dijo Markus esgrimiendo las colas de zorras, esto consiste en lo siguiente. Ahora tenéis vuestra única oportunidad de huir de este infierno. Como tenemos espíritu deportivo os vamos a dar una hora de ventaja y sólo entonces soltaremos los perros y comenzaremos la cacería. Aquellos cazadores que tengan la fortuna de capturaros tendrán derecho a aplicaros la tortura cuando estéis en la cruz. No obstante si conseguís cruzar el puente de tablas quedaréis libres, ¿está claro?.
Y las dos muchachas dijeron que sí con la cabeza. La verdad es que no se hacían muchas ilusiones de poder escapar como rebelaban sus rostros compungidos y cubiertos de lágrimas.
- Muy bien, zorras pues agachaos que os van poner esas colas tan ardientes.
Las dos jóvenes se agacharon y Ramona se ocupó de abrirles las nalgas para que les metieran los dildos en el agujero del culo sin ningún obstáculo.
MMMMHHH
MMMMHHH
Al sentir como si tuvieran fuego en el recto las dos chicas empezaron a patalear y corretear sin parar de moverse
- Ja, ja, parece que os hubieran metido carbones encendidos, ¿verdad?, así correréis más rápido, venga y ahora a correr, ¡venga zorras!, aprisa, les dijo Markus repartiéndoles de latigazos.
Efectivamente las dos jóvenes salieron disparadas como alma que lleva el diablo entre las risas de los cazadores encantados de ver cómo corrían esas dos tías en pelotas a las que les temblaban ridículamente las tetas y las nalgas.
Cuando se perdieron de vista, Ramona y las otras esclavas volvieron a repartir unas bebidas a los cazadores para que no se enfriaran mientras Markus colocaba un gran reloj de arena.
- Cuando caiga el último grano empezará la cacería y que gane el mejor.
Entre tanto Sam y Bruce se aseguraron de que las cruces estaban bien calzadas como para soportar el peso de un cuerpo humano. Mientras tanto Mike avivaba el fuego y alimentaba los braseros con más leña. En un par de horas estarían listas las brasas para calentar los instrumentos de tortura, tan seguros estaban de que las iban a atrapar.
Al principio Ginebra y Valentina corrieron juntas ladera abajo dando trompicones, tropezando y cayendo al suelo. Aparte de ver muy poco con aquellas máscaras el trasero les ardía y además tenían las manos atadas entre los omóplatos. Al de un rato Gina sugirió con gestos que lo mejor era separarse pues así tendrían más posibilidades de escapar.
En realidad Gina quería dejarse atrapar por los cazadores pero además si conseguía atraer hacia sí a los cazadores y los perros quizá su pobre hermana tuviera una oportunidad de escapar.
De este modo Valentina perdió de vista a su hermana y siguió valle abajo buscando el puente de tablas
La chica corrió hasta el límite de sus fuerzas pero todo fue inútil, la máscara le impedía respirar libremente, además la cosa no era tan fácil, no bastaba con ir cuesta abajo en busca del río pues las parcelas estaban plagadas de alambre de espino y vallas de madera para el ganado. Enseguida la chica se perdió y le fue imposible encontrar el puente de tablas que le conduciría a la libertad.
Al de tres horas de deambular por ahí sin rumbo y muy cansada, Valentina oyó el ladrido de los perros que estaban usando para encontrar su rastro y tras experimentar un escalofrío de terror salió corriendo en dirección contraria.
Completamente desesperada por huir de allí, la chica corrió y corrió sin rumbo hasta el límite de la extenuación pero de pronto oyó que otros perros ladraban delante de ella. El cerco se iba cerrando y la joven ya no sabía hacia dónde tirar. El corazón le latía muy fuerte en el pecho mientras ella se decía a sí misma que tenía que escapar como fuera del suplico de la crucifixión. De pronto oyó cómo algunos cazadores advirtieron a los demás que la habían visto y hasta ella llegaron sus gritos y el ruido seco de los disparos mientras algunas bolas de pintura impactaban en los árboles de alrededor dejando manchas azules y amarillas.
Totalmente histérica, Valentina siguió corriendo entre los impactos de Paint ball hasta que una bola le dio de lleno en el muslo izquierdo haciéndole gritar de dolor.
La chica cayó al suelo pero se sobrepuso y tras levantarse siguió corriendo como podía cojeando y jadeando de cansancio. Sin embargo en pocos minutos estaba atrapada contra unos altos setos, rodeada de cazadores que empezaron a dispararle a bocajarro llenándole de pintura mientras los perros de presa ladraban histéricos sujetados por correas.
Muerta de dolor por los impactos, Valentina se tumbó en el suelo echa un ovillo y entonces fue cuando la atraparon y le soltaron los grilletes pero sólo para atarla de pies y manos a un largo palo que traían para transportar las piezas cazadas.
Los que la cogieron oyeron cómo la muchacha suplicaba llorando mientras la maniataban al palo.
- No, por favor, no, no me crucifiquéis, os lo suplico.
Continuará