Valentina, la chacha desnuda (01)

Valentina una atractiva joven de 20 años se emplea como empleada del hogar en el lujoso chalet de Tom

“El sueño de todo hombre maduro es tener por casa una doncella desnuda, joven, bella y obediente que satisfaga todas sus necesidades y que acepte recibir sumisa y agradecida los castigos que su dueño quiera imponerle.”

Un barrio rico de una ciudad de EEUU.

  • Buenos días, ¿qué desea?

  • Buenos días, vengo de parte de la agencia, espero no llegar tarde.

  • ¿Es usted la nueva sirvienta?...... Ya era hora,…  llevo más de cuarenta minutos esperándola,…vamos, pase.

Tom pulsó el botón del telefonillo y la puerta de la calle se abrió con un sonoro chasquido. Inmediatamente se empezaron a oír los ladridos de una jauría de perros. Con cierta aprensión, la mujer entró en un amplio jardín rodeado de frondosos árboles y setos que impedían la visión desde fuera. En el centro del mismo había una piscina de gran tamaño y varias tumbonas, una mesa con sillas bajo una gran sombrilla y otras cosas….

Para cuando llegó a la casa, Tom ya le esperaba en el umbral.

  • Sepa que es una grave falta de respeto llegar tarde a una cita, le dijo bruscamente sin siquiera presentarse.

  • Lo siento,..el metro.

  • Ya es igual, adelante, pase dentro y no perdamos más tiempo.

Tom hizo pasar a la recién llegada a un amplio recibidor en el que destacaba un enorme espejo de pared que llegaba hasta el suelo. La chica se miró y se vio de cuerpo entero. Realmente venía muy sexy, vestida con un vestido azul claro de tela ligera que se pegaba al cuerpo, falda por encima de las rodillas y generoso escote sostenido por unos delgados tirantes. Los zapatos de tacón alto realzaban unas bonitas piernas.

Sin decir una palabra, el dueño condujo a la recién llegada  hasta un lujoso salón pero no le ofreció asiento.

Él en cambio se repantingó en una butaca  mientras ella tenía que permanecer de  pie.

El hombre se la quedó mirando de arriba abajo sin decir nada mientras cogía una fusta negra de un paragüero y la acariciaba con las manos. Ella en cambio no sabía qué hacer y se mostraba nerviosa e insegura……evidentemente no había empezado con buen pie.

  • ¿Cómo se llama? Dijo Tom  rompiendo ese incómodo silencio.

  • Valentina,….Valentina Sánchez. Ella insistía en tapar sus abultados pechos con las manos y con el bolso que traía.

  • Imagino que tendrá papeles.

Elloalos sacó nerviosamente del bolso.

  • Sí, aquí,  aquí tiene los papeles de la agencia.

El dueño de la casa dejó por un momento la fusta, se los cogió de la mano y se entretuvo revisándolos una y otra vez mientras la miraba de reojo sin decir palabra.

  • ¡Sólo 20 años!, ya me parecía ¿no es usted muy joven para trabajar de chacha?

Valentina no respondió a esa pregunta.  Estaba realmente incómoda ante la mirada inquisitiva de ese hombre maduro,….. no sabía dónde mirar ni qué hacer.

  • Veinte años,…. dígame, ¿Es la primera vez que trabaja de sirvienta?

  • Sí,. así es, pero sé hacer de todo.

  • Eso habrá que verlo…. bueno,….. parece que todo está en orden….dijo él devolviéndole los papeles…… Se llamaba Valentina ¿no?.

  • Sí, ya se lo he dicho, Valentina Sánchez, contestó ella un poco nerviosa.

  • ¡No sea descarada!, no soporto la insolencia.

  • Perdóneme señor, no quise…

  • …imagino Valentina que ya le habrán advertido lo que significa trabajar para mí.

  • Sí, sí señor.

  • También le habrán dicho en qué consistirá su trabajo.

El hombre volvió a coger la fusta y la dobló entre sus manos mostrando así su flexibilidad.

Valentina miró el amenazador objeto con cierta aprensión.

  • Sí,….. ya me lo han dicho.

  • Como sabe soy un amo…. quiero decir que soy una persona muy exigente con mis subordinadas. Me gusta que todo esté muy limpio y en perfecto estado….no perdono las faltas….y sobre todo,…..no me gusta que me lleven la contraria.

  • No, no señor

El hombre se empezó a golpear la palma de la mano con la punta de la fusta subrayando así cada afirmación.

  • Tendrá usted que obedecerme  en todo por absurdo que le parezca,…. espero que eso también quede claro.

  • Si señor,…. sí

Tom miró a la chica con dureza y severidad y ella tuvo que bajar los ojos otra vez.

  • Pago bien pero no permito ningún fallo, ¿está claro?

  • Sí, sí señor, no tendrá queja de mí, se lo prometo.

  • Así lo espero, hoy no ha empezado muy bien que digamos, no me gusta la impuntualidad ¿está claro? Dijo golpeándose con la fusta algo más fuerte. Ella afirmó con la cabeza……. de todos modos estará a prueba una semana.

  • De acuerdo….muchas gracias.

  • Muy bien, pues vaya a la habitación de servicio, allí  podrá cambiarse y encontrará un papel con la lista de tareas y las normas. Ah, y …bienvenida.

  • Gracias señor.

Valentina se cambió de ropa a toda prisa y se presentó en el despacho  del señor para que supervisara su atuendo.  Tom no le exigía llevar uniforme de doncella por lo que en principio ella podía escoger la ropa que iba a utilizar. Sin embargo quiso ser prudente el primer día y se vistió con un chándal feo pero práctico que contrastaba vivamente con el bonito vestido con el que había llegado. Lo que sí se le exigía era llevar un pañuelo en la cabeza que ella se anudó al pelo gracias a unas orquillas y también unos guantes de goma.

El hombre la miró sin decirle nada y finalmente afirmó con la cabeza como para darle su visto bueno.

  • ¿Ha entendido sus tareas?

  • Pues ¡hala! no pierda más tiempo y póngase inmediatamente a trabajar. Por supuesto se quedará al final para recuperar el tiempo que ha perdido por llegar tarde.

  • Sí, sí señor, por supuesto,…. claro que sí….y ella se puso en seguida manos a la obra mientras él se volvía a trabajar en su ordenador.

Tom vivía solo en un enorme chalet de dos pisos  con más de 200 metros cuadrados construidos en cada uno de ellos. Por si esto fuera poco, tenía un amplio garaje y otras dependencias en el sótano. Asimismo, alrededor de la casa había un enorme jardín con árboles. Junto a la piscina y en un lateral, había  también un pequeño campo de futbito con suelo de terrazo y  porterías medio desvencijadas pues hacía mucho que no se usaban. Algo más allá estaba la perrera con cuatro perrazos de presa bastante fieros.  De hecho, los cuatro empezaron a ladrar como locos cuando olieron que una extraña había entrado en la finca y montaron una escandalera de mil demonios. Tom los había encerrado precisamente en previsión de que  se presentara la nueva doncella.

El hombre trabajaba en casa y llevaba desde allí sus negocios visitándolos muy de cuando en cuando. Aunque tenía más de cuarenta, no estaba casado ni tenía hijos. Tampoco tenía novia ni pareja estable y no solía mantener relaciones serias con mujeres,…. algún ligue ocasional, alguna prostituta cara y complaciente de vez en cuando….

Como empleados sólo tenía pues a Valentina y al viejo jardinero Johnny que venía una vez por semana para cortar la hierba, podar los árboles y alguna cosa más. Eso significaba que casi todo el trabajo de la casa le correspondía a la chacha. Por eso Valentina había sido contratada por una jornada larga de ocho horas al día lo cual significaba un apreciable plus en su  paga. A pesar de eso, el sueldo que recibía la muchacha por ese trabajo tan duro seguía siendo ridículamente  bajo.

Ese primer día Tom estuvo pendiente todo el rato de su nueva sirvienta. Era un tipo bastante maniático y quería asegurarse de que  ella era la persona adecuada. Sin embargo, había algo más…

Teniendo en cuenta que las anteriores asistentas solían ser mujeres vulgares y viejas, la presencia de esa bella joven resultó ser una agradable novedad.

Había que reconocer que Valentina era muy guapa aunque tenía cara de bobalicona y unos dientecillos de conejo que si bien no le afeaban le hacían parecer un poco idiota,…por lo demás era morena, de melena lisa, nariz respingona también de conejilla, pómulos redondos de niña, ojos verdes enormes y mentón con hoyuelo central. Aunque el chándal no le favorecía en absoluto se podía adivinar a través de él una bonita figura. Bajo el escote de ese vestido que había traído, Tom había  vislumbrado  unos pechos bastante grandes para pertenecer a una chica que acababa de cumplir los veinte, así a ojo el hombre le echaba entre 85 y 90 de pecho con una copa D de sostén, o sea el tamaño y forma que más le gustaba.

No es solamente que a Tom le gustaran las mujeres guapas.  Es que además era un tipo bastante pervertido, aficionado al porno y especialmente al bondage y al sadismo. De hecho no se relacionaba con muchas mujeres porque pocas estaban dispuestas a someterse, digamos,…..a sus “exigencias”.

El primer día estuvo observando a Valentina  todo el rato como un auténtico voyeur,….

El tipo no perdía de vista cómo se movía  y cómo trajinaba la chica de acá para allá…..

  • Menuda preciosidad, se dijo para sí, tiene cara de tonta, pero está para comérsela,……. y en cierto momento no pudo evitar imaginársela desnuda…..

Por su parte, ella seguía a lo suyo, sin percatarse al parecer de que ese hombre la miraba con tanto interés…..

………..

Los días pasaron y Tom dio su visto bueno a la chica finalizando así su periodo de prueba. El hombre tenía tantas manías con los detalles, que  le pillaba con frecuencia en pequeños fallos, sin embargo le compensaban sus otras cualidades.  Por supuesto, un punto a favor es que estuviera tan buena, pero no lo era menos su buen carácter y cierta tendencia sumisa a aceptar órdenes y responder sin altivez a cualquier sugerencia u observación del dueño de la casa por desconsiderada y caprichosa que fuera.

En la primera semana Valentina conoció al viejo Johnny, el jardinero de color que tendría casi setenta años pero que se mantenía bastante activo como para cuidar las rosas del jardín, cortar la hierba y podar los setos. El hombre parecía amable y pacífico y saludó cortésmente a la chica antes de seguir con sus tareas.

Las cosas siguieron sin novedad, pero un día  Valentina entró en el despacho de Tom y allí se llevó la sorpresa de su vida.

Normalmente el dueño de la casa pasaba mucho tiempo allí dentro y  la mayor parte de las veces con la puerta cerrada y el pestillo echado. Quizá por eso ella nunca antes había osado entrar para no molestarle, pero al verlo vacío entendió que quizá tenía que limpiar el polvo y barrerlo como hacía con el resto de la casa.

El despacho en cuestión era una habitación pequeña del segundo piso sin ventanas. En ella estaba la mesa de trabajo y el ordenador pero también una sofá y enfrente una estantería, en el centro de la cual había un televisor de plasma.

Lo que dejó a la chica sin habla fue lo que había en las estanterías: decenas y decenas de libros, revistas y videos porno.

Esta vez la curiosidad venció la prudencia y la muchacha  se puso a ojear los títulos totalmente alucinada. Fue entonces cuando se dio cuenta de que la mayor parte de ese material era de temática BDSM lo cual le hizo inquietarse aún más.

Sin saber por qué Valentina se empezó a excitar de ver todas aquéllas imágenes sadomasoquistas y se sintió tan atraída por ellas que cogió un cómic sado de amplios y coloridos dibujos y lo abrió.

El comic se titulaba “La furgoneta negra” de un tal Roberts. En él una chica que iba en bicicleta por una solitaria carretera camino de la playa era secuestrada por dos encapuchados a punta de pistola. Uno de los tipos la desnudaba y violaba en la parte trasera de la furgoneta mientras el otro conducía hacia una casa abandonada. Allí la tenían secuestrada durante varios días esos dos sádicos  para violarla y torturarla a placer. La viveza de las imágenes  y las perversas torturas a las que la sometían hicieron que Valentina se calentara y se mojara toda a medida que pasaba las páginas y en un momento dado no pudo evitar tocarse.

Tom apareció inopinadamente y la pilló acariciándose sus sensibles pezones a través de la tela del chándal. Absorta en la lectura de tan sórdido cómic ella no se había dado ni cuenta de que la observaban. Por un momento, el hombre se quedó quieto espiando a su doncella con cierta satisfacción pero cuando lo creyó oportuno se puso a reprenderla.

  • ¡Señorita!, le dijo, bruscamente dándole un susto de muerte, no le pago por perder el tiempo. Además, que yo sepa, no le he dado permiso para enredar en mis cosas.

  • Perdón, señor, dijo ella guardando a toda prisa la revista, estaba,…. estaba limpiando las estanterías y se cayó al suelo,…yo.

Valentina se puso toda roja de que le hubiera pillado curioseando aquel cómic lleno de chicas desnudas y maniatadas.

  • No mienta, estaba curioseando. Devuélvalo inmediatamente al sitio donde lo ha encontrado, dijo Tom sobreactuando un poco.

  • Sí, sí, perdone.

  • Espero que esto no vuelva a ocurrir o tendré que despedirla. Además me quejaré a la agencia por su comportamiento.

  • No, no, por favor, perdóneme, no volverá a ocurrir….

En ese incidente Tom descubrió que encontraba mucho placer en humillar a  la chacha y a partir de ese momento buscó  todo tipo de pretextos para hacerlo. El hombre entendió pronto  que Valentina  era una  tía con poco carácter. Quizá es que en el fondo era una tonta del bote,  pues aceptaba con resignación y buena cara todo tipo de abusos y humillaciones. También le gustó que se hubiera puesto cachonda viendo porno. De hecho, desde el incidente del cómic decidió tratarla de forma cruel y caprichosa a ver hasta dónde aguantaba.

Así, por ejemplo, el día siguiente le prohibió usar la fregona  aduciendo que el piso no quedaba suficientemente limpio. En su lugar  le obligó  a fregar el suelo agachada  a cuatro patas  con un cubo y un trapo como se hacía antes.

Hay que recordar que aquella casa tenía muchos metros cuadrados de baldosa tanto dentro como alrededor de la piscina por lo que la joven sirvienta invertía muchas horas en limpiarlo todo con buen cuidado de no dejar ni una sola mancha.

Entonces Tom se aprovechaba de la situación y se sentaba cómodamente con una cerveza mirando cómo la chacha trabajaba a cuatro patas en esa postura tan humillante. El tío se deleitaba entonces observando su trasero que ella movía de forma muy insinuante mientras fregaba. Tom tuvo tiempo suficiente para apreciar que Valentina tenía un buen culo, redondo y de nalgas prietas de esas que da gusto azotar.

Por supuesto ella no protestó de que la mirara tanto. Es más, después de lo del cómic cualquier otra muchacha en sus cabales se hubiera despedido al saber que su jefe era un sádico y un pervertido, pero Valentina no lo hizo y siguió actuando como si nada hubiera ocurrido

Otro día Tom  soltó a los perros por la casa. Estos fueron directamente a por la criada y empezaron a gruñirle amenazadoramente una vez la arrinconaron contra la puerta de entrada. Mostrándole sus afilados colmillos, esos chuchos  le dieron a entender que no la querían allí y le hicieron pasar un rato muy desagradable. La pobre Valentina tuvo que pedir ayuda a gritos y tras un largo rato de angustia acudió el dueño de la casa al rescate.

  • Vamos señorita, no sea tan exagerada, los perros no le van a hacer nada. El problema es que le huelen el miedo.

  • Sí, sí señor, gracias señor, contestó ella mirando aterrorizada cómo esas fieras seguían enseñándole los colmillos y le gruñían a pesar de la presencia del dueño.

Al comprobar el miedo que les tenía, Tom no desaprovechaba momento para exponerla a sus canes disfrutando mucho del desconcierto y pavor de la muchacha.

En esos días Valentina se preguntó más de una vez por qué ese hombre se pasaba las horas muertas en su casa sin salir para nada. Como ya hemos dicho, ni siquiera tenía que ir a trabajar pues podía controlar sus negocios perfectamente desde el teléfono o el ordenador. Por eso podía estar todo el rato allí, aprovechando cualquier oportunidad para jugar con su nueva chacha buenorra. En realidad la razón de que él casi no saliera de casa era la propia Valentina aunque ella no lo supiera.

Días después del incidente del cómic, Tom le mandó limpiar las baldas de la librería de su despacho, de manera que ella tenía que vaciarlas primero, una a una, limpiar el polvo y luego dejar los libros y vídeos tal y como estaban tras pasarles un trapo.

En este caso Valentina  sí que tuvo oportunidad de sobra para  ver los títulos de todas  aquellas películas y revistas pervertidas. La pobre muchacha estaba entre escandalizada y muy excitada de ver todas aquellas mujeres que aparecían en las carátulas, desnudas, atadas y sometidas a torturas o violadas de las maneras más perversas imaginables.

  • ¿Le gustan las películas sado?, le dijo Tom riéndose de su azoramiento.

  • No,…. no estoy muy familiarizada con el porno, señor.

  • Pues a mí me encantan, si quiere le dejo alguna,…. pero siempre que me la devuelva claro.

  • No,…. muchas gracias, señor, dijo ella rechazándola  e intentando no ofenderle.

  • Sí, la entiendo, algunas son un poco fuertes.

Y entonces Tom se marchaba riendo. Definitivamente le gustaba la paciencia con la que esa chica respondía a lo que eran claramente las  provocaciones de un macho prepotente. Otra cualquiera ya le hubiera soltado dos frescas.

El caso es que cuando ya  llevaba quince días trabajando para él en esas humillantes condiciones  de repente vino una ola de calor que duró varios días y disparó el termómetro por encima de los 35 grados centígrados.

La pobre Valentina lo pasaba entonces realmente mal con su chándal de costumbre venga a trabajar y trabajar por toda la casa sin parar mientras Tom se refrescaba en la piscina  y se tumbaba a la sombra con su bañador tomando las bebidas frescas que ella misma le traía en una bandeja.

Ya era el segundo día de bochorno y el fuerte calor no remitía….. Valentina reunió valor y se acercó a Tom. La chica venía completamente sofocada.

  • Perdóneme señor.

  • Dígame, ¿por qué me molesta?.

  • Perdón…., ¿Le importaría si me pusiera ropas más cómodas? Es que hace mucho calor.

Tom la miró de arriba abajo.

  • Me hago cargo señorita, como ve soy una persona muy liberal pues por el momento no le he exigido que se ponga un uniforme pero comprenderá que antes de permitirle que se vista de cualquier manera tendré que aprobar el atuendo.

  • Sí, sí descuide, el caso es que…

  • ¿Qué pasa?

  • Casi no me atrevo…

  • ¿Qué?, diga lo que sea de una vez.

  • Es que sólo tengo este chándal y el vestido con el que he venido de casa, pero no tengo otra ropa de trabajo que ponerme, quizá usted…

  • ¿Es usted tonta?, aquí no vive ninguna mujer y no tengo ninguna ropa que prestarle. Si quiere vestirse de otra manera traiga mañana lo necesario pero eso sí, antes tendré que aprobarlo.

  • Sí, señor, así lo haré, gracias señor.

Al día siguiente Valentina llegó con el vestido de costumbre y se fue a su habitación para cambiarse, entonces   tras unos minutos  compareció ante el dueño de la casa, que en ese momento estaba tomando una taza de café en la cocina para que le diera el visto bueno.

  • Aquí estoy señor, ¿Qué le parece así?

A Tom casi se le cayó la taza de café al ver lo que tenía delante.

La bella Valentina  venía completamente cambiada, vestida con unos cortísimos shorts vaqueros que le estaban algo pequeños y dejaban al aire sus muslos y caderas. Para la parte de arriba había encontrado un top de tirantes y amplio escote medio desabrochado pues le faltaban botones, además  la chica no se puso sujetador debajo pues el top lo tenía un poco justo de talla. Teniendo en cuenta que la chica tenía 96 de contorno de pecho podemos imaginarnos el efecto. Tom se quedó medio alelado con la boca abierta viéndola de esa guisa. Su sirvienta se había atrevido a ponerse  ropas de puta y eso era exactamente lo que parecía.

El top se ceñía a sus pechos generando un profundo canalillo entre ellos y marcando perfectamente sus gruesos pezones.

  • Joder, se dijo Tom, parecía que le iba a explotar si respiraba demasiado fuerte. Además Valentina  tenía el ombligo al aire mostrando un talle delgado y firme que resaltaba más  sus redondas caderas. Sus piernas desnudas parecían nacaradas y brillaban ligeramente por la transpiración.

Por supuesto la chica venía con el pañuelo en la cabeza y los guantes de goma dispuesta a trabajar delante de su amo así, ..medio desnuda.

  • ¿Qué le parece señor? Es que sólo he encontrado esto…¿le, le importa que me vista así?,….. ¿quizá enseño demasiado?.

Tom tardó unos segundos en reaccionar y luego le hizo un gesto circular con el dedo. Ella se volvió mostrándole la espalda. Los shorts dejaban al aire la parte baja de sus nalgas y Tom volvió a tragar saliva mientras sentía una prometedora erección.

Al hombre le dio por pensar que muy mal tenía que estar lo del trabajo para que  un pibón así tuviera que emplearse de chacha por una miseria.

  • ¿Está bien?, insistió ella al no hallar respuesta,…. Compréndalo señor… es que hace mucho calor.

  • Está perfecto señorita, dijo él sin creerse lo que le estaba pasando y ahora prepáreme otro café que éste se me ha quedado frío.

  • Sí señor.

Tom le mandó eso a posta para poder verla de cerca un rato. No se podía creer la suerte que tenía. Ahora que se fijaba bien advirtió que Valentina  se movía por la cocina sensual y rítmicamente, cogiendo y dejando cosas,…. Se diría que realizaba una extraña y sensual danza de seducción: se ponía de puntillas para alcanzar el bote de café de un altillo  y luego se agachaba para coger una taza. Al caminar la chica movía con mucha gracia su trasero y muslos  y Tom disfrutó mucho al comprobar cómo le bailaban las domingas al menor movimiento. Por si eso fuera poco, ella estaba tan contenta de que le hubiera permitido librarse de su agobiante chándal que le sonreía a cada rato mostrando sus dientecillos de conejo con un gesto encantador y un poco bobalicón al mismo tiempo.

Por fin subió el café y un delicioso olor se extendió por la cocina. Valentina se lo sirvió tras dejarlo reposar y el hombre le hizo permanecer de pie un buen rato manteniendo la cafetera en alto  a pocos centímetros de su mesa. Esto también lo hizo  a posta para poder verle mejor las piernas desnudas y cómo se le marcaban esos  pechos turgentes y erizados a través de la tela.

Por su parte, la joven aguantó el tipo todo el rato soportando en silencio la mirada de ese hombre que recorría su anatomía una y otra vez con sus lujuriosos ojos. Sin que ella supiera por qué le crecieron los pezones bajo la tela y Tom se quedó embobado mirándolos.

  • ¿Le ha gustado el café señor?, dijo ella servicialmente.

  • Sí, aunque estaba demasiado caliente, le tengo dicho que le eche leche fría..

  • Lo siento, señor, siempre se me olvida, contestó ella bajando sus  bellos ojos arrepentida.

  • Bien, ahora vaya al fregadero y friéguelo todo.

  • ¿No prefiere que use el lavavajillas? Está casi lleno.

  • No, friéguelo con estropajo que no queda igual.

Por supuesto Tom dio esa caprichosa orden para verla fregar, y efectivamente en unos segundos ya estaba ella agitando toda su anatomía enérgicamente para su deleite. A Tom se le puso a reventar viendo cómo un seno golpeaba rítmicamente  contra el otro mientras ella se empeñaba en sacarle brillo a los cacharros frota que te frota. Lejos de sentirse incómoda de que la mirara así, la chica siguió contenta y de buen humor y le regaló un par de sonrisas más.

  • Esta tía quiere guerra,… seguro,… pensó Tom para sí. Bueno, eso  o es que es imbécil total.

  • Muchas gracias señor, dijo ella dejando los cacharros en el escurreplatos.

  • ¿Por qué?

  • Por dejarme que me vista así,…de esta manera aguantaré mejor este calor tan espantoso.

  • Vamos, vamos, deje eso ahora y vaya a hacer los baños. Y límpielos bien que el otro día dejó cercos en la taza.

  • Sí señor…

  • Ponga atención, si no lo hace bien tendrá que limpiarlo con la lengua. ¿Está claro?

  • Sí, sí señor, descuide.

Y Valentina se marchó de allí apurada con un cubo y un bote de lejía en las manos…. Después de verla así, Tom  ya no podía quitarle el ojo de encima. El hombre estaba casi todo el rato excitado  buscándola por la casa.

En un momento dado le gustó tanto lo que veía que sacó el teléfono móvil y le grabó sin que ella se diera cuenta mientras limpiaba de rodillas la taza del inodoro y aprovechando que había dejado entreabierta la puerta del baño.

  • Joder, si se le ve todo el culo, pensó él mirándola desde el pasillo venga a limpiar y agitar sus carnes.

Tom tenía que hacer esfuerzos por disimular cuando ella se acercaba a donde estaba él. Y sin embargo no dejaba de llamarla a su presencia con cualquier excusa.

  • ¡Valentina, tráigame un vaso de agua!.

Ella dejaba inmediatamente lo que estuviera haciendo y se lo llevaba a toda prisa…

  • ¡Valentina venga a recoger el vaso!

Igual…

  • ¡Valentina este vaso no está bien limpio, límpielo como se debe y luego vuelva a traérmelo!

  • Sí, sí señor, lo siento señor.

Ella se movía deprisa y a Tom le encantaba verle alejarse moviendo el culo. El tío hubiera jurado que a ella también le gustaba exhibirse así.

De repente se le ocurrió algo realmente divertido….

  • ¡Valentina venga aquí!.

  • Dígame señor

  • Quiero que deje lo que esté haciendo y friegue todo el suelo de la casa.

  • Pero, pero… si lo fregué ayer señor.

  • No me replique, se lo ordeno yo y basta, además  así la casa estará más fresca, vamos, obedezca.

  • Sí, sí señor, tiene usted razón,…lo que usted mande.

Esto se lo mandó evidentemente  para verla a cuatro patas un buen rato. Al agacharse y empezar a fregar, los pantaloncitos se le subieron hasta la ingle y se le metieron por la raja  haciendo que parecieran un tanga. Así la muchacha mostraba sus tersas y redondas nalgas al dueño de la casa gateando sensualmente hacia atrás. Tom no perdía detalle encantado de verle el trasero y las piernas impunemente y otra vez se puso a grabar disimuladamente con el móvil. Incluso entre los flecos de los pantalones se le adivinaban algo los labios vaginales. Sin embargo, luego Valentina se dio la vuelta y entonces el espectáculo resultó incluso más entretenido pues sus tetas parecían ahora dos generosas ubres que colgaban libres bajo el amplio escote de esa camiseta desabotonada y se le veía todo. Ella fregaba enérgicamente y los senos le brincaban y se agitaban como flanes enormes chocando uno contra otro con una deliciosa cadencia.

  • Así, así, sáquele brillo, le decía él tomando cerveza cómodamente sentado y venga a grabarlo todo. Mientras tanto ella bregaba con ganas y se movía de esa manera tan sensual en tanto la cámara del móvil la inmortalizaba.

A pesar de sus breves ropas, Valentina aún  sudaba por el esfuerzo y tenía el cuerpo en un baño de sudor.  Buena parte del top estaba mojado de su propia transpiración y se transparentaba….

  • …..¡Valentina venga un momento aquí y limpie la mesa que hay migas!.

La chica dejó el fregao y se apresuró a acudir. Entonces le dio un auténtico  espectáculo al señor limpiando enérgicamente con un trapo el mantel. Con la camiseta mojada y transparente se le veían perfectamente la punta de los senos y las aureolas de los pezones.

  • ¿Está bien así? Dijo ella medio húmeda de transpiración y despeinada

  • No. Siga un rato más.

La mesa estaba muy limpia por lo que la chica no sabía lo que estaba limpiando.

  • ¿Vale ya señor?, dijo ella viendo que el tío se había quedado hipnotizado mirándole las tetas.

  • Sí, sí, ahora siga fregando el suelo y cuando termine limpie la cristalera del salón.

  • Lo que usted mande.

La chica ni siquiera se dio cuenta de que él seguía grabando todo, y una hora más tarde ya estaba restregando sus senos contra los cristales del salón afanándose en dejarlos lo más limpios posible.

Tom estaba realmente encantado de que la chacha se le hubiera despelotado voluntariamente de esa manera, además ella parecía seguir con esa actitud sumisa y servil como si encima disfrutara de trabajar casi desnuda delante de su jefe. De hecho cada vez que le sorprendía mirándola le sonreía enseñándole los dientecitos en lugar de sentirse molesta.

  • Señor, ya he terminado todo y es la hora ¿puedo marcharme?

  • Sí, por supuesto, le dijo él echando una última miradita. Mañana dicen que hará tanto calor como hoy o quizá más,…puede dejar esas ropas aquí y mañana se viste igual.

  • Muchas gracias señor, pero mañana tendré que lavarlas, traeré algo de casa.

  • Está bien pero vístase de una manera parecida, no quiero que pase calor.

  • Descuide señor, lo haré dijo ella con una última sonrisa

La ola de calor no remitía de modo que Valentina decidió vestirse así o de formas parecidas todos los días y dejar el chándal en casa. De todos modos la mujer siempre terminaba sudando y un día se atrevió a pedir por favor que le permitiera darse una ducha rápida de cuando en cuando cosa a la que Tom se negó en redondo.

  • ¿Qué se ha creído?, le dijo con dureza. Esto es un trabajo, no un hotel y si no puede soportarlo, mejor que se dedique a otra cosa. Siga con su trabajo y no me moleste.

  • Y ella obedeció una vez más sin replicar. Y siguió el calor…

Tom se siguió deleitando cada día viendo a la chica trabajar así medio desnuda  y al mismo tiempo no hacía más que imaginársela desnuda del todo, maniatada y presa mientras hacía el amor con él o bien le daba latigazos. Valentina le gustaba mucho y le despertaba su vena más sádica. Cuando terminaba la jornada laboral y se marchaba, él se iba a su despacho, reproducía los videos que le había grabado y se masturbaba viéndolos durante horas.

La verdad es que estaba obsesionado con ella y fantaseaba continuamente imaginándose escenas sadomasoquistas con esa preciosidad.

Hasta al viejo Johnny se le alegró el pajarito de ver a la chacha cachonda por ahí con esos chochoshorts y mostrando canalillo generosamente. En una de éstas Tom le pilló espiándola  y haciéndose una manola mientras ella tendía la ropa.

  • Pero si es más viejo que Matusalén, pensó Tom al ver cómo se la cascaba…. Sin embargo, no le dijo nada…. Dígame Valentina le dijo acercándose a ella y pasando del viejo, ¿tiene en casa un traje de baño o un bikini?.

  • Tengo un par de bikinis, ¿por qué?

  • Escoja  uno y tráigalo, mañana tiene que  limpiar el coche y teniendo en cuenta lo torpe que es seguramente acabará hundida.

Por supuesto ella no puso ningún reparo ni hizo más preguntas y efectivamente al día siguiente Tom sacó su coche de lujo al jardín y le ordenó que lo limpiara con una manguera y una esponja.

Al de unos minutos salió Valentina con un bikini verde pistacho que quitaba la respiración. Como no podía ser menos, para la parte de abajo llevaba un string tanga que dejaba sus gluteos al aire mientras que el top formado por dos pequeños triángulos le recogía malamente sus abultados senos que amenazaban con salirse en cualquier momento.

Ignorando la reacción de su jefe, ella cogió con toda naturalidad los utensilios de limpieza y dejándolos en el suelo empezó por rociar el coche con la manguera. Tom se recostó en la tumbona para gozar del espectáculo….

La mujer le echó ganas y limpió el coche a conciencia invirtiendo para ello una hora completa.

Había que verla restregando sus senos contra la carrocería afanándose por sacar brillo a las lunas y los cromados. Luego se agachaba y limpiaba en cuclillas los tpacubos y los bajos. Se notaba que Valentina nunca había limpiado un coche pues no lo hacía muy bien, pero eso no importaba mucho…..

Cuando terminó, la joven se acercó al señor de la casa un tanto cansada con el balde en una mano y la esponja llena de espuma de jabón en la otra.

  • Ya he terminado señor, ¿está a su gusto?

Tom le echó una bronca de campeonato.

  • ¿A mi gusto, dice? Vuélvase y mire el coche por favor.

  • Perdóneme señor decía ella mostrándole al dueño de la casa su retaguardia prácticamente desnuda mientras recibía la regañina. Lo siento,…es que nunca había limpiado un coche.

  • Me da igual, es que no se puede hacer peor, mírelo, al final lo ha dejado peor de cómo estaba, la carrocería y las lunas hacen reflejos y no están suficientemente aclarados, ¿es que no se da cuenta? .

  • Perdóneme señor, ya aprenderé.

  • Ya lo creo que va a aprender, lo va a lavar otra vez ahora mismo, y otra hasta que quede bien.

  • Sí, sí  señor.

Y el tío se tumbó otra vez cómodamente en la hamaca con una cerveza mientras veía cómo Valentina se empeñaba en sacarle brillo al  coche. Cuatro veces tuvo que lavarlo antes que su señor le permitiera dejarlo por imposible.

  • Es usted una inútil, al final lo llevaré al autolavado como siempre. Por supuesto todo esto también quedó grabado.

La sumisión de Valentina llegó hasta tal punto que Tom se convenció totalmente de  que ella aceptaría tener relaciones sexuales con él si se lo proponía.

Viéndola limpiar el coche con ese bikini tan sexy llegó incluso a plantearse insinuarse a ella en ese momento o bien ofrecerle dinero a cambio de sexo. El tío ya no podía aguantar más…

El caso es que ni siquiera eso hizo falta pues al día siguiente  Tom se encontró con un inesperado regalo que ella misma le brindó en bandeja…..

Era un día que el termómetro casi había rozado los 38 grados y se caían las moscas.

Tom advirtió a Valentina que esa mañana tenía que ir a la ciudad  a hacer unos recados y que no volvería hasta la hora de comer.

  • Muy bien señor, pero no olvide encerrar a los perros que me dan miedo.

  • Entonces tendrá que encargarse usted que cuidar de la casa.

  • Sí señor, descuide.

Tras encerrar a los perros, Tom se metió en su coche con el aire acondicionado  a tope y salió de casa dejando a la criada sola.

Inicialmente tenía intención de pasarse toda la mañana fuera, pero en el centro de la ciudad  hacía un calor espantoso por lo que al de una hora decidió volver a casa entrando directamente por el garaje.

El tipo accedió a la casa desde la puerta del mismo y al llegar al salón se encontró algo que no esperaba: las zapatillas de Valentina, su pañuelo, todo estaba tirado por el suelo, y un poco más allá los shorts, un pequeño tanga y el top de la joven.

  • ¿Qué diablos?, dijo Tom recogiendo todo eso.

Entonces oyó  chapoteo en la piscina y se dio cuenta de que su sirvienta se estaba dando un baño en ausencia del dueño.

Fue sólo cuestión de un segundo para que Tom ideara su perverso plan. Miró en un instante la cámara de seguridad que controlaba el jardín y una sonrisa sádica y pervertida se dibujó en su rostro.

Copntinuará