Valentina 2

Continúan las andanzas de Valentina que, buscando trabajo, se encuentra de nuevo con Carlos, un hombre que decide aprovechar su situación para sacar sus más bajos instintos. Basado en una mujer real, que inspira esta historia y disfruta haciendo disfrutar a los demás.

VALENTINA 2

Tras aquella experiencia desenfrenada en la nave textil, Valentina tenía una mezcla de sensaciones. Por un lado, algo de ´vértigo por haber sido follada sin contemplaciones por 5 individuos recién conocidos; por otro lado, una ligera sensación de culpa por haber consentido esas relaciones en base a un interés legítimo: trabajar. Pero además de eso, también tenía un ligero sentimiento de euforia interior. Era como el frenesí de haber descubierto un nuevo poder, una nueva faceta que lejos de amedrentarla le daba cierta seguridad en sí misma, sabiendo que al fin y al cabo, su cuerpo le podría conceder en un momento dado aquello que los méritos, la justicia ó el sentido común le negaban en una sociedad competitiva, despiadada y algo hipócrita.

En ese convencimiento, decidió aparcar la oferta del textil sabiendo que estaba segura. Ahora estaba decidida a conseguir algo mejor. Al día siguiente, se levantó y empezó a elaborar en su ordenador un Curriculum Vitae lo más completo posible. No es que tuviera mucha idea, pero entre algunas páginas de internet dónde explicaban como hacerlo y las recomendaciones que algunas amigas le hicieron días atrás, empezó a elaborarlo en la intención de que no ocupara más de dos páginas y fuera al mismo tiempo atractivo sin llegar a faltar a la verdad de forma apreciable.

Una amiga le recomendó que pusiera una fecha de actualización. Miró el calendario: 10 de Febrero!!!. De pronto recordó. El Domingo tenía la boda de un amigo su marido. Recordó que cuando él se lo comunicó, hace ya meses, pensó en rescatar un viejo vestido verde que sólo se había puesto dos veces. Desde entonces, su cuerpo había engordado algo, más por algo de dejadez al cambiar su situación personal que por los efectos de la edad ó los hábitos alimenticios. -Madre mía...tengo que salir a buscar algo..y rápido.

Dos horas después se encontraba en el interior de una de las tiendas con mejor fama para vestidos de ocasión. Sus años de dependienta le permitían tener cierto conocimiento, supo dónde tenía que ir exactamente. El elegido fué un color en tonos crema, elegante, de seda y algo vaporoso, con varios volantes a una falda que llegaba justo al borde de la rodilla, plegados hacia un lado dejando el muslo de la pierna izquierda a la vista. Descansaba sobre los hombros en finos tirantes, y lucía un escote generoso simulado por otro pliegue en forma de flor que evitaba una abertura más escandalosa. El vestido, sin llegar a ser provocativo, sí era muy insinuante, y Valentina lo consideró justo en su estilo. Su precio, relativamente asequible, la ayudó mucho a decidirse.

Terminó de pagar y salió a la calle. Casi se tropieza con alguien que estaba allí de pie simulando leer un periódico.

-Qué tremenda casualidad!!! - Dijo el hombre sin levantar la vista del diario. - Un bonito vestido, no he podido resistir la tentación de verte a través del escaparate cuando saliste del probador....te favorece realmente.

-Carlos!!!...qué...qué hace usted aquí?.

-Ya ves....- Dijo él con gesto despreocupado señalando con el dedo pulgar tras él (había un kiosko de prensa) y con la barbilla al periódico que veía.- Acabo de comprar el periódico y casualmente te ví entrar.

-ah, bueno...vale...gracias por decir que me favorece...bueno, ya me llamará por lo del trabajo, supongo....

-Vas a la boda de Jorge y Silvia?.- Carlos siguió hablando friamente sin mirarla.

-Ah, sí...sí, sí,....cómo lo sabe?.

-Tu marido me lo dijo. No te sorprendas....lo conozco de frecuentar algún local como yo.- Valentina abrió los ojos violenta, sin atreverse a imaginar a qué tipo de local se refería. -Nos veremos en la boda...Con ese vestido no necesitas sujetador, no te lo pongas. Si lo haces no hay trabajo. Ya nos veremos allí. -Giró sobre sí mismo sin siquiera mirarla y siguió afanado en su lectura.

Valentina tardó en reaccionar. De pie, casi inmóvil, analizando el descaro en el trato, lo violento de la orden de no llevar sujetador con un vestido cuyo escote era algo más que peligroso ante tanta gente, y sobre todo...sobre todo porque sin saber qué le pasaba....notaba una extraña humedad en su coño. Continuó su camino mientras Carlos seguía leyendo sin moverse de la baldosa.

Llegó a casa entre pensamientos mezclados. Ante lo que pudiera pasar en la boda, un presentimiento le anunciaba que la novia no sería la única protagonista. Y no se iba a equivocar.

La mañana del día 12 se levantó nerviosa. Cuando llegó la hora, se puso su vestido, tras un buen rato de maquillaje. El día anterior fué al centro de belleza, y se depiló hasta la última raíz del coño. Ante la incertidumbre de que ocurriera algo, quería estar preparada. De repente, cayó en la cuenta de algo: - Mierda, el suje.- Tras pensarlo unos segundos se bajó los tirantes, se desabrochó el sujetador y lo dejó de nuevo en el cajón. Al subirse los tirantes se dió cuenta que el escote era bastante traicionero, y sería difícil acabar la boda sin que alguien atisbara sus pezones en cualquier movimiento. No obstante, no quería defraudar a Carlos. Una sensación extraña le indujo a obedecer el requerimiento que le hizo el viernes, como si aquella seguridad que manifestaba quien probablemente podría conseguirle un trabajo que acabara con su situación de incertidumbre, fuese suficiente para seguir una corriente que aparentemente superaba el morbo y se adentraba en el terreno de lo temerario.

La boda transcurrió con total normalidad. Aún era de las que se hacían por la iglesia, una catedral engalanada de flores, y cintas blancas en los bancos, un coro majestuoso interpretando piezas clásicas que Valentina no conocía pero le sonaban a celestial, y casi una hora de celebración con intervenciones emocionantes de familiares y amigos de los novios deseando una felicidad que ella echaba de menos mientras su marido apenas prestaba atención a la ceremonia.

Salieron a celebrar la boda a un salón de bodas de moda en la ciudad, con un menú elegante pero algo frugal, dentro de las tendencias de cocina de fusión que estaban de moda en algunos círculos más elitistas de la ciudad. Y es que la novia pertenecía a una de las familias más adineradas de la provincia. Una joven a la que algunos en el trabajo de su marido llamaban Paris Hilton, por ser algo más que frívola y haber dado lugar a diversos escándalos no hace tanto tiempo. Nadie sabe cómo había encontrado en Jorge un novio donde sentar la cabeza, y de hecho algunos pensaban que era una tapadera para continuar su vida alegre con algo más de disimulo.

Todo transcurría con normalidad. Una orquesta contratada al efecto amenizó desde los postres la tarde, los bailes de moda inundaban la pista, y con un par de copas Valentina empezó a bailar junto a su marido y algunos amigos del trabajo, incluidas sus parejas. No había sido especialmente divertida la conversación durante la comida, con demasiados chismes, algo de política y algunas confidencias sobre la novia, pero lo cierto es que el ambiente era relajado y estaba más a gusto que otras veces. El baile transcurría con los temas de moda del momento, con algunos clásicos como Paquito Chocolatero, y algo de salsa para que los más mayores no se aburran y se cansen antes. Entre baile y baile su marido bebía con cierta ligereza y se movía intentando exagerar movimientos entre sus amigos, mientras Valentina discretamente se movía entre sus amigas y conocidas, sin parar de mirar de reojo a Carlos, que a su vez no la quitaba ojo mientras charlaba informalmente con tres acompañantes con aspecto de trabajadores de alguna de sus empresas. Valentina decidió relajarse y con cuidado de que no se le abriera mucho el escote empezó a moverse con más ganas al escuchar el Cómo te atreves, de Morat. Apenas cinco minutos después, una mano se posó en su cintura.

  • Qué tal rubita?. Veo que estás viniéndote arriba, eso es bueno. - Carlos le susurraba junto a la oreja con una discreción maestra, de modo que apenas daba sensación en medio de tanta gente de estar hablando con Valentina.

  • Bien, muy bien, espero que usted también, Carlos. -Valentina respondió sonriendo y sin girarse en exceso, respetando la discreción impuesta por su futuro jefe.

-Espero que no hayas traido sujetador. Como ya debes saber me gusta que mis empleados me hagan caso, y tú eres futura empleada.

-Sí...sí, he venido sin...sin suje.- Valentina intentaba seguir sonriendo mientras respondía.

-Bravo rubita, así me gusta. En el baño de las chicas hay cola, pero si tienes ganas de mear puedes pasar conmigo al de los chicos, yo te acompañaré para que puedas entrar a los inodoros cerrados. Y si no tienes ganas te vienes igual, ya tendrás alguna tarea. Díselo al cornudo de tu marido rápido, te espero allí en un minuto.

Valentina empezó a temblar de nervios. No había dudas en la orden, ni concesión. Pensó por un momento en no hacerle caso, pero además de perder el empleo, temía que Carlos pudiera explotar las fotografías que hicieron el día que estuvo en la nave de la empresa. Se acercó al marido, que bailaba con su enésimo combinado en la mano de forma algo deshinibida, y le dijo que iría al baño y que si tardaba no se preocupara, que había cola en el de las chicas. El marido le dijo que tuviera cuidado con la cola, haciendo un mal chiste sin saber realmente lo que esperaba a su mujer.

Cuando llegó a la cola Valentina no quiso pensar mucho. Se adelantó hasta la puerta del servicio masculino y allí divisó rápidamente a Carlos. El empresario la tomó de la mano y la condujo a uno de los retretes en cabina, metiéndose rápidamente con ella ante la mirada perpleja de dos invitados que meaban en los urinarios.

Ni dos segundos tardó Carlos en bajarle los tirantes, agarrar sus tetas y mordisquear sus pezones, mientras, ella se apoyaba torpemente en las angostas paredes de la cabina. Intentó ahogar sus jadeos en temor a que alguien conocido pudiera estar fuera, mientras sin pausa Carlos introducía su mano bajo la falda y bajaba su tanga hasta las rodillas. Sin casi darse cuenta, Valentina tenía dos dedos metiéndose en su coño, y abría sus piernas por instinto dejándose llevar y comprobando como los flujos empezaban a fluir entre sus piernas.

-Asi me gusta, putita, bien rasurado este coñito de bebé....anda que no vas a tener poya rubia, vas a trabajar tan a gusto que no habrá día que vuelvas a casa sin unos cuantos polvos en el cuerpo. - Las palabras de Carlos enardecían a Valentina casi tanto como sus tocamientos, sus dientes en los pezones, sus manos en su culo ó sus dedos en el coño. A este juego se unió, perversa, la lengua de Carlos metiéndose en su boca somo una serpiente voraz, buscando a su pareja femenina con la que se enredó mientras mezclaban jugos con un morbo desenfrenado.

Tras unos minutos, Carlos fué más explícito: - Siéntate rubia, sácame la poya y chupa como si no hubiera un mañana. Ya sabes cómo.

El instante de sentarse y desengancharse ligeramente del contacto con él, sirvió a Valentina para notar cómo en las paredes de la cabina resonaban algunos ruidos de otros invitados que espiaban lo que allí ocurría. En efecto, una leve mirada hacia arriba descubrió no menos de 2 cabezas mirando cómo sacaba el cipote de su futuro jefe y lo engullía en la boca, pués no era momento de alarmarse y provocar un escándalo aún mayor. Por suerte, no reconoció a nadie conocido de los que miraban, probablemente, serían todos invitados de parte de la novia.

Con la boca de Valentina en la poya, Carlos maniobró con sus pies para desprender el tanga de la rubia de entre sus tobillos, y de una patada alejarlo bajo las paredes de la cabina que evidentemente, no llegaban hasta el suelo. Valentina hizo un ¡Glupp! alarmada al ver como su tanga se perdía en rumbo desconocido, y Carlos agarró su pelo con energía para pegar su cabeza de nuevo a su paquete: -Sigue chupando rubita, que no has terminado. Olvídate del tanga que ya te compraré otro a mi gusto, deja que jueguen los invitados antes de que echen la cabina abajo.

Unas risitas resonaban fuera tras escuchar a Carlos decir todo esto en una deliberada voz alta. Valentina no quería ni pensar lo que estarían haciendo ahora con su tanga, aunque se lo imaginaba. Por las voces que escuchó fuera, parecía que alguien se había corrido en él en menos de un minuto y ahora estaba siendo poco menos que subastado. Pensando esto, notó la mano de Carlos tirar de su pelo hacia arriba, la otra mano giraba su cintura hacia la pared de atrás, y con unos azotes Carlos le ordenó subir una pierna al retrete tapado y abrir la otra hasta el borde de la pared. Valentina notó como una mano acariciaba su tobillo, al estar expuesto al agujero hueco que había bajo aquella pared de la cabina. Y es que no eran muy sólidas.

Carlos ensanchó con la mano el coño de Valentina, empapado y pringoso de jugos, y de un empujón encajó todo el cipote hasta la tripa empezando un folleteo acompasado que golpeaba los huevos en los muslos de la rubia. Valentina estaba tan cachonda que apenas podía oir el ruido de una pequeña radial que alguien había traído al baño. Empezó a notar como en una de las paredes aparecía esa radial haciendo un círculo casi perfecto, y abriendo un boquete de unos 10 cm al menos de diámetro. La operación se repitió, y en breve instante la cabina parecía un queso de gruyere. Carlos, calentado por lo que pasaba pero sin la menor intención de parar, arreció en su follada y los comentarios soeces mientras sobaba las tetas y el culo de Valentina. Ella notaba como los flujos ya se derramaban por las piernas, y apretaba los dientes en señal inequívoca de que iba a correrse pronto.

Sin embargo, tardó menos de lo esperado. Por los huecos de la cabina recién hechos aparecieron no menos de 6 brazos, que se engancharon a sus tetas, piernas y a su boca. Instintivamente, ella se giraba acercándose a las manos que tenían alguna dificultad en alcanzar su objetivo. El placer era mucho mayor que cualquier sensación de vergüenza, riesgo, ó azoramiento por esta siendo follada en los baños de un salón de boda mientras su marido estaba allí en aquel local. Estalló en una corrida tan brutal, que cayó a un lado de la cabina siendo sujetada por algunas de las manos que la sobaban sin descanso. Carlos sacó su poya algo fastidiado, y azotó el culo de la rubia con rabia.

-Serás puta!!, casi me la tronchas.

Malhumorado, Carlos abrió la puerta y salió del recinto. Al instante salieron de las cabinas contínuas 3 invitados, uno joven y dos de mediana edad que decidieron disfrutar del espectáculo que se encontraron en el baño. Valentina reconoció a los que acompañaban a Carlos en la pista de baile. Después supo que en realidad, fué uno de ellos quien avisó por watssap a los otros dos para disfrutar de Valentina aprovechando que otro de ellos trabajaba en un taller de carpintería metálica y siempre llevaba su radial en el coche.

Valentina comprobó, algo mareada por el vaivén que le habían dado que estaba ante tres desconocidos además de Carlos. Con rapidez uno de ellos le puso el vestido y la cogió del brazo, secundado por los otros, mientras Carlos miraba la escena sonriente y vigilante.

-Ven con nosotros rubita, tu coño está aún latiendo y no puede quedarse así. Ahora mismo lo remediamos.

Pugnando por empujar del culo a Valentina los tres amigos la subieron a las habitaciones que el complejo tenía en su planta de arriba. Como eran de fuera tenían reserva allí mismo, y no tardaron en entrar en una habitación amplia y discretamente decorada, con dos camas de 1, 10. Mientras Valentina iba recuperando el resuello de su anterior orgasmo y el golpe contra la cabina, empezó a calibrar la situación:

-Mi..mi marido está en la fiesta....no puedo faltar mucho más tiempo....tengo que irme pronto.

-Tranquila rubita, ahora mismo nos encargamos de eso. Salva ha estado con él hace un rato...oye Salva...ve a por su marido, anda, que este coñito salvaje quiere quedarse tranquila.

Valentina notó un nuevo calentón en el coño cuando aquel hombre, de unos 40 años y de aspecto proletario, aunque formalmente vestido, la llamó coñito salvaje.

-Pero...por favor, no quiero escándalos. Qué queréis hacer?. Mi marido es.....

-Tu marido es un cornudo que lleva una tajada de campeonato y le vamos a traer para que no se pierda ni se ponga peor rubita, así que te daremos la oportunidad de darnos las gracias por cuidarlo tan bién, que ya hemos visto lo que le has hecho a Carlos y es de mala educación no portarse bien con todos los caballeros que te ayudan a no caerte. - López (así llamaban todos al que parecía llevar la voz cantante) se refería al momento en que se cayó en la cabina y le sujetaron metiendo las manos por los agujeros hechos con la radial.

En ese momento entró Salva con la mano del marido de Valentina pasada por su hombro, cargando con él de forma tan forzada que apenas aguantaba el resuello después de haberlo subido por las escaleras. Un marido que con los ojos semicerrados y la boca pringosa de combinados apenas valvuceaba el nombre de Valentina de forma ininteligible y al que pronto dejaron caer en la cama contigua. Valentina calculó que no tardó ni 10 segundos en quedarse ruidosamente dormido. En ese momento, el tercer hombre en discordia, el mayor de todos (rondaría los 60) dió una palmada y exclamó:

-Vale, el cornudo ya ronca. Fuera vestido nena, que no te lo vamos a cuidar gratis. Te toca pagar tu tarifa. - Guillermo, así se llamaba él, se quitó los pantalones en apenas 10 segundos y esgrimió una poya ya erecta ante los ojos de Valentina, que notaba como su coño apenas cubierto con aquel vestido insinuante empezaba de nuevo a humedecerse. Guillermo se sentó en la cama donde dormía el marido adrede y llamó a Valentina.

-Venga, de rodillas, que tengo el cipote echando humo. -Valentina se arrodilló sin rechistar, con la mirada de nuevo perdida, recordando a lo que ocurrió el otro día en la nave, y empezó a engullir aquella poya con hambre, lamiendo el falo con suavidad, delicada, dando un gusto infinito a un sorprendido Guillermo que hacía a los demás un gesto de aprobación con el dedo pulgar mientras les sonreía maliciosamente. Al inclinarse los otros levantaron el vestido para visualizar de nuevo su culo y su coño, ya que el tanga se había perdido definitivamente en los baños del complejo de bodas.

-Vaya con la rubia como chupa. -Decía Salva.- Voy a despelotarla.

Sin pensarlo, le hizo subir los brazos para sacarle el vestido mientras permanecía de rodillas, y se sentó a su lado para magrearle las tetas mientras seguía comiendo la poya de Guillermo. López, por su parte, ya se había desnudado y masajeaba su cipote, el mayor de los tres sin duda como después comprobaría Valentina, mientras Carlos permanecía en un sillón de la habitación sonriendo y grabando todo con el móvil.

Valentina tenía el coño cada vez más encharcado entre la mamada que le hacía a Guillermo y los masajes en las tetas de Salva. Casi no percibió la corrida del primero cuando dió unos espasmos que derramaron su leche y tuvo el tiempo justo para apartar la boca y dejar que le cayeran sobre el cuello y las tetas. Carlos acudió rápido con una toallita húmeda para limpiar a Valentina ante las protestas de Guillermo.

-Joder, déjala, me gusta que tenga mi leche en su cara, hostia.

-Ni hablar, la rubita es mía. -Respondió Carlos.- Os la podéis follar pero yo decido en qué condiciones, su cuerpo debe estar limpito, me gusta que mi gente sea higiénica.

Fastidiado, Guillermo se subió los pantalones y salió de la habitación dispuesto a seguir la fiesta después de haber disfrutado de la boca de Valentina. La condición que les puso Carlos en el baño para dejar subírsela era clara: No comentarlo con nadie.

Salva no perdió el tiempo. Ordenó a Valentina subir a la cama dónde estaba su marido, y colocarse a cuatro patas con piernas y brazos a ambos lados de las piernas de su dormido esposo. Con unos azotes, Carlos corrigió su posición diciendo a Valentina que el coño hay que abrirlo bien cuando un caballero se dispone a darle gusto. Casi con los sentidos embotados de placer, Valentina notó como unos goterones de flujo le caían desde el coño hasta la cama, algo que también veían Salva y López con una erección de caballo mientras esperaban que Carlos terminara de colocarla. En posición de pony sobre el marido, con la boca entreabierta y los ojos semicerrados...Valentina ya no podía más.

-Fo....fo..folladme por favor....por favor...... -La rubia hacía ademán de llevarse la mano al coño para tocarse, mientras Salva, López y Carlos sonreían al verla tan tremendamente excitada y cómo empezaban a masajear en círculos su clítoris mientras las tetas le botaban como un yoyo sobre las rodillas de su marido inerte.

No se lo pensaron dos veces. Tras ponerse de acuerdo brevemente en un cuchicheo que a Valentina la impacientaba, Salva pasó al otro lado para poner su poya en la boca de Valentina en un empujón acompañado de un agarrón del pelo contundente para acercar su cabecita al nabo del más joven de la cuadrilla. Mientras Valentina notaba la poya recorriéndole la boca hasta la garganta, extasiada, sintió el falo de López juguetear con su clítoris, sus labios y su culo, hasta que finalmente entró por su coño como un cuchillo en mantequilla. La fuerza con la que López follaba a la rubia hizo que el cuerpo durmiente de su marido se moviera involuntariamente, mientras balbuceaba de nuevo cosas ininteligibles y se movía levemente sin estorbar a su follada mujer que seguía espatarrrada sobre él recibiendo dos poyas por cada lado de la cama. Carlos lo grababa todo mientras se tocaba la poya que de nuevo andaba juguetona, y comprobó como López asestaba azotes sin piedad al culo de Valentina y jugaba con su pulgar en su culo, mientras ella no sólo no protestaba sino que gemía con cada vez más fuerza...

-Aaargghhh, ummmpffff....ssssiiiii....joooder....ammmm sssiiiii

Salva, mientras, apenas podía aguantar mientras Valentina se esforzaba en chuparle la poya mientras gimoteaba de placer. El cuerpo de Valentina se hundía por momentos, amenazando con caer sobre su marido durmiente. López aceleró la follada previa a su orgasmo mientras Carlos, percibido del riesgo, tiró fuertemente del pelo de Valentina para que no se cayera al tiempo que Salva descargaba en la boca de la rubia toda su leche....

-Aummppfff, mmmppppffff..... Intentaba gemir Valentina mientras la sujetaban para que no soltara la poya de Salva de la boca y tragara toda la lefa...

-Disfruta del postre rubita...disfruta....-Dijo Salva. En ese momento, fué López quien también aprovechó para verter su regalo en el coño de la rubia. Hacía una semana que no se corría y aquella boda fué mucho más de lo que podría esperar habitualmente. Al sacar el cipote del dilatado coño de Valentina éste dejó chorrear una cantidad abundante de un fluido mezcla de flujos vaginales y semen que terminó de ensuciar las sábanas de aquella sufrida cama. Apenas ninguno se dió cuenta que buena parte había caído en el pantalón del marido de Valentina, que en ese momento entreabrió los ojos, y como en un sueño irreal, apenas percibió una sombra rubia inclinada sobre otra de pie y unos movimientos de cabeza sobre su entrepierna.

A la mañana siguiente, despertó con un dolor de cabeza en aquella habitación, y al recobrar la vista, vió a su mujer en la cama contigua mirándole fijamente.

-Anda, que vaya boda te has pegado, y yo aquí sola y aburrida mientras tú la dormías.