Vacaciones truncadas
He tenido dudas de donde encuadrar este relato ya que tiene cosas de no consentido, de sadomaso y de zoofilia, espero que os guste
Eran una pareja de veintipocos años, John, un fornido joven y Jess, una chica bella, rubia y de agradables proporciones. Habían ido de vacaciones a un país del norte de África. Cuando llegaron al hotel se apuntaron a varias excursiones para ver los puntos de interés. Fueron pasando los días entre cortos viajes y agradables baños en la playa.
Quedaban dos días para que se terminara aquella idílica estancia en un hotel de lujo. Decidieron que esa noche iban a dar una vuelta por la ciudad ya que no la habían visitado.
Habían quedado, siguiendo las instrucciones de seguridad recibidas, con el conductor del taxi que les había llevado para que los fuera buscar en un sitio concreto.
A la hora convenida apareció el coche, subieron y en una mezcla de idiomas, el chofer les dijo que antes de volver al hotel, les iba a llevar a una especie de club para que vieran una autentica danza del vientre.
Accedieron los tres a lugar, un local perfectamente normal, vieron a otras parejas y todo pareció en orden. Tomaron te y fumaron una pipa de agua. La noche estaba trascurriendo con normalidad, cosa que les tranquilizó.
Cuando termino la danza, se marcharon. En el taxi, camino del hotel, sintieron un sopor y terminaron por dormirse.
Fue Jess la primera en despertar. Tirada en el suelo, estaba aturdida y le dolía la cabeza. Trató de moverse y no puedo. Tenía las manos y los tobillos atados. Una mordaza de tela la impedía hablar. Solo recordaba que después de la danza, se subieron al taxi.
Comprobó que John estaba con ella y también atado. Por lo menos estaban juntos, pensó.
Al poco se despertó su amor. Se miraron intrigados, como si se preguntasen que les había pasado.
Hacía calor, tenían sed pero eso era lo normal en el país que estaban.
Haciendo estas consideraciones, se abrió la puerta y otra chica jovencita fue introducida en la estancia por un par de hombres con vestiduras típicas del desierto. También estaba atada y amordazada.
Pasó el tiempo, no sabían cuanto. El calor hacia mella y la sed cada vez era más insoportable, además de la impotencia que sentían al estar atados. Vieron los ojos angustiados de la joven. Jess pensó que ella debía tenerlos también así.
Estaba anocheciendo y se notó que el calor bajaba algo. Estaban sedientos y hambrientos, la pareja llevaba casi veinticuatro horas desde su última comida. La chica lloraba.
Ya había entrado la noche, el frio se fue intensificando. Estaban adormilados cuando se la puerta se abrió. Entraron dos hombres dando gritos que no entendieron ya que no hablaban el idioma del país. Les alumbraron con una linterna. Primero a John, luego a la joven y a continuación a Jess. Se acercaron a ella y la levantaron del suelo, sacándola de la choza.
Jess trato de ver donde estaba, pero la oscuridad no le dejo ver nada. La llevaron a una construcción con apariencia de casa. La estancia donde la dejaron en el suelo estaba alfombrada. Comenzaron a desnudarla pero las ataduras no lo permitían. Uno de los hombres, saco una daga con la que fue cortando la ropa hasta dejarla solo con las cuerdas que le ataban las manos y tobillos. Mientras los dos tipos hablaban. Jess estaba muy asustada, suponía lo que iba a ocurrir pero le desesperaba el no entenderlos y no poder decir nada.
Uno de ellos salió un momento. Volvió con una especie de fusta como la que se usan para dirigir a los camellos. La azoto varias veces. La mujer quería gritar pero de su garganta no salía nada por la mordaza.
Cortaron la cuerda de sus tobillos, la hablaban y al mismo tiempo, por señas, la decían que se pusiera de pie. Le costó trabajo al tener las manos atadas, primero se puso de rodillas, luego se incorporo.
Se acerco uno de ellos y agarrándola del pelo tiro de ella. La llevo a uno de los laterales. Donde había una argolla cercana al techo. Engancho las muñecas atadas de Jess a la anilla. Luego la quitó la mordaza.
Inmediatamente la mujer comenzó a hablar, mejor dicho, a chillar las cosas que podéis imaginar. Como respuesta a sus gritos, recibió otra tanda de fustazos, más fuertes que los anteriores, mientras que los dos hombres se reían.
La risa enfureció a la joven, pero en su situación no podía hacer nada por evitarlo.
Se movía con rapidez con la vana esperanza de apartar su cuerpo del camino de la fusta, pero no le valió de nada.
Tenía el cuerpo colorado, alguna zona la dolía. Lloraba de dolor y de impotencia.
Cuando por fin cesaron los fustazos, el otro secuestrador se acerco a ella y tomándola de la barbilla la dijo en un malísimo ingles:
-Perra infiel
Jess entendió lo que le había llamado. Secuestrados por fanáticos religiosos. En ese momento se dio cuenta de que iban a tardar en ser liberados en el mejor de los casos. No sabían las intenciones de esos hombres, pero lo más seguro era que pedirían un rescate.
El secuestrador comenzó a acariciar los bonitos y altos pechos de la joven. Pasaba sus manos por ellos y los dedos por los pezones, a dos manos, asió los botones y los retorció con fuerza.
El grito fue tremendo. Los otros prisioneros lo oyeron. John se estremeció y comenzó a pensar en lo que le estaban haciendo a su amor. La chica secuestrada empezó a llorar de nuevo.
El hombre apretó la cara de Jess, obligándola a abrir la boca. Escupió dentro. Repitiendo:
-Perra infiel.
Luego la abofeteo tres veces. No se cortaba, lo hizo con toda su fuerza. La joven no cayó al suelo dado que estaba atada.
La dieron un pequeño descanso. Luego continuaron los dos al mismo tiempo, uno siguió usando la fusta sobre las nalgas y el otro le daba tirones del vello púbico, arrancándole mechones.
Cuando les pareció, los dos hombres se desnudaron. El que la había hablado en ingles, tenía el pene erecto, una polla no muy larga pero gorda. Su compañero estaba más relajado. Se apreciaba que tenía un badajo más largo que su compañero, pero posiblemente menos grueso.
Soltaron a la desdichada Jess. Se fue de bruces al suelo. Uno de ellos la hizo del pelo hasta ponerla de rodillas. Luego se puso delante de la cara de la joven y con un gesto la indico que se la metiera en la boca.
Tardaba en obedecer, para ayudarla, el otro tipo comenzó a darle de nuevo fustazos en la espalda.
Al cuarto o quinto comenzó a lamer aquel pene maldito. Sintió asco y repugnancia, no le gusto el olor que desprendía. Pero el temor a la fusta hizo que Jess se esforzara. De vez en cuando recibía un fustazo recordatorio lo que hacía que lamiera con más ímpetu. Noto como crecía en su boca.
De pronto fue asida del pelo, su cabeza empujada hacia el cuerpo del secuestrador, con lo que la verga llego a su garganta. Casi no podía moverse pero lo hizo el hombre y comenzó a follarle la boca. Sintió arcadas.
Fue apartada con brusquedad y luego arrojada al suelo. El secuestrador agarró las caderas y la puso a cuatro patas. La penetro rápidamente sin preocuparse de la pobre joven. Dio un grito al sentir la polla entrando en su coño.
El otro hombre se arrodillo junto a ella, le puso la puso el pene en los labios. Jess, sin dudarlo, comenzó a hacerle una mamada. Su violador comenzó a jugar con su ano, metiendo los dedos y profanando su culo.
Siguieron con estas tareas hasta que el carcelero saco su polla y se corrió en las nalgas de la joven. Ni que decir que ella no sintió nada.
El otro hombre la agarro de su linda melena y la acerco a una pared, donde colgaba una anilla con una cuerda. La ató por el cuello manteniéndola en posición arrodillada.
Se mojo el dedo y la humedeció el ano, luego metió dos dedos y a modo de lubrificante uso el semen de su compañero.
Jess tuvo la certeza de que su virginal culo iba a dejar de serlo. Sintió miedo, siempre había supuso que era doloroso. Trato de relajarse.
Cuando sintió la punta de la verga en la entrada de su ano, contrajo el esfínter, con lo que logro que su violador necesitara emplearse más duramente para poder entrar en ella y como consecuencia sufrió dolores ya que el tipo se recreo entrando y saliendo hasta que de un golpe de riñones la empalo completamente. Sus gritos fueron terribles y la quemazón insoportable.
Comenzó a bombear, sacaba casi toda la polla, para volver a empujar con fuerza. La joven trató de consolarse pensando que al menos era el que tenía el pene más fino.
El hombre se recreaba perforándola. La follaba el culo despacio, sin prisas. Al rato Jess noto que le dolía menos. Su esfínter se había acostumbrado a estar abierto. Morbosamente comenzó a pensar que una enculada no era tan mala como pensaba, aunque le había dolito bastante al principio y se fue excitando.
Tenía los ojos cerrados, estaba muy excitada. Cuando oyó que le decían:
-Chupa perra.
Vio como el otro tipo le había puesto la verga a su alcance. Se la metió en la boca y empezo a mamar como nunca lo había hecho.
Se sorprendió al escucharse decir, si vuestra perra. Nunca supo si lo dijo en voz alta pero si noto como su vagina se mojaba. Comenzó a masturbarse.
La joven no tardo en tener un orgasmo. Nunca había tenido uno así, con dos pollas juntas. Antes de terminar el orgasmo le sobrevino otro y al poco noto el semen caliente de su secuestrador en el recto.
Seguía con la polla del otro en la boca. Noto como se salía de su ano. Los hombres hablaron entre ellos y el que la había enculado salió de la estancia.
El que quedaba la hablo en su mal inglés:
-Lo has pasado bien, perra.
-Si –contesto la joven-
-Ahora me toca a mi –respondió el secuestrador-
Jess sintió miedo, este tipo tenía una polla bastante más gorda que el otro y si la enculaba lo iba a pasar mal. Era consciente que no podía evitarlo. Decidió no luchar y tratar de relajar el esfínter.
El hombre se puso detrás de ella. Separo las nalgas de la chica y apunto su pene al ano apoyándolo. Comenzó a empujar. Jees se dio cuenta que a pesar del grosor entraba mejor que con el otro tipo.
Pensó que era por estar ya dilatado y lubrificado con el semen. El bombeo fue lento al principio, luego fue subiendo la velocidad gradualmente. La joven comenzó a excitarse de nuevo.
De vez en cuando la llamaba perra infiel y ella contestaba:
-Si, tu perra –en voz alta, sabiendo que lo decía-
El hombre siguió follándola hasta que se corrió. Ella no llego.
Se marcho sin decir nada, dejándola atada por el cuello a la argolla de la pared.
Jess pensó en lo ocurrido, secuestrada, azotada, violada, penetrada analmente por primera vez y teniendo dos orgasmos, además de los ratos de tremenda excitación. Se dijo que irremediablemente era una perra caliente. Se masturbo de nuevo.
Finalmente se quedo dormida como pudo dada lo incomodidad de la postura que tenia.
Se despertó sobresaltada, había recibido una patada en sus posaderas. Era el carcelero. Desato la cuerda que tenía en el cuello y la indico que le siguiera. Se puso en pie, estaba cansada y dolorida, además se vio algunas marcas de los fustazos.
Una vez fuera del cuarto, vio que estaban en un pequeño oasis, conto tres casuchas, dos las conocía. Entraron en la otra. Le ofrecieron un plato con comida y un cuenco de leche de camella.
-Come –dijo el hombre-
Tenía hambre y sobre todo sed. Tomo la leche de un trago y devoró la comida ofrecida. Seguía con sed. El hombre la estuvo hablando durante el almuerzo.
-Por favor, agua –se atrevió a decir Jess-
Le tendió un odre para que bebiera.
La acompaño hasta la puerta de la estancia donde estaba John y la otra chica. Jess dejo e odre en el suelo y corrió a quitar las mordazas de los otros dos secuestrados y les dio de beber. Pregunto a la joven su nombre a lo que dijo que se llamaba Pamela.
Les dijo que le habían ordenado que les dijera que eran prisioneros de un grupo de integristas. Que pretendían sacar dinero por ellos, que iban a estar desatados, que estaban en medio del desierto, y que dependían de si mismos ya que si querían vivir permanecerían en el pequeño oasis pero si decidían escapar el propio desierto se encargaría de acabar con ellos.
John la pregunto qué había sucedido por la noche. Se lo conto con pelos y señales pero omitiendo sus sensaciones y orgasmos de perra caliente.
-Pam –dijo- ya sabes lo que te espera, prepárate.
La chica comenzó a llorar. Jess la abrazo y trato consolarla, diciéndole que como iba a ser inevitable que procurara hacerse a idea. Le daba mucha pena, era tan joven y se pregunto si seria virgen.
Entraron los dos secuestradores, señalaron a las mujeres y les indicaron que salieran. John se propuso seguirlas, pero un culatazo en su estomago le doblo he izo que cayera al suelo.
Una vez fuera, bajo la sombra de una palmera, el que hablaba algo de inglés le dijo a Pam que se desnudara. Esta no hizo caso. Acto seguido recio un fustazo en sus nalgas.
Jess se acerco a la joven.
-Obedece –la susurro al oído- o será peor.
La joven dudo un momento, pero viendo la fusta, comenzó a desnudarse.
Una vez desnuda, los hombres las llevaron a un pozo, donde las dijeron que debían encargarse de que no faltara nunca agua en una especie de pilón que había al lado. Era simplemente una cuerda que en su extremo tenía un recipiente para sacar el agua.
Luego fueron a por el chico, le indicaron que se desnudara y que saliera con las jóvenes, si le apetecía. Así lo hizo ya que deseaba estar con Jess por lo ocurrido la noche anterior.
Pasaron unos cuantos días. Se ocuparon de que no faltaran agua en el pilón y en compensación recibían dos comidas. Dormían en el interior de la casucha donde habían pasado su primera noche pasando frio porque las noches eran frías en contra punto al calor diurno.
Jessica fue usada varias veces más, ya sin violencia, pero curiosamente Pamela no.
Una mañana, uno de los vigilantes llamó a John para que entrara en una de las casas. Según entro recibió un golpe en la cabeza que le hizo perder el sentido. Le ataron las manos a la espalda, le trabaron los tobillos y le pusieron una mordaza en la boca.
Las chicas estaban llenando el pilón. Los hombres se acercaron y primero a Pamela y luego a Jessica les ataron las manos por la espalda. Las subieron en el asiento trasero de un viejo todo terreno. Luego trajeron al joven varón que pusieron la parte del maletero. Jess empezó a protestar por el trato hacia John pero de un tortazo la hicieron callar.
Emprendieron lo que les pareció un largo viaje por el desierto, ya que no llegaron a su destino hasta el anochecer. El trato fue el habitual, les dieron de comer y bebida.
El final fue un oasis lleno de palmeras, nada comparable con el que había sido su residencia desde su secuestro. Tenía una hermosa casa, muy grande, casi un palacio y varias viviendas más pequeñas.
Los secuestradores entraron a la casa principal dejando a sus prisioneros en el vehículo. Paso mucho tiempo, tanto que les amaneció dentro del coche.
Vieron salir a los hombres acompañados por otros dos, uno de ellos bastante mayor, con barba blanca. Se acercaron y el secuaz que mal hablaba en ingles, les dijo que bajaran. Ayudo a John ya que seguía con los tobillos atados.
Los dos extraños escudriñaron al trió de prisioneros. El más joven, a una indicación del otro, toco a las chicas.
Luego se acerco al mayor y le dijo algo en voz baja. El hombre de barba blanca comenzó a hablar con los secuestradores. Los jóvenes no se enteraron de nada porque no entendían el idioma, pero vieron como de vez en cuando señalaban al terceto.
Parecía que discutían, el viejo fue subiendo el tono de voz, aunque los secuestradores siempre le trataron con respeto. El más joven no intervenía, pero tenía una mano debajo de la túnica.
Al final vieron como se daban las manos y todos comenzaron a reír. Estaba claro que habían llegado algún tipo de acuerdo.
Al poco sacaron unas cajas de madera, largas y de color caqui. John pensó que eran armas y acertó.
Subieron las cajas al todoterreno. Luego pagaron la mercancía y obligaron a chico a subir también de malas maneras. Comprendió que a él no le habían incluido en el trato y eso había enfadado a los secuestradores.
Las jóvenes comenzaron a dar gritos, fueron corriendo hacia el vehículo. Antes de llegar fueron derribadas con sendos latigazos en sus piernas.
El secuestrador que parecía ser el jefe se volvió y con paso rápido se acerco los hombres del oasis. Les dijo que si lo deseaban les regalaba al muchacho ya que solo le iba a crear problemas, aunque el desierto podía dar cuenta de él.
El más joven miro al anciano y este asentó con la cabeza. Ya estaba todo dicho. El jefe dio la orden de que bajaran a John. Como compensación por el regalo o por ser amables, el joven del oasis entrego una pistola a su interlocutor. Agradecido marchó haciendo reverencias.
Los tres jóvenes fueron introducidos en una de las casas, mientras que sus nuevos poseedores entraron en la casa grande. Al rato entraron tres hombres que los agarraron por los brazos y les llevaron a una estancia donde les obligaron a arrodillarse.
Tras un tiempo de espera apareció el hombre joven que habían visto en el oasis. Les hablo en un perfecto inglés.
-Mi nombre no os importa, me llamareis Señor. Habéis sido entregadas como parte del pago de una transacción comercial –dijo, dirigiéndose a las jóvenes- y tú, que no nos interesabas, al final, has sido un regalo.
Estaban tan asustados que no fueron capaces ni siquiera a protestar.
-Ahora seréis llevados a presencia de mi padre –prosiguió- para que decida que va hacer con vosotros.
Los izaron agarrándoles del pelo y fueron llevados a otra sala donde estaba el anciano. El hombre se acerco a su padre y le hablo. La contestación se la fue traduciendo a los infortunados jóvenes.
-Mi padre dice que como sois infieles le interesáis menos que sus perros –dijo el hombre- Que puede sacar algún dinero si os vende como esclavos en algún pueblo del sur, pero que dado que no le importáis prefiere cederos a mí y que haga lo que desee con vosotros.
Se sintieron horrorizados. Comenzaron a gritar mostrando sus protestas. John intento acercarse a su interlocutor. Con un ligero movimiento de cabeza, los cuatro secuaces que estaban en la habitación se abalanzaron sobres los jóvenes.
Rápidamente fueron reducidos, atados.
-Eso ha estado muy mal –dijo el hombre- Hasta que decida qué hacer con vosotros, iréis a la cuadra, sin comida ni bebida.
Jess y Pam pidieron perdón y suplicaron clemencia. No contesto, dio las instrucciones a sus hombres. Los sacaron rápidamente de la habitación.
En la cuadra, las jóvenes fueron atadas con unas cortas cadenas que colgaban de la pared.
John observo todo sujeto por uno de los sicarios y con una pistola apuntando su cabeza.
Les permitían un poco movilidad, lo suficiente para poder cambiar de posición, pero les impedían ponerse de pie o tumbarse en la paja del suelo. Les dieron un poco de agua diciéndoles:
-Dar gracias a la clemencia de mi Señor.
A continuación el que sujetaba a John le acerco a un rincón y le tiro al suelo, los otros tres se apresuraron a sujetarle y atar sus manos a una pared, dejando su cabeza mirando a la esquina que formaban las paredes.
Luego ataron una cuerda a su cuello y el otro extremo en una argolla que colgaba de la pared. Le izaron el culo y le ataron por los tobillos. Quedo a cuatro patas, más o menos, pero inmovilizado.
Dos de los hombres le separaron las nalgas. El joven, suponiendo lo que se avecinaba, dio gritos, suplicando que no le hicieran nada. No sirvió. Un palo largo y de mediano grosor fue introducido en su ano.
-Mi Señor es clemente –dijo uno de los hombres- yo te hubiera matado.
Se marcharon dejándolos en esa situación.
Amaneció un nuevo día. Se abrió la puerta de la cuadra. Entraron los cuatro hombres, el Señor y otro tipo al que no habían visto desde su llegada al oasis.
Se acerco a las chicas, tras observar el estado en que estaba John.
-Ya he decidido qué hacer con mis nuevos animales –comenzó a decir-
A Jess se le helo la sangre. Se dijo que no era un animal y que no lo seria.
Los hombres desataron a las mujeres de su incómoda postura. Luego las hicieron salir al exterior y las ataron de nuevo, esta vez a dos postes. Al lado estaba una mesa de hierro con troncos encendidos a modo de una hoguera.
Luego fueron a por John, le sacaron a cuatro patas, tirando de una cuerda atada a su cuello, como un perro, pero sin el palo de su ano. Le habían atado de tal manera que solo podía andar así y estar en esa postura, sin poder ponerse de pie.
El hombre desconocido se acerco a ellas, dejo en el suelo una especie de bolsa. Saco algunos utensilios.
Uno de los sicarios, cogió dos semicírculos de hierro, los puso en el cuello de Jessica y el hombre de la bolsa metió una especie de remache candente que estaba en el fuego, sellado las dos anillas. Luego lo enfrió con agua. La joven tenía puesto un collar de hierro. Por supuesto que sus gritos y suplicas no fueron atendidas.
A continuación procedió de la misma manera con Pamela.
Como estaba junto a Pam, siguió su trabajo con ella. Con unas pinzas estiro la punta de la nariz de la desdichada joven. Con la otra mano y con ayuda de una especie de punzón, que cogió del fuego, la perforo el tabique nasal, no sangro mucho ya que fue cauterizando al mismo tiempo que la perforaba. El dolor fue tremendo, perdió el conocimiento.
La echaron agua para que se espabilara. Acto seguido la puso una anilla, como se hace con las caballerías.
Jess temblada, no dejaba de gritar ante semejante horror. Llego su turno. Procedieron de la misma forma que con Pamela.
Una vez terminado el implante de la anilla nasal, el hombre anilló los pezones de las dos jóvenes.
Entonces su amo y señor se acerco a ellas y con su perfecto inglés les dijo:
-Vuestro trabajo será un labor que hacen los caballos, comportaron bien y así no tendréis que ser castigadas ni mutiladas.
Al mismo tiempo que decía esto, tiraba de los clítoris de las mujeres.
-Y tu perro –se dirigió al joven- la muerte sería seria un castigo leve para ti, vas a vivir, pero como pareces que eres muy excitable para que estés más tranquilo he pensado descargarte de la testosterona que te sobra.
Los hombres tumbaron en el suelo a John, sobre su espalda, separándole las piernas. El carnicero saco una cuchilla del saco y procedió a cortar el escroto del joven, quitando los testículos.
No eran gritos, si no aullidos los que dio el joven. Le curaron la incisión y le pusieron un collar en su cuello.
Engancharon una cadena en el collar y otras en las anillas nasales de las chicas y fueron conducidos a la parte de atrás de la casa.
Había un cercado en alambrada alta, donde estaban tres perros bastantes grandes. El desdichado joven fue introducido en el cercado. Los perros le miraron con desgana. Los hombres les llamaron y se acecaron. Al rato comenzaron a olerle y a dar vueltas sobre John. Su amo le hablo:
-Eres la perra de mis campeones. Tu única función es que mis perros tengan sexo todos los días. Siempre estarás disponible para ellos y pagaras caro si les ocurre algo. Como perra usaras los comederos y bebederos que tienes en el reciento.
Uno de los hombres había estado masturbando al perro que parecía ser el líder de los tres. Tenía la verga me dio sacada de la funda, cuando fue izado sobre el culo del joven. Comenzó a moverse, pero no acertaba a penetrar el ano por lo que fue guiado por una mano experta.
John suplicaba y rogaba su perdón, pero solo obtuvo indiferencia como respuesta. Los hombres hicieron que se abotonara el perro. Sufrió mucho el tiempo que tardo en poder desengancharse de su nuevo amante, ya que este daba fuerte tirones y nadie hizo nada por frenarle.
Durante unos días los secuaces del amo se ocuparon de que los perros copularan varias veces al día con el joven hasta que todos se acostumbraron a la presencia del nuevo miembro y este acepto su papel de perra y ya no necesitaban ayuda para sus copulas.
Por descontado que las chicas vieron horrorizadas lo que aconteció a su compañero de cautiverio.
Las jóvenes fueron llevadas a una noria, donde un asno daba vueltas sacando agua de un pozo. Ocuparon el lugar de equino. Ese era su destino.
Su dueño les dijo:
-Vuestro trabajo es surtir de agua a todos los que vivimos aquí. En caso de que lo necesitéis seréis animadas a hacerlo con entusiasmo con el látigo. Como sois animales nadie tendrá sexo con ninguna de las dos, pero entre vosotras si podéis tenerlo cuando queráis, aunque no estéis solas. Los animales se acoplan en cualquier sitio y momento.
- Lo habéis entendido –pregunto-
Ambas respondieron que si.
-Perfecto –contesto su amo- si trabajáis bien, quizás con el tiempo, paséis a ser esclavas.
Uno de los hombres hizo restaño el látigo sobre la espalda de las jóvenes que inmediatamente empezaron a caminar dando vueltas a la noria.
El amo se giro y comenzó a andar hacia la casa.