Vacaciones tropicales (1)

Primeras andanzas de isabel en unas vacaciones cargadas de sexo.

Capítulo 1.

¡Por fin las deseadas vacaciones! Hacía tiempo que estaba esperando poder escaparme a olvidarme de todo a un lugar perdido del mundo. Este año he decidido perderme en una de esas islas maravillosas del Pacífico. Tengo ganas de no saber nada del mundo "civilizado" durante una buena temporada. Bueno, eso y tratar de averiguar cómo es el personal indígena e "incivilizado". Tal y como está mi espíritu últimamente y con las ganas de guerra que tengo, creo que puede ser interesante. ¡¡Mulatitos, a mí!!

Ya estamos a punto de despegar. Por suerte me ha tocado junto a la ventana. A mi lado se ha sentado una chica de unos 25 años, morena, atractiva, delgada y con pequeños, pero libres y deseables senos. Ya empiezo a dejarme llevar por la imaginación, pero será mejor que me controle. El vuelo es bastante largo y estoy cansada; a ver si consigo dormir un rato. Cruzo con ella un par de palabras de cortesía. Nada del otro mundo, pero esa mirada... Lo dicho, doy descanso a mi imaginación. Tras los primeros detalles por parte de las azafatas, pido una manta que comparto gustosamente con mi compañera de viaje y consigo por fin quedarme dormida...

Despierto tras un ¿largo? rato. Tengo la boca seca. ¿Cuánto tiempo habrá pasado? Uff, pero no es sólo sed lo que siento. Miro a mi lado para ver cómo mi compañera está durmiendo plácidamente. Estoy tremendamente caliente; he debido tener algún sueño espectacular del que me fastidia horriblemente no acordarme. Noto mis pezones bajo el vestido totalmente duros y una humedad incontrolable en mi entrepierna. No puede ser; acaba de empezar el viaje y no puedo moverme. ¿Cómo voy a hacer para aguantar sin poder salir ni siquiera a pasear este calor insoportable? Cierro los ojos y echo hacia atrás la cabeza tratando de respirar hondo y tratar de controlar esta cabeza perdida. Entonces me doy cuenta. Una mano empieza a sobar mis tetas por encima del vestido con una sensibilidad exquisita.

Un sueño. ¡Será cabrona! Abro los ojos y vuelvo a mirar a la hasta hace poco aparentemente inocente bella durmiente. Sigue haciéndose la dormida, mientras su mano continúa haciendo diabluras; ahora ya ha desabrochado los botones superiores de mi vestido y ha empezado a jugar con uno de mis grandes senos. ¡Es increíble! Ni una mueca se nota en su cara y la manta hábilmente colocada permite realizar sus jueguecitos sin que nadie se percate de la situación. De repente abre los ojos y durante unos interminables segundos, al mismo tiempo que sus uñas realizan un inmejorable trabajo con mi pezón, fija en mí una profunda mirada de tremenda lujuria que me hace estremecer, quedando una mueca de burla en su boca y posteriormente vuelve a cerrar los ojos, aparentemente inmutable. Me dejo llevar. Noto sus dedos jugando con mis pezones que están a punto de explotar y me siento morir de placer.

Mis grandes tetas, que son el orgullo absoluto de mi cuerpo, recogen con el máximo agrado sus expertas caricias. Una mano se ha centrado en unas de mis tetas, apretando, estrujando con mimo y pellizcando el sufrido pezón, mientras la otra comienza a descender abriendo el resto de los botones de mi vestido. Acaricia suavemente la piel de mi abdomen, se entretiene en mi ombligo y continúa bajando hacia el extremo de mis bragas, que protegen algo que está deseando desde hace rato ser explorado. Un dedo travieso está comenzando a acariciar el vello superior de mi coño y en breve llega a mis labios menores, encontrando rápidamente el camino hacia mi clítoris, que lucha por salir al encuentro de esa diablura de mano. Noto sus dedos acariciar mi clítoris, pellizcando suavemente y extrayendo de mí un primer orgasmo que trato de disimular para evitar llamar la atención del resto de pasajeros. Abro las piernas casi sin darme cuenta y el momento es aprovechado por una multitud de dedos que juegan con toda mi vagina, empapándose de unos fluidos ya demasiado abundantes; la palma de su mano en mi clítoris y el resto de los dedos investigando cada centímetro de carne.

A partir de ese momento los acontecimientos se aceleran. La mano que continuaba divirtiéndose con mis tetas baja rápidamente por mi espalda hacia mi culo y noto un dedo que comienza a masajear mi entrada posterior, mientras inevitablemente un primer dedo está entrando con facilidad en mi coño. En unos momentos y, con una maestría increíble, ha conseguido meterme dos dedos en mi coño y los mueve despacio, por toda la cavidad obteniendo de mí un placer infinito. Un nuevo orgasmo comienza a invadirme, momento que aprovecha mi amante para, gracias a la relajación que ha conseguido de todo mi cuerpo, meter un dedo de forma rápida por mi culo multiplicando con los movimientos coordinados en mis dos agujeros el placer de este orgasmo. No sé cuánto tiempo sigue con esa actividad y no sé cuántos orgasmos obtengo. Para mí son una eternidad, que además tiene su morbo añadido por tener que mantener la apariencia de una pasajera durmiendo tranquilamente.

Cuando por fin termina de jugar conmigo, me dispongo a ser yo la que devuelva el trabajo tan bien hecho, pero ella me detiene. Por primera vez abandona su teatro y se acerca a mi oído para susurrarme:

-Jugar con este cuerpo perfecto y con unas tetas tan maravillosas ya ha hecho que tenga un par de orgasmos. Hoy no es día para que tú juegues conmigo. Tal vez en otro momento. Ahora ya te dejo descansar tranquila.

Y creo que lo agradezco. Ha conseguido darme tanto placer que lo único que me apetece en estos momentos es dormir. Me acerco a sus labios (ahora ya me importa una mierda ser el centro de atención del pasaje) y la beso dejando que nuestras lenguas jueguen durante un largo rato. Después pido un vaso de agua a la azafata (que me mira de modo "raro") y caigo rendida en un plácido sueño.

Despierto con el anuncio de que estamos a punto de aterrizar. Me llevo un pequeño disgusto, pues mi amante de hace unas horas ha desaparecido, pero se me pasa pronto pues me encuentro maravillosamente bien. Una buena sucesión de orgasmos y un sueñecito hasta el objetivo de mi viaje me han dejado relajada y con ganas de llegar pronto a disfrutar de mis merecidas vacaciones.

Salgo del avión para dejarme envolver por un precioso día, soleado y con una temperatura de ensueño. Como soy la última en bajar del avión, los dos pilotos están en la puerta y noto como sus miradas me repasan de arriba abajo. Eso me pone de mejor humor. No me corto. Devuelvo la mirada y desabrocho el botón superior de mi vestido, lo que deja un escote suficiente para permitir imaginar las maravillas que se encuentran debajo. Percibo su nerviosismo, pero continúo sin hacerles caso. Tengo ganas de llegar al hotel y pegarme una buena ducha para limpiar toda la humedad que he acumulado en el viaje. Tras pasar por la aduana, cojo un taxi que me deja en mi anhelado hotel. Ya he echado un vistazo al material autóctono y me parece que estas vacaciones van a resultar de lo más agradable. Lo reconozco, venía salida, pero el numerito del avión ha terminado de desencajarme del todo. ¿Qué le voy a hacer? Tengo ganas de que me follen bien y sí, tengo unas ganas de agarrar una buena polla..., bueno, o tal vez dos, ji, ji.