Vacaciones solo con mamá (3)

Todo cambia cuando Lucía y Claudia llegan a nuestra casa.

Vacaciones solo con mamá (3)

Me desperté de la siesta cuando sonó el teléfono móvil de mi madre, estábamos los dos desnudos sobre la cama, ella cogió la llamada y salió de la habitación para hablar. La visión de su trasero alejándose deja eclipsado a cualquiera, yo estaba deseando volver a follármela. Cuando regresó yo estaba tumbado bocarriba con una gran erección, ella me dijo:

- Caramba, es que nunca descansas

- Siempre la tengo a punto - Respondí yo, mientras me la tocaba.

Ella se acercó y empezó a pajearme suavemente mientras me lamía los huevos, de repente comenzó a chupármela. Yo permanecía inmóvil, disfrutando de la situación, me dejaba hacer. Me incorporé y le di unos azotitos en el culo, es tan suave y perfecto, nunca pensé que tuviera un trasero tan espectacular. Ella continuaba mamándomela con esmero y dedicación, se notaba que le gustaba y había mejorado mucho desde la primera vez que lo hizo. De repente miró el despertador entonces se detuvo, se levantó y me dijo:

- Es tardísimo, vístete.

Yo me quedé con cara de tonto, no hay nada peor que te dejen a medias.

-¡Qué dices! Tarde para qué, vuelve aquí y acaba lo que has comenzado- Refunfuñé yo que estaba realmente enfadado.

- La llamada que recibí antes era de Lucía. Me ha dicho que mañana vendrían ella y Claudia a pasar unos días aquí con nosotros. En principio dijo que no, por eso no te había dicho nada, pero al final tiene unos días libres. Hay que comprar algunas cosas y adecentar la casa para cuando lleguen, espero que no te importe - Dijo ella bastante acelerada mientras se vestía y abandonó la habitación.

Ahora entendía lo que estaba pasando, mi madre había invitado a su amiga Lucía y mañana, casi por sorpresa, llegaría con su hija Claudia. Mi madre y Lucía son muy buenas amigas, pero mi padre no puede ni verla. Yo tenía pocas ganas de compartir las vacaciones con ellas porque me fastidiaban los planes con mi madre, pero no había elección.

-¿ Cielo te has vestido ya? - Preguntó ella y apareció por la puerta de la habitación.

Yo me había masturbado hasta correrme sobre las sábanas, no me iba a quedar así. Cuando llegó ella me limpié la polla en las sábanas y le dije:

- Ahora mismo me visto.

Se enfadó muchísimo, pero ya le había advertido que lo que se empieza se acaba.

- ¡Eres un cerdo! Yo me voy a comprar unas cosas, cuando vuelva espero que esté todo esto recogido - Añadió ella y se marchó dando un portazo.

Me di una larga ducha, aquello no había estado bien, pero uno tiene su carácter. Cambié las sábanas y ordené un poco las habitaciones y el salón. Cuando ella llegó ya era casi de noche, seguía enfadada. Colocó la compra y repasó los baños y la cocina que era lo que quedaba por hacer. Yo mientas tanto aproveché para darme un baño en bolas pensando en que tal vez fuera el último, ella me miraba a través de las ventanas con mala cara. Cuando entré en casa ella ya se había acostado, me hice un sándwich y me metí en la cama.

A la mañana siguiente me levanté bastante tarde, me puse unos calzoncillos y me dirigí a la cocina. Allí estaba ella cocinando algo.

- Buenos días, ¿qué quieres desayunar? - Me preguntó.

- Con un zumo me vale - Contesté yo.

Noté que aún continuaba enfadada, aunque algo menos, y le pregunté:

- ¿Cuándo llegan Lucía y su hija?

- Cuando estén en el pueblo llamarán para que las vayamos a recoger. Espero que te comportes bien y seas simpático con Claudia - Contestó ella.

Era una buena idea ir a buscarlas porque encontrar la casa no era sencillo. Entonces sonó el teléfono y mi madre respondió la llamada, al parecer ya habían llegado.

- Date prisa, nos vamos ya - Me dijo ella.

A Lucía la había visto más a menudo sin embargo a Claudia hacía un par de años que no la veía, desde que dejé de ir a montar a caballo con mi madre y con ellas, pensé que tendría unos 18 años. Menuda sorpresa me llevé cuando la vi bajarse del coche, había cambiado muchísimo desde la última vez, se había convertido en una mujer espectacular. Siempre fue guapa pero ahora estaba impresionante, llevaba puestos unos short que le hacían muy buen culo, estaba muy morena -debía tomar rayos UVA- y sus tetas habían crecido tanto que casi no cabían en aquel top.

- No me dices nada, ¿te has quedado mudo? - Me dijo Claudia al verme.

La verdad es que estaba paralizado analizando aquella imagen. Su melena rubia, sus ojos claros ocultos por unas grandes gafas de sol, parecía una chica salida de una serie de adolescentes. Tanto su aspecto como el de su madre gozaban de un toque pijo -cosa que me encanta- claro son conocidas de mi madre.

- Claudia, como has cambiado - Balbuceé yo.

Su madre, Lucía, para su edad no se quedaba atrás. Después de quedarse viuda había cambiado su aspecto radicalmente, quién sabe tal vez buscaba pareja de nuevo. Es también rubia, de estatura media y más delgadita que mi madre. Llevaba puesto un vestido rojo, con el que parecía ir pidiendo guerra, y unos tacones enormes con los que no llegaba a ser tan alta como Claudia. Sus pechos son más bien pequeños, sobre todo si los comparamos con los de mi madre, su trasero parecía bien puesto.

Después de los saludos y una breve conversación nos montamos en los coches camino a casa. La situación se presentaba mejor de lo que esperaba, Claudia era un buen partido aunque lo iba a tener muy difícil para lograr algo con ella.

Cuando llegamos a la casa se la enseñamos y les gustó mucho, sobre todo la zona de la piscina. Saqué las maletas de su coche para llevarlas al cuarto de invitados, eran enormes y pesaban un montón, parecía que se mudaban para una larga temporada y no para unos días. A partir de ahora el baño del pasillo lo usarían ellas dos y el de la habitación de mi madre lo compartiríamos ella y yo, tal vez no se había acabado todo.

Comimos bajo una pérgola frente a la piscina y mantuvimos una charla amena sobre las vacaciones y la hípica. Cuando mi madre y su amiga se marcharon para preparar el café aproveché para interesarme por Claudia. Hablamos de estudios -aún seguía en el instituto- y otros temas, ella me preguntó:

- ¿No te aburres aquí solo con tu madre?

- A veces, pero son sólo unos días y ella necesitaba estas vacaciones - Respondí yo.

- Te entiendo, a mi me toca ir muchas veces de vacaciones sola con mi madre y, al principio bien, pero conforme pasan los días se vuelve un suplicio.

- Ahora, por lo menos has llegado tú, que tienes más o menos o mi edad ¿no? - Pregunté yo.

- Soy algo más pequeña, tengo 16.

Quién lo diría! Yo 19.

Aparentaba más edad, me dijo que en Septiembre cumplía 17, yo pensaba que era mayor.

- Gracias - Respondió ella, que se lo había tomado como un cumplido.

Por su actitud parecía una chica segura, que sabe lo que busca y lo consigue, creo que explotaba muy bien sus armas de seducción. Era muy simpática, a mí en unos minutos me había cautivado.

Regresaron nuestras madres con el café y nos lo tomamos.

- Habrá que darse el primer baño - Dijo Lucía.

Me pareció una idea fabulosa, estaba deseando ver a madre e hija en bañador, especialmente a la segunda. Se fueron a cambiar y cuando regresaron yo ya estaba en la piscina, por discreción me había puesto las bermudas, aunque me hubiera encantado salir con el slip. Claudia llevaba un bikini beige que hacía un gran contraste con su piel bronceada, el sujetador tapaba lo justo, tenía unas tetas aún mayores de lo que en un principio parecían y la braguita apenas le tapaba el culo. Estaba buenísima. Su madre llevaba un bikini negro, de corte mucho más tradicional que el de mi madre, tenía un buen cuerpo, tal vez demasiado delgada para mi gusto. Allí estaba yo rodeado de tres bellas mujeres, mientras Claudia no dejaba de repasar con su mirada mis abdominales.

- Meteros, el agua está genial - Dije yo.

Claudia se lanzó de cabeza y nadó hasta el otro extremo de la piscina, nuestras madres se metieron después de pensárselo un poco. Nadé hasta Claudia, quería verla de cerca.

- Que buena está el agua, la piscina es bastante grande y profunda - Me dijo ella.

Estaba a escasos centímetros de ella, permanecía apoyada en el bordillo, tenía una delantera espléndida y unos pezones grandes que se le marcaban a través del biquini debido a la temperatura del agua.

- Te echo una carrera - Me dijo y comenzó a nadar.

Como salí algo después que ella, y era buena nadadora, tuve que esforzarme por alcanzarla, cuando llegué a su altura la hundí un poco.

- Eso no vale - Me dijo ella.

-¿Y salir antes sí?- Añadí yo.

En ese mismo instante comenzamos a hacernos aguadillas, tenía una piel suave como el terciopelo, qué tetas, qué culo… Ella me agarraba del torso e intentaba zafarse, pero era inútil, la cogí por la espalda y la sujeté por los hombros. En esta postura sus tetas rozaban mis brazos y su culo mis abdominales.

- Está claro quién es más fuerte, has ganado, suéltame.

Si por mi hubiera sido la habría apretado contra mí, pero la solté, ella siguió nadando de un lado al otro de la piscina. Yo me subí a la colchoneta, pasados unos minutos ella vino hacia mí, pensé que venía a contemplarme, nada más lejos de la realidad, cuando llegó me tiró de la colchoneta.

- Te la debía - Me dijo y se marchó hacia las escalerillas.

Hubiera ido tras ella y le habría devuelto la jugada, pero no quería que se enfadase. Me quedé contemplándola como subía las escaleras y se dirigía a las hamacas escurriéndose el pelo, era una diosa y estaba en mi piscina. Salí detrás de ella y al mirar hacia las tumbonas me encontré una grata sorpresa, nuestras madres se habían quitado la parte superior del bikini y tenían las tetas al aire, mi madre estaba de lo más liberal. No sé en qué momento había sucedido eso estaba eclipsado con Claudia.

Lucía tenía unas tetas pequeñas, sus pezones eran oscuros, parecían los pechos de una adolescente en medio de su desarrollo lo que le aportaba cierto morbo. Claudia no se sorprendió, debía ser habitual que su madre hiciera topless, pero sí miraba con curiosidad las grandes tetas de mi madre.

- ¿Hay más hamacas? - Preguntó Claudia mientras se secaba con la toalla.

- Claro, ahora las traigo.

Cogí dos hamacas del cuarto de la piscina y las saqué, como iba cargado se marcaban muy bien mis músculos, ellas miraban atentamente mi húmedo cuerpo.

- Caramba, se nota que vas al gimnasio - Dijo Lucía.

- Cielo, si vas a tomar el Sol deberías ponerte el bañador de natación - Añadió mi madre.

No sé muy bien por qué, pero ella quería que me mostrara más provocativo ante ellas.

- Es que me da un poco de vergüenza - Respondí yo, aunque en realidad lo estaba deseando.

- Vergüenza ¿por qué? - Preguntó mi madre.

- Por nosotras no te preocupes, somos casi de la familia, seguro que te queda estupendo -Dijo Lucía.

- Ahora vuelvo - Dije yo.

Me fui a mi habitación y me puse el slip negro, de talle bajo, que realzaba mi "tableta de chocolate" y salí de nuevo a la piscina.

- Te está genial, ¿verdad Claudia? - Dijo Lucía.

- - Balbuceó ella.

Las tres, especialmente madre e hija, miraban atónitas mi gran paquete. El slip me sienta fenomenal.

- Mi lema es: si lo tienes lúcelo - Dijo Lucía.

- Entonces debería quitárselo - Añadió Claudia, sin pensar mucho en lo que estaba diciendo.

Después de aquél comentario nuestras madres se rieron, Claudia se sonrojó cuando se dio cuenta de lo que había dicho inconscientemente.

- Basta ya de hablar de mí, que me sonrojo y hablemos de otro tema - Dije yo para quitar hierro al asunto, por lo visto no la había dejado indiferente.

El resto del día pasó de forma tranquila, hice buenas migas con Claudia mucho más de lo que jamás habría pensado. Al día siguiente estuvimos haciendo turismo, visitamos Vejer y la zona de Gibraltar. Las convencí para ir al Bora Bora para ver la puesta de Sol, es un chiringuito muy guapo donde hay muy buen rollo, yo ya había estado el verano pasado con algunos amigos. Allí se tomaron algunos cócteles, yo no lo hice porque tenía que conducir de vuelta, me sorprendió que Lucía dejara beber a Claudia sin ningún reparo. Los tíos se comían a Claudia con los ojos, cosa que no me extraña. Yo estuve hablando con dos morenas que tal vez querían algo pero no podía ser. Cenamos de camino a casa y cuando llegamos ya era muy tarde.

Las chicas estaban muy animadas, hacía un calor insoportable y mi madre propuso tomarnos unas copas y darnos un baño en la piscina. Aquello podía ser divertido. Ellas fueron a cambiarse y yo saqué unas botellas. Desde la piscina se veía el ventanal del cuarto de invitados, las cortinas estaban corridas y cuando me percaté Claudia se estaba atando la parte superior del biquini, ojalá hubiera mirado antes. Su madre deambulaba por la habitación en bragas, sin sujetador, y parecía que estaban discutiendo.

Cuando llevaba los vasos y el hielo salieron las chicas al jardín, mi madre y Claudia en bikini y Lucía llevaba unas bragas de encaje negro que, desgraciadamente, no se transparentaban.

- Se ha empeñado en salir así - Dijo Claudia elevando los hombros, se la veía disgustada.

Ahora ya entendía por qué discutían, la verdad es que Lucía llevaba un buen ciego.

- Báñate así - Me dijo Lucía.

Yo aún no me había cambiado, me desabroché un par de botones para ver el color de mi bóxer -que era negro- y para quitarle hierro al asunto me quedé en calzoncillos.

- Ves como no pasa nada - Dijo Lucía.

Preparé unas copas con ayuda de Claudia, para su madre sólo refresco, y nos metimos en el agua. Estuve hablando con Claudia para tratar de que se contentara.

- A veces a uno se le va la mano con el alcohol, o no está muy acostumbrado, no le des más importancia de la que tiene - Le dije yo, ella alegró un poco su cara.

Me acerqué a Lucía para ver qué tal se encontraba y me dijo:

- Te voy a hacer una aguadilla .

Se abrazó a mí como una lapa, mi paquete rozaba en su vientre y podía sentir sus pechos contra mis abdominales, comenzó a bajar las manos hasta que me tocó el culo. En ese momento decidí ponerle fin, le di un revolcón y la hundí en el agua. Cuando se incorporó me alejé hacia el bordillo donde se encontraban mi madre y Claudia.

Los tres salimos fuera, nos arropamos con las toallas y poco después llegó Lucía, con las bragas húmedas se le marcaba muy bien la rajita, no quise mirar demasiado para que nadie se diera cuenta. Como mojados hacía frío, nos fuimos a nuestras habitaciones para ducharnos. Mi madre y yo compartíamos cuarto de baño, así que en cuanto llegué me desnudé en su habitación. Ella me miró y me dijo:

- Eres un provocador nato.

- Dúchate conmigo - Dije yo.

- ¡Estás loco!

Ella se metió primero en la ducha, poco después fui yo y me metí con ella.

- Las tienes loquitas - Me dijo ella, agarrándome de la polla.

Se me puso durísima, pero mi madre no estaba dispuesta a nada, por lo que no pasamos del manoseo. Le restregué mi polla por el culo, por su sexo, le comía las tetas, pero ni por esas. Hasta que ella se salió de la ducha, yo con el calentón que llevaba me hice una buena paja. Cuando salí del baño ella ya estaba acostada así que me marché a mi cuarto.

A la mañana siguiente desayunamos todos juntos. Claudia quería ir a la playa, pero a su madre no le apetecía, normal tenía una buena resaca.

- Por qué no os vais vosotros dos a la playa y nosotras nos quedamos aquí - Dijo mi madre.

- Me parece una buena idea - Respondí yo.

De este modo por fin podría estar a solas con Claudia. Preparamos nuestras cosas y cogimos el coche rumbo a la playa, llegamos a un cruce donde indicaba hacia la playa en una dirección o hacia una cala en otra.

- ¿Por qué no vamos a la cala? Yo lo prefiero antes que la playa - Dijo Claudia.

- A mi me da igual, nosotros siempre vamos a la playa, no sé qué tal estará esa cala - Dije yo y tomé la dirección de la cala.

Llegamos a una explanada donde había varios coches estacionados, aparqué y tomamos un sendero que indicaba "300 metros hasta la cala", toca andar pensé. Cuando llevábamos unos cinco minutos andando por un estrecho sendero apareció un cartel que ponía "zona nudista", yo me detuve.

- Por mí no hay ningún problema - Dijo Claudia con cierto brillo en los ojos.

Yo retomé el paso, siempre había deseado ir a una playa nudista y más aún si Claudia era quien me acompañaba. Aunque debo reconocer que me sorprendió su seguridad. Hacía un calor infernal y me quité la camiseta.

- No sabía yo que la cala esta era nudista - Añadí yo.

- ¿Alguna vez has ido a una playa nudista? - Me preguntó ella.

- No nunca, ¿y tú?

- Yo lo más que he hecho es topless, estamos igualados.

Se acabó la vegetación que rodeaba el camino y ya se divisaba la cala, no había mucha gente, comenzamos a adentrarnos en la arena buscando un hueco. La gente estaba dispersa, bastante separados los unos de los otros, había algunas parejas de unos 30, grupitos de dos o tres amigos e incluso alguna familia.

Rápidamente se me fue la vista hacia un par de chicas jovencitas, de mi edad, que estaban tumbadas tomando el Sol. Debían ser habituales por allí porque tenían su cuerpo bien bronceado, sin marcas. Yo ya iba pensando en ver a Claudia de la misma forma, me sentía afortunado.

La gente estaba a lo suyo, se comportaban con toda naturalidad. Un par de chicos se quedaron mirando a Claudia, pero por el tamaño de sus miembros no serían competencia para mí. Ella los miró para evaluarlos, pero no le debieron interesar demasiado porque rápidamente quitó la vista.

Por fin dejamos nuestras cosas en el suelo y extendimos nuestras toallas.

- ¿Estás segura de esto?

- Claro, ¿te da miedo? - Preguntó ella.

- Miedo no, pero hay ciertos impulsos que no se pueden controlar - Respondí yo.

- Si se te pone dura, te tumbas boca abajo y ya está - Añadió ella con toda naturalidad.

Sólo por ver a Claudia sin ropa haría eso y mucho más. Rápidamente comenzó a desnudarse, primero se quitó la camiseta que llevaba, luego los shorts y se quedó en bikini. Yo ya me había quitado la poca ropa que llevaba quedándome únicamente con el slip, estaba deseando que se quitara el bikini. Entonces comenzó a desabrocharse el sujetador liberando sus grandes tetas al aire, eran preciosas, estaban completamente morenas, sus pezones de tamaño medio y color rosáceo apuntaban al frente, parecían desafiar la gravedad. Aquellos dos chicos no paraban de mirarla, ella ya se había dado cuenta pero no le importaba.

- ¿Te piensas dejar el slip puesto o qué? - Preguntó ella.

Ella ya me había mostrado sus tetas y ahora quería ver mi cosa.

- Es que no ves que estoy

Se me había puesto morcillona, casi no me cogía en le slip. Comencé a bajármelo, ella no perdía detalle hasta que salió mi polla a la vista. Al sentir el contacto de la brisa sobre mi polla desnuda se me empezó a poner durísima, mis 19 cm se mostraban en todo su esplendor.

- ¡Qué grande! - Exclamó ella.

Los dos chicos ahora me miraban a mí, yo me tuve que tumbar ante el espectáculo que estaba dando. Mi polla destaca más que por su longitud, por su grosor que es bastante mayor del habitual, por eso parece ser aún mayor. Desde el suelo no pude terminar de ver como Claudia se quitaba la braguita, yo permanecía tumbado, inmóvil hasta que se me pasara el calentón.

- ¿Te pongo un poco de crema? Te vas a quemar - Me preguntó ella.

- Te lo agradecería, no puedo moverme.

- Jajaja, ya lo he visto.

Ella estaba completamente desnuda a unos centímetros de mí, qué más podía pedir. Comenzó a echarme crema por la espalda, suavemente, en círculos, hasta que llegó a mi culo donde se tomó más interés. Notaba sus dos manos masajeando todo mi duro trasero, aquello era muy placentero, bajó por las piernas y me dio un azotito en el culo diciéndome:

- Ale ya está, ahora me toca a mí, ¿quieres hacerlo tú?

- Me encantaría, pero me temo que no puedo.

Nada me apetecía más que poner mis manos sobre su cuerpo desnudo pero mi polla no cesaba en su empeño. Desde el suelo apenas la podía ver, se encontraba de espaldas a mí, extendiéndose la crema por la espalda y por el trasero. Tenía un culo impresionante, moreno como todo su cuerpo y muy firme. Se tumbó bocabajo, junto a mí y estuvimos hablando durante un rato de esta nueva experiencia.

- Creo que ya podemos darnos un baño, si te apetece - Dije yo, después de un buen rato en aquella postura.

- Vale - Añadió ella.

Nos levantamos los dos y fuimos caminando hacia la orilla. Era la primera vez que podía ver su sexo, lo llevaba muy arreglado, con el vello muy corto. Claudia era una mujer de bandera, tenía el mejor cuerpo que jamás había visto, con ella me encontraba muy a gusto -creo que me estaba enamorando- siempre me hacía sentir bien, se la veía tan segura de sí misma. De vez en cuando la pillaba con sus ojos clavados en mi miembro. De camino al agua nos cruzamos con una pareja de homosexuales que, sin ninguna discreción, se lo estaban pasando en grande, me sorprendió, nunca había visto a un chico chupársela a otro. La gente en aquella playa parecía más liberal de lo habitual, el sexo es algo natural y hay que entenderlo como tal.

Nos metimos en el agua y nadamos hasta las boyas, ella me confesó que le encantaba bañarse desnuda y que se lo estaba mucho mejor de lo que había pensado antes de llegar a nuestra casa. Me rozó la polla sin querer y me dijo:

- Perdona.

- No pasa nada, me gusta - Respondí yo.

Me miró a los ojos, se acercó a mí y me dio un beso, yo aproveché para acariciarla el culo.

- Nademos hacia la orilla.

Cuando hicimos pie nos detuvimos, ella me abrazó, podía notar su cuerpo desnudo junto al mío, le di un largo beso, besaba de maravilla, mientras le acariciaba las tetas. Fui bajando lentamente besándola el cuello hasta que llegué a sus tetas, no pude resistirme, y empecé a comérselas, eran como dos melocotones bien maduros.

- ¡Estás loco! Nos pueden ver - Me dijo ella, en sus ojos se adivinaba deseo, sus pezones estaban erectos.

Me excité un montón con solo pensar en montárnoslo delante de aquella gente.

- No te preocupes, aquí cada uno va a lo suyo y desde allí no se ve casi nada - Añadí yo.

Tenía mi polla entre sus piernas, me movía para rozarla suavemente hasta que ella la cogió y empezó a masturbarme, lo hacía bastante bien.

- Nunca había tocado una tan grande - Me confesó ella.

- ¿Y te gusta? - Pregunté yo.

- Cómo no iba a gustarme - Respondió ella.

A pesar de su edad, se notaba que tenía cierta experiencia, continué magreándola todo lo que me dejó y le metí lentamente un dedo por su sexo. Tenía una cara de vicio, aquello le gustaba de veras. Dejó de pajearme y yo me acerqué por detrás e intenté metérsela un poco por el culo.

- No, por ahí no - Me dijo ella enfadada.

- Chúpamela, me muero de ganas - Le murmuré al oído.

De repente se metió debajo del agua y empezó a chupármela, aquello ya sí que era descarado, salía de vez en cuando a coger aire. Yo la sujetaba con mis manos de su trasero. No aguanté mucho debido a la excitación del momento y cuando noté que me iba a correr traté de separarla, pero ella continuó mamándomela con esmero -se notaba que estaba muy acostumbrada- hasta que me corrí. Aquella mamada acuática había sido espectacular, ella subió a la superficie y continuamos besándonos. Permanecimos un rato más en el agua hasta que mi polla recobró su tamaño habitual.

Salimos fuera y algunas personas nos miraban fijamente, un tío me guiñó el ojo, era más que evidente que algunos se habían dado cuenta de lo sucedido. Llegamos a nuestras toallas y nos echamos crema el uno al otro, acariciar su piel desnuda era todo un placer, especialmente sus tetas que eran impresionantes. La gente nos miraba, hacíamos buena pareja. Ella me esparció la crema sin demasiado esmero pero se atrevió a untarme la polla y, delante de aquella gente, me propinó un par de sacudidas.

Nos cogimos de la mano y fuimos a dar un paseo por la orilla exhibiendo nuestros cuerpos adolescentes. Cuando nos cruzábamos con alguien nos examinaban de arriba abajo sin ningún pudor, la verdad es que ambos teníamos muy buena figura, mi polla se balanceaba de un lado a otro.

- Has visto cómo te miraban esas dos chicas que nos acabamos de cruzar, y no a la cara precisamente - Dijo ella, se la notaba orgullosa del tamaño de mi miembro.

- A ti los hombres tampoco te quitan ojo - Añadí yo y le di una palmadita en el culo.

Regresamos a las toallas, ya era tarde y la cala estaba más vacía, recogimos las cosas para volver a casa. Ojalá aquella jornada playera hubiera durado mucho más. Nos encontrábamos tan a gusto desnudos que regresamos al coche en bolas y allí nos vestimos. Una familia estaba guardando las cosas para marcharse y no paraban de mirarnos, el marido se ganó una regañina de su mujer. Tenían una hija pequeña, de unos 13 años, que miraba mi polla y se sonreía.

Cuando llegamos a casa la comida ya estaba hecha, Lucía tenía mucha mejor cara. Hablamos de la playa, por supuesto no contamos nada de lo que había pasado. Esa tarde la pasamos en la piscina, fue realmente duro tener a Claudia a unos centímetros y no poder besarla. De todos modos, cuando nuestras madres se tumbaban al Sol yo me metía con ella en el agua y disfrutaba de su precioso cuerpo. Yo ya estaba pensando en nuestra próxima escapada, o mejor aún, en quedarnos solos en casa. No pasó nada más extraordinario que contar, las tetas de mi madre y Lucía se paseaban de un lado a otro, pero yo quería ver las de Claudia -aunque esa imagen la tenía grabada en mi mente- y no podía ser.

Por la noche hicimos una barbacoa, carne para mí y verduras a la brasa para ellas. Se empezó a levantar algo de aire y decidimos meternos al salón para tomar los postres. Lucía trajo a la mesita unas botellas para ponernos unas copas, le gustaba mucho beber, la borrachera del otro día no debía haber sido puntual sino habitual. Mi madre puso algo de música para alegrar aquello y, de vez en cuando, se marcaban algún bailecito.

- Vosotros también podéis bailar - Dijo mi madre.

Entonces sonó una canción de raggaeton, que se escuchaba mucho ese verano, "Noche de sexo". Cogí a Claudia de la mano y la saqué para que bailara conmigo, más que bailar, nos restregábamos. Ella balanceaba su cuerpo hacia delante y atrás, sus tetas parecía que se iban a salir por su escote. Llevaba puesto un suéter con un lazo en uno de sus hombros, parecía un regalo. Se dio la vuelta y se agachó ante mí, como bailaba de bien -a pesar de los tacones-comenzando a mover su trasero. Su faldita era tan corta que en aquella posición se le podía ver parte del culo, se había puesto un tanga, yo no pude resistirme más y me pegué a ella restregándola bien mi polla.

- Ya veo que os habéis animado, yo también quiero un bailecito de esos - Dijo Lucía que, como de costumbre, ya llevaba alguna copita de más.

El baile continuaba, yo me estaba poniendo a cien, se dio la vuelta y me acorraló arrimándome sus tetas. Su cara era puro éxtasis, se estaba divirtiendo, nos estábamos pegando un buen repaso delante de nuestras madres. Arrimó su cara a la mía, sin parar de contonearse, aquello era demasiado, sus carnosos labios estaban a unos milímetros de los míos. Entonces se acabó la canción, se dio la vuelta y yo me quedé allí perplejo.

- ¡Así se hace Claudia! - Dijo Lucía y ambas chocaron las palmas de la mano.

Empezó entonces a sonar una canción de la película Bar Coyote y mi madre dijo:

- ¡Demuéstralas lo que vales!

Aquella canción era muy apropiada para un striptease, no me lo pensé dos veces y comencé a bailar de forma sugerente ante aquellas tres mujeres. Lucía me animaba, poco a poco me fui desabrochando la camisa y todas gritaron "más, más". Lancé la camisa a Lucía que era mi principal animadora, mi cuerpo musculoso y bronceado se movía al ritmo de la música. Cogí una silla y saqué a Lucía, me arrimé a ella para que me desabrochara el cinturón, me palpó el paquete. Parecía un pulpo, me tocaba en cuanto tenía la menor oportunidad, mi madre miraba atónita. Claudia se tapaba los ojos, como avergonzada, no había nada de malo en aquello, me divertía.

Hice que Lucía volviera a su sitio, me quedé descalzo y me desabroché los pantalones, hasta que poco a poco, me los quité. Entonces todas me jalearon, llevaba puesto un slip blanco que marcaba bien mi polla que por aquellas alturas ya estaba morcillona. Mi madre gritó mi nombre y me lanzó un bote de nata que andaba por allí de los postres. No me lo podía creer, que quería que hiciera con eso, estaba claro que aquella situación le proporcionaba mucho morbo.

Me eché un poco de nata en los abdominales y me acerqué a ella para que se la comiera, me pegó un lengüetazo y me dio una palmadita en el culo. Aquello parecía una sala de striptease, ellas estaban completamente desinhibidas, ya había caído una botella de whisky. Hice lo mismo con Lucía, ella me restregó su cara por todo mi paquete, se comió la nata y me propició un buen sobo al culo. Teníais que haber visto su cara de puro vicio, debía llevar un tiempo sin probar polla, o eso parecía porque era la más salida. Dejé a Claudia para el final, nuestras madres miraban atentas, la canción ya se había terminado y comenzaba una de Placebo pero el striptease debía continuar. Esta vez me puse bastante nata pero sobre mi slip, me acerqué a Claudia que tuvo que dar varias pasadas con su legua para acabar con la nata. Yo le tocaba las tetas sin ningún disimulo, ella me dio un mordisquito en la polla.

- ¡Quítaselo! - Gritó Lucía.

Las manos de Lucía se encontraban sobre mi trasero, por sorpresa me bajó de un tirón los calzoncillos saliendo mi polla ante su cara. No me lo esperaba, estaba completamente desnudo ante ellas.

- ¡Dios, qué polla! - Exclamó Lucía.

Aquello parecía inverosímil, allí estaba yo ante mi madre, su amiga y la hija de ésta en pelotas. Pensé en subirme los calzoncillos, pero total ya me la habían visto bien y, para algunas, no era la primera vez. Así que debía aprovechar aquella situación tan morbosa, tres mujeres para mí. Emulando a los boys me puse nata sobre el glande y acerqué mi polla a la boca de Claudia, ella no se lo esperaba, me miró a los ojos. Aquello prometía, cualquier hombre querría haber estado en mi situación.

- ¡Cómela, cómela! - Gritaba su madre que, a estas alturas, había perdido los papeles por completo.

Claudia cogió mi polla con sus manos y me la chupó unos segundos, ella estaba muy excitada, en cierto modo le gustaba el exhibicionismo. Cuando la soltó yo se la arrimé de nuevo a la boca, pero ella retrocedió, no quería continuar con el espectáculo. Levanté sus brazos y le saqué el suéter liberando sus tetas, no llevaba sujetador, tampoco lo necesitaba. Sus pezones erectos apuntaban al frente, en medio un gran collar, parecía una Diosa. Puse nata sobre sus tetas, me arrodillé y se las comí, luego le di un beso en la boca. Ella estaba disfrutando, nuestras madres miraban.

Me levanté y seguí bailando, mi miembro se balanceaba de un lado a otro, como los ojos de Lucía que lo seguían sin pestañear. Me acerqué a ella y me la cogió con las manos, la acariciaba de arriba abajo hasta que comenzó a masturbarme con fuerza. Puse de nuevo nata sobre mi polla, ella me hizo una mamada en toda regla. Chupaba ansiosa, como si mi polla fuera la última en el mundo, fue entonces cuando tuve una gran erección, sus ojos brillaban. Cuando la nata se acabó no se detuvo, recorría mi polla de arriba abajo con su lengua y me comía los huevos, mi polla cubría toda su cara. Claudia miraba con cara de enfado. Yo mientras tanto había aprovechado para bajarle el top, tampoco llevaba sujetador y le tocaba las tetas ahora que tenía la oportunidad, las tenía tan firmes. Sus pezones estaban durísimos, estaba muy cachonda. Parecía que no se iba a detener y no sería yo quien la parara, hasta que mi madre dijo:

- Bueno vale ya.

Lucía se sacó mi polla de la boca y añadió:

- Ahora te toca a ti.

Sujetaba mi polla con una de sus manos y apuntaba hacia mi madre, me dio una palmadita en el trasero y me empujó hacia ella. Miré de nuevo donde se encontraba Claudia, pero se había marchado, no querría continuar presenciando aquella escena.

- ¡Estás loca! Es mi hijo.

- Nosotras ya lo hemos hecho, aquí nadie se puede ir de la boca - Dijo Lucía.

Yo me acerqué a mi madre, qué podía perder, no sería la primera vez que me la chupaba, sólo que ahora tenía público. Estaba tan excitado. Me puse un poco de nata y ella me la quitó de un lengüetazo, no la metí mano, no me parecía apropiado.

- ¿Ya estás contenta? - Preguntó mi madre.

Fue una pena que no se entretuviera tanto como Lucía, de haberlo hecho me habría corrido allí mismo. Recogí mi ropa y abandoné la estancia.

A la mañana siguiente cuando me levanté las maletas de Lucía y Claudia estaban en el hall. Mi madre y Lucía discutían acaloradamente en la cocina, la situación se nos había ido completamente de las manos. Yo no quería problemas así que regresé de nuevo a mi habitación y me puse a escuchar mi iPod como si nada pasara.

Después de un buen rato entró mi madre en mi habitación y me echó una bronca descomunal, como si la culpa de todo lo que había pasado fuera exclusivamente mía. Todo había terminado.