Vacaciones Parte 1
Unas vacaciones sola para despejar tu vida puede convertirse en un tormento placentero.
Vacaciones 1 Parte
Se colocó detrás de mi, presionando con su cadera sobre mi culo, sintiendo su respiración agitada en mi nuca y por un instante un escalofrío me recorrió entera. Quise ir un poco más allá y apreté mis nalgas contra él, escuchando como salía de su boca una carcajada sincera. ¿así que con esas vamos , no? Me dijo antes de quitarse de detrás y pagar su café, darse media vuelta e irse a su mesa nuevamente.
Toda historia tiene un comienzo, incluso la mía, por más corta que fuera. Te preguntarás como llegamos a esa situación un simple desconocido y yo, ya que por normal general no voy restregando mi culo con cualquiera. Pero él... era diferente. Tan diferente que desde el día que lo vi se quedó clavado en mi cabeza y en sueños que deberían catalogarse de X en los cines.
Estabamos en Julio, corría un calor tan agobiante que en mis días de vacaciones, sin proponermelo mucho, acabé en un hotel yo solita y con todo a gastos pagados. Me lo merecía. Tenía una racha que no paracaba de trabajar, quería descansar y quería estar lejos de todo ser viviente que estuviera cerca de mi. No soportaba a la gente, y creo que el calor me volvía irritable e insoportable a mi también.
Así que allí estaba, en ese hotel donde no conocía a nadie, relajada, lejos de móviles, ordenadores, y cualquier tecnología que me hiciera volver por un segundo a la realidad. Estaba harta de mi vida, de la rutina, de que todo fuese siempre igual. Yo, el entorno, las circunstancias, mi vida... Se me ocurrió la fantástica idea de irme a la peluquería del hotel, cortarme el pelo, mi larga melena, y empezar mis vacaciones así, de buen pie y " de cero".
Al entrar lo vi en el puesto de regalos de al lado. Los ojos se me iban a salir y creo que por un momento el pobre pensó si tenía monos en la cara, por que mis ojos no podía apartarlos. Quité la vista cuando vi que resultaba incómoda y me metí dentro. Como siempre me pasa no sabía si cortar o no, así que pedi que cortara rápido antes de que me fuera de allí sin pagar. El resultado me gustó, que conste. El corte bob estaba de moda y era bastante fresquito.
Cuando salí y fui al bar del hotel a tomar algo, me lo encontré en la barra. Se me quedó mirando y yo, rápida y audaz, me di cuenta quien era. Ese desconocido sin nombre que me hizo pensar en cosas que no debía.
Jugué con el filo del vaso, el posavasos, di vueltas al hielo, el té se aguaba, y cada vez estaba más nerviosa hasta que no pude contenerlo más y se me escapó una sonrisa de gilipollas que el pobre no se como no salió corriendo. Muy por el contrario, me devolvió la sonrisa y ahí fue cuando lo que se estaba condensando no era el vaso y el hielo, sino mis bragas.
No podéis culparme, la necesidad es algo muy humano, y mi humanidad empezaba a extinguirse. Desde la última vez que estuve con alguien creo que habían sucedido muchas cosas importantes. Importantes a escala mundial. Volví a mi bebida, tímida, avergonzada, venga agitar como si aquello fuese un vaso de merengue y estuviera montando las claras.... crucé las piernas inconscientemente de que llevaba falda, algo que no solía ponerme, y cuando vi que alzaba una ceja entonces caí. Quise caer al fondo de la tierra por que acababa de verme las bragas. Empezaba bien. Posiblemente iba a ser la primera persona con la que entablaria conversación ahí pero yo de primeras le dejaba ver mi ropa interior.
Pagué rápido y me fui. Al salir por la puerta me crucé con él nuevamente y me saludó. Le respondí y me hizo una seña para que me acercara a él.
- Hola.
- Hola. - Respondí como una subnormal. - Creo que te he visto esta mañana.
- Sí, eso creo recordar, aunque la última vez que te vi juraria que tenías más pelo.
- Ya, es momento de un cambio, que falta hace.
- ¿Ah sí? - Alzó la ceja otra vez. - ¿Vienes sola?
- sí. ¿Y tu?
- No. Vine con mi novia y unos amigos. - Aquí ya se me vino el mundo encima. Sólo yo podía tener ese ojo.
- Vaya, pues que paséis buenas vacaciones. - Y me iba cuando me agarró del brazo. - Me llamo Alan.
- Virginia. - Le di la mano y él tiró para darme dos besos. Aquí entre nos, veo yo a mi novio dando dos besos por que si a una desconocida y la dejo con menos pelo en la cabeza del que tengo yo. - Tengo que irme, quiero ir a la piscina un rato antes de la hora de comer.
- Ah, pues seguro que nos vemos allí.
Genial. Me encantará verlo. Subí a mi habitación y me metí en la ducha para quitarme los pelos que había caído encima tras la peluquería. Cuando salí me puse mi bikini nuevo, preparé el bolso, cogí un libro, las gafas de sol y me fui para abajo toalla en mano. Me tumbé en una zona donde había unas palmeritas y aprovechando la poquita sombra que daba dejé todas mis cosas ahí, fui a la ducha y me di un baño como exigían antes de meterme en la piscina.
Hundí la cabeza y buceé hasta el otro extremo, chocando en este con algo... ¡¡¡alguien!!!. Él.
-Otra vez tu. - Dije sonando más ahogada por el agua. - Nos vamos a encontrar en todas partes, parece ser.
- Vaya, en casi todas si. - No pasó desapercibida la mirada que me echó a la delantera... tampoco era una novedad por que era de lo que mas destacaba siempre que estaba en traje de baño.
- ¿Y tu novia? - Soné mas seca de lo normal, recordando indirectamente que qué hacía mirando ahí con su novia cerca.
- Pues no baja. Esta cansada, se ha quedado con una amiga en la habitación además esta en esos días de mujeres y ya sabes...
- Sí... ya sé. - ¿Lleváis mucho aquí?
- Una semana, aún nos queda una más.
- Entonces nos seguiremos viendo, me temo. - Sonreí antes de meterme en el agua y salpicarle un poco encima.
Durante todo el rato no paraba de sentirme observada, pero cuando miraba no le veía. Me eché el spray solar, me tumbé boca arriba y me puse a leer. Al cabo del rato me di la vuelta, y esta vez necesitaba ser trapecista del circo del sol por que no llegaba a la espalda para echarme la puta crema y siempre me quemaba. Eché el spray como pude y una sombra a mi lado me hizo mirar hacía arriba, siguiendo el camino de unos pies.
- No quiero sonar inoportuno ni nada de eso pero creo que tienes problemas para echarte eso. - señaló el bote en mi mano. - Puedo echartelo yo si quieres.
- No creo que a tu novia le haga mucha gracia.
- Ella no está, además no es nada malo, sólo quiero ayudarte. Normalmente no veo a nadie sola por aquí.
- Como quieras. - Le tendí el bote y me tumbé bocabajo, desatando la parte de arriba del bikini. - Sino se queda una marca horrible.
Sentí como sonreía, se puso de rodillas a mi lado y me echó el spray en la espalda. Noté su mano acariciando despacio cada centímetro de piel humeda y como extendía la crema. Un escalofrío me recorrió entera, aunque esto quizás era por el tacto de un hombre después de.... tanto tiempo. Cuando llegó a mi cintura me hizo cosquillas y me moví, levantando un poco el culete y dejando entreveer parte de un pecho. Me llevé la mano rápido y me di la vuelta, sentándome, mientras sujetaba mi parte de arriba del bikini con las manos.
- Lo siento, tengo muchas cosquillas ahi.- Le cogí el bote de la mano. - Gracias, a sido muy amable por tu parte.
No hablaba. Estaba estático. Y por el rabillo del ojo comprobé que su bañador guardaba una buena erección. Me reí por dentro y me puse como un tomate muerta de verguenza por fuera.
- Tengo que irme, Virginia. Nos vemos.
Saludé con la mano y me di la vuelta otra vez, dejándome caer bocabajo en la toalla, soltando la tira de tela que me cubría los pechos.
Pasé el rato leyendo y cuando me dio hambre me fui a la ducha, me sequé y subí a la habitación a cambiarme de ropa antes de ir al bufett. El resto del día lo pasé con Alan metido en la cabeza, tan metido que creí verlo cuando una de las veces salí de mi habitación.
Al día siguiente nos encontramos en el desayuno, estaba en una mesa con varias chicas y chicos, sentado al lado de una rubia que supuse sería su novia. Yo con la bandeja como un niño en mitad de un supermercado no sabía donde sentarme, así que avisté una mesa pequeña al fondo que estaba pegada a una ventana y ahí me acoplé. Durante el desayuno me sentí observada varias veces. Miraba y apartaba la vista, le veía sonreír a la que tenía al lado. Cogí el periódico del día, soy de esas personas que aún le gusta leer las noticias en papel en lugar de leerlas desde el móvil, y además mi móvil estaba en cuarentena.
Cuando quise darme cuenta la sala estaba ya medio vacía y había pasado tres cuartos de hora. Me levanté, cogí la bandeja y, tras vaciarla, la dejé en la estantería metálica. Salí por la puerta y me lo encontré hablando con ese grupito de gente que tenía siempre con él, entre ellos, su novia... digo yo.
- Hola Virginia. - Saludo con la mano.
- Hola. - Me acerqué con mis dotes antisociales. - Pensaba que ya no quedaba nadie aquí.
- Esta es Virginia, creo que es nuestra vecina - ¿Perdón? Osea que no me pareció verlo, es que es mi vecino. - Te he visto varias veces entrar y salir.
- A mi también me pareció veros a alguno. - Mentí, sólo lo había visto a él, pero confesarlo sonaba a acosadora.
- Te presento a mi chica, Laura, y estos son Dani, Luis, Lucía y Javi. - Todos me saludaron muy amablemente, animalicos parecían buena gente, hasta ella. Y yo allí, pensando cosas sucias mientras le daba la mano.
- Encantada, pues... nos veremos por aquí, suelo bajar mucho a la piscina y al bar, practicamente no hago otra cosa aparte de leer.
Nos despedimos con un hasta luego y cada mochuelo a su olivo. Al día siguiente lo volví a ver, y al tercero. Cada día hablabamos más, teníamos más confianza, nos rozabamos sin querer, me echaba la crema como hacía alguna vez con Lucía... lo que me hizo comprender por que su novia no estaba con la mosca detrás de la oreja. Para ella era algo normal. Quizás el problema lo tenía yo que estaba más salida que el pico una plancha y que en mis deseos mas internos queria bajarme las bragas y darselas en ofrenda. Empecé a coger confianza con todo el grupo, me contaron incluso que habían alargado las vacaciones, menos Javi y Lucía, que se iban dentro de cuatro días.
Me sentía bien, desconectada de todo lo que era mi vida, haciendo un día a día diferente y socializando con gente, algo poco habitual en mi. Bajaba con ellos a la piscina algunas tardes, hablaba con Lucía sobre cosas de mujeres y libros, (le encantaba leer como a mi), y algunas veces coincidiamos en el buffete y me sentaba con ellos cuando no quería estar sola. Aunque lo que yo buscaba en ese retiro era precisamente estar sola, claro que el hecho de que ese maromo estuviera ahí me hizo olvidarlo.
Una tarde Lucía y Laura salieron de compras, me avisaron pero no me apetecía salir del hotel, así que me quedé en la habitación, leyendo, hasta que me harté y me bajé a la piscina. A seguir leyendo pero con sol.
Alan estaba allí, sólo, según me contó después los chicos se habían quedado fritos tras el vino de la comida, así que estaba aburrido y se bajó a nadar. Yo estaba tumbada en la toalla, bocabajo y la cabeza mirando al lado opuesto al del que vino él. No lo oi llegar, sólo una brisa que me acariciaba y su mano tocándome el hombro me hicieron darme cuenta que no estaba sola.
- Te vas a quemar. - Su mano en la piel si que me ardía... me hacía pensar en la posibilidad de esas manos. - ¿Te echo crema?
Le tendí el bote de spray y me echó. Debo reconocer que era la primera vez que me echaban crema con esa delicadeza, ese tacto esa... sensualidad. Tenía los pezones duros y aún no había probado el agua fría de la piscina.
Fue bajando. Y bajando... Ahora la crema estaba por mi cintura, dando pequeñas cosquillas que se apaciguaban y se cambiaban por otras sensaciones localizadas más abajo, entre mis piernas. Sentí como subía parte de la braguita de una nalga y acariciaba, torpe, como si esperara un reproche de mi parte. Esperé, siguió, con la otra nalga, seguía masajeando, yo estaba cachonda perdida y encendida como una cerilla suplicando que parara que eso no estaba bien, pero no podía hablar, siguió por mis piernas y cuando acabo se dio la vuelta sin mediar palabra.
Mi cara estaba roja, los pezones duros, y no se me ocurrió otra cosa para bajar el calentón que atarme la parte de arriba, colocarme la braguita y tirarme al agua. Nadé hasta que me cansé, no se ni en que momento la piscina se quedó casi vacía y mis ojos se clavaron en él, al otro extremo, mirándome sin parar y con picardía en una sonrisa.
Me hice la tonta y nadé hasta él, cogí impulso contra la pared y me di la vuelta. Cuando saqué la cabeza del agua no estaba allí, lo tenía a mi lado esperándome, detrás. Me agarró por la cintura y me pegó a él de espaldas.
- Lo siento. - susurró en mi oído, demasiado cerca. - No quería asustarte.
- No me has asustado. - Tragué salida y solté en un hilo de voz. - ¿no crees que estás pasandote con las confianzas? Tienes novia y...
- Ella entiende mis debilidades.
- ¿Qué... qué debilidades? - ¿Pero donde me había metido yo?
- Estas... - y puso la palma de su mano abierta en mi vientre y bajó despacio hasta ponerla entre mis piernas. - Puedo sentir el calor que desprendes.
- Suéltame – Pero estamos locos, como que me suelte, si yo estaba en la gloria. - esto no está bien.
Me dio la vuelta y me puso los brazos sobre el borde de la piscina, se pegó a mi y con su boca en mi oído me susurró "quiero follarte desde que te vi" . Así, sin más lo suelta. Me estremecí, apreté los muslos con su mano entre ellos y me pellizcó. "Y tu también quieres". No se como me aparté y salí de la piscina sin mirarlo, con la cara muerta de verguenza y con los pezones para colgar las toallas.