Vacaciones nudistas en familia

Unas vacaciones nudistas en un lugar muy especial pueden ser los días más maravillosos de tu vida, siempre que sepas dejarte llevar para disfrutar de lo que te ofrece el paraíso del nudismo europeo.

Antes de empezar a contaros esta historia, aclarar que por supuesto, el nudismo en sí, naturismo, o como quieran llamarlo, no tiene por qué estar asociado al sexo, a los intercambios de parejas, familiares o a todo tipo de desenfrenos que se puedan contar aquí. Esto es simplemente, un “relato erótico”, de la categoría de “Amor filial”, donde se cuentan unos hechos reales y otros de ficción y los que quieran leerlo, ya saben lo que se van a encontrar…… y espero que lo disfruten.

Dicho lo anterior, obviamente, también hay gente que asocia el nudismo al morbo, al sexo liberal y tienen todo el derecho a vivirlo de esta manera, como de hecho, se produce en la meca del nudismo liberal europeo, un lugar maravilloso de la costa azul francesa llamado  Cap  d'Agde, que muchos conocerán.

Tengo una amiga, llamada Luisa, ya en edad madura, que tuvo dos hijos, chica y chico (de padres desconocidos, debido a su liberal vida), a la que su holgada posición económica, le permite el lujo de irse de vacaciones todos los años, durante unos días a hacer nudismo a ese pequeño mundo nudista tan privilegiado y hace dos años, en un momento de mi vida en el que estaba sola y con mis hijos ya mayores haciendo su vida, me invitó a ir con ella y con sus hijos a esas vacaciones.

Ella me había hablado muchas veces de ese lugar, contándome todas las experiencias que había tenido a lo largo de los años, con sus hijos en esas vacaciones, pero está claro que las cosas tienes que verlas para creértelas y para sentirlas como se debe.

Mi amiga ya tenía sexo con sus hijos de forma habitual y yo me había sumado alguna vez a las fiestas privadas que se montaban, siendo unos de los momentos más morbosos que me han tocado vivir en mi vida.

Pero ahora se trataba de algo distinto, iba a entrar en un mundo desconocido para mí, pero que a la vez, tanto deseaba desde que empezó mi nueva vida de mujer divorciada y mis nervios no me dejaron dormir la noche anterior al viaje.

Llegar allí es algo que impresiona, porque es una auténtica ciudad, toda nudista, con sus tiendas, supermercados, bares, hoteles, apartamentos, y camping con cabañas, bungalós y caravanas para que cada uno elija la estancia que prefiera.

Mi amiga ya había probado de todo, aunque por su comodidad prefería el hotel o los apartamentos que eran más privados, pero me decía que el auténtico morbo se vivía en el camping, donde había más contacto con toda la gente y familias de toda Europa.

Si ya impresiona de por sí el entorno, algo muy distinto a lo que puedas estar acostumbrada, los primeros contactos con las personas que están allí ya son especiales, sus formas de mirarte, picara, insinuante…, como si te estuvieran pidiendo sexo a cada momento. Mi amiga veía mi cara de sorpresa o extrañeza, pero me tranquilizó:

— No te sientas intimidada, esto es normal aquí, actúa con naturalidad.

Y eso tenía que ser así, porque nuestro atuendo estaba acorde con el entorno, en este caso yo iba con un vestido corto de rejilla, que dejaba ver mis tetas sin sujetador y un tanga como única prenda interior, algo que quizás, en otras ocasiones, no me atreviera a ponerme ni para dormir, jaja. Mi amiga iba con una especie de camisa corta abierta por delante y con su tanga de hilo, que dejaba a la vista su impresionante cuerpo para la edad que tenía, su hijo  únicamente con unos pantalones cortos con el pecho al descubierto, destacando también el cuerpo de su hija, con unos shorts cortitos, que tapaban poco más que el tanga que llevaba debajo y arriba una especie de top, muy escotado también, en la línea de lo que veíamos entre la gente que acababa de llegar, como nosotros, pero al entrar en el apartamento, Luisa, ya me dijo:

— Venga, la ropa fuera, que estamos en un lugar nudista.

La verdad es que yo sentía que tenía poco que quitarme, así que en cuanto estuve desnuda, me tumbé en una de las hamacas de la terraza, a descansar del largo viaje, fijándome en que los demás ya estaban desnudos también, no pudiendo evitar, fijarme una vez más en la hermosa polla que lucía Marco, el hijo de Luisa, que tan buenos momentos me había dado y del que tanto presumía su madre, cuando las señoras se lo rifaban para llevarle a la cama.

Pero parece que a su madre le apeteció también y así, como el que no quiere la cosa, se puso a chupársela delante de nosotras, como lo más normal del mundo, pero yo no pude evitar que se me humedeciera el coño al ver esa escena, mientras Clara, su hermana, ya más acostumbrada a ver eso, parecía no hacerles mucho caso, diciendo únicamente, como para justificarse conmigo:

— Qué viciosa eres, mamá. Siempre con la polla en la boca.

— Ya sabes que me encanta la polla de tu hermano, cariño, pero tú nunca la hiciste muchos ascos tampoco, jaja.

Yo no podía dejar de mirar como Luisa le chupaba la polla a su hijo y la boca ya se me hacía agua, dándose cuenta mi amiga de ello y llamándome a su lado:

— Anda, ven, no te quedes con las ganas…., chúpala tú también.

Ella misma dirigió la polla de su hijo a mi boca, que rápidamente engullí para deleitarme con ese glande jugoso y brillante por la saliva de su madre, pasando mi lengua por él en círculos, mientras me fijaba en su cara para ver si le estaba gustando. Algo que con sus gestos me corroboró, cerrando los ojos y gimiendo ligeramente, lo que hizo que acelerara mi felación, metiéndomela ya completamente en la boca y sintiendo al poco rato, sus chorros de esperma en mi garganta, sorprendiéndose su madre de que se hubiera corrido tan pronto:

— Pero hijo…… ¿ya? Bueno, llevas tiempo sin descargarte, con el viaje, pero ya veo que mi amiga te pone especialmente, jeje.

— Es que la chupa genial, mamá.

— ¿Mejor que yo? (diciéndole en broma, para provocarle).

— Ya sabes que tú eres especial para mí.

— ¡Ay!, que cumplido eres, hijo, pero ya sabes que me da igual que disfrutes más con otras, me da morbo ver como gozan contigo. Ahora vas a tener que follarte a mi amiga, porque ya está la pobre que no puede más.

Yo ya había follado otras veces con él, pero estaba tan excitada que ni yo misma me reconocía, dándome la vuelta y ofreciéndole mi culo para que me la metiera por detrás. Marco me agarró por las caderas y empezó a penetrarme mientras su madre le animaba:

— Dale fuerte, hijo, vuélvela loca con tu polla…..

Yo no podía hacer otra cosa que gemir cada vez más rápido, sintiendo la llegada de mi orgasmo a cada acometida que me daba.

Desde que me había separado y conocí a Luisa, mi vida había cambiado totalmente, mis prejuicios sobre el sexo desaparecieron y yo misma me sentía como una puta, como alguien que ni me imaginaba que podría llegar a ser así, pero no me importaba. Mi amiga y sus hijos me permitieron entrar en su mundo, un mundo de perversión, que pocos desde fuera se podrían imaginar, pero compartir una tarde de sexo con ellos en su casa, me había quitado años de encima y toda esa amargura que arrastras después de haberte separado de tu marido, con el que llevabas media vida entregada solamente a él.

Marco sabía bien como follar a una mujer. Su madre y la multitud de mujeres con las que había follado, le habían convertido en un experto capaz de detectar lo que necesita cada mujer en cada momento, a lo que se sumaba lo generosa que había sido la naturaleza con él, con ese pollón, que cuando estaba en erección, inmediatamente se humedecía tu coño al ver una maravilla como esa.

Su hermana pequeña, Clara, no había podido permanecer impasible a lo que estábamos haciendo a su lado, y con las piernas abiertas sobre el sillón, se masturbaba mirándonos, porque al fin y al cabo, ella era una digna hija de su madre y el sexo siempre había sido su mayor vicio.

Cuando terminamos, Luisa, a la que siempre le gustaba llevar la iniciativa, nos dijo:

— Vamos a enseñar a nuestra amiga toda la zona del camping y las cabañas, a ver si vemos a algunos de nuestros amigos.

Después de tantos años yendo allí de vacaciones, Luisa ya tenía amistad con varias familias y en especial, con otra señora alemana, de su edad, con la que había compartido muchas experiencias durante esos años. A ella la conoció con su marido y sus hijos, pero ahora estaba separada y con sus hijos mayores, seguía yendo sola a ese lugar, y al igual que Luisa, tenía muchos amigos por lo que nunca estaba sola.

Para llegar al camping, había que pasar por un sendero con árboles a los lados y ya me sorprendió ver a los lados a varias parejas follando, a las que Luisa y sus hijos no prestaron atención, pero se dieron cuenta de cómo yo les miraba y me dijeron:

— Eso es normal aquí, se ponen ahí porque es más discreto.

Al principio del camping, estaban las típicas tiendas colocadas en varias calles, con familias, parejas o personas solas a la entrada o paseando por allí, como en cualquier otro camping, pero me llamó la atención, una señora mayor, que parecía extranjera con el pelo blanco, cercana a los 60 años, calculé yo, con unas buenas tetas y muslos, a pesar de su edad, que sentada a la entrada de su tienda, al vernos pasar, abrió las piernas, mostrándonos el coño, aunque creo que dirigiéndose a Marco, al que hizo una señal para que se acercara.

Marco fue a hablar con ella; yo creía que la conocía, pero su madre me dijo que era la primera vez que veía a esa señora. Estuvimos esperando a que terminara de hablar con ella para seguir, viendo como la señora seguía sentada en esa posición, tocándole el culo y las piernas a Marco por detrás, mientras con la otra mano, aunque no la veía bien, parecía estar agarrándole la polla.

Hablaban animadamente mientras ella parecía señalar hacia el interior de la tienda, como diciéndole que entraran y Marco miró a su madre diciéndola que se quedaba allí y que siguiéramos.

Yo me quedé estupefacta, preguntándole a Luisa que había pasado y ella riéndose, me explicó:

— Estas señoras ahora van a saco. Vio pasar a mi hijo y como le apeteció, le propuso follar con ella en la tienda, y ahí se quedó el cabrito, jeje. Antes era más discreto todo, pero como ves, ahora no se esconden para nada, y lo que te queda por ver, amiga…….

Estaba visto que mi capacidad de sorpresa, apenas se había iniciado, como pude comprobar al llegar a una de las cabañas, donde estaba una familia holandesa, amigos de Luisa desde hace años.

Me los presentaron; ella se llamaba Helga, una rubia de unos cuarenta y tantos años, su marido Fred, era bastante mayor que ella, de la edad de Luisa y sus dos hijos, muy altos y rubios también.

Al saludarme Fred, me sorprendió que pusiera su mano en mi culo y me estuviera acariciando mientras hablábamos, lo que me resultaba un poco incómodo, por no ser algo habitual para mí. Pero ya ví que Luisa y Clara eran muy afectuosos con sus hijos también, diciéndoles Luisa:

— Madre mía, como han crecido tus hijos y que guapos se han puesto.

— Bueno, ya sabes, amiga, están en la mejor edad…….

— Sí, jaja, desde luego, lo que hemos disfrutado con ellos……

Helga preguntó a Luisa por su hijo, que tuvo que decirle:

— Ahí se quedó con una señora, que le echó el ojo mientras veníamos para aquí.

— Claro, no me extraña, ahora estas señoras mayores vienen todas salidas, a follar sin parar. También me secuestran alguna vez a alguno de mis hijos, jaja.

— Bueno, mujer, estamos aquí para disfrutar y cada uno hace lo que puede y lo que le apetece, porque sabes que aquí nadie te va a decir nada.

— Así es. Seguro que tu amiga se lo va a pasar genial aquí (y dirigiéndose a ella; — Y si te apetece alguno de los chavales, te puedes meter en la cabaña con ellos, sin problema).

Creo que en ese momento me puse de todos los colores… Esta mujer me estaba ofreciendo a sus hijos para follar con ellos…., pero estaba visto que esto era algo a lo que tendría que irme acostumbrando en ese lugar.

De pronto nos dimos cuenta de que Fred y Clara no estaban allí y Helga nos dijo:

— Veis, algunos no pierden el tiempo. Mi marido estaba esperando que vinierais, porque tenía unas ganas locas de estar con Clarita.

Contestando Luisa:

— Sí, es que además, ella venía caliente ya, jaja…

— Jaja, bueno, me imagino….. Algo debéis de haber hecho ya…..

Yo me sentía como en otro mundo. Esta gente, hablando de esa forma tan desenfadada de cosas que quizás deberían de ser naturales, pero la realidad es que en nuestra sociedad, no lo son para nada.

El caso es que yo estaba dispuesta a disfrutar de todo aquello y aprovechar la oportunidad que mi amiga me había dado al visitar un lugar como ese, así que armándome de valor, le pregunté a Helga:

— ¿Puedo entrar con tu hijo  Hans? Es que me parece guapísimo.

— Claro…, ven Hans, ¿te apetece la amiga de Luisa?

Hans hizo un gesto algo tímido de asentimiento, sacando la sonrisa a su madre:

— ¡Ay!, este hijo mío, con lo que ha pasado ya y sigue tan tímido…., pero eso le da su encanto, ¡no?

Interviniendo Luisa:

— A mí me vuelve loca Hans, vas a disfrutar mucho con él.

Y agarrándole de la mano, me lo llevé dentro, a la otra habitación que estaba libre, aunque prácticamente podíamos ver como Fred y Clara estaban follando en el otro lado, de lo que yo intenté abstraerme para centrarme en ese chico que tenía frente a mí.

Era la primera vez que estaba con un chico de apenas 18 años y me temblaba todo, pero el morbo me podía más y empecé a acariciar al chico, besándole y agarrándole su hermosa polla, se la pajeé para ponérsela bien dura.

Él quizás, acostumbrado a este tipo de sexo, se mostraba un poco frío, o quizás era ese su carácter, así tímido, pero yo estaba dispuesta a excitarle más que ninguna otra con la que hubiera estado, así que me puse a chupársela con toda la maestría que había adquirido últimamente, ya que me había dado cuenta de que en realidad, no sabía chuparla bien y mi marido, el pobre, ni se quejaba, conformándose con tenerla en mi boca.

Ahí Hans ya empezó a reaccionar, apretando mi cabeza para que me la metiera más adentro, pero yo no sabía si hacerle correrse ya en mi boca para probar su semen, ya que al ser un chico tan joven, supuse, que pronto estaría listo después para follarme bien.

Pero en esas dudas, entre sacármela de la boca o no, porque en realidad me estaba encantando su polla, él estalló dentro de mí, echándome el primer chorro de semen directamente a la garganta, haciéndome toser, pero luego seguí aprovechando con la lengua el resto de semen que le iba saliendo, que me sabía delicioso, no sé si por su edad o por lo que sea, pero nunca había probado algo igual:

— Qué maravilla, Hans… Tu madre tiene que estar encantada contigo. Menos mal que la sigues teniendo dura.

Le pedí que se pusiera encima de mí para penetrarme pero él me dijo:

— Primero quiero comerte el coño. Mi madre me dice siempre que antes de follar hay que comerlo bien para ponerlo jugoso.

A mí me hizo mucha gracia eso, diciéndole:

— Jaja, pues que bien educado te tiene tu mamá.

Y ahí se puso entre mis piernas a comerme el coño como los ángeles si seguía así, sintiendo yo que me iba a correr, pero él seguía moviendo la lengua en mi interior, succionando mi clítoris en el momento preciso para arrancarme el orgasmo.

Y una vez que ya tenía mi coño bien mojado, esta vez, ya se puso encima y me penetro, primero suavemente y luego acelerando el ritmo hasta ponerme en disposición de correrme nuevamente. Este chico sabía lo que se hacía y supongo que no tendría nada que ver con uno que apenas se desvirga a esas edades.

Antes de correrme, quise cambiar de posición, para seguir disfrutando de su polla todo lo que pudiera, poniéndome yo encima de él y luego ofreciéndole mi culo para que hiciera lo que quisiera conmigo.

Estaba tan mojada, que su polla hizo un intento de entrar en mi culo, lo que no me hubiera importado, porque Marco, ya me lo había follado varias veces, pero parecía que él prefería mi coño para correrse y empezó a darme más fuerte y más seguido hasta que me echó de nuevo mi semen, esta vez dentro de mí, que al sentirlo caliente, hizo que me corriera yo también, en uno de los orgasmos más intensos de mi vida, lo que me dejó agotada, sin fuerzas para seguir más.

A mi edad, ya no podía competir con la energía de un chico de 18 años, pero me había quedado plenamente satisfecha y creo que él también, porque le había sacado de su frialdad natural.

Así que salimos de la cabaña, recibiéndonos con una sonrisa Helga y Luisa:

— ¡Vaya”. Habéis tardado ¡Eh? Se vé que os lo pasasteis muy bien.

— Uuufff, ha estado genial. Tu hijo es un encanto, Helga, te envidio por tenerlo en tu casa todos los días, jaja.

— Bueno, los dos son maravillosos y me hacen disfrutar mucho.

Los que parecía que no terminaban eran Fred y Clara, que no acaban de salir, pero Helga disculpó a su marido:

— Es que con la edad, él necesita sus tiempos de recuperación, pero seguro que está haciendo disfrutar mucho a Clara.

Finalmente salieron de la cabaña, pareciendo Fred un poco cansado:

—  ¡Ay!, necesito descansar un poco. Con Clara siempre quiero más y el cuerpo dice basta, jaja.

En ese momento llegó Marco, después de haber estado con la señora que le requirió y su madre le preguntó qué tal:

— Ya sabes, mamá, una guarra de estas que han descubierto el vicio de mayores y era una viciosa de la leche, me estuvo sacando toda la que pudo y no se conformaba.

— Bueno, hijo, tú tienes bastante. Seguro que en seguida tienes más, jaja. Nos despedimos. A ver si vemos a algunos amigos más.

— Muy bien, ya sabéis, si por la noche os apetece pasaros por aquí……

Yo seguí asombrada con esa forma de comportarse y de vivir, esto que parecía tan normal allí, pero a la vez, tenías la sensación de no querer marcharte de ese lugar en el que era tan fácil ser feliz y disfrutar de la vida.

Siguiendo nuestro camino por el camping, pasamos por los vestuarios y como Clara y yo estábamos un poco sudadas y sucias después de haber estado follando, nos animamos a darnos una ducha, encontrándolos bastante animados con mucha gente ocupando la hilera de duchas indistintas para hombres y mujeres, por lo que algunas de ellas eran compartidas de dos en dos, con algunas madres y padres ayudando a ducharse a sus hijos y otros grupos hablando fuera esperando su turno y mientras esperábamos nosotras, Luisa me comento:

— ¡Ay!, amiga, que buenos momentos me he pasado aquí siempre…..

Yo no entendía muy bien a que se refería ella, con esos “buenos momentos”, pero siguió aclarándome…..:

— Aquí, en los vestuarios, es uno de los sitios donde más puedes socializar con los demás, hablar y conocer a gente nueva y en donde más situaciones morbosas puedes encontrarte.

— Sí que se ve a la gente animada, jeje, mira aquella señora echándole jabón al chaval, como lo disfruta.

— Ah, sí, es Chantelle y el chico supongo que será su nieto, que a veces la acompaña, pero yo hace años que no lo veo; está guapísimo. Vamos a saludarla.

Chantelle enseguida nos vio acercarnos:

— ¡Luisa!, “mon ami”. Encantada de verte, y tu hija, tan guapa como siempre.

Se dieron tres besos, como es costumbre en Francia, diciéndola Luisa:

— No me digas que este es tu nieto Fernand…..

— Sí, ha venido a buscarme, pero estará unos días conmigo.

— ¡Caray! Que cambio ha dado desde la última vez que le vi.

— Se ha puesto guapísimo, ya ves que pedazo de polla tiene y yo estaba disfrutando un poco con él en la ducha, ayudándole con el jabón.

— Ya te vi, jaja, recordando viejos tiempos……. Es que veníamos a darnos una ducha con mi amiga y mi hija.

— Claro, podéis meteros aquí con nosotros, así me echas una mano con mi nieto, jaja.

Me los presentaron a mí también, pero la verdad es que me estaba costando asimilar todo lo que estaba viendo y estaba un poco distraída queriendo prestar atención a todo, para no perderme detalle, pero eso me generaba ansiedad típica de no saber qué va a pasar en el minuto siguiente,  con la sensación de estar como en una nube.

Allí teníamos al pobre Fernand rodeado de 4 mujeres sobándole por todos lados y peleándonos por echarle mano a la polla… Allí cualquier cosa que pasara, entraba dentro de lo normal y esa escena no llamaba excesivamente la atención, porque al lado estaban otras en una situación parecida y enfrente un señor con una chica jovencita. Con razón, Luisa me había dicho, que esta era la zona de más morbo.

Con tanta mujer alrededor, Fernand no tardó en correrse, lo que aprovecharon su abuela y Luisa para que el semen fuera directamente a sus bocas, sin derramar una gota, pero teniendo a una chica joven como Clara, no quiso desaprovechar la ocasión de follarla y al poco rato, empezó a penetrarla, volviendo a llevar a la hija de mi amiga al límite del placer hasta que acabó corriéndose  también.

Luego seguimos nuestro camino por esta especie de tour del vicio hasta que Luisa encontró a sus mejores amigos en este lugar, una familia alemana, bueno, en realidad, la mujer era española, que se había casado con un alemán y vivían en Alemania, pero desde hace muchos años, habían compartido vacaciones en ese lugar con sus hijos y tenían una amistad muy íntima.

Ella se llamaba Rosa, una morena con esos kilos de más que se van pegando con la edad, pero algo más joven que Luisa, su marido Mark, muy alto y sus hijas, dos rubias altas y esbeltas y su hermano pequeño, más moreno, como su madre, y que ya estaba hecho un hombre.

Como ya era tarde, nos invitaron a cenar y estuvieron hablándonos de la tradición nudista de la familia de Mark, en la que ya sus padres, en los años 60 venía a este lugar, cuando apenas era un pequeño pueblo y se empezaba a practicar el nudismo, y que cuando era pequeño, sus padres le llevaban a una especie de Club nudista, que era como un centro social con piscina, salones de lectura, cine, se organizaban juegos y concursos. Acudían familias enteras y estaban muy de moda en esa época en su país.

— ¿Ahora no los hay?

— Sí, pero de otra manera. Son más privados.

— En aquellos años hubo un movimiento muy fuerte para que se respetaran los derechos sexuales de todos. Todo estaba basado en los estudios y las investigaciones de Freud y otros psicoanalistas alemanes como su discípulo Wilhelm Reich, que revolucionaron la concepción del sexo al principio del siglo XX y fueron los precursores de la revolución sexual de los años 60 en toda Europa, promoviendo unas teorías y terapias muy controvertidas para liberarnos a través del sexo de todos los males que nos hacían sufrir y enfermaban nuestra alma. Wilhelm Reich quería crear una nueva generación que creciera sin la represión sexual del pasado para evitar repetir exactamente las mismas frustraciones y enfermedades mentales que estaba tratando de combatir, liberando a las personas adultas de sus complejos sexuales.

Contestando yo:

— Vaya, que interesante, yo no tenía ni idea de esas cosas, jaja.

Continuando Mark ilustrándonos:

— Todas estas teorías las siguió Wilhelm Reich, y a causa de todo ello, fue muy perseguido por todas las ideologías, su obra fue destruida y él acabó muriendo en la cárcel.

— ¿Tan terribles eran esas ideas?

— Depende de como se miren. Si os interesa podéis informaros sobre su vida y su obra en internet. A pesar de ser tan denostado y desprestigiado, sus teorías siguen vigentes y tienen sus seguidores. Defendió la teoría de la LIBIDO, o energía sexual, como fuente del desarrollo vital; la idea de que todos nacemos ya con sexualidad; la neurosis como disturbio fruto de la represión sexual en las distintas fases infantiles. Creó centros de higiene sexual donde se informaba sobre los anticonceptivos, el aborto, etc., reivindicando la libre sexualidad de todo el mundo y reclamando el apoyo social para sus teorías.

— Pero en su época no tuvo mucho apoyo, ¿no?

— Fue muy seguida en ciertos círculos en esa época, pero había intereses muy fuertes para acabar con toda esta filosofía y durante todos estos años no han parado de perseguirla y prohibirla hasta conseguir que todo eso parezca olvidado, pero todavía quedan lugares como este, donde se puede vivir lo que preconizaban, por eso nos gusta venir aquí, porque está lleno de familias como nosotros que la practican.

Era una sensación un poco extraña estar hablando de cosas tan serias en ese entorno, porque os aclaro que en todo momento, estábamos desnudos todos, lo que añadía cierto morbo a la situación también, ya que observábamos perfectamente las erecciones de los hombres reaccionando de forma natural a los estímulos que iban recibiendo, pero sin que tampoco trataran de ocultarlo,

Y como no podía ser menos, la cena también estuvo llena de momentos morbosos, y como no había sillas para todos, Anka, la hija más pequeña de Rosa, se sentó encima de su padre y durante la cena se quejaba de que a su padre se le ponía dura la polla y se le metía en el chochito, algo de lo que empezamos a darnos cuenta por los gemidos que de vez en cuando se le escapaban, preguntándole su madre que la pasaba, pero ella se justificaba:

— ¡Papá! Deja de sobarme, que estoy cenando…….

— A ti te voy a cenar yo después               …….

Diciendo su madre resignada:

— ¡Bah! Siempre están igual…. Ya los conoces, Luisa.

— Sí, pero al final se llevan muy bien. ¿Sigue durmiendo con vosotros?

— Claro, ahí la tenemos todas las noches, en el medio de los dos, así que al final a quien folla es a ella en vez de a mí.

Contestando Mark:

— Bueno, tú no te quejes, que también te toca.

— Eso es verdad, que no me tiene abandonada, pero es que me da rabia no poder follar a gusto con mi marido……..

Provocando las risas de todos nosotros, aunque yo no conseguía acostumbrarme a este tipo de conversaciones entre las familias, pero viendo la naturalidad con la que se comportaban, te acababa pareciendo normal.

Rosa nos comentó que ahora iban a llegar sus cuñados con su hijo y que no tenía sitio para dormir para los tres, aunque se juntaran lo que pudieran, ofreciéndose Luisa a que durmiera alguien en nuestro apartamento, pero tendría que ser compartiendo cama con alguna de nosotras.

En ese momento llegaron y nos presentamos todos, llamándonos la atención su hijo Peter, por lo que Luisa me dijo al oído:

— (¿No te gustaría tenerlo en la cama esta noche?)

Yo no supe que contestar, porque allí todo me sorprendía, pero Luisa se adelantó diciendo a Rosa y a su cuñada;

— Ya está arreglado, Peter se viene a dormir con nosotros al apartamento. No sé si esta noche vendrá Marco a dormir, porque no sé dónde anda metido, pero seguro que entre las piernas de alguna, jaja. De todas formas, las camas son grandes y podemos compartirlas.

— ¡Ah!, estupendo. Muchas gracias Luisa.

Contestó Rosa, y a todo esto, sin que Peter dijera ni palabra, pero conseguimos llevárnoslo para nuestro apartamento, diciéndome Luisa por el camino:

— Te lo quedas tú, amiga, para que lo disfrutes toda la noche.

Al llegar al apartamento, ya estaba Marco esperándonos, preguntándole su madre:

— ¿Dónde te has metido, hijo?

— Ya sabes mamá, las mujeres me reclaman, jaja.

— Anda, menudo golfillo estás hecho, pero seguro que las has hecho disfrutar.

Añadiendo:

— Bueno, Peter, tu duermes con ella, que tiene una habitación para ella sola.

— Bien, no hay problema (contesto Peter, más relajado)

Yo no podía creerme que fuera a tener a este chico toda la noche para mí, pero el cansancio de un día tan intenso no me iba a quitar de pasármelo lo mejor que pudiera con él, aunque no durmiera en toda la noche.

Ya metidos en la cama, no sabía si tomar la iniciativa yo o cómo iba esto. Si él lo esperaba o le molestaría, aunque suponía que estaría acostumbrado a dormir con su madre y con alguna otra, sabiendo su forma de vivir.

Quizás él también estaba intimidado por mí, ya que apenas nos conocíamos y ya estábamos compartiendo una cama, así que como yo no podía aguantarme más, me abracé a él, llevando mi mano a su polla, que aunque no estaba en erección todavía, al sentir el contacto de mi mano, se puso dura al instante y eso ya me encendió, acelerándose mi respiración cuando él empezó a tocarme las tetas, amasándolas con sus manos e inclinándose para chupármelas.

Yo estaba ya en el séptimo cielo. Nunca en mi vida me había imaginado estar en una situación como esa, pero es que ya llevaba unas cuantas así en los últimos meses y sobre todo, desde que habíamos llegado allí, era un no parar, pero yo no quería perderme ni una oportunidad que se me presentara de gozar libremente del sexo.

Peter tenía una polla preciosa, toda depilada, lo que le daba un aspecto más morboso a su edad. No era demasiado grande, pero si gruesa y con un glande lo más apetitoso que no tardé en llevarme a la boca y degustar esa maravilla con calma, ya que tenía toda la noche para ello.

Mostrando su experiencia, Peter, se puso a comerme el coño, formando un 69 delicioso que hacía que mis  flujos corrieran como un hilo por mi vagina, recogiéndolos Peter con su lengua, sintiéndola más adentro de mi coño que en ninguna otra ocasión, por lo que ahí tuve ya mi primer orgasmo.

Peter no se había corrido todavía, lo que me hacía darme cuenta de la maravilla que tenía en mi cama esa noche. Le pedí que me montara como quisiera y primero se tumbó sobre mí, entre mis piernas abiertas para recibirle y empezó a follarme, primero con lentos movimientos, haciéndome sentir su polla en cada centímetro del interior de mi coño, rozándola ligeramente con el clítoris. Una vez más, cada vez que follaba con un chaval de estos, envidiaba a sus madres, por la dicha de tenerlos todos los días, pero esta noche, quien lo estaba disfrutando era yo y cuando empezó a follarme con fuerza me hizo llegar al segundo orgasmo de la noche, intentando yo que se corriera dentro de mí, apretándole con mis piernas, pero me la sacó para cambiarme de posición.

Me hizo darme la vuelta y ponerme de rodillas para ponerse detrás de mí y sujetándome por las caderas, de un solo golpe, me la metió otra vez en el coño, dándome palmadas en las nalgas mientras me follaba en una posición que percibí que era su favorita, por como lo estaba disfrutando.

Y así debió de ser, porque esta vez sí se corrió dentro de mí, antes de que yo pudiera correrme otra vez, pero no me importaba, estaba disfrutando como nunca.

Luego, fui yo quien quiso llevar el mando y me puse encima de él para cabalgarlo a mi gusto y empezó a moverme mientras él se garraba a mis tetas con fuerza, pellizcándome los pezones, pero yo estaba dispuesta a destrozar a ese chaval, a pesar de mi edad y que viera como se las gastaba una mujer como yo, aunque supongo que él eso ya lo sabría bien.

Esta vez, acabamos corriéndonos los dos, casi a la vez, en un éxtasis final que al menos a mí, me dejó agotada, lista ya para dormirme al instante, aunque él seguramente pudiera seguir follándome si se lo pidiera.

Al despertarnos al siguiente día, Luisa y sus hijos vieron mi sonrisa y mi risa tonta, adivinando que esa noche había disfrutado como nunca, lo que así había sido, pero en mi cabeza, no paraba de pensar que todavía me quedaban otros seis días allí.