Vacaciones merecidas (1)

Nuestro matrimonio sufrió un giro inesperado a raíz de unas vacaciones.

En primer lugar quiero que os hagáis una idea de la pareja que formamos, somos un matrimonio de aproximadamente 50 años, sin hijos, socialmente estamos en un status medio-alto y sin problemas financieros y nuestras vidas discurren (o discurrían) en una monotonía total y absoluta.  Sexualmente nuestra relación era últimamente muy esporádica y casi sin ningún tipo de deseo y nuestro matrimonio poco a poco se estaba yendo a pique y lo peor de todo, es que no poníamos ningún tipo de remedio para salvarlo.  En mí trabajo me había visto súper agobiado en los últimos seis meses hasta que un buen día mí cuerpo dijo basta, me dio un aviso a modo de un amago de infarto y el médico me recomendó un reposo o aquello podía degenerar en algo peor.  Creo que lo mejor que me pudo pasar fue aquel amago de infarto, pues nuestras vidas han cambiado por completo.

Decidimos tomarnos unas macro vacaciones para que me recuperase físicamente y de camino poder salvar nuestro matrimonio, después de mucho pensar donde nos podríamos ir, elegimos una de las más pequeñas islas del archipiélago canario en un pequeñito hotel de apenas veinte habitaciones y de trato completamente familiar, aquello era una delicia y algo con lo que siempre habíamos planeado en vacaciones, pero mí trabajo siempre me lo impedía.

El planning de vacaciones era muy simple, del hotel a la playa, de la playa al restaurante, vuelta a la playa y regresar al hotel para cenar y descansar; todo esto era lo más de nuestro programa de vacaciones.  La playa nos quedaba muy cerca del hotel y por lo tanto íbamos andando solo con nuestros bañadores y las toallas, como la única edificación que había en la zona era el hotel, la playa era únicamente usada por los residentes del hotel, aunque a nosotros nos gustaba otra pequeña cala que había un poco más retirada en la cual mí mujer y yo nos desnudábamos para bañarnos y tomar el sol, cosa que desde siempre hemos hecho.

Llevábamos unos cuatro días de vacaciones, estábamos tomando el sol completamente desnudos y mí mujer me susurró al oído que nunca habíamos tenido sexo en un lugar público y era algo que le atraía hacerlo, me incorporé lentamente mirándola fijamente con cara de interrogación y a continuación miré a mí alrededor por si había alguien cerca.

  • ¿Estás loca?  Eso son cosas de la gente joven, nosotros ya estamos maduritos para eso.

  • ¿De gente joven? El sexo lo pide el cuerpo y no tiene edad, no me seas remilgado, ¡joder!.

Aquella conducta de mí mujer me dejó perplejo, la verdad es que para nuestra edad nos conservamos físicamente en muy buen estado, mí mujer siempre causa envidia entre todas sus amigas y cuando salgo a pasear con ella provoca bastantes miradas entre los hombres, cosa que en el fondo me enorgullece bastante.

Como había dejado a mí mujer un poco cortada, decidí restar un poco de tensión y tumbándome en cruz sobre la arena le dijo que era todo suyo, que podía empezar por donde deseara.  Mí mujer me miró con una sonrisa pícara y empezó a acariciarme lentamente por el pecho, al tocarme los pezones noté un cosquilleo que me subió desde los testículos y mí pene tuvo una pequeña contracción, síntoma de que aquello le había gustado, ella siguió con las caricias y dejó de caer un poco de saliva en mí pezón izquierdo y después de masajearlo unos segundos, me propinó un pellizco que al pronto me dio un dolor intenso pero a la vez un tremendo placer, mí pene era el baremo de aquello pues estaba totalmente erecto y con unas buenas proporciones.  Sus labios se acercaron a los míos y cuando iban a besarme, se retiraron sin poder completar el beso, pero la punta de su lengua acarició mís labios, aquello me produjo una reacción de calor que me inundó el cuerpo, realmente me estaba poniendo muy cachondo y mí mujer me estaba excitando de una forma que hacía muchísimos años que no sentía.  Siguió jugando con su lengua, lamiéndome la cara, el cuello, luego fue bajando y empezó a masajearme el pene, que ya estaba durísimo pareciendo que iba a reventar, me lamió todo el glande a la misma vez que me dejaba bastante saliva y con sus dedos me acariciaba, yo me retorcía en la arena de placer, tenía mís ojos cerrados y mí mujer me seguía acariciando, siempre con aquella pausa, muy despacio, dándome a entender que teníamos todo el tiempo del mundo para hacer el amor y lo único que importaba ahora era disfrutar de aquel momento.  Noté su lengua jugando con mís testículos y un dedo suyo me acariciaba en la entrada de mí culo y la verdad sea dicha, aquella sensación me agradaba bastante, se introdujo el dedo en la boca y llenándolo de saliva me volvió a acariciar mí culo el cual se estaba dilatando y mí esfínter dejó de apretar, mí mujer notándolo me introdujo un poco de su dedo y me empezó a follarme lentamente, mí placer era muy grande y empezó a quejarme de gozo y mís quejidos eran algo audibles, pero en ese momento nada me importaba, estaba completamente desinhibido.  Mí mujer se acarició su coño y metiéndose un dedo en su rajita que estaba súper húmeda, se lo llevó luego a su boca y saboreó su dedo.

  • ¡¡Ahhh, que rico!!  ¿Quieres probarlo, guarro?.

  • ¡¡Sí!!.

Se metió el dedo en su coño y completamente mojado me lo pasó por los labios, yo abría mí boca y sacaba mí lengua y ella me volvió a dar a probar sus flujos, estaban buenísimos, nunca los había saboreado como ahora.  Le toqué el coño y cual sería mí sorpresa al comprobar que las dos piernas las tenía completamente mojadas, pues de su coño salía una cantidad tremenda de flujo a pesar de su edad.  Mí mujer se subió encima de mí y empezó a cabalgarme, le rogué que lo hiciera lentamente, entre lo caliente que estaba y el tiempo que llevaba sin hacer el amor, temía que me corriese demasiado pronto y terminara aquel momento tan extraordinario.  Poco a poco fui acostumbrándome a su cabalgada y ella empezó a moverse más rápido, de pronto empezó a gemir y con unos apagados gritos, noté como de su coño volvía a salir una gran cantidad de flujo, se estaba corriendo de una manera bestial, cuando dejó de jadear se bajó y cogiéndome la polla con las dos manos, empezó a pajearme muy rápidamente, pronto noté como me llegaba el orgasmo y mí polla empezó a lanzar chorros de semen hacía todos los lados, uno de ellos me llegó a caer en la mejilla y mí mujer después de exprimirme hasta la última gota se acercó a mí cara y me lamió el semen con la punta de su lengua y dejando un poco del goterón me lo acercó a mí boca y me lo dejó caer en los labios, saqué mí lengua y lo saboreé, nunca había probado el semen y me pareció de un sabor extraño, entre salado y amargo.  Se tumbó a mí lado y me susurró al oído un "Te amo" que me dejó una sensación extraordinaria, nos levantamos y abrazados nos encaminamos hacia el agua, nos apetecía darnos un baño pues estábamos todo encharcados en sudor y yo tenía todo el pecho lleno de semen.  Nos metimos en el agua y empezamos a jugar como dos jovencitos, mí pene no bajaba de tamaño, seguía estando empalmado y aquello era algo sorprendente para mí, pues hacía muchísimo tiempo que no me pasaba, creo que ni me acuerdo, me abracé a mí mujer y mientras la besaba, le acaricié el clítoris, todavía lo tenía hinchado y se contraía de placer cuando le tocaba con la punta de mí dedo, su coño seguía derramando gran cantidad de flujo y a pesar de estar dentro del agua, notaba como aquel líquido viscoso y a la vez tremendamente lubricado le inundaba toda la vagina, nos salimos hasta la orilla y con las olas dándonos en el cuerpo, la penetré de una manera más bien violenta, a ella no pareció disgustarle según su comentario:

  • Reviéntame el coño, cabrón, dale gusto a esta perra tan caliente.

Nunca había escuchado a mí mujer hablar en esos términos, me estaba descubriendo una faceta que desconocía completamente y la verdad, me estaba gustando enormemente.

La estaba follando de una manera bestial, ella gritaba de placer o de dolor, no me importaba en absoluto, solo quería placer a cualquier precio.  En un momento de la esa follada tan salvaje, miré hacia arriba y me quedé completamente paralizado, un joven nos estaba observando desde el camino, no sé el tiempo que llevaría allí, enseguida mí polla se vino abajo y mí mujer cogiéndome de los glúteos me empujaba y me pidió que siguiese.

  • Tenemos visita cariño, creo que nos han pillado.

  • ¿Acaso temes que se lo digan a mís padres?  Sigue follándome, ¿qué más da que nos vean?.

  • Hay más días, buscaremos otra cala más apartada, me ha encantado follar contigo y esto hay que repetirlo con más frecuencia.  ¿Vale?.

Mí mujer soltó un refunfuño, pero una sonrisa me hizo tranquilizarme.  Ella volvió la cabeza para ver al recién llegado y pícaramente comentó:

  • Podría haber llegado un poco antes y lo hubiéramos unido a nuestro juego.

  • ¿Qué estás hablando?

  • Es broma tonto, ¿acaso nunca has tenido una fantasía erótica con otras mujeres que no sea yo?.

  • No.

  • Mientes, se te nota en el ojo derecho.

Mí ojo derecho me traiciona cuando miento, un casi imperceptible tic me delata cuando no digo la verdad y es algo que me deja impotente ante los que me conocen.

  • Bueno, alguna vez lo he soñado, pero solo han sido sueños.  Contigo tengo todo lo que un hombre puede esperar.

  • Estamos hablando de sexo, solo sexo, el amor es otra cosa.  Hoy no hemos hecho el amor, hemos hecho sexo, a eso me refiero.  Te amo, pero una mujer a veces prefiere el sexo al amor.  ¿Me sigues?.

  • Te sigo, pero me dejas desconcertado.  Nunca antes te habías comportado como hoy.

  • ¿No te ha gustado?.

  • En honor a la verdad, sí.  He disfrutado de una manera totalmente diferente a como solemos hacerlo.

  • ¿Hacemos un trato?.

  • Dime.

  • A partir de ahora, practicaremos el sexo en lugar de hacer el amor.  Lo prefiero.

  • De acuerdo.

Toda aquella conversación la habíamos mantenido sin darnos cuenta de que el joven que nos había sorprendido en aquella situación embarazosa, se había sentado en un extremo de la cala, aunque dado el tamaño del sitio, prácticamente estaba a unos pocos metros de nosotros, pero no era el típico mirón de playa, estaba sentado en su toalla leyendo un libro y su mirada estaba más pendiente de la lectura que de nosotros.  Mí mujer se levantó y mostró aquel cuerpo que a cada minuto se me hacía más estupendo y se fue hacia donde estaban nuestras toallas, de reojo pude observar como el recién llegado también se percató del cuerpo de mí mujer, pues aunque muy disimuladamente, siguió su caminar hasta que ella llegó a la toalla.

Debo decir que hacía algún tiempo nos habíamos sometido a una depilación integral mediante láser y nuestros cuerpos estaban desposeídos de cualquier tipo de vello, incluidas nuestras partes íntimas, esto hace a una mujer ser tremendamente sexy, pues al tener los labios sin vello, el coño se muestra casi abierto y se puede ver hasta el clítoris en un momento de excitación.  Nuestro vecino se había percatado de ello y de ahí su mirada.  Ella se tumbó boca arriba y se abrió ligeramente de piernas, por lo tanto el joven podía ver el coño de mí mujer desde su posición, yo estaba perplejo, no conocía a aquella mujer que estaba tumbada en la toalla, siempre había sido una mujer pudorosa y muy reservada con sus cosas, a pesar de practicar el nudismo, siempre buscábamos playas discretas y lejos de la gente.  Yo a la vez, me sentía en una mezcla de excitación y de vergüenza, era muy difícil de explicar, pero en el fondo me gustaba.

  • Cariño, creo que aquel chico se está recreando con la buena vista con la que le estás obsequiando.

  • Déjale que disfrute, cuando viene solo a la playa es síntoma de que no tiene pareja.  Además, no tiene pinta de mala persona.

  • Pero, ¿no te has preguntado si a mí me gusta que te comportes así?.

  • ¿Te gusta que sea así?  Una puta para tí.

Aquella forma de dirigirse tan directa me dejó boquiabierto.

  • La verdad es que sí.

  • Entonces a callar.  Además, como te pongas tonto, me hago una paja aquí y ahora.

En ese momento me ruboricé y casi tartamudeando le dije:

  • ¡Estás loca!  ¿Tú estás borracha o qué?.

  • Dime la verdad, ¿no te pondría cachondo que me abriese de piernas y me masturbara delante de ti y de ese chico?.

  • Me pondría caliente, ¡claro que sí!  Pero tú eres una mujer casada y no puedes comportarte así en público.

  • ¿En qué quedamos? Sí soy una puta, debo de ser con todas sus consecuencias.  O si lo prefieres, sigo siendo "La señora de" y nuestra vida sexual vuelve a ser monótona y aburrida.

  • Tú decides.

  • Podrías serlo sólo en la intimidad.

  • Y una mierda, o todo o nada.

Yo estaba que no me creía que pudiese tener a mí mujer delante, que había ocurrido, aquella isla la había cambiado totalmente, y lo peor de todo, me gustaba que fuese así.

  • Acepto, pero si esto se pasa de la raya debemos de parar. ¿OK?.

  • ¿Quién pone el límite?.

  • La coherencia de nuestros actos.

  • Me doy un baño, creo que es lo más coherente que puedo hacer ahora.

Dió un salto y se fue hacia el agua.  Me quedé observando aquel cuerpo andando hacia el agua, contoneándose y haciendo ostentación, me comencé a empalmar, era asombroso, después de casi 30 años de casados y volvía a excitarme aquel cuerpo.  Me levanté y cuando estaba de pie, me dí cuenta que mí polla apuntaba hacia el frente, instintivamente miré al joven y éste se sonreía de aquella situación, volví a sentarme inmediatamente y seguí observando a mí mujer.

El muchacho se levantó y lo contemplé detenidamente, no tendría más de 20 años, era algo más alto que nosotros y delgado, su cuerpo demostraba que practicaba ejercicio físico con bastante frecuencia, pues aunque su musculatura no era excesiva, se notaba la falta total de grasa, se notaba cada músculo y cada tendón de aquel cuerpo veinteañero.  Se bajó el bañador y se quedó desnudo, al estar orientado hacia la playa, no pude ver su pene; el se fue andando hacia el agua para darse un baño, mí mujer en ese momento estaba nadando en la dirección hacia donde él iba a entrar, de pronto se paró y se quedó mirándolo descaradamente.  Me miró a mí y luego volvió a mirarlo a él, aquella conducta me estaba contrariando.  El se metió en el agua y al pasar nadando al lado de mí mujer, vi que ella le saludó, quizás devolviéndole el saludo.  Ella salió del agua y estando de espaldas a él, me hizo un gesto con ambas manos dándome a entender el tamaño del pene del muchacho, por el espacio dejado entre ambas manos, debía de ser descomunal.  Se reía pícaramente.  Al tumbarse en la toalla a mí lado, me dijo:

  • ¿Le has visto la polla a ese chico?.

  • No, estaba de espaldas a mí.  ¿Cómo es?.

Me sorprendió que yo mismo hiciese aquella pregunta.

  • ¿Te gustaría acariciarla?

  • ¡¡¡Por favor!!!! ¿Qué dices?.

  • Lo que escuchas, ¿si te gustaría acariciarla?  ¿Nunca te has comido una polla?

  • ¡¡¡NO!!!  ¿Pero, a tí, que te pasa hoy?

  • Que estoy súper cachonda, ¿no lo notas?

Mí pene volvía a reaccionar, se estaba poniendo erecto de nuevo, me estaba traicionando, yo decía una cosa y él decía otra.  Mí mujer, mirándolo empezó a reírse.

  • Creo que a tu polla no le desagrada la idea de que te comas un buen cipote.  Y ya puestos, podría darte una buena follada por tu culito vicioso, ¿porque no me negarás que no te ha gustado que te metiese el dedo dentro?

En ese momento, el chico empezó a salir del agua, lo veía de frente y me quedé perplejo, su pene flácido era igual de grande que el mío completamente erecto, y el mío es de un tamaño más que razonable no teniendo nada que envidiar a nadie al respecto.

El joven se dio cuenta de que los dos nos habíamos quedado mirándolo y parándose frente a nosotros empezó a acariciarse el pelo y quitarse el agua, mientras tanto mí pene seguía traicionándome y me estaba empalmando, los colores habían aflorado a mís mejillas, mí mujer sonreía de una forma viciosa.  El chico se tumbó en la toalla boca arriba a tomar el sol, yo me levanté y me dirigí al agua para refrescarme, estaba demasiado caliente y mí cabeza me estaba dando vueltas.  Me zambullí en el agua y estuve nadando un rato mar adentro sin mirar hacia atrás.  Me quedé relajado haciéndome el muerto mientras por mí cerebro pasaba todo tipo de pensamientos y visiones, todo aquello era demasiado para mí, no entendía la postura de mí mujer, nunca se había portado de esa manera.

Decidí volver a la playa, recuperé la posición inicial y cual sería mí sorpresa que veo a mí mujer andando hacia donde estaba el joven, llevaba un cigarrillo en la mano y al acercarse entendí que le estaba pidiendo fuego.  Él cogió un encendedor y levantándose, le encendió el cigarrillo, los vi como empezaban a hablar y ella de vez en cuando miraba hacia abajo y le miraba aquel pedazo de pene de un tamaño tan exagerado, que creo que ni en las mejores películas porno aparezca uno así.  Los dos se reían, yo estaba inmóvil en el agua observando aquella escena, ella le ofreció el cigarro y él le dio un par de chupadas y se lo volvió a pasar a mí mujer.

Ella dio una chupada a fondo y acercándose a su boca, le pasó todo el humo, que luego él lo dejó salir entre sus labios.  El estómago me dio una contracción bestial, sentí como unas profundas ganas de vomitar y la cabeza me dio un dolor intenso.  ¿Qué estaba pasando?.  Mí mujer se abrazó al chico y empezó a besarlo, él empezó a tocarle las nalgas y se las magreaba de una forma obscena, ella le mordía los labios y le lamía la boca y las mejillas.  Nadé despacio hacia la orilla sin dejar de mirarlos.  Cuando salí del agua me di cuenta que estaba completamente empalmado, en el fondo, aquella situación me había excitado de una forma extraordinaria.

Mí mujer me tendió la mano en señal de que me uniera a ellos, cuando estuve a su lado, ella me besó profundamente en la boca y empezó a acariciarme la polla, el joven se abrazó a mí mujer por detrás y empezó a comerle el cuello y yo notaba como le estaba sobando los pechos, ella se agachó en medio de los dos y cogiendo ambas pollas se dispuso a chuparlas al unísono, cuando mí polla estuvo al lado de nuestro acompañante, me quedé de piedra, aquel trozo de carne era el doble del mío y vuelvo a repetir que mí pene no tiene nada que envidiar a nadie.

Mí mujer hacía un esfuerzo enorme en lograr meterse las dos pollas en la boca, cosa que no lograba, cogiéndome de la mano me instó a que me agachase, se me arrodillé y cuando estuve a su altura, ella me ofreció aquella enorme polla para que la chupase, la miré desconcertado y ella suavemente cogiendo mí nuca me fue acercando poco a poco y casi sin darme cuenta, tenía aquella polla metida en mí polla, cosa que me agradaba y empecé a darle una buena mamada a aquel joven que estaba disfrutando de lo lindo, cosa que notaba en las contracciones de su polla, cuando menos me lo esperaba un líquido espeso y caliente inundó mí boca a borbotones, el muy cabrón se estaba corriendo en mí boca, yo aguanté como pude aquella lluvia de semen y seguí chupando y lamiendo ese pene tan rico; cuando dejó de lanzar esperma, me dispuse a darle un buen limpión y le estuve lamiendo toda la polla para dejársela limpia mientras por la comisura de mís labios se escapaba algo de semen, mí mujer muy diligente me lamía por los lados de mí boca y también compartía aquella tarea de limpieza.

El joven miró su reloj y dándole un beso en los labios a mí mujer y otro a mí, se despidió corriendo alegando que había en comer con su novia.  Cogió su toalla y sin ponerse el bañador, echó a correr y nosotros nos quedamos riendo al verlo correr por el estrecho camino mientras su polla le golpeaba en medio de las dos piernas.

  • Bien cariño, ¿qué tal?

  • Pienso en que nos hemos estado perdiendo cosas maravillosas, debemos de ponernos al día.  Pero que conste que a mí no me gustan los tíos, donde esté una buena mujer como tú, sobra todo lo demás.

  • Solo sexo, solo sexo.  El amor es para nosotros dos cuando estemos solos.

Recogimos nuestras toallas y completamente desnudos nos fuimos camino del hotel.

Continuará...