Vacaciones Intensas

La visita de una pareja de amigos puede provocar situaciones muy excitantes y pasar unos días realmente gozosos.

VACACIONES INTENSAS

Por fin, durante las vacaciones de verano, se decidieron a visitarnos nuestros amigos, Ana y Fran, a los que conocimos durante un viaje de vacaciones por el Caribe, hacía ya 6 años.

Fran, es un hombre de unos 42 años muy bonachón, agradable y de buen humor, con cierto atractivo principalmente dado por sus ojos azules muy vivarachos, no muy alto y corpulento, ciertamente en los últimos tiempos había engordado un poco y se le notaba que ciertos cabellos de su cabeza habían abandonado su ubicación dejando lugar a una brillante superficie en la coronilla.

Ana, es una mujer de 35 años muy avispada, inquieta y muy jovial, estatura media, nada de delgadeces pero sin carnes fláccidas ni michelines, unas voluminosas tetas, unas piernas magníficas culminadas por un culo duro, redondo y anchas caderas, una melena de color negro ondulada, unos labios gruesos y unos ojos grandes un poquito rasgados. Un cuerpo generoso en sus formas y curvas que llamaba la atención por donde pasaba, porque le gustaba lucir su tipo, resaltando sobre todo su culo y sus pechos, muy bien llevados con un porte altivo y a veces provocativo. Totalmente fuera de los cánones de las modelos de pasarela, pero dentro de las llamadas "tías buenas" y "macizorras" de carnes apretadas, que provocaba en los hombres el impulso de piropearla lujuriosamente.

A ella la tenía presente en muchos mis sueños eróticos, desde aquel viaje, cuando un día en una playa caribeña dijo: "si hago top-less no os asustaréis, ¿verdad?"; dirigiéndose a su marido y a mí. Yo, por supuesto, no puse reparos, su marido se quedó un poco parado y dijo que si a ella le parecía bien, que lo hiciese. Ya me había fijado en su atractivo cuerpo y sus pechos, siempre marcando sus grandes y redondas tetas y a veces los pezones cuando llevaba camisetas ajustadas, pero cuando se quitó la parte de arriba del biquini, pude comprobar lo que imaginaba, unas tetas perfectas, grandes, redondeadas, cayendo sobre el abdomen y luego subiendo en curva hasta culminar con unos pezones grandes y oscuros, que estando frente a ella, te apuntan a los ojos, como las que yo habría puesto en la mujer perfecta. Comenzó a ponerse bronceador, mientras que su marido se puso boca abajo, un poco contrariado. Eva, mi esposa, estaba tumbada dorándose, ajena a esto, y yo me quedé observándola, como acariciaba sur pechos levantándolos al pasar la mano por debajo y como al dejarlos caer se quedaban firmes temblando como un flan. Noté que con el rabillo de su ojo me observó y entonces se reclinó, aun sentada, apoyando las manos sobre la toalla, echando los hombros hacia atrás, sacando pecho, luciendo delantera, mostrándome la hermosura de su busto, dejándome ver el perfil perfecto de sus tetas. Realmente me excité y tuve que ponerme boca a bajo hasta que se me pasó.

Este recuerdo, reavivado en las visitas que nosotros les habíamos hecho, en las cuales ella siempre tan eufórica, extrovertida y efusiva con sus roces, besos y sus posturas en el sofá. Apoyándose en mi o poniéndome los pies encima cuando se recostaba. Me tenía loco por hallar la oportunidad de encontrarme a solas con ella, pero nunca era el momento adecuado para ello y no levantar sospechas.

Les invitamos a pasar unos días en una casa de turismo rural que alquilamos para las vacaciones. Una casa grande, con estancias muy espaciosas, un gran patio interior, una piscina, un parral que rodeaba casi toda la casa, un porche grande con muchas platas floridas y muy frondosas, unas cuadras en las que encerramos a nuestros perros y rodeada de huertos de árboles frutales.

Ella seguía tan efusiva y poco pudorosa en cuanto a agarrarse, abrazarse y gastar bromas, como siempre. Cuando charlábamos, ella siempre gesticulaba mucho y se rozaba. Si se acercaba a decirme algo, yo siempre procuraba poner el brazo de tal forma, que entrase en contacto con sus pechos y que no se separase de mí sin rozarlos. Ella, por su parte, nunca rehuía y si que me echaba alguna mirada insinuadora de tal situación, haciendo algún gesto sin que nadie se percatase. Las últimas veces me había dado la impresión de que se apretaba algo más de lo normal.

A ella, en casa, para ir cómoda, le gustaba llevar un vestido de tela fina y ligera, amplio, con tirantes, gran escote y cortito, sin nada que le oprimiese, por lo que no llevaba sujetador. Cada vez que se inclinaba, dejaba ver esas tetas tan tentadoras, que aun después de los seis años pasados parecían seguir teniendo la estupenda forma que yo recordaba. No se si por casualidad, coincidía que siempre que se inclinaba delante de mí, dejaba que el escote mostrase lo oculto por el vestido. Una de esas ocasiones, yo estaba sentado en el sofá y ella se puso a buscar bajo la mesita del salón, donde están las revistas, consiguió ponerse de tal forma que por el escote, se veían hasta las braguitas que llevaba, quedando ese par de tetas, que me turbaban, colgando como pidiendo que alguien las cogiese, las sujetase, las parase en su pendulante balanceo. Sin poder apartar la mirada, me incliné, me acerqué a ella indicándole si podía ayudarla, ella respondió que no era necesario al tiempo que levantó la cabeza y me regaló una pícara sonrisa. Mantuvo esa postura durante unos minutos, lo cual provocó que mi pene no tardase en responder a la provocación, marcándose bajo el fino pantalón corto que lo cubría y mostrándole lo que me provocaba la contemplación de lo que ella me enseñaba. Después fue a ponerse el bikini dejando la puerta del baño entreabierta, colocándose ella justo en el trocito que yo podía ver. Se quitó el vestido y pude volver a ver esos pechos libres de tapujos, los cuales fueron masajeados un par de veces, mientras yo me relamía.

Pero me regaló algo más, de perfil comenzó a bajar lentamente sus braguitas, inclinándose, dejando colgar sus tetas, al tener la prenda por las rodillas, se giró dejando ante mi vista ese precioso culo, que así agachada parecía pedir que alguien lo tomase. En esta postura se veía la mata de pelo que sobresalía de en la convergencia de sus largas piernas. Al estar inclinada hacia delante, miró por entre sus piernas, dirigiéndome una fugaz mirada, asegurándose que no me perdiese el espectáculo. Seguidamente se puso el bikini y salió de la habitación exhibiendo tipazo y dedicándome una mirada y una sonrisa. Salió de la casa dirigiéndose a la piscina y se puso a tomar el sol en una tumbona junto a su marido. Yo me froté mi excitado y erecto pene, diciéndome que no tardaría mucho en probarla. Nunca habíamos hablado ni comentado nada al respecto, realmente nuestro lenguaje de miradas e insinuaciones nos excitaba a ambos, al que jugábamos y esperando el momento de un encuentro a solas. Mi mente no paraba de buscar la forma en que podría acercarme a ella y poder tocar aquello que solo podía ver en breves instantes, a distancia y con mucha discreción.

La mañana siguiente, me desperté muy temprano, salí a sentir y oler la brisa fresca de la mañana, de lo que sería un día caluroso de pleno verano sureño. Estaba en la puerta de la casa cuando sentí unos pasos tras de mí, Ana atravesaba el salón, también salía a la puerta y se paró junto a mí. Al mirarla vi que llevaba un camisoncito de tirantes, que le llegaba justo por debajo de las braguitas, tapando escasamente ese culo tan bien puesto y duro. Al sentir la brisa fresca vi como sus pezones se irguieron y se marcaron en el camisón. De pronto sopló un poco de brisa, lo que le provocó un pequeño escalofrío y se agarró a mi brazo, abrazándose a él. Yo sentí como su pecho se aplastó contra mí y como otros pequeños escalofríos le recorrieron el cuerpo, rozándose y apretándose contra mí. Mi brazo había quedado entre sus pechos, mi mano fue cayendo poco a poco hasta rozar su muslo, quedé inmóvil un instante. Apretó un poco más el abrazo. Entonces mis dedos comenzaron a moverse, acariciando el interior de su muslo subiendo poco a poco.

Ella se aferraba con fuerza a mi brazo, inmóvil, conteniendo la respiración. Llegaron las yemas de mis dedos hasta sus braguitas y comenzaron a recorrer su borde, sentí como su respiración era más fuerte. Recorrí con mis dedos dos o tres veces borde exterior, suavemente, sintiendo el dibujo de la costura, poco a poco iba haciendo más presión a las braguitas ladeándolas, comenzando a sentir los primeros vellos púbicos. En uno de los movimientos subí hasta la parte superior de las braguitas, la cinturilla cedió y dejando paso a mis dedos, los cuales comenzaron a acariciar ese rizado conejito haciendo bucles con el ensortijado vello. Ella se movió, abriendo un poco las piernas permitiendo que mi mano se fuese metiendo bajo las bragas y abarcando con la palma de mi mano todo su coño, agarrándolo en toda su extensión, presioné un poco la mano y sentí como ella se ponía rígida. Quedaron las puntas de mis dedos casi rozando su ano, comencé a frotarlo presionando y moviendo sobre él con la palma de mi mano. Noté como se humedecía al sentir mis caricias. Comencé a mover lentamente la mano hacia arriba, mientras arrastraba mi dedo corazón, el cual fue siguiendo el hondo y húmedo canal que entre sus labios había y que los rizos escondían. ¡hhuuummm! Un leve gemido salió de su garganta. Al volver a bajar la mano, mi dedo corazón se paró en la entrada de su húmeda cueva, con un sutil movimiento tocó su clítoris, produciéndole un pequeño respingo.

Al sentir que comenzaba a moverse acariciándolo, volvió a gemir junto a mi oído. Comencé a acariciarla haciendo círculos con mi dedo, acariciando sus labios que se iban humedeciendo, poco a poco lo iba hundiendo más, hasta que lo metí por completo. En ese momento noté como su cuerpo perdía toda su rigidez, ella comenzaba a jadear controlando el volumen y ahogando sus gemidos. Abrió un poco más sus piernas y yo sacando el dedo y volviendo a meterlo, teniéndolo dentro lo movía y presionaba. Comencé a incrementar el ritmo, su flujo comenzaba a circular entre mis dedos, y así de lubricada, en pleno acelerón, le metí un segundo dedo, ella suspiró, dándome un pequeño mordisco en el hombro, y comencé a masajearla metiendo y sacando los dedos, al tiempo que su respiración se aceleraba, entonces comencé a acariciar su clítoris cada vez con más intensidad y a mayor velocidad, hasta que sentí que le llegó el orgasmo, clavándome las uñas en el brazo y ahogando sus jadeos contra mi hombro. Mientras terminaba de jadear y se calmaba, su mano, con un leve movimiento de llegó a mi entrepierna, agarrando mi polla por encima del pantalón y seguidamente metió la mano por debajo de la cinturilla elástica, agarrando mi polla con fuerza durante unos segundos, hizo un par de movimientos arriba y abajo, aflojó sus dedos, bajó hasta los testículos los tomó en su mano, acariciándolos, seguidamente subió agarrando mi polla de nuevo volviendo a dar un último apretón más fuerte antes de soltarla. Y allí nos quedamos unos instantes, yo de pié apoyado contra la pared, en la entrada de la casa, y ella agarrada fuertemente contra mi brazo estrujando sus magníficas tetas contra mí, después de haberse dado una estupenda corrida matutina. Un despertar de lo más placentero.

Transcurrió la mañana, casi con normalidad, la anomalía era que a la mínima ocasión de pasar uno junto al otro aprovechábamos para tocarnos el culo o cualquier zona erótica que pudiésemos sin que nos viesen nuestras respectivas parejas. Así llegó la hora de la comida, durante ésta, en varias ocasiones nos acariciamos con los pies en rápidos movimientos. Ese día el turno de recoger la mesa y lavar los platos le tocó a Eva, su marido rápidamente se apoderó de la hamaca que había en el porche para echar la siesta, mi esposa del sofá para ver la novela y dormitar un ratito, yo como de costumbre, recogí las sobras de la comida para echárselas de comer a los perros. Así que nos quedamos solos en la cocina. Eva estaba fregando los platos cuando, tras comprobar que los demás estaban ya tumbados, me acerqué a ella por detrás agarrándola por la cintura y besándole el cuello. Ella apoyó su espalda contra mi pecho, mis manos se movieron hasta su vientre ascendiendo poco a poco hasta llegar a sus magníficos pechos, que tanto ansiaba por tocar. Se los sobé durante unos segundos mientras aplastaba mi entrepierna contra ese maravilloso, redondo y duro culo.

Luego una de mis manos bajó hasta su entrepierna y la otra pellizcaba su pezón que rápidamente se había excitado poniéndose de punta, ávido de ser acariciado. Nuestras caderas se movían lo que me provocó una rápida erección, que permitió que mi pene se situase entre sus glúteos, los que permitían que, pese a las telas que los separaban, se hundiese en ellos, sintiendo la presión que proporcionaban sus músculos. Esto duró solamente unos escasos minutos. Me retiré de su espalda con mi erección marcada en mi bañador, lo que ella rápidamente se apresuró a comprobar con su mirada. Le dije que iba a la cuadra a echar de comer a los perros y me marché. La cuadra estaba relativamente limpia aunque con bastante polvo, era grande, un par de box para caballos, una pocilga, unas jaulas para gallinas y conejos y un cuarto para aperos con una mesa y una silla. No tardó mucho en acudir, cerró la puerta y se acercó hacia mí.

¿Me esperabas? – preguntó.

Por supuesto, no sabes las ganas que tengo de tenerte un rato a solas para mí.

Pues aprovecha esta ocasión mientras los demás duermen. Que bien has sabido preparar la sangría.

Necesitaba ponerles fuera de juego y es el mejor modo que se me ocurrió.

Mientras decíamos esto, ella se acercó a mí, pasando sus manos por mi nuca y sellando mis labios con un beso. Mis manos pasaron por su cintura y bajaron hasta ese culo que tantas ganas tenía de acariciar y apretar entre mis manos. Mientras nos besábamos y nuestros cuerpos se apretaban uno contra el otro, fuimos moviéndonos hasta llegar al cuarto de aperos. Rápidamente sus manos hicieron lo mismo que las mías, apretando mi trasero, pero no se entretuvieron mucho, casi instantáneamente se desplazaron hasta agarrar mi paquete, en el cual encontró mi pene que aun no había perdido del todo la erección anterior.

Ummm, aun te dura la excitación ¿eh? Parece que me tienes ganas.

No lo sabes tu bien. Tengo unas ganas locas de disfrutar de tu cuerpazo, de este culazo tan bien puesto y de estas tetorras tan buenas que tienes. – le dije mientras con una mano apretaba su culo y con la otra una de sus tetas-.

Su mano no tardó en meterse bajo mi bañador apoderándose de mi polla, que tras unas pocas caricias volvió a ponerse erecta.. Bajó mi bañador inclinándose ante mí hasta llegar a la altura de mi pene. Yo apoyé mi trasero en la mesa mientras me deshacía del bañador. Ella se agachó ante mí, agarró mi polla con la mano y lenta mente bajó la piel hasta donde pudo, luego la subió, repitiendo esto un par de veces, hasta que con mi rojo glande al descubierto, alzó la mirada hasta ver como yo contemplaba lo que me hacía. Sin apartar la vista de mis ojos, acercó su rostro a mi tiesa y dura polla, sacó la lengua y la pasó por la punta de mi capullo, haciendo que me estremeciese a su contacto. Luego abrió la boca introduciéndose el glande hasta llegar con sus labios hasta su borde inferior, rodeándolo con sus labios y presionando levemente. Su legua comenzó a juguetear con lo que tenía dentro de la boca mientras una de sus manos acariciaba mis testículos y la otra el trozo de pene que quedaba fuera de su boca.

Luego se la sacó de la boca y se dedicó a recorrerla con la lengua hasta los testículos entreteniéndose con estos mientras su mano me masturbaba. Mi excitación era cada vez más evidente, por lo que rápidamente volvió a meterse mi pene en la boca, esta vez hasta donde pudo, presionando fuertemente con sus labios. Con mis manos acariciaba sus cabellos acompañando los movimientos de vaivén que hacía a lo largo de mi pene, incrementó los movimientos al ver que mis músculos se tensaban. Me estaba haciendo una mamada como hacía mucho tiempo que no me hacían, su boca, su lengua, sus labios, sus dientes, sus movimientos ……. Uuuuummmm que gustazo. No tardaron mucho en llegarme los espasmos del orgasmo y entre convulsiones eyaculé en su boca, la cual no dejó de moverse hasta que pasó el último de los espasmos y se me aflojaron las piernas. Con una de las servilletas de papel que traía cogidas en sus braguitas terminó de limpiar los restos de esperma, mientras mi pene iba perdiendo vigor. Terminó con la limpieza y se levantó acercándose a mi boca besándome y toqueteando mi fláccido miembro me dijo:

¿Ya se le han acabado las pilas?

No sufras, son recargables de carga rápida.

Diciendo esto me erguí junto a ella, agarrándola por la cintura y besándola con pasión, cambiando el lugar que ocupábamos, quedando su trasero apoyado en la mesa. Mis manos bajaron los tirantes de su vestido dejando que cayese al suelo, quedando ante mi esas tetas que tantas ganas tenía de sobar, lo cual comencé a hacer un poco a distancia para deleitarme con el tacto y la contemplación de mis manos acariciando esa hermosura de pechos. No tardé en sustituir una de mis manos por mi boca, recorriendo con mi lengua todos los rincones de esas ricas mamas hasta llegar a los pezones, los cuales lamía y succionaba, sin dejar de sobar el otro pecho con la mano. Metí la cara entre ambos pechos y los apreté contra mis mejillas. La otra mano bajó hasta las braguitas metiéndose bajo su tela hasta alcanzar su vagina, comenzando a acariciar su clítoris e introducir mi dedo corazón por la boca de ese volcán que comenzaba a despedir su caliente y viscosa lava. Mi boca volvió a apoderarse de esos carnosos labios de los que comenzaban emitir leves sonidos. Su mano volvió a apoderarse de mi pene que comenzaba a hincharse, dándole caricias y apretones hasta conseguir volver a ponerlo duro.

¿Ves? Ya está recargado.- le susurré

Si que recarga rápido. Es magnífico.

La volví a agarrar por el culo cambiando de posición, arrastrando un poco la mesa, hasta quedar pegada a la pared justo debajo de una ventana entreabierta que daba al jardín, pudiendo observar así a nuestras parejas tomando el sol. Miré por la ventana y pude comprobar que mi esposa se había quedado en top-less, lo que seguramente excitó a Fran, puesto que pude observar como se frotaba el pene y metía su mano bajo el bañador.

  • El cabrón de tu marido se va a hacer una paja mirándole las tetas a mi esposa.

Diciendo esto me separé un poco y cogiendo sus braguitas, me agaché y las bajé hasta es suelo dejando mi rostro a la altura de su monte de venus al cual di un beso. Al sentir mis labios abrió las piernas ofreciéndome su excitado sexo. Respondí con mi lengua, pasándola a lo largo de su sexo, entreteniéndome en su clítoris, hasta hacerla gemir. Entonces me incorporé quedando entre sus piernas, ella se agarró a mi cuello y nuestras bocas se unieron en un apasionado beso, mientras nuestras caderas se movían frotándose nuestros sexos. Una de sus manos agarró mi polla y la puso en la entrada de su ardiente cueva. Tanto ansiaba que llegase este momento que no pude resistir y de un golpe metí mi miembro hasta el final. Apreté fuertemente introduciendo hasta el último milímetro de mi dura polla.

Ella se aferró con sus piernas fuertemente. Aflojó su presa y comencé a meter y sacar, despacito, sintiendo el roce de su útero. Yo continuaba con mi verga dentro de mi amante, acariciando sus magníficas tetas que bailaban al son de mis embestidas. Debido a la posición que tenían, mi esposa no podía ver las maniobras de su compañero de solarium, el cual, pensando en que ella estaba dormida, no tardó en comenzar a masturbarse bajo el bañador. Viendo esto, le pedí a Ana que cambiásemos de postura, poniéndose ella con las manos apoyadas en la mesa y ofreciéndome su culo en pompa. Rápidamente volví a meter mi miembro dentro de ese coño que tanto deseaba disfrutar. Con mi polla totalmente clavada, le dije que levantase la vista y mirase por la rendija.

Ahora, su marido, tenía la polla totalmente fuera del bañador y estaba haciéndose una paja en toda regla. En ese momento, sin llegar a decir nada, el placer inundó el cuerpo de Ana provocándole un sonoro orgasmo, sin poder reprimir los gemidos y jadeos que salían por su garganta. Al sentir que llegaba su orgasmo, comencé a golpear con más fuerza, a meter hasta el fondo mi polla cada vez más rápido. Sintiendo como ella se retorcía de placer. Tal intensidad de sensaciones acabaron con un calambre que recorrió mi columna vertebral terminando en mis testículos y haciendo que evacuasen el esperma que contenían. Así me llegó un orgasmo riquísimo, contemplando mi polla entrar y salir bajo aquel hermoso culo y viendo como Fran se la meneaba sin apartar la vista del cuerpo de mi esposa. Tras unos maravillosos espasmos orgásmicos eyaculé hasta la última gota, quedándome apoyado unos instantes sobre la espalda de Ana, que había quedado con la cabeza agachada, colgando hacia delante, sin fuerzas para levantarla. Alcé la mirada para ver como estaba el panorama en la piscina y pude ver como Fran rápidamente se levantó de la tumbona y de un salto se tiró a la piscina con su tieso miembro en la mano y tras unos segundos de inmovilidad de su cabeza, aprecié como le llegó la eyaculación por los incontrolados y espasmódicos movimientos que hizo, así como porque se sumergió y salió del agua lentamente.

Mientras observaba esta escena mi pene se salió de su agradable cobijo, quedando fláccido y mojado por una viscosa mezcla. Me separé de Ana, ella se irguió girándose y quedando frente a mí. Nos besamos relajadamente y agarrando con su mano mis partes dijo que esto no había acabado aun, que quería más, aunque no fuese en ese instante, ya que pronto reclamarían nuestra presencia. Así que nos pusimos la ropa y salimos cada uno por un lado.

Ana se metió directamente en la piscina con su marido y, la muy borde, comenzó a hacerle carantoñas. Él se mostró un poco esquivo aun afectado por la paja que acababa de hacerse. Por mi parte, yo me tumbé junto a mi esposa que parecía estar dormida y a los pocos instantes me levanté, zambulléndome en el agua. Caí junto a ellos, salpicándoles abundantemente. Ana respondió salpicándome a mi, comenzando así una batalla de salpicaduras de agua. Ante tal avalancha de aguadillas, Fran dijo que no tenía ganas de guerras acuáticas, salió de la piscina y volvió a tumbarse.

Nosotros continuamos con nuestros juegos, pasando de salpicarnos agua a intentar capuzarnos, con el consiguiente contacto físico. Bajo el agua nuestras manos tocaban todo lo que tenían a su alcance, forcejeando para no quedar bajo el agua, rozándonos en nuestras partes erógenas. Poco a poco nos fuimos moviendo hasta que nuestros cuerpos quedaron fuera del alcance de la vista de nuestras parejas, ocultos por el borde de la piscina quedando a la vista nuestras cabezas. Entre tanta lucha erótico-acuática, quedé con Ana abrazada por su espalda, con mis manos metidas bajo su bikini agarrando sus pechos, acariciando sus tiesos pezones y mi entrepierna frotándose contra su culo. Con un descarado movimiento de mis manos solté los nudos que sujetaban la prenda dejando en libertad esos preciosos senos masajeándolos bajo el agua. Me sumergí y los succioné, chupé con fuerza esos erectos y sensuales pezones. La excitación volvía a apoderarse de nuestros cuerpos y mentes. Saqué la cabeza para respirar y entonces fue ella la que se sumergió, sacando mi semierecto pene del bañador y comenzando una mamada subacuática, apretando sus labios con fuerza y con rápidos movimientos de su cabeza, hasta que se acabó el oxígeno de sus pulmones y salió a tomar aire. Todo esto sucedió en tres o cuatro minutos. De pronto se escuchó la voz de mi esposa que decía "¿alguien quiere un refresco?, al mismo tiempo que se sentaba en la tumbona. Yo rápidamente me sumergí y me desplacé unos metros separándome de Ana.

Al salir a la superficie algo me rozó en la cara. Era el bikini que instantes antes había quitado de las voluptuosas tetas de Ana. Como estaba totalmente a la vista de mi esposa, lo cogí tranquilamente y con el en la mano subí la escalerilla y salí del agua mientras decía "a ver si haces mejores nudos que uno no es de piedra y no se si podría resistirme en otra ocasión". "¿A ver que estáis haciendo?", "Por la cuenta que te trae resistirás" dijo mi esposa al ver como blandía el bikini de Ana. Dejé la prenda colgada de una silla. "Tendrás que salir sin ella, para que la situación esté equilibrada, yo también quiero ver a la esposa de mi amigo en top-less" dije yo, a lo que replicó mi esposa "no te pases …..". Ana salió del agua y se dirigió a donde estaba su marido, sentándose encima suyo y sacudiéndose el cabello salpicándole mientras decía "tranquila, estas dejo que las vean algunos privilegiados, pero nada de tocarlas", y terminando de decir esto cogió las manos de su marido y se las llevó hasta cada uno de sus pechos "¿a qué si, mi amor? le dijo mientras movía sus caderas encima del paquete de su marido.

Él hizo un guiño, como diciendo "no te pases", mi esposa me dijo que me fuese con ella a traer las bebidas. Y así se pasó el calentón de la piscina, que menudo apuro me había hecho pasar. Mientras seguía los pasos de mi esposa mirando su culo, que aunque menos ancho de caderas y menos llamativo, pero muy lindo y respingón, pasaban por mi mente las imágenes de la escena en la cuadra y pensaba "menuda hembra, por fin he disfrutado de ese cuerpazo tan exuberante y provocativo, ¡uuummm!, ¡que tía más caliente y que rico ha sido!". Interrumpió mi esposa estos pensamientos con un "saca el hielo del congelador, a ver si te enfrías un poco, que te veo algo caliente", entonces miré a mi bañador y comprobé que mi miembro estaba medio erecto, en posición horizontal, haciendo de mástil sujetando el bañador en una posición descarada y muy visible. Esa noche atendí a mi esposa maravillosamente, quedó muy satisfecha diciéndome "el recalentón de esta tarde te ha puesto hecho un toro, cariño", a lo que yo asentí tiernamente y quedamos dormidos.