Vacaciones fuera de lo normal 2020 - Parte 4
Segundo episodio de las vacaciones inusuales e intensas de una mujer casada. La numeración del título es engañosa: es una cuenta atrás de 5 a 1. La historia completa son 5 microrelatos que voy publicando durante la última semana de agosto.
EPISODIO 2.
Llegué a casa alterada y excitadísima. Era más tarde de lo habitual para mis paseos nocturnos, pero nadie se preocupaba, ni “sospechaba” nada, porque en la playa y en verano la vida se rige por otros horarios. Por suerte para mí todo el mundo dormía, pude entrar sin con total tranquilidad, quitarme el vestido sin tener que disimular que no llevaba ropa interior, limpiarme con calma y ponerme el camisón de verano que hacía las veces de pijama en este clima tan cálido y húmedo. Hace poco que había tenido un orgasmo, pero estaba necesitada de más y más de lo que yo misma podía ofrecerme con mis dedos (algo mágico parecido acababa de tener con los dedos de Miguel). Así que pasé al “plan b” y seguí las instrucciones que mi marido, como parte de sus fantasías cornudas siempre que salía con mis amigas por la noche me daba: fuera la hora que fuera, si volvía a casa excitada y con “ganas de marcha” podía despertarle para saciar mis necesidades. Me metí en la cama y me acurruqué en su espalda, dormía sólo con un pantalón corto de pijama holgado, así que era fácil acariciarle y acceder a su polla. Debía estar profundamente dormido y ya en fase REM -o fingiendo como un canalla- porque cuando le metí la mano me encontré con un miembro ya en “estado de alerta”. Comencé a “pajearle” despacio, dejando que su polla se pusiera completamente dura y permitiendo que se despertará o diera alguna indicación de que lo que estaba haciendo no estaba fuera de lugar. No me decepcionó, poco después pude notar como su respiración se hacía más profunda y acoplaba con fuerza su cuerpo junto al mío, mostrando que estaba despierto y receptivo a mi iniciativa.
Poco después se dio la vuelta y en la oscuridad buscó mi cara y oídos para susurrarme: “¿qué ha pasado en el paseo para que hayas vuelto así?”. Yo sabía que no sospechaba nada sobre Miguel, ni podía imaginar nada de lo que realmente había pasado, pero llevamos muchos años juntos y sé que él sabe que hay muchas cosas y situaciones de sexo furtivo que accidentalmente hemos visto y escuchado que me excitan mucho. Sería fácil inventar una excusa y conseguir que se metiera en el juego y saciara mis necesidades. Así que pase a la acción, me tumbé sobre el vientre en la cama (las circunstancias requerían una posición algo más visceral) y le dije: “metemela, empieza a follarme y acercate que te lo cuento”. Obedeció a estas órdenes como un resorte, no esperaba menos, pero al empezar a follarme lo hacía con una fuerza e intensidad que me encantaba aunque me costaba reconocer como parte de su repertorio habitual. Me estaba follando y muy bien, así que como “lo prometido es deuda”, empezamos la siguiente conversación:
Paseando por la playa me he cruzado con una pareja, estaba un poco apartada cerca de las dunas de la playa. Igual eran las sombras o el efecto de la oscuridad, no podía verles bien, claro, pero la mujer estaba sentada mientras el chico estaba de rodillas. Se la estaba chupando y se dejaba ver en las sombras una polla enorme - este es el ingrediente clave que tengo que meter en cualquier relato que le cuente al cornudo de mi marido.
¿Ah sí?
Sí, no me veían y aunque me daba un poco de vergüenza me quedé quieta para ver qué pasaba después. Siguieron con el sexo oral un rato y después la chica se colocó en posición perrito y el chico empezó a follarla por detrás. ¡Menudas embestidas le metía! Y se notaba que estaban intentando contener el sonido pero aún así la chica empezó a gemir de una manera que se oía claramente desde donde estaba.
¿Y tú qué hacías?
¿Pues que crees “cornudito”? -esta palabra sé que hace magia en nuestro sexo, si lo que quiero es más fuerza e intensidad-. Me imaginaba que era yo a la que estaban follando de esa manera tan salvaje. Estaba todo oscuro y no se veía bien, pero estoy casi segura que en un momento de la follada el chico sacó su polla, se re-colocó y se la metió por el culo. Incluso te diría que los gemidos de la chica eran diferentes desde ese momento, más guturales y descontrolados.
No nos hizo falta mucho más a ninguno de los dos. Mi marido me estaba follando fuertemente y al oír la parte final del relato levantó su tronco empujándome con los brazos sobre la cama para taladrarme con más fuerza aún. Mi marido se corrió poco después pero aguantó sus embestidas el tiempo suficiente para lograr que yo pudiera correrme con la dosis de polla que necesitaba desde el comienzo de la noche. Normalmente, otras veces en las que logramos tener un momento de intimidad para follar, nos levantamos y limpiamos después e incluso después de follar y asearnos continuamos con nuestras actividades mundanas como si no “hubiera pasado nada”. Pero esta vez, nos daba igual, estábamos de vacaciones, intentando olvidar el caos que reinaba a nuestro alrededor. Nos quedamos dormidos abrazados, medio desnudos, sudados después de follar pensando cada uno desde nuestra perspectiva que las vacaciones realmente no podían haber empezado con mejor pie.