Vacaciones fuera de lo normal 2020 - parte 3

Continúan las vacaciones salvajes de una mujer casada. Tercera parte de una historia en cinco micro-relatos.

EPISODIO 3.

III

Pasaron varios días con la agenda llena de actividades vacacionales y alguna cena nocturna con la familia o con mi marido, así que fueron varias noches en las que no pude salir a pasear. Disfrutando del descanso casi había olvidado el encuentro de la primera noche, pero solo casi. Finalmente, una noche salí a retomar mis paseos nocturnos. Dudé durante un momento, no había tenido ningún contacto con Miguel desde la primera noche pero antes de salir recupere su número de móvil, lo añadí a mis contactos y le mandé un mensaje: “voy a salir a pasear otra vez”. Según salía por la puerta, mi marido se acercó por detrás, me abrazó y dándome un beso me dijo: “a ver si hay suerte esta noche también, recuerda que si estoy dormido me puedes despertar”.

Salí a pasear, esta vez había recorrido algo más de la mitad del paseo cuando vi el coche de Miguel aparcado y a él esperando tranquilamente apoyado de pie en su coche. Al verme no dijo nada, simplemente abrió la puerta del copiloto y me invitó a entrar cuando llegué a su altura. Me metí en el coche, cerró la puerta y pasó por delante del coche para entrar por su lado. Lo reconozco, cuando Miguel pasó por delante del coche fijé la vista en su paquete, situado a la altura perfecta para mi campo de visión sentada dentro del coche.

Arrancó el coche y empezó a conducir. No reconocía el camino, tampoco conozco bien la zona, pero sé que no íbamos hacia el lugar del primer encuentro. Subimos una colina y terminamos en un pequeño mirador completamente vacío y oscuro pero con unas vistas perfectas del mar y la costa. Me extrañaba que no hubiera nadie más en este lugar, siendo un picadero perfecto para “parejas jóvenes”. Miguel me explicó que, aunque no lo parezca, es un lugar que conoce muy poca gente y que hasta hace unos meses la urbanización en la que estaba tenía una garita de seguridad controlando el acceso, así que no venían extraños a este lugar.

Terminada esta explicación, ya fuera del coche, nos acercamos al mirador, esa noche el cielo estaba claro pero había poca luna, la zona no tenía nada de iluminación y Miguel apagó todas las luces del coche. El lugar estaba en completa penumbra y era discreto. Contemplamos en silencio el mar y el horizonte y luego Miguel pasó directamente al grano - como si no supiéramos perfectamente para qué habíamos venido aquí. “¿Quieres mi polla esta noche?”, preguntaba las cosas sin preámbulos, ni accesorios y yo sé que tenía que contestar con la misma claridad y concisión si quería conseguir algo de él: “Sí”. Entonces puso sus condiciones, “pues desnúdate y chupame la polla”. Obedecí, me quité el vestido y las bragas, las deje en un rincón al lado de mí y me puse de cuclillas delante de Miguel. Abrí su bragueta y descubrí que el cabrón ni llevaba calzoncillos, saqué su polla ya bastante dura y empecé a chupar. Se que soy muy buena con el sexo oral y recuerdo que Miguel disfrutaba especialmente de mi arte. Él también lo recordaba y pronto empezó a gemir y respirar profundamente susurrando como seguía haciendo maravillas con mi boca mientras me agarraba la cabeza con las dos manos y empujaba hacia su cuerpo.

Este preámbulo no duró mucho. Poco después Miguel se retiró, me levanto y me colocó sobre el murete del mirador, el cual era duro pero suficientemente ancho para que pudiera sentarme sobre él. Se acercó a mí, me abrió las piernas y me metió su polla en un solo movimiento firme. Yo esperaba esto desde el momento en que me senté en el murete y estaba lo suficiente lubricada y excitada para que entrara sin problemas, pero aún así fue una sensación muy intensa y no pude contener un gran gemido con esta primera penetración. Llevaba casi diez años sin sentir semejante polla dentro de mí y los movimientos rítmicos y contundentes de Miguel me estaban ahogando de placer. No fue un polvo muy largo, no cambiamos de posición, simplemente me dejé hacer por Miguel, me centré en sentir sus embestidas mientras me abrazaba a él -yo desnuda y él con la camiseta puesta y el pantalón ligeramente bajado- y ocasionalmente nos besabamos de una manera “sucia” y húmeda. Me corrí primero, en un orgasmo explosivo. Normalmente justo después de correrme estoy muy sensible pero seguía disfrutando de las penetraciones de Miguel, había acelerado su ritmo y fuerza para hacerme llegar al orgasmo y ahora me follaba de una manera más suave y rítmica, aunque igual de profunda. Tras unos dos minutos de este ritmo también se corrió, sacó su polla y derramó su semen cálido y viscoso sobre mi pubis.

Al terminar de eyacular apenas descanso unos segundos, se retiró y cogió mi vestido y bragas que logró localizar en la penumbra. Uso mis bragas para limpiar un poco su semen de mi cuerpo y se las metió en el bolsillo. Me dió el vestido para que me lo pusiera, nos dimos dos besos rápidos ya vestidos los dos y nos metimos en su coche. Me acerco a una calle cercana a mi urbanización, en el trayecto casi no cruzamos palabra, al salir del coche me despedí con un simple gesto y cuando empecé a andar hacia el apartamento Miguel arrancó el coche y se fue. Al llegar a casa, de nuevo, todo el mundo dormía. Me metí en la habitación, por un momento estaba tentada por despertar a mi marido con mi coño sobre su boca -le habría encantado- y dejarle lamer para ver si notaba algo “extraño”. Pero esta noche estaba mucho más saciada y cansada, así que simplemente me puse unas bragas nuevas y me acosté junto a él para dormir. No me limpié, ni duché. Quería dormir con el aroma y sudor del sexo que acabada de tener.