Vacaciones fuera de lo “normal” 2020 - Parte 2

Penúltimo micro-relato de las experiencias vacacionales de una mujer casada.

EPISODIO IV.

Varios días después volví a mandar un mensaje a Miguel, esta vez pronto por la mañana y muy conciso: “más tarde iremos a la cala nudista”. Mi marido y yo teníamos planeado un día en pareja. Estaríamos solos prácticamente hasta la noche o quizás también toda la noche. Nuestros hijos se iban con unos amigos que veraneaban cerca a pasar el día en un parque acuático de la zona, luego cenarían con ellos y dependiendo de la hora y las ganas puede que durmieran en su casa o volvieran ya tarde al apartamento. Teníamos varias cosas planeadas para este “día sin hijos”, que por supuesto incluyían una buena sesión de sexo. En todo caso, íbamos a empezar el día pasando la mañana en la cala nudista de la zona. Esto es algo que nos gusta hacer y que no podemos hacer con nuestros hijos porque no tienen ni el más mínimo interés por el nudismo, ni la cala nudista tiene las cosas que les divierten de la playa. Pero a mi marido y a mí sí que nos gusta ir y es, además, una actividad que nos “entona”. A mi marido le encanta que vayamos y me recree y excite viendo los cuerpos desnudos y miembros de otros hombres. Él también disfruta de las vistas y se excita, pero sé que le excita más mi excitación. No somos exhbicionistas, ni practicamos sexo en la playa a escondidas, es una especie de preliminar que suele -cuando las circunstancias lo permiten- terminar en una buena sesión de sexo al volver a casa. Hoy haríamos este mismo preliminar, pero con más calma y tiempo y con un posible “juego añadido” que había imaginado al escribir a Miguel.

Llegamos a la cala antes del mediodía. Resultó ser un día relativamente fresco para el verano, sin el sol inclemente de la mayor parte de los días de verano de esta zona, para mí un día perfecto de playa. La cala ya estaba bastante concurrida, pero no llena y a lo largo de la mañana no se llenaría mucho más. Había gente de todas las edades y más o menos la misma cantidad de hombres y mujeres. Todos desnudos, esta era una cala nudista a la que sólo se hacía el esfuerzo por acceder si venías a practicar nudismo. Recorrí con la vista la cala para ver dónde colocarnos, también localicé a Miguel. Estaba tumbado en un rincón de la cala y no estaba solo. Junto a él había una mujer que no reconocía pero tenía cierto parecido a su mujer (luego me contó que era su cuñada, con la cual ya estaba empezando a “tontear”). Era algo más joven que nosotros, aunque no mucho más, y estaba también de muy buen ver. Anduve con mi marido hasta colocarnos pasado el centro de la cala, permitiendo que Miguel estuviera en nuestro campo de visión pero sin que estuviéramos pegados a ellos.

Colocamos nuestras cosas, nuestras toallas, una pequeña bolsa frigorífica, una pequeña sombrilla y poco más, nos desnudamos y nos tumbamos. No había prisas, teníamos todo el día, así que dedicamos un tiempo simplemente a tomar el sol y relajarnos un poco. Mi marido estaba muy cómodo y completamente distendido y con los ojos entrecerrados, todavía no habíamos empezado nuestros jueguecitos. Al rato me levanté anunciando que me iba al agua, fui sola, mi marido prefirió quedarse sentado, como dice él, viendo como contoneaba mi cuerpo desnudo hasta llegar al mar. El agua estaba estupenda, me di algunos chapuzones y alejé lo suficiente para tener una buena vista panorámica de toda la cala e “inspeccionar” el panorama. En resumen para lo que a mí me interesa. Había varios hombres de más de cuarenta años normales pero muy agradables a la vista. En la esquina más alejada de donde estábamos sentados un grupo de jóvenes, los típicos “chulitos musculosos con tatuajes” que normalmente no me llamarían en absoluto la atención, sólo que en esta ocasión uno de ellos tenía una polla descomunal que le gustaba exhibir, ya que cada dos por tres se ponía de pié mirando el resto de la cala. Finalmente, en el otro extremo estaban Miguel y su acompañante. Si hubiera que hacer una comparativa, la polla de Miguel era seguramente la más gruesa de la cala (aunque no la más larga), circuncidada y con las venas muy marcadas. Era una polla que llamaba la atención y que su cuñada y otras personas de la playa, como podía comprobar desde mi posición, miraban de reojo.

Salí del agua con los pezones completamente duros, se notaban a la vista. Estaba algo entonada y, además, el frescor del agua había hecho su efecto. Al acercarme a nuestro sitio, mi marido lo notó y no dejó de comentarlo y entrar en el juego, “vaya ¡como has salido! ¿te han gustado las vistas?”. Contesté sinceramente, si estuvo viéndome en el mar y conociéndome como me conoce sería capaz de reconstruir mi proceso, “sí, no están nada mal, hay potencial”. Me senté junto a él y comenzamos nuestro “juego de playa nudista” discretamente. Abrimos unas latas de cerveza y mientras bebíamos comenzamos a comentar las vistas. Mi marido primero miró hacia el extremo opuesto de la cala y localizó al “musculitos exhibicionista”, “joder, ahí tienes uno con un pollón, seguro que te has fijado en él”, “sí, yo y todo el mundo, le gusta dejarse ver”. Siguió surcando la cala, había varias mujeres también muy atractivas y con cuerpos sensuales que señaló y pasamos lentamente hacia el extremo más cercano a nuestro lado.

Localizó la polla de Miguel, como he dicho era difícil no hacerlo. “Ahí hay otra bestial y el tío encima la tiene morcillona”, giré mi cabeza como mirando casualmente y al ver la polla de Miguel le dije a mi marido que no creía que estuviera morcillona, que es simplemente así de gruesa (y no lo estaba, lo sé), entonces mi marido añadió “pues a la chica que va con él, que está bastante buena le gusta bastante, no para de mirarla, ya me he fijado antes”. En otras ocasiones, como normalmente tenemos poco tiempo, poco después de estas conversaciones nos vamos a casa a aprovechar el calentón. Pero hoy no teníamos tanta prisa y también queríamos disfrutar de la playa y la mañana, así que terminamos nuestra inspección, nos fuimos a bañar y echamos un rato de relax, leyendo y tomando el sol. En un momento de este descanso, en el que yo estaba tumbada tomando el sol con los ojos cerrados, mi marido comentó “pues es verdad, antes no estaba morcillona, pero ahora sí”. Tuve que levantar la vista Miguel seguía tumbado con su cuñada al lado, pero ella le estaba acariciando ligeramente el muslo y esto estaba teniendo cierto efecto sobre su polla: sin estar dura el capullo estaba más visible y estaba empezando a perder la flacidez que tenía antes.

Llevábamos ya un buen rato en la cala y quizás esta era buena señal para marchar, así que poco después propuse irnos. Íbamos directos a casa, recogimos las cosas, mi marido se puso camiseta y bañador y yo simplemente me puse encima un vestido de playa ¿para que ponerme el bikini si el trayecto era del coche a casa?. En el coche ya pudimos empezar a soltar la excitación que teníamos que contenter en la playa. Mientras conducía mi marido empezó a acariciarme las piernas y llegar lentamente a mi entrepierna tan accesible, al meter el dedo podía notar que ya estaba bastante húmeda. Yo abría las piernas y le sonreí dejando hacer. Llegamos al apartamento, dejamos las cosas en el salón y pasamos a la ducha. Nos aclaramos rápidamente tocándonos y besándonos en la ducha, pero no follamos esta vez ahí. No era mi plan en ese momento.

Fuimos al salón del apartamento, tiene vistas al mar y además es muy privado, sin edificios con vistas de nuestra terraza o salón. Senté a mi marido en el sofá y sin más preámbulo empecé a chuparle la polla. Hoy teníamos tiempo y mi plan era chupársela hasta que se corriera en mi boca. Era mi regalo para él y así además duraría más luego cuando me follara en la siesta. También quería saber si se pondría “juguetón” mientras se la chupaba. No me decepcionó, estaba completamente entregada a la mamada y sé que estaba disfrutando mucho por la dureza de su polla y los gemidos que daba. Mientras se la chupaba empezó este diálogo entrecortado:

¿En que polla estas pensando mientras me la chupas?

En la venosa que se puso morcillona

¿Te gusta esa?

Es preciosa

No hablamos mucho más, seguí con mi mágico sexo oral. Mi marido empezó a indicar que estaba a punto de llegar al orgasmo e hizo un ademán para apartar la polla de mi boca. No es habitual que deje que se corra en mi boca, ya que no es algo que me entusiasma, pero esta vez no le dejé apartarse y supo que podía llegar “hasta el final” con mi mamada. Me agarró la cabeza con sus dos manos, arqueó su espalda hacia atrás y dejó caer dos corridas en mi boca, suaves y calientes. Al terminar de correrse, deje su polla en mi boca unos segundos y deje que recuperara la respiración. Luego saqué su polla de mi boca y cerré la boca. En otras ocasiones habría ido directamente al baño a escupir el semen y a aclarame la boca. Esta vez no lo hice, me incorporé y con la boca cerrada me acerqué a la cara de mi marido. Me miró extrañado un segundo, pero rápidamente comprendió que hoy era un día lleno de sorpresas y estaba accediendo a otro de sus fetiches. Me dejó hacer, me acerqué a su boca y nos besamos profundamente, intercambiando su semen a través de nuestras lenguas.