Vacaciones en Túnez
Mientras permanecía con la polla del tunecino todavía dentro, empecé a pajearme pero el otro quería también su ración, por lo que le pidió a su compañero que se apartara para acostarme boca arriba y, levantándome las piernas, me empezó a follar cada vez con más fuerza hasta vaciarse también dentro
Aquel verano se estaba haciendo muy largo, estábamos ya en septiembre y desde junio que había acabado mis estudios de tercer año de carrera me encontraba ocioso y aburrido, acababa de romper con mi novio de dos años y esperaba con ganas afrontar mi último año de estudios para ponerme a trabajar y poder independizarme ya que con 21 años empezaba a aborrecer las limitaciones económicas y de horario de mis progenitores. Cuando mi hermana mayor me ofreció que me fuera con ella una semana de vacaciones a un hotel de la playa, estuve a punto de declinar la oferta ya que, debido a una leve parálisis, ella necesita alguien que camine a su lado, le haga compañía, etc. hasta que me dijo que por qué no íbamos a Túnez. Aquello me hizo cambiar de opinión pues me vinieron a la mente alguno de los comentarios de un tío con el que estuve varias veces que había comentado lo fácil y excitante que era ligar con muchachos tunecinos.
Una vez allí, me encontré que estábamos alojados en un hotel en la playa de Sousse, a un par de kilómetros del centro de la ciudad y por tanto lejos del ambiente que andaba buscando. Fueron unos días frustrantes con mi hermana en el hotel, la playa o el paseo marítimo y yo en celo permanente viendo a todos aquellos magrebíes jóvenes y no tan jóvenes, de piel oscura y dientes blanquísimos que hacían su trabajo tan sugerentemente solícitos y sonrientes, desde el portero de la entrada hasta los recepcionistas, camareros, vigilantes... Lo que les hubiera hecho si se me hubiera presentado la ocasión, pero claro, ellos estaban trabajando y yo no estaba solo. Por eso cuando el domingo después de cenar, en la que era ya nuestra última noche en Túnez, mi hermana se ofreció a quedarse en la habitación viendo la tele, ví el cielo abierto, me puse unos vaqueros largos y una camiseta de manga larga, me engominé el pelo y salí del hotel en dirección al centro de Sousse en busca de una noche de sexo y placer.
Por el camino, oscuro pero bastante frecuentado especialmente por turistas, pasaban algunos taxis, muchas motos y algún coche privado, llamándome la atención un elegante Mercedes negro que si bien no era nuevo, se veía cuidado y limpio. Pasó despacio junto a mí y se paró unos cuantos metros delante. Al pasar me fijé en los dos tíos que, sentados en los asientos delanteros y ataviados ambos con elegantes trajes, me miraban fijamente. Seguí mi camino con disimulo ya que no tenía seguro que fueran policías o delincuentes en busca de desplumar a un incauto turista como yo o vete a saber. Cuando el coche arrancó, volvió a pasar despacio delante de mí y de nuevo se paró algo más adelante, mis piernas empezaron a temblar, mezcla de miedo y deseo y, debatiéndome entre salir corriendo en dirección contraria o seguir, afortunadamente opté por la segunda opción.
Al pasar de nuevo junto al coche, el copiloto me empezó a decir algo no si en francés, italiano, árabe o una mezcla de todos ellos. Yo no entendía nada pero cuando salió y me abrió la puerta trasera del coche, no me cupo duda de que al menos me invitaban a llevarme al centro, aunque aún desconocía sus intenciones. El corto trayecto se me hizo eterno entre la duda de si no me iba a meter en un lío y el no poder comunicarme con ellos, cuando ya quedó claro que yo solo hablaba español y ellos casi cualquier idioma salvo la lengua de Cervantes. Al acercarnos a la muralla, aparcaron en el parking exterior y por señas me invitaron a que les acompañara, entramos por una de las puertas de la parte antigua y enseguida llegamos a una de las casas encaladas que se levantaban en la estrecha calle peatonal que separaba la muralla de la hilera de viviendas. Ya desde la puerta de entrada se podía ver que se trataba de un palacete y cuando comenzaron a encender luces, quedó claro que allí vivía gente con gusto y adinerada. Me llevaron a una especie de gran salón con multitud de cojines y varias mesitas bajas, nos sentamos en un rincón y mientras uno preparaba una arguila, el otro trajo unas bebidas que no supe que eran pero que por el sabor dulzón y amargo a la vez llevaban tanto alcohol como restos de frutas.
Como no podíamos hablar, uno de ellos encendió una gran pantalla de televisión y tras un repaso a varios canales árabes y franceses, se paró ante un canal porno en el que estaban pasando una película en la que dos negros se follaban a una rubia por delante y por detrás. Empezaron a hacer comentarios, supongo que en árabe y uno de ellos, el que iba de copiloto en el coche y que se había sentado a mi lado, empezó a frotarse el paquete. Yo no sabía cómo reaccionar ante todo aquello hasta que este me cogió la mano y la empezó a frotar contra su paquete. Por fin me empezaba a quedar claro lo que esperaban de mí y desde luego que no tenía intención de defraudarlos, por lo que nada más comprobar que respondía sin ningún problema a magrearle el paquete ante la atenta mirada del otro, se levantaron ambos y me condujeron a una amplia habitación en semipenumbra ya que estaba iluminada con una gran cantidad de velas.
Al llegar allí comenzaron ambos a desnudarse, por lo que los imité yo también. En una de las esquinas, sobre una plataforma elevada, había un gran jergón a modo de cama al que me condujo el mismo que hasta ahora había llevado la iniciativa y allí nos acostamos los tres, ya completamente desnudos, conmigo en el centro, comenzando un tímido pero caliente juego de besos con lengua y magreos por todo el cuerpo. Ambos tenían una edad aproximada de entre treinta y bastantes y cuarenta y poco, delgados, muy morenos y con abundante vello sobre todo en las piernas y concentrado alrededor de sus pollas gruesas y circuncidadas que comenzaban a crecer conforme aumentaba mis toqueteos.
No tenía tiempo que perder por lo que me incorporé, me arrodillé delante de ambos y comencé a chuparles la polla, primero al más lanzado, que ya la tenía completamente erecta y luego al otro, cuya polla tenía una extraña forma pues, a diferencia de su compañero, que tras el abultado glande tenía el resto del miembro alargado y recto, este tenía una polla que desde el glande hasta los huevos iba engordando cada vez más. Mientras se las mamaba, hablaban entre ellos en su lengua extraña a mis oídos y entre eso, el efecto de la pipa o la bebida, el aroma de sus miembros o la atmósfera de la habitación no me reconocía a mi mismo, allí de rodillas disfrutando de aquellas dos oscuras y magníficas vergas. Era como si me hubiera transportado a la Arabia de las mil y una noches solo que en vez de frotar una lámpara me estaba comiendo dos pedazos de rabos.
Tras un buen rato en esa misma posición, se incorporaron ambos, uno frente al otro para que yo me acostara sobre la cama con sus dos pollas delante de mi cara, disfrutando del juego de introducirme primero una, luego la otra y después ambas a la vez hasta que el que solía llevar la iniciativa me dio la vuelta, me colocó a cuatro patas y comenzó a untar mi ano con una especie de líquido aceitoso que se encontraba en una especie de habitáculos en cada una de las esquinas de la cama y que yo, iluso de mí, había imaginado que sería algún tipo de repelente contra insectos. Primero me metió uno de sus dedos, luego dos y hasta tres pude sentir antes de proceder a enterrar su polla, lentamente pero sin pausa y, mientras su compañero se había sentado delante y sujetaba mi cabeza mientras se la mamaba, el otro comenzaba un frenético mete y saca mientras seguían hablando entre ellos, seguramente comentando la suerte que habían tenido al encontrar un putito vicioso europeo como yo.
No tuve ninguna duda de que algo de droga había tenido que consumir cuando el que estaba delante se acostó boca arriba y su compañero me fue guiando para que me sentara sobre el introduciéndome su polla que como ya he comentado, era cada vez más gorda y sin embargo entró sin gran dificultad. Pensé que el otro se pondría de pie frente a mi para que se la chupara pero éste tenía en mente otra cosa ya que se colocó detrás y tras tres o cuatro infructuosos intentos, tenía dentro de mi culo, gracias a una generosa ración de aquel aceite, las pollas de los dos magrebíes. No sentía dolor pero tampoco estaba cómodo por lo que aprecié cierto alivio cuando, como consecuencia de los espasmódicos movimientos del que tenía debajo, la polla del otro fue violentamente expulsada, permitiéndome notar como mi culo iba poco a poco inundándose con el semen de aquel grueso rabo que parecía no iba a parar nunca de manar semen.
Mientras permanecía allí sentado con la polla del tunecino todavía dentro sintiendo su calor y la humedad de su esperma, empecé a pajearme con la idea de correrme en dicha placentera postura, pero el otro quería también su ración, por lo que le pidió a su compañero que se apartara para acostarme boca arriba y, levantándome las piernas, me empezó a follar cada vez con mas fuerza hasta vaciarse también en mi interior. En esa postura, con ambos mirándome, pude por fin correrme a placer.
Después me llevaron a un precioso baño con una gran pila de mármol en la que nos lavamos, nos vestimos y me dejaron en la puerta del hotel. Al despedirnos creo que me estaban ofreciendo volver a vernos al día siguiente, no supe cómo explicarles que, muy a mi pesar, estaría ya en Madrid. Eso sí, dicha experiencia me valió para proponerme a mí mismo que tenía que compaginar mis estudios con algo de trabajo para poder ahorrar y al verano siguiente volver yo solo de vacaciones. Como las cosas no salen siempre como uno quiere, no pudo ser, aunque sí estuve cuatro días en Marruecos, pero esa es otra historia que otro día contaré.