Vacaciones en Tenerife (2)
El día se presentaba dificil despues de que mi cuñada Sonia me pillará pajeandome la noche anterior... Tendría que pedirle perdón e intentar que mi hermano Fernando lo entendiera, si ella se lo habia contado.
Como tenía costumbre por el horario de la universidad, y porque siempre me levantaba antes para hacer jogging, me desperté temprano sin necesidad de despertador a pesar de no haber dormido mucho por la estrambótica situación vivida la noche anterior con mi cuñada Sonia. Me levanté desperezándome y me fui a la ducha, aunque de madrugada había tenido que limpiarme ya el estropicio ocasionado por mi abundante corrida. Me puse un pantalón corto y una camiseta de tirantes y me decidí a ir a la casa principal, pues ya era hora de dar la cara delante de mi hermano.
Salí de la casita, cerrando con llave para acostumbrarme a no tener sorpresas como la noche de antes; me dirigí a la entrada principal esperando encontrar a mi hermano Fernando antes de que se marchara a trabajar y poder aclarar las cosas, si es que mi cuñada le había contado algo. Pero al pasar por la puerta del garage, pude ver que el coche no estaba, por lo que supuse que Fernando había sido aún más madrugador que yo para ir a trabajar.
Me disponía a salir a hacer jogging, pero decidí primero entrar en la silenciosa casa para coger una botella de agua de la nevera y desayunar algo. Las luces estaban apagadas y creí conveniente no encenderlas para no despertar a mi cuñada, que con seguridad estaría dormida… No sé si lo hice por el hecho de no despertarla o porque no estaba aún preparado para tenerla delante. El hecho es que me acerqué a la escalera que subía a las habitaciones y pude escuchar unos lejanos sollozos, por lo que subí muy despacio las escaleras hasta situarme cerca de la fuente del sonido.
Era la puerta de la habitación de mis anfitriones y lo que yo creía sollozos eran ahogados gemidos, mientras escuchaba un zumbido permanente. Al estar la puerta entreabierta pude observar una escena que aún hoy en día, me pone la polla durísima. Mi cuñadita Sonia estaba con sus piernas abiertas y una especie de camisón enrollado a la cintura mientras se masturbaba frenéticamente con un consolador de tipo bala, controlando el interruptor. Su cara, perlada por gotas de sudor, reflejaba el gustazo que sentía en ese momento; sin poder remediarlo me saqué la polla allí mismo, y empecé a machacármela como un mono, con cuidado de no llamar la atención. Mi cuñada, mordiendo la almohada y retorciéndose de gusto, mientras el zumbido se hacía más fuerte al subir la potencia del aparato, se corrió de forma brutal mientras quedaba desmadejada en la cama, con el camisón aún fuera de su sitio.
Yo decidí interrumpir mi actividad de riesgo, ante el peligro de que me descubriera y, sin hacer el más mínimo ruido me dirigí a la planta de abajo y salí de la casa para irme a hacer jogging. Menuda tortura correr durante una hora mientras las imágenes de mi cuñada Sonia follándose con aquel trozo de plástico asaltaban mi mente. Ahora podía entender la situación en la que se encontró ella la noche anterior; pero, ¿sería lo que vio anoche lo que provocaría ese calentón?, es decir, ¿se estaba masturbando… por mí?
Sobre una hora después volví a la entrada del chalet, tras haberme recorrido casi toda la urbanización… Hice ejercicios de calentamiento en el jardín y me dispuse a entrar en la casa principal, haciendo todo el ruido posible, para que Sonia supiera que había entrado. Pero nada más entrar, el sonido de una cafetera así como el intenso olor a pan tostado que venía de la cocina, me hicieron ver que mi cuñadita estaba despierta. Entré en la cocina y ella estaba de espalda controlando la cafetera, con el mismo camisón que tenía puesto esta mañana en su momento de autosatisfacción.
Hola Sonia- saludé, simulando una falsa vergüenza.
Hola Mario- contestó ella sin girarse, lo que me hizo suponer que la conversación pendiente no iba a ser tan rodada como pensaba.
Mira, cuñada… Tenía que pedirte disculpas, yo…
¡Anda ya, canijo!- me interrumpió ella, dándose la vuelta con una sonrisa en los labios y con dos tazas de café.- En todo caso, tendrías que disculparme tú, por entrar en tu habitación de ese modo.
Bueno, yo debería Heber cerrado la puerta, ahora estoy avergonzado…
Pues no quiero que cambie nada entre nosotros, ¿vale?- me pidió acariciando mi mejilla tras servirme una taza de café.- Además, después de lo que has visto tú está mañana ya estamos en paz, ¿no?
Esta última frase de mi cuñada me heló la sangre; creo que el color de mi cara tuvo que pasar a “blanco cadáver” en segundos y balbuceé:
Tú…¿Tú sabias que te estaba viendo?
Pues claro, cariño- afirmó despreocupada mientras sentaba en el taburete de al lado mía y daba un largo sorbo a su taza de café.- No se me ocurría mejor forma de solucionar el problema que teníamos.
P…Pero, ¿Lo hiciste para que te viera?- seguía balbuceando sin saber muy bien que decir.
Si… Mira esta mañana te vi salir de tu habitación por la ventana de mi dormitorio; siempre me levanto a la misma hora que tu hermano, pero estaba arreglando la habitación cuando se me ocurrió que ¿por qué no dejar que me vieras masturbándome para solucionar el momento en que nos sentáramos uno frente al otro?
Joder, Sonia, hay formas más sutiles de solucionar un conflicto como ese.- volví a recuperar la compostura, aún incrédulo por lo que estaba oyendo.
No me negarás que, al menos, original es…- sonrió mi cuñada iluminándosele la cara como una niña traviesa.
Yo no sabía en ese momento que decir y, supongo que parte por el nerviosismo o por lo incomodo del momento, empecé a carcajearme de risa, contagiando así a Sonia con que me acompañó con sonoras risotadas… De repente, se hizo el silencio en la cocina y, los dos, nos quedamos mirándonos sin saber bien que decir, hasta que ella se levantó y recogiendo las tazas para llevarlas al fregadero, me preguntó:
¿Te gustó lo que viste?
¿Có… Cómo?- tartamudeé
Vamos no te pongas nervioso… ¿Qué si te gustó ver como la mujer de tu hermano se corría?- me volvió a preguntar, apoyando su culo en la encimera, en una postura que hizo que se subiera un poco el camisón mostrando buena parte de sus muslos, y mirándome de nuevo de manera provocativa.
Pues, no estuvo nada mal…- contesté firme, esperando ver hasta donde era capaz de llegar mi cuñadita.
-Yo, sin embargo, no pude verte acabar… Así que, oficialmente, no estamos empatados.
¿Me estás pidiendo que me corra delante tuya, Sonia?- le pregunté inquisitivamente, mientras me levantaba de mi taburete.
No estaría nada mal…-me sonrió de forma morbosa- ¿Vamos?
¿Adonde?
A tu habitación, tonto. No querrás masturbarte sobre la cama de tu hermano, ¿no?- sentenció contundente, a la vez que se acercaba a mi y me cogía de la mano para salir de la cocina.
No sé la multitud de cosas que pasaron en ese momento por mi cabeza, pero solo era capaz de mirar el culazo de Sonia que, prácticamente, me arrastraba cogido de su mano hacia la casita de la piscina. Entramos, abriendo ella con una llave que tenía, y se sentó en la cama con las piernas cruzadas, mirándome desafiante.
- ¿Qué esperas? Enséñame eso, que anoche sólo pude vislumbrar.
Ni corto ni perezoso, me bajé el pantalón deportivo dejando mi boxer al aire, que marcaba un bultazo de impresión. Empecé a sobarme la polla por encima de la prenda mientras miraba fijamente a mi cuñada que me sonreía como una zorrita esperando salir su presa.
¿Qué me miras, canijo? ¿Estas así por mi?
Pues claro, zorra… Me tienes a punto de reventar.
¡Oye, esa boca! Mira el niñato llamándole zorra a la mujer de su hermano- espetó entre risas.
Sin esperar un segundo mi saqué la polla del boxer, mostrándola en todo su esplendor; creo que estaba más empalmado que nunca.
- ¡Joder, canijo! Menudo trasto gastas…- sonrió mi cuñada mirando fijamente mi rabo.- Vamos empieza, que quiero ver como te corres…
Sus palabras me excitaban de forma que empecé a machacármela de forma compulsiva, de arriba abajo con movimientos duros que hacían sacudirse mis huevos.
Buff, Sonia, esto es una locura, pero me tienes a mil…- decía entre gemidos, estando de pie a escasos dos metros de mi cuñada que simplemente observaba, a la vez que abría y cerraba sus piernas dejándome ver su ropa interior.
Y tú a mí, Mario. Me vas a permitir que te acompañe, ¿verdad?- y dicho esto se subió en camisón y, acostándose a medias, en la cama empezó a masturbarse por encima de las bragas con fuertes fricciones.
La escena era digna de una película porno. Ni en mis mejores sueños pajilleros podría yo haber imaginado estas cascándomela delante de la mujer de mi hermano. Ella resopabla mientras su mano ya ocupaba un lugar dentro de sus bragas, a la vez que el movimiento de mi puño aceleraba sobre mi polla.
Sonia creo que ya mismo me voy a correr… Dímelo, ¿quieres ver como tu cuñado se corre delante de tus ojos?
Si, nene, eso quiero… Quiero que te corras mirándome, ¡vamos!- gritaba ya Sonia, fuera de sí, anunciando un más que posible orgasmo.
Entonces es cuando ya perdí toda la cordura y comencé a acercarme a ella con mi polla sacudiéndose en mi mano; ella sólo gemía y entrecerraba los ojos, sin impedir mi avance a la vez que se echaba sobre la cama. Con ese movimiento hizo que uno de los tirantes de su camisón bajara, dejando a la vista, por primera vez para mi una de sus tetazas, que se bamboleaban con los meneos de sus dedos en el coño.
Ummm, nene, ¿Qué haces…?- me preguntó nerviosa de la excitación, al ver que me subía en la cama de rodillas al lado suya.
¿No querías ver como me corría, cuñadita?- le dije entre los jadeos previos a mi corrida- Te voy a dar un primer plano…
En unos segundos estaba de rodillas al lado de sus tetazas, que destapé de un tirón hacia abajo del camisón. Y en un instante empecé a correrme sobre esas tetas que me volvían loco desde que era pequeño.
- Nene, noooo…. Uffff, jodeeeeer, que caliente… AAAAAAHHHHH- gritó ella sin impedírmelo y llegando a un atronador orgasmo que si hubiera habido alguien en la casa lo habría oído seguro.
Los lefazos de mi polla cruzaban, uno tras otro, sus tetas que se sacudían de los espasmos que tenía el cuerpo de Sonia por la corrida que había tenido. Yo me quedé derrotado tumbado al lado suya, hasta que ella se levantó.
Madre mía, como me has puesto, Mario.- reía mirándose las tetas moteadas.- Creo que me has pringado hasta la barbilla, ¿no?
Sí, creo que algo tienes, jaja…- le dije yo tratando de recuperar el aliento, tras la mejor paja de mi vida.
Sonia, sin cortarse, recogió con dos dedos lo que había caído en su barbilla y se lo llevó a la boca.
Bueno, nene, me voy a la ducha… Que tu hermano vendrá ya mismo y no queremos que me vea así, ¿no?- bromeó cogiéndose las tetazas con ambas manos.
No, no queremos.- le contesté prosiguiendo con la broma.
Nos vemos luego, ¿vale?. Tu hermano se va a las seis.- dijo mirando hacía atrás, guiñándome un ojo mientras cerraba la puerta.
Yo me quedé allí tumbado, por segunda vez en un dia y medio, después de haberme corrido como nunca lo había hecho en mi vida. Creo que mis vacaciones en Tenerife me iban a gustar.