Vacaciones en Tanger - Interracial - Parte segunda

Esto es el relato de unas vacaciones que pasamos en Tánger. Fue la primera vez que vi follar a mi mujer con otro hombre

Los siguientes días decidimos permanecer en la piscina del hotel para evitar problemas o no buscarlos, esta se hallaba aislada del exterior, dentro del cuadrado que formaba el edificio del hotel y no parecía que estuviésemos en Marruecos. Algunas de las extranjeras hasta practicaban topless sin que las llamasen la atención, eso sí, con la insistente mirada del personal local, jardineros, camareros, etc.

El socorrista de la piscina era un delgado y  fibroso magrebí, muy cordial, que le gustaba  lucir su bien formado cuerpo paseando por todo el recinto de la piscina, aunque su cara no le acompañaba, pues era bastante feo, se paraba a hablar con los huéspedes, sobre todo con las mujeres.

Desde el primer día se fijó en mi mujer, a la que miraba bastante a menudo, sobre todo cuando salía de la piscina o se duchaba. Yo se lo comente a ella, que con una sonrisita picarona me dijo que ya se había dado cuenta. Diciéndome ella del muchacho, el buen cuerpo que tenia y que no la importaría darse un revolcón con él.

Como ya apunte, había bastantes mujeres sin la parte de arriba del bikini, por lo que la incitaba continuamente a María a qué lo hiciese también ella, para así darle al socorrista el placer de ver sus tetas desnudas y de paso provocarle, - pues me pone que la miren y que caliente al personal - pero sin éxito. En frio es una mujer muy decorosa, y dado el tamaño un poco extremado de su pecho, cuando hace topless suele llamar mucho la atención.

Eso no quitó que no hiciera alarde de sus atributos delante de él. Cuando se acercaba a charlar con nosotros, cosa que ocurría varias veces a lo largo del día en las jornadas que pasábamos en la piscina, ella realzaba el torso para que sus pechos destacasen más o se tumbaba hacia su lado, para que le sobresaliesen insinuantes y se le desbordasen por el escote del bañador.

El último día bajamos a la piscina, después de regresar de la ciudad de comprar algunos regalos para la familia y amigos. Yo me fui al agua según llegamos, quedando María en la tumbona para aprovechar las últimas horas de sol. El socorrista se acerco y se puso a conversar con ella sentado en la hamaca de al lado, pues ya tenía bastante familiaridad con nosotros y como éramos de los pocos españoles que había allí alojados, nos decía que así practicaba su español para mejorarlo.

Yo seguí dentro del agua, para dejarles a solas y observar a María como se comportaba con él y ver como reaccionaria  estando solas. Pues yo siempre la  azuzaba cuando le veía venir hacia nosotros para que lo calentase insinuándose de forma comedida. De repente vi como ella, se incorporo en la tumbona sin dejar de hablar con el socorrista, deslizo los tirantes del bañador de los hombros, bajo el bañador un poco dejando gran parte de sus tetas fuera, al borde del inicio de sus aureolas. Sus pechos destacaban exageradamente, por el contraste de la blancura de estos con el resto de su piel bronceada.

Se volvió a tumbar, colocándose de lado hacia donde estaba el socorrista y sujetándose su cabeza con la mano. En esta posición sus tetas se juntaban montándose una encima de la otra. Siguieron hablando, el mirando con disimulo las dos grandiosas porciones de tetas que la sobresalían del bañador.

No sé que hablaban, pero ambos reían animados de vez en cuando, esto provocaba que con los estremecimiento que la causaban las risas, los senos de María se agitasen y se fueran escurriendo cada vez más de su bañador,- pero ella hacia como si no se diese cuenta- hasta que empezaron a mostrarse por el borde de la tela sus marrones aureolas casi por completo.

El socorrista un poco cortado la señalo los pezones para avisarla que se le veían y ella se lo agradeció, pero le dijo que daba lo mismo, pues como era el último día, pensaba quitarse la parte de arriba para ver si igualaba un poco el color de su pecho con el resto del cuerpo, señalando con un dedo la parte blanca  de pecho que afloraba y su brazo. Se quito del todo los tirantes del bañador  y bajo la parte superior, hasta dejar asomar un poco el empiece de su fina hilera de vello de su pubis. Ya con sus tetas al descubierto, para regocijo y deleite del socorrista. Se las empezó a ungir de crema protectora, aplicándosela con  un masajeo bastante exagerado. Se notaba que esta vez lo iba a calentar de verdad.

El muchacho quedo maravillado, pero continuo hablándola sin perder detalle de cómo extendía la crema por sus tetas. María se las agarraba subiéndolas y zarandeaba para los lados de forma muy excitante. Hacia subir sus manos desde su vientre hasta sus pechos, embadurnándose de crema, dejando su torso resplandeciente por la crema y sus pezones tiesos. Termino de darse la crema y se giro quedando boca arriba con sus tetas rebosando por los laterales de su cuerpo, dado el tamaño de estas y la delgadez de su cuerpo.

Salí del agua, el me saludo, se levanto para dejarme la tumbona y dijo que tenía que irse ya, se levanto tapándose con las manos el bulto de su entrepierna y marcho. Me reí y le dije a ella, vaya show le has dado, como le has puesto, zorrona.

Me pregunto:

¿Te ha gustado? Creo que esta noche se va a pajear a mi salud, jaja.

La respondí que sí, pero que él no iba a ser el único, pues varios de los huéspedes que estaban tumbados cerca, no habían parado de mirarla cuando se extendía la crema, incluso hacerla alguna foto disimuladamente.

No jodas, que corte, respondió.

Empezó a quitarse el sol y nos subimos a arreglarnos para bajar a cenar. Esta era un poco especial, pues el grupo nuestro marchaba a la mañana siguiente y había una especie de fiesta de despedida.

María se puso un vestido corto negro ajustado con un sugerente escote y que marcaba todas las curvas de su cuerpo al detalle, unos zapatos de tacón alto que le realzaban su culo y recogió su pelo. Estaba realmente deslumbrante. Los camareros no la quitaban ojo desde que entramos en el restaurante, ni de su escote mientras nos atendían. Cenamos y luego sirvieron copas improvisando una especie de discoteca en el comedor. Tomamos un par de copas y bailamos un rato con el resto de los huéspedes. Entre el vino de la cena y las copas, nos entonamos un poco y pronto decidimos retirarnos para aprovechar la última noche.

Salimos del restaurante, rodeamos la piscina agarrados y besándonos, hasta llegar a una de las esquinas del cuadrado que formaba el edificio del hotel, donde estaba una de las escaleras de subida hacia las plantas superiores. Comenzamos a subir, según subíamos la solté, la di un azote en el culo y la dije que se levantase la falda para enseñármelo, se la subió dejando su culo, tapado únicamente por la fina tira de su tanga, María siguió subiendo las escaleras moviendo insinuante su culo delante de mí. Llegamos al nuestra planta y se fue a bajar la falda, pero no la deje, la hice caminar por el pasillo con la falda de su vestido recogida en su cintura. Me acerque por detrás y metiendo mi mano  a lo largo de la raja de su culo, llegue hasta la entrada de su vagina, la introduje un par de dedos y la lleve caminando masturbándola hasta la puerta de nuestra habitación, allí llego gimiendo y continué hasta hacerla correrse apoyada contra la puerta. Cosa que no tardo, por el morbo que la producía que alguien nos pudiera pillar.

Entramos y saque un benjamín de cava del mini bar y salimos a la terraza a bebérnoslo y fumar un cigarro. Nos apoyamos en la barandilla, hacia una noche sensacional, se estaba de maravilla allí, nos terminamos el cigarro y continuamos apoyados bebiéndonos el cava. Yo baje mi mano otra vez hasta su culo y se lo empecé a acariciar suavemente con mis dedos, hasta llegar a su coño, estaba muy humedecida.

Nos fijamos que en el vértice opuesto al que habíamos subido, que también había escaleras, estaban tres o cuatro empleados del hotel, sentados charlando y fumando, entre ellos estaba el socorrista.

Seguí tocando su  húmeda raja, y la dije retándola, si se atrevía a follárse al socorrista. Me dijo con voz excitada que estaba loco y que si realmente yo quería que hiciese eso. La dije que sí, que me ponía mucho la idea de verla follar con otro. Hasta la fecha nunca lo habíamos hecho.

Me dijo que de acuerdo, pero que como lo íbamos hacer, pensé y después de darle unas vueltas, la dije que ya lo tenía. Que bajase hasta donde estaban ellos, les contase pareciendo estar algo ebria, que yo me había quedado en el comedor tomando unas copas más y ella cansada se había ido a la habitación, pero que al intentar abrir la puerta no había podido. Que le pidiese al socorrista si lo podía intentar él. Yo me subiría al maletero del armario, que era de obra y tenía unas cortinas a modo de puerta y desde allí vería todo y si hubiese algún problema yo saldría.

Le pareció bien, me pregunto hasta donde podía llegar y la respondí que hasta donde la apeteciese. Fue hacia el baño, se quito el tanga que llevaba empapado, se cambio, poniéndose otro minúsculo, blanco transparente que no llegaba a cubrir su coño por completo, quedando este en parte incrustado en su hendidura. Bajo la falda de su vestido, dejándola al borde del comienzo de sus nalgas, metió  su mano por el escote y por dentro del sujetador, se coloco bien las tetas dentro de las copas alzándoselas para que sobresaliesen más por el escote, riendo con retintín se pellizco sus pezones para endurecerlos y marcarlos,  se arreglo el pelo y salió de la habitación. Marchaba hecha una puta. Yo me subí al maletero a ocultarme.

Bajo conto la historia preparada, mientras los ellos la comían con la vista, mirándola de arriba abajo y babeando. Le dijo al  socorrista si le importaba acompañarla y probar él. Los dos tornaron escaleras arriba, quedando el resto mirándola y murmurando. Ella iba adelante, para así dejarle ver mientras subía por las escaleras sus piernas y el principio de los cachetes de su culo, que contoneaba eróticamente, para  provocarle.

Al cabo de unos minutos oí su voz explicando lo que le sucedía con la llave e introduciendo está en la cerradura, haciendo como que no podía abrir, para disimular, y que el socorrista lo intentase, este lo consiguió sin esfuerzo a la primera, imagino que se quedaría un poco mosca. Les oí hablar en la puerta, María le decía  que que raro, que ella no había podido, quizá porque iba un poco bebida y dándole las gracias, le dijo si le apetecía pasar a fumar un cigarro con ella, el respondió que bueno y encendió las luces del cuarto y le invito a pasar.

Entraron en la habitación, quedando el de pie frente a la cama  y dando una ojeada la estancia como para asegurarse de que estaban solos. María fue a coger el paquete de tabaco, que estaba en la mesilla del otro lado de la cama, para ello, en vez de rodearla, gateo por encima de esta, subiéndosele la falda del vestido, dejando asomar parte de sus nalgas y exponiendo su culo en pompa, cruzo la cama. Él agacho la cabeza y la miro impúdicamente e hizo un gesto soplando con la boca. Agarro el paquete y se giro para regresar al otro lado, arrastrando su culo por encima de la cama, al hacer esto dejo a la vista el triangulo blanco y transparente de sus braguitas, en parte enterrado en su raja, se tapo y rió como si de un descuido se tratase y de un brinco se sentó en el borde de la cama invitando a él a hacer lo mismo.

Fumaron tranquilamente el pitillo, hablando de cosas triviales, María se insinuaba de cuando en cuando, estirando la espalda haciendo marcarse sus tetas bajo la tela del vestido y cruzando y descruzando sus piernas.

Una vez terminado el cigarro se quedaron callados y el acerco sin mediar palabra su boca entreabriéndola hacia la de ella y empezaron a besarse, primero con  suaves besos, pasaron a jugar con sus bocas, mordiéndose  y sorbiendo sus labios inferiores el uno al otro,  hasta que poco a poco fueron abriendo sus bocas empezando friccionar sus lenguas y enlazarlas, embutirlas en la boca del otro, a sorberse las barbillas, chupar sus cuellos y comenzaron a soltar sus primeros suspiros.

Yo en mí improvisado escondite estaba un poco asustado, sin moverme para que no se diera cuenta de mi presencia  y por miedo a que se hundiese por mi peso el maletero. Pero con una posición fabulosa para ver todo.

El comenzó a sobarla y estrujarla los pechos por encima del vestido, mientras continuaban besándose. La mano izquierda de él, comenzó a buscar por la espalda la cremallera del vestido mientras con la otra seguía tocando aquellas tetas que le habían hechizado y excitado por la tarde.

La habitación se empezó a llenar de sonidos, procedentes de sus agitadas respiraciones y de sus incipientes jadeos.

Seguían sentados en el borde de la cama, y yo cada vez más excitado, mirando por el hueco de la cortinilla no perdía detalle. María por su parte comenzó a friccionar con la palma de su mano por encima del pantalón, su abultada entrepierna y a apretársela. El la empezó a bajar la cremallera del vestido hasta abrirla por completo, la acaricio la espalda y tiro de el vestido para adelante con ambas manos y se lo deslizo por los brazos para sacar la parte de arriba, quedando así ella en sujetador.

Este no llevaba tirantes, aparte de estarle un poco pequeño, por lo que sus pechos rebosaban de él como si fuesen a estallar. El dirigió sus manos otra vez hacia sus tetas, antes se chupo las yemas de sus dedos índice  y comenzó a dibujar círculos con sus mojados dedos en torno a sus pezones, sacando estos fuera del sujetador retadores y empinados por completo.

Dejo de jugar con sus pezones y le engancho cada teta con una mano, apretándoselas con fuerza, le engancho del borde del sujetador y tiro de las copas hacia abajo, haciendo saltar sus jugosas tetas afuera de la prenda, aparto un poco la cara para poder contemplarlas mejor y volvió a atraparle sus pechos con las dos manos y sopesándoselas, se las junto, acerco su cara  y empezó a morderlas  y a succionar sus pezones.

Se los metía en la boca, pasaba su lengua por ellos, los mordisqueaba y tiraba con sus dientes de ellos hacia fuera como si se los quisiera arrancar, haciéndoselos estirar como si fueran de goma, - María daba pequeños suspiros y gemía -   los soltaba entonces de golpe haciendo retraerse y botar sus tetas contra el cuerpo. Así estuvo un rato jugando hasta dejarle los dos pezones enrojecidos y terriblemente hinchados.

María que había empezado a gemir y jadear por el sobeteó de tetas que le estaban dando, desabrocho el pantalón y continuo tocándole su miembro ahora por encima del slip, sobando con sus dedos el oscuro prepucio que asomaba ya por encima de la goma intentando salir.

Llevo sus manos hacia su espalda, se desabrocho el sujetador y se lo quito, quedando desnuda de cintura para arriba, introdujo su mano por debajo de la tela del calzoncillo, le agarro el miembro con decisión y se lo saco por completo y mirando exclamo:

Vaya rabo más gordo, cabrón.

Este estaba más que duro ya, no era excesivamente largo, pero si muy grueso, parecía un nabo gordo, las manos de ella no llegaban a abarcar el diámetro de aquella polla.

Se levantaron los dos, ella deslizo su vestido por sus piernas quedándose en tanga y él se quito la ropa. Se abrazaron y volvieron a besarse quedándose en pie, refregando sensualmente María su vientre y pubis contra aquel miembro, mientras lo agarraba con una mano y masturbaba, para finalizar tirándose en la cama entre abrazos y besos.

Entrelazaron sus piernas y frotando sus sexos con fuerza continuaron revolcándose por toda la cama, jadeantes y con respiraciones agitadas. Él le empezó a tocar el culo con las dos manos, abriéndoselo y estrujándolo. Le introdujo por dentro de las tiras laterales de su tanga las manos y se lo quito, quedando los dos tendidos desnudos. La coloco boca arriba, la abrió las piernas, dejándola espatarrada por completo, se quedo mirándola unos segundos, bramo un uff  y la dijo:

Que chocho más rico tienes, te lo voy a reventar, golfa – con su acento árabe.

Continuara…