Vacaciones en Oasis (parte 2)

Finalizan las vacaciones con la gran sorpresa final

Las pequeñas vacaciones pasaron volando. A medida que el tiempo pasaba, el lívido de José y Laura subía como la espuma. Hicieron el amor y follaron en lugares que habitualmente les estaba velados. Follaron en la cocina, al aire libre en la hamaca el jardín o en el sofá del salón mientras tenían de fondo una película porno. Como era natural no podían aguantar un ritmo tan elevado todo el largo fin de semana, pero eso les permitió redescubrir que lo que mas le gustaba eran los pequeños juegos. José abordaba a Laura en cualquier momento y rincón de la casa, besándola el cuello y frotando sus genitales contra su pierna. A Laura le gustaba pellizcarle el culo a José en cualquier momento y cogerle los huevos por puro capricho, ya fuese mientras cocinaba, mientras sencillamente charlaban o por que le apeteciera sin mas.

El sábado Laura recibió en el móvil una llamada del bufete de abogados donde trabajaba, su jefe requería unos documentos de forma urgente y no era capaz de encontrarlos. A Laura no le quedo mas remedio que atender a su trabajo. Como era habitual en ella cuando hablaba por el teléfono móvil, no paraba de pasearse por todo el salón mientras sujetaba el teléfono. José la observaba desde el sofá, veía como sus pechos botaban al compás de sus pasos, como se meneaban sus glúteos. Laura se paró dejando apoyar la espalda contra la pared, frustrada por la torpeza de su jefe. En ese momento sintió un escalofría y dio un respingo. Miró abajo ofreciéndole a José una mirada de odio. José estaba arrodillado a sus pies, y pasaba la puntita de su lengua por los dedos de los pies haciéndole cosquillas. Laura tapó con la mano el micrófono del móvil y riño a su marido.

-Estate quieto joder, deja de hacerme cosquillas

-mmmmm… vale… veamos si te gusta esto mas que las cosquillas.

José comenzó a subir lentamente, deslizando la punta de su lengua por las piernas de Laura, subiendo por sus gemelos, besando su rodilla, desplazándose por el interior de sus muslos. José se plantó delante de la vagina de Laura, echaba su aliento sobre ella, y sacando nuevamente la lengua, comenzó a pasarla por los labios superiores de Laura.

-        Quieres parar ahora!. No disculpe señor López, no era a usted.

Laura trató de apartar la cabeza de su marido con la mano libre, entonces José agarró fuertemente el culo de Laura con sus manos, y atrayéndola hacia él, hundió su boca en su coño. Penetrándola literalmente con la lengua. Laura sudaba nerviosa mientras notaba como la lengua de José jugaba en su interior, como su cálida textura rozaba su clítoris, como la frotaba entrando y saliendo. Sus jugos vaginales se derramaban por la cara de su marido y ella a duras penas aguantaba algún gemido mordiéndose el labio mientras seguía atendiendo las indicaciones de su jefe al teléfono. José no le daba tregua, sabía cómo le gustaba a Laura, y se aplicó en ofrecerle el mejor sexo oral que era capaz de dar. Finalmente, con largos suspiros Laura colgó la llamada y se dejó caer al suelo arrastrando la espalda por la pared, José de tumbo y ahí siguió explorando el interior de su esposa con su lengua, hasta que los calambres y espasmos le indicaron que Laura se dejaba llevar por el dulce placer del orgasmo.

Había pasado el largo fin de semana y la pareja se encontraba en el sofá, tumbados, con una película pornográfica de fondo. Era sábado y faltaban 2 minutos para las 10 de la noche.

-Habría que ir pensando en preparar la cena no crees? Tanto ejercicio me ha dado hambre

-Bueno.. –José volvió a consultar su teléfono móvil –En el pdf que me enviaron, pone bien claro que el sábado a las 10 de la noche comienza la fiesta de invitados

-Pero si son ya las 10 y aquí no pasa…

En aquel momento sonó el timbre de la puerta que daba acceso a la finca. José se levantó y encendió el comunicador con cámara incorporada. Al otro lado de la puerta había un chaval de no mas de 18 años, ataviado con un uniforme que le delataba como un repartidor, y que además portaba varias cajas.

-Sí. ¿Quién es?

-Hola buenas noches señor. Les traigo su pedido para la cena.

José se volvió para mirar a Laura, esta se había incorporado, y dejada de caer en el respaldo del sofá, lo miro con una sonrisa pícara. Lo bueno del matrimonio es que en muchas ocasiones sobran las palabras, basta una mirada para leer la mente de la pareja, y desde que habían puesto un pie sobre esta casa, parecía que su compenetración había alcanzado nuevas cotas. José asintió con la cabeza y volvió a prestar atención al repartidor.

-Muy bien, te abro, puedes pasar.

-Lo siento señor, no me está permitido cruzar al interior de la propiedad. Debo dejarle su pedido aquí en la puerta y usted puede pasar a recogerlo cuando guste, no necesito firma.

José inspiro profundamente, y moduló su voz adoptando aquel tono que solía utilizar en clase cuando sus alumnos estaban más desbocados e impertinentes.

-Mira hijo, tú no sabes quién soy ¿verdad? Y tampoco sabes lo que cuesta alquilar esta casa ¿verdad? Aunque te hagas una idea, te aseguro que te quedas corto, y que pasar un día aquí vale más de lo que tu ganaras en un año. Somos gente importante. Y a los dueños de esta casa, y tus jefes, no les gustara nada que los llame inmediatamente para quejarme del pésimo servicio y decirles que no pienso volver a contratar sus servicio por culpa de un mozo incompetente, ¿me entiendes? No pretenderás que salga a la calle a buscar mi comida, ¡es ridículo!. Así que coge las cajas, tráelas a la casa, y haremos como si esto nunca hubiese pasado.

José vio como el chaval se debatía en un mar de nervios y dudas, y sintió autentica pena por el crio, pero su plan funciono cuando escucho decir “voy enseguida, discúlpeme”

Cuando el joven entró, se quedó de piedra al ver como justo enfrente de la puerta lo recibía Laura. Aquella mujer rubia estaba totalmente desnuda, con las piernas ligeramente separadas y los brazos cruzados, levantando sus pechos desnudos, lo miraba sonriendo. El repartidor notó como se le incendiaban las mejillas, y de forma atolondrada giró la cabeza clavando la vista en el suelo y soltando torpemente los paquetes.

-Su, su cena –balbuceó

-Oh, por favor, no me la dejes ahí en el suelo, por favor acompáñame y deja las cajas sobre la mesa.

Laura se giró y comenzó a andar muy despacio hacia la mesa del salón, contorneaba excesivamente sus caderas. El chaval agarro las bolsas y se quedó parado mirando muy fijamente el movimiento de su culo, sus largas piernas… Hasta que una voz lo saco de su ensoñación asustándolo y girando atrás.

-Está bastante buena mi mujer ¿verdad? – José, sonriente, estaba dejado de caer junto a la puerta de entrada. Viendo el miedo en la cara del chaval continuó –Oh, no te preocupes. Se puede mirar, aunque no tocar, eso es solo para mí. Anda chaval, ve y deja las cajas en su sitio.

El joven repartidor corrió hacia el salón y torpemente comenzó a dejar las cajas sobre la mesa. Laura se había inclinado sobre la misma, colocando sus codos en la base y arqueándose muy cerca del chaval, rozando con su mano el brazo del repartidor. Este muy nervioso terminó su tarea y se giró hacia la salida. Justo en la puerta escucho la voz de Laura

-Espera, toma una pequeña propina por las molestias.

-No, no es necesario señora

-Oh, insisto ya que has venido hasta aquí, que menos.

Laura se acercó a un pequeño mueble junto a la entrada donde habían dejado la cartera justo en el cajón mas bajo casi a ras de suelo. Se inclinó para que su culo quedara totalmente expuesto al rostro del nervioso repartidor. Con tranquilidad Laura tomo el monedero y cogió unas cuantas monedas, al dárselas al chaval las dejó caer intencionadamente al suelo.

-Oh dios mío, que torpe soy, lo siento mucho.

El repartidor se agacho para recoger las dispersas monedas, y Laura también se agacho para ayudarlo, dejando sus pechos a la altura de la cara del chaval a escasos centímetros. El crio no podía dejar de mirar hipnotizado. Recogió las monedas con rapidez y salió corriendo de la casa.

Laura y José se miraron por unos segundos, y cuando estaban seguros de estar solos, comenzaron a reírse frenéticamente hasta que las lágrimas se les derramaban.

-Vaya cara tenía el pobre jajaja

-Uo, lo de inclinarte a coger el monedero ha sido perverso jajaja

  • ¿Tú crees que se habrá asustado de verdad?

-¿Asustado? Ese crio estará ahora mismo detrás de un árbol matándose a pajas jajaja

Laura y José disfrutaron la última cena en la casa, llena de lujo. Marisco, caviar, y unas botellas de algún vino impronunciable con una fecha muy antigua. Ambos ya planificaban que deberían regresar mas pronto que tarde a otras “vacaciones” cuando el vino les iba haciendo efecto. Un calor recorría su cuerpo y era el momento de despedir el fin de semana por todo lo alto. En aquellos momentos, el timbre de la puerta volvió a sonar.

-Somos los invitados

Laura y José esperaron la visita un tanto intranquilos, casi por costumbre Laura incluso trato de taparse un poco con las manos. Cuando la puerta se abrió aparecieron dos figuras cubiertas con una túnica violeta aterciopelada, y unas capuchas que no dejaban ver nada de su rostro. Laura y José dieron un respingo y hasta notaron una sensación de intranquilidad, algo adormecida por el efecto del vino.

La extraña pareja visitante parecía moverse con soltura por el salón. Una de ellas, la de menor tamaño, se acercó y sin decir una sola palabra, invitó a Laura y luego a José a tomar asiento en el sofá. Mientras la segunda figura, mas alta, había colocado por todo el salón una serie de velas que desprendían un olor dulzón. Por último instalaron una pequeña máquina de humo que en pocos minutos lleno la estancia de una bruma. Apagaron las luces dejando el salón sumido en la tenue luz de las velas apelmazadas por el humo. Laura y José se agarraron de la mano, se miraron y apenas podían ver la silueta de su conyugue en estas tinieblas.

La figura mas alta se colocó justo enfrente de Laura, mientras que la figura mas baja hizo lo propio frente a José. Una música comenzó a sonar por toda la estancia, era una música con un ritmo sensual que invitaba al baile. Al unísono, las dos figuras encapuchadas comenzaron a moverse al son de la música. Con la habilidad propia de un mago, las dos túnicas desaparecieron, deslizándose por los cuerpos de sus poseedores hasta caer en el suelo.

Frente a Laura se alzaba un hombre de gran envergadura. Era de piel oscura, con la cabeza afeitada y unos rasgos que adivinaba serios, no podía precisar su edad con la oscuridad pero podría tener poco más de veinte años. Vestía un traje de licra ajustado sin mangas que dejaba ver dos brazos tan musculados como los del mismísimo Thor.

Luis por su parte tenía enfrente una chica que igualmente creía bastante joven. No adivinaba bien sus facciones ante la falta de luz, pero su figura bien podía ser la de un ángel o la de un demonio. Una cabellera rubia caía hasta su cintura. Vestía un corsé que levantaba sus ya de por si generosos pechos, y unas botas altas cubrían casi toda sus piernas.

Los dos “invitados” bailaban al unísono, de forma sensual y atrevida, retorciendo sus atléticos cuerpos. El chico, con rápidos movimientos, se deshizo de su ropa quedándose en apenas un tanga. Laura miró embelesada un cuerpo que en la oscuridad se veía musculado como un titán de ébano. Sin querer se le vino a la mente las imágenes de las películas porno que habían visto esos días en ese mismo sofá, con actores de cuerpos esculturales y pollas gigantescas.

La chica también se desprendió de su ropa quedándose en un minúsculo conjunto de tanga y sujetador, el cual apenas podía contener el baile de sus dos grandes y firmes pechos. Al igual que a su mujer, a José se le vinieron a la mente imágenes de chicas jóvenes de curvas imposibles.

La pareja seguía bailando, entrelazando sus cuerpos y adoptando todo tipo de posturas tan obscenas como complicadas de lograr. En un momento de la canción la pareja dio la espalda a Laura y José, y mientras seguían retorciendo en un baile hipnótico. Con movimientos suaves el chico se deshizo de su tanga dejando su culo totalmente expuesto. La chica rubia dejo caer su sujetador y acto seguido deslizo su tango por sus piernas quedándose solo con las botas altas.

El chico, aun de espaldas, tomo las manos de Laura y las posó sobre sus glúteos. Laura palpo con devoción un culo firme y duro como el acero. El chico se movía haciéndose girar, aun con la mano de Laura agarrada, la deslizo suavemente, poco a poco, hasta que en un movimiento que sorprendió a Laura, llevo su mano hasta su pene. Laura lo palpó y lo agarro con avaricia, notando como aquel descomunal miembro creía en su mano. La otra mano la deslizó y agarró los huevos del hombre.

José miró a su mujer sin dar crédito e iba a lanzar un gruñido de protesta cuando la chica rubia se giró y se sentó en cuclillas en el sofá sobre José. Este quedo con su cara a pocos centímetros de los pechos perfectos de la chica, redondos y grandes, que botaban y se movían. La rubia, cuyo cabellos se esparcía por su curvilíneo cuerpo, agarro las manos de José y las poso sobre sus tetas. José se consumió al hechizo y comenzó a juguetear con los pezones de las tetas, pellizcándolos y notando como se ponían duritos. La chica paso sus brazos por el cuello de José, atrayéndolo hacia ella y hundiendo su cara entre sus pechos. Comenzó a mover sus caderas como si estuviese follando con José, el cual agarraba con fuerza el culo de la muchacha. Por su parte Laura se había encontrado con que su Hércules se había girado sobre ella, arrinconándola en el sofá con su ancho cuerpo. Laura notaba el enorme miembro del chico entre sus muslos y como este movía sus caderas frotándose contra ella.

La pareja se levantó, y tomando de la mano a José y Laura, los ayudaron a incorporarse. En ningún momento nadie decía nada, pero Laura y José sufrieron el efecto del vino y el extraño aroma, mareándose y perdiendo levemente el equilibrio. Los condujeron hasta la mullida alfombra frente a la chimenea, y dejaron que se acomodasen allí. La pareja volvió al sofá donde la chica rubia se subió con agilidad felina y colocándose inclinada, ofrecía todo su culo a su compañero. El chico se puso en pie sobre el sofá, tomando a su compañera con sus brazos y empujándola contra el respaldo comenzó a follarla por detrás. O al menos eso parecía. Ni José ni Laura eran capaz de adivinar si lo que veían era real o solo una representación, pero ambos veían aquellos jóvenes y perfectos cuerpos follar como animales salvajes en celo.

Sin pensarlo, la mano de Laura se dirigió hacia el pene de José, lo agarró con fuerza y lo comenzó a masturbar sin ningún tipo de delicadeza. Un ardor se había apoderado de su cuerpo, un picor que estallaba en lo mas profundo. José se giró y sin prestar una palabra tumbó a su mujer sobre la alfombra. Rodeó las piernas de Laura con sus brazos y las elevó, dejando a Laura inmovilizada contra la alfombra. Rápidamente José dirigió la punta de su pene contra la vagina de Laura y la penetro hasta lo más profundo. Manteniendo sus piernas agarradas, dejó caer su cuerpo aplastando el pecho de Laura y comenzó a propinarle salvajes embestidas, con cada una su polla llegaba a lo más profundo, casi atravesándola. Observaban como la pareja seguían su espectáculo simulando como follaban, y eso les despertaba un instinto aún mas profundo. Pronto el ambiente se llenó de los gemidos de Laura y los gruñidos de José, que desprovisto de tu tacto habitual, solo se preocupaba de empujar mas y mas a su mujer, mas fuerte, mas rápido. Notaba como Laura, inmovilizada y bien abierta de piernas, llegaba a un potente orgasmo y al poco él mismo no pudo contener mas y exploto en una corrida salvaje. Ambos cayeron sobre la alfombra, extasiados y terminaron por dormirse unos instantes. Lo último que José vio antes de volver a cerrar los ojos fue a la pareja de invitados, con sus túnicas ya colocadas, abandonando la casa con todos los objetos que habían traído para la fiesta.

A la mañana siguiente José ya conducía de regreso a la normalidad, para recoger a sus hijas. Observaba a Laura radiante, como si se hubiese quitado 10 años de encima, y él mismo se notaba refrescado y lleno de energía. Laura lo miró y sonrió picaresca

-¿sabes? Al final no ha sido mala idea estas pequeñas vacaciones. Deberíamos repetirlas.

-Sus deseos son órdenes. Quizás cuando regresemos de Disneyland podríamos buscar un hueco y alquilar la casa.

Laura poso su mano sobre la pierna de José y la subió hasta alcanzar su entrepierna

-Sí, eso estaría bien, pero seguro que no nos hace falta la casa para encontrar como divertirnos