Vacaciones en Mallorca.Dia 4 .Parte 1. Bar aleman

El cambio de mi vestuario era necesario, al final fue tanta la provocacion que acabé en un bar.

Gracias a todos por vuestros correos, la verdad es que me motivan para seguir recordando.

Me desperté yo primero, era temprano todavía. La luz ya inundaba la habitación, me puse de pie y le estuve observando detenidamente, Juan era perfecto, había tenido mucha suerte al conocerlo, un hombre que me comprendiera, como yo era, con mis gustos y manías.

Fui hacia la terraza y abrí la puerta dejando que entrara la brisa del mar, ni una nube se divisaba, era un día hermoso, mire para abajo y como de costumbre la playa se estaba llenando, pero no teníamos planeado ir, nuestros planes eran darnos un descanso y disfrutar uno del otro plenamente aquel día.

Juan se despertó estirando todo su cuerpo, se veía esplendido, se levantó sin decir palabra y vino hacia mi dándome un beso profundo con los ojos cerrados, yo respondí colgándome de su cuello con los brazos y pegando mis senos contra su pecho. Una escena para no olvidar en la vida y para estarle siempre agradecida.

-Estas preparada cariño. Me dijo.

Había planeado cambiar un poco el escueto vestuario que tenía. Juan no es mucho de ir de compras, siempre odio el hecho de esperar a que me probara una a una todas las prendas que tenían en la tienda de turno, pero sabía que desde ahora en adelante todo iba a ser diferente, que lo disfrutaría.

-Tendremos que desayunar algo. Y yo le replique:

-Baja tu primero y pide el desayuno, voy a ver qué hago con este vestido, Refiriéndome al vestido morado con flecos que lucí el primer día en la disco.

Me quede pensando en lo ocurrido el día anterior y en las consecuencias que podría traer para nosotros cuando las vacaciones terminaran.

A los cinco minutos baje, era increíble, había conseguido transformar aquella ropa convencional en pura provocación. El escote de la chaqueta dejaba muy poco para la imaginación y enseñaba gran parte de mi vientre, la falda parecía haber encogido cinco o seis dedos, y la pierna al andar asomaba por una raja a la derecha que mostraba casi todo su muslo, había doblado la cinturilla de la falda para ese fin .Con cuatro puntadas aquí y allá, consigue dejarla a mi gusto y al de Juan a juzgar por la cara que puso al verme Tome el desayuno, no sin antes advertir la mirada de aquel camarero y salimos, poca gente en la calle, era temprano pero ya hacia bastante calor.

Empecé a andar, ese movimiento que adoptaba mi cuerpo al avanzar, no pasó desapercibido para mi novio, era como una persona nueva, mi erotismo fluía sin parar, con naturalidad, era parte de mí para siempre. Mi novio me siguió despacio hasta que no pudo evitar abrazar mis caderas, ahí fue cuando descubrió que no llevaba bragas.

-¡Íbamos de compras y no se había puesto bragas! Esto era inadmisible.

Me dijo Juan medio en broma

Llevaba tres días en la isla y parecía que estas situaciones no paraban de sucederse, mis fantasías ya estaban completamente superadas pero continuamente iba rompiendo los esquemas manteniendo a Juan con un calentón todo el día, le dolía el miembro de tenerlo erecto, según me confeso.

Yo le respondí:

-De ahora en adelante no iré nunca de compras, iré más bien de caza.

Cada palabra, cada sonido que salía de mi boca, parecía bien pensado y calculado para provocar en él una reacción térmica, el contacto con mis caderas y la mirada que le dedique convirtió su sangre en lava.

La primera, una tienda de regalos, cacharros y trastos inservibles, un montón de estanterías repletas de cosas sin importancia. Dentro del local diez o doce clientes, la mitad hombres, que acompañaban a su pareja con cara aburrida. Comenzó el espectáculo, me agache por primera vez, mi marido que estaba detrás de ella pudo ver el final de sus piernas perfectamente, lo hice despacio para atraer la mirada de dos señores que estaban frente a mí.

Miraba aquellos objetos como si estuviera buscando algo, en realidad mi novio sabía lo que estaba buscando, la atención de aquellos señores. Las miradas lascivas sobre mí, provocaban mi excitación que Juan percibía por el cambio de movimientos, lo hacía adrede para mostrar mis pechos, uno primero, después el otro. La atención que robaba era tal, que mis victimas tropezaban unas con otras. Yo sabiéndome observada di un último giro de tuerca, me puse en cuclillas abriendo un poco las piernas, dejaba así entrever que no llevaba ropa interior alguna, proponía una panorámica extensión de todas mis intimidades.

Después de esta escena me levante cogí dos cacharritos y avance por el estrecho pasillo, como buscando alguna otra cosa, sin mirar siquiera a los allí presentes, pero procurando el roce con ellos, que tampoco hacían nada por apartarse, movía mi trasero esperando el contacto. Una mirada bastaba para cortar la respiración, la perversión se notaba en el ambiente. Llegamos a la caja y salimos a la calle. Tenía el pulso acelerado y conversamos un poco sobre el tema y dije:

  • No sé qué me pasó, pero si alguno hubiera dado el primer paso habría perdido el control, no me hubiera negado a hacerlo allí mismo.

Tocaba ahora una tienda textil, no era muy grande, un mostrador a la izquierda unas barras con ropa a la derecha y frente a estas dos probadores con cortinas como puertas. Empecé a elegir camisetas, camisas, una faldita por aquí, otra por allí, le entregue las perchas con toda la ropa a Juan y fuimos hacia los probadores. La gente entraba a la tienda y pude comprobar que teníamos seguidores, hombres que ya había visto en la tienda de regalos, la insinuación había dado sus frutos, querían seguramente seguir viendo el espectáculo que iba regalando. Por supuesto no iba a defraudarlos ahora.

Tome una prenda en mi mano y pase al probador, sin cerrar la cortina del todo me desnude, despacio, tampoco tenía mucha ropa para quitarme, el espectáculo había comenzado, desnuda en aquel probador tan solo Juan obstaculizaba la visión de todo mi cuerpo, todo me sentaba bien faldas cortas, vestidos, camisetas, camisas. Los seguidores no se perdían detalle de los movimientos que hacía. Al final con tanta expectación creada no supe siquiera que es lo que habíamos comprado. Salí peor que había entrado y Juan estaba algo descolocado.

Nos dirigimos hacia el hotel para dejar las bolsas de ropa, pensé que le tocaría a Juan calmar la calentura pero antes de llegar a la entrada nos encontramos con los mirones del día anterior. Después de saludar subí a la habitación para dejar las compras.

Juan me informo después, como nosotros no fuimos con ellos a la playa nudista, invitaron a la excursión a Diana y Alex, estos aceptaron gustosamente. Sacaron entonces la cámara, mostrándome a Diana en todas las posiciones posibles desnuda por completo, mirando foto a foto me puse a la derecha para compartir mi visionado.

Comente entonces:

-No parece tan inocente después de todo

Cuando terminamos de verlas todas le devolví la cámara a los mirones, por suerte las fotos de la noche de la playa no estaban allí, estos se fueron a descansar y darse una ducha, según nos dijeron.

Le dije a Juan cuando se habían alejado:

  • Vaya, pues de aburridos no tienen nada

Me cogió la mano y nos fuimos andando. A la derecha según se sale del hotel, hay una calle con escaleras que nunca habíamos pisado, me indico con la mano que quería descubrir lo que había por allí, era una calle empinada, según parecía el barrio antiguo de aquella zona, calles estrechas a los lados, aparecían y se perdían en sus propias curvas. Llegando casi arriba a la izquierda un barril en la calle y un cartel encima de una puerta imposible de leer, era un bar de alemanes. A mí no me extrañaba que fuese de alemanes, lo que me extrañaba era su ubicación.

Pase primero preguntando si estaba abierto, era un bar pequeño, una hilera de mesas a la derecha una mesa de billar americano a la izquierda y de frente la barra que no debía de medir más de seis metros. Juan se sentó a la izquierda de la barra en un taburete alto, yo me quede de pie y pidió dos cervezas, el camarero interrumpió la charla que mantenía con el único cliente que había allí para servir las cervezas. Este cliente ya lo había visto yo antes, pensé durante unos segundos. Era el recepcionista del hotel y así se lo hice saber a Juan.

-Bueno, mejor para él. Me dijo.

Me acerque a Juan abriéndole las piernas y enganche mis brazos a su cuello, inmediatamente  al alzar mis brazos mis pechos quedaron fuera, acerque mi boca a su oreja y dándole un mordisquito le dije:

-Álzame la falda, quiero que me vean el culo, quiero follar ahora mismo.

Había tomado la iniciativa, ya no había vuelta atrás. Bajo sus manos rodeado sus caderas mientras besaba mis pechos y comenzó a acariciar mi culo levantando mi falda poco a poco, sin miedo, esta vez no habría reproches, metía una mano por delante de mí tocando mi coño, lo tenía empapado, sus dedos entraban y salían con suma facilidad.

Le saque la polla y la empecé a masajear mientras me contorsionaba por el gusto que me proporcionaban los dedos en mi vagina. De pronto me agache y se la empecé a acariciar con la lengua, era tremendo el gusto que me hacía sentir, de inmediato se acercó el recepcionista mirando, como pidiéndome permiso para actuar, asentí con la cabeza y el empezó a tocar mi culo mientras con la otra mano sacaba su polla, el camarero viendo la escena corrió a cerrar la puerta del local para ponerse al lado de mi ofreciéndome su polla. Yo no el rechace, la cogí con una mano fuerte y empecé a masturbarle dándole una chupada de vez en cuando.

El recepcionista viendo como tragaba polla se dispuso a penetrarme, con una fuerte embestida la metió toda de una vez. Yo estaba como loca, acelere mi ritmo y Juan intento aguantar un poco más, era imposible, la cara de gusto y de vicio que yo ponía seguro le hicieron eyacular dentro de mi boca, no pudo aguantar. Cambiando mi boca de polla seguí con la misma intensidad, mientras el recepcionista la metía y la sacaba entera sin parar, el camarero se veía que no iba a aguantar mucho más tampoco, según mi novio poseo una lengua portentosa capaz de volver a un hombre loco en dos pasadas.

El camarero ya no aguantó más, agarrándome del pelo le saco la polla de su boca para correrse en su cara. El recepcionista tardó un poco más y dando un quejido se corrió sin sacarla. Cuando me incorpore tenía la cara y la entrepierna manchada de semen que me chorreaba sin parar. Me fui al servicio a limpiarme, tarde sólo un par de minutos, al volver todavía seguían recuperándose los tres, le eche mano al paquete del camarero y le dije:

  • Que, ya no tienes más.

No obtuve respuesta. Me había quedado a medias, era increíble mi apetito sexual.

Pedí la cuenta, por supuesto estábamos invitados e incluso nos invitaron a volver otro día por el mismo precio.

Salimos del bar, no sin antes despedirme de estos dos con un restregón, pusimos rumbo al hotel, era casi la hora de comer.

Subimos a nuestra habitación, había decidido darme una ducha y cambiarme de vestido, estaba un poco manchado y pegajoso, además tenía que colocar la ropa en el armario. Entramos en la habitación y yo me dirigí a la ducha, él se dirigió a la terraza, tres minutos de ducha y salí con una toalla anudada por encima de los pechos, no se me había quitado la calentura que llevaba todavía, me senté en la cama y lo llamé:

-Juan, entra que tengo que hablar contigo.

El entró y se sentó al lado de mí sin parar de mirar mi cuerpo, esperando lo que le iba a decir.

Yo me sinceré, le dije que me lo había pasado bien esa mañana, pero que me había excitado más con Ramón, que era un poco más dominante y que quería volver a vivir otra experiencia similar.

No era una dominación forzosa lo que yo buscaba sino más bien una dominación consentida, sentía más morbo con situaciones no calculadas. Ya había probado el poder de seducción que tenía mi cuerpo y el control que podía ejercer sobre los hombres, que era casi absoluto. Lo que quería era perder un poco de ese control, el instante, la sumisión inconsciente al deseo del hombre que me estuviera poseyendo en ese momento. Así se lo hice saber a Juan que se quedó pensativo. No sabía muy bien donde me estaba metiendo en mi afán por descubrir cosas nuevas, situaciones distintas.

Juan me pregunto en ese momento:

-¿Estas segura de lo que me estas pidiendo?

Luego de estar unos minutos acariciándonos sobre la cama, me puse el bikini del primer día, un pareo que me había comprado esa misma mañana y nos fuimos para el comedor.

Allí estaban Alex y Diana que nos hicieron sitio nada más vernos entrar, Juan se sentó al lado de Dian y yo a la derecha de Alex. Cuando llevábamos unos minutos hablando saque tema de la playa nudista, me picaba la curiosidad de lo que podría pasado allí, Diana me conto que había sido una decepción por su parte, que era todo lo contrario a lo que ella esperaba, tanta gente desnuda, tantos miembros flácidos, Alex salió aclarando un poco la situación:

  • Lo que Diana quiere decir, es que no había ni un ápice de erotismo, parecían personas aburridas de ellas mismas. Aclarándome así que es lo que iban buscando en esa playa. Después continúo diciendo Alex:

  • Le pregunte a un camarero si todos los días eran iguales, el me respondió que la movida era al caer la tarde cuando la gente se retiraba a una arboleda que había detrás de la playa.

En una frase, Alex me había aclarado todas mis dudas, lo que buscaban y de qué manera eran, bastante parecidos a nosotros.

Mi siguiente mirada fue para Juan, no había entrado en conversación, estaba raro, pero pronto me di cuenta de porqué. Era Diana que le robaba toda su atención, llevaba puesto un pareo mayor que el mío, marrón de flores medio transparentes, abrochado por encima de los senos, era todo lo que tenía puesto, no llevaba nada debajo. Esto lo tomé como una provocación, pues al igual que yo me daba cuenta de las miradas de Juan, ella también las percibía y no hacia ni decía nada para remediarlo, incluso creí ver en su rostro satisfacción por ser el centro de atención en ese momento. Diana pidió permiso para ir al baño a mi novio, ante la imposibilidad de salir por otro lado, Juan se hizo para atrás unos centímetros y Diana paso rozándose con las piernas de juan quedándose su culo a la altura de su cara, era una provocación absoluta una invitación a la lujuria, al desenfreno. Alex que estaba a mi lado ni se sorprendió. La insinuación de Diana era evidente, y el calentón de Juan más todavía. Diana desapareció tras la puerta del servicio y Juan no tardó ni un minuto en excusarse para ir al baño también.

Quedé con Alex, el pobre no sabía que decir, al parecer era ella la que llevaba el mando, otro reto más para mí. Me propuse romper todos los esquemas que tenía grabados en su interior. La perversión de Diana era algo personal desde aquel momento para mí.

Saque una conversación sin importancia, el tiempo, la playa. Estaba cronometrando loó que aguantaría Juan en las manos de Diana. Al final fueron quince minutos lo que tardó, estuvo rápida y efectiva pues traía cara de satisfacción, a los dos minutos apareció ella, lo que tardo en arreglarse y en lavarse.

Seguramente pensó que Juan me lo ocultaría, cosa que no pasó, cuando terminamos de comer subimos a la habitación y me entere de todo. Diana lo estuvo esperando en el servicio de caballeros, en un retrete individual, cuando pasó por su lado abrió la puerta y lo cogió del brazo metiéndolo dentro con ella, por supuesto que ya estaba desnuda por completo, sin esperar a que reaccionara le saco su polla y empezó a chuparla con empeño, toda entera aparecía y desaparecía dentro de su boca, cuando estuvo lo suficientemente dura lo sentó en la taza y ella se sentó encima de él dirigiendo con una mano el miembro para que entrara todo dentro, no hubo palabras ni tiempo para ellas, Diana empezó a moverse como animal salvaje, se escucharon pasos puertas que se abrían y cerraban, pero ella no paraba estaba poseída por el deseo en aquellos momentos, sus jadeos subidos de volumen delataban lo que allí estaba ocurriendo, parecía no importarle lo mas mínimo, entre la tensión de que en cualquier momento podrían abrir la puerta, el movimiento de los pechos y la presión de aquella vagina insaciable, según me dijo Juan, era imposible aguantar mucho tiempo. No tuvo impedimento en que se corriera dentro. Fue corto pero fue intenso.

Después de contarme todo lo sucedido con todos los detalles le dije a Juan que mi intención era la de echarme un poco la siesta, me tumbe en la cama y me dispuse a dormir.

Me desperté a las dos horas, estaba sola, miré en el servicio y ella terraza y nada, Juan no estaba. Abrí el armario y elegí un nuevo vestido para aquella tarde, era ligero, blanco, sin hombros, estrecho en la parte de arriba y con tablas en la parte de abajo, no muy corto, por encima de las rodillas. Me lo puse y baje al bar a ver si localizaba a Juan, estaba efectivamente allí junto a Alex, fui hacia ellos salude y pedí un café con hielo me apetecía algo fresco, cuando pude coger el hilo de la conversación me entere que estaban hablando de una salida en conjunto, es decir lo cuatro a una discoteca que había unas manzanas más allá, de estilo latino, para dentro de un par de días, por ser fin de semana. Bueno, no me disgustó la idea, aunque sabía que Diana me llevaría ventaja con esa música.

Alex me dio un beso y se marchó, Juan me cogió de la mano para sacarme fuera.

-Mira Merche. Dijo enseñándome un coche que acababa de alquilar.

-Es nuestro mientras estemos en la isla.

Juan me miro de arriba a abajo y continuó diciéndome:

-Además hace juego con tu vestido.

Me di cuenta que el vestido que llevaba era tan fino que las bragas y el sujetador se veían a través de él. También me quedaba como un guante hecho a medida.

Me hizo subir para dar una vuelta, pero cuando cogimos la circunvalación saco un mapa y me lo dio.

-Busca Santa María del Cami. Me dijo.

Adiviné que algo tramaba, nos estábamos alejando de la playa hacia el interior de la isla.

Lo fui dirigiendo hasta la carretera que indicaba esa dirección. Estaba algo nerviosa porque la imaginación de Juan me había sorprendido en más de una ocasión, que se le habría ocurrido esta vez.

Cuando llegamos al pueblo se orilló a la derecha y llamo por teléfono.

Tres palabras: Ya estamos aquí.

Después cortó el teléfono y vi cómo se acercaba un hombre que saludo metiéndose en el asiento de atrás del coche. Era el recepcionista, el mismo con el que habíamos estado esa misma mañana.

-Este es Ricardo, desde ahora en adelante le deberás obediencia absoluta. Me dijo Juan.

Recordé entonces lo que le dije a Juan por la mañana, no había vuelta atrás.

Ricardo tomó el mando desde ese momento. Bajo del coche y abriendo mi puerta me ordeno bajar. Yo ya estaba cachonda por la situación, Juan me acababa de entregar. Empezamos a caminar en dirección a una casa, no era muy lujosa por cierto, saco una llave abrió la puerta y me hizo pasar. Mire hacia atrás buscando a Juan, Ricardo me dio un azote en el culo y me dijo:

-No te ordené mirar.

Atravesamos un portal y llegamos a un salón, la televisión encendida, las ventanas medio abiertas. Sonó el timbre de la casa, Juan pensé, Ricardo me ordeno seguir de pie y fue a abrir la puerta, al momento entraron dos hombres más, Juan no era. Estaba a merced de tres hombres, se confundían en mi interior la excitación con el miedo.

-¡Desnúdate! Me ordeno Ricardo.

Yo lo hice sin replicar, me desabroche el vestido y lo deje caer, luego me quite el sujetador y por ultimo las bragas.

Ricardo entonces apoyo mi cabeza con una mano en el asiento de una silla y con  otra me sujeto las manos en la espalda, mi culo quedó para arriba y un invitado me abrió las piernas, estaba preparada para una penetración, mi coño estaba perfectamente abierto. Pero no, este invitado me metió dos dedos de golpe en el ano que me hicieron emitir una queja un chillido corto.

Ricardo se puso como loco, era lo que estaba buscando, lo que le excitaba, ese dolor mezclado con placer era la chispa que encendía en Ricardo todo su fuego interior. De inmediato me arrodillo, metió su polla en mi boca y comenzó a mover mi cabeza, fuerte con violencia. Los otros dos me rodeaban esperando su turno, no esperaron mucho, se corrió en mi boca y ordeno que me lo tragara todo. Sin haber podido coger aire apenar ya tenía la boca llena otra vez, era un desenfreno total, este de vez en cuando me tapaba la nariz para que abriera más la boca  con el fin de respirar, igualmente se corrió y me lo tragué todo, el ultimo  la tenía más larga, me daba en la campanilla, imposible de que me cogiera toda en la garganta, aun así el seguía intentándolo. Pensé entonces que si acababan los tres en mi boca terminaría  todo allí y puse más ganas para que todo acabara cuanto antes, pero ellos lo tomaron como una provocación, pensaron que estaba disfrutando (que en realidad así era), se suponía que lo tenía que pasar mal.

Cuando término este último me lo trague todo igualmente. Ricardo me mandó al servicio a lavarme dándome el vestido solamente para que me lo pusiera. Comprendí que la tarde no había hecho nada más que empezar.

Un saludo  para todos se despide siempre vuestra...Merche

Ya sabeis estoy en Gogle+

merche27@gmx.com

merchetodomimundo@gmail.com

http://merchetodomimundoestuyo.blogspot.com.es