Vacaciones en Mallorca.D 6. Parte 2. Sin protestar

El cambio de actitud de Juan se hizo evidente y los estudiantes pasarón a la acción. Si lo vas buscando lo encuentras, no hay duda.

Aunque tenía mucho que contarle los veinte minutos del trayecto fueron suficientes, claro que Juan acabo con una erección de caballo, cuando llegamos al hotel y me baje del coche me miro de arriba abajo:

-Desde luego es que estas espectacular.

Yo necesitaba una ducha urgentemente, y él otra cosa, se apreciaba notablemente.

Eso me reconfortó en gran medida, pero ya sabía lo que me esperaba en la habitación.

Estábamos casi frente al hotel, había que dejar el coche a veinte metros, yo con el blusón, no me había puesto nada debajo y Juan con un tremendo bulto causado por lo que le había venido contando por el camino. Juan mirando hacia el karaoke que quedaba como a quince metros en la otra acera, se fue poniendo a mi lado y me pregunto:

-¿Este es el karaoke?

Yo le respondí afirmativamente mientras sentía como posaba su mano en mi trasero para clavar sus uñas levemente.

-Bueno vamos al hotel, necesito una ducha. Me dijo, mientras me subía el blusón algo más.

-Me lo has subido demasiado, hay mucha gente por aquí. Le indique.

-Lo he dejado como me gusta a mí. Me confeso.

La verdad es que había mucha más actividad, los estudiantes habían llegado se su excursión mañanera. Comencé a andar y me di cuenta que el poco aire que había terminaba por subir algo más el blusón semitransparente que llevaba, puse la mano para que no subiera más, demasiados jóvenes por allí cerca:

-No quiero que sujetes nada, ¿no te vayas a hacer la estrecha ahora? Me dijo Juan.

Comencé a andar, pero Juan no se puso a mi lado, sino detrás, a dos metros:

-¿Vamos al hotel o no? Le pregunte.

-Prefiero seguirte, quiero ver como mueves esas caderas y ese cuerpo tan deseado.

Algo había cambiado, ya no era tan pasivo como antes. Era parte activa en mi provocación.

Pasamos dentro del hotel, mucha actividad también, los ascensores, ni tocarlos, mejor subir por las escaleras. Otra vez nuestros vecinos, no sé si fue casualidad o que me habían visto pasar, pero los tenia igualmente pegados detrás, aunque esta vez el blusón estaba más subido. Sabía que me estaban viendo todo y Juan también se dio cuenta pero no hizo nada. Llegamos a la puerta de la habitación y Juan me hizo pasar:

-Dúchate tu primero que te hace falta.

Él se quedó en la puerta de la habitación, oí como entablaba una conversación con nuestros nuevos vecinos, no le di importancia y comencé a ducharme.

Una ducha rápida que mi cuerpo agradeció bastante, se trataba de eliminar la arena y el resto de fluidos que permanecían pegados a mi piel. Dos minutos y me di la vuelta para salir de la ducha, vi la puerta del baño abierta igual que la puerta de la habitación, intente localizar una toalla pero no había, en su lugar unos zapatos de tacón, comprendí entonces que había sido Juan:

-Cariño, ¿me pasas una toalla? Le pregunte.

-Merche, creo que con lo que te he dejado tienes suficiente.

El cambio de comportamiento de Juan era cada vez más evidente, tendría que salir del baño con tacones y desnuda completamente, con la puerta de la habitación abierta por completo, lo hice rápido provocando una carcajada de Juan:

-¿Qué te pasa, te volviste tímida ahora?

No conteste, pille una toalla y cubrí  lo que pude de mi cuerpo era demasiado corta para taparlo todo. Desde la puerta se podía ver más de la mitad de la cama y casi la terraza por completo.

Juan entro a la ducha, una ducha corta, incluso más que la mía. No me dio tiempo ni a levantarme de la cama cuando lo vi aparecer, sin prisas cerró la puerta de la habitación, solo la había abierto para comprobar cuál sería mi reacción al verla.

Se dirigió hacia mí, su erección era bastante notable aun habiendo salido de la ducha. Por mi parte no había objeción, aunque en aquella playa había ido todo bien, solo me habían penetrado dos veces por la vagina y aún tenía ganas.

Cuando llegó a mí  le pregunte:

-¿Qué has hablado con los nuevos vecinitos?

-Nada, un poco de cada cosa, no han invitado a una copa, pero eso será después de comer. Me respondió mientras acercaba su miembro hacia mi boca.

No hizo falta que me indicara nada, ya sabía lo que tenía que hacer.

-¿Crees que los de la playa estarán ya en su habitación? Me pregunto.

Instintivamente gire la cabeza, pero lo que vi  fue a nuestros nuevos vecinitos asomándose desde nuestra terraza:

-No sé si los de la playa han llegado, pero tenemos público en la terraza. Le conteste en voz baja.

Me cogió del brazo, no tuve tiempo a reaccionar, solo a sujetarme la toalla que era lo único que cubría ni cuerpo, me llevo hasta al lado de la puerta de la terraza, era todo acristalado, dos terceras partes de aquella pequeña terraza se veían perfectamente:

-Desde ahora siempre tienes que ir desnuda dentro de la habitación y no negarte a nada de lo que se te proponga aquí.

No dije nada, de todas formas aunque hubiese querido no habría podido, ya tenía la boca llena antes de terminar de hablar. Había notado un cambio en Juan, un cambio que me gustó en cierta manera.

El espectáculo estaba asegurado, me apartó el pelo con una mano mientras con la otra empujaba sobre mi nuca para que entrara toda dentro, estaba muy caliente, yo miraba con disimulo, como haciéndome la tonta, no se perdían detalle.

De un tirón me arranco la toalla, era lo único que me quedaba, quede completamente desnuda. El círculo de personas se iba haciendo más grande cada día, comenzaba a ser peligroso estar expuesta ante tantas miradas, pero era demasiado excitante para parar:

-¡Los tienes babeando! Dijo Juan.

No estaba muy segura que los había visto, esta exclamación en voz baja resolvió mis dudas y subió mi excitación. Necesitaba ser penetrada en ese momento pero sentía que Juan estaba acabando ya. De pronto la saco de mi boca para mi sorpresa, me derramo todo sobre mi cara a pesar de tener  la boca abierta. No creo que fuera mala puntería.

Me levanté enseguida, algo me había entrado en el ojo, aquello escocia y me lave la cara, seguía queriendo ser penetrada, pero tendría que esperar.

Al salir del servicio busque a Juan con la mirada, estaba en la terraza, sin duda había dado tiempo para que los nuevos vecinos se retiraran, para luego iniciar una nueva conversación.

Me puse el pareo y unas braguitas, las ultimas que me quedaban ya. Me acerque un poco a la puerta de la terraza, tenía curiosidad por saber de qué iba la conversación, pero Juan me vio, se acercó a la puerta y me dijo en voz baja:

-Ya te dije que tenías que estar, desnuda en la habitación, y hacer caso a todo lo que te digan. Pero por esta vez puede pasar.

Definitivamente la actitud de Juan había cambiado, ya no era tan pasivo, cosa que me sorprendió, pero también me gusto:

-Es la hora de comer. ¿Me cambio o voy bien así? Le pregunte

Juan me hizo salir a la terraza:

-¿Está bien así? Les pregunto a nuestros nuevos vecinos.

-¡Bien …esta estupenda! respondieron ellos.

Empiece a andar, la terraza no era muy grande pero si lo suficiente para mover bien mis caderas. Sabía que me habían visto de chuparla, estaban sin duda calientes, por lo menos tanto como yo. Las braguitas se veían a través de aquel  pareo y los pechos se movían a su antojo:

-Bueno vamos a comer, Dijo Juan en voz alta.

Me gusto la exhibición, tenía a mis nuevos vecinos cautivados y calientes. A Juan también le gusto exhibir su hembra como me confirmó después.

Bajamos por la escalera, el ascensor tenía bastante trabajo. Los vecinitos se habían apresurado, nos seguían de cerca y Juan me aviso de ello:

-¡Los tienes locos, mueve un poco más las caderas, que se enteren de que los has visto!

Mire hacia atrás, una mirada insinuante y comenzó a moverme exageradamente, como Juan quería.

Por fin llegamos al comedor, pensé en Diana, no sabía dónde podía estar, pensé por un momento que se habría ido del hotel.

Juan por fin se decidió por una mesa, al  lado de la ventana, nos sentamos pero no divise a Diana por ningún lado.

Nuestros nuevos vecinos se sentaron en la mesa de al lado, me di cuenta de que la media de edad del comedor había bajado bastante pero aún quedaban parejas de mediana edad, el contraste era evidente.

Juan se dio cuenta de que no me quitaban ojo, era normal, me habían visto de chupársela y siendo exhibida como un trofeo, era lógico que esperaran el próximo movimiento:

-Están esperando que hagas algo ¡Enséñales tus bragas! Juan no se cortaba, estaba bastante decidido.

No espere mucho para subirme el pareo, mis muslos quedaron al aire y abrí las piernas poco a poco:

-¿Por qué no vas al servicio y te las quitas? Total ya te han visto casi todos. Me indico Juan.

Tenía razón, no iba a hacerme la estrecha  después de lo vivido esa mañana. Me levante y fui al servicio, aproveche para untarme crema,  mientras por mi cabeza iban pasando instantáneas de aquella mañana, nunca pensé que aquello pudiera ocurrir de verdad en una playa. Volví a la mesa despacio recreando mis movimientos, y nada más sentarme les di a mis observadores parte de lo que me estaban pidiendo con los ojos.

Enseguida se dieron cuenta de que no cubría prenda alguna mis intimidades, Juan insistía en que abriera más las piernas a la vez que deslizaba una mano por mis muslos intentando llegar a mis labios vaginales, Yo estaba como loca , demasiado caliente para estar en un comedor y creo que Juan se dio cuenta.

Se levantó de pronto dando la comida por concluida:

-¡Bueno, llego la hora de las copitas!!

Me levante y lo acompañe, íbamos en dirección a la habitación por las escaleras, sin mucha prisa, Juan estaba dando tiempo a los jóvenes vecinos para que  nos alcanzaran, No tardaron mucho, al instante los teníamos detrás, dos escalones más abajo pero sin intención de adelantarnos:

-¡Hola vecinos, ya traemos el hielo para las copitas!

Giré la cabeza para saludarles, no es que me miraran a la cara precisamente:

-Bien, si tenéis vasos no falta de nada entonces. Dije yo.

Llegamos a la puerta de nuestra habitación, mi intención era de ponerme algo más adecuado para la ocasión, pero no la intención de Juan:

-¡Quiero que vayas así, estas llamativamente erótica! Me dijo acercándose a mi oído.

Cogiéndome fuerte por la cintura  impidió que accediera a la habitación. Mientras tanto nuestros vecinitos ya habían abierto la suya y nos invitaron a entrar.

Dos camas separadas, una mesita de noche en medio, pero duro poco, tardaron un instante en retirarla para juntarlas, la intención era bebernos la copitas encima de  las camas. Me dejaron el mejor sitio. Al lado del cabecero, tuve que gatear para llegar hasta allí, por unos segundos mi trasero estuvo a la vista de nuestros nuevos amigos, no había forma de sentarme sin que se me viera nada, antes de terminar de colocarme ya tenía un vaso preparado hasta el borde:

-¡Vamos, como en el karaoke, de un trago! Insistió Juan.

Ni me lo pensé, en un instante el vaso quedo vacío, pero me di cuenta de que sobraban dos vasos. Mi pregunta sobre ello fue respondida instantáneamente:

-Vienen a tomar copas dos amigos más. Me respondieron mientras me llenaban el vaso otra vez.

Estaba incomoda no sabía dónde meter las pierna, Juan se dio cuenta y  me dijo al oído que me sentara como los indios.

Le hice caso, estire lo que pude el blusón y me coloque en esa posición. A continuación llamaron a la puerta. Los dos amigos que esperaban entraron, el círculo me pareció demasiado grande,  parecía que había corrido la voz, las miradas que me dedicaban delataban sus deseos.

Ni me dio tiempo a moverme, se abalanzaron sobre mí  para depositar un beso como saludo. En esa postura mis movimientos eran bastante limitados, así que tuve que ponerme de rodillas para recibir aquellos saludos.

Decidí seguir en aquella postura puesto que la cama parecía que iba a ser la mesa improvisada par aquella reunión. La conversación fue bastante amena, entre chistes y anécdotas me bebí dos copas más, transcurridos  veinte minutos Juan empezó a ponerse pegajoso, no dudaba en acariciarme una y otra vez el trasero por debajo de aquel pareo, consiguiendo que mis pezones  se pusieran de punta,

imposible disimular con aquella prenda. Estaba deseando tener sexo, pero opte por salir a la terraza a fumar un cigarro y así se lo hice saber:

-Juan, voy a la terraza a fumarme un cigarrito.

Juan asintió con la cabeza, la temperatura había subido demasiado en aquel círculo improvisado. Lo difícil de aquella situación era salir de la cama, tuve que gatear.

Aquella postura a cuatro patas dejó todo mi culo al aire y mis pechos a merced de la gravedad, fueron pocos segundos, pero bien aprovechados por nuestro nuevos amigos.

La salida a la terraza fue buena idea, pero el umbral de la puerta con la ayuda del sol, hizo que desapareciera la única prenda que cubría parte de mí, apoye mis codos en aquella barandilla inclinándome un poco hacia delante

Apenas había encendido el cigarrillo cuando Juan se prestó a hacerme compañía, dentro quedaron los demás con la boca abierta, expectantes.

No hizo falta que me avisara con su presencia, noté el calor de su cuerpo cuando se pegó al mío, gire la cabeza sin incorporarme abriendo los labios para recibir los suyos, mi espalda dibujo una curva casi imposible de trazar.

No había fuerza humana para detener lo que estaba a punto de ocurrir, pero ocurrió un imprevisto, uno de nuestros nuevos  vecinitos tuvo la idea de cortar aquella escena:

-¡Vamos a hacernos unas fotos!

No me lo podía creer, Juan tenía cogido mi pecho derecho y con la otra mano acariciaba mi trasero mientras me comía la boca. Yo estaba deseando, pero se cortó la escena.

Todos a la terraza, todos menos uno que llevaba la cámara en la mano y empezaron a cambiar su posición, querían salir en la foto conmigo, fue una buena excusa para ir apartando a Juan de mi lado.

Las fotos se fueron sucediendo, iban turnándose y yo cambiaba mi posición, hasta que la cámara se quedó sin batería.

-¡Bueno, pues toca playa! Dijo uno de aquellos amigos.

Juan ofreció nuestra cámara para seguir con aquello:

-Merche, acércate a la habitación y la buscas. Yo voy al coche, se me olvido la cartera, nos vemos en la playa.  Me dijo mientras hacía señas a uno para que me acompañara.

Era evidente lo que Juan esperaba de mí, tendría que desnudarme nada más pasar a la habitación. Al menos tenía la excusa de ponerme el bikini. Estaba bastante caliente tanto toqueteo entre Juan y nuestros amigos lo habían conseguido.

Para cuando salí de la habitación Juan ya había desaparecido por las escaleras, abrí la puerta de nuestra habitación y entre yo primero. Me dirigí al armario nuestro amigo paso detrás de mí y me preguntó:

-¿Dónde busco primero?

-En mi bolso. Le respondí yo mientras dejaba caer el pareo sobre el suelo.

Quede desnuda ante él, sin nada encima. Era lo que me había dicho Juan que hiciera. Nuestro amigo estaba paralizado, no pensé que fuera a reaccionar  así. No tenía pensado negarme a nada, incluso me apetecía bastante, pero no se decidía a dar el siguiente paso.

Vacío el contenido del bolso sobre la cama y cogió la cámara con una mano:

-¿Cómo funciona esto? Me pregunto.

Yo me acerque encima de los tacones todavía, muy cerca, casi rozándole, le esplique por encima el funcionamiento, lo básico, yo tampoco entendía muy bien el funcionamiento, pero si para cambiar la tarjeta, no era conveniente que viera las fotos de los días anteriores. Una foto de prueba, auto foto por llamarlo de alguna manera, demasiado oscuro:

-Ponte más hacia la luz. Me dijo.

En un acto reflejo cogí la parte de abajo del bikini para taparme mi vagina, di dos pasos hacia atrás, obedecí sin protestar.

-Más a la luz. Insistió

Ya estaba pegada a la terraza, entonces vi a su amigo, solo había uno, su compañero de habitación, asomado por su terraza no perdía detalle de la sesión fotográfica.

-¿Por qué te tapas? No te preocupes, solo te vemos la cámara y yo.

Solté la pequeña prenda, aunque apenas tapaba nada. Dos fotos, se acercó para enseñármelas, me sujeto por el brazo y me llevo a la cama. Yo me senté mientras el encendía la luz de la habitación. Me giré, me dispuse a recoger todos los objetos del bolso que aún seguían sobre la cama, el seguía disparando con la cámara.

-¿Qué es eso? Me pregunto.

Tenía entre las manos aquella crema impronunciable, realmente no sabía lo que era, pero si para que servía.

-Es una crema intima, para la vagina.

Me empujo suavemente al centro de la cama.

-Enséñame como se usa. Me dijo mientras abría mis piernas lentamente.

Deposite algo de crema en mi mano derecha y mire con el rabillo del ojo hacia la terraza, su amigo seguía allí sin perderse un detalle, aquella timidez termino por excitarme todavía más.

-¡Empieza ya! Aquel cambio de tono denotaba impaciencia y me gusto, algo de autoridad que cedi sin plantármelo siquiera.

Comencé a acariciarme despacio a la vez que iba depositando lo que tenía en la mano en la puerta de mis intimidades. Pensé un momento en Juan, no sé porque esperaba que entrara por aquella puerta, pero no fue así, deduje que tendría que contárselo después.

-La crema hay que untarla por el interior. Le comente mientras introducía un dedo dentro de mi vagina.

El seguía con la cámara haciéndome fotos, Era la primera vez que me masturbaba en público, por cierto con gran placer.

-Puedes decirle a tu amigo que entre. Le indique.

De todas formas acabaría por entrar, no vi el motivo para que siguiera en la terraza mirando.

Nada más entrar note el gran bulto que escondía en sus bermudas, yo seguía acariciándome, sacando y metiendo el dedo, untándome aquella crema que me volvía loca. Se colocó al lado de mí, sin subirse a la cama. Parecía no decidirse hasta que su compañero me sujeto la mano:

-¡Ya sigo yo, pero date la vuelta!

Sin decir nada me giré mientras veía como dosificaba la crema sobre su mano. Quede de rodillas mirando hacia el cabecero de la cama. A la derecha su amigo, desabrochándose los bermudas apresuradamente con una mano, la otra la tenía ocupada con la cámara de fotos.

-¡Ábrete más!

Yo abrí mis piernas mientras notaba el roce de sus dedos sobre mi sexo. El otro se atrevió titubeante a darme la siguiente indicación:

-¡Apártate el pelo de las tetas! Quiero que salgan enteras en las fotos.

Lo hice mientras me quede mirando su miembro que asomaba ya entero. No era muy grande pero si suave al tacto.

Se notaba bastante su inexperiencia, tuve que ayudar al que tenía detrás guiando su mano con la mía, parecía tener miedo a introducir más de un dedo dentro de mí:

-Por el culo también, no soy virgen por ahí tampoco. Añadí dándole así más libertad para viajar por mi cuerpo.

  • ¡Ya me conto Juan que te gusta mucho el sexo! Exclamo.

Esa aclaración me produjo tranquilidad, Juan estaba al corriente, no habría sorpresas.

Eché mi cuerpo para adelante , apoyando una mano en la cama, para aproximarme más a aquella suculenta polla que aparecía delante de mí, la agarré con fuerza no estaba muy dura, pero ya me había enseñado Juan lo que tenía que hacer, apreté fuerte tirando para debajo de ella, creció tres o cuatro centímetros al instante, el glande se hincho notablemente y oí algún quejido, no muy fuerte, el placer creo que pudo al dolor, no obstante ya me estaba corriendo e insistí con los dientes, quise experimentar.

Sabía que produciría algo de dolor, la caricia de mi lengua y el roce de mis dientes pensé que sería la combinación perfecta.

Sentí como estaba siendo penetrada, seguía dilatada desde por la mañana, no le costó mucho esfuerzo, centímetro a centímetro, hasta sentirla toda dentro. Se paró ahí, mientras yo seguía chupando. Era evidente la inexperiencia de aquellos dos jóvenes, yo tampoco es que tuviera demasiada, pero había aprendido rápido, así que comencé a moverme, un movimiento de vaivén algo rápido, tampoco excesivo, hasta que el miembro que tenía en la boca se empezó a hinchar. Ya sabía lo que venía después y no estaba dispuesta a que terminara ahí.

-¿Qué haces? No te la saques.

  • Estás a punto de terminar, no quiero que termines todavía.

Lo que tenía dentro estallaría en unos segundos, necesitaba más tiempo, yo aún estaba empezando.

Efectivamente no duro mucho, creo que gracias a mis movimientos, note como exploto dentro de mí sin sacármela,  un líquido bastante caliente me invadió por dentro. Tampoco tardo mucho en sacarla después, su compañero estaba impaciente.

Ni me moví, si se apreciaba el cambio de volumen y la impaciencia, aquella espera se tradujo en un ímpetu bastante fuerte. Sus embestidas cada vez más rápidas hicieron que tuviera que agachar la cabeza sobre las sabanas.

Aquella posición  favorecía sus acometidas dándome el placer que tanto necesitaba en aquellos momentos. No tardó mucho en correrse, ni yo en alcanzar el clímax, pero si se quedó sin fuerzas pegando su cuerpo contra el mío cuando hubo acabado.

Unos segundos para recuperarse y me dejaron sola, la excusa de que los estaban esperando en la playa fue suficiente para terminar con aquella escena.

Quedé inmóvil, creo que unos cinco minutos, pensativa, aquello se nos estaba yendo de las manos, sobre todo de las mías, lo peor es que me estaba gustando mucho. Aunque era algo peligroso, la satisfacción y la curiosidad por lo desconocido lo superaban con creces. Debía hablarlo con juan, teníamos que salir de ese círculo, claro que no sabía que opinaría  Juan de mi  parecer.

Me incorpore casi de un salto de la cama, no me esperaba que me temblasen las piernas, no había notado nada hasta que me levante. Quizás demasiado sexo, o quizás no había descansado lo suficiente esos últimos días.

Las sabanas estaban manchadas de semen, aún seguía saliendo semen de mí,  tampoco es que pensara dormir mucho esa noche, así que no le di más importancia,

Derechita a la ducha, una ducha rápida, no había tiempo para más. Juan me esperaba en la playa, seguramente en el chiringuito bebiendo algo.

Me sequé rápidamente para ponerme el bikini, pero no me sentía cómoda con él, estaba bastante dilatada, el bikini se introducía entre mis labios vaginales, era algo incómodo, no podía bajar así.

Opte por ponerme el vestido blanco, en mi estado no podría tomar el sol con ese bikini, pero si me valía el vestido para tomar algo en la playa.

Me mire en el espejo, me retoque un poco y bajé, por el ascensor naturalmente, no quería que me flaquearan las fuerzas.

La cala no es muy grande, y la zona pegada al hotel es más pequeña todavía, no me fue difícil localizar a Juan en el chiringuito, acompañado por Diana, Alex y dos personas más.

Diana estaba divina con el bikini rojo, Juan como siempre no apartaba sus ojos de ella. No es que provocara celos en mí, pero si notaba alguna desventaja con mi atuendo. Me decidí a hacerme un nudo en la parte izquierda del vestido blanco, eso dejaría mis muslos al descubierto e igualaría en cierta forma aquella situación.

Alex seguía en su mundo, creo que no apreciaba las insinuaciones de Diana sobre todos los que la rodeaban, ni siquiera le daba importancia a que Juan la tenía cogida por la cintura.

Llegué por fin al chiringuito. Primero las presentaciones, aquellos dos hombres eran los que tenían que cuidar de los estudiantes, eran sus profesores y monitores para esa excursión. Algo delanteros en edad aunque  bastante bien ciudades.

Cogí a Juan de la mano, de la que tenía libre y le dije al oído que teníamos que hablar. Le comente mis pensamientos, había que frenar aquella situación.

-¿Es que no te gusta? Me pregunto.

-No es eso, es que el círculo se ha hecho demasiado grande. Le conteste.

Además le conté el problema que tuve con el bikini. Lo que quería en realidad era llevármelo de compras y alejarlo un poco de Diana.

La contestación de Juan me dejo un poco pensativa:

-Podemos ir al chalet de Ramón, recuerda que nos lo ofreció. Siempre podemos volver cuando queramos, no hace falta estar todo el día aquí.

Continuara (espero no tardar tanto timppo en publicar, pero es que están las piscinas abiertas, jajajaj)

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