Vacaciones en Lanzarote

Unas vacaciones que se presentaban aburridas, terminan con dos bellezas en la cama de un hotel.

Vacaciones en Lanzarote

No es difícil comenzar este relato puesto que todo lo sucedido en él fue real como la vida misma, y aún está grabado a fuego en mi memoria; mis pupilas aún pueden vislumbrar algunas de las secuencias, como si estuvieran ocurriendo de nuevo, a mi antojo, como si en una sala de cine privada estuviera, en la que en ocasiones especiales me gusta disfrutar de ella en compañía.

Y ésta es una de esas ocasiones

Todo ocurrió hace dos años, o más exactamente, dos años, un mes y doce días. Yo me encontraba de vacaciones, unas vacaciones que se presentaban tristes, aburridas y con total ausencia de lujuria, y eso que mi destino era el paradisíaco paisaje de Lanzarote. Triste y aburridas, porque iba solo, pero no quería dejar pasar la oportunidad de conocer y disfrutar de las islas que tanto deseaba conocer. Llegué a ellas un miércoles, a eso de las 12:30 del mediodía, y los dos primeros días fueron como presagiaba, aburridos y, sobre todo, solitarios, apenas sin salir del hotel pero, el tercero me dije a mí mismo que eso no podía ser. Así, a la noche me decidí a salir de fiesta, a por todas.

Me di una buena ducha, con su crema hidratante, mi perfume más caro "Egoist" (de Chanel), que por su precio tendría que se como el flautista de Hamelin, pero con las chicas, y por último mi camisa negra, muy entallada… y así salir a comérmelo todo, o lo que me dejaran, claro. Bien entrada la noche, aún no me habían dejado nada, allí estaba yo, en un pub, con el arnés enganchado a la barra, cubata tras cubata, y pensando en cuantos más resistiría mi cuerpo, cuando una preciosidad se me acercó. "No puede venir hacia mí", pensaba yo, pero sí, era directamente hacia mí donde se dirigía. No me resultó difícil comprobar que era extranjera, pero sí entenderla, así que prácticamente me limitaba a sonreír cuando ella lo hacía, o soltar una pequeña y discreta carcajada cuando me parecía oportuno; a decir verdad, en las dos horas que estuve en el pub con ella solo me quedó claro su nombre, creo… Alexia, era de París, y todo sonaba tan en bien en sus labios, con ese lenguaje tan sensual, que podía estar diciéndome la mayor de las barbaridades, que yo seguiría sonriéndole como un idiota.

Alexia tenía una hermosa melena morena, y unos ojos tan verdes que prácticamente me tenían hipnotizado. Sus labios eran gruesos, sensuales, pintados en un vivo color fucsia; su pequeño top dejaba entrever sus hermosos pechos, que estaban tan subidos, tan prietos, que estaba esperando que de un momento a otro se deshicieran de ese top que los contenía. Su vientre plano, pero nada fibroso, con un ombligo delicioso en el que un pequeño y brillante piercing adornaba lo ya adornado de por sí. Su pantalón fino de lino dejaba ver la única prenda que debajo de él había, un pequeño, casi minúsculo, tanga negro; de hecho, en aquel momento, cuando disimuladamente miraba entre sus piernas, no podía asegurar que fuera este tanga negro lo que transparentaba, y no el igualmente negro pelo de su pubis.

En un momento en el que estaba embobado contemplándola, me hizo un guiño, un gesto más sexual de lo que podría relatar, y cogiéndome mi mano me invitó a abandonar con ella el local. Por supuesto no opuse ningún tipo de oposición, de hecho, podría llevarme donde quisiese, que yo, ni preguntaría. Cogimos un taxi, y ella le indicó al conductor una dirección, más bien un nombre solamente, que yo identifiqué enseguida por ser el hotel donde me alojaba y que casualmente ella, de entre todos los hoteles de la isla , había elegido ese, el mío, para disfrutar de su estancia en la isla. Cuando llegamos a recepción me disponía a pedir la llave de mi habitación cuando ella se me adelantó pidiendo la suya, y tirando de mí antes de que yo solicitara igualmente la mía. Siendo exactamente iguales, me excitaba más la idea de pasar la noche en la habitación 416, la suya, y más cuando nada más atravesar el umbral de la puerta vi como una de las dos camas del cuarto, o más bien, sobre ella, otra chica dormía, y tan solo un tanga azul celeste vestía su cuerpo, igualmente hermoso, sensual y deseable que el de Alexia.

En un primer momento me quedé cortado, no sabía qué decir; bueno, de todas formas no creo que pudiera entenderme. Cuando miré hacia Alexia, ella miraba hacia mí, sonriente, y volvió a obsequiarme con otro guiño que puso mi piel de gallina. Cerró la puerta de la habitación, no sin antes colgar el típico cartel de "no molestar", pero que todo aquel que lo ve entiende en él, "aquí pasa algo gordo"

Antes de pensar en qué decir o qué hacer, Alexia comenzó a desnudarse. Primero se quitó su pequeño top, dejando al descubierto sus preciosos pechos, embutidos en un pequeño sostén negro; la visión de ella desnudándose ante mí, el momento, y la sola idea de lo que en esa habitación iba a ocurrir despertaba en mí un deseo incontrolable, irrefrenable. Notaba como mi polla buscaba hacerse un hueco en mi pantalón. Disimuladamente la coloqué a mi antojo, mientras seguía contemplando a Alexia, viendo como se descalzaba sus sandalias y se desataba el cordón del pantalón, dejando caer éste al suelo. Sus piernas eran hermosas, largas y muy doradas por el calor del sol; seguido, se quitó el minúsculo sostén, dejando libres sus maravillosas tetas, igual de morenas y con los mismos reflejos dorados de sus piernas. Con lentitud se tumbó en la cama y me hizo una seña para que me acercara. Antes de hacerlo mi mirada se posó en su amiga, que seguí durmiendo plácidamente; di unos pasos y me acerqué al borde de la cama.

Alexia estiró su brazo, y su mano se posó en la hebilla de mi cinturón, no sin antes palpar el enorme bulto que formaba mi polla. Soltó el cinturón y desabrocho los botones. Yo ayudé a que mis pantalones cayeran, mientras desabrochaba los botones de mi camisa. Me la quité y me tumbé a su lado en la cama, puse mi mano sobre su vientre, acariciándolo suavemente y ascendiendo hacia sus tetas. Me excitaba ver cómo se iban endureciendo sus pezones, como crecían. Acerqué mi boca a uno de ellos y pasé mi lengua por él. Ella separó sus piernas, indicándome el próximo objetivo en el que mi mano debía posarse y así lo hice. Fue deslizando mi mano por su vientre hasta llegar al borde del tanga, metí mi mano debajo de él y al tacto noté la ausencia de vello; su coño estaba completamente afeitado. Al llegar mis dedos entre sus labios comprobé lo húmeda que estaba, metí uno de mis dedos dentro de su coño, mojándolo en él , para luego llevarlo a su boca.

Ella lo chupó, lo metió entero en su boca y, finalmente, dejó que lo sacara haciéndome ver que quería más. Al meter de nuevo mi dedo en su coño comprobé que aún estaba más mojada, movía mi dedo lentamente dentro de ella follándola con él; entonces ella metió su mano dentro de mi boxer, poco me falto para correrme cuando sentí el contacto de su mano sobre mi polla. La asió con su mano, y retiró por completo la piel de mi capullo; notaba cómo la acariciaba con sus dedos, y cómo recogía con ellos las primeras gotas que de mi polla salían. Sacó su mano y me mostró el hilillo de semen que unía dos de sus dedos, y esta vez, fue ella quien los metió en mi boca, los chupé probando así el sabor de mi semen. Me puse sobre ella, le quité muy despacio el tanga y por primera vez vi su coño, precioso, completamente afeitado, con sus carnosos labios, húmedos, apetecibles, cogí sus pernas con mis manos, las elevé al tiempo que se flexionaban y se echaban hacia atrás, hasta que sus rodillas entraron en contacto con sus tetas; al hacerlo su coño se abría dejando ver su interior semirosado, muy mojado y con hilillos de flujo uniendo ambos labios. Los recogí con mi lengua, mi excitó enormemente el sabor de sus flujos, metí mi lengua dentro de él, dentro de su coño, lo más profundo que era capaz, metía y sacaba mi lengua de él, pasándola por su clítoris, duro y caliente, como si de una pequeña polla se tratara.

En esa misma posición metí mi polla dentro de su coño, sintiendo cómo sus paredes se acoplaban a ella, empecé a follarla muy lentamente, disfrutando de cada segundo que mi polla estaba dentro de ella. Gemía sin cesar, alzando cada vez más el volumen de sus gemidos, a la vez que mis movimientos era más rápidos, mas convulsivos. Ella me empujó obligándome a sacar mi polla. Siguió empujándome hasta que caí de espaldas sobre la cama.

Cogió mi polla con su mano y agachándose sobre ella se la metió en la boca, chupándomela y pasando su lengua por ella para recoger sus propios jugos; empezó a chupármela con fuerza, rápidamente, no podía dejar de mirarla, sus ojos estaban clavados en los míos, mientras mi polla entraba y salía de su boca. Entonces, en un instante que aparté la vista de ella, y la desvié hacia la otra cama, contemplé cómo la chica que antes yacía dormida en ella estaba ahora mirándome fijamente, sin desviar su mirada por pudor o vergüenza al encontrarse con la mía, tenía su mano derecha metida entre sus piernas, masturbándose y sin dejar de hacerlo mientras yo la miraba. Entonces se puso en pie, noté como Alexia dejó de chupármela en ese momento, miré hacia ella y vi como era ella quien miraba a su amiga, con una sonrisa maliciosa en sus labios. Cuando volví a girarme hacia su amiga ya la tenía prácticamente enciam, mirándome, se colocó fusto al lado de Alexia, la besó en la boca, un beso muy húmedo y seguido, cogió con su mano mi polla metiéndola en su boca mientras Alexia tocaba su culo e imagino metía sus dedos en el coño de su amiga, follándola con ellos por detrás. Su amiga me la chupaba con más fuerza, más rápido y a mi juicio, con más ansia del que anteriormente había tenido la oportunidad de disfrutar con Alexia. Entonces ella se puso sobre mí y cogiendo mi polla la metió dentro de su coño.

Veía cómo mi polla iba despareciendo dentro de su coño, que al igual que el de Alexia, estaba afeitado por completo, pero éste tenía uno tono más oscuro en sus labios. Ella no dejaba de subir y bajar sobre mí, mientras Alexia tenía una mano en su coño y otra en las tetas de su amiga, acariciándole los pezones. Apartó a su amiga de encima mío y se metió mi polla en la boca, pasando su lengua por toda ella, por mis huevos, recogiendo con ella los flujos de su amiga. Yo sentía como mi polla me palpitaba, cómo mis huevos me decían que ya no podían aguantar más. Ella se dio cuenta y se echó hacia atrás, abriendo su boca e indicándome lo que quería. Yo me puse en pie sobre la cama, y cogiendo mi polla comencé a masturbarme, meneándomela sobre su cara. Su amiga estaba a su lado, sin dejar de contemplar la escena, e igualmente masturbándose a la vez que yo lo hacía.

En ese momento sentí cómo una corriente recorría mi polla. Alexia sacó su lengua y en el momento en que iba a posar mi capullo sobre ella, mi primer chorro de semen que no pude contener salio disparado yendo a caer directamente sobre uno de sus ojos y arroyándole por la mejilla. Ya sobre su lengua solté el resto de mi leche. Ella dejaba su boca abierta y yo veía cómo se iba llenando con mi semen. Entonces su amiga cogió de nuevo mi polla y se la metió en su boca chupando las últimas gotas de semen que salín de ella. Mis piernas temblaban sin que yo pudiera evitarlo y me dejé caer sentado sobre la cama.

Alexia me miraba con un ojo guiñado del que aún le arroyaba el semén hasta la mejilla. Tenía aún toda mi leche en la boca y sacaba su lengua; cuando mi leche iba a caer de su lengua sobre su mentón, sorbía para evitarlo. Su amiga se acercó a ella y con su lengua recogió el semen que caía por su mejilla y casi llegaba a gotear por su mentón. Alexia le enseñó la boca y ella metió su lengua dentro en un beso muy húmedo. Cuando pararon y se giraron hacia mí, su dos bocas brillaban. En sus labios, en sus mentones, estaba ahora parte de mi leche, pues el resto de él era su amiga quien ahora lo tenía dentro de su boca. Hizo como antes hiciera Alexia, me lo enseñó, pero luego, cerrando su boca, se lo tragó y abriéndola de nuevo, me mostró como ni una sola gota de mi leche quedaba dentro de ella.

Los tres nos tumbamos abrazados, y a la mañana siguiente fue la chica del servicio de limpieza quien me sorprendió, completamente desnudo sobre la cama. El ruido de la lave me despertó sin tiempo a cubrirme; la chica ruborizada pidió disculpas al tiempo que salía de la habitación. Miré a mi alrededor y no había rastro de Alexia y su amiga, de la que nunca llegué a saber su nombre.

Me vestí y salí de la habitación, no sin antes girarme y echar un último vistazo intentando recordar cada detalle de esa habitación, y de lo que esa noche había vivido en ella. Jamás volví a vivir una experiencia parecida, y jamás podré olvidar esa noche en Lanzarote