Vacaciones en la sierra (12)
Entonces llegó el turno de Alicia. Mi cuerpo, el del vecino y el de mi hermana puestos al servicio de mi adorada Alicia. ¿Hasta dónde podremos llegar?
Durante la comida, interrumpida por una llamada de teléfono de mis padres para recordarnos lo que podíamos hacer para la comida pues ellos en ese momento estaban comiendo en un pueblo cercano con unos amigos, estuvimos charlando de lo bien que iba el verano. Poco a poco la conversación fue derivando hacia el estado en el que había quedado mi hermana tras los polvos que le habíamos echado.
Joder, estaba que me faltaba el aire, un poco más y me da algo -comentó.
Si es que con estos dos, para qué quiere una más -dijo Alicia, dirigiendo su preciosa sonrisa hacia Manu y hacia mí. Y según soltó el comentario noté un pie descalzo que tanteaba mi paquete desnudo por debajo de la mesa-. A ver si para después de comer os recuperáis un poco...
Valiente par de viciosas -soltó Manu riendo-. Ya llevamos dos descargas y tan sólo son las dos y media de la tarde. Estas al final del día nos matan.
Los cuatro reímos y contemplamos la posibilidad de echar un tercer megapolvo antes de que volviesen nuestros padres. Alicia monopolizó entonces la conversación pidiéndonos un favor. Manu y yo nos miramos pensando nuevamente en lo que se le podía estar pasando por la cabeza.
- Eh, un momento -protesté yo presuponiendo sus intenciones-. Somos nosotros los que ponemos las condiciones. Recuerda que cuando éste y yo -dije señalando a Manu- nos la pelamos el uno al otro, puse como condición que vosotras tendríais que hacer algo a cambio, y aún no tenemos claro lo que os pediremos...
Alicia se acercó hacia mí y me calló con un beso muy dulce.
- Y sabes que haremos lo que nos pidáis, por raro que parezca -dijo dirigiendo su mirada primero a mí y después a mi hermana, que asintió con la cabeza-. Lo que nos pidáis, cualquier cosa por vosotros dos. Créeme que no hay nada que propongáis que no cumpliremos. El favor que os pido ahora es sólamente que después de comer, y si a Laura no le importa, os dediquéis sólo a mí, los dos, y Laura también si quiere. Lo único que quiero es que me dejéis como ella esta mañana. Quiero emborracharme de sexo, que me llevéis al límite por decirlo de algún modo. Que me hagáis correrme de una forma brutal. No es que no haya disfrutado hasta ahora como pocas mujeres, pero quiero que, cuando os pida que paréis porque crea que no voy a aguantar más, sigáis, no paréis hasta que casi me desmaye.
Según decía estas palabras, Alicia me acariciaba el pecho, y alargaba el brazo para hacer lo mismo con su hermano.
- Sé que todavía os queda un buen rato para estar como estábais hace un par de horas, pero con vuestras bocas, vuestras manos y con cualquier parte de vuestro cuerpo me podéis dar mucho placer -continuó.
Mi mirada buscaba los ojos de mi hermana, los de Manu y acababa en la de Alicia. Sólo sus palabras, apenas susurros, no hacían sino excitarme, y notaba la excitación de los demás cómo iba en aumento ante la proposición de la vecina. A continuación todo fue silencio. Me levanté, ondenado la polla morcillona que me había provocado con sus palabras. Manu hizo lo propio, les pedimos a las chicas que fuesen al dormitorio de mis padres y recogimos la mesa. No habían pasado ni dos minutos cuando los dos nos dirigimos hacia la habitación. Alicia estaba tumbada sobre la cama de matrimonio, con las piernas abiertas, mientras mi hermana, medio incorporada, le iba acariciando con ambas manos los tobillos, subiendo hacia las pantorrillas, y hacia los muslos con cuidado de tan siquiera rozar el pubis imberbe de la vecina. Manu y yo nos colocamos a ambos lados de Alicia, que ante las caricias de mi hermana emitía pequeñísimos gemidos que entrecortaban su respiración. Las manos de su hermano comenzaron a recorrer su cuello y hombros, mientras que yo me incliné para besarla, lentamente, sin prisas. Me separé de sus labios para centrar mis caricias en su abdomen, también con el debido cuidado de no rozarle los pechos, si queríamos prolongar el placer, teníamos que tener cuidado en dejar para más adelante las atenciones a sus zonas erógenas, que curiosamente en ese momento se extendían por toda su piel, por sus tobillos, sus pantorrillas, sus piernas, la parte posterior de los muslos, la corva de las rodillas, su abdomen, los alrededores de su ombligo, la zona lumbar, la parte alta de su pecho, sus hombros, sus axilas, sus brazos, el interior de sus codos, las palmas de las manos, los dedos, el pelo, las mejillas, los párpados, la barbilla, su boca... no dejamos un centímetro de su piel por acariciar, deleitándonos en cada rincón, suavemente, con delicadeza. La respiración de Alicia iba respondiendo a cada nueva atención en cada pliegue de su piel, morena y extremadamente suave. Tenía los ojos cerrados, y en su cara se leía una expresión de placer, de encontrarse muy agusto entre las manos de los otros tres, haciéndose más evidente cuando nos acercábamos demasiado a sus preciosos pechos y hacia su sexo que comenzaba a brillar en delicadas perlas debido a la excitación que la embargaba.
Con mucha delicadeza, mi hermana la fue dando la vuelta muy lentamente. Con Alicia tumbada boca abajo, las manos de Laura comenzaron a recorrer sus piernas, comenzando por los dedos de los pies, pasando a acariciar las plantas, despacio, sin prisas por seguir hacia más arriba con las yemas de los dedos. Sus manos recorrían entonces las pantorrillas, subían hasta detenerse en las corvas de las rodillas, y en perfecta sincronía sus dos manos iban ascenciendo hasta sus nalgas, para volver a bajar. Las manos de Manu se movían despacio apenas rozando la piel de la parte superior de la espalda, trazando pequeños círculos que se extendían hasta los hombros, que la acariciaban el pelo, y muy dulcemente la cara, ladeada y con una expresión de felicidad y de paz insondables. Por mi parte, mis dedos jugueteaban en la zona de sus riñones, suevemente, siguiendo la sinuosa curva que ascendía hacia sus nalgas, cuya piel erizada respondía a las caricias que le brindaban mis manos. Le dirigí una mirada a mi hermana, que seguía acariciando sus piernas completamente hechizada, fascinada por el cuerpo de su amiga. Estoy seguro de que su expresión sería la misma si el cuerpo de Alicia en ese momento fuese el de cualquiera de nosotros. Me incliné hacia ella sin dejar de prestar atención al cuerpo de la vecina y me fundí en sus labios.
El beso de mi hermana era más húmedo, más pasional que el que le brindé a Alicia apenas un momento antes. Sus manos recorrían ahora la totalidad de sus piernas, comenzando por los tobillos y perdiéndose hacia adelante por la cara interior de los muslos, acercando cada vez más sus dedos al sexo de la vecina, lo que hacía sus jadeos más evidentes. Mi erección en ese momento era total, miré hacia Manu y también él daba muestras de poder continuar con el sexo lo que habíamos empezado con las manos. Pero todavía no, aún era demasiado pronto. Proseguimos acariciando la parte posterior de su cuerpo durante un buen rato más, hasta que, con Laura como maestra de la ceremonia, decidimos darle la vuelta de nuevo para dejar a la vecina totalmente expuesta a nuestros instintos. Alicia hizo un amago de dirigir una de sus manos a su sexo, del que resbalaba en pequeñas gotitas que salpicaban las sábanas un hilillo húmedo que respondía al estado de excitación que tenía en ese momento. Manu detuvo la mano de su hermana, dándole a entender que satisfacer sus necesidades era cosa nuestra. Cuando tanto el vecino como yo creímos que íbamos a seguir acariciando con tacto y sensualidad a Alicia, mi hermana nos sorprendió agarrando fuertemente a ésta por las rodillas y hundiendo su cabeza entre sus muslos rápidamente, con el ansia de que la vecina alcanzase un primer orgasmo brutal. En el mismo momento en el que Alicia notó el contacto de la lengua de Laura en su sexo, sus gemidos se convirtieron en gritos mientras que su cuerpo comenzaba a convulsionarse y a botar encima de la cama. Manu y yo tuvimos que sujetarla, asiéndola por los brazos y apoyando nuestro peso sobre ella para que no saliera disparada hacia el suelo de tanto que se movía. Un chillido agudo y que debió oirse hasta en el extranjero fue el reflejo del clímax que alcanzaba Alicia mientras la lengua de mi hermana se dedicaba a recorrer su clítoris y a explorar cuanto daba de sí en su interior. Poco a poco, los movimientos y los gritos de Alicia fueron disminuyendo en volumen aunque no llegaron a desvanecerse, ya que mi hermana proseguía cn la boca pegada al sexo de la vecina. Aquél espectáculo ya me tenía a 100, así que decidí comenzar a masturbarme tranquilamente, sin prisas, sólo para poder recrearme con la visión del cuerpo desnudo de Alicia, recién corrida, con la cabeza de mi hermana hendida entre sus muslos.
El movimiento que le imprimía a mi polla con una de las manos mientras que con la otra seguía acariciando con inocencia el cuerpo de Alicia, hizo que ésta se percatase. Si no la habíamos dejado que se masturbase ella sóla, no iba a permitir lo mismo en nuestro caso, así que con ambas manos, nos asió a Manu y a mí por las pollas y comenzó a menearlas tranquilamente, algo realmente difícil debido al ritmo con que acompasaba los lametones de mi hermana en sus bajos, muchísimo más rápido. Las manos de su hermano y las mías habían abandonado ya todo el decoro con el que esquivábamos sus puntos débiles para ir avanzando hacia sus pechos, para primero amasarlos, lo que no hacía sino más evidente en las palmas de las manos la dureza que habían alcanzado los pezones de Alicia. Comenzamos a pellizcarlos con avidez, primero con cuidado y después con más fuerza, correspondiendo el beneplácito que nos ofrecía con sus gemidos, cada vez más profundos, la vecina. Sujetándolos entre el pulgar y el índice, tanto Manu como yo, los asíamos con fuerza para estirarlos hacia arriba, hasta que escapaban de entre los dedos para volver a su posición inicial, algo que si bien hacía que la propia vecina se estrmeciese, no la hacía vacilar en el ritmo con el que nos masturbaba. En un momento, mi hermana se incorporó de entre los muslos de Alicia, en una imagen que nos excitaba aún más, tenía toda la cara encharcada en los flujos de aquélla, y se inclinó hacia adelante para besar a Manu, que recogió con la lengua de cada rincón del rostro de Laura los restos de la corrida de su hermana. Le tendió una mano y el vecino ocupó el lugar que hasta hacía un instante ocupaba ella, sólo que esta vez, Manu no le brindaría a su hermana un cunnilingus. Se situó entre sus piernas y de un certero pollazo comenzó a follársela. Alicia comenzó nuevamente a gritar de placer y a botar como una loca sobre la cama. Laura, que había ocupado el lugar de Manu, aplacó sus movimientos tumbándose encima, y soltando la mano de Alicia que seguía masturbándome a duras penas, engulló mi polla hasta prácticamente la base. Con una de las manos tenía asida la nuca de mi hermana para acompasar el ritmo de la mamada que me estaba haciendo, y no sabiendo qué hacer con la otra, traté de deslizarla por detrás de la espalda de Laura, buscando su culito, pero ella misma me detuvo. Este polvo era sólo de Alicia. Así que al cabo de un rato, y pese al placer infinito que me procuraba en la polla la boca de Laura, decidí satisfacer el favor que había reclamado aquélla durante la comida. Al verme incorporarme de la cama, Manu comprendió que también quería recrearme en el cuerpo de su hermana, así que se retiró de ella. Laura la ayudó a incorporarse y fue el vecino el que quedó tendido en la cama, Alicia se subió encima de él y se clavó su miembro en el depilado coñito. Las manos de mi hermana la empujaron suevemente hacia adelante, para dejar el culito de la vecina expuesto, pero antes de que se retirase para que pudiese hacérmelo con Alicia desde atrás, agarré a Laura por la cabeza y la dirigí hacia el apetecible ano de su amiga. Por enésima vez los gritos de Alicia volvieron a inundar la habitación al sentir a la vez la polla de su hermano devorándola por dentro y la lengua de Laura recoriendo concienzudamente cada pliegue de su agujerito trasero.
Sentí la enorme tentación de elevar a mi hermana por las caderas y sin dejar que separase su boquita de la vecina, clavársela por el culo para poder seguir presendiando como espectador privilegiado el espectáculo que tenía ante mí. Pero me contuve, era el culito de Alicia el que requería de mis servicios en ese momento. La cabeza de Laura oscilaba hacia adelante y hacia atrás, introduciendo su lengua en cada acometida en el oscuro agujerito trasero de Alicia. Mi hermana había dejado claro que era el turno de la vecina, y viendo que me costaría resistirme para comerle el culito a la primera, que balanceaba las caderas con el culo en pompa en perfecta sincronía con lo que hacía su boca en el cuerpo de la otra, decidí apartarla para ser yo el que catase con la boca lo que después iba a tragarse mi empinadísima polla. Coloqué la cabeza justo detrás de Alicia, que con cada bote que pegaba por las embestidas de su hermano, pasaba una y otra vez la rajita de su culo por mi cara. Antes de sacar la lengua para proporcionarle el placer que, segundos antes, le había estado procurando mi hermana, dejé que mi cara fuese acariciada por aquél perfecto culo que subía y bajaba y aspirar profundamente el olor a sexo que emanaba, lo notaba húmedo y caliente en la nariz en cada paso, y cuando no pude esperar más, le hundí la lengua tanto como pude, y me agarré a sus muslos para hacerla permanecer dentro de la vecina tanto tiempo como pude. Empujaba más y más, notando el movimiento de la polla de Manu en su interior. En un momento dado, Alicia, que seguía gimiendo como una loca, subió más de lo normal, lo que hizo que la polla de su hermano se le saliese del coñito, y, estando yo en la posición que estaba, ésta fue a parar de lleno en mi boca. No me resultó desagradable, pero con aquél cuerpo de mujer que pedía toda la guerra del mundo, descarté experimentar cosas nuevas, tan pronto como el sexo del vecino entró en mi boca, salió de nuevo tras un leve "perdón" pronunciado por Manu entre jadeos por el polvo que le estaba echando a su hermana. Entonces decidí que había llegado el momento de utilizar la polla en beneficio de la curiosidad de Alicia. Le pedí a Manu que parase un momento, y que no se la sacase a su hermana.
Entonces coloqué la punta de la polla en el culito de la vecina. Apenas costó que el oscuro agujerito engullera el capullo. Notaba tanto la polla del vecino a través de la pared que separaba los dos orificios, como las palpitaciones, los latidos del corazón de Alicia que bombeaban sangre hasta en las diminutas venas que surcaban su esfínter. Poco a poco, fui introduciendo mi sexo en el culo de Alicia, lentamente fue desapareciendo entre sus nalgas mientras que ésta profería un lento y agónico gemido al tiempo que se le erizaba la piel de todo el cuerpo. Tras tres embestidas, Manu comenzó de nuevo con el mete saca, los dos fuimos acompasando los movimientos hasta hacer que al tiempo que la polla de uno salía, la del otro entraba en el orificio contrario. Para hacer mis acometidas más profundas, alargué los brazos y le agarré las tetas a Alicia por detrás. Mis manos retorcían sus pezones, aplastaban sus pequeños pechos. En un momento noté otras manos que se divertían en el mismo lugar, eran las de mi hermana, que medio recostada en la cama, alternaba las carcias entre las tetas de Alicia y su propio sexo. Sin dejar de masturbarse, Laura buscó los labios de la vecina, y ambas se fundieron en un beso húmedo, en el que veía perfectamente sus lenguas juguetear. Al tiempo que se separaban dejando escapar un hilillo de saliva por la comisura de sus labios, mi hermana me empujó suavemente poniendo una mano sobre mi pecho con el debido cuidado para que no dejase de metérsela a la vecina por el culo. Una vez hizo esto, lanzó una mano al aire y le atizó a la vecina en una de las nalgasuna bofetada que restalló con eco entre las paredes de la habitación.
¿Que...? ¿Te gusta cómo te follan estos dos? -le recriminó a la vecina para excitarla aún más. Si bien conmigo ya había utilizado lenguaje sucio mientras me la cepillaba, era nuevo que hiciese lo mismo con su amiga. Otra mano voló en el aire aterrizando con fuerza sobre la otra nalga.
¿Te gusta? Ahora eres nuestra putita -dijo entre dientes mi hermana arrancándole a Alicia un gemido más que hacía aumentar su desbordada excitación-. Tendrías que ver cómo mi hermano te está reventando el culo, veremos si después de esto puedes volverte a sentar hoy -¡Zas!, otra cachetada, y nuevo gemido profundo de la vecina.
Síiii -logró decir Alicia con los ojos cerrados y alzando ligeramente el cuerpo hacia arriba.
Y cuando estos dos se corran estás muy equivocada si piensas que esto va a terminar así. Cuando tu hermano se corra dentro de tu coñito será mi boca la que recoja todo su semen de dentro de tí, y no pararé hasta que te corras una vez más -le ordenaba mi hermana.
Alicia estaba ya fuera de sí, las dos pollas y la voz de mi hermanita la estaban subiendo al séptimo cielo. Sus movimientos estaban ya fuera de control, y con un tremendo grito y saltando de la cama, se salió de los dos sexos y se derrumbó sobre el cuerpo de su hermano. Su espalda subía y bajaba rápidamente por los jadeos en los que se había convertido su respiración. Diez segundos la dimos de tregua. No había recuperado el aliento cuando Manu la elevó lo justo para dejarla caer sobre su polla. En cuanto fue la mía la que volvió a rasgar su culito, sus gemidos se transformaron en lamentos largos y graves.
Aunque le faltaban ganas para gritar, sólo parecía predispuesta a ser follada una vez más por nosotros tres. Mi polla entraba y salía de su culo cada vez con mayor facilidad, parecía mantequilla que resbalaba hacia el interior de un agujerito cada vez mñas enrojecido. Laura se colocó detrás de mí y me retiró del culito de Alicia, de nuevo colocó su cabeza entre las nagas de la vecina y volvió a trabajárselo con fruición. Hice que aquélla se echase hacia adelante, casi pegada al cuerpo de Manu para que me engullese el nabo con el único orificio libre en ese momento, su boca. Tan pronto mi hermana notó que los gemidos de Alicia se transformaban en sonidos guturales, volvió a la carga.
Sí, cómete la polla de mi hermanito, ¿te gusta su sabor? Es el sabor de tu culito, pedazo de puta -soltó mi hermana al tiempo que le cruzaba de una bofetada una nalga. Con esas palabras, los sonidos que salían de algún lugar de la garganta de Alicia se hicieron más graves. Le gustaba. Sabía que iba a explotar otra vez.
Me voy a correr -anunció Manu desde debajo de su hermana.
De eso nada -soltó rápidamente Laura, y le retiró la polla del coñito de su hermana.
Nos separó a los dos y tumbó a Alicia boca arriba. Con los brazos le saparó las piernas y su cabeza se hundió entre los muslos de su amiga. Con la vecina ocupada, aproveché para colocarme de rodillas detrás de mi hermana y propinarle un lametón que fue desde su mojado sexo hasta el caliente ano que deseaba perforar. Laura no opuso resistencia y se dejó hacer mientras que no dejaba de mover la lengua en el sexo de Alicia. Antes de que decidiese metérsela a mi hermana desde atrás, fue ésta la que se tumbó, con la vecina encima haciendo un perfecto 69. A nuestra disposición quedaba el coño y el culito de Alicia, que, boca abajo sobre mi hermana, parecía no tener fuerzas para corresponder a los lametones que le dedicaba ésta en su sexo. Sin esperar más, coloqué la punta de la polla en el dilatado esfínter de Alicia, justo encima de la cara de mi hermana que le devoraba con ganas el coño. Empujé y fui acelerando el ritmo. Era increíble, no sólo estaba enculando a la vecina sino que además, la lengua de mi hermana trazaba largas pasadas que iban del sexo de aquélla hasta repasar por entero mis huevos. Por su parte, Manu se masturbaba despacio esperando su turno.
De nuevo sentí convulsiones en el cuerpo de Alicia, se estaba corriendo de nuevo. No bajé el ritmo e iba empujando cada vez más. La vecina gritaba como si la estuviesen matando. Pero sabía que no era eso lo que estaba sintiendo. La lengua de Laura y el dilatado y ardiente ano de Alicia presagiaban el final de mi contribución al deseo inicial de ésta. Comencé a correrme, empujando como no había podido hacer, llenando de leche los intestinos de la vecina, que se retorcía en ese momento de placer y de notarse inundada. Aún después de eyacular, estuve un par de minutos bombeando, ya casi sin fuerzas hasta que decidí retirarme para que Manu se corriese también el en culo de su hermana. Al salirme del cuerpo de Alicia, ví cómo Laura seguía concentrada en el cunnilingus que le estaba haciendo. Rodee a las dos y me coloqué entre las piernas de mi hermana, donde yacía la cabeza de Alicia, casi inerte, no podía más. Volvió a gritar cuando su hermano tomó mi relevo y comenzó a encularla. Mi respuesta fue besarla, alternando las caricias de mi boca de la suya al sexo de mi hermana, que, debido al estado en el que por entonces estabala vecina, no había recibido apenas atención. En unos minutos, durante los cuales noté cómo el sexo de Laura agradecía mis atenciones segregando fluidos que resbalaban de mi barbilla y se fundían en los labios de Alicia cuando la besaba, los dos hermanos, Alicia y Manu, estallaron en un orgasmo simultáneo que se saldó con mucho más semen inundando el interior de la vecina y un alarido de esta que casi nos asustó a todos. Los cuatro nos tendimos como pudimos sobre la cama.
Bien es cierto que de esa tarde hasta hoy he echado polvos gloriosos, salvajes, increíbles, en los que no he dicho no a nada, pero no recuerdo uno en el que me quedase tan relajado tras vaciar las pelotas como en esa ocasión. No hizo falta un "¿qué tal ha estado?" o cosas similares. Tras unos cuantos minutos, alguien se movió, Alicia fue repartiendo besos en silencio, volvimos a relajarnos, nos vestimos sin prisas y pasamos el resto de la tarde tirados al sol. Llegamos a comentar cómo superar la azaña y empecé a maquinar en qué se iba a materializar la deuda que todavía tenían contraida las chicas con nosotros. Al caer la tarde, poco después de que llegasen mis padres y que los vecinos se recogiesen, ya tenía la idea, que por el momento no revelé ni a mi hermana ni a los vecinos. Ya habría tiempo. Pero eso es otra historia...
¿Continuará?