Vacaciones en la sierra (09)

Con mi hermanita uno no sabe cuándo se tocará fondo en la espiral de vicio que suponían las vacaciones. Normal que uno después tenga unos sueños de lo más extraño...

El cansancio acumulado durante esa tarde hizo que la pasásemos con total tranquilidad. Después de pasar un buen rato en el bar de la urbanización, aprovechamos las últimas horas de sol bañándonos en la piscina, esta vez sin practicar ningún tipo de "juego". Cuando mi hermana y yo llegamos a nuestra casa, nuestros padres no estaban, habían dejado un postit en la puerta diciendo que se habían ido a dar un paseo. La verdad es que atardeceres como aquéllos incitaban a pasear tranquilamente sin sucumbir al tórrido sol de la tarde. Aunque sabía que Laura y yo estaríamos solitos durante un buen rato, prefería que esos momentos transcurriesen con tranquilidad, sin los sobresaltos a los que nos estábamos acostumbrando. Lo que más me apetecía era darme un baño templado para quitarme el cloro de la piel y para descansar tranquilamente, sin prisas y en silencio. Pero claro está, mi hermanita veía la oportunidad con otros ojos, y la culpa era mía, por haberla convertido en una putilla insaciable, qué le iba a hacer... Le comenté, eso sí, que lo que me apetecía en ese momento era descansar, porque estaba reventado tras haberla follado el culo con ganas. Pareció entenderlo, y la dejé en nuestra habitación cambiandose de ropa mientras yo me preparaba el baño. Sentir el contacto con el agua tibia fue como renacer, lo que unido a la abundante espuma que me cubría creaba una sensación de paz y sosiego que necesitaba. Pero sólo duró un par de minutos, los que tardó mi hermanita en aparecer por la puerta, completamente desnuda, con sus bamboleantes tetas movíendose rítmicamente al compás de los pasos que daban sus pies descalzos.

  • Perdona Javi, no quería molestarte, ¿te importa si hago un pis? Es que me estoy meando viva -dijo inocentemente.

  • Sabes que no- le dije sacando una mano del agua y dándole una cachetada en el culo.

Craso error por mi parte, cuando creía que iba a echar un pis como todo el mundo, me sorprendió metiéndose en la bañera, quedándose de pie, con las piernas a ambos lados de mi cuerpo. Y sin mediar palabra, un dorado y ardiente chorro salió a presión por su rasurado coñito que fue deshaciendo la espuma y borboteando sobre mi estómago. Laura fue echando su cuerpo lentamente hacia atrás mientras que con una mano se abría los labios para dirigir con precisión su meada, que iba subiendo por mi pecho, por mi cuello, y cuando llegó a la altura de mi cara, no se por qué motivo pero no cerré la boca, que fue llenándose del ardiente líquido. Tuve cuidado por no tragármelo, y según me llenaba la boca lo expulsaba para notarla llena otra vez. La meada de mi hermanita me cubrió la cabeza, y antes de que terminase, volvió a bajar por mi cuerpo, regándome con un chorro cada vez más débil, hasta la última gota. Yo estaba de piedra, más que por la sorpresa por comprobar que todo aquello no me daba ningún asco, todo lo contrario, me excitaba mucho, y sentía un nivel de compenetración con mi hermana que hacía de ese acto algo excitante. Laura tumbó su cuerpo contra el mío, entre pequeñas olas en las que se mezclaban el agua y su orina, y me besó, compartiendo el sabor que me había dejado en la boca su meada. Noté como mi polla se tensaba contra sus muslos, aquél nivel de depravación me ponía como una moto.

  • ¿Tú no tienes ganas de mear, hermanito?- Me dijo con descaro mientras, de un empujón, se situaba ella tumbada boca arriba en la bañera.

Sujetándome como pude con una mano apoyada en la pared y la otra en la mampara de la bañera, me puse de pie, situando los pies a ambos lados de la cintura de mi hermana, que se deshacía por sentir cómo su hermano le devolvía el "favor". Separó las piernas juntando las rodillas contra los laterales de la bañera, lo que me ofrecía una visión perfecta de su coñito abierto, con las manos aprisionó sus enormes pechos acercándoselos a la cara, una cara de putila viciosa que, con la boca abierta y la lengua asomando, pedía que la regase entera. La tremenda erección que tenía hizo que el primer chorro de pis fuese directo a la pared, así que, una vez seguro de que no iba a meterme una hostia de escándalo, dirigí una de las manos con que me apoyaba a mi polla para obligarla a ir bajando por el cuerpo de mi hermanita. Parecía que la escena discurriese a cámara lenta. La meada fue bajando por el pelo de mi hermana, y un buen rato la dirigí a su boquita, en la que no paraba de rebosar, según le llenaba la boca, ésta la escupía para que de nuevo la orina le llenase por completo. Cuando alcanzó sus enormes tetazas, noté cómo me llegaba a salpicar, en ellas me entretuve un buen rato hasta que, viendo que mi vejiga se iba vaciando poco a poco, apunté hacia su rasuradito coño. El sonido del potente chorro en aquella cavidad me ponía a mil, más aún viendo que, con la presión, Laura estaba alcanzando un orgasmo de campeonato. Sabiendo que estábamos solos, no intentó moderar sus gritos.

  • ¡¡¡Sigueeee, Javiii, sigueeeeee....!!! ¡¡¡No pares ahoraaaaaaaaaaaa...!!!

A medida que notaba que el chorro perdía presión, fuí arrodillándome para que lo notase más cerca con el fin de que no cesase de correrse como una loca. Noté por fin que quedaban segundos para que me vaciase por completo, así que, dejándome caer de golpe, se la clavé a mi hermana hasta el fondo. El último chorro de aquella meada terminó dentro del cuerpo de Laura, que moviéndose como una loca, subía y bajaba las caderas para prolongar aquél orgasmo; yo apenas me movía, era mi hermana la que desde abajo me follaba como un animal, sin dejar de gritar ni de moverse espasmódicamente, lo que hacía que el agua desbordase la bañera y dejase empapado el suelo del cuarto de baño. Yo no aguantaba más, cuando sentí que me corría, acompañé sus movimientos clavándosela hasta el fondo, apretando mi cuerpo contra el suyo para correrme en el rincón más recóndito de aquél coño sin igual. Tres potentes chorros de ardiente semen en sus entrañas le arrancaron el último orgasmo que con un aullido desgarrador que me hizo pensar que la había hecho daño de verdad. Nada más lejos de la realidad, el tiempo que mi polla fue perdiendo fuelle en su interior, lo dedicó a recuperar el aliento, respirando con la boca abierta, jadeando como un animal. El silencio volvió al cuarto de baño, y el agua dejo de moverse como si estuviese hirviendo. Sin levantarme de encima suyo, saqué mi miembro de su interior, y la abracé. De vuelta a la normalidad, aunque con el rostro rojo después de la oleada de sensaciones que acababa de experimentar, me besó tiernamente.

  • Te quiero, hermanito -susurró dulcemente,con un tono de voz que denotaba el cansancio que tenía tras aquél agitado baño.

  • Y yo a tí, Laurita -le contesté.

  • Quiero que me folles siempre, que pase lo que pase el día de mañana, sigas haciendome la mujer más feliz del mundo.

  • Sabes que haré lo imposible para que todo siga igual que ahora -le dije con sinceridad.

Volvimos a besarnos, de nuevo con una dulzura que parecía ilógica comparada con lo que acabábamos de hacer hacía unos minutos. Dedicamos un buen rato a regalarnos miradas y besos que para nada se correspondían con el ideal del amor que se profesan dos hermanos.

  • Será mejor que vayamos saliendo y que cojamos la fregona para arreglar este desastre -dije al cabo de un momento.

Antes de hacerlo, vaciamos la bañera y nos duchamos el uno al otro para limpiarnos bien. Una vez secos, vestidos y con el suelo del baño reluciente, sin signos que pudiesen delatar la anterior "batalla naval", salimos al porche con dos refrescos y estuvimos hablando de lo que nos estaba ocurriendo hasta que aparecieron nuestros padres, una hora después, de vuelta del paseo al que habían dedicado la tarde. Era genial, las experiencias que estábamos teniendo, entre nosotros, y con los vecinos, habían derivado en una situación que no tenía que ser insostenible si éramos capaces de mantener el secreto. La compenetración que sentíamos Laura y yo era tal que habíamos llegado a un extremo en el que era imposible discernir si aquéllo era una profunda admiración por el otro, puro vicio o, lo que creíamos más probable, un enamoramiento tal que no sólo podía ser satisfecho con el sexo, sino que las miradas, las palabras y los furtivos besos podían suplir -o hacer más llevaderas- en ocasiones las sesiones con las que aplacábamos nuestras más bajas pasiones. Incluso Laura llegó a proponer que, en un futuro inmediato en el que la situación fuese más insostenible, pasar los veranos en parejita con los vecinos. Porque ver a dos hermanos juntos todo el tiempo podía dar lugar a opiniones nada aconsejables si queríamos mantener esa relación, pero nada tendría de extraño ver que un verano Alicia y yo por un lado, y Laura y Manu por otro, fuesemos las parejas que una socidad como la nuestra aprobaría sin problemas. Tal era la compenetración que teníamos con los vecinos. De todo esto estuvimos hablando hasta que mi hermana, con una sonrisa bastante irónica, y por extraño que pareciese a esas alturas, me sacó los colores.

  • ¿Te gustó verme aquél día montándomelo con Alicia? -me dijo.

  • Joder que si me gustó -contesté convencido.

  • Para nada me desagrada, la verdad es que nunca me lo había planteado, pero la verdad es que me encantó. Y ella tampoco le hace ascos; ¿sabes una cosa? el otro día volvimos a hacerlo, aunque ni Manu ni tú estuviéseis de testigos.

  • Joder, hermanita de esas cosas se avisa.... -dije decepcionado.

  • ¿Así que te gustaría vernos cómo nos lo montamos solitas...?

  • ¿Tú que crees? Pero después me tendrías que dejar participar.

  • Claro, a tí y a Manu, no te olvides de él.

  • Ya, ya, a Manu también -dije.

  • Pues ahora que hablamos del tema, también me gustaría a mí verte a tí montándotelo con él -dijo Laura con una sorisa depravada.

-¿¿¿Cómooooo??? -no daba crédito a las palabras de mi hermana.

  • Pues eso, veros a los dos "en acción".

  • De eso nada -dije tajantemente.

  • Claro que luego entraríamos Alicia y yo a participar...

  • ¿Pero qué dices? A mí los tíos no me van.

  • Ya, lo mismo hace unos días no te iban tampoco cosas como dar y recibir una lluvia dorada...

  • Laura, coño, que no...

  • Hazlo por mí, porfaaaaa -dijo riendo mientras se abalanzaba sobre mí para hacerme la pelota descaradamente abrazándome.

  • Que no, que no insistas -le contesté intentando zafarme de sus brazos.

En ese momento oímos cómo unas voces sonaban por fuera de la parcela, eran nuestros padres. Nos recompusimos, volvimos a sentaros cada uno en una silla e hicimos parecer que estábamos allí fuera hablando de cosas sin importancia. Tras saludarles e inventarnos una excusa para contarles a qué habíamos dedicado la tarde, se metieron dentro de la casa, no sin antes pedirle mi madre a mi hermana que la acompañase dentro para ayuarla a poner la mesa. Laura se levantó, y al pasar por mi lado se me acercó y me dijo al oído:

  • Bueno, ya lo veremos, hermanito, ya lo veremos.

Y riendo se metió para adentro dejandome a mí en el porche preguntándome la razón por la que mi hermana se mostraba siempre tan obstinada cuando se le metía algo en la cabeza.

Tras una noche de lo más apacible en casita, fui el primero en meterme en el sobre ya que estaba realmente cansado, quedándome profundamente dormido a la primera de cambio. Pese al hecho de meterme relativamente pronto en la cama me venía a las mil maravillas para descansar del día que llevaba, fue una noche agitada en mis sueños. Unos sueños rarísimos por cierto. Unos sueños en los que aparecía mi hermana que, desnuda, me llevaba de la mano hacia la casa de los vecinos. La puerta estaba abierta, y los dos subíamos por las escaleras del chalet de Alicia y Manu hacia el dormitorio de los dos hermanos. Yo no podía despegar mis ojos del culazo de mi hermana que, insinuante, se movía de lado a lado según sus pasos subían un escalón detrás de otro. Alargaba el brazo por el que mi Laurita no me tení asido para tocárselo bien, para explorar con mis dedos su entrepierna, para sentir ese rincón caliente y húmedo, pero tan pronto como las yemas de mis dedos rozaban su piel, se paraba en medio de la escalera y me apartaba la mano. Subimos y subimos, la representación de la escalera que conducía al dormitorio parecía no tener fin, y poco que me iportaba si el panorama que tenía delante era aquél cuerpo tan conocido, desnudo, tan deseado desde hacía no mucho tiempo... por fin terminamos las escaleras y llegamos a la planta en la que se encontraba el pasillo que daba al dormitorio. Allí mi hermana se detuvo, me soltó el brazo y lo extendió en dirección a la habitación. El pasillo al que ésta daba era extrañamente largo, y la única luz que lo iluminaba era la del dormitorio del fondo. Me invitaba a que realizase ese último trayecto solo. Lo recorrí hasta el final, abrí del todo la puerta de la habitación que estaba entreabierta y allí me encontré con Alicia, desnuda sobre la cama. Me estaba esperando, y nada más verme se abalanzó sobre mí dispuesta a comerme la polla. No me había dado cuenta, pero yo también estaba desnudo, y cuando los lametones de la vecina habían conseguido que se me erizase la piel, decidí parar, separándola la boca de mi pene enhiesto. Fui a devolverle el favor para devorar aquél coñito rasurado pero Alicia me detuvo. Se dió la vuelta y a cuatro patas sobre la cama giró la cabeza para decirme que la follase el culo.

  • Ven aquí Javi. Quiero que me revientes el culo con ese pollón que tienes...

Si en la vida real poco me hacía de rogar no iba a hacer lo mismo en sueños. Me coloqué detrás de ella, apunté bien y comencé a meterle la polla por el estrecho y ardiente culo poco a poco. Era tan real... Notaba cómo iba entrando milímetro a milímetro, cómo las paredes de ese glorioso ano me oprimían la polla al máximo, cómo iba subiendo la temperatura en mi capullo según perforaba ese túnel que quemaba. Entonces, cuando sentía que su culito ofrecía al final resistencia, sacaba la polla muy despacio para volver a introducirla en sus entrañas. Los movimientos fueron creciendo en intensidad, y de vez en cuando se la sacaba del todo para ver cómo su dilatando y abierto esfínter volvía a la normalidad. Entonces proseguía de nuevo con la enculada, cada vez con menos esfuerzo, lo lubricada que estaba Alicia y la labor que propiciaba asimismo mi líquido preseminal hacía que todo fuese a las mil maravillas. Estaba disfrutando como un loco jodiendo ese maravilloso culo, los dos acompasábamos los movimientos a la perfección, incluso podría asegurar que gemíamos a la vez, Alicia a través de la nariz iba expulsando el aire a la par que yo gemía de placer.

De pronto apareció mi hermana en la escena, noté sus manos acariciarme la espalda, su boca en mi cuello, sus pechos apretados contra mi costado.

  • Fóllatela hermanito, vamos, más fuerte, dale caña a esta zorrita -me susuraba mientras le daba un sonoro cachetazo en las nalgas de la vecina.

Así lo hice, y en la habitación resonaron los sonidos de mis huevos chocando en su perineo. Se la estaba clavando hasta el fondo, lo que la volvía loca de placer como pude comprobar escuchando como aceleraba su respiración. Mi hermana se separó de mí para acercarse a la cara de la vecina, la cual no podía ver al estarla tomando desde atrás. De pronto Laura abrió un cajón de la cómoda que estaba al lado de la cama y sacó algo. Era un espejo. Lo colocó frente a la cara de Alicia para que pudiese ver la cara que tenía la vecina al recibir tamaña enculada. Pero lo que ví me dejó de piedra justo en el momento en el que empecé a correrme como un loco. La cara del espejo no era la de Alicia, ¡¡sino la de Manu!!

Me retiré y al mirar hacia abajo ví un culo en pompa del que rebosaba una buena cantidad de semen, pero lo que más me llamó la atención es que, bajo ese culo, en el sitio en el que debía estar un chochito pelado, estaba la polla tiesa del vecino. Caí de golpe sobre la otra cama y ví que la persona que se giraba sobre la cama no era Alicia, sino su hermano, que con una cara de felicidad infinita, guiaba la cabeza de mi hermana hacia su polla para que, en aquella habitación, fuésemos dos los que disfrutaban de un orgasmo. En un abrir y cerrar de ojos, borbotones de lefa rebosaban la boca de Laura, que hacía lo posible por tragarlos. Yo seguía de piedra. Los otros dos sonreían. No se cuánto duró aquéllo ni qué ocurrió después, pero un extraño cosquilleo recorría mi entepierna.

Ahora se lo que era. Nada más despertar, lo primero que ví fue un bulto que se movía encima mío. Me levanté de un golpe haciendo que el bulto cayese al suelo.

Joder, era mi hermanita, que se afanaba por despertarme haciéndome una mamada como sólo ella las sabe hacer.

  • Javi, coño, que me has tirado de la cama -dijo Laura levantándose y dirigiendo de nuevo su boca hacia mi empinada polla.

  • ¡¿Pero estás loca?! ¿Qué haces? como nos vean mamá y papá nos matan varias veces...

  • No están -dijo como si aquello fuera tan obvio que tan solo preguntarlo fuese una tontería- se han ido hace un rato al pueblo que tienen que hacer la compra y se tienen que pasar por el pueblo de al lado a no se qué cosas del banco.

  • Joder, qué susto -dije dejándome caer de nuevo sobre la cama y dejando que mi hermana prosiguiese lamiéndome la polla.

  • ¿Qué has soñado esta noche? -me preguntó mientras sustituía la mano por la boca.

Joder, cómo que qué había soñado esa noche. Vamos no me jodas, a ver si he estado toda la noche gritando y narrando el sueño como si fuese el que comenta un partido de fútbol en la radio. ¿Cómo cojones podía preguntar eso? ¿y cómo podía saber que aquél sueño había sido tan... extraño? Si preguntaba es que o bien mi hermana tiene un don sobrenatural que la permite saber los sueños de los demás o yo que se por qué.

  • Pues no me acuerdo, ¿por qué lo preguntas? -dije intentando mostrar naturalidad en la respuesta.

  • Por nada, sólo que cuando se han ido papá y mamá hace un rato y he retirado la sábana para comerte esta polla que tanto me gusta -interrumpió la naración unos segundos para llevársela de nuevo a la boca como para querer matizar sus palabras más de la cuenta-, tenías los calzoncillos... cómo decirlo, un poco... pegajosos, vamos que menudo orgasmo nocturno que has tenido. Ya ves, teniéndome aquí a mano, menudo desperdicio -dijo sonriendo justo antes de proseguir con su particular forma de despertarme.

Joder, y todavía hay gente que cree en las casualidades. Bueno, a fin de cuentas era un sueño, y aquélla forma de despertar bien merecía sorpresas de todo tipo. Laura notó que me iba a correr en breve, y la muy cabrona se detuvo cuando en seis o siete lametones más, le hubiera hecho una mascarilla de semen.

  • Bueno, venga, a desayunar que en 20 minutos vienen estos, y te quiero en plena forma.

Continuará...