Vacaciones en la sierra (07)
Si no puedes con tu enemigo, únete a él. Y cuando en esas filas enemigas mi hermana y la vecina comparten algo más que ardor guerrero, qué mejor que unir fuerzas...
Todo ocurrió a la vez. Manu giró el pomo, le empujé para dentro y cerré la puerta tras de mí, en centésimas de segundo. Y el panorama nos dejó más helados de lo que estábamos, a todos. Lo primero que vi fue la cara de Alicia, sus ojos, que pasaron de una expresión de placer a una de miedo, de vergüenza y de humillación. Mi hermana tenía hundida la cara entre las piernas de la vecina, y aún tardó unos segundos en darse la vuelta para mostrar su cara llena de los flujos de Alicia. Ella por el contrario no demostraba sentir ningún pudor por haber sido pillada in fraganti comiéndole el coño a su amiga. Se levantó, con una cara de guarra de campeonato. Sin embargo no fue su cara lo que acaparó mi atención, al retirarse dejó una visión perfecta del coñito de nuestra anhelada vecinita, que brillaba por la mezcla de sus jugos y la saliva de Laura. De pronto, cerró las piernas e intentó incorporarse roja de vergüenza.
Manu, Javi, ¿...pero qué...? -trató de decir presa del pánico y de la humillación. Mi hermana la impidió levantarse del todo y, empujándola, volvió a sentarla sobre la cama. Se acercó a nosotros, nos rodeo con la vista puesta en nuestros paquetes y esta vez sí, echó el pestillo a la puerta del dormitorio.
¿No querías una buena polla? -le espetó Laura a la vecina con una voz más que sugerente- Pues aquí tienes dos. Dicho esto, agarrándonos a Manu y a mí por el culo, nos acercó a la cama en la que Alicia, con las bragas en los tobillos parecía no reaccionar.
Manu y yo no habíamos pronunciado todavía ni una palabra, estábamos los dos alucinando. El sentimiento de humillación en la cara de Alicia iba desapareciendo, pero parecía no hacerlo el de vergüenza. Con ternura la levanté con una mano la barbilla y me agaché para besarla. El beso comenzó siendo tierno, inocente, pero fue trasformándose en algo más urgente, más salvaje, y ni corto ni perezoso aproveché la situación para coger una mano de la vecina y llevarla a mi paquete. Ésta empezó a acariciármelo, y no tardó en agarrarme la polla a través del pantalón y acariciarla, no sin poca presión a la vez que con el movimiento de su mano la descapullaba y comenzaba a masturbarme. Sin dejar que sus manos dejasen de magrearme me separé un poco para poder verla, para poder ver su cara, una cara en la que apenas quedaba un resquicio de vergüenza, para poder ver sus hermosas tetitas, en las que los oscuros pezones despuntaban erectos, para poder ver cómo ya no se esforzaba por taparse su húmedo coñito con las bragas que tenía estiradas entre los tobillos. Unos leves gemidos me sacaron del ensimismamiento en el que me encontraba; Manu no perdía el tiempo, de rodillas en el suelo le estaba comiendo el coño a mi hermana, que, totalmente desnuda, se había despatarrado al borde de la cama. Sus gemidos, unidos asimismo a la imagen de ésta retorciéndose los pezones me hizo reaccionar. Separando las manos de Alicia de mi paquete, me bajé los pantalones de un tirón, arrastrando de paso los calzoncillos y dejando libre una polla que pedía guerra a gritos. La vecina no se hizo de rogar, y agarrándola fuertemente y descubiendo el capullo de mi nabo se la metió en la boca. Comenzó a hacerme una mamada de escándalo, aprovechando el movimiento del mete - saca para masturbarme de una forma salvaje, lo que me obligó a sujetarme a su cabeza si no quería caerme al suelo. Acompasando el movimiento, tiraba de su cabeza y la volvía a empujar para que cada vez fuesen más profundas las embestidas en su boca, lo que hacía que la punta terminase golpeando la campanilla de la vecina. Tanto ímpetu poníamos que una de las veces, mi polla traspasó la campanilla y creí que iba a desaparecer por completo entre sus labios, lo que le provocó una pequeña arcada que la obligó a sacársela de la boca sin dejar de masturbarme. Con los ojos vidriosos, Alicia me sonrió a la vez que soltaba un pequeño eructo en respuesta a la arcada. La velocidad que le imprimía a sus manos estuvo a punto de hacerme correr, por lo que decidí dedicarle entonces mis carcicias mientras me recuperaba para poder aguantar más.
¿Quieres que te coma el coño, eh, Alicia? - Dije con cierto tono de autoridad apretando los dientes para que viese lo caliente que me había puesto.
Siiií... - respondió entre los jadeos que le provocaba la invitación.
Pero justo en el momento en el que se tumbaba esperando que imitase la comida de coño que Manu le dedicaba a mi hermana, aproveché para darle la vuelta, quedando tendida boca abajo mostrándome su sensacional culo. Me tendí encima, restregando mi polla entre sus nalgas, mientras pegaba mi boca a uno de sus oídos y le susurraba:
- Mi hermanita ya te ha trabajado el coñito, sería una pena que este culito no tuviese también una recompensa...
Entre gemidos Alicia se dejaba hacer, así que incorporándome un poco la agarré de las caderas y la levanté hasta dejar su ojete justo a la altura de mi boca. Separándole las nalgas con las manos, pude ver cómo los oscuros pliegues de su ano se contraían y se relajaban como si, con vida propia, pidiesen ser trabajados. Hundí mi cabeza y empecé a lamerle reiteradamente el oscuro agujerito, bajando hasta el perineo para volver a subir, una y otra vez, mientras, entre lametón y lametón, hundía más la cabeza para tratas de penetrarle el culito con la lengua. Su coñito, sin embargo, no quedaba desatendido, con una mano jugaba con su clítoris y con la otra me aferraba por debajo a sus tetas.
Mientras tanto, Manu y Laura también habían cambiado de posición. Ahora Manu estaba de pie mientras mi hermana, sentada la borde de la cama, le hacía una espectacular cubana, separando de vez en cuando sus enormes tetazas para chupársela. Sin dejar de masturbar a Alicia, separé por un momento la cabeza de su culito para encontrarme con los ojos de mi hermana, que no escondía la satisfacción de haber conseguido lo que se había propuesto. Le devolví una sonrisa como gesto de agradecimiento. Levanté a la vecina de la cama y me tumbé yo; cuando ésta se disponía a volver a mamármela, volví a cogerla por las caderas incitándola a tumbarse sobre mí para hacer un 69. La sensación de notar cómo su lengua se deslizaba a lo largo de mi polla mientras se me desplegaba el increíble panorama de sus piernas abiertas me hizo reaccionar con nuevos lametazos a lo largo de su sexo húmedo, subiendo hasta su ano y volviendo a bajar, con fruición, sintiendo el cosquilleo que me producía en la nariz los pelitos de su coño, apretando con la lengua cuanto podía. Esto le arrancaba ahogados gemidos, pues con mi pollla en la boca, la vecina emitía una especie de gutural ronroneo al compás de la mamada.
Su boca subía y bajaba, y ocasionalmente se la sacaba sin dejar de masturbarme y bajaba más la cabeza para chuparme los huevos. Justo cuando creía que la sensación no podía ser más placentera, algo me descolocó de la exictación. Ya no era una boca la que se dedicaba a comerme la polla, ahora notaba dos lenguas que con avidez me repasaban de arriba a abajo, me mordían el glande con cuidado, me lamían el escroto, succionaban mis testiculos, jugaban con el diminuto orificio que coronaba mi pene... levantando un poco las caderas de Alicia pude ver cómo mi propia hermana se disputaba con Alicia mis encantos, mientras Manu, se follaba a aquélla desde atrás. Mantuve a la vecina con la caderas en vilo un buen rato, pasando a masturbarle ambos orificios con las manos, para poder disfrutar también de la visión de las dos chicas tratando de devorarme el rabo. Entonces no pude más, incorporé a Alicia, que se bajó de la cama, quedando justamente enfrente de Laura, que aprovechó para besarla, para comerle la boca, sujetándole, eso sí, la cabeza con las manos para no separarse con el movimiento que imprimía en su coño Manu desde atrás. Con una mano, bajé la espalda de la vecina para que quedasen expuestos su maravilloso coño y su sensacional culito desde detrás. Sentí un terrible impuslo de horadarle el agujerito que acababa de comerle, pero pensé que, para empezar, mejor sentir su húmedo y caliente sexo haciéndome explotar. Apenas me costó meterla por aquélla estrecha cueva, Alicia estaba empapada, lo que me facilitaba enormemente las embestidas, que impactaban en lo más profundo de un coñito que notaba en llamas.
Allí estábamos los cuatro, las dos amigas besándose y magreándose los pechos mientras Manu y yo, frente a frente, las taladrábamos. La sensación de estar follándose a la vecina mientras teníamos una perfecta visión de la cara de cada respectiva hermana era fabulosa, y, aunque ya era innecesario en el caso de mi hermana y yo, ayudaría a que los vecinos no tuviesen ningún tipo de tabú a la hora de entablar relaciones incestuosas.
Cuando mi hermana se dió cuenta de que Manu iba a correrse, echándose hacia adelante, se sacó su polla de dentro, y en vez de acercar sus labios para que eyaculase en su boca, la dirigió hacia la cara de Alicia, que recibió varios disparos de caliente esperma. El efecto fue inmediato, se mezclaron los gemidos del vecino, con los de su hermana, que, entre convulsiones llegaba a un enorme orgasmo provocado por mis acometidas en sus entrañas y por recibir en su boca el semen de Manu. Las convulsiones que le provocó a la vez que contraía los músculos de su vagina hicieron que no me quedase nada para correrme, por lo que le saqué la polla, justo en el momento en que Laura se colocó prácticamente encima de Alicia para recibir mi interminable corrida.
Un enorme calambre recorrió mi espina dorsal mientras chorros de esperma salían en dirección a la boca de mi hermana; la leche se le derramaba por la barbilla y se perdía entre los muslos de la vecina, que aún con las rodillas estiradas, había apoyado las manos en el suelo para no caer bajo el peso de mi hermana. Ésta, tras limpiarme las últimas gotas de semen con la lengua, la deslizó hacia el culito de Alicia, que había recibido un buen chorro de esperma, hasta dejarla limpia y tiritando por los estertores del orgasmo que acababa de tener. Tan pronto como todo terminó, acabamos tumbados en las camas, exhaustos, y tardamos un buen rato en vestirnos y despedirnos hasta el día siguiente.
Continuará...