Vacaciones en la sierra (02)

Conociendo a los vecinos...

Tras dos fines de semana sin ir a la sierra por los exámenes, por fin nos fuimos mis padres, mi hermana y yo al chalet para pasar el verano. Cuando llegamos, un viernes a última hora de la tarde, nuestros amigos ya llevaban allí una semana, tiempo que habíamos tardado nosotros en arreglar el papeleo que suponía mi primer año de instituto.

Tras sacar unas cuantas cosas de la maleta, mi hermana y yo nos pasamos antes de cenar por casa de Alicia y Manuel, para ver qué tal estaban y para quedar para el día siguiente. Tras un buen rato contando cómo nos iba todo y mil cosas más, nos dijeron que volviésemos a su casa la mañana siguiente, que ya tenían preparada la piscina mientras que la nuestra aún no estaba lista, pues había que tratar el agua para poder bañarse, lo que iba a tardar al menos un par de días. Aceptamos de buena gana y poco después de cenar, ya en nuestra casa, nos fuimos a dormir.

El día siguiente amaneció radiante. A las 11 de la mañana el sol apretaba bastante, y mi hermana y yo nos fuimos para casa de los vecinos. A esa hora sus padres estaban haciendo la compra en el pueblo, y nos encontramos sentada en el porche leyendo un libro a Alicia, esperando a que llegásemos. En seguida se puso a hablar con mi hermana y me dijo que subiese, que su hermano acababa de levantarse y estaba haciendo su cama. Mientras subía oí vaciarse una cisterna y a Manuel saliendo del baño con una carpeta.

  • ¡Qué pasa Manu! ¿Se nos han pegado las sábanas? -le dije.

  • Ya ves -contestó.

  • Joer, ¿hasta en el tigre aprovechas para estudiar? -dije, tras una carcajada.

  • Sí, sí, estudiar... -contestó. Acto seguido se asomó al rellano de la escalera- ¿Dónde están tu hermana y la mía?

  • En el porche, ¿por?

  • Ven, mira -y se dirigió a toda velocidad a su dormitorio. Abrió la carpeta y sacó una revista porno. En la portada aparecían dos rubias de infarto con unas tetas enormes mal disimuladas tras los bikinis más pequeños que creía recordar.

  • Veo que no soy el único que dedica a las pajas mañaneras. Me la tienes que pasar -comencé a echarle un vistazo a la revista, deteniéndome en una sección en la que las rubias de la portada eran taladradas por un cabrón con suerte.

En ese momento oímos a nuestras respectivas hermanas subir las escaleras en dirección al dormitorio. Manu la guardó lo más rápido que pudo y la escondió bajo su cama. Al segundo aparecieron las chicas.

  • Hale, fuera, que vamos a cambiarnos.

Manu y yo bajamos a la piscina, extendimos las toallas en el césped al borde la del agua y empezamos a comentar las escenas de la revista. Los coñitos depilados de las rubias centraron nuestra conversación. Al cabo de un rato, Manu me preguntó:

  • ¿Tú has visto alguna vez un coño? Me refiero a uno de verdad, no los de las revistas.

La verdad es que no había visto ninguno, y resignándome, se lo hice saber. Supuse que como yo con 16 años no había visto ninguno, él con 12 tampoco lo había hecho.

  • Yo se lo he visto a mi hermana -contestó. Casi todos los días, se cambia en la habitación, y supondrá que como somos hermanos, no hay nada malo en ello.

El comentario me dejó helado. ¡Joder con Manu! Contemplar el moreno coñito de Alicia tan sólo una vez podría saciar mis fantasías para un mes de pajas sin ninguna revista de por medio.

  • ¡Joder con la suerte que tienes! ¿Y cómo lo tiene? -pregunté, ávido por detalles del asunto.

  • Pues...tiene bastante pelo, aunque ahora en verano cuando se cambia de bañador, mojado, se le ven los bordes de la raja

  • Se llaman labios vaginales -apunté con orgullo por conocer el término.

Justo en el momento en que Manu se empeñaba en conocer más terminología sobre la fisonomía femenina, aparecieron las chicas. Tras casi un año sin ver a Alicia con tan poca ropa, comprobé que había desarrollado sus pechos un poco más, y, aunque pequeños, los deseaba, deseaba quitarla el bikini, atrapar uno de esos pechos en la boca y lamer los oscuros pezones que recordaba desde la última vez que los advertí. Llevaba un bikini amarillo, pero cuando me iba a deleitar con más detalles de su fisonomía me quedé de piedra al ver a mi hermana. Un pequeño bikini naranja apenas tapaba los lados de sus enormes tetas, que seguían desarrollándose a un ritmo escandaloso, y aún más llamativo, destacaba un pequeñísimo tanga que cubría lo justo mientras que un sutil hilo se hundía entre sus blancas nalgas, que parecían campar libres sin prenda alguna entre ellas.

-¿Qué pasa, Laura, tan caros están los bikinis que te has tenido que comprar el más pequeño? -le pregunté entre risas.

Mi hermana me dedicó una falsa sonrisa y contestó:

  • Mira que eres idiota. Me lo compré hace un mes, pero mamá no dejaba que me lo pusiese para ir a la piscina con mis amigas, pero aquí, sin babosos a la vista me deja.

Tras la aclaración, sorprendido por el hecho de que mi hermana no me hubiese mandado a la mierda sin tantas explicaciones, Manu y yo empezamos a hablar de temas intranscendentes para desviar la conversación que quedó interrumpida por la llegada de las chicas. Esta vez fueron ellas las que primero se zambulleron en la piscina. A una distancia prudencial del agua, volví a preguntarle a Manu por la desnudez de su hermana.

  • Como te decía, lo hace casi todos los días. No le da corte cambiarse delante mío. Incluso creo que me da más corte a mí estar allí -dijo Manu, sin quitarle ojo a mi hermana- ¿Tú a la tuya la has visto alguna vez?

  • No, y... no creo que le importase ¿no?, a fin de cuentas somos hermanos, como dices tú y también compartimos habitación. Si aún no la he visto es porque yo siempre me cambio en el baño, aprovechando las pajas que caen a diario. Ahora que lo pienso, ¿te la has pelado alguna vez pensando en tu hermana?

  • ¡Qué dices! -dijo Manu, sonrojándose ligeramente por la perversidad de la pregunta.

  • ¡Venga, coño Manu, que hay confianza!

Dudó un momento, separó la vista de mi hermana para fijarse en la suya. Tras un momento, dijo lacónicamente:

  • Bueno, sí, alguna vez.

Fingiendo total naturalidad, le dije:

  • Yo también me he masturbado alguna vez pensando en la mía -Manu me miró sorprendido con la alegría reflejada en el rostro quizá por encontrar a alguien que compartía lo que consideraba una perversión- A fin de cuentas, mira qué cuerpo tiene, hace un par de años era aún una niña y ahora podría aparecer perfectamente en la revista que me has enseñado...

  • ¡Ya te digo! -respondió, con una sonrisa cómplice en los labios.

  • Pero si te digo la verdad, y después de lo que me has contado, quien va a ser el centro de mis pensamientos la próxima vez que me la pele va a ser tu hermana Alicia -dije, mirándola en la piscina con su bikini amarillo ceñido a la piel.

Tras un rato contemplándolas, y asegurándonos de que ninguno de los dos iba a dar el cante, nos metimos en el agua con ellas.

Continuará...