Vacaciones en la playa IV (último)

Una vez que llegamos al camping, nos duchamos, cenamos en el pequeño restaurante, nos tomamos un par de copas mientras disfrutamos de la música en directo de un grupo local, decidimos volver a nuestro bungalow a tomarnos una última copa para planificar el día siguiente e irnos a dormir.

Continuación del relato “Vacaciones en la playa III”. Lo sucedido es completamente real, salvo los nombres que son ficticios.

Una vez que llegamos al camping, nos duchamos, cenamos en el pequeño restaurante, nos tomamos un par de copas mientras disfrutamos de la música en directo de un grupo local, decidimos volver a nuestro bungalow a tomarnos una última copa para planificar el día siguiente e irnos a dormir.

Habían sido probablemente los dos días más intensos, excitantes y morbosos de nuestra relación y diría que de nuestras vidas.

Cuando por fin nos sentamos en la mini-terraza del bungalow con nuestras respectivas copas, nos quedamos mirándonos el uno al otro mientras brindábamos.

-        Vamos a locura por día – me dijo Marta

-        Así es... – afirmé quedándome pensativo

-        ¿te pasa algo?

-        No, aún estoy pensando en el pollón que te has comido esta tarde jajajaja

Marta empezó a reír a carcajadas mientras

-         ¡Pero qué hijo de puta eres! Pues sí y lo he disfrutado. Además, el chaval tenía unos deditos muy juguetones.

-        Me alegro de que hayas disfrutado.

Yo también había disfrutado, primero exhibiéndonos en la playa y luego follando con Marta en mitad de ningún sitio, a la vista de cualquiera que pudiera pasar, mientras un chico que acabábamos de conocer le tocaba el coño a ella mientras se pajeaba y posteriormente viendo como mi mujer nos comía la polla a ambos.

-        Te he dicho muchas veces de hacer tríos y cosas de esas y siempre me tomas por loco. De hecho, das por hecho que yo preferiría hacerlo con una chica antes que con un chico y mira…

-        Aún no hemos hecho un trio, pero bueno casi jajaja – puntualizó ella – Aunque te digo que prefiero que las cosas fluyan, si me preguntas ahora si quiero hacer un trío probablemente te diría que no, me parece muy frío. Otra cosa es que empecemos jugando y acabemos con la manta liada a la cabeza, eso nunca te lo he negado.

Y era totalmente cierto. En cualquier caso, además de disfrutar de estas vacaciones, yo estaba aprendiendo que mi mujer era igual de caliente y golfilla que yo, cosa que había tenido la oportunidad de comprobar en otras ocasiones, pero ahora estaba confirmando, aunque no lo verbalizara o lo expresara de otra manera.

-        Bueno, ¿qué plan hay para mañana? – me preguntó ella esperando alguna ocurrencia de las mías.

-        Pues… no lo he pensado. Podemos ver qué tiempo hace y elegir alguna playa que nos guste.

Miramos el tiempo del día siguiente y parecía que iba a hacer buen sol y temperatura agradable, por lo que elegimos una de las playas más conocidas de la zona.

Al día siguiente todo transcurrió con bastante normalidad. Pasamos todo el día en una bonita playa de dimensiones espectaculares y con mucha más afluencia de gente que en los dos días anteriores, así que, quitando las vistas de Marta en topless, que no es poco, no hubo muchas más cosas reseñables. Efectivamente, fuimos dejando que las cosas fluyeran.

Exactamente lo mismo al cuarto día. Al haber menos sol y algo de nubes, volvimos a la playa en la que estuvimos la primera tarde. Pasamos toda la mañana recordando la anécdota con los pescadores. Le comenté a Marta un par de veces en todo de broma que no me importaba que fuese a enseñarle el coño a algún pescador que hubiera en la orilla, pero obviamente, ese día también había bastante gente y no se daban las condiciones. Aunque tengo que decir que en toda esta zona prácticamente en cualquier playa sea o no nudista, puedes encontrar a personas desnudas sin ningún tipo de problema ni asombro por parte de los demás bañistas.

Volvimos al bungalow para almorzar. Marta preparaba la comida mientras yo me bebía una cerveza en el patio trasero. Se ve que la joven pareja que teníamos por vecinos tenía el mismo plan que nosotros ya que también se estaban preparando para comer. Saludé a ambos con tono cordial y ellos me devolvieron el saludo, ambos con una sonrisa. Se veían muy majos y parecían haber olvidado nuestro episodio exhibicionista del primer día. Iban vestidos con ropa de playa, él sin camiseta y con bañador y ella en bikini y con un pareo a modo de falda.

Me acabé la cerveza, entré en el bungalow y le comenté a Marta que íbamos a compartir mantel con nuestros vecinos, cosa que le pareció muy bien. Me acerqué a ella por detrás y la abracé por su cintura aprovechando que estaba terminando de hacer su magnífica tortilla de patatas.

-        Vamos a tener que jugar un poco que si no te me vas a aburrir – le dije al oído acercándome por detrás.

-        Mmm vamos a comer primero, ¿no? – me respondió ella. La forma y el tono en el que me lo dijo me hizo entender que aceptaba mi propuesta.

-        Voy a ir aligerando algunas cosas…

Mientras se lo decía, llevé mi mano izquierda a sus tetas por encima de su camiseta y metí la derecha por su espalda. Me encanta el tacto de sus tetas redondas por encima de la ropa con el bikini puesto, ya que se sujetan lo justo, dejando que la gravedad haga su parte, otorgando la falta de rigidez de la tela del bikini, un toque especial. Con mi mano derecha tiré del cordón que lo anudaba a su espalda, saqué la mano, la llevé a su cuello, repetí el mismo gesto deshaciendo el único nudo que le quedaba. Bajé la mano que tenía en sus tetas unos centímetros por debajo del ombligo, buscando el límite de su amplia camiseta, metí la mano por dentro y la llevé hacia arriba, agarré el sujetador del bikini y tiré de él retirándolo por debajo. Podría haberlo hecho por arriba perfectamente ya que llevaba una camiseta bastante holgada que yo mismo le regalé, de las que dejan un hombro al aire y son lo suficientemente “airosas” como para tirar de ellas hacia adelante y dejar un escote muy pronunciado o directamente enseñar las tetas como te descuides. De hecho, la usaba para la playa porque me decía que le hacía demasiado escote como para ir con ella por la calle.

-        Raúl, para. Nos vamos a quemar, ¿no te puedes esperar media hora a que comamos? – me dijo con tono algo más serio.

-        No te preocupes cariño, sólo era para que estuvieras cómoda… por cierto, tú quieres comer, pero creo que tus pezones quieren ser comidos - le dije riéndome y comprobando que empezaban a responder a mis juegos.

-        Hombre si empiezas así, ¿qué quieres? Además, con el ritmo que hemos llevado los dos primeros días… y ayer no follamos ni nada, pues necesito desfogar.

Me sorprendieron gratamente sus palabras. Normalmente tenemos un ritmo sexual bastante aceptable, de dos o tres polvos semanales, pero casi nunca en días seguidos. Solemos dosificarlos durante toda la semana, pero era evidente que la situación y el contexto de la playa, el calor, la poca ropa…hacía que ambos estuviéramos mucho más cachondos.

Tras dejar a Marta sin nada debajo de su camiseta, coloqué lo necesario para comer en la mesa de plástico de nuestro pequeño patio exterior. Ya había hecho mi parte, que no era otra que encender la mecha de nuevo. Ella salió con la comida y nos pusimos a almorzar frente a nuestros vecinos lo cuales ya casi habían acabado. Marta los saludó también y ellos, de nuevo, le devolvieron el saludo amablemente.

-        Cariño, deja de tirarte de los hombros que te vas a romper la camiseta – le dije con cierta maldad.

-        Es que se me cae la tela de los hombros y medio camping me va a ver las tetas, cabrón.

Tenía razón. Y yo lo había hecho a cosa hecha. Cada vez que se echaba hacia adelante para comer, se le caía una de las tiras de la camiseta que la sujetaba por sus hombros, se le abombaba el escote y dejaba gran parte de sus tetas a la vista. Estábamos de lado a nuestros vecinos y probablemente ellos sólo la vieran subiéndose una y otra vez la camiseta, aunque estoy seguro de que el chico se habría fijado en que justo por debajo de la axila, se le veía casi media teta a mi mujer cada vez que levantaba su brazo. Tengo que decir que me encantaba esa camiseta…y me la conocía muy bien. Yo desde mi posición le podía ver perfectamente un pezón a Marta cada vez que se acercaba a la mesa ya que el escote se abría y, al caerse la tiranta, asomaba su aureola rosada.

Habíamos terminado de comer y estábamos tomándonos un café soluble, que no es el mejor del mundo, pero te da para salir del paso en este tipo de sitios, cuando oímos el ruido de un motor acercarse.

Todos los bungalows tenían un pequeño techado en el lado derecho pensado para aparcar los vehículos de los visitantes.

Efectivamente, justo a mi espalda apareció la parte trasera de un vehículo dando marcha atrás, casi encajándose en el pequeño espacio que había habilitado para aparcar. Teníamos nuevos vecinos y nuevas oportunidades para dejar volar nuestra exhibicionista imaginación.

Se bajó del coche una pareja algo mayor que nosotros. Diría que de entre 40 y 45 años, aunque ella parecía algo más joven que él. Marta los saludo y yo tuve que girarme para hacer lo mismo, no tuve oportunidad de verlos demasiado bien ya que hubiera sido muy descarado. Pero por lo que pude ver ella era algo más bajita que Marta, morena con el pelo largo y estaba algo rellenita, aunque tampoco en exceso. Llevaba un vestido holgado y parecía muy guapa de cara. Él por su parte parecía de mi estatura, alrededor de 1,75 más o menos, con el pelo canoso y complexión normal.

Oía como sacaban las cosas del maletero del coche mientras miraba a Marta. Estaba sentada con la espalda totalmente apoyada en el respaldo de la silla y tenía los pies subidos en el asiento con las rodillas flexionadas mientras se revisaba la pintura de uñas de los dedos de los pies. Suele sentarse en esa postura, incluso en el sofá de casa, de hecho, en esa misma postura le había estado enseñando el coñito a nuestro vecino de enfrente durante la primera tarde. Sólo que ahora no llevaba un vestido, si no unos shorts gris claros elásticos, parecidos a unas mayas deportivas.

-        Me encanta verte en esa postura con el coño marcado en el pantalón.

-        Joder Raúl, mira que eres burro. Baja la voz que te van a oír – me dijo mientras señalaba con la mirada a la pareja que acababa de llegar.

Me llamó burro, pero al mismo tiempo se tiró del pantalón, aprisionando aún más si cabe el coño entre la tela del pantalón y la braga del bikini. Se le salía la sonrisa picarona.

-        Mira que cosita más rica tiene aquí tu mujer – me dijo pasando sus dedos por sus ingles y repasando el contorno de su coño marcado en el pantalón.

-        ¿están mirando? – le pregunté haciendo referencia a nuestros nuevos vecinos.

-        De vez en cuando miran, pero están sacando sus cosas del coche

-        Y ¿por qué no te quitas la parte de abajo del bikini? – le propuse – ya que se marca, que se te marque todo.

Me lanzó una mirada entre lasciva y “que harta me tienes”. Resopló. Se levantó y se metió en el bungalow. Yo me quedé riéndome. Sus tetas se movían con total libertad dentro de la camiseta y se apreciaban perfectamente por la apertura lateral de la misma, a cada paso luchaban por salirse de la camiseta mientras esta luchaba por retenerlas. Tardó menos de 1 minuto. Volvió a salir del bungalow. Mi propuesta había dado sus frutos. Y bien que los había dado. Ahora su rajita se marcaba perfectamente, la costura de los shorts la acentuaba aún más si cabe y separaba de forma simétrica su coño en dos, dejando cada uno de sus labios mayores a un lado. Juraría que se los había subido aún más, puesto que no sólo se le marcaba el coño, sino también las ingles, dibujando la silueta completa de toda la zona de la vagina y dejando muy poco a la imaginación.

-        ¿Así? ¿te gusta? – me dijo sentándose de nuevo en la silla en la misma posición que antes.

-        Madre mía cariño, me estoy empalmando.

-        ¿sabes qué? Parece que nuestro vecino también se ha percatado – comentó en voz baja, mientras volvía a prestar atención a las uñas de sus pies.

De repente oí que nos llamaban.

-        Disculpad, ¿os puedo hacer una pregunta? – parecía nuestro nuevo vecino

-        Sí claro – comenté mientras me levantaba me acercaba un poco a él

En ese momento, vi como su chica se alejaba camino de la recepción del camping y observé que estaba más buena de lo que parecía. Tenía unas caderas anchas que le hacían un culo grande, llevaba un vestido ligero el cual se movía a cada paso que daba y sus nalgas subían y bajaban en cada zancada.

Di un par de pasos y me acerqué a su marido.

-        ¿Qué tal? Soy Raúl – dije presentándome, aunque sin extender mi mano debido al covid. Ahora no sabe uno cómo saludar a las personas...

-        Pues muy bien. Yo soy Juan – dijo nuestro nuevo vecino – no sabemos muy bien cómo funciona esto, es la primera vez que venimos a un camping y reservamos un bungalow, ¿el aparcamiento hay que pagarlo aparte?

Tenía acento del norte, diría que eran asturianos y parecían algo despistados. Aunque claramente se había dado cuenta del “regalo” de bienvenida de Marta.

-        No, va incluido en el precio total de la reserva. Al menos nosotros lo hemos pagado todo junto – le expliqué

-        Ok, y ¿se pueden usar todas las instalaciones del camping del mismo modo? – volvió a preguntar mientras me miraba y luego miraba por detrás de mí.

-        Pues…la verdad es que no te sabría decir. Hay piscina, que creo que va en el precio también y un restaurante, pero no hemos usado nada más.

-        Muchas gracias y, por último, ¿el tema playas?

-        Pues hay de todo, nosotros hemos estado en 3 o 4 estos días, hay una justo a 5 minutos en coche desde aquí que está muy bien, aunque si te mueves algo más, tienes muchísimas opciones.

-        Muy bien, pues te lo agradezco. Nos veremos por aquí. – me comentó mientras insistía con su mirada detrás de mí.

-        De nada, lo que os haga falta – dije despidiéndome

Me di la vuelta y vi el espectáculo que había estado ocurriendo a mi espalda. Marta había bajado su pierna izquierda de tal forma que había dejado una visión despejada de una de sus tetas, la cual estaba casi totalmente fuera de la camiseta, asomando ligeramente su aureola y marcando su pezón a través de la tela. Y por supuesto, la raja de su coño seguía marcándose en el pantalón.

-        ¿bien? -  me preguntó ella sonriendo

-        Pues parece que sí

-        Le has aclarado las dudas al vecino, ¿no? – me volvió a preguntar.

-        Yo le he aclarado las dudas y tú le has aclarado el panorama.

-        Y ¿qué crees que le habrá gustado más? ¿Qué le aclares las dudas o mi panorama?

-        Pues estoy prácticamente seguro que tu panorama – dije riéndome

-        Con la tontería me he puesto cachonda

Marta me miró mordiéndose el labio y llevando su mano derecha a su teta izquierda. Su dedo índice se abrió paso entre su camiseta y su piel y apartó los escasos 2 cm de tela que cubrían el pezón, dejándolo a la vista y sujetando con el resto de la mano la camiseta para no descubrir más de lo ella quería.

-        Mm interesante… ¿nuestro amigo sigue ahí? – le pregunté

Nada más volverme y ver a Marta con media teta fuera y el coñito marcado delante de Juan, hizo que se me pusiera morcillona y ahora mismo estaba empezando a empalmarme.

-        ¿qué más te da? ¿no quieres que tu nuevo amigo vea lo zorrita que es tú mujer? – hablaba en voz baja, casi susurrando.

Puso su mano izquierda en su entrepierna, seguro que podía palpar sin ningún tipo de problema cada rincón de su coño. Empezó a pasarse suavemente dos dedos por su rajita de arriba abajo mientras seguía jugando con su pezón liberado de la tela y me miraba con cara de placer.

-        Dios Marta, vas a hacer que me pajee.

-        ¿sí? Enséñame cómo lo haces – estaba dándome de mi propia medicina

Eran en torno a las 16:30 de la tarde y, aunque la pareja joven hacía rato que se había marchado y el camping no estaba precisamente abarrotado, unido a que la tarde comenzaba a nublarse bastante, probablemente había gente reposando la comida o echándose una siesta en los demás bungalows, los cuales tenían únicamente dos grandes ventanales que daban a los patios traseros, justo donde estábamos nosotros.

Miré a mi izquierda y eché una visual del resto de patios. Me aseguré de que no había nadie en ellos, aunque entre la distancia y las cortinas que proporcionaban algo de intimidad al interior de las pequeñas casetas, no podía saber si había alguien asomado dentro de algún bungalow y tampoco sabía si nuestros nuevos vecinos estaban al tanto de la situación, ya que estaba sentado dándoles la espalda. Lo último que quería es que nos echaran del camping por escándalo.

-         Un segundo, ahora vuelvo.

Me levanté y entre rápidamente en nuestro bungalow, me quité el bañador y me puse un pantalón corto de baloncesto que suelo usar en verano. Salí de nuevo, me volví a sentar en la silla y aproveché para confirmar que nuestros vecinos recién llegados no estaban fuera. Aunque se les escuchaba y su coche seguía allí aparcado, por lo que estaban dentro de su bungalow.

Marta me miró con sonrisa pícara. En ningún momento había dejado de tocarse por encima del pantalón.

-        ¿te gusta así? – le dije mientras me remangaba el pantalón por uno de mis muslos liberando mi polla

-        Ufff tú también estás caliente por lo que veo – me dijo ella

Estuvimos un rato tocándonos por encima…y por debajo de la ropa hasta que la calentura fue tal que nos metimos dentro del bungalow. Una vez allí, la cogí bruscamente por detrás, le apoyé sus manos sobre el respaldo de un pequeño sofá que estaba situado justo por delante del ventanal dejándola de pie y reclinada hacia delante, separé sus piernas, le quité los shorts y comencé a comerle el coño por detrás.

A través de la ventana veía al fondo el bungalow de la pareja joven, separé las cortinas dejando la cristalera completamente descubierta, volví a mi posición y continué con mi tarea.

-        Mmm ¿quieres que me vean cariño? – me dijo Marta entre gemidos. Le encanta que le coma el coño en esta posición.

-        ¿y tú? ¿tú quieres que te vean? Tócate las tetas por fuera de la camiseta

Cuando está muy cachonda, le gusta el rol de sumisa y recibir órdenes. Prueba de ello fue la tarde de los pescadores.

-        ¡Joder sí! Me estás poniendo el coño chorreando

-        Ven aquí – le di la vuelta, la senté de lado en el sofá y le metí la polla en la boca

No tenía certeza de que nuestros vecinos nos estuvieran viendo, pero sólo de pensarlo hacía que la situación fuera muy excitante.

Al cabo de unos minutos vi salir a la chica joven al patio con su móvil, una revista y un paquete de tabaco. Se sentó en una de las sillas de plástico, se encendió un cigarro y comenzó a ojear la revista. No tardó ni un segundo en mirar hacia adelante y percatarse de la situación. Quizás el reflejo del sol le impedía vernos con claridad, pero juraría que tenía una visión perfecta de la mamada que me estaba haciendo Marta.

-        Creo que nuestra vecina nos ha pillado – le dije a Marta.

-        Pues que disfrute y aprenda – me contestó ella

-        Igual no nos ve, puede que el sol se refleje en la ventana.

Se sacó la polla de su boca.

-        Raúl, nos está viendo claramente. Tiene la revista en la mano, la cabeza medio agachada y no deja de mirar hacia aquí.

Marta llevaba razón, la chica miraba de reojo y parecía que se había olvidado del cigarro y de su revista.

-        Te voy a follar

-        Joder sí, lo estaba deseando – me dijo Marta

-        Ponte como estabas antes – le dije

Volvió a apoyar sus brazos en el sofá, con las piernas totalmente rectas y separadas. Me coloqué detrás de ella y se la metí lentamente hasta el fondo.

Ahora tenía a Marta completamente expuesta a nuestra mirona, mientras yo la follaba muy lentamente, ella se magreaba sus tetas por encima de la camiseta dejándolas libres por momentos y emitía pequeños quejidos. Nuestra vecina no paraba de cambiar su posición en la silla, como si estuviera incómoda en su postura, pero disfrutando de las vistas. Apagó su cigarro y encendió otro inmediatamente. Yo seguía follándome lentamente a Marta.

-        ¿Crees que le gusta cómo te estoy follando?

-        Mmmm no lo sé cariño, pero me voy a correr como sigas así…

-        ¿te gustaría que la vecina te tocara el coñito mientras te follo como el chico de la playa?

-        ¡Siii!

Marta nunca me había confesado que le gustasen las mujeres, es más, todo lo contrario, siempre que yo le preguntaba si le atraían sexualmente, su respuesta era un no rotundo. Pero ya os digo que la calentura y excitación de estos días nos estaba haciendo descubrir muchas cosas de nosotros mismos que no sabíamos.

-        Raúl, me voy a correr

-        ¿sí? Te voy a follar fuerte, vas a correrte y luego te vas a sentar en el sofá y vas a dejar que la vecina vea cómo te lleno la boca de leche…

Me dio tiempo a darle un par de fuertes embestidas cuando sentí su orgasmo llegar. Me encanta que se corra mientras la estoy follando, noto como su coño se contrae con mi polla dentro de ella.

Se la sacó, se sentó en el pequeño sofá rápidamente y comenzó a hacerme una mamada brutal.

Yo comprobé que la vecina rubita estaba en su posición y continuaba mirando, cada vez con mayor descaro, ahora alzaba la mano mientras sujetaba la revista para no tener que agachar la cabeza y se cruzaba de piernas una y otra vez. Juraría que estaba deseando tocarse.

No tardé mucho en llenarla la boca de semen a Marta. Pensando en nuestra observadora, cuando estuve a punto de correrme, me agarré la polla con una mano, llevé la otra por detrás de la cabeza de Marta, ella abrió la boca y sacó su lengua como sabe que me gusta y le eché varios chorreones de semen en su boca y en sus mejillas.

Nuestra vecina se levantó rápidamente, dejando la revista sobre la mesa y se metió para en su bungalow. Si tuviera que apostar, lo habría hecho porque entró a echarle un polvazo al novio.

Casi una hora después, el día no parecía que fuera a levantar, con lo que decidimos irnos a la piscina del camping. La verdad es que no era el plan que más nos apasionaba para el penúltimo día de vacaciones, pero dado que serían las 18:00, era la mejor opción para aprovechar la tarde.

Estábamos poniéndonos los bañadores y mi mente calenturienta volvió a entrar en juego.

-        Cariño, ¿por casualidad te has traído el bañador blanco? – le pregunté a Marta

Me miró y comenzó a reírse. El bañador blanco es un bañador que se compró por internet en plena pandemia en un arrebato de aburrimiento. Verdaderamente era precioso, muy elegante y estilizado, era liso completamente y asimétrico, con un único tirante. A mí me encantaba, pero para ella tenía una pequeña pega, por ello sólo se lo había puesto una única vez. El bañador no tenía forro. Yo hasta entonces desconocía en absoluto que significaba eso, hasta que la vi con él puesto saliendo del agua. Las mujeres que me lean entenderán perfectamente de qué les hablo. En resumidas cuentas, no contaba con doble tela en su interior con lo cual su coño se marcaba y clareaba a partes iguales. Incluso estando seco, se te fijabas bien, podías apreciar su rajita.

-        ¡Cómo te conozco! – exclamó mientras rebuscaba en la maleta.

Tiró de él y lo sacó.

-        ¿De verdad quieres que me lo ponga? Sabes que no voy a meterme en la piscina, ¿verdad?

-        Jooo, venga va, póntelo y si te sientes incómoda, vuelves y te cambias. Total, estamos al lado.

Finalmente, se lo colocó. Se tapó con un pareo, cogimos las toallas y echamos a andar camino de la piscina. Estuvo todo el camino refunfuñando sobre el bañador y yo explicándole que si se lo había comprado, era para ponérselo.

Cuando llegamos, vimos que no éramos los únicos que habíamos tenido la misma idea. Había bastante afluencia de personas a pesar de que el camping no estaba del todo lleno.

Nos costó encontrar un par de tumbonas libres. Dimos con unas que no tenían sombrilla, aunque tampoco nos importó dado que, como ya he mencionado, el día estaba más bien tirando a nublado.

Había una pareja a nuestro lado. ¡Eran nuestros nuevos vecinos! Tenía dos tumbonas y una sombrilla y una pequeña mesita en la que parecían que tenían un par de copas. La piscina contaba con un bar, cosa que se agradecía.

Nos situamos en nuestras respectivas tumbonas y sin darme tiempo a tumbarnos. Los vecinos se dieron cuenta de que habíamos llegado.

-        Hola, ¿qué tal? No hace tarde de playa, ¿verdad? – comentó él

-        Hola, buenas. Eso es, parece que todos hemos pensado lo mismo. – le contesté

-        Raúl, ¿verdad?

-        Si, tu ¿Juan?

Recordaba mi nombre y yo el suyo. Y seguramente, también recordase las tetas y el coño marcado en los leggins cortos de Marta y yo el culo contoneándose de su mujer.

-        Eso es. – afirmó

-        Perdona que no te haya dado la mano antes, es que con el tema del virus no sabe uno cómo saludar. – le dije.

-        Nada, no te preocupes. Ella es Marina – dijo señalando a su mujer.

Ella estaba incorporada en la tumbona, tenía una cara y unos ojos preciosos, iba vestida con un bikini negro, tenía un par de tetas bastante apañadas y bien puestas, era algo ancha de caderas y me moría por verle el culo en bikini.

-        ¡Hola! – dijo con voz dulce.

-        Hola, yo soy Marta – saludó mi mujer - habéis llegado hoy, ¿verdad?

-        Si, eso es. – contestó Juan - Somos de Asturias y llevamos unos días de vacaciones cerca de aquí visitando la costa y vamos a pasar aquí los últimos días. Nos han comentado que hay muy buenas playas por aquí cerca, esperemos que el tiempo nos permita disfrutarlas.

-        Seguro que sí. Nosotros llevamos aquí 4 días y nos quedan un par de ellos, nos gusta mucho esta zona para veranear.

Marina se incorporó y se unió a la conversación y Marta se quitó el pareo y se tumbó en su tumbona, quedando cerca de nuestros vecinos. Yo me fijé en Juan y de vez en cuando le echaba una buena visual a Marta, dándole un repaso de arriba abajo.

Me puse de pie ya que estaba viendo que la conversación se alargaba. Y así fue. Continuamos hablando durante un buen rato, nuestros vecinos eran algo más mayores que nosotros, aunque teníamos bastantes cosas en común.

-        Bueno, creo que voy a darme un baño, parece que no, pero a pesar de no haber mucho sol, el calor aprieta. ¿Te vienes, cariño? – comenté mirando a Marta.

Ella me miró con cara de odio. Es muy de bañarse, pero el bañador blanco la hacía sentirse relativamente desnuda y aún más cuando estuviera mojado.

-        Venga te acompaño. – me dijo.

Se levantó de la tumbona. Nuestros amigos prefirieron ir a por otro combinado al bar y esperarnos en la toalla y nosotros nos dirigimos a la piscina previo paso por la ducha.

-        ¿te he dicho alguna vez que estás completamente salido? – me preguntó Marta en tono sarcástico mientras nos dirigíamos a las duchas.

-        ¿yo? Ah vale, entonces la que ha estado guarreando estos días en la playa hasta el punto de comerle la polla a un desconocido y hace dos horas estaba tocándose el coño delante de cualquiera que pasase, ¿también era yo? – continué – es más, ¿te he obligado a ponerte el bañador?

-        Jajajaja no te enfades cariño, por cierto, ¿has visto cómo Juan me miraba la entrepierna?

Sí que lo había visto. Y era evidente que yo también me había fijado. Y por eso me encantaba ese bañador. A través de la tela se podía intuir perfectamente el bulto de su coñito y su marcada rajita.

Llegamos a las duchas. Marta se duchó primero. En cuanto el agua comenzó a caer por su cuerpo, sus pezones fueron lo primero en asomar a través de la tela, el contorno de sus tetas comenzó a dibujarse en su pecho y una pequeña señal algo más oscura se dejó ver en su entrepierna. Algunos hombres de la piscina, se percataron del asunto. Por detrás, se podía aprecia cómo el agua también había sacado a relucir sus nalgas, separadas por la casi visible raja de culo. Aunque obviamente no era transparente al 100%, se clareaba mucho y precisamente eso era lo que me daba tanto juego. Ella lo sabía y se estaba recreando en la ducha.

-        ¿te gusta eh cabrón? – me dijo sonriendo mientras se enjuagaba en la ducha

-        Jajaja sabes que sí y sé que a ti también.

-        Venga se acabó el espectáculo

Salió de la ducha, se apoyó en la barandilla de la escalera de la piscina, puso su culo en pompa y bajó los 3 peldaños introduciéndose en el agua. Yo me duché también y acto seguido me metí en la piscina.

Mientras nos bañábamos, vimos a los vecinos pasar con sus combinados dirección a las tumbonas.

-        ¿nos salimos? – le comenté a mi mujer

-        No, espera. Quiero que nuestro vecino llegue a su tumbona y se siente relajadamente para que pueda verme bien de frente…

-        ¡Dios! Cariño…

Yo estaba justo detrás de Marta, en ese momento le puse una mano en su nalga y la apreté con todas mis fuerzas.

-        Jajaja es lo que quieres ¿no? Pues es lo que tendrás. - me dijo ella.

-        Pero qué puta te estás volviendo… - le susurré al oído.

Me estaba empezando a empalmar. Esperamos a que Juan y Marina llegaran a sus respectivas tumbonas, soltaran sus combinados y se acomodaran y salimos de la piscina. Primero fue Marta la que subió por las pequeñas escalerillas y yo la seguí de cerca. Ya podía ver por detrás la raja de su culo clarearse en su bañador blanco.

-        Vaya show que le vas a dar – le dije poniéndome a su lado

-        ¿a él o a ella?

-        A ellos.

Comenzamos a reírnos, mientras nos acercábamos a nuestros vecinos. El camino desde la piscina hasta donde estábamos ubicados era prácticamente diáfano, tan solo nos separaban de ellos un pequeño camino de césped no muy bien cuidado. Conforme nos estábamos acercando pude ver cómo Juan fijaba los ojos en mi mujer de manera descarada. Marta caminaba hacia ellos con los pezones marcados y su jugoso coñito perfectamente dibujado a través de la tela blanca.

Cuando llegamos Marina también se fijó en mi mujer.

-        Hija, que cuerpo tan bonito tienes. Qué envidia la edad. – dijo nuestra vecina dirigiéndose a Marta.

-        Muchas gracias, jeje. Tú tampoco es que seas muy mayor ¿eh? La verdad es que este bañador estiliza mucho, aunque me lo pongo muy poco… porque no lleva forrito y deja poco a la imaginación – estas últimas palabras se las dijo en voz baja y medio tapándose la boca.

Marina se sonrió.

-        Pues no seas tonta. Yo tengo un bikini con el que me pasa algo parecido y no tengo ningún problema en ponérmelo. Además, a Juan le encanta verme con él.

Los cuatro nos reímos porque sabíamos perfectamente de qué estaba hablando Marina, y parecía que Juan era de los míos. En parte me alegré, una cosa más que teníamos en común. Tanto Marta, con el bañador mojado y adherido a su cuerpo, como yo permanecíamos de pie y nuestros amigos estaban cada uno sentados en su tumbona con una pequeña mesa accesoria donde tenían las copas apoyadas. Yo aprovechaba para echarle un ojo de vez en cuando a las tetas de Marina que estaban pidiendo a gritos salirse del sujetador del bikini y Juan hacía lo propio con la entrepierna de Marta que la tenía a la misma altura de sus ojos y apenas tenía que hacer esfuerzo para darle un repaso cada vez que la miraba.

Yo aproveché para ir al bar a por un par de cervezas. Parecía que nuestros vecinos eran una pareja bastante agradable, así que lejos de huir de ellos, nos dispusimos a charlar relajadamente.

Cuando regresé del bar con las cervezas, nuestros amigos y Marta habían reconfigurado las tumbonas de tal forma que habían colocado una a cada lado de la pequeña mesita, Marina y Juan estaban ambos sentados en la tumbona de Juan y Marta en la mía.

Llegué y me senté, le di a Marta su botella de cerveza y en un acto instintivo, levanté la mía invitando a todos a brindar, cada uno cogió su bebida y la chocó contra el cristal de mi botella.

-        ¡Salud! – exclamé

Estuvimos casi una hora charlando sobre nuestros gustos, el trabajo, vacaciones, las parejas, etc. Juan volvió a por otras dos copas al bar y yo le acompañé a por otro par de cervezas.

En todo momento, Juan y Marina se mostraban muy cariñosos entre sí, con mucha afinidad y complicidad, me recordaban a nosotros mismos. Serían más de las 20 de la tarde y llevábamos un buen rato charlando entre los 4 y bebiendo en la piscina. Verdaderamente nos habíamos caído bien y el alcohol también ayudaba a ello.

-        ¡Oye, te he vuelto a pillar! -  le dijo Marina a Juan riéndose y dándole una pequeña cachetada en el hombro

Todos nos quedamos mirándola a ella sin saber qué estaba ocurriendo.

-        ¿a mí? ¿yo que he hecho? – replicó Juan en tono irónico

-        Tío, lo sabes perfectamente. ¡Deja de mirarle las tetas a la vecina!

Se hizo el silencio. A priori nos lo podíamos haber tomado mal, pero llevábamos 4 días jugando a ese mismo juego y, al menos a mí no me pareció mal, todo lo contrario. Marta se puso colorada, Juan se encogió de hombros sin saber qué decir y yo intenté romper el hielo.

-        Si es que vas provocando cariño. Te pones el bañador transparente. – dije dirigiéndome a Marta.

Marta me miró, en ese momento podría haberme mandado a la mierda, quizás la presencia de Marina hacía que sintiese diferente el exhibirse delante de otro hombro. Pero su respuesta fue aún más sorprendente para todos. Llevábamos 4 días muy excitados y algunas cervezas…

-        Pues nada, que hoy me he levantado exhibicionista. Y no es lo único que se transparenta… - afirmó con total desparpajo

Los 4 comenzamos a reír a carcajadas.

-        ¿ah sí? A ver… - le dije mientras llevaba mi mirada a su entrepierna

Estábamos sentados en la tumbona frente a frente a Juan y Marina. Marta soltó su cerveza en la mesita, se echó ligeramente hacia atrás, abrió las piernas y cogiendo un trozo de tela del bañador con cada mano a la altura del bajo vientre tiró hacia ambos lados.

Los ojos de Juan se iban a salir de sus órbitas y Marina se reía mientras nos llamaba salidos.

-        Mirad, ¿veis? – dijo Marta

El coño de mi mujer se transparentaba completamente a través de la tela del bañador y lo pudimos apreciar en todo su esplendor durante unos segundos. Marta soltó la tela y todo volvió a su sitio.

Juan y yo estábamos atónitos y creo que no sabíamos cómo salir de allí, hasta que se rompió la tensión.

-        Cualquiera se levanta ahora… - comentó Juan.

-        Pues es casi la hora de cenar – le contesté.

-        Podéis veniros a nuestro bungalow. Hemos traído una botella de ron, ¿compramos unas pizzas en el restaurante del camping, cenamos allí y echamos unas copas? Total, si estáis a 10 metros de vuestra cama jajajaja – nos propuso Marina.

Marta y yo nos miramos, a ambos nos pareció buena idea y aceptamos. Estábamos tomando un camino un tanto peligroso a la vez que excitante y creo que ambos queríamos andarlo. Lo mejor de todo es que nuestros vecinos, no parecían sentirse demasiado asustados. Todo lo contrario.

Las chicas se fueron al bungalow a prepararlo todo y Juan y yo fuimos al restaurante a por las pizzas. Juan aprovechó para medio disculparse por lo ocurrido y yo le quité toda la importancia diciéndole entre risas que éramos un poco exhibicionistas. La cosa quedó ahí. Recogimos la cena y nos fuimos.

Llegamos al bungalow, nos acomodamos y cenamos en el patio trasero de nuestros amigos. Al anochecer la iluminación del camping era bastante agradable. Consistía en pequeñas hileras de guirnaldas repartidas por el mismo y unas luces que delimitaban los caminos y que, a cierta hora, permanecían apagadas y se encendían al pasar.

Digo esto porque la tranquilidad del lugar, la iluminación y el ambiente cálido, invitaban a disfrutar de las noches.

Tal y como nos habían prometido, Juan recogió los restos de la comida y Marina apareció con 4 copas, una bolsa de hielo, unos refrescos y una botella de ron. Aunque las pizzas nos habían venido muy bien, ya habíamos bebido en la piscina, aunque sin llegar a emborracharnos, pero sí andábamos contentos.

-        Bueno, pues nada, unas copitas por la acogida que nos habéis dado. – comentó Marina mientras servía los cubatas.

Estábamos los 4 sentados alrededor de la mesa redonda del patio trasero de nuestros vecinos. Continuamos conociéndonos, charlando sobre lo a gusto que se estaba en la zona, las playas, etc. Nos servimos una segunda ronda de copas y ya comenzamos a notar los efectos de la bebida de por la tarde unida a las dos copas de ron. Tanto nuestros vecinos como nosotros empezábamos a ir algo colocados y las conversaciones ya eran casi totalmente de cachondeo.

-        Oye, Marina, discúlpame, pero no quería enseñarle nada a tu marido. – dijo Marta en tono de broma.

Todos nos reímos.

-        ¡Acabas de recordarme una cosa! – dijo Marina y antes de que nadie dijera nada se levantó y se metió en su bungalow.

-        Sí, a veces hace estas cosas, no se lo tengáis en cuenta. – nos dijo Juan bromeando.

Pasaron unos 5 o 6 minutos, se abrió la puerta del bungalow y apareció Marina con un bikini amarillo espectacular. Tenía unas tetas bastantes grandes que se salían del sujetador del bikini y sus caderas, anchas pero muy bien puestas, casi ocultaban la tira del lateral de la braguita.

-        ¡Tacháaaa! – exclamó mientras posaba para nosotros dando una vuelta sobre sí misma – te he comentado en la piscina que tenía un bikini parecido a tu bañador. Pues este es – dijo dirigiéndose a mi mujer.

-        Estás espectacular – le dijo Marta - es un bikini muy bonito.

Y así era. Aunque no hubiese demasiada luz, se clareaban unos pezones enormes en la parte de arriba del bikini.

Marta se sentó de nuevo en su silla, mientras Juan y yo dirigíamos nuestros ojos alternando entre ambas chicas.

-        Espera que no se ve demasiado bien – le dijo Juan.

Tomó un hielo con su mano y sin pensárselo dos veces lo comenzó a pasar por la teta derecha de Marina, sin duda alguna el alcohol ya había hecho acto de presencia. De manera inmediata ambos pezones comenzaron a endurecerse y a hacerse más evidentes aún si cabe y del mismo modo, la parte del bikini por la que estaba pasando el hielo comenzó a mojarse y, efectivamente, se transparentaba. Marina intentaba zafarse sin conseguirlo mientras lo maldecía. Marta y yo nos mirábamos sorprendidos y con cierta cara de excitación. Sus ojos me decían que le estaba empezando a gustar la situación y yo estaba disfrutando de las tetas de nuestra vecina.

-         ¡Pero mira que eres bruto! – dijo Marina dirigiéndose a Juan

-        Es que si no, no se aprecia bien cariño – le contestó Juan riéndose

-        Bien sabes que si quieres que les enseñe las tetas a los vecinos solo tienes que pedírmelo. – le dijo Marina

Diciendo esto, agarró la parte del sujetador del bikini que cubría cada teta y la apartó ligeramente a cada lado dejando a la vista sus dos enormes tetas con unas oscuras areolas coronadas por un pezón enorme. Estuvo así unos segundos y volvió a cubrirse.

De nuevo, los 4 comenzamos a reírnos. Marta y yo no sabíamos muy bien qué hacer y en mi mente calenturienta volaban los pensamientos estando en aquella situación.

-        Con buena habéis dado. – nos comentó Juan – esta es una golfilla de cuidado.

No sé si era el alcohol o que nuestros vecinos estaban completamente desinhibidos, pero tras aquella escena, la conversación giró completamente.

-        Os vamos a confesar un pequeño secreto – nos dijo Juan – nosotros somos swingers, ¿sabéis lo que es?

Marta me miró con cara de no entender nada y yo, que sabía perfectamente de lo que estaba hablando, me hice el tonto. Pero del mismo modo comencé a atar cabos. Era totalmente cierto que habíamos tenido feeling, pero quizás nuestros vecinos habían sido muy amables desde el primer momento y parecían que nos habían llevado a su terreno.

-        ¿hacéis intercambios de parejas? – les pregunté mientras Marta me miraba con la cara desencajda

-        Bueno, sólo lo hemos hecho un par de veces. En realidad, somos naturistas, que no tiene nada que ver. Hacemos nudismo desde hace algunos años, frecuentamos lugares en los que está permitido, playas, campings nudistas, incluso hemos estado en alguna fiesta. Pero hace unos meses una pareja de amigos nos habló del mundo del intercambio, lo conocimos y nos gustó. Y desde entonces aprovechamos cualquier momento para exhibirnos, jajaja, sobre todo ella. – aclaró Juan.

Nos quedamos mirándonos los 4, Marta y yo, sonreímos.

-        Bueno, servid otra copa que la vamos a necesitar – dije yo – os contaré algo.

Y durante un buen rato tanto Marta como yo estuvimos contándole con pelos y señales lo que nos había pasado durante esos días. La sesión con los pescadores, el chico de la playa, los calentones con los vecinos de enfrente… Nuestros vecinos se quedaron ojipláticos. Marina retomó la parte de Jose, el chico de la playa.

-        ¡Qué envidia tía! – dijo ella dirigiéndose a Marta

-        Pues sí la verdad, estaba muy bien dotado… vamos que tenía un pollón – le contestó Marta riéndose a carcajadas.

-        Bueno Juan – dije mirando a nuestro vecino – entonces, ¿te ha gustado el pantaloncito de Marta de este mediodía? – le pregunté haciendo referencia a la conversación que habíamos tenido por la tarde a su llegada.

-        Pff así que eso era un jueguecito, ¿no? – dijo él – pues no os voy a negar que no haya mirado un par de veces.

Todos reímos de nuevo. Continuamos la conversación, aunque estaba tomando un cariz cada vez más excitante, hasta que a Marina se le ocurrió comenzar a jugar de verdad.

-        Pues nada, yo aquí veo tensión sexual no resuelta – comentó ella – nuestro bungalow es de 4 plazas y tiene cama de matrimonio y sofá cama… podemos continuar la charla dentro.

Yo sentí un escalofrío por la espalda y Marta tenía la cara descompuesta.

-        A ver…- dijo Marta – no os lo toméis a mal, esto que os hemos contado es la primera vez que nos pasa, se nos ha ido un poco de las manos, pero nosotros nunca hemos intercambiado la pareja ni…

-        ¡Por supuesto que no! Pero no pasa nada, podemos jugar a otras muchas cosas. Ahora no seas tímida, que menudo espectáculo has montado en la playa amiga jajajjaa – dijo Marina dirigiéndose a mi mujer.

La verdad es que yo me estaba muriendo de ganas de seguirle el rollo a nuestra vecina, aunque ciertamente tenía cierta sensación de vértigo mezclada con la excitación del momento y juraría que Marta sentía lo mismo que yo. Estos días nos habían pasado muchas cosas nuevas y parecía que todo estaba predestinado a aquella situación que, de un modo u otro, habíamos buscado.

-        Bueno, vamos poquito a poco – dijo Jose – igual dentro hace mucho calor. Podemos jugar aquí fuera e igual una cosa lleva a la otra…

-        Eso ya me parece mejor, no forcemos la situación – comentó Marta.

-        ¿forzar? Cariño has ido a la piscina con un bañador blanco que deja poquito a la imaginación y luego lo has estirado para que Juan te vea el coño... – le dije

-        Raúl, ¿Me estás llamando guarra? – me replicó ella

-        Sí… - contesté

-        Pues mira lo que va a hacer la guarra de tu mujer – dijo Marta finalizando la conversación.

Estábamos sentados cada uno al lado de su pareja, Juan y Marina dando la espalda al bungalow y Marta y yo frente a ellos.

Diciendo esto, Marta se levantó apoyándose ligeramente en la mesa.

-        Creo que me está subiendo el alcohol… - dijo mientras se incorporaba – Marina, cariño ¿tenéis agua caliente en la ducha? No me he quitado el cloro de la piscina y me empieza a picar.

-        Claro que sí, ¿te quieres duchar?

Era obvio que tenían agua caliente en la ducha y que se podría haber duchado en nuestro bungalow, pero ahí entendí que Marta estaba desatada y se me empezó a poner bastante morcillona.

-        Pues nada, esta que está aquí se va a dar una ducha, podéis pasar si queréis eh, voy a dejar la puerta abierta, aunque eso sí, me ducharé con el bañador, vaya que se me vea algo.

Todos comenzamos a reírnos de nuevo a carcajadas. Además de que el bañador dejaba poco a la imaginación y más aún estando mojado, las duchas del bungalow eran un poco peculiares. Al ser una pequeña casita prefabricada, consistían en una puerta corredera de cristal que servían a la vez de puerta del baño y de mampara de ducha, además de una cortina que proporcionaba intimidad. Básicamente la ducha y el wc eran lo mismo, un pequeño habitáculo cerrado con una puerta corredera, en un extremo tenían el wáter y el lavabo y en el otro la ducha.

Marina también se levantó con ella, le dio la mano y se metieron en el bungalow. Juan y yo cogimos las copas y las seguimos expectantes.

El espacio estaba distribuido en dos partes. Entrando por la puerta delantera, accedías directamente a la cocina y al pequeño salón y, entrando por la puerta trasera, la del patio, tenías acceso a la cama de matrimonio y a la ducha. En el caso de nuestros vecinos, había un habitáculo un poco mayor que tenía un sofá algo más grande que el nuestro que era convertible en sofá cama.

Juan y yo nos sentamos en el sofá directamente, frente por frente a la ducha, Marina cogió una silla de las que había en la pequeña cocina y se sentó a nuestro lado y Marta se metió en la ducha, nos miró, cerró la puerta corredera, descorrió las cortinas por completo y abrió el grifo de la ducha.

La imagen era perfecta. Podíamos ver perfectamente cómo Marta se duchaba través de la mampara de cristal. Se estaba mojando, en todos los sentidos, y acariciando todo el cuerpo por encima del bañador. Yo estaba totalmente empalmado y nuestro amigo Juan parecía que también se estaba animando.

-        ¿A esto te referías cariño? ¿se transparenta? -  preguntó Marta con cierto sarcasmo – espera os facilito un poco la cosa.

Y diciendo esto, se bajó ambos tirantes del bañador. Ahora quedaba únicamente sujeto por sus brazos pegados el cuerpo. Se colocó de espaldas a nosotros y bajó el bañador hasta su cintura.

-        Me estás empezando a poner muy cachonda – dijo Marina con cara de viciosa.

Yo estaba en una nube y completamente excitado. Marta se dio la vuelta, se estaba tapando las tetas con las manos.

-        ¿Así se transparenta mejor? – preguntó mientras se separaba las manos del pecho y dejaba ambas tetas a la vista

-        Ufff que bien Marta, ¡qué buena estás! – exclamó Juan totalmente desinhibido

Marta volvió a darse la vuelta, se agarró ambos extremos del bañador y poco a poco fue bajándolo por sus piernas hasta llevarlos hasta sus pies mientras acompasaba el movimiento doblando la cintura y dejando las piernas totalmente rectas. Sacó el bañador por sus pies y lo apartó. Se dio la vuelta metiéndose debajo del chorro de agua y echando su pelo para atrás con las dos manos. Se había quedado totalmente desnuda delante de nuestros ojos.

-        Mejor ya, ¿verdad? – volvió a preguntar con sarcasmo – Marina, ¿me pasas el gel?

-        Claro que sí…

-        Espera, ya voy yo – me anticipé

Cogí el gel de baño, me quité la camiseta y me metí en la ducha con Marta.

-        Cariño, no te esperaba – me dijo ella

-        Bueno en estos días han pasado muchas cosas que no nos esperábamos – le contesté y comenzamos a reírnos.

-        ¿Aún tienes el bañador puesto? – dijo Marta, cogiéndolo por un lateral y bajándolo

Le ayudé a quitármelo mientras ella se agachaba. No se lo pensó ni un solo minuto. Mientras terminé de quitarme el bañador, me cogió la polla, totalmente dura y comenzó a hacerme una mamada. Yo aproveché para cerrar el grifo.

De todas las situaciones que habíamos pasado estos días, esta era sin duda la más morbosa o, al menos, la que más me estaba excitando. Estábamos a punto de ponernos a follar delante de una pareja de desconocidos.

-        Bravo!!! – exclamó Marina mientras aplaudía – oye Raúl, vaya rabo que tienes

Las palabras de Marina hicieron que se me pusiera aún más dura. Nuestros vecinos no perdían detalle del show que le estábamos dando. Marta estaba de rodillas en la ducha comiéndome la polla y yo estaba apoyado con una mano en la pared y otra en la mampara intentando sostenerme de pie.

Marina y Juan seguían mirando. Escuché que Juan le decía algo a ella, aunque no pude apreciarlo bien.

-        Chicos, ¿os importa que me duche yo también? – dijo Marina alzando un poco más la voz.

“¡Joder!” pensé, “esto no me está pasando a mí”. Pero acto seguido pensé en todas las veces que Marta y yo habíamos hablado sobre hacer tríos con mujeres y luego con hombres y, aunque paradójicamente había sido al revés, creo que acababa de llegar mi turno, sólo que esta vez el marido de ella estaba delante.

-        Claro que no, es tu ducha jajaja – dijo Marta

Marina se levantó de la silla. Ella aún conservaba el bikini amarillo que se había puesto. Abrió la mampara, se acercó a Marta quién la miró mientras me sostenía la polla con una mano y se tocaba el coño con la otra. Marina me miró, pasó su mano por mi culo, me dio una cachetada y acariciándome la cadera, llevó su mano a mis huevos. Los estuvo masajeando mientras Marta seguía comiéndome la polla. Yo estaba aguantando como podía, miraba a Juan quién se había sacado la polla y se comenzaba a pajear. Tenía un rabo similar al mío, con algo más de vello.

Miré a Marina y comencé a besarla mientras le quitaba la parte de arriba de su bikini. Estaba loco por ver aquellas tetas y no defraudaron. Marta tiene una talla 95 copa C y Marina debía tener una 100 mínimo. Las tenía muy bien puestas para el tamaño y coronadas con pezones oscuros y gigantes. Comencé a chuparle un pezón, mientras ella me sostenía la polla y Marta seguía con su mamada.

Pasados unos minutos se agachó, se colocó frente a Marta y pidiéndole permiso, le sacó mi polla de la boca y comenzó a chupármela ella. Marta, que estaba super cachonda, me siguió comiendo los huevos. Yo les sujetaba a ambas las cabezas y sólo lograba articular un “joder” de vez en cuando.

Comenzaron a alternase mi polla en sus bocas. Era la primera vez que sentía dos lenguas a la vez recorriendo mi falo y era una experiencia única.

Juan se acercó a nosotros, se colocó por fuera de la mampara y Marta, automáticamente al verlo, se separó de mí, le cogió la polla y comenzó a hacerle una mamada. ¡Estábamos intercambiando las parejas!

Pasamos así un rato hasta que Marina propuso irnos a la cama.

-        ¿Cómo hacemos? – dije yo, un poco dubitativo. No sabía si quería ver cómo otro tío se follaba a Marta, no sabía si nuestros vecinos tenían condones, en fin, me quedaban muchas dudas.

-        De momento, nos vais a comer el coño – me dijo Marina con tono imperativo.

-        Joder que directa – dijo Marta

Juan y yo comenzamos a reírnos y nos pusimos manos a la obra.

Yo estaba junto a Marina y Marta junto a Juan, así que dejamos que fluyera. Marta se puso a 4 patas, es su postura favorita, le encantan que le coman el coño y el culo a la vez. Juan no lo dudó y comenzó a pasarle la lengua por el coño mientras le metía un dedo.

Marina se colocó bocarriba y separó las piernas. Yo le quité la braguita del bikini. Dejé su hermoso coño al descubierto. Tenía un coño bastante jugoso, carnoso, totalmente depilado y con un piercing muy pequeñito justo en el clítoris, lo cual me sorprendió bastante.

Tampoco me lo pensé demasiado. Comencé a pasarle la lengua lentamente por el coño mientras se lo habría con los dedos.

Estábamos todos super cachondos y excitados.

Me daba la sensación que a Juan le gustaba comer coño tanto como a mí, tanto Marina como Marta no paraban de gemir y estaban constantemente retorciéndose de gusto, hasta tal punto que teníamos que pedirles que bajaran la voz para no forma un escándalo en el camping.

-        Bueno chicos, ¿nos vais a follar o qué? – dijo Marina, que parecía ser la que llevaba la voz cantante.

-        ¡Si, por favor! - exclamó Marta.

No se si fue fruto de la casualidad o no, pero Juan y yo nos sincronizamos perfectamente. Él dejo de comerle el coño a Marta, yo hice lo mismo con Marina. Nos incorporamos. Nos miramos y cambiamos nuestras posiciones.

Nadie dijo nada y a las chicas también les pareció bien.

Juan comenzó a follarse a Marina en la postura del misionero, mientras yo hice lo propio con Marta a 4 patas. Mis embestidas se oían perfectamente. El sonido de mis huevos golpear en el coño de Marta era constante, mientras que Juan le estaba dando bastante fuerte a Marina que no dejaba morderse los labios y gemir a la vez que tenía su brazo izquierdo extendido y pellizcaba uno de los pezones de Marta.

Marina y Juan cambiaron de postura y nosotros hicimos lo mismo. Ahora eran ellos los que comenzaron a follar a 4 patas. Ver a Marina en pompa era un completo espectáculo, tenía un culo enorme, de piel tersa, con un coño muy hinchado y el pequeño piercing. Marta se colocó encima de mí y comenzó a follarme, le gusta acabar así porque dice que siente que la polla le entra mucho mejor.

Marina fue la primera en correrse, agachó la cabeza contra la cama, se tapó la boca y emitió un grito “sordo” dejando patente que había tenido un orgasmo brutal. Juan le sacó la polla del coño, se pajeó fuertemente y le echó un gran chorro de lefa en su culo y en su espalda.

Marta paró de follarme y se colocó de nuevo encima de mí, pero dándome la espalda. Apoyó sus piernas en el colchón, sus manos justo al lado de mis hombros y comenzó a subir y bajar por mi polla. A mi me pone cachondísimo que me folle así, la verdad es que no sé por qué.

Juan aprovechó para frotarle el clítoris a Marta mientras me follaba, me recordó al chico de la playa. Marta lo aceptó de nuevo de buen agradó y comenzó a follarme más fuerte hasta que tuvo un orgasmo, que también fue brutal. Se sacó la polla del coño, me pajeó mientras me tocaba los huevos e hizo que yo también me corriera. Un gran chorro de semen salió de mi polla cayendo en su bajo vientre y en su coño.

Los 4 nos habíamos quedado totalmente derrotados. Así concluía nuestro 4 y penúltimo día de vacaciones.

De las mejores vacaciones que habíamos tenido en nuestra vida.

Al día siguiente fuimos con nuestros vecinos a una playa nudista. Era nuestro último día en el camping. Pasamos el día comentando toda la noche anterior, disfrutando de la playa y riéndonos con nuestros nuevos amigos. Por supuesto nos quedamos con el teléfono de Marina y Juan y prometimos ir a visitarles.