Vacaciones en la playa III
Nos acababa de volver a pasar o, mas bien, habíamos provocado que pasara de nuevo. Durante 10 años de novios y 4 casados jamás habíamos tenido experiencias sexuales con terceras personas más allá de mirones viendo algún tocamiento en el coche o en algún parque, algún sobeteo en la playa y cosas así
Continuación del relato “Vacaciones en la playa II”. Todo es real salvo los nombres, que son ficticios.
Nos acababa de volver a pasar o, mas bien, habíamos provocado que pasara de nuevo. Durante 10 años de novios y 4 casados jamás habíamos tenido experiencias sexuales con terceras personas más allá de mirones viendo algún tocamiento en el coche o en algún parque, algún sobeteo en la playa y cosas así, y como mucho alguna provocación de Marta estando desinhibida debido al alcohol, pero en estos escasos dos días de vacaciones ya habíamos traspaso todos nuestros límites en este terreno, incluido algún tabú para un hombre como puede ser compartir a su pareja con otros hombres.
Como ya he mencionado, aunque siempre había fantaseado con ello, de ahí a hacerlo realidad hay un escalón muy grande. Para ver que tu mujer se exhibe y le toca la polla a otro hombre es necesario tener una confianza total entre ambos y, como marido, hay que traspasar un pellizco en el estómago con sabor a celos que, una vez superado y asimilado, te pone la adrenalina en niveles estratosféricos y es entonces cuando entiendes que tanto ella como tú sois cómplices de ese juego y disfrutáis como nunca lo habéis hecho.
Volviendo a los hechos…Después de bañarnos en la playa como el que se ducha tras un intenso polvo, fuimos a recoger nuestras cosas, ya poco nos quedaba por hacer en esa playa. La toalla y la mochila de Jose estaban junto a las nuestras, así que caminábamos los 3 juntos al salir del agua. Mientras recogíamos las cosas, el chico nos comentó que era de la zona, que lo había pasado muy bien y que éramos una pareja encantadora (¿jajaja qué iba a decir si Marta le acababa de hacer una paja?!). Él tardo menos en recoger sus cosas y echó a andar camino del sendero que llevaba hacia la zona de aparcamiento. Nosotros íbamos unos metros por detrás de él, algo rezagados.
- Cariño esto encendida. – me confesó Marta bajando la voz como si el chico que nos acompañaba unos metros por delante no hubiera invadido ya nuestra intimidad hacía unos instantes.
- Jaja eso es que ha gustado. La verdad es que te he visto muy suelta.
- ¡No te jodes! No soy de piedra, vas a tener que follarme.
- ¿vas o vais?
- ¿cómo? – me miró con cara de asombro e incredulidad.
- No vas a negar que hace un rato estabas deseando que el chaval te la metiera – le dije
Se quedó pensativa.
- Pues creo que no he llegado a pensarlo. Si te digo la verdad, no me creía capaz de nada de lo que he hecho, ni a ti tampoco. ¿No te pone celoso?
- Pues mira, siempre he pensado que sí pero ahora viéndote me he puesto a 1000. Verte exhibiéndote me pone súper cachondo, aunque es verdad que ver como te follan…creo que me costaría…
Sinceramente, en mi cabeza sonaba muy heavy pero excitante a la vez. Incluso me planteaba si a ella realmente le gustaría hacerlo o si se sentiría mal. Por suerte, siempre hemos tenido muchísima comunicación y hablamos sobre cualquier cosa.
Entonces se paró, me agarró del brazo y me miró fijamente.
- ¿te gusta? ¿estás disfrutando? - me preguntó muy seria.
- Yo sí, ¿y tú? – le contesté
- Yo también mi vida. Así que no te rayes que no voy a hacer nada que no quiera hacer. Lo sabes de sobra.
Necesitaba oír aquello. Sentí un gran alivio sabiendo que ella estaba disfrutando tanto o más que yo.
Nos dimos un beso y continuamos andando. Jose, el chico de la playa, que ya nos sacaba algo de ventaja, se daba la vuelta de vez en cuando mientras caminaba por el sendero haciendo amagos de esperarnos como si nos conociera de toda la vida. Aún nos quedaban unos 15 minutos andando hasta llegar a la zona donde estaba el coche y yo empecé a maquinar de nuevo.
- Una duda cariño, entonces ¿te gusta cuando tramo cosas para ponerte cachonda? – le pregunté
- Jajaja ¡me encantas!
- Ok….
Me fijé que al secarnos y vestirnos en la playa, Marta no se había vuelto a poner el tanga y tampoco se había traído la parte de arriba del bikini, con lo cual tan sólo llevaba una camiseta de manga corta y unos shorts. Yo llevaba la típica camiseta de tirantas y el bañador, así que íbamos con la ropa justita. Aprovechando que no íbamos demasiado cargados, una sombrilla pequeña, una mini-nevera y la típica bolsa de playa con toallas, crema, etc. Me paré en mitad del sendero y alcé la voz llamando a Jose.
- ¿Te importa echarnos una foto? – Me agaché rebuscando el móvil en la bolsa.
Marta me miró descolocada. Yo me di la vuelta y alcé mi brazo señalando las vistas hacia el mar. La altitud que iba tomando el camino hacía que las vistas fueran muy buenas. A pesar de haber dejado la playa atrás, el terreno seguía siendo arenoso, con plantas y arbustos secos típicos de zonas desérticas, pero justo delante de nosotros teníamos el Mar Mediterráneo y la verdad es que el paisaje con el sol a punto de comenzar a bajar se prestaba a ello.
- Tío ¿qué estás tramando? – me comentó mi mujer mientras Jose bajaba amablemente hacia nosotros
- Tu calla y sígueme el royo, te voy a quitar la calentura.
Una vez el chico llegó a nuestra altura, le di mi teléfono.
- Échanos un par de fotos, por favor. ¡Mira qué paisaje!
- Si, es muy bonito. – comentó él
Nos colocamos posando con el mar de fondo, yo le eché el brazo a Marta por el hombro y ella me agarró de la cintura. El chico nos echó un par de fotos.
- Ahora por ahí. – les dije señalando justo hacia el otro lado del sendero.
En el extremo opuesto al mar, estaba la parte más alta de la montaña de caliza y, tras una extensión bastante grande de arbustos, una gran llanura. El chaval me miró extrañado, pero supongo que después de lo que habíamos vivido, cualquier cosa que le dijéramos, le parecía bien.
En esta ocasión Marta y yo nos colocamos uno frente al otro, como dos jóvenes enamorados, al ser un poco más bajita que yo, incliné la cabeza y nos fundimos en un beso. En ese momento recuerdo que pasaron algunos bañistas que quedaban en la playa y se quedaron mirando un poco extrañados. Una vez que los teníamos suficientemente lejos, volvimos a posar y esta vez nos dimos un beso bastante más largo. Aproveché para meterle la mano en sus shorts y ella entendió perfectamente de qué iba la jugada. Ya de por sí somos una pareja con bastante complicidad y si encima a eso le unes la calentura que tenía ella que no se había corrido en el episodio de la playa, pues no tuve que esforzarme mucho más.
Ella no sólo aceptó con buen agrado mi gesto, si no que se desabrochó el botón de sus pequeños pantalones para facilitarme la labor y seguidamente comenzó a sobarme la polla por encima del bañador.
- Wow! Sois increíbles – exclamó Jose. Le salió desde lo más profundo de su sinceridad. El chico estaba flipando con nosotros mientras seguía con el teléfono en la mano haciendo fotos.
- Tu sigue con el reportaje si quieres. - le dije
- Mirad, ¿allí no estáis mejor? – apuntó él que, en cierto modo, empezaba a entender lo que requería la situación.
El chaval señaló un pequeño desnivel que tenía el terreno el cual se alejaba del sendero principal que llevaba a la playa y venía a dar la parte más alta de la pared de caliza que protegía una de las pequeñas calas.
- Pues mira, creo que sí. – comenté yo
- Vamos para allá. – dijo Marta cogiéndome de la mano con gesto apresurado.
Cogimos las cosas y anduvimos los 10 metros que nos separaban de donde estábamos, ahora teníamos una intimidad relativa, los arbustos en esta parte eran algo más altos y densos ya que no debía haber demasiado tránsito por allí, incluso había algún preservativo tirado en la arena y disecado por el calor, señal de que no éramos los primeros a los que el nudismo o el exhibicionismo de la playa había conducido hasta allí.
Marta no lo dudó ni un segundo. Promovida por la excitación, me colocó de espaldas al camino, se agachó, me bajó el bañador y comenzó a hacerme una mamada de campeonato. Los arbustos impedían que nadie pudiera verla a ella debido a que yo asomaba poco más que la cabeza. Nuestro amigo Jose se situó a nuestro lado, con el teléfono en la mano y sin saber muy bien qué hacer. Cualquiera que nos viera desde el camino pensaría que Jose y yo éramos una pareja de gays que habían decidido aliviar el calentón entre esos arbustos ya que Marta estaba totalmente protegida de las vistas ajenas. O al menos daba esa sensación.
Mientras miraba a mi alrededor por si había algún intruso, le pedí a Jose que dejara el teléfono y que sacara una toalla de la bolsa para ponérsela debajo de las piernas a Marta. Y así lo hizo.
Mi mujer se acomodó de nuevo en la toalla de rodillas y siguió a lo suyo, bajaba y subía su lengua por mi polla haciéndome una de las mejores mamadas que me había hecho nunca. Ella es especialmente buena en esto. Yo me liberé del bañador, quedándome sólo con la camiseta de tirantes. Bajé la mano hacia la camiseta de Marta y empecé a sobarle las tetas, conseguí sacarle una de ellas y pude apreciar de nuevo la dureza de sus pezones. Yo me había corrido hacía algo menos de una hora y volvía a estar de nuevo listo para la acción gracias al morbo de la situación. Y no era el único. Jose, que no perdía detalle de la mamada, ya empezaba a estar empalmado. Parecía un vigía, a ratos mirando por si asomaba alguien por el sendero y a ratos, los más, mirando cómo mi mujer me deleitaba con su boca. Como digo, se le estaba poniendo dura y debido al tamaño que tenía el chico, era difícil de disimular.
Marta seguía en su tarea. Me miraba a los ojos mientras me comía la polla. Sabe que eso me vuelve loco. En parte usábamos las mirabas todo el tiempo para dar y recibir la aceptación del otro en todo lo que estaba pasando. Alargó su mano y alcanzó la pierna de nuestro amigo a la altura de la rodilla por detrás, quien sin mucho esfuerzo, dio un paso hacia adelante, situándose a unos 50 cm de nosotros. Yo estaba delante de mi mujer de pie, ella seguía de rodillas sobre la toalla comiéndome la polla y tenía su brazo izquierdo extendido agarrando la pierna de nuestro amigo que se encontraba a poca distancia.
El chico estaba inmóvil. De nuevo asomaba su timidez. Marta comenzó a subir la mano por su muslo adentrándose en su bañador mientras no dejaba de mirarme a los ojos mientras me la chupaba. Subía su mano buscado los huevos y la enorme polla de Jose y cuando la encontró comenzó a sobarla. Nuestro amigo se bajó el bañador, facilitándole su labor. Volvió a asomar el enorme miembro de nuestro amigo completamente empalmado y yo volvía a excitarme de sobremanera viendo como ahora era mi mujer la que, totalmente desinhibida, había decidido comenzar a jugar con él. Mi idea inicial era que el chico nos viera follando pero esto tampoco me importaba demasiado. Al revés, me excitaba aún más.
Pasaron unos minutos. Aún no había empezado a anochecer, pero el poco sol que quedaba se iba apagando poco a poco.
De repente Marta se sacó mi polla de la boca.
- ¡Fóllame! – exclamó
No me lo pensé demasiado. Ella se dio la vuelta, se bajó sus shorts hasta las rodillas y se colocó a 4 patas delante de mí. Le encanta esa postura. Yo me puse de rodillas también, le eché un poco de saliva en el coño, aunque no le hubiera hecho falta debido a lo empapada que estaba ya, y se la metí.
De nuevo nuestro amigo se volvió a quedar en fuera de juego sin saber qué hacer. Así que se limitó a mirar mientras se pajeaba. Fue el único que quedó de pie por lo que al pasar 3 o 4 minutos, se agachó y se puso a pajearse de rodillas a nuestra derecha sobre el terreno arenoso. Ya había cierta confianza con el chaval y fue él el que decididamente, empezó a sobarle las tetas a Marta, las cuales se habían escapado de su camiseta debido a mis embestidas y, aunque yo ahora no tenía esa visión, estaba seguro de que se estaban golpeando una con la otra de manera hipnótica. Ella aceptó las caricias de nuestro amigo de buen agrado.
- ¿te gusta cariño? – le pregunté
- Sii! ¡Me encanta! – dijo ella mordiéndose los labios mientras intentaba controlar sus gemidos para que no nos oyera nadie.
Ahora éramos nosotros los que le estábamos devolviendo todo el placer que momentos antes nos había dado ella a ambos. Yo le estaba pegando una follada importante y Jose le estaba tocando las tetas mientras se pajeaba.
- Mójate los dedos y tócale el coño. – le dije a Jose.
El chico obedeció. Dio la sensación de que llevaba todo este tiempo queriendo tocarle el coño a mi mujer. Se metió dos dedos en la boca, pasó la mano por debajo del cuerpo de Marta buscando su rajita y empezó a masturbarla con delicadeza. Era la primera vez que otro hombre le tocaba el coño a Marta.
Yo seguía follándola y cuando se la metía hasta el fondo, notaba los dedos de Jose rozando mis huevos mientras le frotaba el clítoris. Yo la conocía muy bien, llevaba unos minutos follándola y sabía que los dedos de Jose en su coño era el detonante que la haría estallar en unos instantes, y así fue.
De repente arqueó su espalda y empecé a notar como su coño se contraía y se expandía atrapando a mi polla. Bajó su cabeza, extendió sus brazos y se quedó con el culo completamente en pompa mientras se corría.
- Ufff, jodeeeer, necesitaba esto. - exclamó Marta
- Jajaja vaya orgasmo cariño – le dije
- Pues sí, ya me tocaba a mí, no os quejaréis vosotros.
- Hombre pues no, pero casi se va a hacer de noche… ¿nos vas a dejar así?
Ella nos miró riéndose, estábamos los 3 de rodillas frente a frente, ella con cara de alivio y Jose y yo pajeándonos con las pollas totalmente empalmadas.
- Venid aquí. – dijo mi mujer.
Hizo un gesto con las manos que ambos entendimos igual. Nos levantamos y nos acercamos a ella cada uno por un lado. Ella se acomodó, agarró cada polla con una mano y empezó a masturbarnos al unísono.
Yo la miré a los ojos y, sonriéndome, se acercó a mi polla y comenzó a mamármela de nuevo. Mi corazón se puso a 100 por horas y comprendí lo que iba a pasar. Ella no dejaba de tener una sonrisa en la boca mientras me la chupaba y un pensamiento voló por mi cabeza: “hace dos días no habíamos follado delante de nadie y ahora le va a comer la polla a otro tío”.
Los huevos se me pusieron más duros aún si cabe y Marta, que parecía haberme leído el pensamiento, se sacó mi polla de la boca sin dejar de mirarme a los ojos y sonreír.
Giró su cabeza hacia la izquierda, mientras pajeaba ambas pollas a la vez. Miró a Jose a la cara, bajó la mirada hacia su polla, llevó la mano hacia el final de la base, dejándola completamente firme hacia el frente y se metió su pedazo de capullo en la boca. Comenzó a hacerle una mamada como me había hecho a mí minutos antes, bajando por su polla todo lo que podía, aunque obviamente no le cabía entera en la boca. Sacó la lengua y ahora sí, recorrió todo su falo hasta los huevos, bajando por su tronco y lamiendo cada cm de ellos.
Con la otra mano de dejaba de masturbarme y debió de notar mi excitación cuando se metió el pollón de Jose en la boca.
Continuó así durante un rato y luego empezó a alternas ambas pollas en su boca. Nos la mamaba a intervalos, a veces más largos y a veces más cortos, como si fuera una actriz porno.
No tardé demasiado en estar a punto de correrme de nuevo, me agarré la polla, comencé a agitármela fuertemente y le eché toda mi leche sobre sus tetas, Jose al verme hizo lo propio, la sincronización fue perfecta. Lo único es que su chorro de semen fue descomunal, le llenó las tetas, la barriga y una de sus piernas. Era la tercera vez en dos días que recibía semen de otro hombre en su cuerpo, aunque esta vez de forma completamente consciente y consentida. Estaba expuesta ante nosotros esperando a que la llenáramos lefa.
- ¡mirad cómo me habéis dejado! – exclamó ella.
La estampa era un espectáculo. Marta estaba sentada sobre la toalla en mitad de un terreno desértico y tenía las tetas completamente cubiertas de semen y restos por algunas partes de su cuerpo. Los 3 volvimos a quedarnos completamente exhaustos. Nos limpiamos, recogimos nuestras cosas y nos incorporamos al sendero que conducía al aparcamiento justo por detrás de unos de los últimos grupos de bañistas que probablemente quedarían en la playa. Marta, que iba justo por delante de mí, volvió la cabeza, me miro con una sonrisa de lado a lado de la boca entre avergonzada y satisfecha.
Llegamos a nuestro coche. Jose Había aparcado algo más lejos, así que nos despedimos de él no sin antes compartir nuestros números de teléfono y prometiéndonos que volveríamos a llamarnos, al menos, para tomar algo.
Nos montamos en el coche, nos dimos un largo abrazo y tomamos rumbo al camping.