Vacaciones en la playa II
Continuación del relato vacaciones en la playa. Lo ocurrido es completamente real. El camino hacia el coche transcurrió en silencio. Ambos estábamos en una especie de shock por lo que acababa de pasar. Marta y yo caminábamos a la par, ella sujetaba la bolsa de la playa y yo llevaba nuestra pequeñ
Continuación del relato “vacaciones en la playa”. Lo ocurrido es completamente real.
El camino hacia el coche transcurrió en silencio. Ambos estábamos en una especie de shock por lo que acababa de pasar. Marta y yo caminábamos a la par, ella sujetaba la bolsa de la playa y yo llevaba nuestra pequeña neverita.
Llegamos al coche, arrancamos y cogimos dirección al camping. Eran las 19:30 de la tarde y acabábamos de pasar las últimas dos horas casi simulando una escena de una película porno delante de dos desconocidos en una playa pública. Una auténtica locura.
Sé que para Marta esta situación sacada de contexto podía ser completamente inimaginable, aunque como ya mencioné en el relato anterior, cuando nos vamos de vacaciones algo se despierta en ella en el terreno sexual. Digamos que se permite excesos. Yo por el contrario soy mucho más abierto a experimentar situaciones morbosas fuera de lo común e intento dar pie a que ocurran. Eso sí, hasta ahora nunca nos habíamos atrevido a hacer una cosa semejante.
El camping estaba cerca, así que llegamos pronto, casi sin mediar palabra. Un “¿te ha gustado?” y un “uff ya te digo que sí, ha sido surrealista pero sí” y poco más.
Al llegar al camping, nos duchamos, nos abrimos un par de cervezas, nos acoplamos en un pequeño patio cercado que tenía el bungalow en la parte trasera con un par de sillas y una mesa de plástico y empezamos a asimilar la jugada de la playa.
- Todavía no me lo creo tía. Pero nunca había estado tan caliente. Qué vergüenza ahora que lo pienso.
- Joder, ha sido una auténtica locura cariño. Pero bueno, te ha gustado, ¿verdad?
- Pues sí, honestamente. Ha habido un momento en el que me he rayado. Cuando te han tocado…
- ¡Anda ya! Me estabas comiendo el coño y ellos me han pasado la mano por las tetas… ni te rayes. Además, las tetas son mías y yo les he dado permiso…
Marta y yo habíamos hablado muchas veces sobre hacer tríos con hombres y mujeres. Yo siempre le proponía en tono medio de broma de avisar a alguna amiga suya para hacer un trío y ella me decía que luego tendríamos que hacer lo mismo con un tío. Yo nunca me negaba, aunque le ponía mala cara. En realidad, casi me excitaba más pensar en verla comerse otra polla que en ver cómo yo me la follaba a ella y a otra tía. Llamadme raro, pero es así. En resumen, me había excitado muchísimo ver como dos hombres le tocaban las tetas a mi mujer mientras se pajeaban.
- Tía que uno de ellos se ha corrido en tu muslo…
- Jajaja si… me ha dado un poco de asquito, pero bueno ya está, no voy a pensarlo mucho
- ¿Te digo una cosa? – le dije.
- Sí claro. A ver sorpréndeme
Me armé de valor.
- Siempre te he dicho que me encanta que otro tío te mire en la playa o por la calle, pero hoy me he puesto cachondísimo cuando estabas abierta de piernas y comiéndome la polla delante de estos tíos y cuando he visto que te tocaban las tetas…ufff ha sido super raro, pero me ha molado. Espero que no me odies cariño.
- Mira Raúl, no soy tonta y sé que en el fondo eres un salido mental. Llevamos años juntos y siempre estás fantaseando y eso me encanta de ti. Me das mucha vida. Si en algún momento me sintiese mal te lo diría. Nunca había hecho algo así, pero para mí no significa nada que otro tío me mire o me toque. No lo haría nunca sin ti, pero estando contigo forma parte del juego y me gusta que juguemos juntos. Además, si te encanta que sea una guarrilla, cuando soy una guarrilla de verdad, no me lo puedes echar en cara.
Aquello me dejó petrificado a la vez que abrió una nueva puerta hacia la complicidad. Siempre hemos tenido muchísima comunicación y nunca escondíamos nada, así que le dije:
- Bueno entonces, ¿a qué playa vamos mañana a dar el espectáculo?
Nos empezamos a reír y ella me contestó:
- Pues a la misma a ver si están nuestros amigos o a otra cualquiera, a ver qué nos encontramos.
En el fondo estábamos sentando las bases de unas vacaciones inolvidables. Nos quedaban 6 días por delante.
- Pues te digo una cosa, yo me he quedado con unas ganas de follar que no veas. Al final no te la he metido.
- Uff tío, no me digas eso, que yo estoy exhausta.
Aún quedaba tarde-noche por delante y mi idea era aprovecharla todo lo posible.
Nos acabamos la cerveza, le pregunté si quería otra y me dijo que sí, así que me incorporé y entre al bungalow.
El camping era bastante grande y los bungalows estaban situados en una franja de terreno amplia, dispuestos en dos hileras. Al lado de cada uno de ellos había un pequeño techado para aparcar el coche y por detrás un mini patio cercado con una vallita de madera a modo de semi-terraza en el que nos encontrábamos bebiendo la cerveza, de tal forma que la misma valla de madera era compartida con otro patio perteneciente al bungalow situado en el extremo opuesto.
Al salir a por otro par de cervezas me fijé en el bungalow que estaba seguido del nuestro, había un bikini y un bañador secándose en las sillas de plástico. Cuando me senté, le di la cerveza a Marta y le dije:
- Ahí parece que hay otra pareja, igual podemos hacer un cuarteto en estos días.
- Si claro, podemos rodar una porno en nuestras vacaciones.
Nos reímos. La verdad es que no tenía pinta de acabar haciendo un intercambio de parejas, es más, siendo realistas, lo más probable es que lo que nos había pasado se quedase en anécdota y poco más.
De repente, entraron nuestros vecinos en el bungalow contiguo. Eran una pareja más joven que nosotros, de unos 25 o 26 años. Él algo más alto que yo, rapado, de unos 1’85cm y cuerpo de deportista. Ella rubia, alta también, con un cuerpo bastante bonito, poco pecho, pero unas piernas largas y preciosas. Parecían que venían de la piscina del camping. Al estar en el patio, nos quedamos observándolos. Llegaron, dejaron las toallas en un pequeño cordel que había en su patio, ella se metió para adentro, probablemente a ducharse y el se sentó en una de las sillas de su patio a mirar el móvil. Ambos se dieron cuenta de que estábamos allí. Con unas leves miradas y unos escuetos “hola, ¿qué tal?” y “hola, buenas” nos saludamos y seguimos cada uno a lo nuestro.
- ¿Has visto que niña más bonita? – me comentó Marta.
- Sí, parece que está buena.
- Sois todos los tíos iguales. Que si está buena, que si tiene buen culo, buenas tetas…
- Llevas razón. La chavala es bonita. Pero tú estás más buena, jajajaja
- Hombre esa no hace lo que he hecho yo hace un rato. Más buena no sé, pero más guarra seguro.
- Joder Marta, te has venido arriba.
- Si es lo que te gusta a ti. Qué pamplina eres.
- Pues nada. Sigamos con los juegos. Demuéstrame lo guarra que eres y haz que el chaval deje de mirar el móvil. – le dije a Marta.
- Escucha, no soy tu juguete. Pero vamos, que ya te digo yo te ese deja de mirar el teléfono.
Marta iba vestida con el típico vestido de gasa blanco para ir a la playa y llevaba el bikini debajo. Aún no nos habíamos cambiado. Sin mediar palabra, dejó su cerveza en la mesa, se levantó de la silla y se fue hacia el cordel que teníamos en nuestro patio para tender las toallas. Se quitó la parte del arriba del bikini por debajo del vestido con una facilidad asombrosa y la tendió en el cordel. Yo no perdía detalle de ella ni de nuestro vecino que ya había levantado la vista dos veces. Siguió con su juego, se quitó la braguita del bikini y la tendió junto con la parte de arriba. Volvió a la silla y esta vez se sentó apoyando los pies en la silla. La fina tela del vestido hacía que se le notasen los pezones como dos pequeños bultitos pero el verdadero espectáculo estaba en otro sitio. Al poner los pies en la silla y tener las piernas flexionadas, el vestido cubría sus rodillas por la parte de arriba, pero la propia tela vaporosa, hacía que sus muslos, su culo y, por supuesto, todo su coño quedara expuesto perfectamente a la vista de nuestro vecino.
Es cierto que la valla daba cierta intimidad y tapaba ligeramente la visión. Estaba compuesta de listones de madera algo más estrechos que los de un palé. Mediría unos 70 cm de altura y tenía una separación entre listón y listón de unos 15 cm, suficientes para ver y dejarse ver sin demasiada dificultad.
De nuevo un escalofrío recorrió mi cuerpo.
- Bueno, hoy vas a hacer que me dé un infarto tía.
- A ver, ¿mira o no mira?
Creo que nuestro vecino se acababa de dar cuenta de la situación y, efectivamente miraba. Y no solo miraba, si no que se pasaba la mano ligeramente por el bañador. A los pocos minutos, apareció la chica. Él se levantó con cierto disimulo para todos los que estábamos allí presentes, fue hacia ella, la besó y se metió en el bungalow. Ella tomó su relevo y se sentó en la misma silla donde estaba él. Nos miró, nos sonrió, se encendió un cigarro y se abrió una cerveza.
Marta, que había cambiado de postura en la silla, ya no dejaba su entrepierna a la vista, aunque no podía disimular que no llevaba nada que sujetase el buen tamaño de sus tetas. Me miró y me dijo:
- Bueno amigo, y ¿tú?, ¿eres capaz de hacer que ella mire?
- Pff ¿qué dices? ¿qué quieres que haga, que me saque el rabo aquí?
- Ah ¿no? ¿Le enseño yo el coño a un chaval para ponerte cachondo y no vas a enseñarle a nuestra vecina esa polla que me vuelve loca?
- ¿no decías que estabas exhausta? Te estás poniendo cachonda otra vez
- Pues sí la verdad, con los jueguecitos sabes como calentarme. Venga, no te hagas el tonto, que a mí también me excita ver cómo otra te mira.
Esa confesión me sorprendió, a la vez que me puso aún más caliente. Yo de por sí ya soy exhibicionista, pero esto me dio vía libre para hacerlo. No sabía qué hacer, así que actúe con naturalidad.
- Voy a darme una ducha. Le dije a Marta.
- ¿en serio? Eres un cobarde. - me dijo ella con tono de decepción. Quería jugar.
Me levanté, entré al bungalow y me di una ducha. Entre la situación de la playa y esto, me moría de ganas de hacerme una paja, pero no lo hice. Tardé muy poco en ducharme, salí de la ducha, me asomé por la pequeña ventana del bungalow para ver verificar que nuestra vecina seguía en el patio, ahora estaba hablando con su novio que se parecía que estaba preparando la cena en el interior de su bungalow. Me anudé la toalla de baño a la cintura, cogí el bañador y salí al patio trasero donde estaba Marta. Pasé por delante de ella, fui a tender el bañador junto a su bikini, me aseguré que nuestra vecina me miraba y dejé caer la toalla de la mi cintura. Marta comenzó a reírse y me soltó un “cariño, ten cuidado”. Allí estaba yo, con la polla morcillona (la suelo llevar depilada, aunque no completamente rasurada) enseñándole a nuestra vecina mis dotes.
La chica se quedó estupefacta, me miró a la cara y rápidamente apartó su mirada. Yo me sonrojé, nunca había hecho algo tan descaradamente, aunque estaba claro que estas vacaciones iban a ser la primera vez en muchas cosas.
Me coloqué de nuevo la toalla, pasé por al lado de Marta, nos miramos y nos sonreímos. Me dio una palmada en el culo cuando pasé y me dijo, “anda, vamos a preparar algo para cenar que estoy agotada”. Así lo hicimos, cenamos hablando de cosas que nada tenían que ver con la tarde que habíamos vivido, aprovechamos para cambiar de tema. Acabamos de cenar, nos echamos un cubata y nos fuimos de nuevo al patio a planificar el día siguiente. A eso de medianoche nos fuimos a la cama, echamos unos de los mejores polvos que hemos echado nunca y nos quedamos dormidos hasta el día siguiente.
Nos despertamos temprano, sobre las 8:30. El día estaba soleado, aunque sin llegar a hacer un sol radiante, típico día de mediados de septiembre. Desayunamos, nos preparamos, cogimos el coche y pusimos rumbo hacia una playa bastante más alejada que la que habíamos estado la tarde anterior. Tardamos unos 40 minutos en el camino en coche y otros 20 andando a través de un sendero bordeando una montaña. Habíamos leído que el acceso era algo engorroso pero que merecía la pena al llegar. Y efectivamente, no nos defraudó.
Era una cala relativamente apartada, pequeñita, de unos 100 metros de extensión, de agua cristalina y arena negra. Bajábamos por un sendero arenoso que desembocaba justo casi en mitad de la playa y la dividía en dos mitades perfectas. Cada una de estas mitades era como otra pequeña cala en forma de media luna. Desde el sendero por el que bajábamos se levantaba una pared de roca caliza la cual iba ascendiendo hasta abrazar ambas mitades de la playa desde un extremo y hasta el otro. Este era el motivo que hacía que el acceso fuera algo complicado, pero a su vez, otorgaba daba una intimidad bastante agradable.
Ni que decir tiene que el nudismo estaba bastante extendido. Ya de por sí esta zona de la península se presta bastante a ello. Cuando decidimos a qué lado de la cala íbamos, comenzamos a andar por la arena de la playa buscando un lugar que nos gustase. No había demasiada gente, en la zona donde nos pusimos se encontraban algunos matrimonios de personas mayores, naturistas mayormente y parejas jóvenes, un grupo de amigas de unos 30 años y poco más. Prácticamente todos se encontraban desnudos, salvo un par de chicas del grupo de amigas que llevaban la parte de abajo del bikini.
Al llegar casi al extremo de la playa, vimos un pequeño recoveco en la pared de caliza y nos situamos cerca de ella. Extendimos la toalla, pusimos la sombrilla, puesto que íbamos a pasar todo el día allí y nos comenzamos a desnudar.
Mi sorpresa fue que Marta directamente no llevaba parte de arriba puesta. La miré y le dije:
- ¿y eso?
- ¿pues qué quieres? Entre lo de ayer y que venimos a una playa semi-nudista. Y mira esto…
Seguidamente se dio media vuelta, se bajó el pantaloncito que llevaba y pude apreciar su culo perfectamente redondeado y un pequeño triángulo negro coronándolo.
- ¿tanga? – le pregunté.
- ¿te gusta?, siempre lo llevo, aunque creo que lo estoy estrenando hoy.
- Pues la verdad es que te queda muy bien.
Yo estaba medio empalmado de nuevo. Tengo que decir que se me pone morcillona con facilidad y al tener un buen grosor se me suele notar el bulto.
Miré a mi derecha y vi a un matrimonio de unos 45 años sentados con la espalda apoyada en la pared de caliza, ambos con las piernas extendidas y totalmente desnudos. Los dos llevaban gafas de sol, así que no pude apreciar si me estaban mirando. El hombre tenía la cabeza afeitada, tenía aspecto de machacarse en el gimnasio, su polla flácida se apoyada sobre el muslo y estaba completamente depilada. Ella era pelirroja, de piel bronceadísima, de color dorado intenso, tenía las tetas operadas, aunque nada exageradas, dos pechos de tamaño mediano, perfectamente redondos con pezones oscuros y puntiagudos y el coño totalmente rasurado cubierto con un pequeño mechón de pelo negro muy corto. Ciertamente, estaba muy buena para la edad que tenía.
No me lo pensé mucho y tras ver a Marta en tanga, me bajé el bañador.
- Ea, ¡mira que rápido! – exclamo Marta.
- Hombre, no le voy a dar muchas vueltas.
- Me parece muy bien cariño. ¿vas a enseñarle a la señora lo bien dotado que estás? – me dijo Marta bajando la voz y percatándose también de la pareja.
- Pues no lo había pensado, pero si ella quiere…
- Pues tienes competencia, ¿eh?
- No lo creo…
La verdad es que tanto él como ella, nos estaban mirando. Estaba a escasos metros de nosotros y su aspecto me hacía pensar que eran habituales en este tipo de playas y que igual también les iba el tema del exhibicionismo.
Nos sentamos en nuestras toallas, uno a cada lado de la sombrilla, Marta únicamente con un tanga negro, con sus preciosas tetas coronadas con unos rosados y apetecibles pezones al aire y yo, completamente desnudo.
En esta ocasión fue ella la que se embadurnó en crema. Es muy precavida y odia quemarse. El matrimonio no perdía detalle de cómo mi mujer se esparcía la crema por su torso, hombros, brazos, barriga, tetas… No se si ella era consciente, pero parecía que lo estaba haciendo a posta. Se masajeaba cada teta con delicadeza, echándose crema en cada una de ella, prestándole especial atención a sus delicados pezones, los cuales fruto del roce, se empezaron a poner durísimos. Como ya he descrito, los pezones de Marta son de color rosa claro, la línea de su aureola se difumina con el resto de la teta desapareciendo delicadamente, y su pezón es carnoso, aunque cuando se excita, se contrae provocando que la aureola se arrugue y tome un color algo más oscuro, casi inapreciable. A mi personalmente, me vuelven locos.
Y a nuestro amigo parecía que también, disimuladamente se rozaba la polla con la mano como sacudiéndose la arena, y ésta respondía dando un pequeño respingo.
- Le estás alegrando el día a esta familia. – le comenté a mi mujer.
- Pss después de lo de ayer ¿qué quieres que te diga?
- Joder tía, estás desatada. Te gustó bastante por lo que veo.
- Pues si te digo la verdad, sí. Y tú lo sabes. Te diría que me quedé con ganas de más y veo que tú también. – Me dijo mientras me miraba la polla que en ese momento estaba casi totalmente empalmada.
Tuve de darme la vuelta y ponerme bocabajo sobre la toalla para seguir con la conversación.
- Jajaja eso, disimula.
- Pff tía, es que voy a dar un espectáculo. Bueno a lo que vamos, ¿cómo que te quedaste con ganas de más?
- Lo que oyes. Ayer no se de lo que hubiera sido capaz…
- ¿En serio me lo dices?
- A ver, eran muy mayores y si lo pienso, se me corta el royo. Pero igual a otro tío, más joven…
Yo podría haber hecho un agujero en la arena. Me dolía la polla literalmente de lo dura que estaba.
En ese momento, sentí un chorro de crema fría en mi culo. Miré para atrás y vi a Marta incorporada de lado sobre sí misma y con el bote de crema en la mano. Giré la cabeza hacia el otro lado y vi al matrimonio mirando sin perder detalle. Tengo que decir que a Marta le encanta tocarme el culo, dice que está muy duro y le pone cachonda y a mí la verdad es que me produce cierto placer también. Alguna vez me ha metido un dedo en el culo mientras me la chupaba y no he tardado ni 10 segundo en llenarle la boca de leche, aunque no me lo hace con frecuencia.
La cosa es que empezó a extenderme la crema sobre mis nalgas de manera muy suave. Yo la conozco y parecía que no se le había bajado aún el calentón del día anterior. Como digo, el matrimonio no perdía detalle y ahora ambos tenían las piernas algo mas separadas. A ella le brillaban los bronceados labios de su coño y él tenía la polla, algo más pequeña que la mía, casi empalmada y apoyada sobre la toalla.
Marta seguía dándome crema en el culo. Me había rozado los huevos un par de veces y tuve que decirle que lo dejara. Si seguía así iba a correrme y no era plan.
Echamos el día entre insinuaciones, risas y miradas de complicidad. Tanto el matrimonio como nosotros nos dimos unos cuantos baños, la mujer parecía que aprovechaba cada vez que se tumbaba en la toalla para poner el culo en pompa y enseñarnos el coño y yo, por supuesto, no perdía detalle.
Justo después de comer, la playa se quedó algo mas solitaria, el día volvió a nublarse ligeramente y se levantó algo de viento, muy típico de la zona e hizo que tuviéramos que cerrar la sombrilla. Llegó a la playa un chaval de unos 35 años aproximadamente, el cual se colocó a nuestra izquierda, aunque algo más abajo en relación a la orilla. Era moreno, de cuerpo atlético, con un bañador bóxer que insinuaba un bulto considerable y también tenía el pecho y las piernas totalmente depiladas.
- Voy a intentar dormir algo. – Me dijo Marta.
- Ten cuidado que cuando te despiertes no sabes lo que puede haber pasado.
- Jajaja si claro, van a venir todos los tíos de la playa a follarme.
- Eso es lo que tú quisieras. – Le contesté
- No perdona, eso es lo que tú quisieras. Anda aprovecha y le tiras los tejos a tu “amiga”
Marta se refería a la mujer pelirroja. No tuve mucha opción ya que a la media hora recogieron sus pertenencias y se marcharon. No sin antes lanzar un par de miradas hacia donde estábamos nosotros. Marta se encontraba medio dormida, en tanga, bocabajo y no se percató.
En ese momento mi mente empezó a maquinar. Pensaba en la situación del día anterior, en el chico que había llegado hacía un rato y en cómo podía provocar una situación similar. La pared de roca caliza hacía de barrera visual para el otro extremo de la playa, así que la situación era perfecta.
El chico se levantó y se metió en el agua y aproveché la oportunidad para tirarle del elástico del tanga a Marta. Ella, que se había dado la vuelta, abrió los ojos maldiciéndome.
- ¿Qué haces tío?
- Pues nada que nos hemos quedado solos con un nuevo amigo.
- Joder Raúl, a ver si te crees que todos los días vamos a follarnos a alguien.
- A ver. Para empezar que no nos hemos follado a nadie y segundo que no me negarás que llevamos dos días cachondos perdidos, estamos lejos de casa, no nos conoce nadie y…
- ¿y qué? Esto es una playa pública
- Pues yo te follaba aquí mismo. Mira a tu alrededor, estamos metidos en el recoveco este, por ese lado nadie puede vernos, tenemos una pared de 30 metros de alto que, si se asoma alguien, no te distingue la cara y encima tenemos un espectador de nuestra edad, ¿qué más quieres?
Mis palabras empezaron a sonarle muy bien.
- Mira que eres… Pues te digo una cosa, el chaval parece que tiene un pollón
- ¡Marta tía! Córtate que estoy delante
- Ah vale, tú puedes decir que la vecinita está buena y yo no puedo hacer un comentario
- Hombre no es lo mismo, ¿no?
- Mira decir que “está buena” es insinuar que te la follabas, no me hagas lo blanco negro.
Me dejó callado porque llevaba toda la razón.
- Pues nada. Aquí viene el “amigo del pollón”. – le dije
- Jajaja pero qué tonto eres. Pues sí que parece que lo tiene eh.
- ¿Lo vas a averiguar?
- Pues no se…
Yo volvía a estar empalmado de nuevo. Sentado sobre la toalla, con una pierna extendida y la otra flexionada, ahora era yo el que tenía la polla casi totalmente dura recostada sobre el muslo. El chico me miró un par de veces, sacó una lata de coca cola de una mochila y se sentó de espaldas a nosotros.
- Entonces, ¿vamos a follar o qué? – le pregunté a Marta en voz baja y tono de broma.
- Pero qué pesado eres. Tendrás que calentarme, ¿no?
- ¡Pero si llevas ardiendo desde ayer!
- Venga vamos a bañarnos a ver si se nos pasa la tontería. – Me dijo ella.
Nos levantamos de las toallas. Ella echó a andar delante de mí decidida hacia la orilla, yo en seguida recordé la tarde anterior, cómo se contoneaba al lado de los pescadores para que le mirasen las tetas. Pues ahora estaba haciendo exactamente lo mismo. Iba diligente hacia la orilla, en topless y con un tanga ajustado de licra negro que hacía que la carne de su culo y sus caderas anduviera libre. Marta no está ni mucho menos gorda, pero tampoco es especialmente delgada, yo siempre le digo que tiene “carne para coger”. A mí me vuelve loco toda ella y creo que a nuestro amigo también.
Yo iba un metro por detrás, mi mujer pasó por delante del chaval, éste giró la cara y le miró el culo, en parte acto reflejo, lo que no fue acto reflejo fue la media sonrisa que se le quedó dibujada en su rostro. Cuando llegamos al agua le comenté a Marta cómo la había mirado. Ella se rio. Nos metimos en el agua y estuvimos un buen rato bañándonos. Empezábamos de nuevo a estar calientes. En el agua aproveché para echar una visual de toda la playa, desde allí podía ver que en el otro extremo de la playa aún quedaba gente, incluso habían llegado algunas personas a volar sus cometas aprovechando el viento.
En un momento dado, Marta se abalanzó sobre mi espalda, empezó a rozar sus pezones contra mi cuerpo. Yo me di la vuelta. Le agarré el culo, la levanté, ella echó sus brazos por detrás de mi cabeza y cruzó sus piernas por detrás de mi cintura. Desde fuera del agua, sólo se nos veían las cabezas y parte del torso, pero cualquiera se podía imaginar que además de besarnos, yo estaba frotando su coño por encima del tanga.
Quizás lo ocurrido la tarde anterior, dio paso a un nivel de desinhibición que no habíamos tenido antes y yo estaba dispuesto a continuarlo. Empecé a susurrarle guarradas a Marta en el oído. A ella le encantan estas cosas y la ponen súper cachonda.
- ¿te está poniendo muy zorra que te toqué el coñito en la playa como ayer? -le susurré mientras le presionaba el coño debajo del agua.
- Siii joder! Sigue cabrón – exclamó ella
- Ahora vamos a salir del agua y cuando lleguemos a la toalla, te vas a quitar el tanga para que el mirón vea cómo de hinchado te he dejado el coño.
- Vale mi vida…ufff… - Ella casi no podía articular palabra
- Vamos para fuera cariño, venga que nuestro amigo te quiere ver el coñito.
Se soltó de mis brazos y salimos del agua. Íbamos andando a la par. Yo estaba completamente empalmado, en realidad me daba igual. Llevaba medio capullo fuera. Ella tenía los pezones durísimos y el tanga bastante metido en la raja de su coño. Era evidente que nos lo habíamos estado pasando muy bien en el mar. Al pasar por al lado del chico, nos miró de nuevo sonriendo e hizo un ligero gesto como asintiendo con la cabeza. Los tres sabíamos lo que pasaba y parecía no importarle a nadie más.
Llegamos a nuestras tollas. Yo se senté mirando hacia el mar, justo delante a unos 10 metros teníamos al mirón el cual se había dado la vuelta nada más pasar nosotros y ahora se encontraba bocabajo mirándonos descaradamente, incluso se había quitado las gafas de sol que llevaba. Marta se quedó de pie delante de su toalla, yo la miré sin saber muy bien qué iba a hacer y de repente, echó las manos al elástico del tanga y, sin flexionar las piernas, comenzó a bajarlo. Debía ser una imagen de película porno. Yo la observaba estupefacto y el chaval tenía una visión perfecta del coño de Marta.
Ella se terminó de sacar el tanga y se sentó en la toalla mirando hacia adelante, en la misma posición en la que yo estaba, son las piernas semi abiertas, dejando verse en todo su esplendor. El cuerpo completamente mojado con sus pezones rosados a punto de estallar y el coño totalmente hinchado debido a mis toqueteos.
Yo, por supuesto, estaba muy empalmado. Y no era el único, nuestro amigo se levantó mirando hacia nosotros, se sobó el bulto de su bañador bóxer y también se desprendió de él. Una enorme polla de unos 22 cm y bastante gruesa, apareció ante nosotros.
- Joooder. – exclamó Marta
- ¿cómo te joder? Serás zorra. – Le contesté. Me sorprendió bastante el comentario.
Ella jamás se había referido así a nadie, incluso llegaba a decirme que le causaban rechazo algunos hombres desnudos, aunque desde el día anterior me di cuenta de que la cosa había cambiado radicalmente. Ni mucho menos me importaba. El primer pellizco en el estómago que provoca que tu mujer mira a otro ya lo tenía superado con la escena de los pescadores, una cosa es fantasear y otra la realidad. Y ambos habíamos empezado a disfrutar mucho de estas situaciones.
- Jaja envidioso… que noo, tu polla me encanta cariño, pero es que el chaval está muy bien dotado. Además, ya te lo había dicho antes.
Nuestro nuevo amigo, se dio la vuelta y fue a darse un baño. Yo aproveché para ver hasta dónde podíamos llegar, aunque a decir verdad Marta estaba bastante receptiva. Tanto que me cogió la polla y empezó a pajearme, yo me recliné hacia atrás, abrí un poco más las piernas y la dejé hacer. Ella miró hacia ambos lados comprobando que no había nadie más en la playa y continuó masturbándome.
- ¿sabes qué? – le dije
- ¿qué? – me respondió ella expectante
- Le voy a decir algo, lo voy a llamar o algo así. ¿Quieres?
- No sé tío… ¿no te da vergüenza?
- Acabas de pasearte delante de él y luego le has enseñado el coño descaradamente. – le dije
- Jajaja… tío, pero una cosa es exhibirse…
- ¿y otra? Venga tía, que ayer te quedaste con ganas de catar otra polla
Se quedó callada.
- Vale, pero no respondo de mí.
- No respondas. No tenemos que hacer nada, sólo dejarnos llevar
El chaval volvió del agua pasados unos minutos. Marta seguía pajeándome de manera algo más suave, alternaba entre la polla y los huevos. Nuestro amigo llego a su toalla. Traía la polla morcillona por el efecto de la temperatura fría del agua y se quedó de pie mirándonos.
Yo me quedé mirándolo fijamente mientras Marta me pajeaba. La escena debía ser pura poesía.
- ¡Buenas! – dije en voz más alta sin dejar de mirarlo.
El chico, miró hacia todos lados, se señaló a sí mismo y yo asentí.
- B.. b.. Buenas. contestó tímidamente mientras daba un par de pasos hacia nosotros.
- Ven hombre. No te preocupes. Tráete tus cosas. ¿Te apetece una cerveza?
Me sorprendí de mí mismo. Parecía que llevaba toda la vida haciendo eso. Pero también pensaba que tenía que aprovechar el morbo dentro de lo posible. Fantaseaba constantemente con exhibirnos, con ir un poco más allá. Pues era el momento.
El chaval se acercó a nuestro lado y extendió la toalla delante de nosotros. Marta dejó de pajearme ante la llegada de nuestro vecino.
- ¿aquí mismo? – preguntó
- Sí, donde quieras. Ella es Marta y yo soy Raúl. – nos presenté
- Encantado, yo soy José, ¿sois de por aquí?
- No, estamos de vacaciones.
- Ah genial, estas playas están muy bien. Yo suelo venir a menudo.
- Sí, a nosotros nos están encantando. – nos miramos y empezamos a reírnos.
El chaval se quedó un poco cortado.
- José, voy a ser directo. Nos gusta mirar y que nos miren. – le dije
- Mmmm bueno a mí un poco también jeje. – comentó él sin dejar el tono tímido
- ¿te gusta Marta? – le pregunté
El chaval se quedó paralizado mientras decía que sí con la cabeza y apenas le salía la voz del cuerpo. Le miraba las tetas y el coño a mi mujer y su polla empezó a endurecerse. Yo miré a Marta, la besé y le toqué su teta derecha pellizcándole el pezón.
- Tócate el coñito para José, cariño.
Marta no dijo nada. Tenía las piernas extendidas, las abrió ligeramente de tal forma que su pie derecho se quedó a centímetros del muslo de nuestro invitado. Se llevó su mano al coño y comenzó a acariciarse poco a poco. De repente pareció que todo empezó a engranarse, José, que estaba sentado con las piernas semi cruzadas, se quedó mirando cómo se tocaba mi mujer, se cogió su enorme polla y empezó a pajearse. Yo hice lo mismo. En 2 minutos estábamos los 3 masturbándonos en la playa con esa sensación de que alguien podía vernos, pero con cierta tranquilidad ya que estábamos en septiembre y la pared de roca caliza nos daba la intimidad que necesitábamos. Estábamos viviendo una situación similar a la tarde anterior. De nuevo la adrenalina y el morbo por las nubes.
Marta seguía tocándose su rajita. Extendió su pie derecho hacia nuestro amigo, posándolo sobre su muslo. Él reaccionó cogiéndole el tobillo con su mano derecha mientras se pajeaba con la izquierda y yo le cogí la teta derecha a Marta y comencé a chuparle el pezón sin dejar de masturbarme.
Los 3 aumentábamos el ritmo. La postura de José, con la mano izquierda subiendo y bajando por su polla y la derecha agarrando el tobillo de mi mujer y los 22 o 23 cm que tenía, provocó que en un par de veces su capullo rozara el pie de Marta. Yo dejé de masturbarme, le aparté la mano del coño a Marta y empecé a tocarla yo. Ella ya emitía pequeños gemidos. Abrió un poco más sus piernas, se recostó ligeramente y extendió su pierna derecha hacia adelante buscando la polla de nuestro amigo.
Él reaccionó frotando su capullo por el pie de mi mujer. La polla tenía casi el mismo tamaño del pie. La pasaba una y otra vez. Marta estaba tocando otra polla por primera vez, aunque fuera con su pie. Los 3 estábamos ardiendo de placer. Aunque con cierta contención, ya que no sabíamos si podía aparecer alguien. Serían casi las 18:30 de la tarde y como mucho la poca gente que quedaba al otro lado de la playa, se marcharía, sería raro que apareciera alguien más.
Marta volvía a estar totalmente desconocida. Se dio media vuelta, poniéndose de lado, ella estaba algo más recostada que yo, con lo cuál su cabeza quedaba a la altura de mi pecho, se echó sobre mí y empezó a hacerme una mamada.
Nuestro amigo se quedó fuera de juego por un momento. Yo me dejé hacer y él se incorporó un poco y haciendo un gesto como si quisiera acariciarla a ella, me pidió permiso.
- ¿puedo? - preguntó
- Sí. – contesté yo, mientras Marta subía y bajaba su lengua por mi polla confirmando mi decisión.
José empezó a acariciar el muslo y la nalga de Marta por la parte superior de su lado izquierdo. Subía y bajaba por su pierna mientras con la otra mano no dejaba de masturbarse.
Pasados unos escasos minutos, ella le tomó su mano y se la llevó hasta su teta izquierda. Dejándola sobre ella con fuerza. Esto provocó que él se quedaba ligeramente echado sobre ella. El chico tuvo bastante delicadeza y, aunque se quedó agarrándole la teta con fuerza, se colocó justo por detrás de ella, recostado también de lado.
Marta estaba en medio de los dos. Echada sobre mí mientras me la chupaba y José se había quedado detrás de ella y ahora alternaba su mano entre la teta de Marta y su polla que seguía durísima. Cuando se masturbaba, se la pasaba por la espalda a mi mujer y aprovechaba para darle pequeños golpecitos en la nalga. No sabíamos a dónde nos iba a llevar la situación, pero volvía a ser muy excitante.
Yo tenía el corazón a 1000 por hora. Me decidí a hacer lo que llevaba un buen rato deseando. Le cogí la mano a Marta y se la llevé al pollón de José. No dejó de chupármela, también le notaba el corazón a mil. Al principio no acertó a cogerla y le rozó un par de veces la mano por su capullo y por el tronco de su polla, hasta que finalmente la agarró y empezó a hacerle una paja. La polla de nuestro amigo hacía que la mano de Marta se quedase pequeña, le sobraba un trozo por debajo y otro por encima. Esta experiencia era totalmente nueva, ya no estaban tocando ligeramente a mi mujer. Estábamos haciendo prácticamente un trío. Marta le estaba haciendo una paja a un extraño mientras me comía la polla a mí.
Finalmente, el chico no aguantó más y se corrió sobre la espalda y la toalla de Marta y yo al ver la escena, hice lo propio llenándole de leche la boca a mi mujer.
Los 3 nos quedamos tirados sobre la arena unos instantes, hasta que decidimos ir a bañarnos. La cara de José era un poema y nosotros habíamos vuelto a vivir una experiencia inolvidable. Aunque yo sabía que Marta no se había corrido y me esperaba fiesta al llegar al camping.
Continuará…