Vacaciones en la playa con mi novio II (despertar)

Isabel sigue descubriendo sus límites, adquiriendo un gusto por la dominación y la exhibición que nunca la abandonarán. Exhibición, voyeur, infidelidad y dominación.

Hola, me presento, Soy Isabel, igual ya habéis leído al novio de mi mejor amiga, Samuel, en la serie de relatos “Se han follado a mi novia” en la que su novio narra cómo nació el triángulo amoroso de nuestra relación entre María, Samuel y yo misma.

Podéis leer la historia original en:https://www.todorelatos.com/relato/171653/

La primera parte de este spin-off está en: https://www.todorelatos.com/relato/178656/ , se recomienda su lectura, pero he intentado que este relato se pueda leer de manera independiente.

Vacaciones en la playa II (despertar sexual)

Aquella mañana, me sentía rara, la noche anterior me había dejado dominar por Ricardo, otro huésped del hotel donde estábamos alojados. La verdad es que en cualquier momento podría haberlo parado, pero no había querido, le había dejado hacerme suya, humillarme, grabarme.

Mi novio y yo, llevábamos cinco días en Mallorca, alojados en un hotel de lujo al que solo podían acceder adultos, los días que habían pasado apetecibles y habíamos disfrutado mucho de tomar el sol, beber mojitos y, en general, de desconectar, pero ayer, ayer lo cambio todo, había descubierto una parte de mí que se encontraba latente.

Todavía no lo tenía claro, si había sido por aburrimiento, por la tensión de la situación, porque yo realmente era así o debido a una mezcla de todo aquello, pero la noche pasada me había pasado muchísimo, y no sabía hasta qué punto tenía vuelta atrás aquello.

Eduardo, mi novio, estaba todavía desperezándose, por lo que me levante de la cama y me dirigí al baño y me mire en el espejo. Mi cabello rubio apenas se había despeinado mucho durante la noche, iba solo en ropa interior, recordé que la noche pasada había tenido que dejar mi camisón en la habitación de al lado, ya que había quedado destrozado y me ruboricé, sí, me lo había pasado genial. Comprobé que no tuviese ninguna marca por el cuerpo que me fuese a delatar, y al ver que no tenía nada, comprobé el teléfono móvil. Tenía un mensaje.

— Hola, Isa, te toca actuar — ponía el mensaje de Ricardo . —Coloca el móvil en el baño, de tal manera que con la cámara trasera se vea todo lo que sucede en el cuarto y dale a grabar. Quiero ver como eres en acción con tu novio.

Me lo pensé, pero recordé que ayer ya me sacó fotos y me grabó, estaba completamente vendida a él y bueno, la verdad es que me excito muchísimo la idea de que me mirasen mientras lo hacía. No iba a buscar excusas, si Ricardo quería ver que hacía con mi novio, se lo daría. Inicié el vídeo, sonreí al objetivo, coloqué la cámara en un punto estratégico desde el cual, con la puerta abierta se viese la cama, una vez todo estuvo listo, salí a terminar de despertar a Edu.

— Buenos días, amor ¿Dónde está tu camisón? —preguntó mi chico al verme salir del baño, se había fijado en que solo iba en ropa interior.

—Hola, bombón —le salude mientras me tumbaba en la cama a su lado— buf, anoche tenía mucho calor, así que lo deje en la maleta de nuevo.

— Ah, ¿sí? Bueno, no seré yo el que me queje de una oportunidad como esta… —me dijo mientras se acercaba.

Tumbada a su lado, me empecé a calentar por la situación, situación acerca de la que Edu no sabía nada.

— Aprovéchala… —le invité.

Eduardo, tal y como solía hacer me empezó a besar el cuello y haciéndome cosquillas con su barba, aquello me encantaba y me empezó a excitar. Estaba tan centrado, que pude mirar a cámara y guiñar un ojo, aquello quedaría genial en el video.

Su mano, no tardo en estar recorriendo mi cuerpo y meterse por debajo del sostén de encaje azul transparente, que llevaba desde la noche anterior, para sobarme las tetas. Por mi parte, fui directa a su bóxer, la tenía bien dura, se había levantado con ganas.

— ¡Vaya! —exclamé. Él se rio cómplice.

Se me ocurrió una idea, iba a hacerle sufrir un poco, así que, me desprendí del sujetador con un rápido movimiento y me aparté un poco, cuando tuve algo de distancia, metí la mano bajo la braguita y me empecé a masturbar mientras le miraba a los ojos.

Él intentó acercarse a mí, pero no le dejé, le empujé ligeramente con mi pie y retrocedió.

En aquel momento, mientras me tocaba, recordé como la tarde anterior había dejado que un grupo de tres chavales me mirasen casi desnuda, como habían hablado de follarme, como eso me había puesto cachonda y como uno de ellos finalmente lo había hecho, recordé como me había sentido cuando me había llamado puta justo antes de follarme el culo, humillada, sumisa…

Eduardo se frustró de nuevo y vino a por mí con intención de follarme, y yo, no le dejé de nuevo, me divertía aquello. Seguí masturbándome con mis recuerdos. Edu insistió y no tardó en quitarme las bragas azules, pero no le dejé subir, por lo que comenzó a comerme el coño.

Hacía mucho tiempo que no me lo comía, y la verdad, es que me gustaba aquella sensación, dejarme hacer, sentir la punta de su lengua recorriendo mi clítoris, la humedad, uff. Empezaba a sentir oleadas de calor que emanaban de mi interior.

Agarré del pelo a Edu, y le sostuve la cabeza, y mientras, mire hacia donde sabía que estaba la cámara y sostuve la mirada, sentía como si Ricardo estuviese en el marco de la puerta, evaluándome, viendo si era lo suficientemente puta para él, sentí otra oleada y se me escapó un gemido.

— ¡Ahh! —grité mientras echaba mi cuerpo hacia atrás y apretaba más con mi mano a Edu contra mi coño.

Él siguió con su juego de lengua y giró sobre mi clítoris un par de veces más, me tenía a punto, y solté, no podía más. Eduardo me miró ansioso, y yo asentí, quería que lo hiciese, y eso hizo, me metió su miembro, lo sentí dentro, bien duro, palpitante.

Aquel pequeño juego de provocarle había tenido efecto, de pronto se encontraba enérgico y con muchísimas ganas, así que me deje hacer mientras. La cadencia de su cuerpo, su cara, todo me trasladaba que se sentía pletórico, como si me hubiese conquistado. Pero yo por dentro me sentía sucia, estaba disfrutando sí, muchísimo, mientras me estaban follando, Ricardo me estaba viendo a través de la cámara y era, uff. Como decirlo. Me embargaba.

—Insúltame —le pedí de pronto entre gemidos.

—¿Quieres que te insulte? —me dijo él, un poco extrañado, nunca le había pedido nada de eso.

Le miré a los ojos y sin decir nada asentí muy seria.

—Mira que eres guarra Isa, te van unas cosas…

“Si tú supieras…” Pensé, pero no dije nada, solo asentí.

—He visto cómo te muestras, sé que te pones cachonda cuando te miran...

No dije nada, sentí vértigo y me subió la sangre a la cara.

—Ayer te estaban viendo los chicos de la piscina y te desnudaste para ellos, ¿qué te crees?

Mientras Edu seguía hablando, siguió penetrándome, cada vez más fuerte, cada vez más intenso.

—Eres una puta. ¿Qué pasa? ¿Qué quieres que te follen? —preguntó con rabia.

—Sí… —susurré bajito.

No lo pude evitar, la confrontación, el éxtasis, el sentir que me iba. No aguanté mucho más aquel ritmo, todo, y empecé a notar como llegaba el orgasmo, a pesar de la afrenta, Edu no paró, de hecho, noté que su miembro estaba más duro incluso y siguió.

—Como lo sabía… Lo has hecho ya, ¿verdad?  —siguió preguntando.

Aquella pregunta me desconcertó, pero le miré y observé que estaba muy serio, furioso y al mismo tiempo cachondo, descubrí con asombro que aquello le gustaba, sonreí con malicia…

—Sí, joder, varias veces.

Y sin ya poder aguantarme, gemí con fuerza, me alcanzó el orgasmo que no pude retener por ninguno de los medios. Todas mis terminaciones nerviosas estaban en aquel momento recibiendo placer, una gloria.

Y lo noté, noté como se corrió dentro de mí, como me impregnaba con su esperma, como empujaba para metérmelo más adentro.

Cuando todo paso, simplemente me levanté y fui al baño para ducharme. Al cerrar la puerta del baño, miré al móvil, lancé un beso a la cámara y lo apagué.

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Unas horas más tarde, estábamos en la playa, todavía no habíamos hablado del tema, simplemente habíamos desayunado y tomado lugar en la arena, no había mucha gente.

—Bueno, ¿no vas a decir nada? —comenté.

—¿Qué hay que decir? —preguntó él. —Supongo que era verdad, ¿no?

—Sí, es cierto. —Asentí mientras le miraba, él no lo hacía, tenía su mirada puesta en el horizonte.

—Lo sabía desde hace tiempo —dijo. —Al principio no me lo quería creer, pero cuando te vi irte a un hotel con un desconocido, lo entendí todo.

O sea que lo sabía, sabía qué hace 4 meses le había sido infiel con un chico que conocí por internet. Me entró miedo, por todo, por la situación del momento, porque todo se fuese a la mierda, pero, de todos modos, ya se había ido a la mierda hace mucho, y además, estaba el tema de Ricardo...

Me quede callada, no sabía que responder, me había pillado por completo.

—¿Te gusta? ¿Te gusta serme infiel? —preguntó.

—No lo sé… —Medité. —Bueno, sí, la verdad es que no lo tenía claro, y la primera vez me sentí fatal, pero ahora mismo, disfruto mucho mostrándome, sintiendo que me desean, es algo que necesito...

—¿Quieres entonces seguir haciéndolo? A mí no me importa, de hecho… creo que me gusta.

En ese momento, me miró. Y pude ver la perversión en su mirada.

—Ya veo… ya —le respondí. —¿Quieres verme en acción?

Eduardo se quedó callado, miro al suelo y pude notar su nerviosismo, se moría de ganas, pero no se atrevía. Me acerqué a él y le di un beso.

—Vamos a recoger nuestras cosas, y vamos a otra punta de playa, aléjate y déjame sola, pero no me pierdas de vista. ¿Entendido?

Edu asintió.

También estaba nerviosa, pero a vista de lo que estaba aconteciendo estos días, había descubierto en mí misma la capacidad de mantenerme firme, le volví a besar, le guiñé un ojo y me levanté para recoger todo.

Metí mis cosas en la bolsa de la playa y comencé a andar hacia la zona sur de la misma, noté como Eduardo seguía mis pasos a una distancia prudencial, la respiración me iba a mil, pero continúe, si aquello salía bien igual acababa bien con Eduardo y con Ricardo, Además, parecía que Edu estaba dispuesto a seguir mis indicaciones sin preguntar, a complacerme. Dos caras de la misma moneda, sumisión y dominación. Ricardo y Eduardo.

Una vez avancé lo suficiente, entre la multitud de la playa localicé a un grupo de chavales un poco mayores que yo, perfecto, el espectáculo perfecto para probar los celos de Edu. Me acerque a una distancia prudencial de ellos y deje mi toalla en la arena, acto seguido me senté en ella y me quite la parte de arriba del bikini.

Pude ver por el rabillo del ojo como Eduardo se sentaba a una distancia prudencial, entre nosotros había una familia de dos padres de unos 50 años y una chica que tendría mi edad. Con aquella distancia nadie podría sospechar, bien. Mi objetivo era ponerle celoso.

Escuche unas risas del grupo de chavales, y mire en su dirección, si bien no me señalaban, varios de ellos miraban en mi dirección intentando disimular y las risas provenían de algo que decía uno de ellos. Claramente me estaban mirando, justo lo que quería, por lo que les sonreí y me giré de nuevo.

Saqué el teléfono móvil y me hice un video para Instagram Stories , en la playa, sola, apuntando al mar con mis piernas en el encuadre y mi bikini tirado al lado, después volteé la cámara hacía mi cuerpo sin que se llegase a ver que estaba en topless, pero siendo bastante evidente. Le di a subir.

Entre en la conversación de WhatsApp con mi novio y escribí.

—Ahora mismo hay 6 pollas deseando follarme... 🙄—Le puse en el mensaje.

—Uf — Me respondió.

Deje el teléfono y de nuevo miré hacia el grupo de chicos, saque mi crema solar y empecé a echármela por los hombros.

Escuché risas, y después un par de gritos de ánimo, sonreí, cuando me giré de nuevo ahí estaba uno de ellos, el más alto y musculoso del grupo.

Hola, veo que necesitas ayuda ¿te puedo ayudar? dijo el chaval señalando mi bote de crema.

Claro, sí, sí que necesito ayuda... ¿Cómo te llamas? —Le sonreí.

El chico se la estaba jugando, y aquello me divertía, además, estaba bastante bueno.

—Miguel, ¿tú? ¿Por dónde te echo la crema? —preguntó él.

—Encantada, Miguel, yo soy Isa. Empieza por la espalda y vamos viendo ¿Te parece? —le dije con una sonrisa coqueta.

Miguel asintió, no paro de hablar mientras me echaba crema, intentaba conocer un poco de porque estaba allí y todo eso. Le comenté que había venido con unos amigos, pero que estaban en aquel momento de resaca todavía y que a mí me encantaba pasear por la playa. Una charla realmente vacía, mientras tanto, Miguel no se cortó un pelo, y aprovecho para tocarme todo lo que pudo, no llegó a tocarle el pecho hasta el pezón, pero sí que me toco con ganas, mientras, yo solo me hacía la distraída. Incluso, sin que se lo pidiera, empezó a masajearme las piernas y acabo magreándome el culo durante un buen rato. El chaval no se lo creía, ni yo que estuviese este tan lanzado, pero me estaba poniendo muy cachonda, y el saber que Eduardo nos estaba viendo...

Me levanté sentándome de frente a él, y Miguel paró, no sabía qué hacer.

—¿Por qué paras? —pregunté. —Sigue, por favor.

Miguel me miró como pidiéndome permiso, pero ya se lo había dado, así que le sonreí de nuevo y me tumbé boca arriba, irguiendo mi pecho.

El chico comenzó de nuevo a echarme crema por la parte delantera, esta vez con bastante crema y me sobo los pechos, mis pezones se pusieron duros como piedras y él, notándolo, me los pellizco, provocándome una oleada de placer. Siguió acariciándome el cuerpo y bajo por mi abdomen, hasta el límite de la braguita donde hizo una parada y me miró tentativamente, después, continuo dentro hasta acariciar mi clítoris, suspiré suavemente, no quería llamar demasiado la atención.

Miré a nuestro alrededor por un momento y mis ojos se cruzaron con la chica de la familia que teníamos al lado, tendría mi edad más o menos, su bikini revelaba unos pechos pequeños y un culo bien apretado y duro, era castaña. Allí, mientras tenía a Miguel metiéndome mano, y con sus padres distraídos, nos miraba con una mezcla de curiosidad y lujuria que despertó mi lado bisexual. Me sonrió, era una sonrisa muy bonita, así que se la devolví.

—¿Quieres venirte a mi apartamento? —preguntó Miguel, despertándome de mi ensoñación con aquella desconocida.

Le miré aturdida entre su masaje y el calor del sol, sí, quería irme con él.

Me erguí para mirar a Eduardo y ver como estaba, pero no estaba en su toalla, allí no estaba nadie, escudriñe más el horizonte y le vi a lo lejos, se iba hacia el hotel, también note como la chica miraba hacia donde debía estar Eduardo y me dirigió de nuevo la mirada, con confusión en su rostro. No hice nada y me giré hacía Miguel.

—No puedo, ahora no, pero mi Instagram es @isa_mancini97, escríbeme y estos días quedamos ¿vale? —le dije algo apurada.

—¿Estás bien? —El chico se puso un poco nervioso.

—Sí, sí, no te preocupes, tú escríbeme —dije mientras empezaba a recogerlo todo.

Él se relajó. Acto seguido, me levanté y me fui en dirección al hotel, no sin antes, echar una última mirada a la desconocida, ojalá saber quién era.

Mientras salía de la zona, pude ver como el chico que acababa de conocer, comenzó a seguirme en Instagram. El mundo parecía que se caía, pero incluso dentro del caos, encontraba la manera de que todo saliese bien, me empezaba a gustar aquello. Antes de salir de la playa, me terminé de poner el bikini y alcancé a Eduardo.

—Oye, ¿va todo bien? —le pregunté a Eduardo.

Él, al verme, se sorprendió.

—Pensaba que seguías con ese chico… —dijo él.

—¿Pero pasa algo? ¿Estás enfadado? —repetí la pregunta, inquisitiva.

Eduardo se rio e hizo un ademán de que no con la cabeza.

—Noo, para nada, la chica de la familia de al lado se ha dado cuenta de que os miraba mucho y para no joderlo todo me aleje, jajaja, estaba disfrutando. Me estaba provocando mucho morbo, verte así, tan expuesta, menuda sensación de celos… —dijo Edu.

Me cabreé.

—Me lo has fastidiado que sepas, pensaba llegar hasta el final —le solté.

—¿Te gustaba? ¿Querías que te follase? —preguntó.

—Sí, le he dado mi Instagram para quedar más adelante…

Eduardo asintió. Iba a decir algo, pero de pronto apareció Ricardo en aquel paseo marítimo.  Llevaba el pelo recogido hacia atrás, una camisa azul de lino y un pantalón corto a juego. No lo esperaba y me sorprendió bastante. Al principio, de hecho, me puse muy nerviosa, pero me calmé.

—¡Hola, parejita! —Nos interrumpió. —¿Qué tal os va?

Aquel encuentro parecía fortuito, pero empezaba a intuir que nada era lo que concernía a Ricardo y era demasiado casual que justo apareciese en ese momento.

Eduardo dudó, y Ricardo notó aquella sospecha en su rostro, también me debió notar nerviosa, por lo que trato de calmar la situación.

—Soy Ricky, estuvimos hablando ayer en el club del hotel. jajaja. —Se presentó de nuevo.

Edu en ese momento se dio cuenta de quien era, ya le ubicaba. Yo misma me hice la sorprendida y le sonreí.

—¡El fotógrafo! —dijo mi chico.

—¡El mismo! Aprovecho para comentaros, está noche organizo una fiesta en la discoteca Redstar, ayer me caísteis bien, así que he pensado, ¡qué demonios! Si os pasáis, estáis invitados a una ronda ¿os hace? —invitó Ricardo.

Ósea que aquello era lo que tenía pensado, Ricardo nos había escuchado hablar en el vídeo de la mañana, así que ya sabía que Edu se olía algo, aunque no tenía ni idea de lo que acaba de suceder. Aunque, ¿y si lo sabía? Parecía disponer de recursos… No sé, fuese cual fuese su plan, no pude evitar pensar que le iba a salir muy barata, por una copa...

—Claro, lo pensaremos... —dije mientras miraba a Edu y le rogaba con la mirada que fuésemos.

—No os pido más ¡Nos vemos luego! —dijo Ricky guiñándome un ojo, justo después, se fue tal y como llegó.

Mire el móvil y observe un mensaje que tenía de Ricky.

—Ven a la fiesta, putita. Te lo vas a pasar bien.

Eduardo me miró extrañado por la aparición de aquel tío y yo simplemente me alcé de hombros.

—A mí me parece una buena idea ir...


Cuando llegamos a la fiesta en el RedStar había una cola enorme y era imposible siquiera pensar que entraríamos, pero en seguida uno de los guardias de seguridad nos reconoció y nos dejó pasar.

—Los amigos de Ricky siempre entran los primeros. —dijo al abrirnos paso.

Vaya despliegue de medios, pensé, Ricardo parecía más de lo que había aparentado al principio.

El club me sorprendió, ya que al atravesar sus puertas no entramos en el típico garito, sino que era una terraza enorme con acceso directo a la playa, una pantalla de plasma enorme, una carpa donde pinchaban música y en torno a 5 barras.

—Joder con el Ricky ese, ¿no? —comentó Edu.

—Ya ves…

Me había puesto uno de mis vestidos de verano, el vestido era negro, con lentejuelas y muy ceñido, la falda de este era muy corta y solamente lo sostenían un par de tirantes muy finos.

Eduardo se había puesto una camisa blanca abierta dejando mostrar un poco de su pecho, en el que algunos pelos empezaban a aparecer y unos pantalones bermudas azules.

No tardamos en llegar a la carpa donde era la fiesta, al parecer tocaba un DJ bastante famoso y estaba bastante abarrotado.

— Escucha, ¿reconoces la canción? —preguntó Edu.

Sonaba en ese momento una canción muy lenta, me sonaba bastante, pero no la reconocía. La canción era un tema de estos que se baila despacito, una mezcla entre bachata y reggaetón.

—Me suena bastante si—le respondí para no quedar en evidencia, pero sin mentirle.

—¿La bailas conmigo? —Invitó él entregándome su mano—.

Me ruboricé, la verdad es que si me apetecía bailar.

—Sí, claro.

Le tomé la mano y nos dirigimos al centro de la pista. La sala estaba atestada, por lo que avanzamos lentamente. Mientras lo hacíamos, Pude notar como algunos tíos de la sala me miraban con deseo. Levantaba pasiones.

La música sonaba fuerte, el ritmo era intenso por lo que me puse a bailar, al principio bailaba con energía contenida, hasta que noté que Edu me ponía la mano en la cintura y la noté, fuerte y con energía. La energía del lugar, todo lo que había sucedido aquella mañana, a Eduardo se le veía con ganas, pero no estaba preparado para lo que iba a suceder, me reí por dentro y le miré coqueta.

Me acerqué a él y le miré a los ojos, estaba disfrutando, pero yo quería más, así que me di la vuelta, y pegué mi culo contra su pelvis. Al principio me contoneé a un ritmo pausado, disfrutando de la música. Sentí como se estremeció, no lo pudo evitar, y se le puso dura, me encantaba aquello. En vez de separarme para darle un respiro, me acerqué todavía más. Él puso sus manos sobre mi cintura y siguió el movimiento poco a poco, no quería que me alejara y sonreí, le estaba volviendo loco. Lo que no sabía, es que yo estaba pensando en la dura polla de Ricardo en aquel preciso momento.

Poco a poco, sentí como Edu tocaba mi cuerpo. Y con un contoneo, de esos en los que vas bajando el cuerpo lentamente hacia abajo, abrí mis piernas y se me subió un poco la falda, así me permitiría bajar, él puso su mano sobre mi muslo interno, y cuando estábamos ahí, la subió, pensando que todavía quedaba piel por recorrer, pero no, en seguida toco mis braguitas húmedas. Di un respingo, no esperaba que me tocase allí, la verdad y me aparte. Mire a Edu, cómplice.

En ese momento, vi a Ricardo a lo lejos que nos observaba con curiosidad, le saludé, me devolvió el saludo desde su reservado.

— Vamos, Ricardo está ahí—dije mientras tomaba la mano de mi novio.

Llegamos al reservado y la verdad es que Ricardo fue muy majo, se acercó a nosotros y nos presentó a su grupo, eran de lo más variopinto de chavales todos de su edad o un poco mayores, algunos de ellos ya me conocían de la piscina, pero nadie dijo nada, se rieron un rato y de pronto Edu fue cambiando poco a poco su percepción de aquello, noté como cada vez estaba más cómodo.

— Venga, acompáñame —dijo Ricky en cuanto Edu se despistó un momento con un movimiento de cabeza, quería que le siguiera.

Tuve mis dudas de dejar a Eduardo ahí, solo con aquellos, pero presupuse que volveríamos en seguida. Ricardo, por su parte, me llevó al baño de mujeres, que estaba vacío.

Al cerrarse la puerta, no tardó ni medio segundo en agarrarme y empezar a besarme el cuello como nunca, provocándome un cosquilleo por todo el cuerpo.

— Espera, que haces… Edu está ahí. —Suspiré.

— Cuanto más riesgo, mejor ¿no crees? —me dijo él al oído.

Se me erizó toda la piel, recordé como me había sentido la vez pasada, y deseé sentirme igual, aquel cabronazo tenía la tecla para encenderme, y lo sabía...

Baje mi mano y note como su polla estaba bien dura al otro lado de los pantalones, llevaba pensando en ella todo el día, le mire a los ojos y le noté seguro de sí mismo, a mí, al tiempo me temblaban las piernas, estaba nerviosa de nuevo, mi novio estaba demasiado cerca y no tardaría en buscarme.

Me puse de rodillas, y le desabroché el pantalón, su erguido pene me saludo y lo agarré con mi mano derecha. Mientras le hacía caricias con la punta de mi lengua en el cabezón, le masajee de arriba a abajo con mi mano, le note suspirar y aquello me hizo sentir más segura de mí misma.

Me tomo con ambas manos mi pelo como si estuviese cogiendo una coleta, y entendí sus intenciones, quería follarme la boca, por lo que me preparé para que sus deseos fuesen realidad y solté su miembro y apoye mis brazos sobre su cuerpo.

No tardó en empujarme la cabeza hacia sí mismo, pero yo ya estaba preparada para recibirle, abrí mi garganta y le dejé hacer. Mi cabeza iba hacia adelante y atrás mientras su pene atravesaba mis labios, mi boca y hasta dar finalmente con mi garganta. Tiempo atrás aquella situación me habría hecho sentir mal, usada, como una puta, pero en ese momento había aprendido, que no había nada malo en ser usada, en ser una puta, al menos, no si era lo que deseabas.

Luche contra su presión, me saqué su polla de la boca y le miré, desafiante. Justamente en ese momento, tiró de mi levantándome, y me empujo sobre la pila del baño, estire los brazos para no darme de bruces, y me apoye en el espejo. Quedé mirándome de frente y el cuerpo sobre la pila, dejándole mi culo a su disposición, y entendí lo que pretendía.

— ¿Aquí? ¿No nos vamos a meter en uno de los lavados? —pregunté.

Ricardo me levantó la falda del vestido y me bajo mis húmedas braguitas, sentí el contacto del aire y me estremeció.

— Sí, aquí—sentenció él.

—Nos van a pillar...—dije, aunque ya me daba igual todo.

—Ojalá sea tu novio el que lo haga. Seguro que se cascaría una paja viendo cómo te destrozo.

Al escuchar cómo me decía eso, empecé a notarme más, y sentí unas palpitaciones en el coño, la sangre corría por mis venas, caliente y yo estaba cachonda. Ojalá sentir el vértigo, ojalá nos pillase, ojalá me viese como la puta que era, joder, se me estaba yendo la cabeza.

Ricky se chupó los dedos y en apenas unos segundos pude sentir como me los introducía en la vagina y empezaba a masturbarme, así que empecé a mover mi culo y gemí, quería más. Él no notó, y se puso detrás, con su miembro erguido en mi dirección, me apoyé sobre la pila y eché mi cuerpo hacia atrás.

La penetración fue profunda, joder, sí, lo necesitaba, necesitaba sentirle. Empezó a empujarme y mis palpitaciones internas le siguieron el ritmo, comencé a sudar y a jadear, me miré en el espejo y me vi, sudando, roja y despeinada. Luego le miré a él, se movía con brusquedad, se notaba que estaba gozando de aquello, me tenía justo donde él quería.

Rápidamente, me dio un fuerte tirón de pelo y me empotró contra el espejo, y su salvaje mete saca aumento el ritmo. Tenía mucha fuerza, y eso se notaba, cada embestida me hacía que me golpease más contra el espejo. Aquella posición hacía que me viese a mí misma y le viese a él mientras me empujaba como un animal, aquello era muy físico.

De pronto, mi móvil empezó a sonar, lo saqué y miré. Era Eduardo, que me estaba llamando, él lo vio.

—Cógelo —ordeno Ricky mientras bajaba el ritmo de sus culeadas.

El riesgo era demasiado alto, pero lo entendí, aquel era el juego que él quería, y la verdad, me gustaba la idea.

Coloque el teléfono encima de la pila y acepte la llamada.

—Hola, amor —respondí.

—Hola, Isa, has desaparecido, ¿dónde estás? —preguntó Eduardo.

Ricky no paraba, aunque si era cierto que había bajado el ritmo para dejarme responder.

—Estoy en el baño, no me encuentro muy bien —mentí, tenía el corazón a mil.

—Te noto acelerada ¿necesitas que nos vayamos? —preguntó.

“Nooo”, pensé gritando por dentro.

Ricardo aprovechó y aumentó la presión metiéndomela hasta el fondo. Se me escapo un gemido. Noté como el corazón aumentaba el ritmo, la vergüenza subía por mi cara.

—No, no hace falta, solo necesito recuperarme —dije ya con la respiración muy entrecortada, Ricardo no me daba tregua.

Silencio.

—¿Va todo bien?

Joder, mejor que nunca, estaba disfrutando de aquello como nunca.

—Sí, sí, dame unos minutos, que terminé —dije sin poder pensar mucho.

Ricardo ya no se cortaba y me estaba follando a saco.

—Vale… Te quiero —dijo él.

Gemí de nuevo, sin entrecortar mi suspiro, no sé por qué lo hice, pero me excito muchísimo, yo no le quería y quería que supiese que era la puta de otro y lo volví a hacer.

—Qué puta eres, joder —dijo Ricky.

—Calla y fóllame —dije.

Justo después de eso, colgué.

Tenía razón en una cosa, desde el día anterior, había sentido que mi libido sexual era altísima y que era cierto que Eduardo me limitaba. Las palabras “soy una puta” volvieron a surgir dentro de mi cabeza, pero las acallé con el frenesí de la situación y me activé para moverme más intensamente.

El orgasmo fue llegando, en aquella posición y con el morbo de la situación me fue aumentando en oleadas hasta que no podía más y justo cuando estaba a punto, él me agarró bien de la cadera y me penetro con muchísima intensidad, como queriéndome dar un mensaje, era suya.

Mi vista se nubló, mi cabeza empezó a dar vueltas a causa de las sensaciones y del placer, que fue llegando desde mi centro hasta todas las ramificaciones de mi cuerpo, me quedé bloqueada, mis músculos se apretaron y cuando llegó la explosión de placer, gemí, gemí bien fuerte mientras mis piernas empezaban a temblar.

Pero Ricardo no paró, y conmigo tirada sobre la pila del baño, siguió con su intensidad, lo que me llevó por un remolino de sensaciones, hasta se me hizo incómodo en un momento, pero aguanté y seguí moviéndome hasta que lo noté de nuevo, no me lo creía, el placer del orgasmo volvía a mi, menos intenso, pero bien rico. Y me volví a ir, gemí de nuevo, y aquella vez Ricky no se controló, sentí su corrida dentro de mi, caliente, viscoso, riquísimo...

—Eres mi puta —dijo él, de nuevo.

Yo estaba todavía en el séptimo cielo, así que, simplemente asentí.

—Dame tus braguitas —me pidió.

Seguí sus indicaciones, me quité mis braguitas y se las di. Ricardo, por su parte, se las guardó en un bolsillo de la chaqueta blazer y se abrochó el pantalón.

—Toma, lo has hecho bien —dijo mientras se sacaba un billete de 50 euros del mismo bolsillo donde se había guardado mis braguitas.

—¿Por qué? —pregunté, confusa.

—Desde ayer, eres mi puta, eso significa que cobras dinero por tener relaciones sexuales —me pidió.

—Espera, ¿lo dices en serio?

—Sí, de hecho, lo de esta mañana, me lo debes, yo me llevo el 50% por cada encuentro, y tu novio, no pagó está mañana, me debes 250 euros —dijo tranquilamente.

Lo entendí. Cuando le había aceptado como dueño, aquello era serio, era suya y ahora le debía dinero. Sentí entonces como su semen recorría mi pierna saliendo de mi vagina, y me sentí usada, humillada, puta, su puta, de su propiedad... y me gusto.

—Toma —le dije mientras le devolvía su dinero.

—No, eso es para ti, me lo voy a cobrar de las comisiones —me dijo. —Ahora échate un agua en la cara y ve con tu novio, te estará esperando.

Asentí, muerta de vergüenza. Y le hice caso. Me atuse el vestido, me limpie la cara y me arreglé el maquillaje, eliminando los rostros de lo que había sucedido.

Salí al pasillo y allí estaba Eduardo, apartado de la pista esperándome, llegué a donde estaba él.

—¿Estás bien? —me preguntó, preocupado.

—Sí, algo mejor ya, estaba indispuesta y vomitando —intenté mentirle.

—He visto salir a Ricardo del baño, ¿Estaba contigo? —preguntó de nuevo, ya insistente.

De repente, sentí todavía la mezcla del semen de Ricardo y mis flujos en mi vagina y como poco a poco iban saliendo y me puse nerviosa, me acaloré, di gracias a la oscuridad del local y cerré un poco las piernas.

—Me escuchó desde fuera y entró para ayudar, la verdad es que se lo agradezco —le volví a mentir.

—Ya...—comentó por lo bajo. — No me lo creo, Isa. Te he escuchado por teléfono, y ya te he dicho antes que no me importaba, pero necesitaba saberlo, así no puedo confiar en ti...

Lo sabía, sabía que me había estado usando en el baño. Me puse más roja y él, enfadado, se dio la vuelta y se fue. Me quede muy quieta, pero al rato, intenté seguirle, pero me resbalé y me caí al suelo y me quede ahí, clavada, humillada, no, no debería confiar en mí, yo era el juguete de otro y sin confianza, no puede haber amor.

En ese momento, Ricardo apareció a mi lado y me dio su mano para ayudarme a levantarme. Lo miré, y no vi en aquel hombre la persona que me había humillado y vejado, sino que, por un momento, quise besarle y abrazarle, me sabía suya.

No, no quería a Eduardo, había estado los últimos años de mi vida viviendo una mentira y aquel chico que apenas había conocido hace unos días me había mostrado mi verdadero yo y me estaba acompañando, mientras que Edu había sabido desde hace cuatro meses que disfrutaba de mi yo interior y lo había estado omitiendo, como si fuese un error, como si hubiera que ocultarlo.

—Escucha, Isa, ya no puedes volver con él—dijo Ricardo mientras me acariciaba la mejilla. —Aunque lo sepa, aunque le pueda gustar, le has hecho daño y se querrá vengar. ¿lo entiendes?

—Pero ha sido por tu culpa… —dije sin fuerzas.

—Sí, yo te he hecho esto, pero tú te has dejado llevar, la culpa es solo tuya —explicó.

Asentí, con los ojos vidriosos. No, no lloraría por él.

—Y no solo eso, a partir de ahora, durante los próximos días y mientras quieras estar en la isla va a ser así, vivirás en mi villa y utilizaras la habitación del hotel para contentar a nuestros clientes.

Le miré con un interrogante en la mirada.

—Me debes 250 euros, eso lo conseguirás en un par de noches, por lo demás, podrás dejarlo al final de agosto, es un juego, este verano, para mantenerte alejada de él y de vuestro entorno. El 50% de lo que ganes, será para ti y te pagaré el vuelo de vuelta a tu casa —comentó taimadamente.

Parecía que estaba claro, quería formalizar nuestra situación, sería su puta durante un mes, ganaría dinero vendiendo mi cuerpo.

—No sé… —dije por lo bajo.

—Te entiendo, es normal, pero mira, te dejo media hora para pensarlo. Date una vuelta por la playa y yo te espero aquí, en la puerta del local. Si quieres, huye, ve a por tu novio y llórale, vuelve con él a vuestra vida pusilánime. Por otra parte, si te quedas, te prometo que cambiaré tu vida para siempre.

Al finalizar, Ricardo se apartó y se fue a la barra, donde habló con uno de los camareros y que en seguida vino hasta mí. El camarero me traía mi chaqueta y mi bolso, también me dio mis braguitas húmedas que tenía guardadas en un sobre con mi nombre, un móvil con una nota y la llave del hotel.

La nota ponía: “La única copia del vídeo de esta mañana está en este móvil, haz con ella lo que quieras”.

Salí de aquel sitio, en qué momento había entrado. Todo estaba patas arriba ahora. Pensé en ponerme las braguitas, pero me dio igual... Tenía que tomar una decisión. Hice caso a Ricardo, y paseé por la playa, me metí en la arena y me senté sola en medio de la oscuridad. Vi a lo lejos un par de amantes que se besaban y reían.

¿Hace cuanto que no estaba así con Eduardo? Llevábamos un año y apenas habíamos hecho cosas atrevidas, íbamos al cine, a cenar, sí, pero esa salsa de la vida me faltaba, joder, ni siquiera salíamos de fiesta ya casi. No, no le quería, le tenía de hecho rencor incluso, por eso estaba disfrutando tanto de aquello. ¿Qué sucede cuando el deseo y la lujuria es más fuerte que cualquier código social? ¿Estaba realmente dispuesta a dejarse llevar por aquel torbellino hasta el nivel de que me prostituyesen?

Al principio había sido un juego, un juego que había llegado muy lejos, pero ahora, ahora era otra cosa. Me había propuesto ser su puta durante un mes, 30 días en los que vendería mi cuerpo por dinero a desconocidos. Me sentía sucia, pero es que estaba siendo sucia y me encantaba, la lujuria que sentía... ¿Cuánto dinero había dicho? Sí 250 euros era la mitad ¿estábamos hablando de 500 euros por una noche conmigo? ¿La gente estaba dispuesta por pagar ese dinero por estar conmigo?

Joder, era mucho dinero. Podría si lo gestionaba bien, irme a estudiar a los estados unidos y empezar una nueva vida. Donde nadie me conociese.

Así que me levanté y fui andando de nuevo al club, no habían pasado siquiera 15 minutos, allí estaba Ricardo, apoyado en la pared.

—¿Y bien? —preguntó al verme llegar.

—Sí, acepto —le confirmé.

—Perfecto, ven conmigo.

Seguidamente, Ricardo sacó de su bolsillo un mando de coche y abrió el BMW X5 que se encontraba aparcado justo en la puerta del local.

—Sube —me ordenó.

No le hice esperar, me subí al coche en el asiento del copiloto. Estaba impoluto, de hecho, olía a nuevo.

¿Quién era realmente Ricardo? ¿Era realmente un proxeneta o aquel era solo el juego de un niño rico?

—Mientras estés en la isla, serás mía, yo cuidaré de ti, ropa, gimnasio, cenas, placer, lo que quieras, lo tendrás a tu alcance —me fue comentando. —Pero tenemos que empezar a trabajar tu imagen, tienes que borrar las fotos con tu ex y empezar a subir fotos en redes sociales de tu cuerpo y de lo que disfrutas en la isla. Serán las fotos que les muestre a los clientes y ellos pagarán en función de lo que vean ¿entiendes?

—Sí, todo claro —le confirmé.

—Perfecto, empieza —comentó.

Saqué mi teléfono y entré en Instagram, borré todas las fotos que tenía con Edu en apenas 5 minutos.

—Genial, esta noche tienes un cliente más, iremos al hotel y en tu habitación te cambiarás, te arreglarás y le harás muy feliz ¿de acuerdo?

Asentí.

—No te preocupes, si se sobrepasa tendrá un problema conmigo —me dijo mientras apartaba la mirada de la carretera y me miraba a los ojos.

Le sonreí. Me hizo sentir segura.

Llegamos al hotel, era el mismo en el que aquella mañana me había despertado al lado de Edu, el mismo donde todo había comenzado. Subimos las escaleras y entramos en la habitación 301. Por un momento, miré la entrada de la habitación 302, donde presuponía que debía estar mi ex y me entraron ganas de salir corriendo, huir de ahí. Pero no lo hice, entré en la habitación 301 con Ricardo.

Allí me duché y me pude maquillar de nuevo, con un equipo de maquillaje completamente nuevo y de calidad ostensiblemente superior al mío. Y al salir del baño, ahí me esperaba un minivestido completamente nuevo de terciopelo rojo de marc jacobs junto a un conjunto de lencería negro de La Perla.

—Joder… —se me escapó al ver el conjunto.

—Sí, todo para ti —dijo Ricky. — Me voy, el cliente estará aquí en quince minutos. Ha pagado por sexo convencional con preservativo, a partir de ahí, es cosa tuya, habitualmente si quedan más contentos, pagan más. Por cierto, sube algo a redes, ese conjunto es increíblemente sexy.

Y al decir aquello se dirigió a la puerta, y se marchó.

Me dirigí al baño y me maquillé, después de eso, me fui vistiendo lentamente y sintiendo como la lencería de seda me rozaba la piel, y me sentí muy sexy. Me hice una foto en el espejo con el conjunto de La Perla y la subí a las historias. Según terminé, me enfundé el vestido y esperé.

Luego recordé, 500 euros por una noche. Y me sentí un poco caliente. Aquel día había mantenido relaciones sexuales dos veces ya, sumándole la del día anterior y aun así, no sentía que hubiese llegado a mi fondo.

¿Cómo sería el cliente? Me pregunté.

Sonó la puerta, se estaba abriendo con la otra llave que tenía Ricardo, o era él, o era el cliente.

Entró. Era un hombre grande, algo mayor, tendría 50 años, pero se conservaba perfectamente, musculoso y perfectamente vestido. Era caucásico, con el pelo moreno cortado a lo clásico con tijera y barba recortada. Un daddy en toda regla. Me doblaba la edad, pero no me importó.

—Tú eres Isa, ¿no? —habló el desconocido. —Ricardo me ha hablado bien de ti. Dice que tienes muchísimo potencial.

Me ruboricé.

Él se quitó la chaqueta del traje y la dejo en el pomo de la puerta, se arremangó y se dirigió a la cama, casi sin mirarme.

—Ven aquí, ponte de rodillas y chúpamela, llevo un día muy ajetreado —dijo mientras se sentaba en la cama.

Aquello me hizo sentir, ¿confusa? Pero acaté las órdenes. Me puse de rodillas frente a él y le fui desabrochando el pantalón hasta que le saque su miembro, no estaba duro del todo, así que lo tome con mis manos y comencé a masturbarle, le mire a los ojos.

—¿Sabes? Eres muy joven, me recuerdas a mi hija pequeña, no tiene muchos años más que tú —comentó. — Espero que no vaya haciendo feliz a otros padres por ahí, la verdad.

Aquel comentario acrecentó mi confusión. Pero noté como se le ponía dura, descubrí que le excitaba humillarme comparándome con su hija. Podría jugar a aquello.

—Seguro que lo hace, pero gratis —le dije. — Aunque si conoce a Ricardo, quien sabe…

Se le puso más dura. Sí, era un papa orgulloso de su hijita. Me miró con lujuria y me metí su polla en la boca. Aunque intentando ser lo más delicada posible, sin grandes movimientos si no masajeándole con mi lengua, arriba y abajo. Le gustaba.

Esa polla no paraba de crecer, la notaba cada vez más grande, y al tenerla en la boca me lleno, así que seguí, más y más adentro con la lengua por debajo y acariciándole. Cuando no pude más, me la saqué, di una bocanada de aire y le miré. En ese momento le reconocí, era el padre de la familia de antes, en la playa, donde estaba con su mujer y su hija...

—¿Lo he hecho bien, papa?

—¡Uhg! —gruño él.

Le puse mi cara más inocente y le miré a los ojos, ya no parecía un buen tío, no, estaba entre enfadado y lujurioso, creo que había sabido captar su punto débil. Así que me dispuse a explotarlo. Recordé la mirada que había cruzado con su hija, y me dispuse a imitar su sonrisa.

—Has tenido un día duro ¿Necesitas que te ayude a relajarte? —dije mientras me subía a horcajadas sobre él. —¿Te acuerdas de cuando me mecías en tus piernas para que me durmiese? Ahora me toca a mi ayudarte.

En ese momento, me retiré el tanga a un lado y me dejé caer sobre su gran y dura polla, que se introdujo en mi vagina como si de un molde perfecto se tratase. Era sin duda la más grande que me había follado nunca. Me acerque a su oído y lentamente le suspire.

—¿Papá, así lo estoy haciendo bien? —pregunté suavemente en su oreja.

—Mmm, sigue cielo, necesito relajarme —dijo él.

Seguí encima de él, subiendo y bajando mi cuerpo, clavándome sobre su verga, apoyándome sobre él para que sintiera mi cuerpo al otro lado del vestido y gimiéndole al oído.

—¿Te folla así mama, papá? —dije. —Quiero ser mejor que ella.

Él me agarró del pelo y tiró para atrás, me miro a los ojos, notaba su pasión, su fuego y sus ganas de que ardiese todo. Por ver qué pasaba, moví mis caderas en círculos y adelante y atrás, sin parar de mirarle a los ojos.

—¿Te lo hago mejor que mama? —repetí la pregunta.

Le provoqué, me tiro de su regazo contra la cama, donde caí de bruces y boca abajo y se puso encima de mí y me agarró del cuello, fácilmente pesaba el doble que yo, así que no podía escapar, estaba atrapada.

—Castígame, papa, he sido muy mala. Castígame muy duro. Me lo merezco —dije desde mi posición.

Realmente, me acordé de Eduardo en aquel momento, y lo mal que le había hecho pasar, sí, me lo merecía, y aquel animal parecía dispuesto a hacérmelo pagar. Pues que lo hiciese, estaba preparada.

Lo primero que hizo fue asfixiarme con su mano, apretó en mi cuello y dejo de fluir el aire, me dio muchísimo impacto, pero en ese momento, me penetro desde detrás, y lo sentí muy fuerte, muy intenso. Y en aquella posición, empezó a empujar fuerte, mientras me ahogaba, intenté aguantar, pero no podía, el aire me faltaba, me estaba poniendo colorada, y de pronto soltó, di una bocanada de aire y lo noté, la sangre volviendo por todo mi cuerpo, todas mis terminaciones nerviosas al máximo y sintiendo aquella polla entrando en mí.

—Mama no se merece que la folle como una puta, Maria hija mía, eres una desgracia —Me dijo él.

Soltó mi cuello y cogió mis brazos, los cuales apretó contra mi espalda, yo le subí el culo, sabiendo lo que venía.

—Mama se lo pierde, fóllameee joder —grité.

Me follo en aquella posición por casi 10 minutos, sin parar y con un ritmo super intenso, su sudor, mojaba mi espalda y yo, me encontraba en una especie de situación de trance. No paraba, y no quería que parase. Me corrí otra vez, aquella muy intensa también y me quede desfallecida en la cama donde aquel hombre me uso como quiso mientras se imaginaba a su hija. Pero no paró, siguió y siguió usándome.

Tardó un rato hasta que noté que bajaba el ritmo y me preparé, se iba a correr y no quería que fuese dentro, no es que me importase, porque tomaba la píldora, pero ya era pasarme, así que me revolví y escapé de su cárcel.

—María, ven aquí y acaba lo que estabas haciendo —me exigió.

Supuse en ese momento que el nombre de su hija sería María, ya solo la veía a ella, y aquello me gustó, significaba que lo había encolerizado tanto como para proyectar a su hija en mí.

—¿Quieres llenarme el coñito de leche, papá? —pregunté mientras me abría de piernas mostrándole mi chorreante coño.

—Joder, ven aquí, puta niñata insolente. —Me agarró y me volvió a penetrar.

No le aparte la mirada en todo momento, y él tampoco lo hizo, sabía que lo que estaba haciendo estaba mal. Sabía que por mucho que hubiese pagado aquello se podría considerar violación. Yo también lo sabía, pero estaba disfrutando demasiado de mi juego.

—Soy mejor puta que mama, dímelo—le musité, despacito, quería oírselo decir.

Eyaculó dentro de mi a borbotones, la cantidad de semen que salió de su miembro no aguantó en mi vagina y salió, manchándolo todo, el vestido, la ropa interior, mi piel, la cama, todo. Y me soltó.

—María, indudablemente, eres mejor puta que mama —repitió él.

Se quedó ahí, destrozado, y mirando al techo vacío, se había quedado a gusto, sin duda, aunque yo también me había pasado muchísimo, el pobre se había excitado como un animal ante mis provocaciones.

—¿Te ha gustado? —le pregunté.

Él, se incorporó levemente y me miró arqueando una ceja.

—¿Perdón? Ha sido el mejor polvo de mi vida. —dijo él. —¿cómo sabías?

—Lo noté en una cosa que dijiste —expresé.

Asintió y se levantó de la cama. Después, lentamente se vistió de nuevo y sacó un fajo de billetes.

—Toma, te lo mereces —dijo mientras me daba 700 euros en billetes de 100.

Después de aquello, salió por la puerta y yo me dirigí al baño para ducharme, cuando me miré en el espejo me quede ahí me observe, soltera, emputecida, totalmente desahuciada, sudada, follada y embadurnada de semen. Sonreí, me sentía feliz.

Nota del autor/a 1: Con este relato cierro el Spin-off de los orígenes de la pasión por la sumisión y la exhibición de Isabel en Mallorca dentro de la historia de "Se han follado a mi novia", aunque no será la última vez que aparezca en los futuros relatos de la saga.

Nota del autor/a 2:Si has leído todo el relato, quería agradecerte mucho la lectura, espero que la hayas disfrutado, y si tienes algún comentario, sensaciones que quieras compartir, cosas que crees que puedo mejorar, sugerencias de por dónde te gustaría que continuase, o simplemente que hay algo que te guste mucho, por favor, no dudes en dejarme un comentario y una valoración, muchísimas gracias.