Vacaciones en la playa con mi novio

Isabel se va de vacaciones y descubre lo puta que es, lo que le gusta exhibirse y que la dominen. Exhibición, Boyeur, sexo, infidelidad, dominación y sexo anal.

Hola, me presento, Soy Isabel, igual ya habéis leído al novio de mi mejor amiga, Samuel, en la serie de relatos “Se han follado a mi novia” en la que su novio narra cómo nació el triángulo amoroso de nuestra relación entre María, Samuel y yo. Podeis leer la otra historia en la que participo en los relatos del perfil de autor .

Hoy lo que vengo a contaros es diferente, es una historia independiente en la que ni Samuel, ni María, tomaron partido, digamos que en esta historia os voy a contar mi despertar, a diferencia de los otros relatos, esto sucedió hace 4 años y yo soy una persona completamente distinta a la que era entonces, así que, simplemente, léeme y disfruta, me excita que lo hagas.

Físicamente, me da un poco de vergüenza describirme así, pero bueno, voy, tengo el pelo rubio y ondulado, natural y me encanta, por eso lo suelo llevar muy largo y cuidado. Mis ojos son verdes y mi nariz es un pelín respingona, algo que me gusta mucho de mí misma. Me considero una mujer atractiva y soy bastante activa, lo que me ha hecho estar completamente en forma.

El relato que os quiero contar sucedió en un viaje a Mallorca, en verano, cuando yo tenía 22 años, el por aquel entonces mi novio, Eduardo, y yo, nos fuimos la primera quincena de agosto de vacaciones, había tenido un año muy intenso; había acabado el grado en la universidad y había estado trabajando en una tienda de ropa en el centro de la ciudad hasta el borde de la extenuación, claramente, me merecía aquellas vacaciones.

Edu y yo no llevábamos mucho tiempo saliendo, aunque por aquel entonces si me parecía que llevábamos mucho, apenas le había conocido el año pasado y hacía unos meses había sido nuestro primer aniversario. Yo, podría decir que le quería, si bien es cierto que la chispa del principio se había apagado un poco, ahora mismo estábamos bien.

Para aquel viaje, habíamos decidido tomar una habitación de hotel only-adults de cinco estrellas que tenía una piscina en el techo y que se encontraba en el paseo marítimo, lo sé, un poco ostentoso para una recién graduada, pero había ahorrado y me lo merecía, que demonios. Yo aquel viaje me lo tomaba como placer realmente, eran el colofón de un largo año, estudiando y trabajando hasta la extenuación y lo que más me apetecía era playa y descanso. El hotel era impresionante, cerca de la ciudad de Palma de Mallorca, con una piscina increíble que daba al mar y estaba cerca de toda la zona de salir, era perfecto.

Todo esto comenzó una tarde, estábamos en la piscina tomando el sol tranquilamente después de comer. Edu se había puesto unos cascos y estaba escuchando la radio, por lo que me empecé a amodorrar, y me dormí en la hamaca de la piscina.

Al rato, me desperté, la risa de un par de chavales me había llamado la atención, mientras estaba todavía saliendo del trance y cuando estaba a punto de darme la vuelta capte su conversación y me quede quieta, me pudo el cotilleo.

— Tú, tú, ¿has visto lo buena que está? ¿No? —Dijo una primera voz.

— Ya ves, está bien buena la zorrita, me la follaba que no veas. —soltó otro.

— Qué dices Ricky, anda, no seas bruto. —Dijo una tercera voz.

En ese momento abrí lentamente los ojos, las lentes me protegían y me hacían pasar por dormida todavía, y eché un vistazo rápido a mi alrededor, no, no había más gente; estaban aquellos chavales, una pareja de ancianos en la otra punta de la piscina, mi novio y yo. Así qué sí, estaban hablando de mí, menuda panda.

De pronto, me sentí incómoda y algo nerviosa, me había puesto un bikini blanco que parecía tejido a punto de cruz que me realzaba bastante mis curvas, además, la pieza inferior del conjunto era un tanga brasileño que mostraba más de lo que estaba dispuesta a enseñarles a aquellos chavales.

Mire a mi novio, seguía dormido, así que nada, simplemente espere, deje pasar aquellos comentarios e hice como que nada había escuchado… Y así paso el tiempo, la incomodidad de los chicos mirándome había pasado a ser indiferencia, y prácticamente, me dormí tomando el sol otra vez.

Sonó la alarma, tocaba volverme para tostar la espalda al sol, y sin pensarlo, me desaté la parte de arriba del bikini y me di media vuelta, dejando mi espalda completamente al aire. No quería dejar marcas. En ese momento, volví a notar como el grupo de chicos cuchicheaba y una pequeña risa ahogada, intenté analizar lo que sentía, pero descubrí que me daba igual, no, pero, que me hacía incluso gracia que aquellos chicos estuviesen mirándome tanto, a fin de cuentas, estábamos todos de vacaciones y solo queríamos disfrutar, y si aquella era su manera de disfrutar, no les iba a negar que me mirasen, además, me hacía sentir deseada.

“¿Y sí…?” Comencé a pensar. Pero en seguida desestimé la idea de hacer topless delante de ellos. Si Eduardo se despertaba se podría enfadar y ponerse celoso. Aunque lo cierto es que había hecho topless muchas veces en la playa y Edu nunca había dicho nada. La idea no paraba de darme vueltas. Seguramente, si se despertaba y me viese así no diría nada, de hecho, igual ni le sorprendía. Por el contrario, aquellos chicos lo disfrutarían, me mirarían con deseo y aquella noche... ¿Se masturbarían pensando en mí?

Me empecé a poner nerviosa de nuevo, pero está vez por un motivo diferente, la capacidad, el tener el poder de hacer algo prohibido como era mostrarme a aquellos chavales con mi novio cerca me empezó a excitar, me noté caliente.

Y no lo pensé más, mientras por dentro sentía una montaña rusa de emociones, poco a poco me di la vuelta quedándome boca arriba con el torso completamente desnudo y con mis pezones apuntando al cielo.

Silencio. Se habían callado.

No pude evitar sonreír, destapando toda mi mascarada, así que me baje las gafas de sol y los mire directamente mientras sonreía, haciéndoles ver que sabía que me estaban mirando.

Del grupo de tres chavales, dos de ellos apartaron la vista, como queriendo dar a entender que no me estaban mirando, pero uno de ellos, el más musculado de todos, al que identifiqué mentalmente como Ricky (aunque supuse que se llamaba Ricardo), me la mantuvo, me miro a los ojos y después a las tetas, sin miramientos o corte alguno y con una lascivia tal que me hizo sentir su deseo. Me puse cachonda, muy muy cachonda, se me tuvo que notar porque mi sonrisa se perturbó y el rubor llegó a mis mejillas, mientras que Ricardo, por su parte, con su dentadura perfecta y su mandíbula cuadrada, me sonrió aún más.

Le aparté la mirada y me puse las lentes de nuevo, me sentía… ¿Cómo me sentía? No sé explicarlo, era una mezcla de excitación sexual, con nervios y con una sensación de peligro que me hacía sentir muy indefensa, pero al mismo tiempo empoderada de la situación, realmente era como tener miedo de mí misma, de lo que podría hacer. ¿Me interesaba que Ricky me follase o solo me excitaba exhibirme?

— ¿Qué haces, tío? —Escuché a uno de los amigos de Ricardo. — Se va a dar cuenta…

Miré en su dirección disimuladamente, Ricky había sacado su teléfono móvil y por lo que parecía me estaba haciendo fotos, mi excitación por la exhibición seguía aumentando.

— Carlos, esa zorrita ya se ha dado cuenta…

El hecho de que lo manifestase en abierto me sacó de la nube en la que estaba, era muy evidente, y estaba super cachonda, ¿qué iba a hacer? De pronto, vergüenza…

Así que, antes de que pasase algo de lo que arrepentirme, me giré lentamente hacía mi novio y me recosté de lado, seguía en topless, pero les daba la espalda, por lo que no podrían seguir mirando mis pechos.

Los chicos acabaron yéndose de la piscina y aunque pasaron por delante de mí para verme de nuevo, el nerviosismo fue poco a poco calmándose, ya no me encontraba tan excitada y mareada, por lo que seguí tomando el sol, así como estaba hasta que Eduardo se despertó.

— Joder, me he dormido ¿qué hora es?  — Me preguntó somnoliento.

Le miré, y le sonreí cariñosa.

— Sobre las siete de la tarde, dormilón.

Edu se quedó mirándome y se dio cuenta de que estaba en topless, y me guiñó el ojo.

— Mira que eres preciosa… Menos mal que no hay nadie en la piscina, eh—. Soltó con un poco de sorna.

Menos mal que no se había despertado antes, pensé.

— Y si hubiese habido alguien, ¿qué? ¿Me lo hubieses prohibido? — Le desafié.

— Jajajaa, a ti no hay quien te prohíba o te imponga nada, cielo, eres ingobernable.

Le sonreí y me acerqué para darle un beso.

Al llegar al cuarto aquella noche, no podría parar de pensar en Ricky, como me miraba, lo que había dicho de mi ¿me había llamado zorrita? Menudo capullo.

Sin darme cuenta, estuve rumiando durante bastante tiempo acerca de aquella sensación, me duché para quitarme la crema solar y al salir, ahí estaba Eduardo.

— ¿Qué te pasa? Te notó rara. — Me dijo.

Me sorprendió. Ni siquiera me había dado cuenta, pero era cierto, llevaba bastante tiempo dándole vueltas a aquello.

— ¡Nada! Tonterías del trabajo, que me han asaltado a la mente —. Le mentí.

Él me miró de soslayo, como sin terminar de creerme del todo, pero no dijo nada más acerca del tema.

— Bueno, señorita, pues date prisa, que nos vamos a la fiesta del hotel.

Me terminé de echar la crema hidratante y me estuve probando algunos conjuntos, finalmente me decanté por un vestido corto de color añil con un escote bastante generoso, concluí mi conjunto con unos botines de tacón negros, unos pendientes y un colgante con una cruz dorada que me caía y se perdía en mi escote; me miré en el espejo y me miré, estaba preciosa, iba a destacar muchísimo.

Repentinamente, me sorprendí de nuevo pesando en los chicos de la piscina, y si a Ricardo le gustaría mi vestido. Me miré en el espejo, no entendía que estaba pasando.

— Dios mío, estás preciosa —Me dijo Edu al verme.

Le sonreí, coqueta.

Él tampoco iba nada mal, llevaba un pantalón caqui y una camisa blanca que le quedaba genial.

Al bajar a la discoteca del hotel, la música sonaba fuerte y los ritmos del reguetón se me pegaban al cuerpo dándome muchísimas ganas de bailar. La mayoría de la gente en el sitio eran jóvenes, me sorprendió un poco, pero luego me acordé de que al ser only-adults y sin niños la mayoría eran parejas de jóvenes o grupos de solteros que venían a pasárselo bien, sin niños, ni familias.

Muy pronto lo noté, algunas miradas me comían, un chico por aquí, el novio de otra por allá, su novia detrás... Me miraban con deseo, pude sentir como la mayoría de los hombres de aquella sala me anhelaban, y es que, claro, ir de fiesta con aquel vestido era una declaración de intenciones en toda regla, pensé, aquello me hacía sentir deseada y al mismo tiempo despertaba algo en mí que me hacía tener ganas de ser juguetona.

Ricky y sus dos amigos estaban en el fondo de la sala tomándose unas copas en la barra, así que, sin mayor dilación, atravesé la sala con Edu y nos pusimos a su lado. Obviamente Eduardo no sabía que había elegido aquel sitio aposta. Y de hecho, pude cazar a uno de los amigos de Ricky mirándome directamente el culo.

Mi chico y yo estuvimos tomando unos gins y nos pusieron para acompañar unas chuches y unos frutos secos, estuvimos un rato hablando y bailamos un poco, haciendo el tonto.

En un descuido de Edu, miré hacia el grupo de chicos y me crucé la mirada con Ricky, que me miró también, hubo un pequeño momento de conexión y retiré mi mirada.

Debió tomárselo como una señal, ya que se acercó, mis nervios comenzaron a aflorar, ¿Qué hacía ese tío? No, no, no…

—¡Hola, pareja! ¿Qué tal va todo? Me llamo Ricardo. —Nos dijo él mirándonos a los dos, pero sobre todo a Edu.

Edu se quedó extrañado y se le quedó mirando, por lo que en seguida salí al paso para salvar la situación.

— ¡Hola! Genial, gracias por preguntar. Yo soy Isabel y él es Eduardo, mi novio, ¿Querías algo? —Dije, sonando un poco borde.

—Jajaja, perdonad que os haya interrumpido, mirad, es que soy fotógrafo profesional y estoy en la isla unos días, estoy especializado en parejas y paisajes de en sueño, por lo que pensé, no sé, que, siendo una pareja tan bonita, igual os interesaba.

— Eh, yo, no sé... —Dijo Eduardo.

— Jajaja, no te preocupes, igual he sido demasiado lanzado. —Se excusó Ricky. —Mirad, os voy a dar mi tarjeta, con mis datos de contacto y mi Instagram, le echáis un vistazo a las fotos y si os interesa me pegáis un toque o un mensaje privado y hablamos.

Acto seguido, sacó dos tarjetas y nos dio una a cada uno, cuando me dio la mía, me toco la mano y pude notar un pequeño contacto que me puso un poco tensa.

— Gracias, supongo... —Dije.

— De nada, ya vamos hablando. — Se despidió el joven fotógrafo.

Edu puso cara de incredulidad e hizo como que nada había pasado, pasamos el resto de la noche allí y finalmente subimos a la cama. Tal y como era frecuente últimamente, Edu no me tocó ni hizo por acercarse a mí, lo cual me dejo un poco fría. Al rato, ya estaba dormido de nuevo y yo bien frustrada.

Me quede callada, mirando a la pared, sin sueño alguno, estaba rara y la verdad es que no me molaba que Eduardo no quisiera intentar siquiera nada conmigo. Así que, saqué la tarjeta de Ricky y busqué su Instagram, por hacer algo.

No era un Instagram de fotografía, tenía la cuenta privada y parecía ser personal. Aquello me extraño. Pero le di a seguir. No tardo apenas unos segundos en devolverme el follow y abrirme conversación.

— Vaya, ya estaba esperando a que me siguieses, bombón. — Rezaba el mensaje de Ricky.

— Jajaja, ¡qué dices! Oye, siempre vas repartiendo tarjetas a las parejas que quieres fotografiar. — Le respondí.

— Bueno… solo a aquellas que me quiero follar a la novia. 😉

Me ruboricé y miré a Edu. Escribirle tampoco era tan malo, me dije a mi misma.

— Eres demasiado osado me parece a mí. — Le puse en el chat a modo de regañina.

— Y lo dice la que antes me ha dado un espectáculo casi privado en la piscina… Estás muy buena.

— Eso no ha sido nada…

— Jajaja, sí que lo ha sido, y te mueres por repetirlo 😌— Me dijo, estaba muy seguro de sí mismo.

Ante su insinuación me mordí el labio, pero en verdad tenía razón, me había gustado la experiencia de exponerme y que me mirasen.

— Puede…

— Ve al baño y mándame una foto. — Exigió él.

— ¿Ahora? — Pregunté.

— Sí, ahora.

Me levanté y me dirigí al baño, justo antes de pasar la puerta, observé a Eduardo dormido y me dije a mi misma que solo eran unas fotos, solo para sentirme como antes, expuesta como una… ¿Cómo una qué? Me dije a mi misma. Desestime aquellos pensamientos.

Llevaba un camisón de color azul claro de pijama y debajo un conjunto de lencería del mismo color, así que deje caer una de las tiras del camisón, dejando ver el conjunto que llevaba debajo y me puse sexy para la foto, que le envíe al momento.

— ¿Te gusta? — Le pregunté algo indecisa.

— Ya ves, estás tremenda 🔥 , vas a flipar cuando te folle.

— Lo tienes tu muy claro, ¿no?

— Tanto como tú… Aunque te autoengañes.

Me había pillado, en realidad me estaba poniendo muy cachonda con aquello de estar enviándole mensajes a escondidas y el juego que nos traíamos y sí, sinceramente quería que me follase. Estaba mojadísima.

Me terminé de quitar el camisón y seguidamente le mandé una foto solamente en ropa interior como respuesta a su mensaje.

— ¿Qué me quieres hacer? 🥵 — Le puse de pie de foto.

— Jajajaja, vente a mi habitación, la 301 y te lo digo al oído.

De pronto me quede petrificada, la 301 era la habitación contigua, la nuestra era la 302, estaba tan cerca…

Me quede un rato pensándolo y dándole vueltas, ¿era yo esa clase de mujer? ¿En verdad me estaba planteando hacer aquello? ¿Le pondría los cuernos a Eduardo por un simple calentón?

— Va, ¿te ha comido la lengua el gato? No lo pienses más… — Insistió.

Y la verdad es que no lo hice más. Me gustaría decir que dude más, qué me costó y que era una buena chica, pero me puse muy sería y me volví a poner el camisón azul sabiendo que me iban a follar a escasos metros de mi novio y peor aún, sabía perfectamente que aquello me estaba poniendo muy cachonda ¿era por ello una puta? No lo sabía…

Unos instantes después estaba repiqueteando en la puerta de la 301, y Ricky, con el torso completamente desnudo me recibió y se apoyó en el marco de la puerta, su musculatura era bastante prominente y su piel estaba bronceada por el sol, me fijé en que llevaba unos pantalones de pijama grises y que se le marcaba una erección.

— Has sido muy fácil—. Susurró.

Sonreí. Lo sabía, me había sorprendido a mí misma.

— Se podría ver así, sí.

Una sonrisa traviesa asomo en el rostro de Ricardo, y comenzó a besarme el cuello mientras cerraba la puerta tras de mí. Suspiré.

— ¿Hasta dónde estás dispuesta a dejarte llevar? —. Preguntó.

Su mano se había aventurado por mi piel y me tenía bien agarrada del culo, me estaba excitando mucho.

Estaba evaluando el potencial de la situación, aquel hombre era fuerte y guapo al mismo tiempo, si no, no le habría dejado llegar hasta aquella situación, pero necesitaba saber si era aquello lo que quería aquella noche.

— Esta noche no tengo límites, estoy dispuesta a todo—. Le susurré despacito.

Ricky me observó con nuevos ojos y preguntó también en un susurro.

— ¿A todo?

Asentí mientras me mordía un labio, nerviosa.

Ricardo no se pudo aguantar más y me cogió del cuello con su mano. Tenía ganas de ir a por mí.

— Bien, pues a partir de ahora eres mi puta—Espetó Ricardo. — Me da igual quien te espere en tu habitación o si tu novio te llama, todo, ahora tu único propósito es que te llene de leche. ¿Entiendes?

Me mojé entera, no esperaba aquella reacción, pero me puso muy caliente, miré a los ojos a Ricardo y vi su seguridad y determinación, me iba a follar a destajo, podría leerlo en su mirada. Y yo, yo cumpliría todos sus deseos, no tenía otra opción, y tampoco la quería.

Me soltó del cuello, sacó unas copas y sirvió unos gins que dejo en una mesilla que había al lado en la cama, sé quitó los pantalones y pude notar más aún su duro miembro a través de la tela de sus calzoncillos.

En ese momento lo entendí, yo solita me había metido ahí, podría haber parado aquello en cualquier momento, pero no, estaba ahí por mis acciones, me había puesto más y más cachonda aquella situación y la había propiciado y ahora la única manera de salir indemne de ahí, sin que Eduardo se enterase, era mamando y dejándome hacer hasta que estuviese complacido. Lo entendí y me puse de rodillas, dispuesta a todo.

Decidí darle un poco más de juego, me acerqué a él, me puse de rodillas y restregué mi cara sobre su polla para acabar dándole un mordisco suave sobre la tela del slip. No tardé en bajarle el elástico y agarrarle su erecta polla, era enorme, y me di algunos golpecitos en la cara todo sin apartar la mirada de sus ojos.

— Chúpamela. — Dijo Ricardo, en un tono tranquilo pero imperativo.

No lo dudé más, escupí sobre su verga y extendí mi saliva sobre todo el tronco, y sin más dilación me la metí entera en la boca hasta dar con sus huevos y notar como me golpeaba en la garganta, me vino una sensación de arcada que reprimí. Pensaba devorar aquella polla como si no hubiese un mañana.

Probé a abrir mi garganta, ahuecándola, entonces, con su polla bien dentro de mi boca, y mientras jugueteaba con mi lengua en la parte de abajo, cerré la garganta y la volví a abrir y de nuevo cerré la garganta y la abrí, aquello provocó que ajustase mi garganta en torno a su duro miembro y a mí me generó más saliva, estaba lubricando en exceso, y empecé a echarlo por el poco espacio que quedaban en torno a mis labios y su polla.

— ¡Joder, qué barbaridad! — Exclamó él.

Aquello me dio ánimos, y me saqué su polla de la boca, me recogí rápidamente el pelo, le guiñé un ojo y volví a la carga. Pensaba dejarle seco.

Se sentó en el sofá y yo me puse entre sus piernas, tome con mi mano su polla y empecé a jugar con mi lengua sobre su punta, le hacía cosquillas y eso me hacía gracia, le di un beso tierno sobre su glande y sin mayor dilación, me la metí de nuevo hasta el fondo para hacer de nuevo aquella jugada maestra, cuando abrí la garganta ocurrió algo que no esperaba, Ricardo estaba preparado en aquella ocasión y con su mano presionó desde mi nuca hacia sí mismo y atravesó con su polla mis límites, casi sin resistencia, noté su polla en lo más profundo de mi faringe, no lo pude evitar, tosí, empecé a llorar y escupir muchísima saliva, era la reacción de mi cuerpo, hasta me dieron espasmos, me estaba haciendo daño. Pero el hijo de la grandísima puta de Ricardo no paró, cedió un poco y al rato volvió a empujarme contra él más fuerte y profundo, generándome más dolor, pero no soltó, me agarró bien fuerte, lo entendí, yo ahí no importaba, era su juguete y quería aquello, así que dejé de pelear, me esforcé en abrir al máximo mi garganta, respirar por la nariz y dejarme hacer. Era su puta y eso, sin esperarlo, me excito más.

— Aguantas muy bien, putita. — Observó él. —A saber, cuantas pollas de desconocidos te han follado la garganta.

Se rió y bajó un poco el ritmo, lo que me dio una oportunidad de sacarme su polla de la boca y respirar ampliamente.

Tomé aire, notaba la garganta entumecida, y tosí al respirar, le miré con odio, y vi que me observaba divertido, con cara de hijo de puta.

— Qué, ¿me vas a decir que esto no es lo que sueles hacer? — Me dijo. —Llevas la palabra puta escrita en la frente y tu novio es un cornudo, por tu culpa.

Me sentí humillada. No sabía que decir o que hacer, así que solamente le miré y la rabia me embargo, me levanté enfadada y me lance contra él con un grito, que me agarro de las muñecas y me contuvo. Cuando me calme, me soltó y me dio una bofetada.

— Acéptalo. — Dijo tranquilamente.

Humillada, y con la cara colorada, no sabía dónde meterme ¿qué había hecho? ¿Aquella era yo? ¿Por qué estaba tan jodidamente cachonda? No lo pude evitar, me saltaron unas lágrimas de orgullo, de sumisión.

Observe mi camisón, estaba empapado entero con mis babas y me maldije, a sabiendas de que esto iría a más, termine de quitármelo para disfrute de mi acompañante, aquella noche llevaba un conjunto de encaje azul transparente precioso, que termine de quitarme y me quedé completamente desnuda.

El chaval me miró con curiosidad y me sonrió. Tomo mi copa de gin-tonic, se acercó a mí y me cogió del cuello mientras le daba un trago a la copa, se acercó para besarme y me escupió el contenido de la copa en la boca. Aquello me encendió que flipas y me lo trague.

Ricardo se volvió a sentar en el sofá, y dio un trago a su copa, mientras que se agarró la polla y empezó a masturbarse como un animal mientras me miraba. Y aunque me daba algo de respeto, lo volví a intentar, me acerqué a él dispuesto a comerle la polla mientras que la palabra “puta” resonaba en mi mente una y otra vez.

— ¿Quieres más? —. Preguntó al ver que volvía.

Como única respuesta, le agarré su miembro con la mano y le empecé a chupar los huevos.

— Que puta eres—. Dijo él.

No me daba para abordar todas las sensaciones que tenía, y tenía que controlar mis emociones para poder hacérselo bien, que estaba encantado, me metía un huevo en la boca, lo sorbía, jugueteaba con la lengua y todo mientras le masturbaba con la mano, poco a poco, fui bajando, jugueteando con mi lengua por debajo de sus huevos. Y con la punta de la lengua haciendo círculos en la zona donde acababan, aquella zona estaba un poco menos rugosa, más lisa, pero sabía que la cercanía a su culo hacía que aquello le pusiese a mil y seguí acercándome poco a poco a su ano. Él no tardó mucho en gimotear.

De pronto, lo tenía, la punta de mi lengua llegó a un punto más rugoso aún y al chico se le escapó nuevamente un suspiro de placer. Seguí acariciando con mi lengua de manera circular en aquel punto y tras humedecerlo un poco adentré mi lengua en su culo y me puse a moverla de arriba a abajo.

— Joder, joder, sigue, sigue—. Exclamó.

Noté como su voz le fallaba y era irregular, estaba a puntito de caramelo, me propuse que aquella noche la recordase toda la vida.

Nunca había hecho aquello, igual nunca lo habría hecho, pero el alcohol, la humillación, y lo excitada que iba ya, el reto de hacerle aquello al cabrón este…

Cuando note que Ricky ya no podía más, desistí, saque mi lengua de su culo y me erguí, le miré y vi que estaba apuntísimo, su pene se erguía desafiante y bombeaba, del tirón y sin pensármelo mucho, me la metí en la boca. Esta vez no fue diferente, el chico me agarró fuerte del pelo, le miré suplicante de compasión, pero no la tuvo, su polla nuevamente me recorrió mi garganta hasta el fondo y cuando no pudo controlarse y se corrió bien profundo, escuchaba como gemía con su polla en mi boca y su semen rebosando.

Estaba gozándolo, esta sensación que tenía en el cuerpo de adrenalina, el sentirme usada de aquella manera, el no controlar aquello, la garganta dolorida, y el sabor del semen… Era algo que necesitaba, era algo que había necesitado toda la vida. Siempre había sido la niña buena, la estudiosa, la buena novia y no. Ricardo tenía razón, quería aquello…. A veces, para que la vida tenga sentido, tienes que retirárselo todo, dejarte llevar por las bajas pasiones y no controlar. Aquello era lo que estaba haciendo.

Todavía con la corrida en la boca, y miré a Ricardo, que me miraba con deseo, me recogí con los dedos el semen que se había salido y me tragué el resto, sabía fuerte.

Me levanté y me dirigí a por otra copa, me eché un poco más de ginebra y Red Bull en esta ocasión, le di un sorbo, aquel sabor mezclado con el semen era… interesante. Tras beber, me acerqué y me senté a su lado den el sofá.

— ¿Te imaginas que me hubiese quedado en la habitación con mi novio? —. Le dije a Ricardo.

Le pasé mi copa y dio un trago.

— Menudo espectáculo me hubiese perdido—. Dijo él. — ¿En casa también eres así?

— No, para nada, alguna vez he tenido alguna aventura, pero nada así.

Él reflexionó un poco.

— Así que es verdad, eres una putita de manual…

— Bueno, tampoco tanto—. Dije, dudando de si realmente me sentía así.

— No le des tantas vueltas, tú solo disfruta. ¿Cuántos días vas a estar aquí? — Preguntó acercándose a mí.

— Una semana, ¿por? — Le respondí, curiosa.

— Porque quiero que te quede claro una cosa, mientras estés en la Isla eres mía, y vas a hacer lo que yo te diga. - Me dijo firme.

Me volví a mojar más, se notaba que a Ricardo le gustaba mandar y bueno, ¿quién era yo para negarle hacer lo que más le gustaba?

— ¿Qué quieres que haga? — Pregunté.

— Muchas cosas, y ya lo siento por tu novio, pero vas a acabar estas vacaciones soltera y puta.

— No lo sé… Yo estoy bien con Edu—. Dije nerviosa, no quería que todo se fuese a la mierda.

— Mira, si tú y tu chico estuvieseis bien, sería a él al que le hubieses comido la polla hace un rato y no a mi—. Dijo Ricky. — Una chica como tú, además tan joven, te estoy haciendo un favor. ¿Entiendes?

Me quede callada, en verdad tenía razón, no era justo para Eduardo que le estuviese poniendo los cuernos, y a fin de cuentas yo quería follar y ser libre, quería disfrutar.

— ¿Te ha quedado claro? Eres mía y harás lo que yo te diga—. Insistió.

Asentí al tiempo que la adrenalina me subía al rostro de nuevo.

— Ven aquí…— Me ordenó.

Me acerqué a él y le fui a dar un beso, pero se apartó y me cogió del cuello, después, me tumbo en el sofá y me abrió las piernas, dejándome con el coño al aire.

— ¿Dónde está tu móvil? — Preguntó.

Le señalé el bolso, él fue allí y lo saco, lo desbloqueo con mi cara y se metió en Instagram.

— ¿Tienes algún amigo que te quiera follar? —

De pronto entendí lo que pretendía y me puse rojísima, me intenté levantar, pero me acordé de que era él el que mandaba, además, quería ver a donde llevaba aquello.

— Si claro, Guillermo, me reaccionó a una historia el otro día, es un amigo del instituto...

Vale, pues ábrete de piernas, le voy a pasar una foto de esas que solo se pueden ver una vez.

Todo lo anterior había sido un juego, pero aquello, aquello era superior, estábamos hablando de una persona que me conocía, que me la podría liar… Y me abrí de piernas, esa sensación de adrenalina de nuevo, la buscaba, la necesitaba.

— Muy bien putita. Ahora mastúrbate. Quiero que te toques.

Excitada como estaba, seguí sus indicaciones y empecé a tocarme, la sensación fue muy potente, mucho más de lo normal, mi mente estaba potenciando el placer al hacer algo prohibido, al exhibirme, al dejarme usar.

Ricardo me sacó unas fotos y después envío el mensaje y tiro el móvil al suelo.

Mientras seguía pensando en Guillermo y el mensaje que había recibido, Ricardo en seguida me metió la polla y ahora la pude notar mucho más, era bastante grande, me dio un escalofrío.

— Fóllame—. Le susurré.

Ricardo se puso a ello, encima de mi como estaba notaba su sudor cayendo sobre mí y su polla entrando y saliendo, cada vez que me la metía, una oleada de sensaciones me embriagaba, notando en cada punta de mi ser a mi diosa interior. Gemí, gemí con fuerza.

Cuando estaba ya a punto de correrme, él paró, se sacó la polla y me la puso más abajo, en la entrada de mi culo. Me asusté nuevamente, no, había tenido sexo anal nunca con nadie que no fuese mi novio.

— Espera—. Suplique.

Ricardo negó con la cabeza y me agarró bien fuerte, Era imposible escapar. Su cuerpo atlético era demasiado fuerte. Estaba completamente vendida sin ninguna posibilidad real de resistirme.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo, miedo.

— Pásame el lubricante—. Me pidió.

— Por favor, no...—Dije agachando la cabeza.

— Shhhh… Putita, eres mía, ¿recuerdas?

Asentí, sumisa, era lo que había querido desde el principio y ahora tocaba dejarme llevar. Si había disfrutado lo anterior, ¿por qué aquello no?

Miré al rededor y vi el bote de lubricante en la mesa junto a los gins, no me había percatado que estaba ahí hasta entonces, el cabrón de Ricky lo tenía todo planeado desde el principio. Lo tomé y se lo pasé.

El hombre al ver mi reacción se echó un poco de lubricante en un dedo, que me metió por el culo, lo noté, muchísimo, él fue sacando y metiendo el dedo y yo me movía con él, se sintió riquísimo cuando mi esfínter se abrió y se cerró en torno al movimiento de sus dedos, sobre todo cuando hacía el movimiento para sacarlos, me fui relajando poco a poco y el placer cambió, era diferente, más intenso.

Me metió otro dedo, presionando a mi esfínter de nuevo, pero este cedió, yo ya estaba muy relajada y aquello fluía bien. Fue entonces cuando se puso encima y me la metió, poco a poco, pero sin pausa.

La sensación con cada empellón era muy intensa, no solamente notaba su gruesa verga clavada en lo más recóndito de mi, también notaba como mi propio cuerpo se amoldaba, como cedía y se iba relajando, bueno, más bien, como yo me iba relajando, había estado tensa y cada vez iba soltándome más. A pesar de que lo estaba haciendo poco a poco, me hizo daño, y me queje, Ricardo paró para que me relajase de nuevo y todo empezase a fluir otra vez.

— Sigue, por favor, no importa—Le dije.

No daba crédito de mis propias palabras.

Sin mediar más, Ricardo continúo su ritmo, pero ya no fue considerado, sus movimientos se volvieron más bruscos, intensos, de pronto, me la clavo hasta el fondo, mis sentidos sé embotaron y una mezcla muy fuerte de dolor y placer lleno toda mi cabeza, perdí el control de mis extremidades, cayéndome contra la cama y grité con fuerza, Ricardo se subió encima de mi y no paró, aplastándome contra la cama y reventándome.

Me di cuenta de algo de pronto, empecé a sentir como oleadas en mi cuerpo más allá del embotamiento de los sentidos, el daño al dilatarse el esfínter o el propio placer de cuando se retiraba, era una sensación parecida al orgasmo, muy fuerte que recorría mi espina dorsal en oleadas intensas de placer que irradiaban todo mi cuerpo.

Y me abandoné a aquella sensación, las oleadas llegaron a mi cabeza, inundaron todo mi cuerpo, mientras mi vello se ponía de punta, tuve que cerrar los ojos de lo intenso que era, y gemí fuerte, sentía mi culo arder, sentía todo en aquel momento, y fue maravilloso. Lo noté, noté como entonces Ricardo empezó a eyacular dentro de mi culo a borbotones y a tener pequeños espasmos, sentí como me llenaba con su leche y por un momento lamente que no lo hiciese en mi coño.

Tardó un buen rato en irse aquella sensación, tirada sobre el sofá, poco a poco fui recobrando mi compostura y miré a mi alrededor. Ricardo me miraba, expectante. Yo, sonreí pensando todavía en la follada que me acaba de llevar, había sido uno de los mejores orgasmos de mi vida.

— Mañana voy a ir a la playa de enfrente con Eduardo, haré topless, ¿me vendrás a ver? —dije muy tranquila.

Él asintió afirmativamente, le encantaba la idea.

Poco después, me duché en su habitación, al salir, miré mi ropa tirada en el suelo, el camisón estaba perdido de fluidos, por lo que lo descarté y me puse solo el conjunto de lencería. Me sentía viva y muy despierta, toda la tensión, el saber que no podría haber hecho nada por evitarlo, no sé, aquel juego me había gustado mucho.

Cuando llegué a la habitación, vi que Eduardo seguía durmiendo, menos mal, mis gemidos no le habían despertado…

Me pregunté de pronto que habría sido del mensaje que había enviado Ricardo a mi antiguo compañero de instituto, tranquila, saque mi smartphone y vi que había pasado.

Sí, Guille había recibido una foto mía desnuda y su chat estaba lleno de mensajes y una llamada perdida, también tenía un mensaje de Ricky que me había mandado según salía de su habitación.

— Recuerda, eres mía y vas a hacer todo lo que te diga. — Rezaba su mensaje. —Primera norma, prohibido borrar nada de tu teléfono. Tu novio cornudo te va a pillar, asúmelo y disfrútalo como la puta que eres.

Sonreí. Me lo iba a pasar muy bien.

Nota del autor/a: Si has leído todo el relato, quería agradecerte mucho la lectura, espero que la hayas disfrutado, y si tienes algún comentario, sensaciones que quieras compartir, cosas que crees que puedo mejorar, o simplemente que hay algo que te guste mucho, por favor, no dudes en dejarme un comentario, muchísimas gracias.