Vacaciones en la playa

A mí mujer y a mí nos encanta irnos de vacaciones a una zona de playa que nos permita disfrutar del clima y estar tranquilos. Para este año elegimos una zona muy conocida del sureste del país. Por cuestiones de trabajo, tuvimos que optar por la segunda semana de septiembre, así que no tuvimos demasiados problemas en encontrar lo que andábamos buscando.

Está historia es completamente real, salvo los nombres que son ficticios.

Somos una pareja joven, Marta, mi mujer, tiene 32 años y yo, Raúl, 33, llevamos 4 años casados, aunque más de 10 juntos. Ella es morena, bajita, mide aproximadamente 1,60m, de ojos verdes, muy guapa y con un cuerpo muy bien proporcionado. Tiene un culo bastante apañado, con curvas y un pecho por encima de la media, talla 95. Yo soy moreno, de estatura normal (1,75m) y con un cuerpo también bastante normal, cuando puedo voy al gimnasio y suelo cuidarme, aunque tampoco llamo la atención cuando me quito la camiseta. Digamos que somos una pareja bastante normal.

A mí mujer y a mí nos encanta irnos de vacaciones a una zona de playa que nos permita disfrutar del clima y estar tranquilos. Para este año elegimos una zona muy conocida del sureste del país. Por cuestiones de trabajo, tuvimos que optar por la segunda semana de septiembre, así que no tuvimos demasiados problemas en encontrar lo que andábamos buscando.

Como nuestra prioridad es disfrutar y visitar las playas y pasar el mayor tiempo posible en ellas, nos alojamos en un bungalow dentro de un camping que nos permitía coger el coche y movernos con total libertad por la zona.

Llegamos al camping justo después de comer, hicimos las gestiones oportunas, nos instalamos rápidamente y nos dispusimos a coger el coche para visitar una playa cercana al camping, con un acceso relativamente fácil, puesto que en esta zona normalmente las playas son semi-vírgenes y es posible que tengas que andar un buen tramo antes de llegar a la arena.

Yo me puse el primer bañador que encontré, típico de hombre, nada fuera de lo normal. Marta es algo más presumida y siempre suele usar bikinis que realzan su figura, de tipo brasileño o bañadores de estilo similar. En esta ocasión, se puso un bikini azul eléctrico que me encanta.

Una vez que llegamos a la playa, nos quedamos bastante sorprendidos por dos cosas. La primera era que la playa era enorme, una amplia franja de arena se extendía ante nosotros y se prolongaba por ambos extremos más allá de donde nos alcanzaba la vista y la segunda era que había muy poca gente en ella. Apenas había bañistas, a lo lejos se apreciaban algunas sombrillas muy bajas y alguna persona paseando por la orilla. Hay que decir que a pesar de que hacía calor, el día estaba algo nublado y había algo de oleaje, quizás ese era el motivo por el que lo que más se apreciaba en la playa eran algunos pescadores situados a unos 300-400 metros unos de otros con varias cañas cada uno y algunos estaban en pareja. No debía haber más de 6 o 7.

Llegamos a la arena, escogimos un lugar equidistante entre una sombrilla a nuestra derecha y una pareja de pescadores a nuestra izquierda y extendimos las toallas. Como ya he dicho, somos personas de disfrutar de la playa, así que normalmente llevamos las toallas, una nevera pequeña con algo de beber y poco más. En seguida nos tumbamos dispuestos a disfrutar de la tarde en una apacible y tranquila playa y Marta, como es muy precavida, sacó su bote de crema y me pidió que le untara por la espalda y las piernas. Se tumbó bocabajo y se desató la parte de arriba del bikini para facilitarme la tarea.

Tengo que decir que, a diferencia de mí, ella no es especialmente exhibicionista, aunque cada vez que vamos de vacaciones algo de despierta en ella que me hace sospechar, de vez en cuando lo hablamos y ella siempre me dice lo mismo "te encanta sacar a la guarilla que hay en mí". Y a mí eso me encanta oírlo.

Comencé a ponerle la crema, me fijé que la pareja de pescadores se había percatado de nuestra presencia y, aunque miraban de vez en cuando, tampoco nos estaban acosando. Eran dos señores de unos 60 años que estaban a lo suyo.

Yo seguía con la crema, ya había terminado con su espalda, la parte baja de sus piernas y me disponía a empezar con su culo. Obviamente, aproveché la ocasión para recrearme, le sí un buen masaje en ambas nalgas y ahí note que ella enseguida abrió las piernas ligeramente para facilitarme la entrada al interior de sus muslos. Quizás fuese porque había poca gente en la playa o el efecto de mis manos recorriendo su piel, pero claramente, estaba empezando a despertar a "la guarrilla que había dentro de ella". La hice sufrir un poco y justo cuando estaba recreándome en el interior de sus muslos, rocé levemente la tela de su coñito para rápidamente sacar la mano de ahí y acompañándola de un:

  • Pues nada, ya estamos listos. Le dije.

Ella dió un pequeño respingo levantando la mirada cuando notó mi dedo en su entrepierna, en señal de "estás loco tío?" pero al escuchar mis palabras notando que ya no seguía con el masaje, soltó un:

  • jo, pues me estaba gustando la verdad...

Yo me reí y seguí a lo mío, incorporado sobre la toalla y ella seguía bocabajo en si toalla, con los ojos cerrados. Me fijé que uno de los pescadores había seguido la jugada de la crema, incluso se había dado un paseo acercándose hacia nosotros con la excusa de buscar una pequeña caña de las que se acumulan en la orilla de algunas playas debido al oleaje. En mi opinión, había venido a observar nuestro jueguecito.

En ese momento, se lo comenté a Marta:

  • me parece que uno de nuestros amigos pescadores ha venido a ver si estabas buena o no

  • anda, anda. Están ahí a su royo, tú te crees que todo el mundo es como tú

  • pues te digo yo que ha venido a verte el culito, jajaja

  • no tendrá otra cosa que hacer

En ese momento, aproveché la oportunidad para jugar un poco, cosa que a ella le encanta y me suele seguir el royo.

  • pues nada, si quieres que siga con mi masaje, ponte bocarriba en topless y si empiezan a mirar hacia aquí, has perdido y te quedas sin masaje y si pasan de tí, sigo con el masaje hasta donde tú quieras.

  • si hombre y nos ponemos aquí a follar... Estás loco vaya

  • pues nada, tú misma...

Se quedó unos minutos pensativa y se incorporó de lado sujetándose la parte de arriba del bikini pero sin llegar a anudársela. Normalmente no hace topless cuando vamos a playas de nuestra ciudad, supongo que por el pudor de encontrarse con conocidos, pero sí que no tiene problemas en hacerlo cuando salimos fuera. Se terminó de incorporar y nos quedamos los dos sentados sobre la toalla mirando frente al mar, ella sujetándose el bikini, con su mano derecha y nuestros amigos a unos 30 metros a nuestra izquierda.

Yo tenía una media sonrisa porque sabía que estaba entrando al trapo. Cuando pasaron 5 minutos, se puso de pié, dejó caer la parte de arriba del bikini sobre mi regazo dejando sus tetas libres, coronadas por unos pezones medianos de color rosado que me vuelven loco y me dijo, "voy a ver si no está muy fría el agua".

Yo automáticamente empecé a reírme mientras se me ponía morcillona. No articulé palabra y me quedé hipnotizado mirando su culo contoneándose mientras se alejaba dirección a la orilla. Una pequeña curvatura de sus tetas se iba asomando por detrás a cada paso que daba y nuestros amigos los pescadores habían olvidado completamente a qué habían venido a la playa, sus Cañas de pescar habían pasado a un segundo plano y estaban disfrutando descaradamente del espectáculo. Ellos tenían una visión frontal de Marta y estoy seguro que ella estaba disfrutando mientras llegaba a la orilla y se recreaba recogiéndose el pelo con una cola dejando sus tetas expuestas ante las miradas de nuestros dos nuevos amigo.

Una vez que tenía su cola hecha, había probado el agua y había comprobado que, obviamente, yo tenía razón, se metió en el agua. Se dió un baño rápido, por el color y el oleaje, debía de estar bastante fría. Salió del agua con algo de dificultad, se escurrió el pelo, se tapó los pezones con el antebrazo en el pecho y vino hacia la toalla. La cara de nuestros amigos era un poema, se miraban y no cruzaban palabra y cuando ella sobrepasó su altura, la miraron de reojo haciendo un escáner de su culo, para así tener la visión completa del asunto.

Marta llegó a la toalla, se quedó de pie delante de mí y con una sonrisa bastante picarona, me dijo:

  • bueno, qué? Me he ganado el masaje?

  • para nada amiga, he ganado yo

  • qué dices? Pero si ni me han mirado

  • sabes de sobra que les has dado un espectáculo y que no han dejado de mirarte

Hizo caso omiso a mí apreciación. Se volvió a tumbar bocabajo en su toalla, me tiró el bote de crema y me dijo "en cuanto me seque, dame cremita que si no me voy a quemar".

En realidad yo estaba deseándolo, ella lo sabía y ambos sabíamos que esto acabaría con un polvazo nada más que llegásemos al bungalow. Nos encantaba ponernos cachondos en la playa y culminarlo en el hotel de turno. Aunque en este caso era un camping.

Mientras hacía tiempo para untarle la crema de nuevo, nuestros amigos los pescadores comenzaron a recoger sus bártulos, cañas, sillas típicas de playa, neveras, un par de bolsas, pero algo me extrañó. No replegaron las cañas en su totalidad. Cuando ya tenían todo prácticamente listo, comenzaron a andar por la zona de la orilla en dirección hacia nosotros, cuando estaban casi a nuestra altura, comentaron algo entre ellos y clavaron las 3 cañas separadas unas de otras. Acoplaron de nuevo sus pertenencias y cuando lo tenian todo listo, uno de ellos, el que se había acercado anteriormente a por un trozo de caña cerca de donde estábamos nosotros, comenzó a caminar hacia nuestro sitio.

  • Hola, buenas tardes, ¿Qué tal? Comentó el pescador

  • Hola, buenas. Le contesté.

El tipo se quedó mirando el culo de Marta, con las piernas semi abiertas, el bikini algo entremetido en su rajita y el cuerpo mojado. Ella se quedó sorprendida porque no sabía con quién estaba hablando, quedándose bocabajo, incorporó ligeramente la cabeza hacia un lado, tapándose el sol con la mano para ver con quién hablaba yo, dejando su teta izquierda de nuevo expuesta ante nuestro visitante.

  • hola... dijo ella con tono de sorpresa

  • hola preciosa, soy Juan. - contestó él mientras, con la mirada, le comía el pezón duro y contraído por el efecto del reciente baño en el agua fría- perdonadme que os moleste, es que estábamos pescando a unos 30/40 metros de aquí pero debe haber una zona de piedras y se nos han enganchado los anzuelos un par de veces, así que nos hemos venido un poco más hacia acá, esperamos que no os importe. Más que nada, era por avisaros de que tengáis cuidado al bañarnos con los hilos, que muchas veces no se aprecian bien.

  • no sé preocupe, si nos da por bañarnos, nos vamos un poco hacía allá. Le contesté señalando con la mirada a uno de los lados de donde se habían situado ellos.

El pescador volvió con su compañero tranquilamente. Tenía pinta de llevar pescando en esa misma playa 40 años y se debía conocer cada zona y cada piedra de la playa, por lo que obviamente eso era una excusa.

  • Bueno, pues tú dirás. ¿Sigues pensando que no te han mirado? - le dije a Marta

  • Tío que descarados, ¿No? Y mira que ya no son niños

  • Pues nada, esa alegría que se llevan. Es probable que no suelan ver a una tía 30 años más joven que ella medio desnuda.

  • Joder Raúl, no me digas eso que me da cosa tío. Son personas mayores, por favor.

  • Bueno, te digo una cosa, nosotros a lo nuestro, me da exactamente igual la verdad. Ya estás medio seca y te debo cremita, aunque tú digas que no te han mirado jajajaja

  • No tío, les vamos a dar un espectáculo y tampoco es plan.

  • ¿No? Ya sabes que a mí me importa poco que haya gente delante. A ver si soy capaz de sacarte a la guarrilla. - Le dije mientras le daba un beso en su hombro.

Es cierto que en alguna ocasión habíamos "jugado" en algún lugar público pero son llegar a exhibirnos y siempre dentro de unos parámetros normales. Nada de escándalo público. Pero a mí me pone bastante cachondo fantasear con alguien mirándonos mientras follamos, aunque sé que eso es un límite que a ella le costaría mucho traspasar.

  • Que no tío, estás chalado. Me dijo Marta.

Yo le hice poco caso, cogí el bote de crema, le eché un hilo en cada muslo y un par de pegotes en cada nalga, cerré el bote, lo tiré en su toalla y empecé a restregarle la crema.

En estas ocasiones, es ella la que me suele dar luz verde para este tipo de cosas. Yo voy probando y cuando ella entiende que se nos está yendo de las manos, me suele parar. Aunque estemos super calientes, pero eso lo resolvemos con un polvo "en privado", como ya os he comentado.

Pues ahí estábamos nosotros. Ella tumbada bocabajo, únicamente con la braguita del bikini que se le metía por la rajita del culo y dejaba casi la totalidad de sus nalgas libres, las piernas separadas algo separadas de manera consciente para facilitarme la labor. Yo estaba incorporado, sentado en la toalla, apoyado con una mano en propia toalla y con la otra restregando la crema por sus muslos mientras intentaba disimular mi erección dentro del bañador. No tengo una polla demasiado grande, me mide 17 cm en erección, aunque es bastante gruesa, cosa que a Marta le encanta. Por último, nuestros amigos pescadores ya únicamente se limitaban a mirar hacia donde estábamos nosotros. Se habían sentado cada uno en su silla, uno en frente del otro casi en paralelo al mar, de tal forma que parecían que charlaban mientras fumaban y se bebían un par de latas de cerveza pero no perdían detalle de los que pasaba a escasos 10 metros de ellos.

Yo, viendo que Marta no era muy consciente de la cercanía real de nuestros espectadores, pasé a la acción y comencé dar pequeños pasos, buscando su aceptación en cada uno de ellos para avanzar al siguiente. Claramente jugaba con su calentura. Empecé a acariciar el interior de sus muslos, pasaba mi mano derecha por su pierna izquierda, más pegada a mí, el propio masaje iba acompañado de una ligera presión que hacía que ella separase un poco más sus piernas. Viendo que no sólo pegaba su pierna izquierda aún más a mí, si no que también despegaba su pierna derecha, entendía que estaba todo en orden y, confirmaba que la "guarrilla que había dentro de ella" estaba a estas alturas más que despierta.

De un muslo pasaba al otro, nuestros amigos no perdían detalle. De vez en cuando, rozaba la tela de su bikini por la entrepierna y notaba el calor que desprendïa su coño, que debía estar empapado. La conocía muy bien y para dejar que le tocará el coño en la playa a sabiendas de que había gente mirando, debía estar muy caliente.

  • ¿Todo bien?. Le pregunté

  • Genial. Me contestó ella con los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Estaba disfrutando.

Saqué la mano de la parte alta del interior de sus muslos, le terminé de meter el bikini por la raja del culo, acababa de tomar la forma de un tanga. La tela azul del bikini se amontonaba en la raja y en la parte superior del culo formando un pequeño triángulo y dejado su coño completamente apretado en la entrepierna. Cuando miré a nuestros amigos, el descaro era total. Miraban abiertamente hacia nosotros, tenían una visión perfecta de Marta desde atrás, con sus piernas separadas unos 30 cm y el bikini metido en la raja del culo, aprisionando su carnoso y depilado coñito rosado.

Marta seguía dejándome hacer así que, di un paso más. Ya que nuestros amigos no dejaban de mirar con descaro, pensé, "pues nada señores, a disfrutarlo" y empecé a jugar con su coño directamente. Empecé a pasar el dedo índice desde arriba hacia abajo usando la apertura de las nalgas como carril que va buscando el hendido de su rajita. Marta suspiraba y escuché un "qué cabrón eres" salir de sus labios. Cuando había pasado el dedo varias veces por la mitad de su coño, había logrado marcar la raja a través de la tela del bikini. Ella abrió los ojos, se incorporó, volvió la mirada hacia los pescadores y me dijo:

  • Han cogido un sitio bueno, ¿No?

  • Le faltan las palomitas. Le contesté.

  • Joder tío, vamos a follar al camping y que les den.

  • Déjame jugar un poquito más tía, que estoy disfrutando.

  • ¿Un poquito más? Pues nada, ya como no me saque el coño aquí delante...

Y se acercó a mí, me besó sacando su lengua y chupando mis labios, miró mi polla completamente empalmada luchando por salir del bañador, sonrió y con un gesto casi de indiferencia, se volvió a recostar bocabjo. "Vía libre", pensé. Era la primera vez que cedía ante una situación similar y a mí me estaba poniendo a 100 sólo de pensar en el polvazo con el que acabaría aquello.

Por supuesto, continúe pasando mi dedo por su coño de arriba hacia abajo. Empecé a jugar con toda la mano. Estaba masturbándola en toda regla y ella acompañaba mis movimientos con ligeros espasmos de cadera y pequeños gemidos. Podía notar el calor de su coño.

Uno de nuestros amigos, se metió la mano en el bañador y comenzó a tocarse la polla. Eran señores relativamente mayores, pero es obvio que estaban poniéndose fino a costa de mi mujer.

Marta seguía sin poner límite a mís juegos y volví a dar un pasito más. Con las caricias y no tan caricias en su coño, se había marcado la raja de su coño ostensiblemente y se había movido la tela del bikini, dejando a la vista parte de uno de los labios de su coño. Aproveché y metí un dedo. Ya estaba toda la carne en el asador, en ese momento pensé que o me apartaba la mano o me gritaba que estaba loco, pero no. Me dejó hacer. En ningún momento introduje mi dedo en su coño, pero jugaba con él mientras la tela del bikini aprisionaba mi dedo contra sus labios. Sus flujos hacían que todo fuera más sencillo, estaba chorreando.

Sus gemidos ya estaban perfectamente acompasados a los movimientos de mi mano.

  • Me estás poniendo muy zorras, cabrón. Me dijo

  • Me encanta cariño, tú disfruta. ¿Te está poniendo cachonda como nuestros amigos se pajean viéndote?

  • Joder, sacas lo peor de mí...

  • Desinhibéte, esta gente no te va a volver a ver en la vida. Qué más te da. Te está gustando guarra, no me lo niegues.

  • Mmm si joder. Tócale el coñito a tu mujer. A tí también te gusta que me vean, ¿Eh? Me has hecho enseñarles las tetas...

  • Perdona, las tetas se las has enseñado tú, yo lo que voy a hacer ahora es enseñarle tú coñito.

Yo bajé un poco hacia ella y empecé a besarla, mientras le metía la lengua en la boca, le tiraba de uno de los lazos que anudaban su bikini en el lateral, el cuál pude desatar sin ningún tipo de problema. Ahora su bikini quedaba sólo atado por la parte izquierda de su cadera y se sostenía mayormente porque estaba metido por la rajita de su culo. Sin dejar de unir nuestras lenguas, le retiré la tela de su braguita con sutileza, dejando gran parte de su coñito rosado perfectamente depilado a la vista. Era todo un espectáculo, estaba medio cerrado debido a su postura bocabajo aunque mis dedos habían provocado que se separasen un poco los pliegues de sus labios, estaba chorreando entre el la humedad propia del baño y los flujos que emanaban de su interior.

Dejamos de besarnos. Marte se incorporó sobre la toalla, dejando sus tetas bamboleándose a la vista, con los pezones a punto de explotar, su pierna derecha extendida en la toalla, su pierna izquierda flexionada y el bikini solo anudado por un lateral con su coño completamente chorreando. Se quedó a 3 cm de mi cara y mirándome fíjate, me dijo:

  • Esto es lo que quieres, ¿Verdad?

  • Me encanta. Acerté a decir.

Yo tenía el cuerpo de piedra, detrás de mí los escasos bañitas que había en la playa se habían marchado, dejando una extensión de cientos de metros de playa solitaria. Detrás de ella, se adivinaban pescadores a más de 70/100 metros. Ella tenía la braga del bikini azul atada a uno de sus muslos, caída sin tapar nada, prácticamente desnuda, abierta de piernas y mi mano jugando en su coño.

Nos miramos sonriendo y...oh sorpresa, "nuestro amigo Juan" estaba a 2 metros de nosotros, su compañero de pesca expectante se adivinaba por detrás. Lo miramos y casi tartamudeando, nos comentó:

  • ¿Os importa que nos pongamos más cerca?... Con todos los respetos - me miró a mí y luego dirigiéndose a Marta, le dijo - es usted preciosa. Está riquísima.

Nosotros nos miramos, yo me quedé expectante a la espera de una respuesta de Marta. Ella me miró durante 3 segundos y dirigiéndose al hombre, le dijo:

  • Venga, si estáis disfrutando, poneros más cerquita que véais bien todo...

Yo flipé.

Tenía la polla a punto de romper la tela del bañador. Yo no sabía cuál era el siguiente paso. Había estado jugando con Marta y con los pescadores durante 1 hora aproximadamente, dirigiendo en todo momento la situación y, ahora mismo, me había quedado perdido.

Los pescadores, se trajeron sus sillas a donde estábamos nosotros. Se sentaron uno a cada lado, quedándonos nosotros en medio. En parte nos tapaban de otras miradas, aunque a estas alturas no importa mucho quién pudiera vernos. Ya estábamos expuestos y tampoco había mucha más gente en la playa.

Entonces nos dejamos llevar. Comenzamos a besarnos de nuevo, Marta cerró ligeramente sus piernas, supongo que por un pudor instintivo, aunque le duró poco. Volví a meter la mano entre sus muslos y cedió rápidamente a mí gesto. De repente, el otro pescador, que no había interactuado con nosotros hasta el momento, mirando mu atentamente, dijo:

  • Que se ponga ella bocarriba y le tocas el coñito

Lo oímos y fue como una orden. Marta se puso bocarriba sin rechistar, se abrió de piernas, se arrancó la braga del bikini y me miró esperando a que la follara con los dedos. Su coño perfectamente depilado, esperaba abierto y lleno de flujo a que mis dedos entrasen en él una y otra vez. Yo me puse de rodillas y con una mano le pellizcaba los pezones y con la otra le metía dos dedos en su coño.

Juan el pescador, se había quedado detrás de mí y le impedía la visión, por lo que se levantó y se situó en la arena, delante del coño completamente abierto de Marta, prácticamente podía rozar su pie izquierdo.

El otro pescador volvió a ordenar:

  • Que te coma la polla.

Era directo y no se andaba con tonterías, pero nosotros estábamos sumidos en un éxtasis que nunca habíamos experimentado y nos estaba gustando.

Marta me miró, su cara quedaba a la altura de mi polla, que pedía libertad, así que sin pensarlo mucho, me bajó el bañador, me cogió la polla, me echó el pellejo para atrás y dejando mi capullo libre, me la empezó a comer.

Tanto Juan como su amigo, se habían sacado la polla y estaban pajeándose libremente. Ya poco nos importaba.

Yo estaba deseando correrme y Marta también. Yo cada vez la follaba más fuerte con mis dedos, mientras notaba su coño más y más empapado y ella cada vez me la chupaba con más intensidad, me miraba con mi polla en su boca y sonreía señal de que estaba disfrutando.

El pescador que se había colocado a los pies de Marta, no paraba de decir que vaya zorra rica tenía y sin darme cuenta, había colocado una mano sobre el pie de Marta y se pajeaba con la otra. Cualquiera diría que iba a follársela, porque estaba en perfecta posición para hacerlo. Al ver que le había cogido el tobillo a Marta, le dije "amigo, las distintas". Sobre todo por no incómodar a Marta.

Ella me escuchó, se sacó mi polla de la boca y entre gemidos me dijo:

  • No te preocupes cariño.

Pues nada, no me preocupé. Notaba que ella estaba a punto de correrse y yo también. En un momento dado no pude aguantar y un chorro de leche salió de mi polla disparado, parte cayó dentro de la boca de Marta, parte en su cara y parte en la toalla, hacia mucho tiempo que no me corría así. Ella me limpió el capullo y en ese instante, nuestro "otro amigo", le dijo:

  • trágatelo anda guarra.

Marta obedeció. Yo pensé que ahí se quedaba la cosa, aunque Marta no sé había corrido aún y me sabía mal. Así que sin más, aparté a Juan de su posición, me eché sobre la arena y empecé a comerle el coño a mí mujer.

Ella aceptó encantada, aunque sin quererlo, la dejé expuesta ante los dos pescadores. Juan aprovechó que yo había dejado un sitio libre para acomodarse sentado a la derecha de Marta y su compañero se colocó de rodillas en posición similar a la que yo había tenido minutos antes pero en el lado opuesto. Ambos se pajeaban y, aunque ya he comentado que eran relativamente mayores, no tenían pollas pequeñas, incluso a uno de ellos diría que le media 18-19 cm perfectamente.

Yo miré la situación y comprendí que habíamos llegado hasta ahí voluntariamente, hasta ahora habían sido respetuosos y, en caso que Marta se sintiera incómoda, siempre podíamos levantarnos e irnos.

Yo seguía comiéndole el coño a mí mujer y esta vez fue Juan el que le dijo:

  • ¿Una tetita te podemos tocar?

Ella no sólo no dijo que no. Si no que asintió. Yo noté como le ardía el coño, tenía la cabeza echada para atrás con los ojos cerrados y emitiendo gemidos y a cada uno de los pescadores magreándole una teta. Uno de ellos la acariciaba, mientras que el otro pellizcaba su pezón, que recibía la presión con agrado, debido a que estaba durísimo. Ella disfrutaba sintiéndose como una verdadera guarra. Y yo disfrutaba viéndolo.

Noté que Marta estaba a puntito de correrse. Aumenté la intensidad de mi lengua en su coño. Levanté la mirada y nuestro "amigo" Juan se había corrido en la arena, mientras que su compañero hacia lo propio, pero dada su posición, lo hizo en el muslo de Marta.

En ese momento, ella empezó a dar espasmos mientras se corria como una bestia.

Yo dejé de comerle el coño. Me incorporé y miré los pescadores insinuándoles que se había terminado el espectáculo. Ellos entendieron la situación, se levantaron, nos dieron las gracias, se despidieron comentando lo rica que estaba Marta y se marcharon. Marta y yo nos quedamos mirándonos extasiados, son saber muy bien qué había pasado. Nos dimos un largo beso. Nos vestimos, recogimos nuestras cosas y nos marchamos hacia el camping.

Continuará...