Vacaciones en la playa 2

Sigue la aventura con los cuatro maduros

VACACIONES EN LA PLAYA 2

Yo no quería de ninguna forma llevarles a mi casa, aunque no estuviesen mis padres, no quería que supiesen donde vivía, y lo único que se me ocurrió decir fue:

  • Me habéis destrozado la ropa, no puedo ir así.

  • Vamos a ver, si vamos ahora a tu casa, te puedes poner la falda y te dejo una toalla para que te la pongas por los hombros y te tape los pechos, vamos en el coche y a esta hora será difícil que alguien se entere de cómo vas, si pasas el resto de la noche aquí, mañana iras por tu cuenta. Te podrás poner la falda y aunque vayas sin bragas, nadie se dará cuenta, pero esto – cogió las dos piezas del top – Difícilmente te tapará las tetas, creo que volverías a tu casa en topless.

  • Me puedes dejar una camisa tuya, aunque me este grande ya me las arreglaré.

  • Poder si puedo, pero no lo pienso hacer, tú verás o invitación o mañana paseo hasta tú casa semidesnuda.

No tenía mucha elección, además el adosado de mis padres tenía una cochera en la que podía entrar el coche directamente sin que nadie me viera como iba. La decisión estaba clara, no podía volver a mi casa a plena luz del día en tetas, tenía que aceptar que conociesen mi domicilio.

  • De acuerdo, os invito a una copa en mi casa.

  • Estupendo ponte la falda – y sacando una toalla del armario me la tendió- póntela por encima.

Así lo hice, cogí mi bolso y salí con ellos a la calle. Llegamos al coche sin cruzarnos con nadie, en esta ocasión se pusieron de conductor y copiloto los otros dos compañeros de Enrique y Juan, yo iría en el asiento de atrás entre Juan y Enrique.

En cuanto arrancó el coche, Juan me quitó la toalla y desabrochó nuevamente los siete botones de mi falda hasta abrirla completamente, dejándome completamente desnuda, mientras decía:

  • Dentro del coche no necesitas esto, no te ve nadie. Danos la dirección.

Tras decirles donde se encontraba la casa de mis padres, el conductor puso el coche en marcha e inmediatamente Juan puso una de mis piernas sobre sus muslos, al instante Enrique le imitó con mi otra pierna, allí estaba yo desnuda, abierta de piernas.

Juan comenzó a acariciar mis labios vaginales, después comenzó a introducir poco a poco sus dedos en mi interior, primero uno, luego dos, tres…. Mientras tanto Enrique se centro en mis pechos, empezó acariciándolos para a continuación pasar a mis pezones, tan pronto me los estaba pellizcando, como los introducía en su boca y los mordisqueaba, tiraba de ellos como si quisiese arrancármelos, se debía pensar que son de goma.

Yo me estaba poniendo a cien, estaba deseando llegar a casa y que me volvieran a follar, mientras tanto los dos de delante se quejaban de lo bien que se lo estaban pasando sus compañeros y ellos nada, a lo que Juan respondió:

  • No os quejéis, Enrique la descubrió y yo os la he entregado, justo es que ahora la disfrutemos nosotros, ya llegaremos a su casa y nos volveremos a divertir todos con ella, queda mucha noche ¿verdad putita?

  • Si – respondí.

Finalmente llegamos a la urbanización, cuando iban a aparcar, les dije:

  • En mi bolso está el mando de la puerta entrad dentro por favor, es más seguro.

Así lo hicieron, en cuanto entramos y se detuvo el coche, ellos salieron del coche y yo tras Juan con mi bolso y mi falda en la mano, en cuanto estuve fuera, me la puse alrededor de la cintura y comencé a abrocharme el botón superior, pero Juan me la quitó inmediatamente, diciendo:

  • No hace falta que te la pongas, te la vas a tener que quitar enseguida, el resto de la noche estarás desnuda para nosotros, me ponen un montón las putas desnudas con tacones.

Mientras me daba un azote en el culo, añadió:

  • Enséñanos tu casa.

Así lo hice, del garaje subimos directamente a la cocina, y por un pequeño pasillo donde se encontraba el aseo, pasamos al salón. A continuación subimos a la planta superior, donde además de otro aseo se encontraban tres dormitorios, el principal, que era el de mis padres, con vestidor y aseo en su interior, otro que estaba reservado a los invitados y finalmente mi dormitorio.

Lo primero que hizo Juan al entrar en mi cuarto, fue sentarse en la cama, y con gesto de aprobación dijo:

  • Es cómoda, ya verás lo bien que te vamos a follar aquí. ¿Has follado muchas veces en ella?

  • No, nunca, es la primera vez que vengo sola, siempre he venido con mis padres.

  • Claro, saben lo puta que es su hija, y no te querían dejar venir sola.

  • Mis padres siempre se han fiado de mí, nunca pensarían que soy una puta.

  • Eso porque no te están viendo ahora, con sandalias de aguja, completamente desnuda, charlando amigablemente con cuatro tíos, que te han perdonado una deuda a cambio de que pases la noche follando con ellos. Seguro que cambiarían de opinión. Y ya verás la pinta que tendrás cuando bajemos al salón y nos sirvas unas copas, a tu lado cualquier camarera de puticlub parecerá una chica decente. Igual te acaba gustando lo de ser puta.

  • Igual, nunca se sabe – le respondí con una sonrisa los mas insinuante que pude.

  • Venga vamos a tomar esas copas – dijo, mientras me acariciaba el culo, y a continuación metía su mano entre mis piernas para seguir acariciándome el coño – lo tienes encharcado, como se nota que estas deseando que te follemos.

No contesté, pero la verdad era que tenía razón, aquella situación me estaba poniendo cada vez más caliente.

Bajamos al salón y les pregunté:

  • Esto no es un bar, pero tengo ron, ginebra, y refrescos de cola y naranja, tónica, además de vino, ¿Qué os preparo?

Le fui sirviendo a cada uno lo que me pidió y finalmente para mí me preparé un gin tonic.

  • Tu zorrita igual mejor que te tomes otra cosa, anda ven aquí – me dijo Juan.

Me acerqué, abrió sus piernas, mientras me decía:

  • Anda ponte aquí de rodillas – me dijo señalando el espacio que había entre sus piernas.

Así lo hice poniéndome entre sus piernas.

  • Demuéstrame lo bien que sabes mamarla.

Le solté el cinto, le bajé la cremallera y le dije:

  • Así es un poco incomodo, levántate un poco, es más cómodo sin pantalones.

Primero le baje los pantalones hasta los tobillos, a continuación le saque una de las patas del pantalón y después la otra, en ese momento a través de su slip se marcaba perfectamente su erección, le toqué con una mano su paquete diciéndole:

  • Que grande y durito se ha puesto ya.

  • Se imagina lo que va a pasar – me contestó.

Cogí su slip por ambos laterales y se lo bajé, actuando igual que con los pantalones, le cogí el pene con una de mis manos y le dije:

  • Te puedes volver a sentar – así lo hizo.

Retiré la piel del prepucio hacía atrás dejando su sonrosado glande al descubierto y comencé a lamerlo. En ese momento varias manos comenzaron a toquetear mis pecho, a pellizcar y tirar de mis pezones, a acariciar mi vulva, mi culo, noté como se introducían dedos en mi coño y en mi culo, miré de reojo y vi que los otros tres estaban completamente desnudos. Mientras tanto yo ya había introducido la polla de Juan en mi boca y la chupaba como una loca y llegaban a mis oídos comentarios como:

  • Te lo vas a tragar todo.

  • Menuda puta está hecha.

  • Ramera.

  • Rómpela el culo.

Tras este comentario, noté como alguien separaba mis nalgas y ponía la punta de su pene en mi trasero y de una fuerte embestida me lo metía, no era virgen pero era algo a lo que todavía no me acostumbraba.

  • ¡Como aprieta la zorra!

El comentario era de uno de los amigos de Juan y de Enrique, supuse que era el  quien me la estaba metiendo por el trasero.

No tardó mucho en correrse Juan en mi boca mientras me decía:

  • Trágatelo, como se nota que te gusta cacho puta.

  • Está muy rico le respondí.

Casi inmediatamente se corrieron en mi espalda, poco después noté como descargaba el que me estaba follando el culo.

Alguien hizo que me girase, era Enrique:

  • Abre la boca.

En cuanto lo hice me la metió y empezó a follármela, me daban arcadas, se detenía un momento y vuelta a empezar, mientras los demás seguían con sus tocamientos.

Cuando se corrió me lo volví a tragar todo. Juan me cogió en brazos y dijo:

  • Ahora vamos a follárnosla en su cama.

Me subió a mi habitación y poniendo me encima de la cama me ordenó.

  • Ábrete de piernas, puta, que te veamos bien.

Abrí mis piernas todo lo que pude, a partir de ese momento fueron pasando los penes de todos ellos por el interior de mi coño y  descargando dentro de mí su semen.

Me corrí varias veces aunque yo no era más que un agujero que follar, no sé cuantas veces me folló cada uno, a veces se detenían un rato mientras se entretenían metiéndome mano.

Finalmente Juan dijo:

  • Se nos ha hecho tarde tenemos que irnos, Sara nos lo hemos pasado bomba, de verdad has sido una buena puta, ¿verdad chicos?

Todos respondieron al unisonó:

  • Si.

Se vistieron, mientras yo seguía desnuda, miré el reloj, eran las siete, estaba molida y hecha un asco, con semen seco por todas partes.

Les acompañé hasta el garaje, antes de abrirles la puerta, para que saliese el coche, Juan me dijo:

  • Sara, ha sido una noche estupenda, nos encantará repetirla, seguro que no será difícil que lleguemos a un acuerdo – mientras hacía con los pulgar e índice el gesto de dinero.

  • Me lo pensaré, seguro que llegaremos a un acuerdo – le respondí mientras le guiñaba un ojo.

Salieron en su coche, cerré la puerta, la verdad es que yo también me lo había pasado muy bien con aquellos maduros, fue todo un acierto aceptar su proposición.

Después de aquella vez, volví pocas veces a aquel pueblo, con Juan me crucé un par de veces, pero siempre íbamos acompañados y nunca pasamos de un saludo, con Pedro he coincidido varias veces en Madrid durante mi época de estudiante, ya que él por motivo de negocios va con frecuencia, a los otros dos no los volví a ver.

Subí al baño del piso superior, me miré en el espejo que devolvía la imagen de mi metro setenta, mis cincuenta y cinco kilos, mi media melena morena, mis ojos castaños, mis pequeñas tetas, con sus pezones claros y mi coño completamente depilado desde hacía poco más de medio año y llena de semen seco por todas partes.

Me metí en la ducha, disfrute del agua caliente que salía por la alcachofa, no pude evitar acariciar mis pechos, mi coño y correrme nuevamente pensando en lo que había sucedido a lo largo de aquel día y aquella noche tras lo cual me fui a dormir.