Vacaciones en la playa 1

Tras mi primer curso en la universidad fui unos días de vacaciones a la playa.

VACACIONES EN LA PLAYA 1

Un verano más fui a pasar unas semanas de vacaciones a un lugar encantador, en el que mis padres tienen su segunda vivienda, normalmente iba con ellos, pero aún faltaba una semana para que mi padre cogiese las vacaciones, y con la disculpa de que necesitaba descansar tras mi primer curso en la universidad, conseguí convencerles para que me dejaran estar sola aquella semana.

Es un lugar muy tranquilo, pero con una extensa playa de más de dos kilómetros de longitud con abundantes dunas, a la que sólo se suele acceder por uno de sus extremos, que dispone de acceso por carretera y que además tiene un amplio parking.

Al otro extremo se llega o bien caminando por la playa y por sus dunas o bien caminando por la ribera del rio que desemboca en dicho extremo, pero en ambos casos hay que recorrer una cierta distancia que no resulta cómoda.

Esto provoca que en dicho extremo, más alejado, se practique el nudismo, fundamentalmente el masculino, difícilmente se ve una chica completamente desnuda, como mucho algún topless.

Aquella mañana, sólo iba a estar dos días más, me apetecía rememorar mis años de adolescente, en los que junto a unas amigas, llegábamos hasta el final de la playa para deleitarnos con la visión de chicos en pelotas, nosotras evidentemente íbamos con nuestros bañadores.

Elegí un bikini de triángulo que había comprado el primer día que llegué, son los que mejor nos sientan a las chicas que tenemos poco pecho, color salmón, con la braguita lisa que se anudaba por medio de dos lazos a la cadera, y el sujetador también con cordones para anudarlo al cuello y a la espalda, pero en este caso con una “X” a la altura del pezón y una “C” invertida en el lado izquierdo del triangulo, ambas blancas, destacando sobre el color Salmón del fondo.

Encima del bikini me puse un minivestido, un tanto infantil, de color rosa, con amplio vuelo en la falda, tirantes anchos, rayitas verticales blancas en la pechera, e inclinadas en la falda, con un estampado de conejos de grandes orejas, blancos, naranjas y amarillos. Completando mi atuendo con unas sandalias playeras también rosas y un bolso playero blanco con líneas horizontales negras, donde llevaba una toalla blanca y la crema solar y una novela.

Me acerqué a la playa en el coche que me había dejado mi madre y en cuanto pise la arena me quité el vestido guardándolo en el bolso y me dirigí paseando al extremo interesante de la playa. Dependiendo del ambiente, quizás acabase quitándome el sujetador e incluso la braguita, a veces entre las dunas se dan situaciones interesantes.

Cuando llegué al final del arenal, la situación me pareció bastante decepcionante, había algún madurito en pelotas, casi todos tumbados y un par de ellos paseando por la arena.

Elegí una zona un poco alejada de la orilla, en la base de una pequeña duna, extendí mi toalla y me senté y sacando mi libro me puse a leer a la espera de que apareciese algo más interesante, aunque debo admitir que cada vez que uno de los paseantes pasaba delante de mí echaba una miradita a sus pollas ligeramente morcillosas.

Finalmente decidí darme un baño, cuando finalmente salí del agua uno de los paseantes estaba en mi recorrido hasta la toalla, y se quedó quieto esperando a que yo llegara. Noté que miraba fijamente mi pecho, bajé la mirada y comprobé que mis pezones se marcaban claramente bajo la fina tela del sujetador, sin duda la tela mojada y las frías aguas ayudaban a ello. Yo le miré la polla y tuve la sensación de que su tamaño estaba aumentando, aunque estaba lejos de la erección.

Cuando llegue a su altura dirigiéndose a mí me dijo:

  • Esta zona de la playa es nudista.

  • Si, ya sé que está permitido el nudismo, hace varios años que vengo.

  • Pues no se nota, viendo cómo vas.

  • El que este permitido, no quiere decir que sea obligatorio.

  • Pero es una falta de respeto estar vestida, cuando los demás estamos desnudos.

Tuve una idea que podía resultar divertida y finalmente le respondí:

  • Tú, lo que quieres es verme desnuda.

  • Si tú, me estás viendo a mí sería lo justo.

  • Vale, te propongo un juego para que tengas la oportunidad de verme desnuda.

  • Dime en qué consiste.

  • Nos vamos detrás de esta duna, para no llamar la atención. Tú intentas quitarme el sujetador y la braguita y yo evitarlo. Si lo consigues me ves desnuda, sino me invitas a cenar.

  • No me parece justo, si gano además de quedarte desnuda, me invitas a cenar, vamos el que pierde invita a cenar. Otra cosa, ¿habrá un tiempo límite?

  • No, cuando me dejes desnuda ganas tú, yo gano cuando admitas que has perdido. Te advierto una cosa, mi objetivo para evitar que me ganes van a ser tus huevos, con un buen rodillazo, puedes acabar con un tremendo dolor de huevos y pagando una cena.

  • Eres muy optimista, mis huevos son muy resistentes. Por cierto ¿nos presentamos? Me gustaría conocer el nombre de la chica a la que voy a dejar en pelotas, el mío es Enrique.

  • Encantada, el mío Sara.

Cogimos nuestras cosas, y buscamos un lugar tranquilo entre las dunas, estábamos los dos de pies, el comenzó a girar alrededor de mí, intentando mantenerse a mi costado o a mi espalda, yo procuraba mantenerme frente a él.

Finalmente consiguió acercarse a mí por un costado, sujetándome con su mano derecha por la cintura mientras con la izquierda soltaba la lazada del cuello del sujetador, permitiendo que mis tetas quedasen a la vista, mientras notaba la erección de su miembro en mi cadera izquierda. Pero se había olvidado de mis manos, mi mano izquierda tenía la suficiente libertad de movimiento como para permitirme agarrarle por los huevos, que es lo que hice, apretándoselos hasta conseguir que me soltase.

  • Puta, me haces daño, suelta.

  • Cuando me vuelvas a atar el sujetador y reconozcas que has perdido.

A duras penas logró atarme el sujetador mientras yo seguía sin soltarle las pelotas, cuando terminó se las solté.

  • Quiero la revancha – fue lo primero que me dijo.

  • ¿No has tenido suficiente?

  • Me has pillado desprevenido.

  • Bueno ya hablaremos, pero primero me llevas a cenar.

  • Eso por descontado, si me dices un sitio te recojo a las nueve.

Le di el nombre de una cafetería, que quedaba cerca de mi domicilio, ya que no quería darle la dirección, no tenía ningún interés en que se presentase un día estando mis padres.

  • A las nueve estaré esperándote – Me dijo.

  • No faltaré – mientras se lo decía, le acaricie su pene, inmediatamente noté como se endurecía entre mis dedos.

  • ¿Ya estás pensando en guarradas?- le dije mientras se lo soltaba.

  • En lo único que pienso es en follarte.

  • Igual algún día lo consigues – le di un piquito, para finalizar diciéndole – Hasta esta noche.

  • Nos vemos.

El se quedo en la playa y yo me volví a mi casa. Después de comer vi un poco la televisión, salí a correr un rato, y después de ducharme, empecé a pensar en la ropa que llevaría. Como la temperatura era alta, tanto durante el día como por la noche, decidí ponerme algo fresquito.

Elegí una mini cruzada fucsia que se mantenía unida por siete botones, una braguita blanca finita y transparente, y un top un poco más oscuro que la mini, elástico sin ningún tipo de cierre, y de tirantes finos, que terminaba donde terminaban mis pechos, según mi madre un sujetador. Evidentemente con un top tan ajustado no tenía sentido llevar sujetador. A esto le añadí unas sandalias blancas con un tacón fino de unos ocho centímetros.

Cuando llegué a la cafetería el ya se encontraba sentado en una mesa de la terraza, tomando una copa. Era la primera vez que le veía vestido, con unos tejanos y una camiseta azul. Me dirigí a su mesa saludándole:

  • Buenas noches.

  • Buenas noches Sara, estas preciosa, siéntate, ¿qué tomas?

  • Gracias, lo mismo que tú.

  • Sin ropa tienes que estar impresionante.

  • Jaja, piensa en tus huevos.

  • ¡Qué mala eres!

Siguió nuestra conversación hasta que llegó la hora de ir a cenar, fuimos a un restaurante típico de la zona, allí nos encontramos con tres amigos de Enrique, y tras las presentaciones decidimos cenar todos juntos. Durante la cena hablamos de temas intrascendentes, mientras degustábamos los platos regados con un estupendo vino.

Al terminar propusieron ir a un pub donde ponían música y se podía bailar un poco. Fuimos en el coche de Enrique, y galantemente uno de sus amigos, la verdad es que no recuerdo los nombres, creo que este se llamaba Juan, y si no era ese su nombre da lo mismo, yo así le llamaré, me abrió la puerta del copiloto para que me sentara.

  • Muchas gracias – le dije.

  • Es un placer.

Llegamos al local y nuevamente muy solicito Juan me volvió a abrir la puerta para que bajara del coche. Estuvimos bailando y bebiendo hasta que cerraron.

Una vez en la calle, este amigo propuso que fuéramos a tomar la última copa  a su casa, los chicos aceptaron y yo también, la verdad es que aquella noche me apetecía follar y quizás acabara liándome con alguno de los cuatro. Nuevamente Juan me abrió la puerta del coche para que entrara.

Ya dentro del coche dijo algo que me sorprendió:

  • No te puedes imaginar lo que me he reído cuando Enrique nos ha dicho que has estado a punto de hacer tortilla con sus huevos, a mi no me hubieses durado vestida ni cinco segundos.

Nunca pensé que Enrique contase a otras personas lo sucedido entre las dunas, me parecía demasiado humillante para un tío.

  • Seguro, que eso mismo pensaba Enrique – le respondí riéndome.

  • Si tan segura estás podemos repetir la apuesta en mi casa.

  • No estoy tan loca, está claro que entre los cuatro lo conseguiríais con facilidad.

  • Estos tres estarían de espectadores, el encargado de desnudarte sería yo, sin la ayuda de ninguno de estos te quitaría el top, la faldita y las braguitas blancas. Te dejaría únicamente con las sandalias, me encantan las chicas desnudas con zapatos de tacón.

  • ¿Por qué supones que llevo braguitas blancas?

  • Igual no lleva nada – Dijo uno de los amigos.

  • Si, si que lleva y sé que son blancas porque te las he visto cada vez que has subido y bajado del coche, blancas y transparentes, por cierto, el coño depilado te queda muy bien.

Sentí que me estaba poniendo a cien, que mi coño se humedecía por momentos.

  • Si lo que dices es cierto, es como si ya me hubieses visto desnuda.

  • Con los datos que te he dado sabes perfectamente que lo que digo es cierto, pero no he visto las tetas, y el coño sólo unos instantes y te lo quiero ver con más detenimiento, y además quiero que mis compañeros también disfruten, recuerda que ellos estarían de espectadores.

  • ¿Qué apostaríamos?

  • Mil euros, si te desnudo, pagas tú, si consigues que me pase lo mismo que a Enrique, pago yo.

  • Lo siento pero es mucho dinero para mí.

  • ¿Admites que puedes perder?

  • Sería tonta si no lo admitiese.

  • En caso de que perdieses podríamos negociar el pago.

  • Seguirían siendo mil euros, demasiado para mí.

  • Podrías pagarnos en especies.

  • ¿Especies?

-Sí, es lo que aproximadamente nos cobraría una chica que aceptase pasar con nosotros cuatro, toda la noche.

  • Con pasar con vosotros toda la noche te refieres a follar con los cuatro.

  • Si.

  • Resumiendo, si gano cobro mil euros, si pierdo me convierto en vuestra puta.

  • Exacto, no quería utilizar ese término por si te molestabas, pero así es, si pierdes puedes elegir entre pagar en efectivo o convertirte en puta durante una noche. ¿Qué dices?

  • Lo tengo que pensar, nos invitas a esas copas y luego te respondo – Yo estaba cada vez más caliente.

  • Perfecto

Seguimos hablando, hasta que finalmente llegamos a su casa, Enrique consiguió aparcar enfrente del portal de Juan. Nuevamente se repitió la situación, Juan solicito me abrió la puerta, yo salí sin tomar ninguna precaución, me ponía el pensar que iba a volver a ver, lo que ya había visto varias veces a lo largo de la noche, pero esta vez sabiendo que yo era consciente de lo que estaba enseñando. Una vez fuera le pregunté:

  • ¿Las braguitas siguen igual?

  • Aparentemente sí, pero seguramente estarán un poco más mojadas pensando en mi propuesta.

Todos se rieron, tuve la sensación de que ellos sabían que yo iba a aceptar, y seguramente perder. Tampoco era una tragedia que me follaran cuatro maduritos, ya lo había hecho con algunos de su edad y la experiencia no había sido mala.

Tras unas copas, entre chistes y bromas y ya todos un poco alegres, Juan me preguntó:

  • Bien Sara, ¿has decidido di aceptas la apuesta?

  • La acepto con una condición, que pase lo que pase, no contareis nada de lo que aquí suceda.

  • Perfecto aceptada la condición, ¿Verdad chicos? Sara sabe que va a perder y no quiere que en el pueblo se enteren de lo puta que es.

  • Si aceptamos – respondieron todos, prácticamente al unisonó.

  • Esperad un momento - dijo Juan, desapareciendo tras una puerta.

Al cabo de unos instantes la abrió, diciendo:

  • Pasad, la prueba la haremos aquí en mi dormitorio.

Era una estancia amplia, con una cama grande, calculo de 1,90 por 2 metros de ancha, con cabecero y piecero de hierro forjado. A la izquierda había un gran ventanal, con una mesa de estudio con un ordenador y una silla, a la derecha un armario con puertas correderas que hacían las veces de espejos. Al lado de la puerta un sinfonier y encima de este en la pared un gran televisor.

  • ¿Qué te parece mi dormitorio? – me preguntó Juan.

  • Un poco frío, no tienes mucho gusto para decorarlo.

No dijo nada, se dirigió hacia la mesa y abriendo uno de sus cajones sacó una bolsa de plástico, que dejó sobre la cama y de forma inesperada, me empujó haciéndome caer sobre la cama, e inmediatamente sin darme tiempo a reaccionar, me agarró por los tobillos, izándolos al tiempo que sacaba unas esposas de la bolsa y me las ponía en los tobillos, me tenía prácticamente cabeza abajo, Juan era bastante alto y fuerte, mientras yo braceaba intentado agarrarle los huevos, pero me resultaba totalmente imposible. Rápidamente me soltó los tobillos y nuevamente en un rápido movimiento asió mis brazos, me los junto, sujetando mis muñecas con una sola de sus manos, mientras con la otra sacaba unas nuevas esposas y me las ponía en las muñecas, dejándome en la cama esposada de pies y manos.

  • Por cierto, como os decía podéis comprobar que sus braguitas son blancas y transparentes y que tiene el coño completamente depilado – Dijo Juan dirigiéndose a sus compañeros.

En ese momento fui consciente que mi falda estaba completamente subida dejando a la vista  unas braguitas que no ocultaban nada.

Nuevamente habló Juan:

  • Una chica decente tiene que ser más cuidadosa con su falda, si en este momento entrase un desconocido en la habitación pensaría que eres una puta.

Todos rieron, mientras Enrique decía:

  • Bueno eso sería un desconocido, nosotros sabemos que está a punto de serlo.

Juan se inclino sobre mi y con sumo cuidado colocó la falda en su posición normal, dejando a salvo mi intimidad.

  • Bueno Sara, supongo que a partir de este momento tendrás claro que voy a ganar la apuesta.

  • Creo que esta apuesta se puede impugnar.

  • ¿Por?

  • Tú dijiste que me querías dejar completamente desnuda, únicamente con las sandalias, y tal como estoy ahora, me dejarás con las tetas y el coño al aire, pero las braguitas se quedarán en mis tobillos, y el top en mis muñecas, de ahí no vas a poder pasar – no tardé mucho tiempo en darme cuenta de la estupidez que acababa de cometer.

  • Ya verás cómo tanto la falda como el top y las braguitas van a estar en esa silla – señaló la silla que estaba  al lado de la mesa de estudio- mientras tú sigues aquí, únicamente con las sandalias y esposada, pero empecemos por lo más sencillo.

Comenzó a desabrocharme los siete botones de la falda de uno en uno, comenzando por el inferior y terminando por el de la cintura, con sumo cuidado para que mis muslos no quedaran al descubierto, una ver terminó, si que abrió mi falda de par en par, para dejarme nuevamente en bragas. Tiro de unos de los extremos de la falda hasta conseguir sacarla completamente de debajo de mi trasero, y a continuación volvió a abotonarla para levantarse y dejarla sobre la silla.

  • Para el top y las braguitas necesito una herramienta de trabajo, es un momento – mientras terminaba la frase, desaparecía por la puerta de la habitación.

Cuando apareció nuevamente traía unas tijeras en la mano. Inmediatamente comprendí sus intenciones, y le dije:

  • Está bien admito que he perdido, suéltame y no opondré ninguna resistencia a que termines de desnudarme, pero por favor deja mi ropa intacta que tengo que volver a mi casa.

  • Lo siento pero prefiero hacer las cosas bien. Sin braguitas puedes volver tranquilamente y lo del top ya veremos.

Se sentó en la cama a mi lado, y con total tranquilidad empezó a cortar un lateral de mi top, a continuación hizo lo mismo con el otro lateral, finalmente corto cada uno de los tirantes. Terminada la operación dijo:

  • En este momento el top consta de dos piezas, quitaremos primero la trasera – tirando suavemente de uno de los extremos retiró el trozo de tela que había sido la parte trasera del top – Ahora quitaré la parte delantera y podréis admirar las tetas de Sara.

  • Yo ya les vi en la playa – Comento Enrique.

  • Ya pero por unos instantes, y con el dolor de huevos no creo que disfrutaras mucho – le respondió Juan.

Con mucha ceremonia y muy despacito fue dejando al descubierto mis tetas, una vez que las dejo al descubierto, cogió los dos trozos de mi pobre top inservible, y levantándose de dirigió a la silla para dejarlos encima de mi falda. Volvió a sentarse a mi lado diciendo:

  • Bueno ya sólo nos queda la braguita, aunque realmente no te tapa nada, hay que quitarla.

Dio un par de cortes en cada uno de los laterales de mi braguita, cogiéndola con sus dedos por la parte superior la fue retirando hacia mis muslos, dejando de esta manera mi ciño completamente al descubierto, a continuación fue tirando suavemente para que la parte posterior saliese de debajo de mi trasero, y doblándola la dejo sobre el resto de la ropa en la silla.

Me liberó de las esposas y me ayudó a ponerme de pie, llevándome delante de una de las puertas con espejo del armario diciéndome:

  • Ves estás preciosa, completamente desnuda, en sandalias, tal como te dije, estarás de acuerdo en que he ganado la apuesta.

  • Si es evidente, lo has conseguido.

  • Como perdedora te toca pagar la apuesta.

  • Bueno, como te comenté es mucho dinero para mí.

  • Ya sabes que te di otra opción.

  • Si lo sé, y la acepto.

  • Sabes lo que significa, ¿no?

  • Si, que durante esta noche seré vuestra puta.

Nada mas terminé la frase se puso a mi espalda y con sus dos manos cubrió mis tetas, me las masajeo durante unos momentos y a continuación poco a poco su mano derecha fue descendiendo a lo largo de mi cuerpo hasta llegar a mi sexo, comenzó a acariciar mis labios vaginales, a introducir sus dedos en mi coño, pero repentinamente se separó de mí y me ordeno:

  • Túmbate en la cama con las piernas bien abiertas.

Obedecí, me tumbé cabeza arriba con las piernas lo más abiertas que pude. Juan habló nuevamente:

  • Tenemos a esta puta para nosotros durante toda la noche, Enrique será el primero en follársela, en compensación por lo que la zorra hizo con sus bolas.

Los cuatro se desnudaron, todos estaban con sus pollas erectas, la verdad es que las cuatro estaban bastante bien y yo tenía cada vez más ganas de sentirlas dentro de mí.

Enrique se subió a la cama se puso de rodillas entre mis piernas y me dijo mientras me acariciaba el coño y empezaba a introducir sus dedos dentro de él:

  • Ya te dije que te iba a follar, aunque la verdad no me imaginaba que iba a ser tan pronto.

Se tendió sobre mí, note como poco a poco su miembro se iba introduciendo en mi interior, en un momento dado sentí una fuerte embestida introduciéndomelo completamente mientras me empezaba a masajear mis tetas, estrujar mis pezones, salía un poco y volvía a metérmela hasta el fondo, así una y otra vez, mientras me decía:

  • ¿Te gusta? Nunca pensé que fueses tan puta.

Yo entre jadeos le respondí:

  • Si me gusta, sigue.

Yo sentía que me corría y él no tardó en hacerlo dentro de mí.

A continuación fue el turno de Juan, mucho más brusco que Enrique pero igual de placentero, le siguieron los otros dos amigos, todos ellos se corrieron dentro de mí.

Cuando terminaron esa primera ronda uno de los dos amigos dijo:

  • Ahora nos la podía mamar.

  • Yo prefiero volvérmela a follar pero en su cama, que nos invite a una copa y mientras nos la tomamos nos la puede mamar y la podemos volver a follar – Dijo Juan.

Esto último no me hizo ninguna gracia, yo no estaba dispuesta a que conociesen donde vivía.

Me estoy alargando más de lo que pensaba, lo que ocurre el resto de la noche os lo contaré en una próxima entrega, me gusta conocer la opinión de mis lectores, mi correo lo tenéis en mi perfil.