Vacaciones en familia III

Joselito se chiva, y mi tío da un paso más en nuestro juego.

Estaba extremadamente cansado. Daba pena verme, entre lo delgado que estaba y las ojeras de no haber dormido parecía que me iba a desmayar en cualquier momento, pero no pude dormir esa noche recordando a mi tío corriéndose sobre mí y Joselito pillándonos. Hubo morbo en aquello de ser pillados, y a mi tío pareció gustarle. Yo me pasé toda la noche matándome a pajas, me hice como cuatro o cinco en una sola noche. Recordar cómo aquellos pantalones llenos de sudor y precum se pegaban sobre sus piernas mientras que, con su mano derecha, se meneaba el rabo a centímetros de mi cara mientras yo lo miraba desde abajo con cara de cachorrito hambriento que quería leche me encendía de una manera brutal, y cada vez que me terminaba una paja tenía que volver a hacerme otra.

Mi madre me despertó temprano al día siguiente. Todavía seguíamos de vacaciones en la casa que alquilamos, y los adultos se fueron a dar una vuelta por la ciudad, incluido mi tío, así que esa mañana no iba a poder tener diversión.

Era el mayor de mis primos. Joselito, al que tuve que lavar después de que restregase la corrida de mi tío por sus manos, era el más pequeño, y su hermano mayor, Óscar, era el más grande después de mí, nos llevábamos un año. Me quedé a cargo de ellos dos, mi prima, mi hermano y otros dos primos más, aunque al final todos acabaron jugando en el jardín mientras yo me tumbaba en mi cama.

Estaba tan relajado que me acordé de mi tío haciendo ejercicio con la barra y todo lo que ocurrió y volví a empalmarme un poco. Comencé a sobarme mi polla por encima de los boxers, estaba morcillona y un poco húmeda. Hacía poco que me depilé, así que no tenía ningún pelo. No me la estaba machacando, sino más bien acariciando y masajeando, sobretodo centrándome en la cabeza.

-Hola -escuché en la puerta.

Sobresaltado me incorporé en la cama. No tenía la polla fuera, pero cualquiera podía ver mi empalme y cómo me estaba acariciando.

El que me había interrumpido era mi primo Oscar, que se encontraba en ropa interior bajo el marco de la puerta de mi habitación.

-¿Q-que quieres? -pregunté asustado.

No había nada de malo en masturbarse, y seguro que él lo hacía también, pero yo era muy vergonzoso en ese entonces y en cualquier momento de intimidad me avergonzaba si era interrumpido.

-Quiero hacer lo que haces con el tito Fran -dijo sin ningún reparo.

-¿A qué te refieres?

-No te hagas el tonto, Joselito me contó anoche lo que el tito Fran te hizo, y quiero probar yo también.

-Tú estás gilipollas -dije haciendo uso del título de primo mayor-. Vete a ver si te voy a dar una hostia.

-O juegas conmigo o se lo digo a la tita.

Mi primo pequeño, el que hasta ahora parecía tontito, sabía de sobra como se jugaba a esto.

-Eres un hijo de puta -dije-. ¿Qué quieres hacer?

Mi primo se sentó sobre sus rodillas y, estirándose hacia atrás y apoyando sus manos en el suelo, dejó a la vista una erección bajo sus calzoncillos

-Hazme una paja.

Le bajé los boxers hasta medio muslo. Su polla tenía pelo pero muy poco, se notaba que eran de los primeros. Era grande para su edad, pero la mía más.

Sin pensármelo más tiempo, comenzó a subir y bajar la piel.

-Joselito dice que el tito la tiene gigante, ¿es verdad?

Lo ignoré, estaba haciendo aquello por obligación y no por gusto. Me tiró del pelo al igual que hizo mi tío, seguro que se lo dijo Joselito.

-Sé que eres marica, así que no te hagas el duro.

Yo estaba de rodillas, y sin soltarme el pelo se incorporó y acercó su polla a mi boca. Yo en ningún momento al abrí.

-Mira, o haces lo que te diga o me chivo.

-¡Cállate!

Gritando me puse de pie y lo empujé. Se cayó al suelo y, al intentar levantarse, volví a empujarlo, pero esta vez subiéndome yo encima suya.

-¿Quieres jugar? Vamos a jugar. Cada vez que grites te voy a pegar, y si te chivas te reviento, ¿me has entendido?

-Si si -dijo asustado- solo quería hacer lo mismo que el tito.

Me dio pena ver su cuerpecito, delgado y blanco, tirado sobre el suelo asustado, asi que me quité de encima.

-¿Quieres ver lo que hace el tito?

-Sí.

-Vale, pues tengo un plan...

Óscar y yo habíamos decidido que el plan lo llevaríamos a cabo por la noche. Teníamos en mente hacer como que nos dormíamos temprano y, una vez que todo el mundo estuviera dormido, ir a ver cómo mi tío se follaba a mi tía.

Todos los primos sabíamos que follaban cada noche, eran jóvenes y aprovechaban que su habitación estaba en el tercer piso, y Óscar se la machacaba todos los días escuchando los gemidos de ambos.

Si mi primo veía a mi tío desnudo había prometido no chivarse, así que hoy me comprometí conmigo mismo a no hacer nada con él, valdría la pena si eso significaba quitarme al coñazo de mi primo del camino. Y así fue.

No hicimos nada. Notaba cómo mi tío tampoco intentaba nada conmigo, y ahí fue cuando analicé su juego. Él fue el que lo comenzó todo el día que estaba entrenando, pero no sería el que me buscase a mí, quería que como buena zorra fuese yo detrás de él, arrastrándome por las sobras que mi tía dejaba. Así que, aprovechando la promesa que me hice a mí mismo, decidí darle de su propia medicina.

Cada vez que él estaba cerca yo actuaba como si no fuese más que otro familiar que estaba allí. No me sentaba al lado de él, no me acercaba a él ni lo buscaba con la mirada. No me pegaba o lo tocaba en secreto. Nada.

Ahí fue cuando comencé a notar cómo me miraba de reojo, cómo se sentaba él cerca de mí y como buscaba mis caricias. Apoyaba su cabeza sobre mi hombro, que era algo que me ponía súper cachondo. Le estaba ganando en su propio juego. Y la noche llegó.

-Vale, vamos.

-Mamá -dijo mi primo-. Juanillo y yo vamos a dormir ya, yo duermo hoy en su cuarto.

-Vale cariño, dormid ya y no deis mucha lata.

Nos fuimos corriendo escalera arriba y noté como la mirada de mi tío seguía mi culo moviéndose debajo de mis boxers mientras daba cada paso.

-Ahora esperamos a que todo el mundo se vaya.

-Me la chupas porfa -dijo mi primo.

-Si te la chupo no vas a tener ganas de meneartela cuando veas al tito.

-Es verdad.

Algunas horas pasaron, y escuchamos como todo el mundo subía. Mi tío abrió la puerta de mi cuarto y nos encontró a Oscar y a mi durmiendo en gayumbos, o eso creía él. Cerró y se fue para su habitación. Ni 10 minutos pasaron cuando comenzamos a escuchar a mi tía gemir. La estaba reventando.

Nuestra habitación era la única en el 3er piso junto a la de mi tío Francisco, así que eramos los únicos en enterarnos de lo que pasaba.

Mi primo Oscar y yo decidimos pasar a la acción. Andando de puntillas nos acercamos a la puerta del cuarto de mi tío, que estaba abierta. Mi tío estaba follandose a mi tía. Tenía su mano aplastando su cabeza contra la pared, mientras que le reventaba el culo. Mi tía estaba gozándolo y en ese momento quería que se muriera, quería estar yo en su posición. Desde la puerta veíamos el culo de mi tío que, con cada embestida, marcaba cada uno de sus músculos. Las piernas fuertes y los brazos hacían que mi tía no se pudiese mover.

-Voy a empezar -dijo Oscar susurrando.

Mi primo se sacó la polla y comenzó a masturbarse allí mismo, yo estaba de cuclillas a su lado, así que su polla me quedaba a escasos centímetros de mi cara.

Yo estaba completamente empalmado imaginando que la zorra de mi tía era yo. El culo peludo de mi tío, perlado por la fina capa de sudor que lo cubría, me estaba poniendo a mil. Pero no quería correrme con mi primo delante.

-¡DIOSSS! -gritó mi tía, que se estaba corriendo.

En ese mismo instante, como si se hubiesen puesto de acuerdo, Óscar se corrió y decidió echar toda la lefa sobre el lado izquierda de mi cara. Era lefa líquida y casi trasparente, pero lefa al fin y al cabo.

-Joder que asco tío -dije demasiado alto.

Mi tía no se había enterado, pero mi tío sí y miró hacia la puerta, donde me encontró a mi espiándolo. Óscar había echado a correr en cuanto se corrió, así que yo era el único que quedaba allí.

-Vamos comemela que no me he corrido -le dijo mi tío a mi tía.

-Pues hazte una paja, que yo estoy cansada.

Mi tía se durmió y mi tío salió de la habitación. Antes de que él saliese yo había echado a correr por el pasillo, pero no fue lo suficientemente rápido.

Una mano me cogió del pelo y me levantó unos cuantos centímetros del suelo.

-¡Me tienes hasta los huevos! -susurró agresivamente.

Me llevó de los pelos hasta el primer piso, donde estaban los baños. Me dejó en el suelo de nuevo y, de una patada, me metió a la fuerza en el baño.

-¿Pasas todo el día de mí y ahora me espías?

Yo estaba muerto de miedo, pero sobretodo embobado viendo su polla. No me di cuenta hasta entonces, pero estaba cubierta por un condón que sin duda le quedaba pequeño.

-Ahora está mudo el maricón.

Me cogió del cuello y me pegó contra la pared. Hizo fuerza y me volvió a levantar por el aire, pero esta vez asfixiándome. Se acercó a mí y comenzó a comerme la boca. Me estaba morreando con mi tío, su boca ocupaba toda la mía, y su lengua era demasiado grande y gorda para mi boca. Me estaba follando la boca con la lengua, intercambiando saliva mientras con la mano libre se cascaba el rabo.

-Ponte de rodillas, zorra.

Sin soltarme del cuello, me obligó a agacharme. Estaba escondido por el mueble del baño. Tenía su rabo a milímetros de mi cara, y comenzó a pajearse viendo como mi cara se iba poniendo roja poco a poco y cómo me estaba quedando sin aire. Me miraba directamente a los ojos mientras los míos lagrimeaban. Una lágrima, provocada por la presión de ser asfixiado, cayó por una de mis mejillas. Aquello le puso muy cachondo, y mientras bufaba como un toro, apretó más mi cuello y se pajeó más fuerte. Con la velocidad del rayo, se quitó el condón de un tirón y metió al punta de su polla en mi boca.

Seguía masturbándose, mientras me asfixiaba y mis lágrimas caían hasta mis labios gordos que rodeaban la punta de su pollas.

-¡JODER!

Hundió completamente sus 21cm en mi boca. Notaba su polla en mi garganta, que seguía atrapada por su mano. Abrí los ojos y la boca lo máximo que pude, y mientras intentaba respirar, su lefa comenzó a caer por desde su rabo a mi garganta. Era caliente y espesa, sabía como nada me había sabido en la vida, entre siete u ocho trallazos inundaron mi pequeña y estrecha garganta.

Pasaron 5 minutos, y la lefa seguía cayendo, pero esta vez mucho más líquida y amarga. Mucho más caliente.

Mi miraba y sonreía.

-No es lefa. Te estoy meando en la boca, puto marica.

Me dijo riéndose mientras su polla se ponía flácida dentro de mi boca.

Yo, al escuchar eso, comencé a bebérmelo todo. Me puso muy cachondo y comencé a pajearme hasta que me corrí sobre el suelo.

Mi tío sacó su polla de mi boca, la limpió en mis boxers y se lavó la cara.

-¿Todavía no has aprendido que no me vas a ganar jugando? Límpiate que das pena, y ve preparando ese culito de niño.

Se fue del baño y me dejó corrido, con su meado y su lefa saliendo por la comisura de mis labios.