Vacaciones en familia II
Después de nuestra sesión de deporte en el cuarto de la limpieza, la situación con mi tío se enfría.
Hola tíos. Gracias por los comentarios tanto en la página como en los correos que recibí. Me encantó pajearme con lo que me decíais así que si queréis podéis escribirme a mi correo con total libertad, me encanta saber que os gustó el anterior relato y espero mejorar poco a poco, empezando por este.
Antes de comenzar me gustaría describirnos a mí y a mi tío, que es algo que me faltó en el anterior.
Yo me llamo Juan, aunque en la familia y amigos me dicen Juanillo. Tengo 19 años (en el momento de la historia era más joven), soy rubio con el pelo rizado, moreno de piel y delgado sin ningún tipo de fuerza o musculatura. Mi polla mide 16cm y mi culo es redondito y pequeño, sin rastro de ningún pelo.
Por otro lado, mi tío se llama Francisco, mide 1.86 y tiene 42 años (aunque en el momento de la historia tenía 38). Tiene el pelo negro y también es moreno de piel. El pecho y la espalda los tiene completamente cubiertos por pelo también, lo que hace que parezca el típico macho español. Suele llevar barbita de 3 o 4 días, de pequeño me encantaba que me diese besos y abrazos para que me pinchase con ella. La polla, el culo y los sobacos tampoco se los depila, siempre tiene buena cantidad de pelo. Está fuerte ya que hace mucho deporte como jugar al fútbol, rutinas de gimnasio, etc. Su polla mide alrededor de los 21 cm, con dos huevos grandes y gordos. Lleve el pantalón que lleve siempre va marcando paquete, y además tiene la manía de sobarselo esté donde esté.
Anterior a nuestra sesión de pull ups, yo no había hecho nada sexual exceptuando alguna paja y mamada a los macarras y tiraos del barrio, que me usaban como si mi boca fuera un coño y me echaban ahí la poca corrida que tiraban. Mi culo nunca había sido tocado, no había hecho algo más que esperar a que alguien se bajase los pantalones y yo chupársela, por lo que con mi tío al experiencia fue completamente diferente.
Mi tío hizo que me calentase sólo con verlo hacer deporte, sin necesidad de enseñarme el rabo o ponerme a mamar como lo hacían los del barrio. Se secó su paquete en mi mano y, para mí, fue mejor que cualquier paja o mamada que haya hecho antes, tanto que evité lavarme la mano en todo el día.
Por eso creía que nuestro juego seguiría adelante, cada vez avanzando más, pero por lo pronto me equivocaba.
Pasaron los días, y yo, como buen cerdo, buscaba la complicidad de mi tío a través de miradas o insinuaciones de algún tipo, pero no recibía ninguna. Sus abrazos y cariños de tío a sobrino habían parado también, ya no se acercaba a mí. Así pasaron dos días, sin ningún acercamiento.
Pero yo era más joven y no me iba a rendir.
A la hora de comer o de cenar, cuando todos nos sentábamos alrededor de la gran mesa que había en el jardín, yo siempre me sentaba al lado de mi tío Francisco.
En una de estas ocasiones, cuando su mujer puso el plato de comida en la mesa y todos se sentaron a comer, yo decidí mover ficha. Él estaba sentado sobre el banco con las piernas abiertas, mientras que yo estaba a su lado con las piernas juntas y encogidas, estaba demostrándole que me sometería a él siempre que quisiera y él sería el hombre en nuestra relación, pero no bastaba. Llevaba un chandal gris y una camiseta blanca. El chandal le quedaba suelto de piernas y, siempre que llevaba pantalón, evitaba llevar ropa interior, por lo que desde mi posición podía ver sus pelotas peludas y grandes.
Eso fue suficiente para que mi polla comenzase a palpitar, y en un momento de locura, llevé mi mano a su pierna y comencé a acariciarla. Él no ofreció resistencia, así que decidí ir más allá, y estirándome lo suficiente sin que nadie se diese cuenta, comencé a jugar con sus cojones. Pero él, que no estaba receptivo, cerró las piernas.
Justo en ese momento, mi prima se cayó de espaldas al suelo y, aprovechando que todo el mundo estaba centrada en ella, mi tío escupió tres lapos en mi plato de espaguetis.
—¿Quieres jugar Juanillo? —tiró un poco de mi pelo hacia atrás con rabia y me susurró al oído— Si quieres jugar conmigo cometelo todo.
Estaba dudando, pero la recompensa que prometía sería suficiente como para tragarme todos los lapos y fluidos que él quisiera.
Cogí mi tenedor y comencé a enrollar los espaguetis, que tenía los lapos colgando de ellos. Me llevé la primera pinchada a la boca, acompañada de una arcada. Mi tío me miraba con lujuria y, con disimulo, se sobaba el cipote. Su mujer, preocupada, me preguntó.
—¿No te gustan mis espaguetis, Juanillo?
Pensar que me estaba comiendo las babas de su marido delante de ella y en la comida que ella había preparado hizo que mi polla diese un bote.
—Es que no me gusta el queso, tita.
Mi tío puso su mano sobre mi pequeño muslo y apretó.
—Yo creía que te encantaba el queso y la leche —dijo apretando aún más mi muslo.
—La leche sí, pero el queso no —dije yo, colorado de vergüenza y de lo cachondo que estaba.
—Bueno, pues para cenar un vasito de leche —rió para disimular, pero debajo de la mesa cogió mi mano y la llevó a sus huevos gordos y peludos.
Sabía a lo que se refería, de ahí saldría la leche para mi cena.
Estaba casi terminandome los espaguetis. Había intentado irme al baño un par de veces, pero mi tío me forzó a comermelo todo. Normalmente no suelo terminarme ninguna comida, me lleno muy rápidamente y me dejo casi todo. Así que mis tías y mi madres estaban asombradas de que el plato de espaguetis estuviese casi vacío. Todos mis primos se habían ido ya, dejándose toda la comida, y los adultos habían terminado y estaba recogiendo la mesa, todos menos mi tío.
—Fran, ¿puedes recoger tu plato y el del Juanillo cuando terminéis? —dijo mi madre.
—Nosotras nos vamos a dar un paseo.
En cuanto escuchó la puerta, mi tío se giró hacia mí y se abrió de piernas en el banco, mostrándome una magnífica vista de su paquete y la impresión de su polla bajo los pantalones grises. La punta le asomaba.
—Tito, ¿puedo parar ya?
—¿Tan marica eres que no puedes comerte un plato de espaguetis?
Me agarró del pelo y tiró de nuevo hacia atrás, con furia y fuerza.
—¿Cómo pretendes comerme el rabo si no puedes ni con un plato de mierda? Abre la boca.
Obedecí y abrí lo máximo que pude mi pequeña boca. Mi tío cogió fuerza y echó un lapo dentro, cayendo un poco sobre mis labios. Cerré la boca y me lamí los labios para tragarmelo todo. De pronto, la mano de mi tío vino con fuerza hacia mi cara. Me pegó una hostia que me hizo marearme un poco.
—Guarrita, ¿te he dicho que trages?
Con la mano que tenía libre abrió mi boca de nuevo y escupió. Soltó mi pelo y, con dos dedos, comenzó a follarme la boca. Sus dos dedos eran bastante grandes y me provocaban arcadas que a él le ponían cachondo. Sabía que él estaba en control y que yo era la guarra que se arrastraría solo por estar cerda de él.
Comenzó a pajearse la polla por encima del pantalón gris, que a estas alturas era negro del sudor y el precum que estaba soltando.
Cuando se cansó de follarme la boca, me empujó y caí de espaldas sobre el banco. Se sacó la polla por la pierna del pantalón y comenzó a pajearse. Él estaba de pie y yo tumbado sobre el banco. Gemía fuerte, y embestía su mano. A estas alturas no estaba pajeándose, estaba follándose su propia mano. Con la que tenía libre comenzó a pellizcarse los pezones y, en mitad de un gemido ahogado, comenzó a correrse. Su lefa caliente y espesa cayó sobre mi paquete, mi torso, mi cara y hasta mi pelo en 7 u 8 trallazos. Me dejó bañado en corrida.
Estaba mirándome, sonriente y triunfante, cuando escuchamos a mi primo pequeño reír.
—Jajajajaj el tito Fran te ha manchado.
Se acercó corriendo y tocó la lefa con sus manos. Era muy joven para saber lo que acababa de pasar, aún así yo estaba asustado por lo que pudiese decirle a mi familia. Pero mi tío parecía más calmado, que sonreía mientras mi primo pequeño tocaba su corrida.
—Si quieres que sigamos jugando, limpialo todo —me ordenó—. Que te ayude Joselito —dijo sonriendo y acariciando el pelo a mi primo.
Escribidme en comentarios si os gusta el relato y cómo avanza la historia, y también podéis escribirme a mi correo. Gracias ^^