Vacaciones en familia

Mi mujer y yo nos habíamos ido a relajarnos quince días a Cuba. Tras volver a España nos reunimos con los parientes para repartir los correspondientes regalos traídos del Caribe. En la cena mantenida con la familia de mi mujer, mis suegros plantearon que estaban preparando una salida a la playa.

Había pasado mucho tiempo desde los últimos escarceos. La cosa se había enfriado y casi que lo agradecí. Mi relación familiar y de pareja estaba en juego y no quería perjudicar a nadie, puesto que todo eran personas queridas y cercanas.

La chispa volvía a encenderse tras decidir ir a pasar los dos matrimonios unos días juntos a la playa. Mi mujer y yo nos habíamos ido a relajarnos quince días a Cuba. Tras volver a España nos reunimos con los parientes para repartir los correspondientes regalos traídos del Caribe. En la cena mantenida con la familia de mi mujer, mis suegros plantearon que estaban preparando una salida a la playa, habían descubierto un hotel cuya relación calidad/precio parecía bastante buena y nos sugirieron acompañarles, siempre y cuando no nos acarreara grandes costes adicionales y dispusiéramos de tiempo. Como estrecheces económicas no atravesábamos, tiempo teníamos aún porque nos faltaban dos semanas para incorporarnos al trabajo, mi mujer estaba de acuerdo y a mí la idea no me disgustaba, decidimos acompañar a mis suegros. Iban a ser cuatro días, tiempo suficiente para resucitar la excitación de pasado.

Nos trasladamos al litoral catalán, un hotel spa en un pequeño pueblecito al lado de la costa. Tranquilo, relajado y sin grandes aglomeraciones de turistas, lo cual permitía más relax. Salimos pronto de casa, para llegar pronto a nuestro objetivo y así poder apurar más nuestras minivacaciones. Fuimos cada pareja por separado. A las doce ya estábamos en el hotel. Hicimos la entrada, llevamos las cosas a la habitación y cuando nos encontrábamos colocando la ropa en los armarios, llamaron a la puerta, eran mis suegros, acababan de llegar. Nos saludamos, ellos fueron a su habitación a dejar el equipaje y a cambiarse. Nosotros nos bajamos a la piscina, a esperarles.

Me quedé medio traspuesto tumbado al sol, el madrugón, la tranquilidad, el calorcito… La voz de mi suegra me despertó, comentaba que ya estaban listos. Que habían reservado mesa para comer y mientras se unían a nosotros en la piscina. En ese momento observé que a pesar de sus sesenta años, la madre de mi mujer seguía estando cañón. Tanto por el cuerpo que mantenía como por la ropa que vestía. Sus enormes y perfectos pechos, levemente caídos, pero turgentes y voluminosos, seguían siendo llamativos para mí y algún cliente del hotel; su trasero  imponente, era grande, llamativo, con algo de piel de melocotón, todo ello tapado con un bikini recientemente adquirido y que para nada correspondería a su edad, más juvenil si cabe; y su rostro, sin apenas arrugas, le hacía muy interesante.

Al ver esa imagen se me vinieron retazos del pasado, un calor me subió al instante y la excitación me invadió como si fuera un adolescente, hasta una erección tuve en ese momento. Se me puso dura al contemplarla. No podía estar pasando. Tuve que hacer malabarismos para que nadie de los allí presente observara el volumen que mi pene había adquirido. No pude aguantar, tuve que saltar a la piscina para que me bajara el calentón. ¡Qué vergüenza!

Durante la comida charlamos de nuestro viaje a Cuba, de cómo nos habían ido las semanas que no habíamos coincidido, cotilleos familiares, mi suegra se interesaba por cuando tendríamos un bebé… observaba que al hacer esta pregunta siempre añadía cuestiones tales como si ya estábamos en ello, si practicábamos mucho, lo cual me intrigaba, puesto que le atraía la frecuencia de relaciones para alcanzar el embarazo. Tras la comida, subimos a nuestras correspondientes habitaciones relajarnos. El cansancio del viaje nos obligaba a dormir una pequeña siesta para recuperarnos. Mi mujer y yo nos quitamos la ropa de baño, quedándonos desnudos en la cama, el uno junto al otro. El roce de ambos cuerpos, junto a la excitación acumulada en la piscina con mi suegra, me provocó una gran erección. Mi mujer semidormida se dio cuenta, palpó mi pene, vio que estaba erecto, lo empuño, agitándolo posteriormente, se dirigió hacia él y engulléndolo me hizo una gran felación, eyaculando en su boca una gran cantidad de semen, fruto de la pasión contenida. Yo gemí al correrme, a mi pareja le gustaba, le excitaba escucharme. Mi mujer se durmió al instante, estaba muy cansada, y yo me relajé tras el orgasmo. Mientras comenzaba a dormirme, escuché unos suspiros muy acelerados en la habitación de al lado. Mis suegros no habían perdido el tiempo. ¿Les habríamos calentado?

Por la tarde nos desplazamos a la playa y decidí cambiarme de bañador, me puse uno más estrechito, ajustado y cortito, para que no me quedara marca del sol, también porque realzaba mis genitales. Cuando me levantaba de la hamaca, observaba que mi suegra miraba disimuladamente mi paquete. A mí la idea me ponía bastante, tanto que me engordaba la polla. En el agua del mar me tranquilizaba y regresaba al grupo familiar más sereno.

El día siguiente transcurrió de una manera muy similar hasta que por la tarde llegamos al hotel. Mientras nos duchábamos, llamó a la puerta mi suegro, diciendo que tenían un problema en el baño y que la ducha no funcionaba. Llamaron a recepción, subió el técnico de mantenimiento, revisó la avería y les dijo que tardaría un par de horas en repararla. Desde recepción les dieron la posibilidad de ducharse en el spa mientras hacían los arreglos pertinentes, lamentando no poder cambiarles de habitación porque no había libres. Nosotros les dijimos que podían ducharse en la nuestra. Mi mujer, mi suegro y yo decidimos bajarnos a un bar al lado del hotel a tomar un café mientras mi suegra  se duchaba. Ninguno de los tres llevábamos dinero ni tarjeta, decidí subir a por dinero. Cuando entré, vi la puerta del baño entreabierta, el agua caía y mi suegra estaba dentro. Sentí una excitación mayúscula, como un adolescente me puse a espiar a esa tremenda mujer desnuda en la ducha, mi polla estaba desbocada. Me masturbé observándola, no tardé nada en eyacular una buena cantidad de semen. Me limpié con servilletas, cogí dinero y me bajé.

Por la noche durante la cena comentábamos lo sucedido. Mi suegra dijo que escuchó una puerta mientras estaba en el baño pero que no le dio importancia, supuso que éramos alguno de nosotros y se despreocupó.

Después de cenar nos dimos un paseo por el paseo marítimo. La experiencia fue todo un espectáculo. Ir acompañado por dos bellezones, vestidas con trajes ajustados y grandes escotes era una incitación para aquellos hombres que, acompañados por sus mujeres e hijos, no dejaban de mirar libidinosamente a madre e hija. Es más, mi mujer iba sin sujetador, con la brisa de la playa los pezones se le marcaban, lo cual era sensual y más de uno le costó despegar los ojos de sus pechos.

Al volver al hotel, en recepción nos dijeron que la avería se alargaría un par de días más porque debían cambiar una pieza que estaba de camino. Esos días tuvieron la deferencia de no cobrarlos. Mis suegros mientras tanto utilizarían nuestra ducha. Yo encantado.

Al día siguiente, por la tarde nos organizamos por turnos. Primero mi mujer, luego yo, mi suegra y mi suegro. Según terminábamos nos íbamos con el resto y la persona que estaba en la ducha se quedaba sola en la habitación para tranquilamente ponerse crema hidrante, vestirse…

Yo intenté ser rápido para no demorar mucho la faena. Mientras el agua caía me pareció escuchar que alguien entraba pero no le di importancia, dejé la puerta abierta para que el vapor de agua no se acumulara en el interior del servicio. Terminé, me sequé y salí desnudo a la habitación a por la ropa. Cuál fue mi sorpresa al ver  a mi suegra sentada en la cama en bikini, móvil en mano. Cuando se percató que salía desnudo ni se inmutó. Me miró prestando mucha atención, miró mi pene depilado, después se fijó en mis ojos… Yo estaba entre aturdido, sorprendido, avergonzado y excitado. La polla paso de estar flácida a alcanzar una leve erección. Ella la observaba, preguntándome, “¿has terminado? Es para pasar” Yo solo acerté a decir un leve “sí”. A la vez que pasaba me dijo que no cerraría la puerta porque si no haría mucho calor dentro. Era como una propuesta deshonesta, no sabía qué hacer. Tranquilamente me puse hidrante, ropa interior y me acerqué a observarla cuidadosamente. Ella estaba despreocupada, como si quisiera que la observara, es más, su cuerpo estaba directamente orientado a la puerta. Me saqué la polla y me masturbé, ella debió darse cuenta. Justo fue acabar y ella cerró el grifo de la ducha, aproveche el momento para preguntarle que si podía pasar, me dijo que sí, debía afeitarme. Pasé en ropa interior y ella estaba tapada con una toalla que ocultaba levemente su cuerpo. Ambos nos observamos, ella no dejaba de mirarme mis genitales y yo sus pechos embutidos en esa diminuta toalla. De repente el nudo de la toalla se desató, calló, quedándose desnuda. Silencio y de repente ella comenzó a reírse, nerviosa, se disculpa y tranquilamente se pone la toalla otra vez. Yo no podía más, estaba a cien. Terminé de vestirme y le dije que me marchaba .No paraba de darle vueltas al asunto, me excitación era increíble. La situación me desbordaba. Debía controlarme.

Al día siguiente, playa por la mañana, comida en un chiringuito, piscina por la tarde y  repetición de la operación de la ducha. Cuando estaba dentro escuché la puerta de la habitación, se cerró. Continué dentro mientras caía el agua sobre mi cuerpo. Se abrió la puerta del baño, vi a mi suegra pasar, desnuda, no me lo creía. Se pasó a la ducha conmigo, se abalanzó sobre mi pene, acariciando mis testículos y lamiéndolos. La chupaba muy bien, como su hija. No dije nada, no me opuse, estaba como absorto y ella fuera de sí. No paraba de succionar. De repente se detuvo y me dijo: “desde que os escuché la otra tarde en la siesta quería hacer esto”. Siguió y cuando le dije que estaba a punto de eyacular, paró, se sacó la polla de la boca y cesó de acariciar los testículos. Se puso en pie, se dio la vuelta, de espaldas y me dijo que le penetrara por detrás, el agua nos caía a las dos, le penetré, estaba muy húmeda, comencé a aplicarle unas envestidas bestiales, tanto por la excitación como porque ella me decía que quería más. A cada envestida sus tetas vibraban, gemía y me decía que no parara. De repente pegó un gemido final, le tapé la boca. Se recompuso y cuando lo hizo se dio la vuelta, se agacho, se introdujo mi polla y la chupo hasta que me corrí. Se tragó mi semen, no me lo creía, mientras sonreía y me miraba lujuriosamente. Cogió la toalla y me secó como a un niño. Salimos de la ducha, me vestí y le empecé a comer los pezones, me frenó y me dijo que podían subir. Tenía razón, añadió que no tardara en bajar y eso hice, vestirme rápidamente y unirme con mi suegro.

Al día siguiente todo transcurrió con normalidad. Era momento de marcharnos. Al salir del hotel, pagamos la cuenta, nos despedimos antes de montar en el coche, cuando llegué a la madre de mi mujer para darle dos besos me susurró al oído: “debemos repetirlo en casa, cuando quieras”.